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Día Internacional de la Paz 2020: El recuento de un largo camino
from MAGAZINE #21
by OMPP - WOFP
No cabe duda que el 2020 ha sido un año que ha cambiado nuestra forma de vida y ha dado un giro de 180° a las reglas y normas de convivencia, transformando completamente la “normalidad” que conocíamos hasta hoy en día. El nuevo virus, covid19 o coronavirus, ha puesto en jaque a todos los países de la comunidad internacional, enfocando todos los esfuerzos en encontrar una vacuna para combatir la situación actual.
Este nuevo contexto supondría que sería, sino sencillo, por lo menos más viable, sentir un ambiente menos tenso en donde la paz fuera el elemento principal. Pero esto no ha sido del todo posible, ya que a pesar de que, al inicio de la pandemia, el día 23 de marzo, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, hizo un llamado para el cese de los conflictos en todo el mundo, para poder centrarse en la lucha contra la pandemia, los enfrentamientos bélicos no han cesado del todo.
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Nunca antes en la historia moderna había estado tan justificado pedir la paz mundial, una tregua. Sin embargo, las guerras no han parado. Y la venta de armas tampoco. Las disputas en la región de Medio Oriente, en Siria o Yemen, por ejemplo, han dejado a millones de personas atrapadas en medio del conflicto actual. Con hospitales bombardeados y campos de personas refugiadas donde es más fácil la propagación del virus, la situación se ha vuelto alarmante.
Pero, ¿por qué el concepto de paz en el mundo ha cobrado tanta fuerza? Al término de la Segunda Guerra Mundial, algunas de las personas que estuvieron involucradas en aquel fenómeno, llegaron a la conclusión que las futuras generaciones debían evitar a toda costa utilizar un conflicto armado como herramienta para solucionar un problema o controversia. Fue por esta razón para lo que se creó Naciones Unidas. A través de sus distintos órganos como el Consejo de Seguridad, el cual es responsable de mantener la paz y seguridad en el mundo, se llevan a cabo diversas acciones como la declaración del cese al fuego o el despliegue de operaciones para el mantenimiento de la paz.
Dicha institución cuenta con varias atribuciones, siendo siempre la primera opción, recomendar a las partes involucradas tratar de llegar a un acuerdo diplomático y pacífico. Asimismo, tiene la facultad para tomar medidas correctivas, imponer sanciones económicas o iniciar acciones militares colectivas. Si la estructura designada para mantener un ambiente de paz alrededor del mundo pareciera contar con los instrumentos necesarios para llevar a cabo esta tarea, ¿por qué no están siendo totalmente efectivas sus acciones?
La realidad es que basta con ver cuáles son las naciones que conforman a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia, y podemos observar que son los países más poderosos del mundo, quienes se encuentran constantemente en una disputa de poder, razón suficiente para entender que son dichos estados los encargados de procesar o detener la decisión que implique el fin, pacificación, o continuación de un conflicto, a través del poder de veto.
El poder de veto obstaculiza claramente los esfuerzos de paz, ya que contrario al objetivo original de la ONU de eliminar “el flagelo de la guerra”, en gran medida esto no ha sido posible, ya que uno o más de sus miembros permanentes que cuentan con esta autoridad, han respaldado a uno u otro bando durante un conflicto. Esto se ha dado por varias cuestiones, entre las que destaca, alianzas e intereses políticos o económicos principalmente, dejando en claro que lo más importante siempre será el dinero y el dominio que se pueda tener sobre los demás, por encima de cualquier cosa, como el bienestar común.
Cada año, el 21 de septiembre se celebra el
Día Internacional de la Paz en todo el mundo, el cual fue instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1981. Se originó con el objetivo de influenciar a todas las naciones del mundo para la correcta instauración de políticas y directrices que permitan la erradicación de la violencia en todos sus géneros. Asimismo, en 2001, se declaró esta fecha como un día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto al fuego, permitiendo así la entrada de ayuda humanitaria a las zonas en combate.
El simbolismo de un día sin guerra es un recordatorio decisivo de que los conflictos armados deben llegar a su fin, anteponiendo el diálogo para tratar de evitar de llegar a una confrontación, en donde los más afectados nunca son los personajes que toman las decisiones -sin pensar- desde las altas esferas de mando, sino los cientos o miles de personas que tienen que lidiar con la violencia, los ataques, el miedo y la desesperación, que culminan con escenas en condiciones precarias e inhumanas, o con la muerte de inocentes.
