
2 minute read
ATEÍSMO, AGNOSTICISMO Y RELIGIÓN EN LA POESÍA
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía: “Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía”!
Advertisement
¡Y cuántas, hermosura soberana, “Mañana le abriremos”, respondía, para lo mismo responder mañana!
Más acá en el tiempo. Gabriela Mistral, en este fragmento de “¡De qué quiere Usted la imagen?” reniega de la imagen actual del Cristo, y de la religión en sí, pero sin hacerlo de Jesús ni Dios. Yo necesito una imagen De Jesús El Galileo, Que refleje su fracaso Intentando un mundo nuevo, Que conmueva las conciencias Y cambie los pensamientos, Yo no la quiero encerrada En iglesias y conventos.
Otro ejemplo de versos creyentes es este “SONETO A DIOS”, de Juana de Ibarbourou Porque me diste la palabra y pudo ser ella en mí, oficio de invierno en la menuda gema de mi verso que adivino luego en reluciente escudo, me siento tu deudora y a ti acudo en noche y día de esplendor diverso, hora feliz, oscuro lustro adverso, fiel azucena o álamo desnudo.
Así me inclino como Job, paciente, en la sumisa espera penitente ante tu sombra que aniquila el rayo.
Fui tu diamante de inocente fuego, y ya alma oscura, a tu piedad me entrego en esta aurora pálida de mayo.
Un día para ir hasta dios” de Roberto Juarroz, nos muestra un dios (en minúscula) que ya denota el abordaje del autor, de un dios no omnipotente, ni omnipresente, ni omnisciente, ni eterno: Un día para ir hasta dios o hasta donde debería estar, a la vuelta de todas las cosas.
“
Un día para volver desde dios o desde donde debería estar, en la forma de todas las cosas. Un día para ser dios o lo que debería ser dios, en el centro de todas las cosas.
Un día para hablar como dios o como dios debería hablar, con la palabra de todas las cosas.
Un día para morir como dios o como dios debería morir, con la muerte de todas las cosas. Un día para no existir como dios con la crujiente inexistencia de dios, junto al silencio de todas las cosas.
Los dados eternos”, de César Vallejo, no es más que un rezo a ese dios que no existe. Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: tú no tienes Marías que se van! Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado... Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura, ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura.