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Caamaño en mi memoria de niño

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OPINIÓN

OPINIÓN

¿Cómo puede impactar la muerte de un héroe en la memoria de un niño de ocho años? Yo sé cómo.

Era los días fríos y lluviosos de febrero de 1973. Como era habitual entonces, llovía todo el fin de año y principios del que iniciaba. Tanto, que en los hogares muchas veces la ropa se tendía encima de los fogones para que el calor las secara. Llovía tanto que a veces los víveres se pudrían dentro de la tierra, y el camino de salida a la calle se llenaba de tanto fango que era necesario «ampliar» el trillo para caminar encima de la yerba sin lodo.

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Si me preguntan, eran días tristes. Como pasaba con los días de Semana Santa, se sentían pesados los días. Algo ocurría que combinaba el frío del clima con la sensación de que la muerte iba con fusiles y ballonetas afiladas tras doce hombres que el día dos de febrero habían ingresado por la playa Caracoles, en el Sur del país, armados y dispuestos a inmolarse, para enfrentar un gobierno que no tenía límites en perseguir, encarcelar, torturar, desaparecer o exiliar a cualquiera que se le hiciera oposición.

En mi casa no había electricidad. Era más bien una choza techada de yaguas, piso de tierra y varas de Juan Primero. Lo único que ponía mi casa a tono con el mundo «moderno» era un radio de ocho pilas, con el que despertábamos escuchando bachatas en «Alegre despertar», de Radio Santa María, y veíamos caer el día con merengue ripiao en «Las alegrías de Bermúdez». Por supuesto, era poca la información que por ese radio llegaba sobre la épica jornada de lucha que habían iniciado doce guerrilleros en la Cordillera Central.

Al entrar la noche, mamá cargaba a mi hermana Carmen, de algo más de dos años, seguida por mi hermana Juana y yo, de seis y ocho años respectivamente, para ir a visitar la casa de tía Francisca, uno de los poquísimos hogares que tenían televisor, y en la que la gente iba a jugar dominó, comer helados y ver telenovelas.

Pero en esos días, tras concluir la novela, mamá se quedaba a conversar con tía y algunas vecinas. Hablaban en voz baja. Compartían las noticias. Revisaban las páginas de algún periódico usado, casi siempre El Caribe o Listín Diario. Comentaban lo último que se sabía, se hacían preguntas y se lamentaban.

Normalmente, habiendo pasado apenas 12 años desde la caída de la tiranía de Trujillo, ocho de la guerra de abril de 1965, y vivir en un estado de represión política, los niños eran alejados de las conversaciones de los adultos, quienes desarrollaron la capacidad de hablar tan bajo que apenas se podía escuchar. Yo me las ingeniaba para jugar cerca, y poder escuchar. Y así más o menos

Ministerio de Cultura

me enteraba de cosas que no terminaba de entender.

Recuerdo que mamá se llevó a casa «un Caribe» que contenían fotos de hilachas de lana enganchadas en las espinas de guazábara y cambrón, dejadas a su paso por los guerrilleros, y la exhuberancia de las motañas de la Cordillera por San José de Ocoa. De alguna manera, esperé para recortar las fotos y las guardé dentro de un cuaderno.

El día 16 de febrero se esparció el rumor, y un nombre se empezó a repetir como ritual, «¡mataron a Caamaño!». Unos no daban crédito y proclamaban que «ese es un hombre bravo y no se dejará coger», otros eran un solo lamento. Algunos se alegraban. Papá y mamá no. A pesar de que siempre votaron a favor de Balaguer, y en toda esa comunidad la mayoría sentía nostalgia por el «orden que había» cuando Trujillo, papá sobre todo, sentado sobre la cama, se lamentaba y le decía a mamá «carajo, mataron a Caamaño. Los héroes y los hombres bravos no se matan. Se apresan y se guardan por si la Patria un día los necesita». Yo, sin terminar de entender, pero contagiado por la tristeza, saqué las fotos, las inserté en una de las púas de la alambrada a la vera del camino, como el tributo de un niño a Francisco Alberto Caamaño y sus compañeros caídos. El agua derribó la foto, que cayó al suelo y desapareció entre la tierra enlodada.

Hacia la visibilidad mediática de la mujer política

Los medios masivos de comunicación desde su espacio de peritos y promotores de los sucesos sociales desempeñan un rol fundamental en las interpretaciones generales de los acontecimientos, y la forma de cómo se pondera la notoriedad de cualquier hecho ocurrido en la cotidianidad, porque son los propios medios que forman una opinión pública a partir de las realidades de los colectivos que salen en la agenda pública.

Es común escuchar decir que la política hoy en día se viene desarrollando cada vez más en el campo mediático, y es, precisamente, en esa incidencia pública que radica la relevancia de los medios de comunicación en el ámbito político-electoral y de representación con relación a sectores vulnerables como las mujeres.

Pero para promoverse como representante y líder política es fundamental la construcción de estrategias de comunicación que contribuyan a visibilizar la imagen de la mujer política como se hace con el hombre. Esta visión es además una oportunidad para abrir procesos sostenidos y de más largo plazo que revierta las desventajas históricas que impiden la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la competencia electoral, y un mayor acceso a los cargos de representación popular por parte de éstas últimas.

