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La Familia del Pastor
Un amigo pastoreó en la Iglesia del Nazareno durante una época en la que todos los miembros (mayores de 15 años) votaban regularmente sobre la continuación de la relación pastor-iglesia. Después de una votación en particular, el escrutador compartió la noticia con el pastor. Solo hubo un “no”. El resto de los votos fueron “sí”.
“Buenas noticias”, respiró aliviado el pastor. “Bueno...”, continuó el secretario, “el que votó ‘no’ firmó su nombre en la boleta”. El escrutador entregó la boleta, en la cual el pastor vio el nombre escrito a mano de su propio hijo adolescente.
El voto de protesta provocó una conversación honesta entre padre e hijo que condujo a un progreso redentor en su relación. Como resultado, el pastor reevaluó y reordenó sus prioridades, lo que benefició al pastor, a su familia y a la iglesia.
No soy hijo de un pastor (HP). Pero conozco muchos y tengo tres hijos. Soy consciente de las formas en que las familias pastorales pueden sentirse “marginadas” porque los pastores tienden a dedicar más tiempo y atención a las iglesias. Las familias de los pastores a menudo están sujetas a estándares más altos, a veces por parte de la iglesia y otras veces por el mismo pastor. Los hijos de muchos pastores viven con un estigma de rebelión, ya sea exacto o inexacto. Además, ven al pastor de cerca. Ven sus fallas. Notan las inconsistencias. También ven la iglesia de cerca y observan sus deficiencias. Estas realidades se combinan para agregar estrés innecesario a las familias de los pastores, lo que puede resultar en daños relacionales y espirituales.
Ofrezco cuatro consejos de sabiduría para pastores e iglesias:
1. Permitan que los hijos de los pastores sean niños.
La frase “pero tú eres hijo del pastor” debería eliminarse del vocabulario de la iglesia. Las expectativas excesivamente altas, ya sea que provengan del pastor o de la iglesia local, ejercen una presión indebida sobre las familias pastorales. Retiren a los HP salgan de la vitrina. Dejen que sean niños en la iglesia como otros niños en la iglesia. Póngales normas, pero póngales las mismas normas que a otros jóvenes que están aprendiendo a seguir a Cristo.
Los pastores son llamados a reunir a nuestras familias, de la misma forma en que somos llamados a la iglesia.
2. Ponga límites.
Para los pastores con familias, el equilibrio ministerio-familia es la parte más desafiante del ministerio pastoral. A diferencia de otras vocaciones, los pastores rara vez obtienen una sensación satisfactoria de realización. Constantemente hay más obra por hacer y más gente que ver. Los pastores siempre pueden encontrar razones para justificar no estar presentes con nuestras familias. Aunque no es nada fácil, los pastores deben trazar y proteger límites que incluyan sábados, tardes, vacaciones, horas de comida y otros momentos en los que nos entregamos plenamente a nuestras familias. Nuestras familias necesitan saber que gozan de una alta prioridad. Los pastores no son llamados a dejar a sus familias para acercarse a la iglesia: somos llamados a reunir a nuestras familias, de la misma forma en que somos llamados lo esté haciendo). a la iglesia. Los pastores necesitan la ayuda tanto de las juntas de la iglesia como de las iglesias locales para proteger los límites y responsabilizar a los pastores.
3. La ropa sucia se lava en casa.
Poner límites incluye proteger a las familias pastorales de las partes “desagradables” de la vida de la iglesia. Puede parecer contraintuitivo restringir información, pero cuando los pastores compartimos información negativa sobre la iglesia, estamos poniendo sobre nuestras familias una carga innecesaria sin dar la oportunidad de procesarla o lidiar con ella. En lugar de revelar información negativa a nuestras familias, los pastores necesitan compañeros de oración, compañeros pastores o consejeros que les ayuden a superar la dificultad. A veces, las partes negativas de la vida de la iglesia son tan públicas que no puede protegerse a la familia del pastor. En esos casos, el Espíritu nos ayuda a navegar las conversaciones con delicadeza y gracia.
4. Viva de manera consiste (y confiese cuando no lo esté haciendo).
Cuatro pares de oídos en particular me escuchan predicar cada semana. Esos oídos también vienen con ojos que me miran todos los días. Me conocen. Conocen a mi verdadero yo. Saben si mi mensaje coincide con mi vida. Se den cuenta o no, mis hijos cuentan con mi santidad. No buscan que yo sea perfecto: buscan integridad. Cuando me quedo corto, necesitan ser testigos de mi confesión. Necesitan verme recurrir a la gracia de Dios. Los pastores constantemente dan testimonio a nuestras familias. La única pregunta es si nuestro testimonio es creíble.
Las familias pastorales son preciosas. Son un medio de gracia para pastores e iglesias. Que todos seamos intencionales en el cuidado que les brindamos.
El reverendo Daron Brown vive y pastorea en Waverly, Tennessee, con su esposa, Katie, y sus hijos, Kendall, Parker y Macy.