Nº 4. Otoño 2021. Los sentidos. Oniria Literaria.

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CONTENIDO 3

EDITORIAL Líber Falco - Para vivir

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POESÍA Yuleisy Cruz Lezcano - Vi nacer un ángel Ramón J. Romero - Petricor Luis Utges - Verdor - Natura Beg O Mar - Palabras Rubén J. Triguero - Estética de la nada

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FOTOGRAFÍA Antonio García Reina - Farinato Extreme Race Jairo Roa - Latitud: 42°51'1"N Longitud: 6°11'30"W AGRADECIMIENTOS Y CONTRIBUCIONES Próximo tema: La Comunicación - Biografías participantes

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RELATO Chema Gil - Mariposa Beg O Mar - Constelación Jose Antonio Borrero - Templos colgantes Jose Manuel Reyes - Mundos para Lelos ARTE DIGITAL/ILUSTRACIÓN Juan Bouhot - La Poesía Visual Margarita M - Sentir es disfrutar el momento Nacho Martín - Sinsentidos NO FICCIÓN Jose Antonio Borrero - Calles-mercado (China) Gema López - Te lo dije Beg O Mar - ¿Por qué escribir? - El Puzzle Rubén J. Triguero - Un buen día, el amanecer


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EDITORIAL


PARA VIVIR Líber Falco

04 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Porque se está solo ahí, porque en la locura y la muerte se está solo, porque hay un ojo fijo, incambiado, que acecha sin sentido, yo quiero ahora abrazaros, y siquiera no más, hablar de cómo cambia el cielo.


05 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

POESÍA


JULEISY CRUZ LEZCANO Vi nacer un ángel RAMÓN J. ROMERO Petricor LUIS UTGES Verdor Natura BEG O MAR Palabras

Estética de la nada

06 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

RUBÉN J. TRIGUERO


07 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

VI NACER UN ÁNGEL Yuleisy Cruz Lezcano Vi nacer un ángel de un pujo, vistazo exaltante hacia la vida. Desde el eco arcano de un pedazo de experiencia, sin mirar el resto de la existencia, el ángel que vi era solo una parte de un pequeño fluido precipitado en cascada con la embriaguez del vuelo y el tormento de la caída. El ángel que vi conservaba cosas de la vida que pertenecen al mundo, palabras que no describen dónde puede llegar una carreta con las ruedas de pajas, palabras que no explican si el hambre se vuelve más grande con las migajas escondidas entre la costillas sin separar los huesos. Palabras con los ojos húmedos, con los labios presos en el respiro que entra de afuera, luz que no alumbra el núcleo abismal donde se fabrican tinieblas.


PETRICOR Ramón J. Romero

27 de julio, llueve. Química en estado puro. Tierra seca y gotas de agua. Dulce aroma en mi olfato. Algo único y extraño. Inolvidable.

08 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021


VERDOR Luis Utges

Río tus ojos voraces Que se pierden en la noche líquida. Urdiendo el placer esclavo de notas. Derramando la piel anónima y blanca...de tú misteriosa boca. Y olvido por un segundo, que esta noche desaparecerá entre mis sueños. El néctar de tus labios puros...

09 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Y la esencia de tu profana lluvia.


NATURA Luis Utges

De una rama que sueña, en su hoja el infinito. De un libre pensamiento, que abarca, con fiereza una idea: El absoluto; naces existencia: Válvula lógica. De cáscara y prodigio.

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PALABRAS Beg O Mar Colchón mullido donde sueñan los inocentes. Escudo férreo que aplaca verdades. Araña tejiendo su trampa. Bomba de humo tras la que desaparecer. Salvoconducto, para esconderse o continuar la marcha, código secreto. Vaso con fondo. Espejo sin alma. No digas lo que tus labios callan, no pronuncies los sinsabores, la ira. no desveles el desconsuelo, que no escape el espanto. Resguárdate, en los resquicios de tus palabras, bajo el ruido atroz del silencio, en tus manos muertas, en los pies que arrastras, en tu pupila ausente. No lo digas, no hace falta.

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ESTÉTICA DE LA NADA Rubén J. Triguero No decir la palabra; encontrar en el silencio la estética del vacío descubrir ese hueco que el observador llena de subjetividad, con su mirada parcial completando una obra dinámica, sin él, carente de sentido no decir la palabra para decirlo todo, a la búsqueda de cómplices que rellenen los huecos imperfectos que se aglutinan, en esta torpe fragmentaria, estética de la nada. Noche estrellada.

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FOTOGRAFÍA


ANTONIO GARCÍA REINA Farinato Extreme Race JAIRO ROA Latitud: 42°51'1"N

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Longitud: 6°11'30"W


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Antonio García Reina


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Farinato Extreme Race


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30 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021


Jairo Roa

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Latitud: 42°51'1"N Longitud: 6°11'30"W


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RELATO


CHEMA GIL Mariposa BEG O MAR Constelación JOSE ANTONIO BORRERO Templos colgantes JOSE MANUEL REYES

