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OPINIÓN

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LA SEMANA DEL

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Retos del liderazgo | Hipólito Mejía

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Hipólito Mejía concluyó su gestión el 16 de agosto de 2004. Salió del Palacio Nacional cargando una pesada derrota política tras el fracaso de su intento reeleccionista. Contra todo pronóstico, modificó la Constitución para poder optar a un segundo período. En el transcurrir de estos últimos 19 años, quien fuera líder del Partido Revolucionario Dominicano ha sorteado su suerte, yendo de una derrota a otra, en su insistente idea aspiracional de volver a Palacio, y en el 2012 esa anhelada victoria, cuando enfrentó a Danilo Medina, de a poco se fue escurriendo entre sus dedos, hasta que la perdió del todo.

Mejía, político atípico, hombre cercano y de trato cálido, perdió su última gran guerra electoral en el Revolucionario Moderno frente a quien hoy ostenta la Presidencia de la República: Luis Abinader. Conoce el ejercicio que supone haber estado en la primera magistratura, y juega su propia partida, aún si su frente es el actual mandatario, quien consciente de que gana más llevando la fiesta en paz, ha sido generoso con el Guapo de Gurabo, colocando a muchos de los suyos en posiciones de alto perfil en la administración pública.

Es el segundo expresidente de la República que no optará al cargo en el 2024, condición que comparte con su colega Danilo Medina, del Partido de la Liberación Dominicana. Es dueño de su narrativa, y estratégicamente narra el relato que mejor comunique su mensaje: él es el mensaje. Contrario a Danilo, tiene razones para fortalecer su músculo perremeísta, el mismo que sostiene la carrera de Carolina Mejía, primera alcaldesa en la histo- ria del Distrito Nacional. Ante la exitosa y ascendente carrera de su hija, la cuestión que apremia es cómo articular la estrategia para tender puentes por donde deberá caminar la ex candidata vicepresidencial en el 2016.

Abinader, como Presidente en ejercicio, no tendrá problemas en su proyecto reeleccionista. Ni Guido ni Alburquerque podrán interponerse con posibilidades reales de evitarlo. Pero la candidatura vicepresidencial –como se plantea en un análisis en esta edición– será en su momento uno de los puntos a debatir con el círculo político íntimo del mandatario. Fuerzas internas presionan sigilosamente tratando de influir desde ya para hacerse con un espacio importante que les permita estar, por lo menos, en la terna que toma cuerpo hacia el 2024.

La postura de Abinader aún es indescifrable. Descifrado está el deseo de volver a ser su compañera de boleta de la vicepresidenta Raquel Peña y del cada vez más evidente pulseo que viene ejerciendo Hipólito para redibujar el futuro político de su hija Carolina. Un tercer brazo de poder, quizás el de mayor potencial, se aprecia en el entorno de Palacio. La guerra de las encuestas alimenta el morbo electoral, las apetencias particulares y el sueño de una generación emergente que se viene preparando para suceder a la clase presidencial que personifican Hipólito, Danilo y Leonel. Hipólito sabe muy bien que no hay 2028 sin 2024, y su liderazgo marca distancia de su proyecto personal, para ponerse incondicionalmente a las órdenes de una alcaldesa desinteresada en repostularse, más interesada en ser la número dos a bordo.

ESTRATÉGIKA

ROSARIO MEDINA GÓMEZ » @ROSARIOMEDINAG

Impacto moral en la imagen

La controversia generada por el supuesto beso entre

Jill Biden y Doug Emhoff demostró el impacto de lo moral y los valores establecidos en la imagen, tanto que, opacó la atención del mensaje clave, por lo menos de aquellos quienes más que el discurso, buscan las controversias que se generan en los entornos de poder.

El supuesto beso entre la Primera Dama de los Estados Unidos de Norteamérica, y el esposo de la vicepresidenta Kamala Harris durante el discurso del Estado de la Unión, desarrollado por el presidente Joe Biden ante el Congreso causó revuelo. Aún se mantiene la discusión de si fue una ilusión óptica, coincidencia desafortunada o una acción delibera de besarse por el trato cercano, lo real es el impacto generado por un posible saludo, sentenciado, debido a los y principios proyectados por las marcas de los involucrados, personas casadas con la primera y la segunda persona más influyentes del país, con costumbres religiosas no compatibles con actos que pudieran estar en contra de las normas del matrimonio.

