¡Ni un paso atrás! Edición N° 17

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El sindicalismo en la encrucijada de YPF, la reforma de la Carta orgánica del Banco Central, la política de desconexión con el FMI y otros centros de poder y condicionamiento económico, la ampliación de derechos y la ley de trabajadores rurales, increíblemente torpedeada por los diputados que responden a Moyano y a su supuesto representante, Gerónimo Venegas, firme aliado a su vez de las patronales del sector. A esta lista, que no es taxativa, hay que sumar la política que puso fin a la impunidad de los genocidas y que hoy se profundiza con los juicios a Carlos Blaquier y Jaime Smart, el inicio de la etapa del juzgamiento de civiles implicados en el terrorismo de Estado. En ese marco la pulseada con las corporaciones mediáticas y económicas (nacionales e internacionales) se ubica en una escalada de hostigamiento que tiene el claro objetivo de desgastar al gobierno de Cristina Kirchner y a todos los actores que apoyen su rumbo. La hipótesis de máxima es impedir que el gobierno cumpla su mandato, y la de mínima es imponer la sucesión, desde los sectores del justicialismo vinculados a la derecha del PJ, ya que los grupos dominantes parecen haber descartado por inservible la hipótesis de la derrota del kichnerismo por la vía de la centroderecha antiperonista. Una avanzada en la que se enrolaron patrullas perdidas del campo popular, las mismas que en 2008 se mezclaron con la Sociedad Rural. Sectores que, con visión oportunista, hoy pegan el salto para ser parte de la oposición y se vuelven perfectos objetos mediáticos de Magnetto y de los Mitre. En esa misma línea hay que entender el viraje de Moyano, que fracturó la CGT para enfrentar al gobierno en una suerte de triple alianza con el Momo Venegas, Barrionuevo y Micheli. Algo absolutamente coherente en el caso del gastronómico y del socio de los ruralistas que siempre jugaron desembozadamente por derecha. Algo un poco más difícil de explicar para Moyano, cuya trayectoria ha sido un zigzagueo permanente, como lo demostró en el 2003, jugando para la candidatura de Rodríguez Saá y después volcándose al kichnerismo. Y algo imposible de explicar en el caso de Micheli que

salta de encuentros internacionales con sindicalistas de izquierda y al regreso, sin ponerse colorado, va de furgón de cola de sus socios de la pesada sindical.

Lo que falta Lo enumerado no implica desconocer que existe una agenda pendiente: la necesidad de convertir el impuesto a las ganancias en un gravamen a los altos ingresos; el combate al trabajo en negro; la democratización sindical, para que se equiparen los derechos entre las organizaciones obreras que tienen personería gremial y las que no; el combate a fondo contra la precarización y tercerización laboral. Lo que nos plantea el compromiso

Nada es tan significativo para entender el por qué del apoyo mayoritario de los trabajadores al kirchnerismo como el hecho de que del 2003 a la fecha se hayan creado más de 5 millones de puestos de trabajo. como Central de Trabajadores de ser parte activa del proceso de renacionalización de los recursos e instrumentos estratégicos de nuestra economía para darle sustentabilidad a la agenda social y al proyecto de integración latinoamericana. En conclusión, y a pesar de los obstáculos, porque somos una Central que reivindica la autonomía de clase pero no la confunde con neutralidad ni con seguidismo a los grupos de poder, apostamos obstinadamente por la actual dirección. Como CTA nuestra tarea principal es aportar a constituir una corriente nacional del sindicalismo argentino para potenciar el protagonismo político de los trabajadores y contribuir a fortalecer el campo popular en un momento en el que las fuerzas

que se oponen al kirchnerismo pretenden retomar la iniciativa generando hechos como el último cacerolazo, el piquetazo nacional del 20 de noviembre y el fracasado paro del 19 de diciembre, encabezado por Moyano y con el apoyo de la triple alianza de Micheli, Venegas y Barrionuevo, más el aporte obrero de la UCR y hasta la patronal rural.

El desafío de politizar Pensamos que la representación gremial debe estar atravesada por la necesidad de politizar la participación de los trabajadores, involucrándolos en las discusiones que atañen a su realidad más inmediata y cotidiana, pero también a los grandes temas de la vida nacional. No queremos un movimiento obrero corporativo, tampoco sindicatos amarillos que se limiten a su función reivindicativa. Creemos que la autonomía de la clase trabajadora no significa neutralidad respecto a los procesos políticos y sociales que vivimos en un momento en que la confrontación entre la democracia y las corporaciones está alcanzando picos de intensidad. En nuestra experiencia nos resulta evidente que no es lo mismo gestionar paritarias ahora que con gobiernos apegados al mandato neoliberal. Sin embargo algunos dirigentes sindicales se abstraen de esa gran diferencia y se aferran a una demanda reivindicativa que implica un retroceso enorme. Por ejemplo, que se pase de los míticos 22 puntos que exigíamos con Saúl Ubaldini, o de las demandas de universalización de políticas sociales que impulsaba el Frenapo al reclamo de subir el mínimo no imponible es una forma de confinar a la clase trabajadora al interior de un gueto corporativo. Encasillar al sindicalismo argentino, que históricamente fue un poderoso sujeto de transformación, para convertirlo en el instrumento de agitación amarillista del relato de Clarín y compañía es limitarlo y achicar su potencialidad. Desde la CTA, lucharemos para que no se cometa ese gravísimo error que pondría al movimiento obrero a contrapelo del papel que jugó a partir del 17 de octubre de 1945. * Secretario General de la CTA

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