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¿La lectura juvenil es una pasarela para la educación literaria?

He leído en ocasiones que la lectura de relatos destinados a los adolescentes puede ser o es una buena pasarela para formar lectores de literatura. Es decir, para conseguir una educación literaria.

Curiosamente, la mayoría de estas afirmaciones surgen de la experiencia personal, es decir, son docentes entusiastas, preparados, en continua formación y con buenas cualidades para la interacción con sus estudiantes… En otras palabras, estoy convencida de que son profesionales a quienes les irá bien utilicen el texto que utilicen, porque su trabajo estará arropado por la reflexión.

De hecho, cuando estos docentes afirman que la lectura es un puente para la educación literaria, si analizamos lo que hay detrás de esta afirmación, sentimos la necesidad de ajustar a la realidad la afirmación que realizan.

Tal vez, sería más preciso decir que en algunos sujetos, la lectura juvenil puede ser una pasarela para conseguir una educación literaria.

Porque puestos a hablar de vivencias, compartir creencias o apreciaciones también podríamos afirmar lo contrario, que la lectura juvenil no puede ser una pasarela a la lectura literaria porque en muchos casos mezclamos conceptos diferentes. Y eso sin detrimento de una ni de la otra. Simplemente son escrituras y propuestas discursivas diferentes.

¿Quiero decir que la lectura juvenil no es buena? En absoluto, de hecho, cada vez hay más mejores relatos y mundos de ficción y cada vez más este género se desarrolla de mejor manera.

¿Quiero decir que no tiene sentido leer estos relatos? En absoluto, la casa, el metro, el autobús, las redes sociales, los clubs de lectura físicos o virtuales, los blogs, foros, la biblioteca son espacios en los que ya se habla, se lee, se comparten estos espacios y ayudan a la socialización, a escribir, a compartir, y a madurar intelectualmente.

Pero es que no estoy hablando de eso, estoy hablando de educación literaria. De esto: de secuencias didácticas que trabajan el retrato moral del Cid, las églogas de Garcilaso de la Vega o los jaikus. Y para finalizar, hay una pregunta para la que no tengo respuesta: ¿por qué en vez de «perder el tiempo» en buscar pasarelas no dedicamos más esfuerzo a ver cómo podemos trabajar la tradición literaria, las obras clásicas o los textos fundacionales de nuestras culturas?

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