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Mundos para Lelos


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MARIPOSA Chema Gil

Yo llegaba de hacer unas compras para el bar. Cargado con las bolsas de pan para los montaditos y alguna que otra botella de buen caldo que escasease en los botelleros. Ella estaba en la puerta, con medio vaso de cerveza en la mano. Parecía estar a gusto en el umbral, ni dentro ni fuera, pero ausente, como si no quisiera nada con los demás parroquianos, y sin embargo consciente de que para éstos ella era el centro de su curiosidad, aunque disimularan observarla. Temían las reacciones impredecibles de su carácter, tan delirante como cuerdo según el momento. No sería la primera vez que montaba un pollo por la necesidad de desahogarse y de reivindicar su lucha interior contra el mundo. Porque sólo era interior, y en momentos que la medicación ya no daba más de sí, cualquier pensamiento negativo que se le cruzase tocaba el sensor de su precaria emotividad y afloraba en una verborrea corrosiva a la vez que inútil. A veces también en un ataque repentino de ciega agresividad que gastaba en arrojar contra quien fuese el primer objeto que tuviera a mano. Era mediodía de un mayo húmedo. Acababa de caer una buena tromba y su pelo y su vestido denotaban haber sufrido el aguacero. De mediana edad. Aún conservaba los rasgos esenciales de su belleza. Esa por la cual, tiempo atrás, recibió el apodo de Ava. Su carrera como pianista y cantante se vio truncada tempranamente. Fue en el camerino, justo antes de una actuación, donde escuchó las primeras voces. Extrañas, desconcertantes, que le alertaban de una conspiración; su piano podría haber sido saboteado. Empezó a tocar, y aunque todo sonaba igual que siempre, ella lo percibía desastroso. La angustia del fracaso le ahogó la garganta y dejó al público con un palmo de narices. Después vendrían más episodios de voces y visiones perturbadoras, y un retraimiento profundo hacia un interior caótico. Ya en su juventud quedó atrapada en la telaraña de la esquizofrenia, y más tarde en la de la dosis y la abstinencia. Su voluntad quebró como una brizna, y fue presa de la peor de las disidencias; la de expatriarse de sí misma. La de abandonar su propia personalidad con las maletas vacías, sin bagaje alguno, casi sin raíces. Mordió la pulpa envenenada de la vida y entró en el laberinto de las ilusiones ópticas que produce el reflejo de una dicha huidiza y quimérica. Sin embargo, como buena náufraga supo adaptarse, y mantenía una guerra constante entre el abismo de su mente y los sueños que aún conservaba. Como una experta funambulista atravesaba la finísima cuerda que va desde su paranoia hasta la cruda realidad, la mayoría de las veces con sentido del humor. Heredó de sus padres una gran casa con un jardín descuidado y espacioso que reconstruyó con cariño, con instinto maternal casi, y en el que encontró algo parecido a la paz. Una especie de edén particular donde aprendió a convivir con plantas y flores y donde cobijaba gatos y algunas mascotas que ya nadie quería. Había semanas que merodeaba por el bar, y otras que no se le veía el pelo. A veces llegaba pidiendo fiado dos o tres botellines, o una botella de tinto. —Jose, dame dos botellines, anda porfa. —Me rogaba. —Hasta que no me pagues lo que tienes ahí no te doy nada. —Intentaba hacerme el fuerte. Ella me miraba a los ojos para comprobar hasta qué punto podría mantenerme inflexible. —Tú es que te has creído que yo tengo una caja de ahorros, ¿no? —Le decía, y ella se reía de manera estridente. —Cuando cobre la paga te quito el muñeco. Sabes que siempre te lo pago.


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—Ya, pero lo que trato de evitar es que tu cuenta aumente demasiado. Porque no es lo mismo tener que pagar diez que cincuenta. —Le advertía yo sin mucho convencimiento mientras le buscaba los botellines en el congelador. Su cerveza tenía pinta de llevar tiempo de sobra en el vaso, porque, como dice el argot tasquero, más bien parecía un bote de análisis de orina que otra cosa. Desde que me vio al otro lado del pasaje me estaba sonriendo. Sonrisa irónica, tallada con la misma dualidad de su personalidad, mitad alegre, mitad resignada. —Yo he vivido a tope, Jose, —me dijo más de una vez con la necesidad de desahogarse, mientras me pedía una copa más—. Y mira, ahora estoy sola, y con una pensión que me dura diez días, y no porque sea corta, sino porque tengo muchas deudas. En realidad resultaba extraño verla sola, siempre tenía algún que otro gorrilla o indigente que le sacaba las copas o las perras, incluso el alojamiento, por una compañía efímera en una extraña simbiosis de especies callejeras. —Ava, esa cerveza tiene que estar ida ya, ¿no? —le observé al acercarme. —Sí, sí la he cogido de una mesa en la que ya no había nadie. Lola no me ha querido despachar una, y eso que le he dicho que la pago esta tarde. Lola la conocía muy bien. Años trabajando con nosotros detrás del mostrador habían agudizado su psicología más instintiva. Sabía en qué momentos podía darle cancha y en cuáles no. Pero es verdad que cada día le costaba más aguantarla y exaltaba su ánimo. Y no era para menos. Había veces que como no accediera a sus peticiones de servirla la tomaba con ella y se mostraba agresiva, vertiendo en la atmósfera una tensión creciente, como cuando en el Viejo Oeste entraba en el Saloon el bandido más buscado y hasta el más valiente se escondía tras la barra. Aquí no se esconde nadie, y menos Lola, que perdió la paciencia una tarde que Ava despotricó de todo ser vivo presente, llegando a tirar servilleteros y vasos que había encima de las mesas. Aquella tarde, en un arrebato mezcla de ira y embriaguez no dejó títere con cabeza, empezando por el Papa y terminando por la Duquesa de Alba, pasando por todo aquel que decidiera contradecirle. Es cuestión de saber compaginar obligación y devoción. Además el esfuerzo que se le dedica a algo que es tuyo es mucho más gratificante. Le tengo que estar agradecido al destino, aunque no creo demasiado en él. —¿Sabes? acabo de liberar una mariposa que se había metido dentro del bar. —Casi que me lo susurró como si fuese un secreto. —¿Sí? ¿Blanca, azul, verde? —Pues era grande y tenía más colores que la ropa un payaso, jajajaja. —Del susurro pasó a una estridente carcajada que asustó a las palomas que merodeaban cerca buscando cáscaras de cacahuetes—. Tenía unos círculos como ojos amarillos en las alas ¡Ahgg, qué mala está esta cerveza!, —protestó después de darle un trago. —Bueno, si tú llamas a eso cerveza ¡Sabe dios el tiempo que llevaría en la mesa! —¡Oye, que lo de la mariposa no es ningún cachondeo, eh! Le he abierto la puerta para que se escape. No quería que le pasara nada. Matar una mariposa trae mala suerte, ¿no lo sabías? —Mi gesto de extrañeza le cogió de sorpresa. —¿No lo sabías con "to" lo que tú lees?, Jajajaja. —En mi vida había oído eso. Además eso son supersticiones. —Supersticiones de qué ni "ná". Mira, "enterao", una vez entró una mariposa en mi casa, de las que se cuelan del jardín, la maté sin querer y esa misma tarde un coche atropelló a Wagner. —¿A Wagner? —Sí.


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—Pero si Wagner vivió en el siglo diecinueve. —Anda ya niño, uno de mis perros, jajaja, ¿qué te creías que tengo espíritus en mi casa? Lo que me faltaba a mí ya, otra boca que alimentar, jajajaja. Esta vez su carcajada sobresaltó a algunos clientes que la miraron inquietos, como si la actitud violenta que esperaban de ella hubiese comenzado a voces limpias. Cosa que era lo habitual. —Me han dicho que el sábado la liaste otra vez, que te metiste en la frutería y tiraste cajas enteras de tomates y de papas. Y que pusiste a parir a todo kiski. ¿Por qué haces eso? con lo que te aprecia Joaquín, y tú lo sabes. Te ha visto crecer, y era muy amigo de tus padres. —No sé, Jose. Últimamente estoy "mu descontrolá", los notas estos me enganchan "pa" que los "convíe" a priva, ¡que están "tos" más tiesos que Rocco Sifredi haciendo horas extras, jajajaja! Así que me lío y pierdo los papeles. Lo de Rocco Sifredi lo escuché el otro día en la radio. Me pongo la radio "pa" reirme un poco. Mis padres, los pobres, ¡cuánto los hice sufrir! Ellos estaban siempre pendientes de que me tomase las pastillas. —¿Y por qué no sigues la medicación? —Porque las medicinas son para los enfermos, y yo no estoy enferma, lo que tengo son muchos problemas. El loquero sí que está "flipao" que dice que tengo esquizofrenia paranoide, y encima, aguda. Si él tuviera mis problemas... ¿Sabes? A veces siento que no soy capaz de querer a nadie. —Volvió a susurrarme—. En verdad es como si no quisiera a nadie. ¡"To" el mundo me importa un ka-ra-jo! Gritó, golpeando con el vaso en una mesa y derramando parte del aguachirri que había estado sorbiendo de mala gana. El local enmudeció. Lola me dedicó una irónica mirada en la que se podía leer: “Parece mentira que no la conozcas. Esta tía la va a armar otra vez”. La gente más próxima se apartó temiéndose la reacción en cadena. La agarré de la mano y traté de calmarla. Pero ella se zafó y cogió de nuevo el vaso, y cuando todos esperábamos que lo estrellase contra cualquier cosa, se lo llevó a la boca para darle el último sorbo. —¡Tranqui, tranqui, aquí no pasa "ná" hombre! dijo, y recompuso como pudo su semblante. Entonces me pareció oír un suspiro colectivo de alivio. Aproveché para sacarla del bar. Anda, te acompaño a dar un paseo. —¿Me vas a "invitá" a comer? Jejeje. —Bueno si quieres. Pero justo en la puerta apareció una vecina suya. Traía una carta en la mano. —¡Mira quién está aquí, mi huésped! —exclamó, con un brillo en los ojos que le impedía ver la tristeza en el rostro de su mensajera. —Ava, te traigo una carta del juzgado. La acaban de dejar. He pensado que podía ser importante y he firmado el recibí. —¿Esto qué es cariño? ¿Más cartas? La sacó del sobre con mucha parsimonia, la desdobló con frialdad, a sabiendas que podría ser algo importante, pero como si ya tuviera experiencia en torear ese tipo de comunicados oficiales. Desplegó toda su atención sobre el texto y sin mudar su expresión me miró y me dijo: —Me desahucian. Me quitan la casa. Y mi jardincito. Lo que yo te diga, ¿quién está más loco aquí? No pude responderle, no supe qué decirle, mi mente se ofuscó en procesar su entereza, una entereza al borde de la indiferencia. Se dio media vuelta y se fue, y al guardarse el sobre en el bolsillo trasero del pantalón desalojó de éste el cuerpo sin vida de una mariposa con ojos amarillos en las alas.

Bar de Fondo. Relatos Tabernarios – Sevilla, 2019.


CONSTELACIÓN Beg O Mar

Tenía una estrella en la mano, acababa de recortarla de su cuaderno de dibujo, después de colorearla. La mesa, repleta de asteroides de purpurina, resplandecía en la habitación como un pequeño universo. Pegó la fotografía con su perro en la tarjeta y la adornó con los luceritos, debajo escribió: “Nunca dejes de seguirlas”. La metió en el sobre azul y la colocó en el bolsillo de la bata blanca de trabajo de su madre, que colgaba en el vestidor.

La anciana tumbada en la cama, sostenía con desgana el mando a distancia por inercia, para no sentir el vacío. La mirada, arrojada a través del cristal, intentaba apresar un paisaje que se le escapaba. Entró la enfermera en su visita rutinaria de la tarde, canturreando un estribillo que se le hacía familiar, cuando quiso darse cuenta, ésta ya se había ido. Apartó la vista de la ventana para ir a esconderla en la pantalla del televisor que gritaba lejano. En el transcurso del movimiento algo llamó su atención. Alargando el brazo, sin soltar el mando, apresó un sobre azul de la mesita de noche. Por un momento se quedó inmóvil, pensativa, tratando de recordar cuándo lo había puesto allí, resignada, se decidió a abrirlo. Se le iluminó la cara.

