
9 minute read
TESTIMONIOS MISIONEROS
Misión Marruecos
La misión ad gentes tiene ante sí una tarea inmensa que de ningún modo está en vías de extinción. Al contrario, bien sea bajo el punto de vista numérico por el aumento demográfico, o bien bajo el punto de vista sociocultural por el surgir de nuevas relaciones, comunicaciones y cambios de situaciones, parece destinada hacia horizontes todavía más amplios. La tarea de anunciar a Jesucristo a todos los pueblos se presenta inmensa y desproporcionada respecto a las fuerzas humanas de la Iglesia. Redemptoris Missio, 35
Advertisement
El pasado 12 de agosto, OMPE México recibió con mucho cariño a tres Misioneros Xaverianos: al Pbro. Rolando Ruíz Durán, Pbro. Juan Antonio Flores Osuna y al Diácono Saleh Moll François, quienes acompañados por nuestro Director Nacional, Pbro. Antonio de Jesús Mascorro Tristán, celebraron una Eucaristía en la Basílica de Guadalupe para poner en manos de nuestra madre del Tepeyac una gran encomienda: fundar una comunidad católica en Marruecos, creando lazos fraternos entre católicos y musulmanes.
El Padre Rolando Ruíz, mexicano que trabajó durante doce años en España como Coordinador de Misiones y el Diácono Saleh Moll François conversaron con OMPE México sobre cómo surgió esta iniciativa.

De acuerdo con el Padre Rolando el proyecto surgió de una invitación tácita por parte de las Arquidiócesis de Rabat y Tánger a los misioneros Xaverianos; «actualmente —comentó el Presbítero— muchas de las congregaciones están interesadas en estar presentes no tanto por una presencia misionera plena en el sentido de evangelización, aunque sea implícita, sino para dar respuesta al problema de la migración. Nosotros vamos por los musulmanes; como cristianos debemos llevar la belleza del Evangelio, la ternura de Dios a todo ser humano y, en concreto, a los musulmanes; nosotros vamos a Marruecos para compartir nuestra vida, desde nuestra fe, sin imponer, acercándonos como Jesús se acercó a la humanidad; sobre todo, cuando existe una ruptura de vínculos entre el mundo musulmán y occidente».


En este proyecto, también se pretende dar acompañamiento espiritual a la escasa población cristiana que se ha desarrollado en el territorio de Marruecos.
Respecto a este acompañamiento el Padre Rolando dijo: «En Marruecos el noventa y nueve por ciento son musulmanes, hay judíos y muy poquitos cristianos. En Marruecos hay 35 millones de habitantes, de los cuales 25 000 son cristianos, en la Arquidiócesis de Rabat hay 22 500 y en la Arquidiócesis de Tánger hay 2 500. La mayoría de los cristianos hoy antes eran occidentales, ahora son subsahariano, son jóvenes, son estudiantes que ahora van a la universidad y que estudian ahí, y claro, cuatro años sin vivir la fe es un peso muy fuerte, entonces requieren de un acompañamiento y no podemos olvidarlos. Algunos, es decir los bautizos que se hacen hoy, precisamente en Marruecos son sobre todo subsaharianos». Para lograr su objetivo, los misioneros Xaverianos pretenden prestar servicios que ayuden al desarrollo de los pobladores, además de otras actividades como una forma para integrarse de forma gradual dentro de la comunidad marroquí; por ejemplo algunos proyectos como un centro cultural con una biblioteca, cursos de francés, castellano y algunos otros idiomas; actividades enfocadas a la creación de lazos.
La preparación para esta misión ha sido de inculturación, oración, y además, compartir experiencias entre los tres misioneros que realizarán esta encomienda, como una forma de poder afrontar juntos las realidades que encuentren en este territorio.
«Hemos compartido experiencias sobre la misma realidad; cuáles son los retos, cuáles son las dificultades que esperamos y, por supuesto, también las alegrías, ésa ha sido principalmente nuestra preparación. Cuando lleguemos nos espera otra preparación, como lo es el aprendizaje de la lengua, y los tipos de trabajos que nos esperan», comentó el Diácono Saleh. Por su parte el Padre Rolando agregó «haremos un curso llamado “Diálogo interreligioso y cultural”, para conocer los pilares del Islam, la religión del otro, que nos permita insertarnos en Marruecos, saber en dónde estamos, respetar las tradiciones del pueblo donde estamos, conocerlas y amarlas. Este primer año es para nosotros un año sabático, pero no es un año en el que no se hace nada, es un año de preparación; lógicamente la semilla se echa pero hay que regarla, hay que ponerle agua, quitar la tierra y dejar que vaya creciendo; el primer año es como morir como una semillita. Nosotros, los xaverianos, tenemos en una de nuestras constituciones un artículo hermoso “el misionero vive el pasaje Pascual, que pasa de una vida, muere de una vida, para pasar a otra; yo muero del lugar en donde he nacido, mi lengua, mis gustos, mi comida, para así empezar a amar la cultura del otro y vivir ese pasaje de encarnación».

