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TESTIMONIOS MISIONEROS

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IGLESIA EN SALIDA

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Testimonio vocacional de Adrián Martínez Aranda, Misioneros de África

Hola, mi nombre es Adrián Martínez Aranda, nací un primero de abril de 1991 en la ciudad de México, pero mi infancia y adolescencia la viví en el municipio de Ecatepec de Morelos, Estado de México. Soy hijo de Efraín Martínez Navarro y Juana Leticia Aranda Uvalle, hace dos años que mi papá dejó este mundo para encontrarse con nuestro creador. Soy el segundo hijo de cuatro varones y el único de ellos que vive lejos de casa.

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Mi familia se ha caracterizado siempre por estar unida, no solo mi familia nuclear, pero de igual manera mi familia extensa. Siempre he dicho que una familia ejemplar es aquella que no niega los problemas entre sus miembros, pero que a pesar de esos problemas cada uno siempre está ahí para ayudar y apoyar a quien está pasando por problemas. En este contexto quiero decir que Dios me ha bendecido con una familia perfecta. Mis padres han educado a sus hijos a ser personas de bien y a siempre permanecer unidos, no solo en los momentos de felicidad, también en los momentos de turbulencias.

Esta característica de mi familia la pude ver claramente cuando mi abuelo paterno partió a la casa celestial. Durante el novenario de mi abuelo, pude realizar el gran regalo que Dios me regaló con una familia que es capaz de dar la vida. Recuerdo que las dos señoras que dirigían el novenario de mi abuelo hicieron una invitación a mis primos y a mí a participar en el grupo juvenil parroquial llamado «Lithos Misioneros», de la parroquia «Jesucristo, Señor de la Misericordia» de la diócesis de Ecatepec de Morelos.

Este contexto de luto, lo considero como el primer contacto del llamado de Dios. Esta invitación al grupo juvenil fue la puerta para encontrarme con la llamada de Dios. Quiero aclarar que en ese momento tenía 15 años. Por consecuente, la idea de ir a la iglesia no era de mi agrado, pues yo pensaba que ir a la iglesia era una actividad para la gente de la tercera edad, es por ello por lo que no fue tan fácil convencerme para asistir al grupo juvenil.

Recuerdo que la parroquia estaba organizando un retiro juvenil. Así que un sábado por la tarde, cuatro jóvenes tocaron a la puerta de la casa. Estos jóvenes traían consigo un cuadro con la imagen de Jesús. Esta imagen tiene una característica peculiar, Jesús tiene los brazos abiertos en señal de invitación a seguirle. Mi hermano mayor y yo escuchamos a estos jóvenes y solo les decíamos que sí, pero ni mi hermano ni yo estábamos convencidos de asistir al retiro juvenil. Pero cuando Dios tiene planes para uno hace lo posible para atraerte, así que con tal de ir al retiro mi mamá nos dijo que nos iba a comprar los boletos para ir al concierto de nuestra banda favorita. Con esa condición no nos quedó más que aceptar e ir al retiro, claro después del retiro mi hermano y yo fuimos al concierto.

Con mi experiencia del retiro juvenil, quedé fascinado y junto con mi hermano nos unimos al grupo juvenil parroquial «Lithos Misioneros». Después de un año y medio en el grupo juvenil, pude darme cuenta de que los jóvenes que asistían formaban ya parte de mi vida y los consideraba como una familia. En este grupo realizábamos diferentes actividades y una de ellas era ir de misión durante la Semana Santa a la sierra del estado de Guerrero. Es curioso que yo formara parte del grupo para preparar a los jóvenes e ir de misión, pero por cuestiones familiares nunca pude ir con ellos.

Fue ahí donde nació en mí la curiosidad de ir de misión, pero donde realmente sentí que Dios me llamaba fue cuando un día, junto con algunos miembros del grupo juvenil, fuimos a visitar un orfanatorio a cargo de las Misioneras de la Caridad. Fue ahí donde también empecé a conocer más sobre la vida de la Madre Teresa de Calcuta. En esa visita recuerdo que había niños pequeños y uno de ellos al verme abrazó mi pierna

y me decía papá. Esta experiencia realmente cambió mi vida, ahí ayudé a hacer tareas simples como darle de comer a los niños, doblar la ropita que acababan de lavar, lavar los trastes, etc. Cuando terminamos nuestra estadía ahí y nos dirigíamos a nuestros respectivos hogares, me di cuenta de que Dios me estaba pidiendo algo más. Ese algo más se fue intensificando por lo que empecé mi búsqueda sobre congregaciones misioneras.