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Anochece y en el taxi, comienza la jornada de trabajo, está cansado. No ha dormido bien, el lumbago crónico, la enfermedad de Lucía y la falta de sueño por ir a verla hoy a la residencia. "Qué asco llegar a viejo". Las luces amarillean en la oscuridad, la ciudad palidece, transitan seres humanos. El semáforo señala el ámbar, después el rojo. El taxista estornuda estrepitosamente en un contoneo espasmódico, moquea y al instante echa mano al bolsillo buscando con qué sonarse. Extrañado saca de la chaqueta aquel papel duro que no iba a servirle de mucho. Apurado por la brevedad del semáforo, baja la vista frunciendo el ceño, intentando adivinar lo que tiene entre las manos. Un sobre azul, una tarjeta. Pensó en Lucía, esa tarde había sonreído.


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TEMPLOS COLGANTES Jose Antonio Borrero

Subimos durante un buen rato en un teleférico, hasta alcanzar el lugar entre las montañas que hace dos mil años habían elegido unos monjes para vivir, a unos cien kilómetros de la ciudad de Datong. Iba con el grupo de mis compañeros viajeros, pero pronto entendimos que aquel era un lugar para transitar en soledad. Nos acompañaba una guía de la zona, que además de conocer aquello y de contarnos cosas interesantes, era casi la única que tenía un teléfono móvil conectado a la red, aunque no sé si la tecnología moderna alcanzaba aquel lugar. Tratábamos de mantener un cierto contacto para no dispersarnos, pero lo que allí se respiraba invitaba a acomodarse cada uno a su aire, transitando por caminos esculpidos en la piedra, visitando uno a uno los templos de diferentes creencias, unidos por la singularidad de aquel lugar. El alcanzar alguno de ellos suponía un gran alivio, después de subir empinadas e interminables escaleras. Cada una de ellas llevaba a una construcción de madera o ladrillo rojo, con los típicos tejados combados al estilo oriental, que parecían nacer en la montaña. Asomado al abismo desde la entrada de uno de ellos, y contemplando a otros que colgaban de montañas cercanas, tuve la extraña sensación de que nunca nada ni nadie había perturbado aquella paz, aquel silencio. El internarse en el interior de alguno de los templos suponía una experiencia mística. El olor a incienso de la entrada predisponía a un ambiente oscuro, entre sombras, entre las que sobresalían figuras elevadas, que pronto te rodeaban. Parecían antiguas personas que desde hace mucho estuviesen esperando tu llegada. Las de los laterales clavaban sus miradas de forma penetrante, inquisitoria, como exhortándote a que abandonaras aquello si no ibas de buena voluntad. Las del centro eran más indulgentes, como monjes o peregrinos que hubiesen logrado un grado de calma, de paz, de sabiduría, que trataban de transmitirte con diferentes gestos, con sus rostros, con sus manos. Aquellas imágenes, aquel lugar, transmitían tanta seguridad, tanta confianza… En uno de los templos que entré, uno pequeñito en el que no había nadie y en el que nadie entró mientras estuve, pasé un tiempo que no sabría determinar. Permanecí inmóvil, en el centro de la estancia, observando cada detalle, de los infinitos que tenía aquel lugar. Conseguían que la mente se evadiese, se dispersase, en comunión con los viajeros que durante siglos habían sorteado enrevesados caminos hasta llegar allí. Salí de la sala con un espíritu reforzado, con un deseo irrefrenable de compartir la experiencia con alguno de los compañeros. Pero no vi a ninguno. Como habíamos seguido la tendencia de subir por la montaña de un templo a otro, decidí que estarían más arriba, por lo que seguí ascendiendo. Pero tras varias escaleras de piedra comprobé que había dejado atrás la zona construida, y que seguir los caminos significaba continuar hasta la cumbre de la montaña. Intuyendo que los compañeros habrían llegado allí y conociendo sus ganas de aventura y de alcanzar algún lugar con buenas vistas, me dispuse a atacar la subida final. Traté de hacerlo lo más rápido que pude, para intentar alcanzarlos. Pero fue en vano, cada vez que subía una cuesta y abordaba algún recodo nadie aparecía al otro lado. La cercanía de la cumbre de la montaña se fue anunciando por lo empinado de los caminos, por una espesa niebla que casi ni permitía ver hacia abajo, por un frío gélido y un viento endiablado que trataba de arrancarte de la senda. Tras un buen rato logré alcanzar la cumbre. Había un mirador de piedra. Estaba vacío. Aquel lugar elevado, rodeado de montañas, desde donde se podían distinguir los templos colgantes como pequeños puntitos, era de los más bellos en los que nunca había estado, pero la sensación de inseguridad me atenazaba. Si mis compañeros no estaban allí es porque cuando decidí subir, ellos ya se habían dado la vuelta, y en el tiempo que yo había estado subiendo, ellos ya habrían bajado. Al no verme me habrían dado por perdido. Perdido en una montaña con caminos laberínticos y sin saber cómo volver.


