Detrás de cada salmo hay una experiencia religiosa. Una experiencia universal y universalizable capaz de provocar otras tantas. Los salmos son dinámicos. Hay que leerlos, meditarlos y encarnarlos con esas libertad de espíritu de quien se apoya en ellos como trampolín hacia Dios. Vemos, en efecto que, a lo largo de la historia, muchos autores se han adentrado a comentar los salmos descubriendo en ellos nuevos matices.