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IGLESIA EN SALIDA

Pastoral vocacional

La pastoral vocacional es una parte de las diversas tareas de la Iglesia que, al igual que otros elementos, han sufrido cambios en la época moderna. Cosas que funcionaban para realizar esta tarea apenas hace unos cuantos años, hoy resultan intentos escuetos e insuficientes.

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Cuando el Papa se lanza a rescatar esta característica de la Iglesia misionera y habla de una Iglesia en salida, evidentemente, es algo que toca directamente a la pastoral vocacional. Es tal la preocupación del Santo Padre sobre esta situación, en la que muchos jóvenes viven, que ha tenido a bien convocar a los obispos para celebrar un sínodo, sin evitar o evadir que para ello los jóvenes tienen que ser escuchados y, hasta cierto punto, que sean ellos los protagonistas de este acontecimiento, el cual se espera sea un acontecimiento donde los jóvenes se sientan realmente incluidos, tomados en cuenta, incluso jóvenes que profesan otras religiones o hasta aquellos que han perdido totalmente la fe y creen que ya no es posible seguir profesando a un Dios, en ninguna de sus manifestaciones, y se declaran ateos.

De alguna manera, las situaciones a las que se tienen que enfrentar los jóvenes de hoy en el mundo entero, en muchos casos, los obliga a dejar su tierra para emigrar a otras partes en busca de oportunidades, o simplemente para sobrevivir huyen de situaciones de violencia.

Lo triste de estas últimas generaciones es que también los jóvenes son señalados y criticados, pues al parecer carecen de estabilidad tanto emocional como laboral; falta de orientación frente a los valores de la vida y no son constantes en sus propósitos. Muchas de las empresas niegan las oportunidades de trabajo por el hecho de no contar con la fuerza de la juventud para usarlos en su crecimiento y expansión a la manera que ellos quieren, esclavizándolos como lo habían hecho con las generaciones anteriores; mientras que por otro lado, la mercadotecnia sí ha usado técnicas para manipular las conciencias e intentar domesticarlos desde pequeños para convertirlos en instrumentos de compraventa.

Las situaciones familiares también han creado consecuencias en el desarrollo de este tipo de filosofía, que abunda entre las nuevas generaciones, relativiza muchos valores y alimenta más el individualismo, la comodidad y el confort. Se maximiza el valor del trabajo en cuanto a capacidad para adquirir más bienes materiales, eso ha llevado a muchos padres de familia a dedicar más tiempo al trabajo que al estar y acompañar a los hijos en el hogar. Esto ha provocado que los procesos naturales de acompañamiento de niños, adolescentes y jóvenes se hayan alterado, creando un vacío tanto en la formación de la fe como en los valores humanos, que antes, con mucha naturalidad se trasmitían de generación en generación.

En un tiempo no muy lejano, en la pastoral vocacional, los promotores vocacionales, como se les llama a los encargados de esta tarea, limitaban su trabajo a convencer a los jóvenes a entregar su vida a la vida religiosa, era claro que tenían que llenar los seminarios y conventos religiosos con jóvenes y jovencitas. A los promotores les bastaba con hacer alguna visita a las parroquias con los grupos juveniles o a los colegios católicos para satisfacer la necesidad de llevar jóvenes convencidos de servir a través de la vida religiosa o sacerdotal. Con la vocación matrimonial sucedía también algo semejante porque por naturaleza se daba una formación y seguimiento religioso y social dentro de las familias cristianas.

La Iglesia misma como movimiento, nacida del amor eterno del Padre, a través de la misión del Hijo y del Espíritu, está inscrita en la historia del hombre y de las comunidades humanas.

Hoy en día nos damos cuenta que, las funciones formativas con las que cumplía con mucha naturalidad la familia en general, extendida y apoyada mutuamente por la comunidad parroquial y las instituciones educativas, ha sufrido un cambio radical en su dinámica y en ello prevalece un vacío enorme. Es por ello que la pastoral vocacional se ve urgida a crear un sistema mucho más amplio, donde no se aferre solo en la pesca o cosecha, sino que tiene que cuidar de una manera más integral la concientización y formación vocacional, desde su dedicación a sembrar, cuidar y cosechar, a ello le ha llamado, crear una cultura vocacional que se refiere a crear conciencia desde la infancia hasta los adultos mayores, ayudando a ver la responsabilidad que todos tenemos de hacernos responsables de responder a Dios por nuestra propia vocación, la conciencia que como comunidad tenemos la responsabilidad de acompañar, guiar, y ayudar a discernir a quienes se encuentran en búsqueda de su lugar dentro de la comunidad eclesial, lo cual nos hace conscientes de que todos tendríamos que ser y sentirnos promotores de todas las vocaciones específicas en respuesta sincera a Dios.

Es urgente pues, abanonar los individualismos, dedicar mucho más tiempo a sembrar y a tomar cuidado con un acompañamiento mucho más cercano a los niños, adolescentes y jóvenes. La tarea es tan amplia que no se puede delegar a un simple individuo, las comunidades parroquiales, religiosas y los grupos cristianos deben sentirse urgidos a responder a esta necesidad involucrándose directamente con palabras, acciones y testimonios propios de la vida cristiana para mostrar a los jóvenes que vale la pena confiar y entregar la vida en el servicio de los más pobres y necesitados. No simplemente como servicio social sino llenos de confianza y esperanza alimentada por la presencia acompañante del amor de Dios, que nos lleva a superar nuestras propias fuerzas y nos abre el horizonte a una vida más plena. Aún más, nos hemos dado cuenta que, este trabajo ha de ser eclesial y no de llaneros solitarios, cuando se presenta a los jóvenes el carisma no ha de ser reducido a una congregación u orden religiosa, primero se debe presentar el carisma o misión de la Iglesia y la pluralidad de carismas que se desprenden de esta única tarea sin intentar manipular conciencias para aumentar los números sino para emocionar y ayudar a descubrir la tarea que ese joven tiene dentro de la Iglesia.

En este campo hay aún mucho trabajo por realizar, puesto que necesitamos superar los celos entre congregaciones, concientizar a los superiores para que no vivan presionados por la carencia de jóvenes en los seminarios y más bien se unan a esta tarea mucho más amplia y eclesial, llenos de confianza en el futuro,

puesto que la Iglesia es guiada por el Espíritu de Dios y siempre nos incita a la alegría y la confianza. Necesitamos deshacer los muros que nos han mantenido separados para trabajar juntos como verdadera Iglesia, en comunión. Solo en esta unidad nos podremos convertir en una Iglesia en salida porque somos conscientes también que el día de hoy, las parroquias, grupos juveniles y colegios nos son un lugar referencial para los jóvenes y que es necesario salir a su encuentro en los lugares donde ellos frecuentan con más gusto y confianza para invitarlos a acercarse nuevamente a la casa, a su comunidad. La invitación como Iglesia entonces nos empuja a que sea en unidad en la pluralidad para que los llevemos a tener un encuentro vivo con Cristo resucitado, un encuentro con nuestras congregaciones o nuestra Iglesia como institución solo les llevaría a rectificar las falsas ideas y prejuicios que se han creado de nosotros y más que desear unirse a nuestras fuerzas, seguramente terminarán huyendo de nuestra propuesta; puesto que se vuelve una más entre tantas que ofrece el mundo apoyado en sus fuerzas, individualismos y promesas falsas de poder y éxito temporal.

Seamos pues una iglesia unida en la caridad de cristo para convertirnos en una Iglesia en salida.

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