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Traté de desandar el camino andado lo más rápido que pude, deslizándome entre la niebla, descendiendo por las empinadas sendas, tratando de que el viento no me empujase hacia el abismo. Así conseguí retornar a la zona de los templos. Había escuchado a nuestra guía que finalizada la visita bajaríamos a pie hasta el lugar desde donde habíamos partido por la mañana, donde nos había dejado el transporte. Pero también sabía que a ese lugar de encuentro se podía retornar en el mismo teleférico que nos había subido, y seguro que de un modo más rápido, por lo que traté de volver a él. Tras perderme por algunos caminos lo conseguí. Pero la situación parecía volverse en mi contra aún más. No había nadie en las taquillas, estaba desierto. Prueba de que estaba detenido, es que en los cables que arrastraban las cabinas había ropa colgada en unas perchas, como para que se secase. Decidí entonces volver a la zona de los templos y buscar el camino que bajaba. Con los pocos chinos con los que me cruzaba intenté preguntar en inglés, pero no había forma, nadie sabía. Una pareja trató de indicarme con gestos la dirección de una bajada, pero era complicado. Finalmente, tras un buen rato perdiéndome por laberintos entre los templos, conseguí encontrar un camino que descendía. Parecía bien señalizado en chino. Podría ser el lugar por donde se accedía allí andando. Traté de bajar lo más rápido que pude. No quería imaginar que estarían pensando mis compañeros de lo que me hubiese ocurrido. Ya habían pasado varias horas. Aquí la bajada era algo más suave que en la parte alta de la montaña, y no hacía tanto viento ni frío, pero a cambio había comenzado a llover. Transcurría por en medio de un bosque, por lo que los árboles no me permitían saber a qué altura de la montaña estaba y si quedaba mucho para llegar abajo. Pero finalmente, tras un buen rato medio andando medio corriendo, atisbé el final del camino y con él la explanada desde donde habíamos partido por la mañana. Pero de pronto, algo hizo que me detuviese. Un sonido comenzó a escucharse entre las montañas. Era algo estridente. Descifré que el ruido tenía un sentido, alguien estaba gritando unas palabras. Parecían lanzadas al viento con el megáfono con el que el vendedor de fruta cruzaba mi barrio cuando era pequeño. Era mi nombre. Retumbaba entre las montañas y dejaba un eco metálico de fondo. Entre los templos, con miles de años en paz y en silencio, se escuchaba mi nombre. Finalmente había tenido que ser yo quien perturbase aquello.


MUNDOS PARA LELOS Jose Manuel Reyes

I.- ¿HIPOTECA NUPCIAL? Agustina (en adelante “Gusti”) contrajo matrimonio con Peter Pan (al que llamaremos por su verdadero nombre, Fermín, dado que aquel apodo, inicialmente cariñoso y divertido, acabó adquiriendo tintes altamente peyorativos). La boda tuvo lugar durante una luminosa mañana de un verano no muy lejano, y fue una ceremonia tan lujosa que Fermín se sintió desubicado: todos los gastos fueron cubiertos por su suegro, el gran hombre de negocios, el triunfador incontestable. Mientras el cura les formulaba las preguntas de rigor en el altar, Fermín tuvo la sensación de estar oyendo al director de una sucursal bancaria sobre las condiciones leoninas de una hipoteca: “Fermín, ¿quieres a Agustina como legítima esposa, adherida a su influyente padre, a un tipo de interés variable...”. El cura, enarcando exageradamente una ceja, le preguntó hasta en tres ocasiones si se encontraba bien. Fermín intuía que saltaba de un avión con un paracaídas que no se abriría, y se limitaba a asentir con algo parecido a media sonrisa. Desde aquel altar, ante aquella gente adinerada que le miraba como si fuese uno más del grupo, Fermín tiró y tiró de la anilla del paracaídas ficticio, hasta que finalmente –tras un largo beso entre vivas y aplausos– aceptó que no había anilla, sino anillo. II. QUERÍA COMPARTIR LA VIDA CON ELLA Amaba a Gusti; la amaba con esa bonita locura de quienes no pueden, aunque lo intenten, entregarse con mesura. Pero la idea de la boda, de mezclar amor y papeles, se había gestado desde fuera.

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Hasta entonces, Fermín y Gusti habían sido los únicos pobladores de un micromundo hecho a medida. Ni familias, ni convenciones, ni estatus social, ni rendiciones de cuentas. Nada. Sólo lo esencial: dos seres fundidos, dos cuerpos muy vivos que entrelazan sus destinos, como serpientes anudadas que, en vez de veneno, se inoculan antídotos. Antídotos contra la tristeza, el vacío, la soledad, el hastío. Antídotos con fragancias atrevidas, sabor a orilla, tacto de arena mojada en la espalda, sonido de labios que se imantan y visión de manos que no se escapan. ¿Para qué más? Cielo azul, espuma de mar, salitre. No hacía falta perderse en los horizontes de la gran ciudad habiendo tenido la suerte de encontrarse en ese cachito de costa, en ese balcón hacia la más íntima inmensidad.


III. EL SIGLO DEL MARKETING Tras la boda, el padre de Gusti irrumpió en el aquel micromundo igual que un diluvio. Lo cambió todo. Y para ello sólo tuvo que cambiar una cosa: la ambición de Gusti. Lenta y sutilmente, le arrancó el cartel de “no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”, y le clavó el de “tanto tienes, tanto vales”. Ése fue su verdadero regalo de boda. A base de dinero les arruinó el modo de vida que llevaban. Y, gracias a él, pasaron a vivir en un gran chalet. Y a conducir vehículos de alta gama. Y a viajar mucho y sin mirar precios. E incluso a tener empleados del hogar. Pero en este tipo de vida nada es gratis, hasta los regalos se pagan: si no es con dinero, es con tiempo, o con nervios, o con sueño... IV. NO PODÍA DORMIR El padre de Gusti designó a Fermín para el cargo de director general en una de sus empresas más boyantes: Sicarios de confianza, S.L. Hacía poco que el Gobierno había legalizado la profesión de sicario, siempre y cuando se cumpliera con una serie de requisitos; requisitos que pretendían maquillar la imagen de la profesión con pintura de civismo; así, por ejemplo, sólo cabía realizar encargos contra quienes debiesen dinero; no cabía ejecutar a nadie por otros motivos. Fermín no podía creerse que la sociedad tolerase tal medida del Gobierno, pero lo que le dejó hecho polvo fue que a Gusti le sonase razonable, y que se sumase al discurso de que bajaba el paro, descendía la superpoblación, fomentaba la meritocracia, y, sobre todo, que era un negocio muy próspero que hacía de oro a quien se lo curraba. Gusti empezaba a estar harta de encontrarse a su marido intentando dormir en el sofá. Fermín sólo conseguía dar algunas cabezadas teniendo puesta la tele de fondo. Ambos sabían que habían entrado en un callejón sin salida. Aquel modus vivendi no era vida.

—Es legal; si no lo haces tú, lo hará otro —objetó Gusti, mirando hacia abajo desde lo alto de una de las escaleras del chalet, envuelta en una suntuosa bata de seda. —Pero, Gusti, aunque sea un trabajo legal, no es moral, no es humano, es demencial —esgrimió Fermín, mirando hacia arriba desde la parte más baja de esa escalera, con una maleta en cada mano. —Fermín..., ¿pero no te das cuenta? Lo legal, lo moral, lo humano..., todo eso va cambiando con el tiempo; ayer fue de una manera, hoy de otra, y mañana..., mañana quién sabe. —El mundo se va a la mierda, Gusti. —No, cariño, es tu mundo el que se va a la mierda.

44 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

V. MALETAS PESADAS Y PUERTA ABIERTA


45 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

ARTE DIGITAL/ ILUSTRACIÓN


JUAN BOUHOT La poesía visual MARGARITA M Sentir es disfrutar el momento

46 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

NACHO MARTÍN Sinsentidos


47 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Juan Bouhot La Poesía Visual


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54 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021


Margarita M

55 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Sentir es disfrutar el momento


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57 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Nacho Martín


58 - ONIRIA Nº 4 - OTOÑO 2021

Sinsentidos


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NO FICCIÓN


JOSE ANTONIO BORRERO Calles-mercado (China) GEMA LÓPEZ Te lo dije BEG O MAR ¿Por qué escribir? El Puzzle RUBÉN J. TRIGUERO

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Un buen día, el amanecer


CALLES-MERCADO (CHINA) Jose Antonio Borrero

A los chinos les encanta comer paseando por sus bulliciosas calles-mercado. Siempre cosas originales, atrevidas, ver que el alimento está vivo, sentirlo, olerlo. Ver como deshuesan a un cordero, como se preparan pequeñas aves, como se fríen unos escorpiones… Apetecen las formas originales y atractivas. Una patata convertida en hélice antes de freírse, un calamar totalmente extendido para llevar a la plancha, unos churros calientes clavados en una base helada… Les gusta a los mayores, les gusta a los jóvenes, gustan las formas, que haya colorido, que haya movimiento, que la calle donde se come esté viva, como lo están ellos, como lo estaban los animales sacrificados que ahora sirven de alimento. Los comercios pujan por formas y texturas apetecibles, en lo dulce, en lo salado, en lo suave, en lo picante. Los vendedores se convierten en verdaderas estrellas que actúan delante de su público. Golpeando con un mazo hasta reducir a polvo los ingredientes de un dulce, cortando frutas tropicales en pequeños trozos, estirando masas de pasta para que adopten mil formas, o aplastando un cóctel de leche en una fría plancha para obtener un helado. La cuestión es que la elaboración de cualquier alimento debe de estar a la vista, tiene que poder verse, olerse, tocarse.

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TE LO DIJE Gema López Siempre he tenido un sexto sentido… Vine de fábrica así. Desde niña me sentía diferente al resto de la gente. Una no sabe que hacer con ello, simplemente te acompaña, ves cosas que otros no logran alcanzar. Con mi sexto sentido, mi don, nunca me siento sola. Es como un “Pepito Grillo” que me habla al oído, me pone en aviso y me advierte del peligro. Sin embargo, con los años, se me ha ido potenciando, agudizando. ¡Ainssss si le hubiera hecho caso! ¡Me hubiese evitado tanto…! Pero no, la mayoría de las veces lo ignoré: por rebeldía, por ser curiosa, o quizá demasiado valiente. Lo cierto es que en constantes ocasiones no le escuché. Y claro, después me pasó factura. Por poneros un ejemplo: me equivoqué respecto a las amistades, en el plano laboral y también en el sentimental. Ya que, aún sabiendo que erraba, me lancé a la piscina a conciencia, a sabiendas de que estaba vacía, que no había agua y me la iba a pegar. ¡Pues voy y salto! Y no una vez, fueron bastantes veces. Muchas situaciones que podía haber eludido; la verdad es que me llevé sofocones innecesarios. Pero yo soy así; me gusta el riesgo. Un día, me di cuenta de que me dolía todo: el cuerpo lo tenía molido, el corazón roto de sufrimiento, los ojos cansados de llorar, y el alma marchitada de tanto padecer. Entonces opté por hacerle caso y di un giro de 180 grados. Decidí confiar en mi intuición, el sexto sentido; el más potente de todos. El gusto, el oído, el olfato, la vista y el tacto… esos cinco, a veces pueden fallar. Bien por un resfriado, por un accidente, por una enfermedad, o por el paso del tiempo; la inevitable vejez.

El caso es que se van deteriorando, perdiendo el 100% de su eficacia. Pero el sexto sentido, no. Ése no falla. De hecho, va evolucionando, cogiendo forma, creciendo por dentro, hasta que se apodera por completo de ti, de tu persona, de tu ser. Se vuelve más potente, y van aumentando las posibilidades de fallar cada vez menos. Algunas veces me traslado al pasado, miro hacia atrás, y me dice: —Te lo dije. ¿Por qué no me hiciste caso? Y aunque me cuesta reconocerlo, sé que está en lo cierto. Después de una larga reflexión, entablé una conversación muy interesante con él, le pedí disculpas, y decidí caminar esta vez a su lado, cogidos de la mano. Le rogué lo siguiente: —Si ves que me caigo, agárrame fuerte, por favor. No me dejes tropezar de nuevo. Quiero llegar contigo a mi destino, sé que a tu lado nada malo puede volver a sucederme. Él se apiada de mí, y me perdona. Sí, hacemos las paces. Entonces le prometo fidelidad eterna. Y juntos fuimos felices para siempre.

