Oniria Nº 6

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Nº 6 primavera 2022 EL ENCUENTRO


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Editado en Sevilla por Oniria Literaria. ISSN: 2695-9542 Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. Imágenes de cubierta, contracubierta y secciones procedentes de Canva.

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Contenidos

TABLA DE

3 5 13 13 20 22 25

EDITORIAL POESÍA FOTOGRAFÍA

RELATO

ILUSTRACIÓN NO FICCIÓN CONTRIBUCIONES


Editorial Yo pronuncio tu nombre En las noches oscuras Cuando vienen los astros A beber en la luna Y duermen los ramajes De las frondas ocultas. Y yo me siento hueco De pasión y de música. Loco reloj que canta Muertas horas antiguas. Yo pronuncio tu nombre, En esta noche oscura, Y tu nombre me suena Más lejano que nunca. Más lejano que todas las estrellas Y más doliente que la mansa lluvia. ¿Te querré como entonces Alguna vez? ¿Qué culpa Tiene mi corazón? Si la niebla se esfuma ¿Qué otra pasión me espera? ¿Será tranquila y pura? ¡¡Si mis dedos pudieran Deshojar a la luna!! Si mis manos pudieran deshojar Federico García Lorca

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POESÍA 7 EQUINOCCIO DE PRIMAVERA Rubén J. Triguero

9 PRIMER ENCUENTRO Pedro Pérez Linero

10 CAMINO

Ramón J. Romero

11 VALIMIENTO Luis Utges

12 INGRÁVIDO Beg O Mar


EQUINOCCIO DE PRIMAVERA Rubén J. Triguero “¡Toda la primavera dormía entre tus manos!” Ernestina de Champourcín a Esther y a Clara

Como surgido desde un no lugar, desde la no materia,

de la noche a la mañana emerge todo el color y todas las formas y lo que parecía estático y dormido, eclosiona y revolotea cargado de vida.

En cierto modo, son las cosas más sencillas y cotidianas, las que albergan toda la magia y el mayor de los misterios.

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Por supuesto, seguimos sin entender nada, sin saber de dónde venimos o hacia dónde vamos,

pero de pronto, un día cualquiera descubrimos que la primavera ha irrumpido en nuestras vidas.

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PRIMER ENCUENTRO Pedro Pérez Linero

En vano resultó caminar de puntillas, sigilosamente entre metáforas para no despertarlas.

Bastaron tus ojos para saberlo, y una tarde de septiembre.

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CAMINO Ramón J. Romero

Ahora que vivo y siento, como nunca antes hice, encuentro otro camino. Puedo decir tranquilo que tiempo he tardado en encontrarlo, en encontrarme. Al fin hoy soy otro. Al fin, soy yo.

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VALIMIENTO Luis Utges

Aprendí a amar cuando tú no sonreías. El dolor de tu incapacidad me hizo más fuerte. Me hice gigante mientras sufrías. Sólo para saber cuidarte. Para defender tu agonía. Superar tu silencio y hacer desaparecer tu miedo. Te haré el amor mientras duela la injusticia. Y amaré el quejido de África cuando nuestro hijo grite la loca libertad de distinguir en el espejo la huella de la única bondad.

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INGRÁVIDO Beg O Mar

Verbo encarnado, más allá de la idea o el sueño. Existencia sintiente, testigo del dolor y la pérdida, pero de la caricia, el encuentro. Consciente de lo fugaz y sin embargo presente, dispuesta, anhelante de la llama y la herida del beso y la ceniza del instante, el recuerdo. No renuncio al placer aunque casi todo sea siempre un llegar y una despedida, aunque el tránsito y la memoria ocupen casi todo el espacio y el resto, acaso sea ficción, poesía, palabra tratando de reconstruir ese momento ingrávido que llamamos felicidad.

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FOTOGRAFÍA

15 ANTONIA MORENO El encuentro

23 MARU CAPÓN @renger_photoalbum_project


ANTONIA MORENO EL ENCUENTRO

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Esta imagen es la que va a re-presentar esta edición, la 22, de la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Una revisión o reinterpretación de una fotografía de la genial Colita, en la Sevilla de 1969.

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En la imagen original de Colita, el escenario donde se produce el encuentro (de derecha a izquierda) entre Pepe Pinto (marido de la gran Pastora Pavón, ”la niña de los Peines”, la cual aparece en una foto, enmarcada al fondo), Antonio Mairena, Chocolate y Pepe Torres, es el mítico y ya desaparecido “Bar del Pinto”. Este encuentro bien podría ser el retrato de la hegemonía del cante masculino del flamenco de aquella época.

Más de medio siglo después, se revisita esta maravillosa fotografía y el encuentro lo protagonizan cuatro mujeres-valientes, cuatro mujeres-artistas, cuatro bailaoras. De derecha a izquierda; Eva Yerbabuena, Manuela Carrasco, María Moreno y Patricia Guerrero. Más de cincuenta años después, en “Bodega Camacho”, un sitio que guarda todavía toda la estética propia de los años 50-60, en la Plaza del Pumarejo de Sevilla, es donde se retrata a las que son hijas de su tiempo, a las que llevan ahora la voz cantante: la hegemonía del baile femenino del flamenco de esta época.

Manuela Carrasco

Eva Yerbabuena

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María Moreno

Patricia Guerrero

Y tanto guarda “Bodega Camacho” la estética propia de aquellos años que el póster que hay colgado en la pared de Antonio Mairena con la llave del cante de oro, fue un regalo de Manuel Mairena, hermano del propio Antonio, al fundador de bodega Camacho. Un objeto de museo.

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El póster aparece junto al cartel de “Se prohibe el cante”. Me pareció metafórico que Mairena estuviese posando con su llave del cante de oro junto a ese cartel (representativo también como elemento de censura social y política que se convierte casi en símbolo de una época de represión).

Y, no sólo ha sido un encuentro entre mujeres, entre hombres del flamenco en el tiempo, sino también un encuentro entre fotografía o, mejor dicho, entre fotógrafas. Colita puso su mirada en la mía y ha sido la culpable de que fuese yo, con todo el respeto y admiración, quien reinterpretase su icónica imagen. Dos mujeres fotógrafas unidas por la fotografía y el flamenco más de medio siglo después.

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También hay que decir que la poesía/filosofía ha estado presente en esta aventura. ¿Cómo elegir a cuatro bailaoras entre todas las que son y no podían estar? Me acordé de un texto que leí en el libro “La mujer de pie”, de la gran poeta y filósofa Chantal Maillard que hablaba sobre el concepto de “plomada”: La plomada es un instrumento que utilizan los albañiles. Un hilo o cuerda fina con una pieza de plomo en su extremo. Sosteniéndose el hilo en la parte superior de una pared, se comprueba si ésta mantiene la verticalidad. La verticalidad es la trayectoria de los cuerpos al desplomarse. * Des-plomarse: deshacerse de su peso (de su plomo). ¿Cómo puede algo perder su peso al caer si precisamente aquello que nos hace caer es el peso? ¿O no se trata de eso? Desplomarse: perder aquello que nos mantiene erguidos: la consistencia, la solidez, que no el peso... (...) (La mujer de pie / Chantal Maillard) “La mujer de pie es aquella que no puede sentarse”

Partiendo de esta idea que d-escribe Chantal Maillard, seleccioné a las cuatro bailaoras: bailadoras que tienen peso (plomo) y trayectoria (verticalidad). 20 | ONIRIA | Nº 6


Diptico “PLOMADA” (Expuesto en la sala expositiva de la sede de la Bienal de flamenco, en el Museo de Cerámica de Triana, en Sevilla, junto con la imagen original de Colita, con la imagen que representará la Bienal de Flamenco de Sevilla y con el propio cartel, obra del diseñador Jacobo Carmona)

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Esto es una pequeña parte del relato que acompaña al viaje o aventura que he estado recorriendo durante unos cinco meses. Algo que, de seguro, guardaré con mucho cariño en mi memoria. *Algunas de las imágenes del making of fueron hechas por la fotógrafa Esther Sánchez Curra. * Para ver el video del ̈cómo se hizo, realizado por Paula Río y JSB, “El Zarrio”, pincha en este enlace.

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MARU CAPÓN @RENGER_PHOTOALBUM_PROJECT

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Las imágenes mostradas forman parte de un álbum familiar. Compré el álbum en un mercadillo de Berlín en diciembre de 2010, estaba apilado bajo un montón de álbumes y fotos olvidadas. Había anotaciones, todas las imágenes estaban tomadas durante algunos meses de 1986, sólo tres años antes de la caída del muro. El álbum estaba numerado, era el tomo número 40. Ni rastro de los al menos 39 restantes. En enero de 2020 tuve la oportunidad de visitar algunos de los lugares donde fueron tomadas las fotografías, 30 años después de la caída del muro muchos de esos sitios no han sufrido apenas cambios. Es como si un muro invisible continuase existiendo entre las dos Alemanias. Se trata de un proyecto visual de fotografía encontrada. A través de la intervención de un álbum familiar intento reconstruir esa memoria involuntaria del fotógrafo Gerhard Renger.

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RELATO 37 VOLVER A SENTIR LA PRIMAVERA Jose Manuel Reyes

39 ENCUENTRO VIRAL Gema López

40 ADENTRO

Beg O Mar

41 LA ESTRATEGIA Antonio Jesús Reyes

45 AL' FAHAAR Alicia Martín Palomares


VOLVER A SENTIR LA PRIMAVERA Jose Manuel Reyes

F. J. había quedado con su casero frente al puerto para pagarle la renta y hablarle de unas reparaciones. Fue caminando especialmente despacio, recreándose en la temperatura amable de las tardes primaverales. Se sentía a gusto, en armonía con el entorno; aunque iba solo, percibía la compañía de los colores, los sonidos y las fragancias que regalan las calles cuando el invierno se aplaca. Como de costumbre, fue más que puntual, y se sentó a esperar junto al río. Al momento notó que se armaba revuelo entre quienes hacían cola para comprar el billete del barco: se oían voces, como lamentos, y algunas personas se movían de un lado a otro como si buscaran algo por el suelo. Al acercarse, vio que se trataba de un gato malherido, y que lo cogía en brazos una mujer a la que F. J. reconoció de inmediato. Era una de sus actrices preferidas, y estaba allí, en un rinconcito del mundo que quedaba tan lejos de Madrid. La actriz mecía al pobre animalillo como si fuese un bebé; le decía con voz cantarina que se iba a poner bien; y después de preguntar dónde había una clínica veterinaria, asió su maleta con la mano que le quedaba libre y allá se dirigió, cariñosa y decidida. F.J. fue detrás; estaba tan acostumbrado a verla a través de la pantalla que le parecía estar viéndola en otra película, una que se estaba rodando en aquellos momentos, y en la que él no se sentía más que un simple extra.

Y entonces pasó. No sabe por qué ni para qué. Pero pasó. ¿Experiencias que uno ha de tener para aprender? ¿Aprender? ¿Aprender qué?, se pregunta F. J.

Le dijeron a la actriz que atajaría mucho si atravesaba las instalaciones del polideportivo. Ella agradeció el consejo con dulzura, haciendo que la palabra “gracias” sonara inmensa, como si la recitara, y puso rumbo hacia el complejo de pistas. F. J. seguía detrás de ella, caminando cada vez más cerca, y a cada paso tenía más claro lo que le diría. A la actriz le agradaría comprobar que él también mostraba un gran interés por la salud de ese pequeño animal desvalido. Y justo cuando iba a pronunciar el nombre de la actriz en alto, F. J. recibió un brutal balonazo. Oyó que un sector de la grada de fútbol sala se reía. Vio que algunos hasta le señalaban. En ese momento no se estaba jugando ningún partido; fue un balonazo intencionado. Molesto y aturdido, F. J. alejó el balón con

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un punterazo, y se dispuso a retomar el paso, pero alguien vestido de portero se le acercó corriendo y le dio una fuerte colleja. F. J. sintió que la nuca casi le ardía. Y las risas, multiplicadas, invadieron el espacio como una tormenta. El portero, que parecía un oso erguido, comenzó a dar vueltas en torno a F. J., a una distancia de un par de metros, alternando los ademanes retadores y las miradas a la grada, que jaleaba al portero como si éste fuese un gladiador y F. J. un insignificante esclavo. El clamor del gentío era tal que la actriz se volvió para ver qué pasaba. Y ahí estaba F. J., tan encogido como rígido, preguntándose qué hacer, sin encontrar respuesta. Ésa era la primera vez que ella se percataba de que él existía; quizás antes le hubiese visto de refilón, pero era en ese momento cuando se convertía en el destinatario de su mirada. Y todo lo que F. J. había pensado decirle sobre el gato caducó al instante. Ya no cuadraba presentarse ante la actriz como un ser humano sensible que, al igual que ella, estaba muy preocupado por ese animalillo; ella le habría transmitido con los ojos que con preocuparse de sí mismo ya tenía bastante.

