La Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se construyó en los años sesenta como un instrumento temporal para responder a una fase de la historia mundial en la que se mezclaban la descolonización, la guerra fría, la industrialización y las desigualdades flagrantes entre el «Norte» y el «Sur». Cincuenta años más tarde, en un texto influyente, Jean-Michel Severino y Olivier Ray (2009) constataban que la AOD se había convertido en una «política pública mundial», al tiempo que se interrogaban sobre su inminente fin. La AOD parece tener esa particularidad de ser al mismo tiempo una política mundial instituida, apoyada y financiada –y, por lo tanto, resiliente ante los cambios del mundo– y de parecer como perpetuamente en retraso con respecto a su época, carente de ambición e inadaptada para los desafíos del futuro.