Sinceramente, ¿hay algo que festejar cada 21 de septiembre? Si bien es cierto que ha habido numerosas contribuciones por parte de Naciones Unidas durante los últimos años, por ejemplo: evitar la proliferación nuclear, la remoción de minas terrestres, apoyar el desarme y la limitación de armas, la lucha contra el terrorismo, la prevención del genocidio, el combate de la violencia sexual en los enfrentamientos, entre otras, que sí han ayudado a regiones y comunidades específicas, no han sido suficientes para poder declarar la paz mundial.
El nuevo orden mundial no puede seguir moviéndose solo por intereses económicos, ya que las alianzas y la fidelidad a la causa cambia de manera constante, de acuerdo a los beneficios y ventajas que cada uno de los países vislumbre en un momento determinado. Lo más importante es la vida y la integridad de las personas, lo cual siempre debe ser lo primordial, y lo que nunca debería ser el precio a pagar por las decisiones que toman unos pocos, sin pensar más allá de su ambición.

Es difícil que sean justamente los países con mayor peso y poder dentro del Consejo de Seguridad, los que tengan la última palabra sobre los hechos o situaciones que pueden afectar a millones de personas alrededor de todo el mundo. Sería un buen momento para reflexionar si el beneficio que les dieron a esas naciones al término de la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo a favor del bien común, ya que pareciera que, en lugar de abogar por las mayorías, solo buscan la manera de aumentar sus privilegios, claro está, por encima de los demás.
Los países con mayor riqueza no propician la paz, por el contrario, siempre están en la búsqueda de conflictos armados para poder fortalecer y contar con un mercado de armas, así como con diferentes mecanismos de destrucción que ellos mismos producen, por lo que la mayoría de las veces, la búsqueda de la paz solo queda asentado en un discurso muy emotivo y una simple idea que suena muy bonita. Por otra parte, también se ha demostrado que los avances tecnológicos son un factor que acentúa la violencia en los territorios que se encuentran en guerra, lo cual va ligado al poder adquisitivo de las grandes potencias.
Asimismo, es sumamente complicado que bajo una sola organización exista la entera responsabilidad de velar por el mantenimiento de la paz global, puesto que hoy en día, las naciones no encuentran una solución “más rápida y efectiva” que resolver sus diferencias por la vía armamentista, y las diversas sanciones que impone Naciones Unidas no son suficientes para hacerlas cambiar de opinión.
El contexto actual nos ha demostrado que no somos rivales, y que hoy en día sí existe un enemigo en común, el coronavirus, el cual amenaza nuestra salud, bienestar, seguridad y estilo de vida. Esta situación nos ha recordado un par de mensajes que deben quedar muy claros, el primero es que, muchas veces lo que pasa en una parte del planeta, así sea en el otro extremo, puede afectar de una u otra manera a las personas alrededor de todo el mundo. Y el segundo es la importancia de cooperar, de actuar juntos y unir fuerzas para poder detener a este nuevo adversario.

La paz es uno de los asuntos más importantes dentro de la agenda internacional, por lo que lo esfuerzos por conseguirla cada vez son mayores. Hoy en día existen varias Organizaciones No Gubernamentales (ONG) cuya función principal se basa en preservar la vida humana, procurando en todo momento el bienestar general, siempre respetando los lineamientos de Naciones Unidas. Es importante saber que podemos contar con el apoyo y colaboración de distintas figuras que velarán por preservar nuestros derechos, con la promoción de un diálogo pacífico y cimentando con bases sólidas el camino hacia una cultura de paz.
La paz no solo significa ausencia de guerra, sino que implica tener un entorno libre de toda forma de violencia. Vivir en un lugar en donde la base sea el respeto a los derechos humanos de todas las personas, pareciera ser algo muy lejano aún, por lo que es responsabilidad de cada uno de nosotros contribuir con pequeñas acciones que poco a poco marquen una diferencia, que las guerras dejen de ser el instrumento principal para arreglar las disputas, y que sean la comunicación y los acuerdos diplomáticos los que dicten el nuevo camino, hacia una paz duradera y verdadera.