Tras unos segundos, la actriz volvió a mirar al frente, aceleró el paso y desapareció. F. J. permaneció ahí. Quieto. Soportando el dolor de las risas. Sintiendo lava en sus pies. Lava que le iba subiendo. Lava que le llevaba a sentir mucho y a pensar poco. A pensar que no era justo que se riesen de él. Que él nunca era irrespetuoso con nadie. Que él siempre intentaba poner de su parte para hacer del mundo un lugar mejor. No pensó mucho más. Lo siguiente que recuerda fue coger una raqueta de tenis medio rota que había apoyada junto a una papelera, ir directo hacia el portero y darle dos fuertes golpes con la raqueta en la cabeza. El portero estuvo hospitalizado, muy grave. Por suerte, sobrevivió. También F. J. sobrevivió a lo que se le vino encima. Pero su percepción de la primavera no tuvo esa suerte. Las heridas del ánimo a veces evolucionan peor. Los años pasan, y F. J. jamás ha vuelto a sentir la primavera.

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ENCUENTRO VIRAL Gema López

Estuviste dos años rondándome, y yo sin saberlo…

Cuando me enteré de que querías conocerme, no lo tenía muy claro, te negaba. Tú seguías insistiendo, y yo poniendo barreras. Hasta que un día ganaste la batalla, y decidí darte una oportunidad. Nuestra primera cita fue al salir del trabajo. Aquel día no me sentía muy bien, y nuestro encuentro fue negativo (como suele pasar las primeras veces, que no son las mejores).

Pasaron dos días y volvimos a quedar. Esta vez el encuentro fue positivo. Me palpitaba el corazón, me brillaban los ojos, me encontraba en estado febril; son los síntomas que da el amor. Yo me volví loca y nos fuimos a vivir juntos. Lo que no esperaba era llevarnos tan mal. Nuestra convivencia fue insoportable, afectando a todo mi ser. Me dolía la cabeza, el estómago y tenía náuseas. Y todo por tu culpa. Me invadió la tristeza y me hiciste llorar. Francamente, me sentí muy sola.

Las prisas no son buenas. No tenía que haberte dejado entrar en mi mundo, y mucho menos irme a vivir contigo. A los siete días no podía más, y le puse punto y final a esta relación. Quería estar sola. Necesitaba pasear, respirar; ser libre.

Fue un encuentro fugaz. No te guardo rencor. Pero no vuelvas nunca más.

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ADENTRO Beg O Mar

Me rodean rascacielos en la ciudad inabarcable. Camino por la inmensa avenida. Las distancias me tensan como si quisiera recorrerlas todas a la vez. Es de noche pero hay gente y coches a todas horas, como si nunca fuese a llegar mañana. La ciudad sigue en pie, sin apagarse.

Un continuo estar despierto, alerta al acontecimiento, a la rutina entrenada y estresante. A medida que recorro el asfalto, voy adelantando luces, escaparates activos, locales abiertos, personas que ocurren, historias que viven. Me adentro en la ciudad como en una selva, con sus ruidos y olores nuevos o manidos. Intercambio palabras cada vez más autómatas y continúo con el ritmo que marca el mercado. Abandono miradas por los mismos edificios que decoran mis paisajes habituales y converso con ellos en silencio.

A medida que este paseo se repite en mi horizonte pasado y futuro, y mi mente lo recuerda y lo espera, entre la inmensidad de la noche vasta y el espacio habitado y conocido, se dibuja en mi subconsciente una sombra. La idea de otro escenario, más sencillo o diferente, de otro bosque que cobije mi existencia y la proyecte desde otra perspectiva. Un lugar donde encontrarme conmigo misma. Entonces, cierro los ojos y aparece.

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LA ESTRATEGIA Antonio Jesús Reyes

Aquel bloque de pisos, si en lugar de ser un bloque de pisos fuera una persona, sería un vejestorio, y no sólo por el tiempo transcurrido desde su construcción. Algo habría impregnado el aire, paredes, techos y suelos, que provocaba una sensación inquietante, un ambiente tan sereno como enrarecido. ¿Pero cuándo se produjo el cambio en aquella atmósfera? ¿Llevaba años así o ella lo percibió aquel día en aquel momento? El caso es que ella se abalanzó hacia el salón con rapidez, creyendo que había dejado el pasado atrás cuando hacía un instante había roto una carta que leyó, parte dentro ya del edificio junto al portal, parte en los descansillos que llevaban hasta su puerta. De manera inconsciente y sin sentido consistió en romper y tirar la carta a una de las papeleras de pie con cenicero extraíble que estaba junto al ascensor, y seguidamente y a prisa, acceder al interior de su vivienda y cerrar la puerta con energía, como para que el contenido de la carta no la pudiera alcanzar en su refugio. En el centro del salón respiraba con dificultad mientras su cabeza rebobinaba hasta la primera vez que coincidieron. Fue en la biblioteca. Él pasó con algo de prisa junto a ella, que estaba sentada a una mesa intentando ordenar con más o menos éxito unas diapositivas de Historia del Arte. Para él, esta fue la única vez de aquel día en que se movió del otro extremo del edificio, donde leía con avidez cada renglón de un libro que nada tenía que ver con su examen del día siguiente. La segunda vez que coincidieron fue una tarde en el autobús que los llevaba a la ciudad. Él estaba sentado y ella pasó a su lado. Él se había vuelto a servir un poco más de uno de los perfumes caros de su padre, que era elegante, pero así no tanto. Con los años, ella le regalaba un frasco cada cierto tiempo, siempre pensando que le duraba poco, pero así lo usó él hasta que llegó el prematuro fin de sus días. Mientras caminaba hasta el final del autobús, ella miró hacia atrás inconscientemente, puede que con cierto descaro. No es de extrañar que ese fuera el primer momento en el que ambos cruzaron miradas sin que llegara a más la situación. El vaivén de la noche les hizo que fueran a los mismos sitios de moda en esa ocasión (y en otras) sin que llegaran a coincidir. Transcurrieron muchos meses en los que ni siquiera se volvieron a acordar de aquel intercambio fugitivo de miradas. En la boda de una amiga en común, cuando ella cantó en el escenario del salón del convite con una reducida orquesta, él escuchó su voz por primera vez. Horas más tarde ella le escuchó decir su nombre cuando se presentó para felicitarla por su interpretación. Básicamente, sus mejillas se tocaron, así que los dos besos se los dieron al viento de aquella primavera de sus días. Bajo las bombillas de colores difusos que colgaban de los árboles del jardín, ella le puso la mano en el pecho para alejarlo de sí y frenar 41 | ONIRIA | Nº 6


un impulso algo prematuro y fuera de sitio. Tras dos sesiones de cafetería, tres de cine, muchas risas y un cumpleaños, se besaron en otra boda. Él decía que sus besos eran de fresa, y ella que los de él eran de nubes. Ni un año después se besaron en su propia boda, delante de todos sus seres queridos. Pero íbamos contando que en el centro del salón de aquel piso ella respiraba con dificultad. Pocos años felices con escollos y sin ellos acababan en un sobre y un papel con un texto escrito a máquina; en algún punto del norte del país, él cayó sobre el suelo entre charcos de agua y charcos de sangre para no volverse a levantar más. Ella se tumbó boca abajo en la cama de matrimonio ahogando las distintas oleadas de llantos con una almohada. Pasaron muchos años. Luego más aún, y sin embargo, ella no dejaba que su recuerdo se marchara; colocó fotos de él en sitios estratégicos, recorría los lugares de la ciudad por los que paseaban siguiendo aquellas mismas sendas, visitaba las cafeterías y bares que frecuentaban tratando de recordar sus conversaciones. Pero nada reconfortaba más aquel vacío que su cierta estrategia que desbocaba con su imaginación; repetía en su cabeza, ya anciana, una y otra vez una misma secuencia de acontecimientos ficticios que tenían lugar en el pasado, y que con los años fue ordenando y cambiando. Añadía, eliminaba y modificaba acciones para hacer esta fantasía lo más mágica posible, repitiendo fervientemente en ella, a modo de película, cada detalle que sentía que debía aparecer cada vez que ponía su ensueño en funcionamiento: Ella despierta y desde la cama se queda mirando a través de la cortina la luz del sol, algo apagada por las nubes. Luego mira la lámpara inmóvil del techo pensando en la ausencia que dejó aquel que fue el primero y único en su vida, recordando la biblioteca, la boda, el autobús... Esquiva pensamientos y se aferra a otros haciendo crecer sus ganas de seguir adelante con una vida que poco le aporta. Se ducha y se pone un batín de colores vivos con motivos orientales, y elige un vestido verde claro y un sombrero negro, que deja sobre un sillón y que se pone después de un café y poco más, que toma sin ninguna prisa mientras mira ensimismada unas enormes y densas nubes negras que se acercan a lo lejos. Sin embargo, tiene que salir a hacer la compra, así que repasa uno a uno cada lugar al que tendría que ir apuntándolo todo en un papel de una agenda vieja que no se llegó a usar, de tapa marrón y con más hojas que días tiene el año. Arranca la hoja de la agenda, se viste y se dirige al ascensor, que tiene un cartel que indica que está averiado. No le cuesta bajar los cinco pisos hasta llegar al portal, donde la papelera del cenicero de pie le recordó su ausencia. Se da cuenta de que se ha dejado olvidado el monedero. Sube de nuevo y coge el monedero tras haber comprobado que, más o menos, lleva el dinero suficiente para la compra. Un segundo encuentro con la papelera. Se pregunta si sigue allí dentro la carta un mes después de haberla recibido.

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Imagina la carta rota entre el resto de la basura. Una mirada desde el portal y las nubes que se acercaban a lo lejos ya están sobre el barrio y llovizna con apariencia de que va a ir a más. Regresa al piso. En el paragüero, aún dos paraguas. Coge el de él. La papelera por tercera vez. Al salir del portal duda si ir a la derecha o a la izquierda para sus compras. Aún desalentada por aquel ajetreo de ir y venir, piensa que la vida tiene que continuar. Se decide a ir por la izquierda, donde pronto la avenida la envuelve en su gente. Ella lleva la cabeza algo agachada de manera intermitente para no pisar los charcos que se van formando. Pasan por su lado dos madres, una con un hijo de la mano, la otra con un bebé en el carrito. Pasan tres ancianos arreglados de camino a una iglesia cercana. Pasa un grupo de jóvenes riéndose las gracias los unos a los otros bien alto. Pasa una pareja de la mano. Pasan un par de barrenderos. Pasan tres agentes de policía. Pasa una adolescente que acompaña a su padre, y ambos llevan bolsas llenas de pan. Pasan cinco soldados con prisa. Pasa un instante y le llega un olor familiar a perfume, más fuerte de lo debido, y antes de que pase el siguiente instante, alguien le da la vuelta asiéndola por los hombros y la mira. Y ella le reconoce, y en la calle ruidosa recién despierta todo parece enmudecer menos una voz que le dice. —¡Soy yo! ¡¡Soy yo!!

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Ilustración: Juan Manuel Moreno Yagüe

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AL´ FAHAAR Alicia Martín Palomares Hay tiempos de esperas y tiempos de abandonos. Se tiene esa exactitud maleable que cuesta tanto dejar exenta de evidencias. Sopla hoy, como entonces, esa brisa de sueños entre pellas de barro y porcelana que trae, de ida y vuelta, los besos que no se daban y las caricias que aquellas miradas distraídas dejaban sobre la piel, en el cuello, moreno de campos y marismas y sierras, mientras el torno iba generando formas y silencios. Hay tiempos que se congelan para existir siempre. Apremiante anhelo de roces casuales cuando los dedos resbalaban dentro y fuera de la pieza en el torno, con toda la ternura reprimida, creativamente, con la sensibilidad fundiéndose y expandiéndose, hacia arriba y hacia abajo, derecha e izquierda, cruces de silencios elevando el más esbelto de los albarelos... Fue bonito. Siempre lo supieron. Eran tan inevitables como imposible aquellas fantasías, entre texturas y colores, entre bocetos y proyectos, entre pinceles y músicas, entre temperaturas y cacharros rotos.

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Fueron los pasillos y las escaleras, las salas y los patios, las exposiciones, o ése café de la esquina, los cortos espacios, fuera de tiempos, donde se sentía la explosión interna, tan dulce, provocada por sutiles fusiones de pupilas, y sonrisas de colores cerámicos que volaban y resplandecían en ése intenso azul cielo de Sevilla... sobre el Guadalquivir... sobre los magnolios del parque de María Luisa... cruzando la Macarena... hasta el pozo, ese pozo, pozo de encuentros. Fantasías morunas de Antoñita la fantástica. Es cuestión de imaginación. Sólo cerrar los ojos... ¡y ya! ¡Que profunda emoción atrapa el alma en ese fango que salpica y embellece el corazón con platónicos deseos! Se sumaron años, se sumaron duelos, se sumaron risas, y se restaron los futuros de todos los demás tiempos. Tal vez pudieron haber querido pero no pudieron quererlo. Cada historia tenía su propia viscosidad y allí, quedaban atrapados irremisiblemente. También es cierto que coincidió con esa época de “fuera telarañas", donde todavía ciertas pisadas o ciertas puntas de zapatos rememoraban colores violáceos sobre la piel. Sólo quedaba, por tanto, obviar lo que se sentía y negarse. Lo platónico es seguridad.

