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El amor es la fuerza
El amor es la fuerza de la Misión
María Hilda Oliva Alvarado, MLA
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La mla María Hilda con el grupo Anawin, durante el concierto “Vengo a adorarte”.
Al acercarme a mi segundo aniversario de trabajar en esta tierra de Pucallpa, en la Misión de Perú, quise compartir con los queridos lectores de Almas una experiencia muy vivificante que el Señor me ha regalado y con la cual he constatado que el amor es la fuerza de la Misión.
El grupo Anawin
La vivencia a la que me refiero, queridos Padrinos y Madrinas, comenzó desde el mes de agosto del año 2019, cuando tuve la fortuna de empezar a compartir mi fe con jóvenes de entre 15 y 24 años de edad, quienes forman el grupo Anawin en la Parroquia Virgen del Carmen, en Pucallpa.
Si bien el grupo ya estaba bien organizado y sus integrantes eran muy entusiastas, pude percatarme de que había un gran desconocimiento de su parte con respecto a algunas cosas esenciales de nuestra vida espiritual, como por ejemplo: en qué consisten los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión, cuál es su valor y cuáles son las disposiciones para recibirlos; la importancia de la adoración a Jesús Sacramentado; los mandamientos de Dios, así como la conciencia del pecado y sus consecuencias en el ámbito espiritual, familiar y comunitario.
Retomar las bases de nuestra fe
Al ver tales vacíos, comencé a preguntarme cómo aquellos jóvenes podrían amar realmente algo si no lo conocían bien. Así que, después de platicar con el párroco, me di a la tarea, con la ayuda de Dios, de retomar esas verdades básicas de nuestra fe. Le propuse a Cinthia Cáceres, coordinadora del grupo, predicar con testimonio de vida. Pronto me apoyó y emprendimos el viaje para hacer de la experiencia de Dios, la asistencia a la Misa y la práctica del servicio una forma de vida que surge de la necesidad del encuentro con el Amado, y ya no como deberes o tareas que cumplir. Conscientes de que únicamente a Dios le corresponde fructificar la semilla, comenzamos sembrando una catequesis sobre los mandamientos y su aplicación a realidades concretas que se viven en la comunidad; profundizamos sobre el pecado como ofensa a Dios y al prójimo en situaciones específicas que desafortunadamente, por ignorancia, se viven en la actualidad; e iniciamos también la celebración de la hora santa, en adoración a Jesús Sacramentado.
Las semillas germinaron
Todo esto ha sido una experiencia vivificante y renovadora, pues, en la tierra bien dispuesta que son los corazones de aquellos jóvenes, el Señor hizo germinar la semilla. De ahí que esta aventura ha sido muy hermosa. Es agradable ver que los integrantes del grupo se acercan con más frecuencia al Sacramento de la Confesión, o encontrarlos
en la Eucaristía puntuales para comulgar y que participen en algún ministerio o servicio con mayor donación de sí mismos. Todo esto es un logro que debemos agradecer a Dios, pues Él hace que en ellos brote la disposición para apoyar en lo que se les pida, aunque en ese momento no tengan el compromiso de un rol asignado. De igual manera hemos trabajado con respeto a la convivencia fraterna. En dicho aspecto comenzamos a promover el festejo de los cumpleaños de todos los servidores de la parroquia. Todos los jóvenes, llenos de alegría, han asistido, lo que a su vez ha fortalecido los lazos de amistad entre ellos.
Debo decir que en verdad mi corazón siente gozo al ver las maravillas que el Señor va haciendo en los jóvenes pucallpinos, pues se ha conformado un grupo con mayor consolidación y con disponibilidad creciente al servicio en favor de los hermanos dentro y fuera de la comunidad parroquial, pues cuando son invitados a participar en actividades como la marcha por la vida, la preparación de la pastorela, retiros espirituales, paseos parroquiales y otras propuestas caritativas y solidarias, sin dudarlo hacen despliegue de energía y creatividad en todas las obras en las que participan.
Amor y Misión
Al interiorizar mi experiencia, vienen a mi mente las palabras del apóstol san Pablo: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe” (1Cor 13, 1). Y es que todos los servicios y obras que realizamos, por numerosos que sean, no pasarían de ser mero activismo si no cuentan con el amor a Dios, pues es lo que les hace surgir, y les acompaña y dirige hacia el bien de los demás.
Como dijo el Papa san Juan Pablo ii en su carta encíclica Redemptoris Missio: “...son estas numerosas «obras de caridad» las que atestiguan el espíritu de toda la actividad misionera: El amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión” (núm. 60). Creo en mi corazón que esta es la principal Misión a la que Dios nos llama y envía: permitir e invitar a que la caridad vaya
permeando todas las actividades de nuestra vida, en cada persona, en las familias, en la comunidad parroquial, para que, al cumplir con los proyectos, la caridad sea la semilla que haga germinar a plenitud, con abundantes frutos, nuestra labor. Dios bendiga a Misioneros de Guadalupe por la oportunidad que brinda a los Misioneros Laicos Asociados para “remar mar adentro” y llevar la semilla del Evangelio a todo el mundo. Que el trabajo del Instituto siga suscitando más vocaciones al llamado misionero laical para la extensión del Reino, y el Señor recompense en abundancia a todos nuestros Padrinos y Madrinas, por medio de quienes se hace posible esta bellísima tarea. Y a ti, que lees nuestra revista Almas, si quieres ayudar a las Misiones a través del ejercicio de tu profesión, no dudes en comunicarte con nosotros por medio de nuestro sitio web www.misionerosdeguadalupe.org o enviando mensaje de Whatsapp al número 55 1768 5775, para formar parte del proyecto de Misioneros Laicos Asociados. Seguramente encontrarás muchas formas de contribuir en la construcción del Reino y cumplir con tu compromiso cristiano. ¡Que nuestra Madre, Santa María de Guadalupe, interceda por que así sea!
