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MISIÓN Y PERSPECTIVA

La salud,

derecho humano fundamental

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«Dichoso el que se preocupa del débil y del pobre, en el día de la desgracia el Señor lo salvará. El Señor lo guardará vivo y feliz sobre la tierra, y no lo entregará al capricho de sus enemigos. El Señor lo cuidará en su lecho de dolor, le cambiará de continuo la cama durante la enfermedad. Yo he dicho: "Señor, ten piedad de mí, cúrame, pues te he ofendido". Mis enemigos me auguran la desgracia: "¿Cuándo se morirá y desaparecerá su nombre?". Si alguien me viene a ver, dice mentiras, se fija en los síntomas funestos, y al salir lo publica. Todos a una mis enemigos cuchichean contra mí, haciendo sobre mí funestas previsiones: "Un mal siniestro ha caído sobre él: está acostado, no se levantará ya más". Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que comía mí mismo pan, ha levantado contra mí su calcañar. Mas tú, Señor, ten piedad de mí; levántame, que yo les daré su merecido. En esto conoceré que tú me amas: si mi enemigo no triunfa sobre mí. Tú me sostendrás, porque soy inocente, me tendrás en tu presencia eternamente. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre. ¡Amén! ¡Amén!».

Salmo 41

En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos habla sobre los derechos humanos fundamentales: Muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos. El respeto de estos derechos “es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país. Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común”. Pero “observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada 6 solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias”» (FT, 22). La salud es uno de estos derechos, que no solo se ha visto vulnerado, sino que además ha sido ignorado en muchas sociedades.

Como bautizados la lucha por los derechos es inherente a nuestra vivencia de fe; atender a los enfermos con caridad a ejemplo de Jesús médico de cuerpo y alma, para que sientan en medio de su dolor su amorosa presencia.

«La salud es una síntesis; es la síntesis de una multiplicidad de procesos, de lo que acontece con la biología del cuerpo, con el ambiente que nos rodea, con las relaciones sociales, con la política y la economía internacional». Todos los procesos anteriores no están aislados ni son independientes, sino que están íntimamente relacionados unos con otros, por lo que la salud depende en último término de la capacidad de controlar la interacción entre el medio físico, el espiritual, el biológico y el económico y social (Cumbre de Río de Janeiro, 1992).

Por otra parte, la definición más importante e influyente en la actualidad con respecto a lo que por salud se entiende, sin lugar a dudas que es la de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1948), plasmada en el preámbulo de su Constitución y que dice:

«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». A pesar de que fue oficializada hace más de 70 años, esta definición es relevante por su institucionalidad, pues es la que sirve de base para el cumplimiento de las competencias de la OMS, que es el máximo organismo gubernamental mundialmente reconocida en materia de salud y uno de los principales actores en dicha materia.

El Papa emérito Benedicto XVI nos recuerda que Cristo era médico que curaba espíritu, cuerpo y alma y la OMS nos habla de la interacción entre el medio físico, el espiri-

¿Qué es la salud?

tual, el biológico y el socioeconómico y el equilibrio que debe de haber entre todos. Como podemos ver existe la salud física, la salud psicológica, la salud social y la salud espiritual. Todas y cada una de ellas deben estar en perfecta armonía; si alguna de ellas se afecta, se ve afectado todo el organismo.

Los médicos y prestadores de la salud tenemos una gran tarea que es tratar de atender la salud de manera integral y siendo compasivos ante el dolor y sufrimiento. En ocasiones el paciente necesita que lo escuchemos, que nos interesemos en él.

Con profunda tristeza podemos ver que la atención de los enfermos se a deshumanizado. Las instituciones de salud gubernamentales, no se dan abasto para atender la demanda de los pacientes que lo solicitan y a veces la atención es rápida y sin revisión completa del enfermo. En ocasiones reciben mal trato del personal de salud. Tienen que esperar varias horas para su atención y al pasar por su medicamento, no siempre lo tienen en la farmacia del hospital; teniendo que comprarlo en farmacias particulares.

En la medicina privada se aprecian costos muy elevados y solo les alcanza para pagar la consulta y no para comprar los medicamentos o para realizarse los estudios requeridos. En ocasiones tienen que vender propiedades o animales para solventar los gastos

El Papa Benedicto XVI ante el Consejo Pontificio para la Pastoral de Salud (marzo 2007) dijo a los asistentes:

«Los agentes sanitarios cristianos saben bien que se da un lazo intimo e indisoluble entre la calidad de su servicio profesional y la virtud de la caridad a la que Cristo les llama: con el buen cumplimiento de su trabajo llevan precisamente a las personas el testimonio del amor de Dios».

«La salud del ser humano, de todo el ser humano, fue el signo que Cristo eligió para manifestar la cercanía de Dios, su amor misericordioso que cura el espíritu, el alma y el cuerpo».

«En los hospitales y en las clínicas, la capilla es el corazón palpitante en el que Jesús se ofrece intensamente al Padre celestial por la vida de la humanidad».

Atender a todos los pacientes con amabilidad y empatía, viendo en ellos el cuerpo sufriente de Cristo que se entregó por cada uno de nosotros. Dedicarles el tiempo necesario para escucharlos.

La realidad de la atención medica

¿Es posible una atención más humana? Una propuesta

A los enfermos no católicos; creyentes o ateos tratarlos como nos dice el Evangelio de San Lucas (5, 17-26):

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.

Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.

Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.

Al ver su fe, Jesús le dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados”. Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: “¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados están perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa”. Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: “Hoy hemos visto cosas maravillosas”.

En este pasaje podemos ver algunas actitudes que debemos de tener:

1. No darnos por vencidos con nuestro enfermo. Tenemos que llevarlo ante el doctor sin importar los obstáculos.

2. Al ver la Fe de sus familiares debemos ser compasivos, tratarlo misericordiosamente. Ganarnos su confianza y ayudarlo a tener Fe

3. Debemos explicarle que parte de su curación son los medicamentos, cuidados y dieta. Pero sobre todo que vamos a pedirle a Dios por su pronta recuperación

4. Al ayudarle a recuperar su salud lo reintegramos a su trabajo o a sus actividades cotidianas y traemos paz y tranquilidad a esa familia

Como bautizados la lucha por los derechos es inherente a nuestra vivencia de fe; atender a los enfermos con caridad a ejemplo de Jesús.

Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

Evangelii Gaudium, 198

Los ojos de la misión

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