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ILUSTRACIÓN 49 NACHO MARTÍN Les copains d'abord

51 MARGARITA M Encuentro con Oniria


NACHO MARTÍN LES COPAINS D’ABORD

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MARGARITA M ENCUENTRO CON ONIRIA

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NO FICCIÓN 57 LOS ENCUENTROS DE EXTRAÑOS PÁJAROS María Jesús Ruiz

59 PERSPECTIVA EN TORNO A RENÉ MAGRITTE Rubén J. Triguero

63 LA CIUDAD DE LA LUZ Gema López

64 CUARENTA OTOÑOS Rufino Domínguez


LOS ENCUENTROS DE EXTRAÑOS PÁJAROS María Jesús Ruiz

El último libro de María Regla Prieto (Extraños pájaros, Renacimiento, 2021) es un ensayo poético, o una colección de historias noveladas, sobre encuentros decisivos. Quizás detrás de esa ambigüedad genérica que hay tanto en este como en otros libros anteriores de la autora esté su vocación investigadora, que se inició con una tesis doctoral en Filología Clásica (Epistolario latino de Luisa Sigea, 2007) y prosiguió, fértil y brillante, en las varias obras firmadas con Salvador Daza en torno a los clérigos homicidas en la España de los siglos XVIII y XIX. Pero, por encima de ello, quizás lo que domine sea el pulso de una narradora firmemente cervantina que, como el autor de las Novelas Ejemplares, no entiende el relato si este no cumple con el sagrado deber de “enseñar deleitando”, que viene a ser lo mismo que reconocer la capacidad excepcional para hilvanar poesía e historia. Advirtiendo en los preliminares que en Extraños pájaros “nada es verdad…, nada es mentira”, y dejando al lector que marque –si es su voluntad– los límites entre una y otra. Regla Prieto aborda el relato de ocho episodios que tienen en común dos cosas: tratarse de encuentros más o menos azarosos que resultaron decisivos para las vidas en que tuvieron lugar, y estar protagonizados por seres singulares, artistas, personas de “una sensibilidad acusada”. La nómina de estos no ofrece dudas ni sobre su existencia histórica ni sobre su condición de “extraños pájaros”: Marga Gil Roësset, Juan Ramón, Jiménez, Lawrence Durrell, Henry Miller, Miguel de Unamuno, Marguerite Yourcenar, Virginia Woolf, Paul Bowles, Sylvia Plath, Ted Hugues, José Manuel Caballero Bonald, Marta Osorio y Agustín Penón. Ni más ni menos.

Pepe (José Manuel Caballero Bonald) con su Argónida, “la otra banda” para los sanluqueños, es decir, el bosque de Doñana, territorio suficientemente lejano como para provocar en el escritor la fantasía visual y la fantasía narrativa de Ágata ojo de gato (1974). Y tan deslumbrante como la historia que rescata es el relato del encuentro de Unamuno con la isla de Fuerteventura, a la que llegó en calidad de prisionero, de desterrado, y donde la isla y el escritor descubrieron mutuamente su libertad. El último encuentro es proverbial de la venturosa ingeniera historiográfica y del espléndido artificio poético que destila todo el libro. Es el encuentro de una mujer, Marta Osorio, con una maleta, repleta esta de los documentos reunidos por Agustín Penón en torno al asesinato de García Lorca. Se trata, en realidad, de un relato de encuentros y desencuentros, de grandes puertas cerradas y de secretas puertas abiertas; un relato que, de una manera singular, detectivesca y emocionante, nos narra el devenir político y cultural de España durante la segunda mitad del siglo XX. Asombroso relato. Regla Prieto ha escrito un libro lleno de ventanas, un libro extraño y maravilloso, como los pájaros que lo habitan. Ensayo histórico y poesía, pero mucho más que esa inesperada ecuación de géneros.

Foto: https://www.editorialrenacimiento.com/los-cuatrovientos/2559-extranos-pajaros.html

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PERSPECTIVA EN TORNO A RENÉ MAGRITTE Rubén J. Triguero “Las cosas están tan habitualmente ocultadas por sus utilizaciones que, al verlas un instante, nos da la sensación de conocer el secreto del universo”. Observar una pintura de René Magritte, no es solo una contemplación con un grado de goce estético, es un encuentro con la obra, una conversación con la pieza artística, una invitación a pensar, a reflexionar y también a divertirse. Porque su pintura no solo busca la relación de lo artístico o la sumersión en el contexto histórico en el que fueron creadas, sino que va más allá y nos hace indagar en ciertos aspectos, nos hace preguntarnos y cuestionarnos el mundo conocido, o la propia realidad que nos rodea, porque en el fondo, ¿qué es la realidad para cada uno de nosotros sino una interpretación de lo que percibimos a través de nuestros sentidos? Fue un pintor muy prolífico, pero con un número limitado de temas que repetía una y otra vez, exponiéndolos a diferentes situaciones y contextos distintos. El hombre con bombín al que nunca le vemos el rostro, la manzana, las ventanas, los cielos… La repetición de sus temas será una de las grandes características de este pintor, una pintura donde nada es lo que parece: “he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes. Este millar de cuadros es el resultado de que he pintado con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor”. Un misterio que con frecuencia despista, o incluso causa desconcierto en el observador, a menudo títulos que a priori nada tienen que ver con la pintura que se observa, obras donde el tema es el propio fondo, donde la silueta se convierte

en protagonista, donde se saca de contexto cualquier tipo de situación o donde se le da importancia a objetos que suelen pasar desapercibidos para la mayoría de los mortales. René Magritte

Hijo de Regina y de Léopold, un sastre y comerciante de telas belga, René François Ghislain Magritte nació en Lessines, Bélgica, un 21 de noviembre de 1898. Fue una de las figuras más destacadas del movimiento surrealista, si bien, en sus obras se adentra más allá de lo onírico, cuestionando los límites de lo real, o de lo que se percibe como real. A lo largo de una dilatada carrera, el artista dio forma a situaciones imposibles, paradojas, contradicciones, mimetismos… Se formó en la Académie Royale des Beaux-Arts de Bruselas. En un principio pintaba con un estilo impresionista, más tarde se sentiría atraído por el futurismo y poco después evolucionó hacia el cubofuturismo. En 1925, cuando trabajaba como cartelista y publicitario, impresionado por el pintor Giorgio de Chirico (que sería una gran influencia para él) dio un nuevo giro a su pintura y comenzó a abordar sus primera pinturas surrealistas, movimiento que ya no abandonaría en toda su vida. De 1927 a 1929 vivió en Perreux-SurMarne, y en París frecuentó el grupo surrealista encabezado por André Bretón. Tras su estancia en Francia, volvió a Bruselas, donde vivió el resto de su vida, y donde falleció el 15 de agosto de 1967. La traición de las imágenes

Una de sus obras más conocidas es su pintura: La traición de las imágenes realizada en 1929, donde muestra la imagen de una pipa sobre un fondo liso y justo debajo, la frase que contradice lo que la imagen muestra: “Ceci n’est pas une pipe”. Esto no es una pipa, y sin embargo, lo que vemos es una pipa, aunque no exactamente una pipa, sino la representación de una pipa, una imagen de un objeto al que por consenso común, llamamos pipa.

