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La noche chilanga de Jimi Hendrix

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sant d’or (El cuernito de oro), de donde salía entonces el 80% de la heroína. A partir de ese hecho policiaco, y de la declaración de su novia que, antes de serlo, había sido su mesera en el Barón Rojo, es que se sabe de la escala mexicana del guitarrista.

Pero vayamos a lo fundamental. Jimi Hendrix se instaló en su mesa y pidió, porque así se lo sugirió la mesera, brandy Bobadilla 103 con Pepsi-Cola.

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En el mes de mayo del año 1969, el famoso guitarrista Jimi Hendrix hizo una escala en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. La escala fue más larga de lo que se esperaba, los pasajeros descendieron del avión y la compañía aérea ofreció pagar habitaciones en el hotel que estaba frente al aeropuerto, para que los pasajeros descansaran, pues venían de Marruecos.

Eran las 10 de la noche y el avión no reemprendería el vuelo hacia Toronto, sino hasta las seis de la mañana. ¿Qué clase de vuelo tan loco era ese? No lo sé, supongo que así se las gastaban los aviones en los locos años sesenta.

Hendrix, como era un hombre famoso y muy notorio, fue llevado al hotel por dos agentes de seguridad del aero- puerto, pero, al pasar por la puerta del bar, quizá porque la media luz le pareció más prometedora que la soledad de su habitación, se metió, se acomodó con su estuche de guitarra en una mesa y los agentes no tuvieron más remedio que montar una discreta guardia afuera del bar, siguiendo las instrucciones del jefe que les hablaba por el walkie talkie.

La escala mexicana del guitarrista se conoce porque al día siguiente, al aterrizar en el aeropuerto de Toronto, fue separado de la fila (por esa salvaje notoriedad con la que se desplazaba), con su novia, para una revisión que pronto dio con un paquete de heroína. Jimi Hendrix venía de Afganistán, Pakistán e Irán, de esa zona, mejor conocida como Le crois-

A partir de la una de la madrugada, de acuerdo con los testimonios, el bar, casi vacío, era amenizado por un guitarrista que tocaba éxitos de los Hermanos Martínez Gil. En cierto momento, Jimi Hendrix, animado por las cubas que le habían recomendado, y por la mesera que ya se había enamoriscado de él, desenfundó a Becky, su guitarra azul platinado, la enchufó y tocó un concierto, solitario y magistral, hasta que los guardias que lo custodiaban se lo llevaron, junto con la mesera, de vuelta al avión.

El capitán de meseros de entonces,que hoy regentea una taquería de su propiedad, recuerda las inolvidables versiones de “Purple Haze” y de “Foxy Lady”.

También recuerda que ¿ Hendrix le pidió su instrumental de los plátanos flameados al coñac, que lo había visto usar unas horas antes, para prender su guitarra: “La roció, le arrimó un cerillo, y se puso a tocar con las llamas entre los dedos”.

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