Nuestro Tiempo 649-650

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Ha tocado en muchos escenarios, pero, ¿en el Aula Magna de una universidad...? No, la verdad es que no es lo habitual. Pero la sensación tampoco cambia tanto, en cualquier sitio tocas y cuando uno se expresa con sinceridad y haciendo lo que sabes hacer, pues la gente lo recibe. Sea en el conservatorio de tal, o en un garito de medianoche. Ya que está en un aula, ¿qué lección querría compartir con los músicos jóvenes que han venido a verle? La música es una profesión vocacional. La pasión que te empuja a apuntarte a una escuela o a ir con un amigo para ver cómo funciona esto, a veces se puede ver difuminada por intentar hacer bien las cosas, te metes en el laberinto del estudio. Y eso es fantástico, pero por favor no olvidemos la pasión por la música. La música es sonido, olvídate del sol menor, del 4x4 y produce sonido, exprésate. Las escalas no son notas, son frases, es expresión, hay que decirla. Yo me veo retratado en la gente de esta generación. Llegas a un punto en el que ya sabes tocar y te preguntas, ¿y ahora que hago? Uno tiene muchas dudas... ¿me podré dedicar a esto?, ¿soy malo?, ¿soy bueno?, ¿llegaré a despuntar?, ¿por dónde tengo que ir? ¿tengo que estudiar esto o aquello?... Esas inquietudes, como yo las he tenido, pues me veo retratado. Y me gusta recordarlo y lo digo, digo las cosas que me han pasado, porque a la gente le gusta. Porque ven un tío que ha elaborado un lenguaje y piensan: “Ha tenido los mismos problemas que yo...” y anima. Y es que no somos tan lejanos, la 142

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S distancia que nos separa es... sólo unos cuantos años. ¿Cuál ha sido la última sorpresa que se ha llevado, en su trabajo o en el trabajo de otros? ¿Un hallazgo que le haya sorprendido? Es muy aleatorio, no sabría decirte un músico o una pieza concreta. El día está lleno de sensaciones, hay cosas que a lo largo del día te cabrean, te emocionan... Allí encuentras cosas. Al fin, con la música tienes que expresar un estado de ánimo, sería absurdo ocultar la furia. También está y se expresa, igual que otras emociones. El flamenco tradicional, el cante jondo, iba muy de la mano de la poesía. Con su modo de concebir el flamenco, ¿qué otra expresión artística casa mejor? Sin duda, muchas de las letras del flamenco son una auténtica sentencia. Las letras del flamenco es algo que yo no manejo, puesto que yo propiamente no canto, pero hay coplas alucinantes. Yo me encuentro más cercano al baile que a la poesía. Pienso que lo más grande que pueden hacerle a un músico, ya sea de flamenco o de otra disciplina, es que le bailen su música... – que le bailen bien su música—. O mal también (ríe). Pero si lo bailan bien es alucinante. El baile flamenco además es muy bonito, tiene una emoción que no se puede evitar...seas de Japón, de China o de donde seas, te cala. Si tuviese que recomendar cuatro discos imprescindibles para aficionados al flamenco, ¿cuáles serían? Uf, qué responsabilidad... Te di-

ría, por ejemplo, Tauromaquia de Manolo Sanlúcar, Al Compás de los Zambos, de los Zambos, alguno de Peret, cualquier disco de Camarón, el más malo, el bueno y por poner algo de flamenco con otros instrumentos, pues alguno de los discos que hicimos con Paco de Lucía, o alguno de los discos de Carles Benavent, o alguno de mis discos. Ha tenido la suerte de tocar con gente tan decisiva para la historia del flamenco como Paco de Lucía o Camarón. ¿Podría contar alguna anécdota de su trabajo con ellos? Pues cuando yo empecé a tocar con Camarón estábamos ensayando para montar unos temas y yo tendría como 18 años o así. Camarón también era jovencito, de hecho ahora Camarón es un gran mito y sin embargo en aquella época yo paseaba con él por la Gran Vía y no nos paraba nadie. Era todavía bastante desconocido, pero ya muy apreciado por su arte entre quienes sabían de él. El caso es que se le ocurrió al productor del disco que una taranta con el saxo quedaría muy bien, y le dijo a Camarón: “Venga Jose, enséñale una taranta a Jorge y que se la aprenda”. Vino un día a casa y estuvo no sé cuantas horas intentando enseñarme una taranta y yo no daba ni una, pero ni una... (sonríe). Y él tuvo una paciencia increíble, allí horas y horas y horas. En el momento no le das importancia, pero ahora cuando lo recuerdo me hace gran impresión, recuerdo la paciencia que tuvo de enseñarme cosas. Y no te creas, no conseguí aprendérmela entera, aprendí dos o tres frases y la he ido aprendiendo... Y ahora ya me la sé. JULIO-AGOSTO 2008

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