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Esta obra generó polémica en su día, dio pie a numerosas interpretaciones y discusiones en torno al arte, a la representación de las imágenes, y, por otra parte, ha sido una obra convertida en icono, que otros artistas han reinterpretado una y otra y otra vez a lo largo de los años, con todo tipo de reivindicaciones y también, simplemente como tributo, juego o estética. El propio artista, ante la polémica suscitada por su pintura, diría años después: “La famosa pipa. ¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. ¡Si hubiera escrito en el cuadro «Esto es una pipa», habría estado mintiendo!”. No se quedaría en meras palabras, sino que, ante todo el revuelo causado, en 1952 haría una nueva versión de la representación de la pipa: La traición de las imágenes: Esto sigue sin ser una pipa, esta vez en tinta china sobre papel, en la que aparecería el mensaje: “Ceci continue de ne pas être une pipe». Esto sigue sin ser una pipa. Y realmente no es una pipa, pero tampoco es una contradicción entre lo que dicen las palabras y lo que muestra la imagen, pues no deja de ser propiamente la imagen del objeto: «Yo no veo nada de paradójico en esta imagen, pues la imagen de una pipa no es una pipa, hay una diferencia”. Todo este juego de representaciones y de mensajes, no deja de ser una intervención conceptual en la expresión artística. En cierto modo, el artista destapa la falsedad del arte, lo desmiente como representación de la realidad.

encuentran en un balcón, apaciblemente, como disfrutando del atardecer. También utilizaría un ataúd, para sus perspectivas sobre Madame Récamier, la versión del barón Gerard y de Jacques-Louis David, sustituyendo la imagen de una joven Juliette, por sendos ataúdes que posan ante el pintor. Con estos trabajos el artista vuelve a incidir, con su mirada irónica: la imagen que vemos, solo es la representación de lo que en otro instante fue una mujer joven y esbelta, en un momento pletórico de su vida. Solo es una representación, de la persona real, la de carne y hueso, ya solo quedan las cenizas. Un autor que influenció mucho en su obra, fue Lewis Caroll, sobre todo por su magistral: Alicia en el país de las maravillas. Es posible ver la influencia en obras como Delirios de Grandeza (1962), donde el cuerpo de una mujer se despliega en partes, como si se tratase de un juego de muñecas rusas. Esto se divisa a su vez en las obras en las que trata de empequeñecer o agrandar objetos, como las versiones de una manzana o una roca gigantesca. En este sentido, no solo cabe albergar la influencia del propio Caroll, sino esa búsqueda de lo paradójico: la conversión de objetos cotidianos como una manzana, o que pasarían completamente desapercibidos, como lo sería una piedra, de pronto, se convierten en los absolutos protagonistas de uno, de varios cuadros. Dedicar un cuadro, todo el trabajo que conlleva, a convertir una piedra o una manzana en los únicos elementos, los imprescindibles de la obra, es otra de las características de la pintura magritiana. El mimetismo

Engrandecer, empequeñecer

Hay partes en la obra de René Magritte donde se atisban algunos guiños y juegos a la historia del arte, haciendo versiones de otras obras, como en su Perspectiva: el balcón de Manet (1949), una versión de El balcón de Édouard Manet, donde los personajes que aparecen son sustituidos por un grupo de ataúdes que se

La silueta de un ave, en la que el exterior es un fondo liso, de un color plano, y el fondo es un cielo, objetos que empiezan siendo de un tipo y terminan siendo otros, como esas botas que terminan siendo dedos de pies o ese vestido del que nacen pechos, o incluso personas que se funden en el entorno o el entorno en las personas, son temas claves del mimetismo en la obra de Magritte.

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Esta simbiosis juega un papel importante. Aquello que engloba o simula otra cosa, que poco a poco establece una metamorfosis, o que debidamente se difumina hasta arrebatar la delgada línea entre un horizonte y otro. Así, de pronto, nos invierte la forma de verlo todo, la invierte y la convierte. Es decir, observamos ese cielo atravesado por un ave, podemos percibir el conjunto, pero el cielo que observamos no se puede contemplar en su totalidad, debido a ese ave, a la silueta de ese ave que nos impide ver, o que ocupa cierto espacio dando una forma y delimitando ese cielo que observamos. Así mismo, en sus pinturas, lo invierte, lo que vemos es el cielo a través de esa silueta del ave, y el resto es lo que lo oculta (aunque utilice un fondo plano para ello). Este juego de llevar lo externo a lo interno, lo utiliza con bastante frecuencia, por ejemplo en las siluetas de su concurrido hombre con bombín, desde la que se observa también un cielo, una playa o un jardín, en un mismo lienzo.

Podríamos seguir intentando indagar en la pintura, ¿qué nos quiso decir? Pero si, por ejemplo, al belga se le hubiera ocurrido expresar su opinión, decir qué le llevó y por qué pintó Los amantes, tal vez nos llevaríamos una decepción. Tal vez mucha gente o igual todo el mundo se llevaría una pequeña decepción, porque ya la obra, que no Magritte, dejaría de conversar con nosotros para propiamente decirnos algo concreto, que nada tendría que ver (o tal vez sí) con esa primera idea, que el observador se había hecho de la obra: “Quienes busquen en mi pintura significados simbólicos no captarán la poesía y el misterio inherentes a la imagen”. En ocasiones se ha hipotetizado que para esta pintura, el pintor estuvo influenciado por la fuerte impresión que le causó, siendo adolescente, ver el cadáver de su madre con el rostro tapado por un sábana. En cualquier caso, la cruda realidad podría acabar con toda esa magia que nos atrae y a la vez intriga de una obra artística. Se destruiría ese halo de misterio, esa mitificación, y ya se sabe: el ser humano vive en el mito desde el despertar de la conciencia.

La mitificación de la obra

Ventanas hacia algún lugar

Uno de los atractivos de la obra del pintor belga es el halo de misterio que poseen algunos de sus trabajos. Eso que nos hace preguntarnos, ¿qué habrá querido expresar? Por ejemplo en el caso de Los amantes (1928), tan solo observando la imagen, se podría llegar a varias interpretaciones, como que, para pintarla, se inspiró, por ejemplo, en una pareja que vio en un parque, que se besaban, con los ojos abiertos, ambos, mirando al frente, sin un destino aparente, con la mirada perdida. Un besarse por compromiso, por rutina, con toda la indiferencia del mundo incrustada en sus vidas. Pero también podría interpretarse justo al contrario, como la pasión, como ese amor ciego y loco que nos arrastra cuando nos enamoramos. Y como es de rigor: nadie se enamora de otra persona, sino del concepto que tiene de la otra persona, del ideal… y no hay cosa más ciega que apasionarse por un estado mental.

Es frecuente ver en sus obras una invitación a ver ese otro lugar, unas ventanas desde las que se descubre un mundo exterior. En la historia del arte, es un tema utilizado con mucha frecuencia, pero en el pintor belga encontramos su particular visión, su carácter implícito. Una ventana con el cristal roto, que nos muestra el paisaje exterior, con trozos de cristal en el suelo, que también nos muestran un paisaje fragmentado. O una ventana desde la que se ve el exterior, mostrando a su vez un caballete y un lienzo en el que se observa ese mismo exterior, pero careciendo de límites, extendiendo lo que vemos en la ventana, sin modificarlo. Un lienzo que nos invita a reflexionar sobre lo que vemos: dónde termina el mundo real y dónde empieza la representación. Es una pintura sobre lo irreal de nuestra percepción, la obra pictórica es una irrealidad, simple figuración, pero acaso, ¿lo que vemos no deja de ser una figuración de la propia realidad? Una nueva invitación a la reflexión sobre nuestra percepción del mundo.

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Fotógrafo

Fuentes:

Aunque es su faceta más desconocida, además de una gran pintor, fue aficionado a la fotografía, y a lo largo de su vida hizo numerosas fotografías y vídeos personales. En ese sentido, son parte de su vida, de la persona más allá del pintor surrealista y de las pinturas que legó.

Arte moderno. Una historia desde el impresionismo hasta hoy. VV.AA. Taschen, 2021, pág. 364 -365.

“El arte de pintar, tal como yo lo concibo, representa los objetos de tal manera que resisten las interpretaciones habituales”.

https://www.museothyssen.org/conectathyssen/p ublicaciones-digitales/publicacion-maquinamagritte https://historia-arte.com/obras/la-traicion-de-lasimagenes

https://www.rtve.es/noticias/20210914/renehttps://www.museothyssen.org/thyssenmultime magritte-mas-alla-del-maestrodia/visitas-virtuales/inmersivas/maquinasurrealista/2170791.shtml magritte Visita virtual a la exposición La máquina Magritte

Fografía: Rubén J. Triguero

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“LA CIUDAD DE LA LUZ” Gema López

Aquel pueblo marinero tenía una luz especial, brillante… Antonio, hijo de una familia humilde, tenía un don, pero aún no lo sabía. Nació en un patio de vecinos (en aquella época, venir al mundo no se hacía desde un hospital, sino en tu propia casa). Eran seis hermanos, y el menor de dos varones. A ambos les chiflaban The Beatles; se sabían la discografía completa. Antonio era muy creativo y le gustaba las manualidades; se construyó su propia batería con apenas siete años. Para ello, utilizó cartones de detergente para lavar la ropa. Se ponía a tocar imaginando que era Ringo Starr. También le gustaba escribir, componía sus propias canciones; melodías muy pegadizas y letras que llegaban al corazón, ya que era una persona muy sensible. Tenía un gran intelecto, pero le aburría el colegio; prefería tocar su guitarra y cantar por la banda de Liverpool. A los quince años, junto con tres amigos, decidieron formar un grupo musical y tocar por todos los pueblos de su provincia. Antonio era un chico bastante atractivo, esbelto y muy simpático. Fue nombrado solista del grupo. Con su voz y su guitarra, tenía embelesada a todas las damas. Allí donde tocaban, triunfaban.

Carmen era una de sus fans. Su corazón palpitaba al verlo. Donde actuaban, allá iba ella. Aunque lo veía inalcanzable… Mujer sencilla y tímida. Poseía una belleza natural, apenas necesitaba maquillarse. Tenía una elegancia que enamoraba a cualquiera. Ella asistía a un taller de costura. Era muy coqueta, y le gustaba confeccionarse su propia ropa. Su profesora se llamaba María, y casualmente, era la madre de Antonio. Cierto día, saliendo de las clases de costura junto a María, él la vio. Al instante quedó prendado de ella y de su larga cabellera. Esa noche no pudo conciliar el sueño. Por lo que ideó un plan… Al día siguiente, la esperó a que saliera; pues él vivía muy cerca del taller, y sabía los horarios por su madre. Ella iba fantástica aquella tarde. Antonio aguardó en la puerta de su casa. Ajena a todo, Carmen iba caminando con garbo hacia su domicilio, cuando él la detuvo improvisando una graciosa canción con su guitarra. Al terminar, hubo silencio, miradas cómplices, y ganas de un beso. Se había producido el anhelado encuentro. Y desde ese día, construyeron la melodía de sus vidas. Tuvieron tres hijos y fueron muy dichosos. Pronto cumplirán las “Bodas de Oro”. Y su amor sigue brillando, al igual que la luz de su precioso pueblo.

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CUARENTA OTOÑOS Rufino Domínguez

“La Chester”, le decían. No sé qué pueda haber sido de aquel vendedor nocturno de cigarrillos. Siempre en la misma esquina del centro de la ciudad, siempre con su canasto. Siempre, en plena madrugada, a las puertas de un mundo que me inquietaba. Con menos de veinte años, estudiando y sin un duro, con un grupo de amigos ni mejor ni peor que cualquier otro, paseaba con frecuencia a esas horas más propias del sueño por las calles del centro.

A veces le comprábamos tabaco a “La Chester”; uno o dos cigarrillos, no más. Recuerdo perfectamente cómo rehuía el tacto de sus manos regordetas al recibir el cambio. Por algo que no acierto a interpretar, cuando a estas alturas de mi vida, cuarenta años después, paso por aquel lugar, de noche aún, camino del trabajo, es la imagen de La Chester la que se me impone. Y es su imagen el portal que me devuelve a un espacio de juventud y amistad, de ilusión y desamparo. Qué habrá sido de él, me pregunto; qué habrá sido de ella… ¿Qué quedará de mí tras estas calles que a diario recorro? ¿Es posible que algún joven recuerde verme pasar dentro de cuarenta otoños?

Fotografía: Antonio Manuel Bandera

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Queridos lectores y participantes, una vez más os agradecemos vuestro interés y colaboración. Como siempre, un placer compartir esta aventura con vosotros. El próximo número saldrá en el mes de junio y tratará sobre “los sueños", os esperamos.