FIN


¿POR QUÉ ESCRIBIR? Beg O Mar

La escritura es un medio de expresión con el que siempre me he identificado. Es un modo de canalizar sentimientos, ideas, recuerdos. Una experimentación conmigo misma, una materialización de mi ser, una herramienta a través de la cual me analizo, me observo, me desarmo en palabras, para luego construirme, y mirarme como un todo, como algo con una forma definida que va cambiando con el tiempo. Algo que crece, se rompe, evoluciona, y es tangible en la escritura. Algo que tiene un espacio, donde permanecer y desarrollarse. Tiene un ritmo, una sucesión, una continuidad de identidades que se escriben y leen a través del tiempo, construyendo mi historia personal. Desde la escritura leo todas mis vidas, las vividas y las inventadas, y así se, que fui, que estuve allí.

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Escribir para encontrarse, para saber quien eres, para no dejar al olvido el último renglón, para imprimir un testimonio de lo vivido, de lo nunca dicho. Escribir para el mañana, leerse en el ayer, deletrearse en el papel de los días que se van inciertos, marchitos, innombrables, si no fuera por cada palabra que queda escrita hoy.


EL PUZZLE Beg O Mar

“Tu vida real, es a menudo la vida que no llevas” Oscar Wilde

¿Hasta qué punto somos creadores de nuestra propia vida? ¿Somos conscientes de la libertad que tenemos de elegir oportunidades, de ir en su búsqueda, de arriesgar, de imaginar otras vidas posibles, de soñarlas y en definitiva, de construirlas? ¿Conocemos nuestras posibilidades y limitaciones? ¿Somos capaces de descartar y elegir opciones? y sobre todo, ¿qué es lo que nos empuja a quedarnos o a lanzarnos, a esperar o a terminar con las cosas? ¿Somos espectadores o actores?

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Cuando elegimos algo, desechamos muchas otras posibilidades que quizá, no volvamos a encontrar. Pero hay que vivir una, estar seguros o quererla con todas nuestras ganas y aceptar donde nos lleve, sea donde sea, esto es, ser coherentes, ¿pero es ser felices? supongo que quien no arriesga, nunca lo sabrá. ¿Y si no aparece la ocasión, sabríamos dibujarla? Ya no es cuestión de encontrar, sino de imaginar y crear, ser capaces de inventar un futuro y transformarlo en presente, materializar lo soñado, atreverse a vivir.


UN BUEN DÍA, EL AMANECER Rubén J. Triguero

Pero un buen día, algo llega a tu vida, algo llega y todo cambia. Una chispa que enciende la mecha, es un fogonazo, un fuego inevitable que te sacude y te arrastra, te empuja como nunca antes nada lo había hecho. De pronto, un buen día, todo cambia. Todo a tu alrededor sigue igual, todos siguen inmersos en sus vidas, todos caminan bajo el mismo sol, de la misma forma y a la misma velocidad. La noche, los días, se repiten, se repiten, se repiten... En cambio, sientes que en tu interior algo ha cambiado. Ya no ves el mundo que te rodea del mismo modo. Y lo que provoca ese cambio, esa transición, puede ser motivado por cualquier causa, no es necesario que sea extraordinaria, tal vez un pequeño accidente, una ruptura sentimental, quizá un fuerte temporal de lluvia, o puede que ni siquiera ocurra nada fuera de lo normal, puede que simplemente veas una película y al finalizar, esta cause en ti ese ardor que, de pronto, te lleva de esa nada, de ese ir por los días caminando sin sentido aparente, a hacer algo tuyo, algo propio, algo que tal vez no sea nada extraordinario, pero que es tuyo.

Es una llama tan intensa que siempre tienes presente, que está más allá de la razón, y que en poco tiempo se convierte en algo que forma parte de tu vida tan intrínsecamente que ya ni siquiera sabes como has podido vivir hasta descubrirlo. Y ya no dejarás de hacerlo, y la gente que te rodea, que al principio se extrañaba por esas excentricidades tuyas, se acostumbra, y con los años creerá que tú siempre fuiste así. Y aunque fracases una y otra y otra vez, seguirás haciéndolo, seguirás día tras día peleando por ello, porque te apasiona, porque es algo que importa, y eso es lo que cuenta. En cierto modo, aquel día en que la casualidad se cruzó en tu vida y encendió esa chispa, y decidiste apostar por ello, encontraste una vocación, un camino que seguir, un sentido a tu vida, algo por lo que luchar para alejarte de toda esa nada, de todos esos días vacíos que ocupaban tu vida hasta entonces.

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En aquel tiempo andabas en una maraña de grises. No había un presente que te ilusionara ni cierta esperanza en un futuro. No había supuestos, no había ilusión ni amor ni pasión por algo. Solo ese transcurrir de días vacíos. Andabas en una vida que no sentías como propia, que no entendías y que no te gustaba. A menudo te preguntabas para qué estabas en el mundo, por qué, qué necesidad había. Por entonces no imaginabas cuánto una persona puede llegar a ser el fruto de las casualidades que se presentan en el camino que va del nacimiento a la muerte.


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AGRADECIMIENTOS

¡Muchas gracias por la participación! El próximo número saldrá en diciembre 2021 y el tema será la Comunicación.


