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Rosario misionero en Tadó, Chocó, durante el VIII Encuentro Nacional Misionero de Seminaristas. -Istmina, Chocó. Junio 28 de 2013-

En el siglo XVII, el beato Papa Inocencio XI decía: “quiero más la ordenación de un sacerdote indígena que la conversión de 50.000 cristianos”. De esta expresión denota la magna importancia que tiene el apoyar a los seminaristas, especialmente a aquellos que en África, Asia y América se preparan para servir en las diversas Iglesias misioneras que carecen de clero nativo. Monseñor Gerardo Valencia Cano decía: “Sentimos la orden imperiosa del Vicario de Cristo de formar al clero nativo... este clero secular para la selva y el llano, el desierto y la costa, había de ser un invento tan maravilloso como la luz eléctrica”. Es maravilloso considerar el particular momento de Gracia que el Señor nos permite vivir con el pontificado del Papa Francisco, el Papa alegre, el Papa humilde y sencillo, el Papa sabio y decidido. En sus mensajes encontramos un constante llamado a SALIR DE NOSOTROS MISMOS, a darnos y a dar el Evangelio a los demás, a tener la valentía de anunciar a Cristo viviendo nosotros, no un

cristianismo mundano, sino un cristianismo auténtico que implica el gozo de abrazar la cruz por amor al Señor y por amor a los hermanos. Es en esa perspectiva de fe que debemos vivir nuestra participación en la POSPA, la Obra del Papa que apoya las vocaciones misioneras del mundo entero. Y en ese ambiente especial de gracia, nosotros los colombianos, hemos recibido el tesoro inagotable de fe y de fuego misionero, en la persona de Santa Laura Montoya. La Iglesia, al canonizarla, nos la propone como testigo auténtico y seguro del seguimiento del Señor. Dos de las convicciones fundamentales de fe vivida en la Madre Laura fueron la fidelidad a Dios y la plena confianza en él. En una ocasión una mujer desesperada por su vida disoluta y ya al borde del suicidio, es atraída por el rostro sereno y lleno de paz que ella vio en la joven maestra Laura Montoya. El golpe de gracia para la conversión de aquella mujer desesperada, fueron las siguientes palabras que escuchó de Santa Laura: “piense en que mi paz es hija de la confianza en Dios”.

Confiemos plenamente en Dios y pidamos la gracia de la generosidad apostólica y del celo por ganar a muchos para el Señor. De esta atmósfera de fe brota espontáneamente el dinamismo misionero y la alegría de contribuir para que haya santos sacerdotes que renueven la Iglesia en todo el mundo. Una fe que se estanca en nuestros esquemas mentales, en nuestro parecer y que no sale por temor a fallar o por la pereza espiritual que es inevitable consecuencia de una vida según los criterios del mundo, que en el fondo se reducen a uno solo: el egoísmo. Una vida guiada por el egoísmo no sirve, imposibilita la felicidad y frustra el proyecto de Dios para cada persona. Es tiempo de cambiar de mentalidad, de abandonar toda inercia o indiferencia y potenciar todo lo que implique hacer el bien a los demás. El mayor bien que podemos hacer es dar a Jesucristo. El sacerdote tiene como misión hacer que los hombres se reconcilien con Dios y vivan en su amistad. * Secretario Nacional POSPA Y PUM pospa@ompdecolombia.org

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Revista Misiones N. 793// Julio - Agosto 2013


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