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Consideraciones preliminares

Introducción. Más allá de las recepciones: el estudio simultáneo

Hace poco más de un año, tras reencontrarme con la última versión de la Sociología Argentina (1918) de José Ingenieros –uno de los textos más influyentes y representativos del pensamiento de inicios del novecientos–noté rápidamente que existen evidentes diálogos entre aquél bestseller y algunas de las obras más importantes del “período dorado”1 de la así llamada Escuela de Sociología de Chicago. En particular, con los trabajos de Robert Ezra Park.

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Uno de puentes rápidamente identificable se sitúa en la dimensión teórica. Es sabido que Darwin y Spencer se encontraron entre las figuras más influyentes de la filosofía, la historia y las ciencias sociales en el pensamiento social del “norte” y “sur” americano durante el segundo tramo decimonónico y las primeras décadas del “corto siglo XX”. Puede decirse que el evolucionismo clásico atravesó, de extremo a extremo, como la cordillera de los Andes, los campos intelectuales del continente. Tanto la Ecología humana de Park, como el Bioeconomicismo de Ingenieros, con sus matices y complejidades, se encuentran fuertemente impregnados por la teoría del orden y el cambio social del autor de El estudio de la Sociedad.

Pero también noté con rapidez –y asombro– el llamado a realizar un giro en el método y la construcción del objeto de estudio que se dio casi simultáneamente en los proyectos intelectuales de ambos íconos de las ciencias sociales en formación.2 Ingenieros impugnó hacia 1913 la consideración de las multitudes como sujeto dilecto del estudio sociológico debatiendo así abiertamente con Las multitudes argentinas de Ramos Mejía, publicado en 1899. Park, por su parte, pasó de hacer de la masa un tema-problema doctoral (1904) a soslayarla o casi olvidarla en sus investigaciones abocadas a la Human Ecology –y más precisamente, Urban Ecology (1916-1925).

Considero que las huellas de Spencer constituyen la punta del iceberg de las interacciones posibles a formular entre el pensamiento social (y más precisamente, la Sociología) del “norte” y “sur” americanos del novecientos. De profundizar esta línea interpretativa, estaría valiéndome de un método usualmente empleado para establecer relaciones de producción, circulación y apropiación entre las culturas intelectuales. Estas relaciones están desacopladas espacial y temporalmente: autores “A” (v. gr., intelectuales europeos) producen (en un tiempo “1”) obras referentes, hasta fetiches (v. gr., El origen de las

Especies; “A1”), que luego son “importadas” por intelectuales “B” (v. gr., sociólogos estadounidenses y argentinos del novecientos) que “digieren” y “metabolizan”, con fines diversos (en un Otro-posterior-espacio-tempo, “2”), las obras consagradas. Estas últimas son utilizadas, con lecturas y fines diversos, para producir nuevos escritos (v. gr., La sociología Argentina, The City, etc. “B2”).

Ahora bien, sin desestimar lo que podría definir rápidamente como los estudios de la recepción, en el juego de entrecruzamiento planteado, tal como sugiere el giro señalado, sostengo que pueden elaborarse múltiples dimensiones analíticas mediante las cuales sería posible analizar y comparar con profundidad y originalidad las “masas”, las “multitudes”, las “razas” –entre otras formas de agregación colectiva– en los pensamientos sociales del penúltimo período finisecular. Estas dimensiones no están determinadas por –ni pueden reducirse o comprenderse a través de– las innumerables y complejas mediaciones que existen en “los viajes” (unilaterales) que las diversas “doctrinas europeas” realizaron, en el tiempo comprendido, al “norte” y “sur” americano.

Preludio al estudio de los colectivos psicosociales en las sociologías del novecientos: calibrar las dimensiones analíticas.

Los entrecruzamientos simultáneos, además de prestar una particular atención a la experiencia histórica, similar o afín, reconocen encrucijadas, tensiones, apuestas que pueden ser “interiores” y/o “exteriores” al campo científico-intelectual. El lector podrá comprender mejor este método a medida que avance el desarrollo de las dimensiones ofrecidas para la comparación de las sociologías del “norte” y “sur” americano de inicios del novecientos.

