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Contribuciones y Desafíos de la Comunidad Latinx en Kalamazoo
from Ed.582 web
Cocina tradicional que permanece en el condado Kalamazoo
La historia de Mayra Melchor y su restaurante es un testimonio de herencia, sabor y comunidad.
Por Diana Pérez para New/Nueva Opinión
Nota del editor: Este reportaje forma parte de la serie Contribuciones y Desafíos de la Comunidad Latinx en Kalamazoo de New/Nueva Opinión. Subvencionada por la Kalamazoo Community Foundation.
Kalamazoo, MI - Mayra Melchor, con la ayuda de su esposo Gustavo Melchor, abrió Buen Provecho hace más de cinco años, justo al principio de Covid y la cuarentena. Mayra tenía una visión de poder compartir su sazón con la comunidad. Más allá del negocio, el restaurante representa un sueño familiar y una herencia cultural.
“Aprendí a cocinar a los 10 años. Mi mamá me enseñó cosas simples de chiquita para prepararle a mi papá y hermanos.” ella recuerda. Hoy, todas esas recetas y memorias alimentan a toda una comunidad.
Durante sus primeros años muchos de sus platillos terminaban siendo regalados. No se compraban, y en vez de tirarlos tuvieron la gran idea de regalarlos. Con el tiempo, la misma gente que recibió un tamal gratis con su comida regresaba a comprar una docena.
“Es lindo ver cómo uno puede influir el paladar de la gente. Ahora tengo que hacer tamales casi todos los días.” cuenta con orgullo.
Para Mayra, no hay diferencia entre lo que cocina para su familia y lo que ofrece en su restaurante. “Comemos lo mismo. La comida casera que me enseñaron de niña es la que doy todos los días”, ella asegura. Esa coherencia entre lo personal y lo profesional es quizás lo que le ha dado a Buen Provecho su carácter tan auténtico.
Cocinar como se enseñó en casa
Mayra es parte de una cultura donde las niñas aprenden a cocinar desde una temprana edad. En su restaurante, cada salsa, agua fresca y guisado tiene una historia, un origen, y sobre todo, una intención.
“Yo crecí escuchando que el tamarindo puede hasta quitar la fiebre.” cuenta Mayra, mientras explica por qué en su cocina se usan ingredientes naturales en lugar de saborizantes artificiales.
Las aguas frescas que ofrece se preparan con flor de jamaica, tamarindo, arroz y con canela de verdad, no con polvos industriales ni jarabes concentrados. Sus salsas están hechas a mano con jitomates y chiles frescos, no con productos preelaborados. Todo parte de una decisión consciente: ofrecer comida auténtica y nutritiva, aunque eso implique más trabajo y tiempo.

Para ella, cocinar no es solo servir comida: es educar paladares, retar costumbres modernas, y al mismo tiempo, mantener vivas las recetas que su madre y su abuela le enseñaron.
Comer bien, vivir mejor
Las cocinas mexicanas en Kalamazoo no es simplemente una oferta nostálgica que regresa memorias de la tierra donde venimos: es un testimonio vivo de la pertenencia y resistencia que nos han dado nuestros ancestros.
Cuando los conquistadores les dieron las sobras de la vaca; tripa, lengua, y cabeza, a la gente indígena, lo convirtieron en exquisitez. Cada platillo que se sirve en un restaurante local encierra mucho más que sabor; lleva consigo la memoria de una familia, el esfuerzo de una comunidad que ha culminado por siglos.
Como humanos, la variedad es necesaria, salir de la zona de conformidad. Al comer comida variada, no solo lo que uno considera saludable, uno está tomando pasos para vivir una vida más saludable.
En Estados Unidos, el 45.6% de los adultos hispanos vive con obesidad—una cifra más alta que el promedio nacional. Este fenómeno no es sólo personal, es estructural: la falta de acceso a ingredientes frescos y el predominio de alimentos ultraprocesados afectan desproporcionadamente a las comunidades de bajos recursos.
Desde su pequeña cocina, Mayra ofrece una alternativa: comida real, hecha con ingredientes sencillos y nutritivos. El maíz, el chile, el nopal, el aguacate, las guayabas, y los frijoles no son solo parte de la dieta tradicional mexicana; son superalimentos que, bien preparados, pueden transformar la salud de una comunidad.
Retos al ser auténticos
No siempre ha sido fácil. Al tratar de mantener su comida auténtica a la manera que le enseñaron, difería de la comida que es más común en otros restaurantes mexicanos. Había veces que los clientes esperaban la comida a la manera que están acostumbrados, no como Mayra lo suele hacer.
En varias ocasiones Mayra ha tenido que ajustar su mano porque ciertos ingredientes o platillos simplemente no se venden.
“Teníamos nopales en vinagre, nopales asados, y ensaladas de nopal, pero no se vendían. Los tuvimos que quitar.” ella cuenta con cierta tristeza.
Lo mismo pasó con las tortillas de maíz azul, el atole de guayaba, y hasta los tamales de costilla. “La gente no estaba acostumbrándose a tamales con hueso.” explica.
Más allá del sabor, el reto mayor ha sido adaptarse a la velocidad del mundo moderno.
“Lo más difícil es que hay gente no tiene mucha paciencia. Quieren que su comida salga rápida. Pero si algo está hecho fresco lleva su tiempo.” ella dice.
Al preguntarle qué cambio ha visto necesario para seguir en su negocio, ella contestó: “La velocidad en que hago mi comida.” Buen Provecho y Mayra son ejemplos de establecimientos que han buscado maneras de agilizar sus procesos sin comprometer la calidad.
Resistencia, comunidad y cultura
Hace unos meses, al cerrar el local fueron víctimas de un asalto a punto de pistola. Gustavo sufrió una leve lesión en el dedo.
“Fue un susto grande. Nunca pensamos que algo así pasaría aquí. Ahora tenemos más precaución.” Ella cuenta.
Sin embargo, el apoyo de la comunidad no tardó en llegar. Clientes y vecinos se solidarizaron, confirmando que Buen Provecho no es solo un restaurante: es parte del tejido comunitario de Kalamazoo.
¿Qué los motiva a seguir? “La buena actitud de la gente.” responde Mayra con una sonrisa. “Cuando me dicen que mi comida está rica, hasta se me quita el cansancio.”
Cuando fue preguntada por qué eligió el nombre que tiene, Buen Provecho, su respuesta es clara:
“Buen Provecho representa lo que quiero dar. Estoy segura de que si prueban mi comida, la van a disfrutar.”