Ahí es donde entra en juego el daño de la imagen, porque para muchos el supuesto beso fue lo que captó su atención, y ni se enteraron del repaso que hizo el mandatario respecto de las medidas socioeconómicas asumidas para contrarrestar los efectos de la crisis económica originada por la Covid 19 y la guerra de Rusia y Ucrania. El discurso del Estado de la Unión es un espacio de un peso político demasiado incidente para los poderes políticos y la institucionalidad norteamericana, donde Biden exhibió lo realizado por su administración para que los residentes de su país tuvieran cómo amortiguar el impacto de la crisis, empero, el efecto se vio eclipsado porque una parte de las masas no piensa en indicadores, sino con los paradigmas morales y culturales. La vicepresidenta hizo lo que se denomina puenteo en oratoria política, cuando un periodista le preguntó por lo acontecido, respondió como si se le hubiera entrevistado respecto de las labores sociales efectuadas por su esposo, pero de seguro los asesores de las figuras han medido el impacto del hecho, y el daño en imagen para los involucrados.

VENTAS

Iluminada Muñoz

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Marx, Hayek y Keynes comprando bitcoins

En la década de 1970, Friedrich Hayek sugirió que las empresas privadas emitieran dinero como solución a la inflación. Aplicada, esta idea quiere decir que el Estado perdería el monopolio de la emisión del dinero. Hayek sistematizó la propuesta en La desnacionalización del dinero, un librito de 1976 donde dice que el monopolio de la emisión del dinero causa las épocas periódicas de desempleo y depresión que sufren los Estados.

«Concebimos la abolición del monopolio estatal sobre el dinero como un medio para prevenir los ciclos de inflación y deflación que han azotado al mundo durante los últimos 60 años... Se trata también del remedio para... los ciclos periódicos de depresión y desempleo... del capitalismo» (Ediciones Folio, 1996, página 134).

Su propuesta rompía con la economía monetaria dirigida encabezada por los bancos centrales.

Muchos no creyeron que la idea de Hayek se materializara. Es imposible que él mismo viera su alcance.

Años después, la llegada de las criptomonedas renovó las ideas de Hayek en esta materia.

Se ha sugerido que Hayek rechazaría la implementación de las criptomonedas como dinero en el mercado (D. SanzBas, Hayek and the cryptocurrency revolution, revista Iberian Journal of the History of Economic Thought, volumen 7, número 1, año 2020, páginas 15-28).

Pero asombra la actualidad de su libro donde, más que predecir, propone la emisión de dinero privado en un sistema competitivo como si se tratase de mercancía.

«Siempre hemos tenido dinero malo porque nunca se ha permitido a la empresa privada ofrecernos uno mejor», dice Hayek en la página 136 del libro citado.

Economistas como Milton Friedman, David H. Howard y Lawrence H. White criticaron las ideas de Hayek antes de que el Banco Central Europeo viera en La desnacionalización del dinero el antecedente teórico del uso del bitcoin como paradigma de la descentralización del dinero. Después está Keynes.

Para muchos, la idea de una moneda global se remonta a la propuesta de bancor de John Maynard Keynes.

Quizás olvidando que la criptomoneda es naturalmente universal, se sugiere que la tecnología que posibilitó la creación de moneda digital viabiliza un proyecto de criptomoneda global (ver Rosa M. Lastra L., En defensa del dinero público digital, revista El Trimestre Económico, número 356, año 2022, páginas 1007-1032).

Salvando las diferencias, el siguiente párrafo sobre el bancor evoca blockchain de tecnología analógica y esquematiza la oposición entre Keynes y Hayek sobre el papel del Estado en el monopolio de la emisión del dinero:

«Bancor no sería una moneda internacional. Sería una unidad de cuenta para rastrear los flujos internacionales de activos y pasivos que se realizaría a través de (un organismo que iba a llamarse) la Unión Internacional de Compensación» (en.wikipedia.org/wiki/Bancor).

Entre Hayek y Keynes está Marx.

A la vista del trabajo de Hayek y a pesar de las críticas, parece que el Banco Central Europeo tiene razón, lo que asigna a este pensador un papel distinto que el de Karl Marx en los debates acerca de las criptomonedas.

La obra de Marx, como es costumbre, se utiliza de un modo comparativo. En este caso, como en otros, sirve para especular sobre la bondad o la maldad del capitalismo a la luz de los modelos de análisis marxistas (por ejemplo, Cristopher Morales B., «¿Otro dinero es posible?», revista Teknokultura, volumen 17, número 2, año 2020, páginas 141-148).

Sea cual sea el uso que den a la respuesta, la pregunta de los marxistas vuelve a ser si esto es una alternativa al capitalismo o si es más capitalismo.

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