Marruecos, con una población de aproximadamente 35 millones de personas, 23 mil de los cuales son católicos, cuenta con 4 obispos, 15 sacerdotes diocesanos, 31 religiosos, 10 religiosos no sacerdotes y cinco entre misioneros laicos y catequistas, distribuidos en dos circunscripciones eclesiásticas y 35 parroquias.
Los centros de instrucción de propiedad o dirigidos por eclesiásticos o religiosos, al 31 de diciembre de 2017 suman un total de 34, mientras que son 10 los orfanatorios, dos las casas para ancianos, inválidos y minusválidos, 7 los ambulatorios y un hospital.
De la Homilía del Papa Francisco
Complejo deportivo Príncipe Mulay Abdallah (Rabat)
«Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó» (Lc 15,20).
Así el evangelio nos pone en el corazón de la parábola que transparenta la actitud del padre al ver volver a su hijo: tocado en las entrañas no lo deja llegar a casa cuando lo sorprende corriendo a su encuentro. Un hijo esperado y añorado. Un padre conmovido al verlo regresar.
Pero no fue el único momento en que el padre corrió. Su alegría sería incompleta sin la presencia de su otro hijo. Por eso también sale a su encuentro para invitarlo a participar de la festa (cf. v. 28). Pero, parece que al hijo mayor no le gustaban las festas de bienvenida, le costaba soportar la alegría del padre, no reconoce el regreso de su hermano: «ese hijo tuyo» afrmó (v. 30). Para él su hermano sigue perdido, porque lo había perdido ya en su corazón.
En su incapacidad de participar de la festa, no sólo no reconoce a su hermano, sino que tampoco reconoce a su padre. Prefere la orfandad a la fraternidad, el aislamiento al encuentro, la amargura a la festa. No solo le cuesta entender y perdonar a su hermano, tampoco puede aceptar tener un padre capaz de perdonar, dispuesto a esperar y velar para que ninguno quede afuera, en defnitiva, un padre capaz de sentir compasión. En el umbral de esa casa parece manifestarse el misterio de nuestra humanidad: por un lado, estaba la festa por el hijo encontrado y, por otro, un cierto sentimiento de traición e indignación por festejar su regreso. Por un lado, la hospitalidad para aquel que había experimentado la miseria y el dolor, que incluso había llegado a oler y a querer alimentarse con lo que comían los cerdos; por otro lado, la irritación y la cólera por darle lugar a quien no era digno ni merecedor de tal abrazo.
Así, una vez más sale a la luz la tensión que se vive al interno de nuestros pueblos y comunidades, e incluso de nosotros mismos. Una tensión que desde Caín y Abel nos habita y que estamos invitados a mirar de frente: ¿Quién tiene derecho a permanecer entre nosotros, a tener un puesto en nuestras mesas y asambleas, en nuestras preocupaciones y ocupaciones, en nuestras plazas y ciudades? Parece continuar resonando esa pregunta fratricida: acaso ¿yo soy el guardián de mi hermano? (cf. Gn 4,9).
En el umbral de esa casa aparecen las divisiones y enfrentamientos, la agresividad y los confictos que golpearán siempre las puertas de nuestros grandes deseos, de nuestras luchas por la fraternidad y para que cada persona pueda experimentar desde ya su condición y su dignidad de hijo.

Es cierto, son tantas las circunstancias que pueden alimentar la división y la confrontación; son innegables las situaciones que pueden llevarnos a enfrentarnos y a dividirnos. No podemos negarlo. Siempre nos amenaza la tentación de creer en el odio y la venganza como formas legítimas de brindar justicia de manera rápida y efcaz. Pero la experiencia nos dice que el odio, la división y la venganza, lo único que logran es matar el alma de nuestros pueblos, envenenar la esperanza de nuestros hijos, destruir y llevarse consigo todo lo que amamos.
Por eso Jesús nos invita a mirar y contemplar el corazón del Padre. Sólo desde ahí podremos redescubrirnos cada día como hermanos. Sólo desde ese horizonte amplio, capaz de ayudarnos a trascender nuestras miopes lógicas divisorias, seremos capaces de alcanzar una mirada que no pretenda clausurar ni claudicar nuestras diferencias buscando quizás una unidad forzada o la marginación silenciosa. Sólo si cada día somos capaces de levantar los ojos al cielo y decir Padre nuestro podremos entrar en una dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a vivir no como enemigos sino como hermanos. El proyecto es grande y los retos lo son aún más, pues en esta misión los Misioneros Xaverianos buscarán la mejor manera de vivir su espiritualidad en una región cuya religión predominante es el Islam.
«Nosotros iremos, concretamente a Castillejos, es una población muy pequeña, 70 000 habitantes, no hay ningún cristiano. El primer reto es espiritual: ¿cómo vivir nuestra espiritualidad en medio del pueblo musulmán? ¿Cómo hacer entender a los otros que nuestra razón de estar ahí no es otra más que Dios?», comentó el Padre Rolando y citando a un Cisterciense francés, sobreviviente de la guerra civil en Argelia, agregó «nuestra tarea más hermosa es percibir la acción del Espíritu Santo en el otro; cuando hay bondad, cuando el otro tiene la capacidad de darse, de abrir la puerta de su casa, independientemente de su religión, hay que percibir la acción de Dios».
Acogiendo el mandato de Jesús, la misión a marruecos también es una oportunidad para los misioneros Xaverianos de poner en acción su carisma y espiritualidad: anunciar el evangelio a los no-cristianos en cualquier parte del mundo.
Juan Pablo II, en la encíclica misionera Redemptoris Missio, nos dice: «Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión». Y de parte de los misioneros Xaverianos hay una respuesta positiva que como laicos también podemos ofrecer para que nuestra Iglesia crezca.
La misión es posible con nuestro apoyo, y por ello, la caridad es una acción determinante para llevar a cabo estas acciones, puesto que las necesidades en territorios de misión son muchas y muy diversas.
De parte de OMPE México, felicitamos a los Misioneros Xaverianos, quienes viven su vocación a través de este próximo andar misionero. Deseamos de todo corazón que en esta gran experiencia, la palabra de Dios toque los corazones de nuestros hermanos en Marruecos.
Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?

Evangelii Gaudium, 8
Los ojos de la misión