Un primer eje analítico alude al proyec- to de ciencia social: la sociología debía ser, para estos autores, una disciplina orientada empíricamente. Mucho más marcadamente que en Europa, en Estados Unidos y en Argentina se tendió a considerar la formalización teórica como un momento primero (formal, abstracto, sistematizador) de la producción científica. Se rechaza, así, la figura del sabio de gabinete abstraído de los problemas y debates del espacio-tiempo histórico-social contemporáneo. La ciudad (Robert Park), la nación (José Ingenieros), las multitudes [en la historia argentina] (José M. Ramos Mejía), la migración campesina (William Thomas y Florian Znaniecki), por citar algunos ejemplos, constituían laboratorios del análisis social y cultural tan directo como primordial.

El llamado al estudio de la realidad-socialpresente y el rechazo a la exacerbada especulación teórica se articula directamente con la segunda dimensión: la vocación y voluntad historicista, cultivada a caballo de los fundamentos del evolucionismo y el particularismo sociocultural. ¿Cuáles fueron las más generalizadas resonancias de Darwin y Spencer en las culturas intelectuales y científicas en las Américas del novecientos? Aquí identifico tres: (1) que el motor de la historia –y las relaciones sociales– es la lucha por la existencia (mucho más que la cooperación o la solidaridad); (2) que las comunidades humanas evolucionan desde sus formas más simples hacia las más complejas; y que, (3) el observable más relevante para estudiar las dos leyes citadas es el territorio, en tanto ambiente físico-social. Ahora bien, estas máximas del movimiento y las relaciones sociales no deben aplicarse universalmente. Lejos de las pretensiones universalistas del eurocentrismo sociológico o antropológico decimonónico, las sociologías americanas del penúltimo finde-siècle manifestaron una especial sensibilidad por lo particular, o las múltiples –propias, americanas– variaciones de una modernidad crecientemente mundializada.

Relacionado a ello, podemos identificar, en tercer lugar, tanto un específico interés por el estudio sincrónico –más que el diacrónico– de los ecosistemas humanos como por aquellos procesos sociales medulares de las experiencias históricas locales centrales del penúltimo cambio de siglo: contacto, acomodación, conflicto y asimilación (social, política, económica y/o cultural). En dicho estudio sobresalen las narrativas tendientes a describir o explicar el desarrollo de las “colonias humanas” desde sus formas comunitarias, “primarias”, tradicionalistas y rurales a las asociativas, “secundarias”, seculares y urbanas. Al mismo tiempo, los pensamientos sociales en el “norte” y “sur” americano se esforzaron por escudriñar ciertos fenómenos distintivos o característicos de las modernidades locales o localizadas (v. gr., chicaguenses-estadounidenses o porteñas-argentinas).

El desarrollo de las fuerzas productivas y de comunicación facilitó el contacto intercivilizatorio a gran escala desde el segundo tramo del siglo XIX. Luego, la cuestión social más interesante a indagar fueron el contacto, la acomodación o –aclimatación–, así como la asimilación –muchas veces entendida como integración socio-cultural. Ello vislumbra los marcados esfuerzos del científico social por decodificar, prescindiendo de todo espíritu moralista o prejuicioso, la incidencia de los aluviones migratorios en las sociedades y las culturas americanas, así como en la acelerada urbanización, el cosmopolitismo, el mestizaje, la aculturación urbana, etc. entre 1880 y 1920.

Estos procesos migratorios masivos, interpretados a través de las lentes “belicistas” de Darwin y Spencer, soslayaban o desestimaban paralelamente los conflictos de clase. El mainstream no sólo sociológico, sino de prácticamente todo el pensamiento social americano del penúltimo período finisecular fue burgués. He aquí una cuarta dimensión analítica. A diferencia de las tradiciones europeas, en el positivismo latinoamericano o en el pragmatismo estadounidense no es posible encontrar, salvo excepciones, la necesidad de discutir explícitamente con el fantasma de Marx. Tampoco con los anarquistas. La fe en el progreso espiritual y material; la naturalización de taxonomías tales como civilización-barbarie, o sociedades avanzadas-primitivas o arcaicas, entre otras políticas intelectuales, manifestaron la función ideológica y reificadora de los pensamientos sociológicos-antropológicos dominantes del continente; los cuales sirvieron a los intereses de las clases dominantes locales. En este sentido, la asimilación urbana y cultural migrante fue entendida como un proceso orgánico, casi natural que homóloga, por ejemplo, el modo en que las plantas en el reino vegetal, invaden, luchan, expulsan, cooperan y, en definitiva, “se adaptan o perecen” en sus propios ecosistemas.