En esa búsqueda un día tomé la computadora y busque en Google congregaciones misioneras, los primeros que me aparecieron en esa búsqueda fueron los misioneros de África, seguidos por los misioneros de Guadalupe y los misioneros Combonianos. Entré a cada una de las respectivas páginas y me puse en contacto con cada una de ellas. A los primeros que visité fueron a los misioneros de Guadalupe y después a los misioneros Combonianos. En cada una de estas congregaciones tuve una pequeña charla con los animadores vocacionales, pero no me sentía satisfecho y fue entonces cuando tuve contacto con los misioneros de África por medio del P. Cristóbal Padilla.

Mis padres y yo tuvimos una cita con el P. Cristóbal y después yo fui a visitar la casa que tienen en la ciudad de Querétaro. Mi visita en esa comunidad fue por cuatro días y lo que más me llamó la atención, fue la manera simple de vivir en comunidad. Todos los Padres comían en la misma mesa, lavaban los trastes juntos, oraban juntos, celebraban misa juntos, claro cada uno tenía sus actividades por realizar, pero esa manera de vida comunitaria atrapó mi atención y fue ahí donde realmente me sentí en casa. Pasó el tiempo y seguí en contacto con el P. Cristóbal.

En febrero del 2010, fue que inició mi formación como candidato al sacerdocio en el carisma de los misioneros de África. Estuve seis meses en la casa de Querétaro, donde realicé mi propedéutico, después ingrese a la casa de formación filosófica en Guadalajara, mis estudios filosóficos fueron por tres años, al término de mi formación filosófica tuve la oportunidad

de ir a Washington D.C. para estudiar el idioma inglés. Volví a regresar a México de vacaciones con mi familia para después emprender mi vuelo hacia Tanzania (África del Este) donde realicé mi noviciado por un año y ahí mismo realicé mi experiencia apostólica (stage) por dos años, donde me tuve que aprender el idioma local llamado Suajili. Después de estar tres años en tierras africanas, regresé a México de vacaciones con mi familia y al mismo tiempo estaba a la espera de mi nuevo nombramiento para mis estudios teológicos. Fui nombrado a la casa de formación teológica en Kenia y es desde aquí en Nairobi, Kenia que les escribo, para compartir mi experiencia del llamado de Dios a ser sacerdote misionero.

Con este pequeño testimonio quiero decirles que no ha sido un camino fácil, pero si un camino lleno de felicidad, camino con el cual puedo compartir mi propia persona al servicio de la gente, no solo católica, pero a cualquier persona sin importar su dogma. Con este caminar también he aprendido que no hay porque convencer con palabras a los demás a creer en nuestra fe católica, pero con el testimonio de vida es como los demás se dan cuenta de las maravillas que Dios tiene preparado para cada persona. Una cita bíblica que me ha acompañado durante toda esta travesía de mi vocación ha sido la siguiente: «Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros. El amor mutuo entre ustedes será el distintivo por el que todo el mundo los reconocerá como discípulos míos» (Jn 13, 34-36).

Estas palabras de Jesús, siempre las he tenido presentes donde quiera que voy, pues he aprendido que el idioma universal para anunciar el Evangelio es el idioma del amor. Este idioma no conoce fronteras, y cada cultura tiene una forma peculiar de expresar este idioma. Es por ello, querido lector, que quiero darte antes que nada las gracias de tomarte el tiempo de leer este humilde testimonio, de igual manera, conoces a un misionero que esté predicando el Evangelio fuera de su país, no olvides orar por él o ella. Es importante saber que el afecto humano para un misionero es fundamental ya sea a través de la familia o amigos. Pues con el apoyo emocional y humano también fortalecemos nuestro compromiso. La oración es fundamental, pues es nuestra fuente de energía. Y si está en sus posibilidades de apoyarlo económicamente, no dude en hacerlo, estoy seguro de que su ayuda será en beneficio de la misión y Dios sabrá compensárselo al ciento por uno al igual que sus oraciones.

Me despido esperando que donde quiera que te encuentres, este humilde testimonio te ayude a descubrir la voluntad de Dios en tu vida y si sientes el llamado de Dios, no tengas miedo a responder, no te garantizo un camino fácil, pero si un camino lleno de aventuras y sobre todo de felicidad plena. No olvidemos orar por las vocaciones y como dicen en Suajili «Mungu awabariki ninyi nyote» que quiere decir Dios los bendiga a todos. «Kwaheri» (hasta pronto).

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