Las piedras cantan

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instante y empezaron una conversación nada apropiada para un niño y menos aún para un pez. —¿Cómo te van las cosas bajo el agua? — Dijo Jonás primero mientras mantenía el dedo índice en la comisura de los labios. El pececito le contestó con toda naturalidad … —Ahí abajo el aleteo de la realidad nos pesa a unos más que a otros, eso se hace evidente en el cuidado de los dientes, el brillo de la mirada y las escamas que nos luce. Sobretodo se observa en el reparto de bienes naturales, en las capacidades personales y en el coraje con que nos dota la vida para enfrentarnos al mundo. Queda claro que desde el mismo momento de nacer ya somos diferentes, nos trenzamos entre posiciones especiales, grupos de referencia, tribus de pecera, de balsa o balsete, estados de ánimo, etc. y eso configura una suma de referentes que grava con fuego los tejidos del pensamiento a cualquiera. Con ese equipo personal caminamos-­‐nadamos y constatamos como en el uso de los recursos y en el saber manejarnos están las claves de nuestra vida…— — Dice Jonás, el del dedo en la comisura de los labios— Que casualidad, tu vida y la mía parecen gemelas, son cerezas ante un espejo. —Algunos ya quedamos sometidos al dolor en el momento de nacer; desde ese instante quedamos abatidos por la carga viral que nos toca o por designios misteriosos que se despliegan lentamente ante nosotros. Algunos tropiezos nos enseñan a nadar y a esquivar con rapidez, vemos que el lago es sinuoso y largo y se presenta siempre amenazante. Parece que escogemos el trazado voluntariamente pero no es cierto, él se presenta ante nosotros como algo inevitable, El horror entra en nuestras vidas; penetra como aliento envenenado que reseca las agallas y así no hay manera de respirar... En el fondo de la cuestión y de las aguas no elegimos nada; el libre albedrío no existe para la mayoría de los mortales no existe. En el agua no tenemos la lucidez suficiente para escoger algo que sea fundamental en la vida, no disponemos de la libertad para decir no, ni de la fortaleza para enfrentarnos a los mandatos de la “sociedad”. Sin quererlo ni amañarlo nos secuestran el destino. Algunos mostrencos creen llevar la razón de la historia y vociferan sin cesar, pero hasta los jefes de grupo, el gobierno piscícola, quedan sometidos a esta sensación de deriva y de complot universal. — Pero…, ¿hay un complot universal? Le dice Jonás sin mover el dedo… —El mayor complot se cocina dentro de nosotros mismos y no sabemos gobernarlo. Lo más sencillo es siempre encontrarlo fuera, hay motivos para hallarlos entre masones y rosacruces y más aún en los banqueros que se refugian en paraísos fiscales... En ocasiones tomamos una senda equivocada, vemos claramente los errores, presentimos el dolor y las consecuencias que conlleva, pero no tenemos la capacidad, ni la voluntad, ni la sabiduría para voltear la ruta, no queremos ni sabemos llevar el gobierno de nuestras vidas. Le damos el gobierno a


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