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La ayuda de mi familia en mi vida misionera

P. Héctor Díaz Fernández, MG

El P. Héctor Díaz, mg, con religiosas, en el Hospital Católico de Sn. Carollo en Corea.

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La historia de la ayuda de mi familia en mi vida misionera es larga e importante. Me inculcaron la religión desde mi niñez, cuando me llevaban de la mano a la iglesia para asistir a Misa, sobre todo mi mamá. Aunque me quedaba dormido a su lado, me gustaba mirar su rostro tranquilo y lleno de fe. Recuerdo, sin embargo, que una vez la vi llorar sin parar. Entre lágrimas y sollozos me dijo: “Los chapos1 mataron a tu tío en Japón”. Mi tío era soldado estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial y le tocó estar en Hiroshima. Luego agregó, adolorida: “Ellos no son católicos. ¿Quién los convertirá?”. Y siguió llorando, desconsolada. A mí se me grabaron sus palabras y sus lágrimas. Tiempo después ca-yó en mis manos un ejemplar de la revista Almas. Entre sus páginas encontré una invitación para que todo aquel que deseara llevar la fe católica al extremo Orien1 Refiriéndose a personas de bajaestatura.

te (Japón, Corea y China), se uniera al Seminario de Misiones Extranjeras. Para esa fecha, ya había terminado la preparatoria. Sin pensarlo fui a ver al sacerdote director de vocaciones, y me aceptó. Desde entonces vi a mi mamá rezar por mí y a mi papá apoyarme con todo su amor, aunque su sueño era que me convirtiera en torero. Al terminar mi preparación, el Superior decidió enviarme a la Misión de Corea del Sur, donde estuve durante 48 años.

En una visita a México, fui a mi casa y encontré a mi mamá rezando por mi santificación, el éxito de mi trabajo y mi perseverancia. Este fue su hábito diario hasta que murió. El pasado mes de abril cumplí 83 años y continúo ayudando, ahora en la Diócesis de El Paso, en Texas, eua. Mis papás ya no viven, pero los imagino en el Cielo rezando por mí, al igual que a ustedes, queridos Padrinos y Madrinas, que continuamente piden por los misioneros. Pero sobre todo pienso en el mismo Cristo, que nos dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Que así sea. Bendito sea Él.

Don Luis Díaz Doña María Fernández

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