Molino de letras 106: Sexo

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–El sábado pasado –dije caminando por un pasillo paralelo al suyo–, el sábado pasado… Fray Sebastián, contrario a los modales que hasta entonces había tenido hacia mí, me interrumpió: –Conozco la noticia, queridísima doña Rebeca. Es para dar con el autor que me ha citado, ¿no es así? –¿Podrá ayudarme? –Eso depende de si es realmente mi señora quien desea mi ayuda y no su padre o hermano. –Ellos no saben nada de usted ni de los papeles que me dio –dije–. Pero si le causo desconfianza, ¿por qué aceptó verme? –Por el amor que le tengo a las criaturas del Señor, especialmente a las más indefensas y atormentadas –respondió en tono jocoso–: no olvide que soy un hermano. Fray Sebastián tomó otra falda del mismo modelo y empezó a compararla con la que ya tenía entre sus manos. Simuló buscar una talla en específico. Yo lo miré con extrañeza, preguntándome si no había contactado a un fraile disparatado. Él pareció leer mi pensamiento, por lo que añadió: –Al que pida se le dará, y el que busque hallará… ¿Qué su merced no dijo estar interesada en descubrir el lado oscuro de la ciudad el otro día en los conventos de Riva Salgado? Estas palabras me dejaron en silencio, lo cual él aprovechó para agregar con voz pausada: –Le ruego que reflexione bien lo que desea, doña Rebeca Ordóñez Cuesta, y que me encuentre dentro de unos minutos donde los pantalones de mezclilla, último pasillo a la derecha. No había nada que reflexionar. Lo que yo quería era saber si aquella nota infiltrada en el periódico era falsa o verdadera, y el único vínculo posible con su autor era fray Sebastián. –¿Entonces qué me puede decir de Ariel Franco Figueroa? –le pregunté una vez reunidos junto a los pantalones de mezclilla. Esa sería la primera y única ocasión en aquel día en que fray Sebastián girase su rostro hacia mí y me mirase directamente a los ojos: –No lo mencione por favor. Ese nombre no lo mencione nunca en público. –¿Por qué no? –Ya lo entenderá a su debido tiempo, señora mía. Comenzaba a cansarme de esa respuesta repetitiva de fray Sebastián. –¿Pero entonces qué puede decirme de… de él?

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