Ciencias positivas, empíricamente orientadas, burguesas y, como corolario, reformistas. Este espíritu transformador conforma la quinta y última dimensión de análisis construida. La sociología debe brindar los utensilios necesarios para escudriñar, pero también modificar el curso histórico de las colectividades humanas. No sólo se trata de comprender la sociedad. Es necesario a su vez –invirtiendo la famosa Tesis sobre Feuerbach– reformarla, al interior de los márgenes de las relaciones de propiedad capitalistas, el Estado burgués y la cultura contractualista. El espíritu reformista –heredero del protestantismo en Estados Unidos y del proyecto ilustrado-planificador de las elites en la Argentina– encontró múltiples manifestaciones: desde el llamado a la educación laica, universal y obligatoria (Ramos Mejía), pasando por la formación de cooperativas multiétnicas (Thomas y Znaniecki) hasta la creación de organizaciones capaces de animar la participación cívica en los suburbios residenciales (Park). El común denominador fue, no obstante, la disposición del clínico social a recetar las terapéuticas necesarias para extirpar las “patologías” o “anomias” que aquejan a las sociedades contemporáneas, previo diagnóstico rigurosamente calibrado.

Consideraciones finales

Hasta hoy, rara vez se han puesto en diálogo los pensamientos sociales americanos del segundo tramo decimonónico e inicios del novecientos. Ello se debió a dos operatorias recurrentes. Por un lado, se priorizó el estudio de las relaciones intelectuales y culturales que América Latina o los Estados Unidos establecieron, puertas afuera, con las teorías e ideas europeas. Por otro lado, tal como hiciera Gino Germani hacia 1950-1960, se estableció una férrea distinción entre pensamiento científico (el estadounidense) y el precientífico, (el argentino). Ello obturó la identificación de diálogos relevantes y sugestivos entre el “norte” y “sur” intelectual. El objeto aquí construido –que trasciende y al mismo tiempo encuadra el estudio comparado de categorías analíticas tales como «masas», «multitudes», «razas»– se propone construir nuevas comparaciones entre los pensamientos americanos empleando para ello un método nuevo y original.

Notas

1 Obras publicadas, poco más o menos, entre 1915 y 1925.

2 Una versión extensa y definitiva del presente escrito podrá encontrarse próximamente en la revista Trabajo y Sociedad, número 39, invierno 2022 (En edición), con siguiente título: “Modernidad y Sociología en el «norte» y «sur» americano. Un abordaje simultáneo de la primera Escuela de Chicago y el positivismo argentino (1900-1920)”.

Bibliografía de referencia

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Coser, Lewis (1978). “Corrientes sociológicas de los Estados Unidos”. En Bottomore, Tom y Nisbet, Robert (Eds.): Historia del análisis sociológico, pp. 327-363. Buenos Aires: Amorrortu.

Fabian, Johannes. (2014 [2002]). Time and the other. How antropology makes its objetct. Nueva York: Columbia University Press.

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Ingenieros, José (1957 [1918]). Sociología argentina. Buenos Aires: Elmer

Park, Robert E. (1999 [1925]). La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Madrid: Ediciones del Serbal.

Park, Robert E. y Burgess, Ernest W. (2016 [1921]). Introduction to the Science of Sociology. Chicago: University of Chicago Press.

Ramos Mejía, José M. (1977 [1899]). Las multitudes argentinas. Buenos Aires: Editorial de Belgrano.

Terán, Oscar (2000). Vida intelectual en el Buenos Aires de fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la cultura científica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Thomas, William y Znaniecki, Florian. (2004) [1918-1919]. El campesino polaco en Europa y América. Madrid: CIS.