CONTRIBUCIONES

67 PEDRO PÉREZ LINERO RAMÓN J. ROMERO LUIS UTGES BEG O MAR ANTONIA MORENO MARU CAPÓN JOSE MANUEL REYES ANTONIO JESÚS REYES

68 ALICIA MARTÍN PALOMARES NACHO MARTÍN MARGARITA M MARÍA JESÚS RUIZ RUBÉN J. TRIGUERO GEMA LÓPEZ RUFINO DOMÍNGUEZ GARCÍA


POESÍA

FOTOGRAFÍA

Pedro Pérez Linero (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1977) Uno de los fundadores y editores de la revista cultural Plumabierta que, desde que fuese fundada en su localidad natal en 1997, ha publicado veintiuna entregas. Desde 2007 reside en Edimburgo, donde actualmente compagina estudios y trabajo. En lo que a Poesía se refiere, tiene previsto publicar el poemario, Una Habitación con Vistas al Mar, en marzo de 2022. Aparecerá en formato digital a través de Stellarium Books, un proyecto editorial personal que acaba de crear para gestionar la publicación de sus propios trabajos. Instagram.

Antonia Moreno (Arcos de la Frontera, Cádiz. 1980) Master Efti de Fotografía. Madrid 2011. Estudios superiores de Fotografía. Escuela de arte de Algeciras, 2006. Estudios de Laboratorio de Imagen Fotográfica. Jerez de la Frontera. 2004 Ha reflexionado mucho sobre su trabajo y, finalmente, entiende que tiene un UNIVERSO VISUAL PERSONAL, que todas las imágenes de cualquiera de sus proyectos están íntimamente relacionadas entre sí y que podrían conformar lo que sería un único y gran proyecto que mostraría su posición, SU MIRADA, frente al mundo. www.antoniamoreno.com

Ramón J. Romero (Huelva, 1975) Asiduo y encantado colaborador de esta revista. Pronto, al menos eso espera, editará el libro En lo efímero que incluye los poemarios Lo que soy y Universo.

Maru Capón (Cádiz, 1979) Artista visual, comienza en el mundo de la fotografía desde muy joven, como medio de expresión artística e introspección personal. RELATO

Luis Utges (Madrid, 1979) Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid y Cine en San Antonio de Los Baños, Cuba. Empezó su periplo audiovisual realizando Spots para diversas multinacionales como: Philiphs, Schneider, Osram etc… Su primera incursión en la ficción fue en 2014 con Mi Esencia, seleccionado en el Mombasa Gin Festival. Redención es su segunda obra, realizada en 2017 y seleccionada en el Screamfest Horror Film Festival de Los Ángeles. Web. Beg O Mar (Sevilla, 1976) Filósofa reciclada en bibliotecaria, refugiada en la literatura y los libros, desde los que construye puentes y espacios de encuentro como este. Escritora residente de Oniria.

Jose Manuel Reyes (Ayamonte, Huelva, 1974) Suerte de malabarista especializado en no dejar caer al suelo ninguna de las facetas que le integran: literatura, abogacía, inteligencia emocional y canción de autor. Se adentró en las letras escribiendo el texto de sus canciones; luego entraría en juego la poesía; y actualmente es el relato el espacio literario que más transita. Antonio Jesús Reyes (Sevilla, 1976) Estudió Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla. Fue profesor de idiomas en su ciudad natal y Brujas (Bélgica), y trabajó para la Universidad de Cambridge. Escribe crónicas y críticas musicales en diferentes medios como Achtung Magazine, 8Pistas, Revista Distopía o Decireves (México). Lleva en solitario la gestión de Solo en las Nubes, el único blog en el idioma de Cervantes dedicado al fundador de Pink Floyd, Syd Barrett, y sigue colaborando en la enciclopedia musical The Complete David Bowie (Nicholas Pegg).

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En 2014 publicó una obra en prosa y verso junto a dos autores más llamada El Tormento del Erizo. En este momento se encuentra escribiendo este párrafo de presentación en el barrio de la Macarena, en tercera persona, como si él no fuera él mismo. Blog Solo en las Nubes. Alicia Martín Palomares (Sevilla, 1955) Escribir y crear como necesidad y amparo desde los 7 años. No universitaria. Filósofa, teóloga y escritora ignorada e ignorante. Condenada a trabajar desde los 16 años. Intelectualmente sacrificada para que los hombres de la familia pudieran estudiar. Millones de cursos y seminarios en mi peregrinar rebelde. Autodidacta. Espiritualidad in crescendo. ILUSTRACIÓN Nacho Martín (Sevilla, 1966) Pintamonas, aprendiz. Religiosamente woodysta; marxista y kraheiano. Contemplativo, hedonista. Peliculero, amante de la charlotada; lector discontinuo y valedor del punto y coma. Web. Margarita M (Sevilla, 1978) Graduada social en pause. Locutora e ilustradora en prácticas. Instagram. NO FICCIÓN María Jesús Ruiz (Cádiz, 1962) es profesora de la Universidad de Cádiz, ensayista y narradora. Su investigación y creación se han centrado en los temas de la memoria, el patrimonio cultural inmaterial y el exilio. Sus publicaciones más recientes son los ensayos El mundo sin libros (Lamiñarra, 2018) y Lo contrario al olvido (Lamiñarra, 2020), y la colección de relatos La música me hacía llorar (Versátiles, 2022). Web.

Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) Reside en Madrid desde 2012 y se dedica al desarrollo web. Ha publicado la colección de relatos Si sale cara (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: Versos al paso y Llévate un poema a casa. Blog: Otra carrera al anochecer. Gema López (Ayamonte, Huelva, 1974) Su vida transcurre entre su lugar de nacimiento e Isla Cristina, donde pasó sus primeros cinco años de vida. Trasladó su residencia a Huelva, por imperativo familiar. Comenzó estudios F.P. lo que la hizo desarrollar su actividad profesional en la rama administrativa. Ya, desde su tierna infancia, apuntaba dotes para la creatividad literaria -transmitida genéticamente- empezando a destacar en el colegio por sus originales redacciones, cuentos y hasta haciendo pinitos como guionista de una obra de teatro para el colegio. Recientemente ha publicado un libro. Ella nos presenta su primera novela, La fuerza de Alexia, ambientada en esos lugares de su infancia y juventud, que tan bien conoce. Y Portugal. Recientemente ha publicado el cuento infantil titulado: La Golondrina Adelina. Rufino Domínguez García (Valdelarco, Huelva, 1955) Actualmente reside en Sevilla. Profesor, ya jubilado. Ha publicado, únicamente, dos libros de poemas: Palabras en 2016 y Postdata en 2020, ambos con Ediciones en Huida (Sevilla). También ha colaborado en los últimos números de la revista electrónica El Fantasma de la Glorieta, y en el número 1 y 2 de Oniria Literaria.

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