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LA MISIÓN HOY
La vida contemplativa
y la misión
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En Lc 10, 38-42 nos narra las acciones de María y Marta, quienes recibieron a Jesús en su casa. María se sentó a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta está atareada con muchos quehaceres. Este pasaje en algunas reflexiones es interpretado como las dos formas de ministerio en la Iglesia, una forma contemplativa y otra basada en la acción. Acaso ¿son asuntos opuestos? A primera instancia diremos que no, aunque Jesús ensalza la actitud de María al sentarse, debemos de ver el panorama amplio y decir que ambas formas de ser en la Iglesia llevan adelante el sueño de Jesús, el Reinado de Dios entre los hombres.

¿Qué podemos entender por vida contemplativa?
Es muy conocía aquella frase de san Agustín: «nos creaste Señor para Ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti»1, esta quietud la igualamos a la búsqueda de Dios, el ardor de querer disfrutar más de la gracia y que todo lo que atribula al hombre, la paz está en Dios, sin embargo, la presencia de Dios en el alma nos mueve a ver las cosas de manera diferente y «quizá no haya pensamiento que más aliente y sostenga el esfuerzo del alma que este: Dios mora en mí»2 , y podemos decir que la contemplación surge primero como el don de hacer consciencia de que Dios está presente y obra en el hombre, es decir, que no solo está y permanece, sino que actúa y nos mueve; nos hace vivir su vida, nos injerta en su ser sobrenatural, hace rebasar nuestras actividades naturales, elevándolas al plano de suyas, divinas3 .
Raimundo Panikkar, dice que se trata de «descubrir a Dios en el silencio de la vida y dejar que se nos revele el sentido de esta en
1 San Agustín, Confesiones, trad. Antonio Brambila Z., San Pablo, México 2011, 9.
el silencio de Dios»4. Diríamos de la contemplación que es un arte de saber guardar silencio de las actividades de la vida que no son vida para llegar a la experiencia de la vida.
La contemplación como profundización de la fe
Habría que dar un paso más en la cuestión que abordamos, y podríamos preguntarnos ¿qué pretende la contemplación? Pero antes diremos que hay tipos de contemplación, una a nivel estético, teniendo como fin y objeto la belleza; de orden filosófico, y su objeto es la verdad; de orden religioso, cuando está


encausada a la experiencia de Dios o de las realidades espirituales. Cuando hablamos de contemplación hablamos de una forma de espiritualidad, que penetra en verdades divinas, que ennoblece y transforma el espíritu. La finalidad consiste en que nos recuerda el deseo de ver a Dios y contemplar su rostro, que era algo distintivo del justo en el Antiguo Testamento, pero ese deseo de ver el rostro de Dios, los apóstoles y discípulos tuvieron la oportunidad de verla en el Verbo encarnado. Por eso nos recuerda la Dei Verbum: «la contemplación va creciendo en la comprensión y a profundización del depósito de la fe»5. Continuamente crecen en la actualidad centros de espiritualidad que se presentan con el eslogan de hacernos más espirituales y seres más elevados, sin embargo, la contemplación cristiana nos hace más realistas, pretende adentrarnos más a las realidades humanas que huir de ellas.
La acción entregada a la contemplación
La Sacrosantum Concilium6 afirma que «la Iglesia en su totalidad es la acción y entregada a la contemplación», esta última no tiene que ver con la pasividad o con los argumentos de una dedicación fideísta, alejada de las realidades sociales, de las necesidades que nos interpelan en nuestro tiempo, sino, más bien, es una contemplación activa, que se ocupa siempre del bien y vive el profetismo cristiano.
Al hacer esta conjunción de contemplación y misión descubrimos una dimensión de la misericordia o «una necesidad de siempre y una tarea urgente»7. Sin la misericordia, en nuestro tiempo, se abre muy pocas posibilidades y relaciones superficiales en nuestra inserción en este mundo de heridos y de
5 Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. Dei Verbum, sobre la Divina Revelación, 8.
6 Conc. Ecum. Vat. II, Sacrosantum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, 2. 7 Toribio Tapia Bahena, Misericordia quiero, y no sacrificio. OMPE, México 2016, 20.
muchas necesidades, ya que la primera necesidad que descubrimos es la de la comprensión, de perdón y de amor8. El Papa Francisco dice en Evangelii Gaudium «cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad antes las necesidades de los demás»9. Esto nos lleva a ver la vida contemplativa como el reconocimiento de Dios, primeramente, en mi vida y después verlo en los demás, no entendemos como vida contemplativa al retirarse de, sino más bien en la urgente necesidad de comprometerse en la misión, el Documento de Aparecida dice: «la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento10».
Una realidad que nos interpela, desde una vida contemplativa y misionera.
La realidad es tan compleja que siempre supone nuestras expectativas, ya bien lo decía el Papa Francisco «es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma (…) La realidad es superior a la idea»11. Somos seres buscadores de Dios y no se puede buscarlo fuera de lo que somos, desde nuestra realidad que Jesús ha exaltado al hacerse hombre y que lo ha puesto en lo más alto en la cruz. Este movimiento de búsqueda expresa que ningún hombre se basta así mismo, lo pone en una dinámica de salida de sí mismo, se vive una especie de éxodo del yo al otro, o como lo expresa el Papa Francisco «la tierra sagrada del otro»12 . Esto es una «peregrinación en busca del Dios verdadero, que es propio de cada cristiano y de cada consagrado por el Bautismo, se convierte por la acción del Espíritu Santo en sequela pressius, camino de configuración a Cristo Señor»13 .
8 Cf. Francisco. Exhort. ap. Postsinodal Evangelii Gaudium. 24 de noviembre de 2013, 88.
9 Ib. 9.
10 V Conferencia general del episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 29 junio 2007, 360 11 Francisco. Exhort. ap. Postsinodal Evangelii Gaudium. 24 de noviembre de 2013, 231.
12 Ib. 169.
13 FRANCISCO const. Ap. vultum dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina, 29 de junio de 2016, 1.

Por tanto, la nueva época en la que nos encontramos es una oportunidad para ver desde los ojos del bautizado que ha sido profeta en virtud del bautismo, desde ese momento de su consagración la realidad no le es indiferente. La vida contemplativa es una espiritualidad que constantemente busca a Dios en las realidades humanas; y las presenta constantemente, queriendo y deseando siempre que el Reinado de Dios siga creciendo en la humanidad.