Y es que los medios masivos de comunicación son aliados esenciales para que las mujeres puedan tener el nivel de incidencia que le permita llegar donde llegan los demás actores del sistema político. Es bien claro que estos tienen un inmenso poder, lo que les permite crear la conciencia individual y colectiva. En periodos electorales, lo medios cumplen el rol de actuar como agende intermediario, pues son los llevan el mensaje político a las masas.

De ahí que las mujeres políticas al igual que los hombres, deben buscar los medios para llegar a las comunidades. Sin embargo, la cobertura mediática de las mujeres políticas se hace desde una óptica muy diferente de la otorgada a los varones en los medios masivos de comunicación, porque esta es presentada de forma subordinada a la figura masculina o asumiendo los roles tradicionales. Siendo esto así, es necesario crear la conciencia a la dirigencia de los partidos políticos y a los propios actores de los medios de comunicación para que entienda que tanto los hombres como las mujeres a la hora de presentar su mensaje político electoral puedan tener las mismas oportunidades de llegar a la población.

Cuando este gobierno inició, su andadura gubernamental lo hizo bajo una pandemia que nos obligó a los productores y gestores culturales a replantear y posponer los planes de agenda, algunos de lleno en ensayos. En ese momento, poca cosa o nada se pudo hacer por la clausura de las actividades culturales debido al Covid. Los trabajos pendientes de exhibición se fueron al traste. El Ministerio de Cultura en ese momento y por dos años estuvo bajo la batuta de la señora Carmen Heredia. Reconocida crítica de arte, ex directora del Teatro Nacional y quien siempre a través de su trabajo como crítica ha dado apoyo a montajes que se presenta en el Teatro Nacional y otras salas públicas: teatro, danza y música.

Aminorado un poco el peso y el miedo del Covid a la apertura de salas y bajo ciertas modificaciones de público a lo interno de los teatros, muchos teníamos la esperanza de encontrar ese apoyo institucional perdido con ayuda de ciertos funcionarios que allí trabajan, supuestos defensores del arte, para relanzar montajes pospuestos. No fue así. Nulo apoyo a pesar de que se celebraron sendas reuniones para externar quejas eternas y varias situaciones con trabajadores del sector.

Entiendo, en este contexto, que lo más acertado es pensar que para que un proceso se haga de forma democrática debe existir igualdad de oportunidades en la participación de sus distintos actores, en tal sentido, la competencia debe ser –siempre–sobre la base del respeto, tolerancia, la opinión a la diversidad, la transparente, neutralidad y pluralidad; de ahí que la grafía social se debe exponer ante la ciudadanía con una imagen resultante de un proceso de promoción, difusión y comunicación política que promueve tanto a las mujeres como hombres representantes y líderes políticos en un tiempo y una sociedad determinada.

Luego, la señora Heredia fue removida del cargo para dar paso a la presentadora y productora de televisión, sin noción de cómo gestionar un Ministerio de Cultura, Milagros Germán. La esperanza renació nuevamente, no solo para un anhelado apoyo a productores independientes que son quienes dan vida a las salas públicas del Estado, sino también con planes como: Ley de Mecenazgo, ley de teatro, arreglo de Bellas Artes, situaciones en el Teatro del Cibao, Festivales y otras tantas acciones que deberían realizarse desde ese Ministerio. Milagros, se quedó con los mismos colabores cercanos de su antecesora, pero necesita asesores de verdad, gente que le duela realmente el sector cultural. Con relación a la Ley de Mecenazgo, que ya estaba aprobada por el Congreso, el año pasado desde el Ministerio de Cultura, fue lanzada una convocatoria abierta publicada en los medios de comunicación para buscar un «director/a de Mecenazgo». Muchos interesados aplicaron en respuesta al llamado. Recientemente, fue «seleccionado» para dicha función el señor Henry Mercedes, bajo el decreto 31-23 del Poder Ejecutivo. Me llamó poderosamente la atención porque el señor Mercedes ya es funcionario de ese ministerio desde hace tiempo. El señor Mercedes es un gestor cultural de larga data y conocedor de estas lides. Entonces, ¿para qué Cultura realiza esa convocatoria pública si termina nombrando a un funcionario que ya está con ellos? Alguien que me explique. Su función principal al frente de la Dirección de Mecenazgo será planificar, coordinar y supervisar la ejecución de políticas tendentes a impulsar las creaciones artísticas mediante el incentivo de la Ley de Mecenazgo cultural, según lo establecido en la Ley 340-19.

En otro acápite, pero dentro del anillo cultural, la dirección General de Bellas Artes continúa sin el funcionamiento del aire acondicionado y el deterioro de ciertos espacios es visible hace años. A pesar de que es una institución descentralizada, depende en todo de Cultura, quien a sabiendas de todo esto, aún no ha podido solucionar estos asuntos que afectan a productores que no han podido presentar sus propuestas por las pésimas condiciones de Bellas Artes. ¡Increíble!

Sí, sabemos que el Ministerio de Cultura, es una especie de «elefante blanco» del gobierno con un presupuesto mermado pero que aún así, pudiera sacar de abajo para ciertas situaciones en los teatros, la creación y fomento de la cultura en todo el país. El pasado Festival de Teatro estuvo bastante limitado con todo y que no se hizo en dos años.

Uno se pregunta: ¿Cuándo será que este ministerio este dirigido por alguien que le duela realmente la cultura? ¿Cuándo se creará un Museo del Merengue?, ¿cuándo se destinará ayuda a los productores independientes, libreros, creadores, por pequeño que sea el monto?

Muchas preguntas y poco espacio...

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