CONTRIBUCIONES Gema López Chema Gil Santiago Antonio García Reina Jairo Roa Juan Bouhot Margarita M Nacho Martín

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Yuleisy Cruz Lezcano Ramón J. Romero Luis Utges Beg O Mar Rubén J. Triguero Jose Antonio Borrero Jose Manuel Reyes


POESÍA

Yuleisy Cruz Lezcano (Cuba, 1973) Vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). La poetisa emigró en Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió el título en “Ciencias enfermeristicas y obstetricia” consiguió, además, un segundo título en “Ciencias biológicas”. Trabaja en la salud pública. En su tiempo libre ama dedicarse a la escritura de poemas,relatos, a la pintura y a la escultura. Numerosos son las publicaciones y los premios literarios donde ha obtenido reconocimientos importantes. Su poética trae inspiración sea de la literatura Europea (Rimbaud, Baudelaire, H. Hesse, F. Pessoa, G. D’Annunzio, E. Montale, G. Gozzano, P. Salinas …) sea de la poética americana y latino-americana (Edgar Lee, Walt Whitman, Rubén Darío, Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik …). Más info: http://www.yuleisycruz.com/chi-sono/ Ramón J. Romero (Huelva, 1975) Poco puede decir de sí mismo, salvo que de vez en cuando escribe por el mero gusto de hacerlo. Luis Utges (Madrid, 1979) Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid y Cine en San Antonio de Los Baños. Cuba. Empezó su periplo audiovisual realizando Spots para diversas multinacionales como: Philiphs, Schneider, Osram etc… Su primera incursión en la ficción fue en 2014 con Mi Esencia, seleccionado en el Mombasa Gin Festival. Redención es su segunda obra, realizada en 2017 y seleccionada en el Screamfest Horror Film Festival de Los Ángeles. https://www.luisutges.com/

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FOTOGRAFÍA Antonio García Reina (Sevilla,1958) Cursó estudios en la EUITI de Sevilla, de donde obtiene el título de Ingeniero Técnico en Electricidad. Su contacto con la fotografía comenzó hace mas de 40 años, y ha compartido trabajo en el laboratorio fotográfico y en la llamada BBC de fotografía, o sea bodas, bautizos y comuniones, con su otro trabajo de mantenimiento de software y hardware, por ese contacto le ha sido más fácil el acceso a los programas de edición tanto de fotografía como de video, otro campo que también ha transitado. Con el boom de la fotografía digital, la curva de aprendizaje en los últimos diez años ha hecho que cada vez haya podido abarcar más campo de difícil ejecución sin los medios actuales. En este largo recorrido ha conseguido diversos premios de fotografía siempre referidos a la provincia de Sevilla. Colabora con el boletín de “el Baratillo” donde tiene publicadas numerosas fotografías del tema cofrade. Actualmente, la fotografía le supone más afición que profesión y procura abarcar cualquier campo fotográfico y disfrutar de ella. Jairo Roa (Ibagué, Colombia, 1989) Graduado en Arquitectura por la Universidad de Sevilla. Estudiante del Máster de Diseño de Interiores en la Escuela de Diseño Elisava de Barcelona. Amante del diseño coherente, en todas sus vertientes.

RELATO

Chema Gil Santiago (Sevilla, 1963) Bibliotecario de la Universidad de Sevilla. Publicados relatos en obras colectivas, y poemarios como "El exilio de los sueños" Uned, 1994. Tasquero desde los 15 años. Jose Antonio Borrero (Sevilla, 1968) Aprendiz de escritor, y cada vez más consciente de la frase de Charles Chaplin: “En la vida todos somos aprendices, la vida es tan corta que no da para más."

Jose Manuel Reyes (Ayamonte, Huelva, 1974) Suerte de malabarista especializado en no dejar caer al suelo ninguna de las facetas que le integran: literatura, abogacía, inteligencia emocional y canción de autor. Se adentró en las letras escribiendo el texto de sus canciones; luego entraría en juego la poesía; y actualmente es el relato el espacio literario que más transita.

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Corta, breve y efímera, como las historias que escribo en mi blog: http://www.breveyefimero.es/


ARTE DIGITAL/ILUSTRACIÓN

Juan Bouhot (Medellín, 1988) Actualmente realiza su trabajo de Grado en Fotografía y nace como tal el perfil de La poesía visual en Instagram, @la.poesia.visual, como un proyecto realizado en primer semestre, el cuál se convirtió en proyecto personal y ahora en su trabajo de Grado. Los protagonistas son personas que habitan y transitan la ciudad. Toda una simbología de aspectos urbanos que se relacionan con superposiciones, donde el color juega un papel muy importante, creando un espacio surreal. Margarita M (Sevilla, 1978) Entre otros asuntos, ha cursado talleres de locución de radio e ilustración infantil. Aprendiendo a crear entre líneas y bocetos. Instagram: @marguiteando. Nacho Martín (Sevilla, 1966) Pintamonas, aprendiz. Religiosamente woodysta; marxista y kraheiano. Contemplativo, hedonista. Peliculero, amante de la charlotada; lector discontinuo y valedor del punto y coma. nachomartin.weebly.com

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NO FICCIÓN

Gema López (Ayamonte, Huelva, 1974) Su vida transcurre entre su lugar de nacimiento e Isla Cristina, donde pasó sus primeros cinco años de vida. Trasladó su residencia a Huelva, por imperativo familiar. Comenzó estudios F.P. lo que la hizo desarrollar su actividad profesional en la rama administrativa. Ya, desde su tierna infancia, apuntaba dotes para la creatividad literaria -transmitida genéticamenteempezando a destacar en el colegio por sus originales redacciones, cuentos y hasta haciendo pinitos como guionista de una obra de teatro para el colegio. Recientemente ha publicado un libro. Ella nos presenta su primera novela, La fuerza de Alexia, ambientada en esos lugares de su infancia y juventud, que tan bien conoce. Y Portugal. Beg O Mar (Sevilla, 1976) Filósofa reciclada en bibliotecaria, refugiada en la literatura y los libros, desde los que construye puentes y espacios de encuentro (clubes de lectura). Escritora residente de Oniria.

Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) Reside en Madrid desde 2012 y se dedica al desarrollo web. Ha publicado la colección de relatos «Si sale cara» (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: «Versos al paso» y «Llévate un poema a casa». https://otracarreraalanochecer.wordpress.com/

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