LA MUERTE DEL REVOLUCIONARIO Y LA MUERTE DEL TIRANO Por: Laura Tlachi Santacruz1
Han pasado más de dos semanas desde la muerte de Fidel, al respecto se ha escrito mucho, la prensa llenó sus páginas y en las redes sociales todos nos volcamos a expresar nuestras impresiones. Los sentimientos despertados se polarizaban, mientras unos se lamentaban por “la muerte del revolucionario” otros celebraban “la muerte del tirano”; los términos medios no existían y es que Fidel es el más claro ejemplo de aquella frase que solemos repetir en demasía: “Muere siendo un héroe o vive lo suficiente para convertirte en villano”. Y es que a los noventa años Fidel Alejandro Castro Ruz no sólo vivió lo suficiente sino que hizo lo suficiente como para convertirse en uno de los personajes más icónicos de este y del siglo pasado. Su vida política y revolucionaria pude rastrearse hasta sus años como estudiante en la Universidad de la Habana durante los cuales promovió acciones para derrocar al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, y en 1950, comenzaría su carrera política dentro del Partido Ortodoxo. En marzo de 1952, sin embargo, el golpe de Estado de Fulgencio Batista cambiaría la vida de Fidel. Castro denunciaría la acción ante un Tribunal de Urgencia por violar la constitución; la demanda sería rechazada y como consecuencia la lucha armada se asentaría en la mente de este hombre como única forma de derrocar al dictador. El primer paso se dio el 26 de julio de 1953 con el asalto al Cuartel Moncada, de Santiago de Cuba; por la acción Fidel sería encarcelado durante casi dos años y posteriormente se exiliaría en México. La revolución cubana comenzaría a gestarse en la Ciudad de México. En esta metrópoli se organizaría el grupo para regresar a la isla y derrocar a Fulgencio Batista y es en esta 1
Licenciada en Relaciones Internacionales por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla