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El timo de la etiquetita

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Z900 (2020)

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Llegamos este mes a la redacción tras una edición de MOTOh! Barcelona que nos provoca sentimientos encontrados. Por un lado, la satisfacción de haber conseguido mantener una feria que tras la espantada de ANESDOR en marzo parecía muerta y enterrada, pero que gracias al empeño de unos pocos salió adelante con razonable éxito. Una convocatoria que, por cierto, nos sirvió de excusa para celebrar los 10 años desde que MotoTaller se incorporó a la familia CEI Arsis, acompañando a nuestra revista hermana y decana del sector de la posventa del automóvil, Mundo Recambio. Y cumplir años y poder contarlo es siempre motivo de regocijo, y más cuando puedes celebrarlo rodeado de los múltiples amigos que acudieron a la llamada de nuestro Encuentro Profesional.

El otro sentimiento que nos provocó MOTOh! Barcelona fue tristeza, mucha tristeza. Nos sentimos muy decepcionados por el poco apoyo del sector de la moto hacia una feria que, por más que pequeña y local, fue el mejor salón de ámbito nacional de la moto que se podía tener dadas las circunstancias. Claro que este argumento es muy difícil de hacer entender al público de la calle, que más allá de la decepción, sentía enfado y engaño por haber pagado una entrada para ver la poca representación de marcas que hubo. A pesar de que no fueron pocas.

Si algo puso de manifiesto el evento fue que el mercado, el sector y la sociedad en general está cada vez más desconcertada y dividida en cuanto a qué nos va a deparar el futuro de la movilidad.

Mientras afloraban los stands de marcas de motos eléctricas, e incluso de patinetes (los auténticos pescadores que sacan ganancia del revuelto río de las legislaciones), las motos de combustión afron- tan con incertidumbre el horizonte 2035, ese abismo tras el cual parece que todo lo que se mueva con petróleo solo podrá verse en los museos.

Y es que a la moto, en cuestión de emisiones, le llueven palos desde hace tiempo. Solo hay que ver el lío en el que se metió la DGT (y del que no ha salido aún) clasificando las motos posteriores a 2003 con la etiqueta B (Euro2) y metiéndolas en el saco de los vehículos menos limpios, cuando si se analiza realmente el dato concreto de emisiones de una moto, y más si se compara con los de un coche con la misma pegatina ambiental, resulta que la moto sale siempre ganando descaradamente.

Ese baremo erróneo, no lo olvidemos, es el que ciudades como Madrid y Barcelona hasta ahora, pero a partir de ahora con la nueva ley de zonas de bajas emisiones hasta 147 ciudades en toda España, blandirán para decir: su vehículo, querido ciudadano, tiene que irse a la basura y va a tener que comprarse algo con lo que se convierta en un yonki de la electricidad producida quemando carbón o uranio, que se guarda en pilas de litio y cobalto altamente tóxicas y contaminantes, a la par que potencialmente explosivas.

Claro, claro, todo muy lógico y sostenible. ¡Gas y V’s!

Nuestro próximo en 4 imágenes…

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