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AÑO 15 MARZO - ABRIL 2016

DIRECTOR FUNDADOR Julio Villanueva Chang chang@etiquetanegra.com.pe

DIRECTOR GERENTE Huberth Jara hj@etiquetanegra.com.pe

EDITORES ASOCIADOS Eliezer Budasoff budasoff@etiquetanegra.com.pe San Francisco / Daniel Alarcón da@danielalarcon.com Lima / Diego Salazar ds@etiquetanegra.com.pe Barcelona / Leonardo Faccio lf@etiquetanegra.com.pe Washington D.C. / Diego Fonseca df@etiquetanegra.com.pe

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COMITÉ CONSULTIVO Jon Lee Anderson Juan Villoro EDITOR DE PORTAFOLIO Frank Kalero kalero@etiquetanegra.com.pe ASISTENTE EDITORIAL PRINCIPAL Óscar Alcarraz os@etiquetanegra.com.pe ILUSTRACÍON DE PORTADA Héctor Huamán DISEÑADORA Marela Carrasco ASISTENTES DE EDICIÓN EN ESTE NÚMERO Joel Anicama Natalia Sánchez Loayza TRADUCTORA Sabrina Duque

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CORRESPONSALES Madrid / Gabriela Wiener Los Ángeles / Marco Rivera México D.F. / Wilbert Torre DISEÑO DE PORTADA Ilustración de portada inspirada en una fotografía de Denis O’ Regan (1987)

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Hecho en el Perú Etiqueta Negra no se responsabiliza por el contenido de los textos que son de entera responsabilidad de sus autores.


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ÍNDICE

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ESTILO Rodrigo Fresán 12 DAVID BOWIE D.T.Max 26 HANS ULRICH OBRIST

ETIQUETA Juan Manuel Robles 40 FRIEDA HOLLER Susan Orlean 52 BIFF TRUESDALE

BONUS TRACK

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Robert S. Boynton 62 SECUESTRADORES EN ASIA

PORTAFOLIO Héctor Mediavilla 76 ELEGANTES EN ÁFRICA Julio Villanueva Chang 4 CARTA Sinesio de Cirene 92 ÚLTIMAS NOTICIAS


DOSSIER

DOS ESTILOS

DAVID BOWIE [ Por Rodrigo Fresรกn ]

HANS ULRICH OBRIST [ Por D.T. Max ]



TO D O S L O S B OW I E E L B OW I E

Un perfil de Rodrigo Fresán Fotografías de Getty Images


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l 11 de enero de 2016, el Control Terrestre se despertó con la noticia de la muerte de David Bowie un día antes y dos días después de haber editado lo que no era otra cosa que su milimétrico y perfectamente diseñado auto-requiem titulado o blacksTar. El canto del cisne negro conmemorando su sesenta y nueve cumpleaños, a la vez que —según su productor y mano derecha Tony Visconti— «un regalo de despedida para sus seguidores». Su primer número uno de ventas en USA (y en medio planeta1) de inmediato fue pasto de pistas a lo largo de las poco más de cuarenta y ocho horas que sonó con Bowie todavía entre nosotros. Ahí estaba todo. El adiós como perfecto producto definitivo. Lázaro, la estrella negra como ese signo que se pone junto a una necrológica, o el nombre con el que se designa las lesiones y cicatrices necróticas de un cáncer feroz, o la manera astronómica de designar a las estrellas muertas que pierden su energía pero retienen su masa. Y, desde ahí, Bowie asegurando que en el Paraíso ahora todos lo conocen, y cerrando todo con un: «Seeing more and feeling less / Saying no but meaning yes / This is all I ever meant / That’s the message that I sent / I can’t give everything away»2. Pero, ah, Bowie vio y sintió y reveló tantas cosas a lo largo de su vida y de la distancia entre mínima y abismal que separa al terrestre Major Tom del extraterrestre Ziggy Stardust. EL PRINCIPIANTE

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Una particularidad del muy particular David Bowie (nacido en Brixton, al sur de Londres, 1947 como David Robert Jones) que lo convierte en espécimen casi único del Mundo Pop más allá de esa tan bien administrada rareza de tener un ojo raro3: a diferencia de lo que suele ocurrir (arrancar con un gran éxito y luego tener que luchar palmo a palmo por la permanencia y desvanecerse), este hombre que alguna vez se definió a sí mismo como ‘Rock God’ empezó con una serie casi interminable de fracasos,

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erratas y declaraciones fuera de lugar. De semejante y curtidor entrenamiento —a golpes se hacen los astros— se comprende su posterior obsesión por adelantarse, por dar siempre en el blanco, por seguir esa senda de constante metamorfosis aunque en ocasiones signifique equivocarse o, sin que nadie lo entienda, adelantarse a su tiempo4. Basta con consultar la primera aparición pública y en TV de Bowie con diecisiete años de edad en el TonighT5 de la BBC, 1964. Allí, Bowie se presenta como vocero de un movimiento conocido como Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Hombres con Pelo Largo6. Una cosa ya queda clara: a Bowie le gusta que lo miren y lo escuchen. Y así sigue intentándolo, probándolo todo desde casi niño cuando es definido por sus maestros de primaria como «vitalmente artístico». C-c-c-cambios: enloquece con el Tutti Frutti de Little Richard y preocupa a sus compañeros boy-scouts con sus imitaciones de Elvis (con quien compartía día de cumpleaños); aprende a tocar el ukelele; su inestable hermano le descubre a Mingus y a Coltrane y decide probar el saxo; forma su primera banda a los quince años (The Konrads) con un look que recuperaría, a modo de revancha, para el Serious Moonlight Tour; después se pasa a The King Bees y fracasa con su primer sencillo (Liza Jane, de 1964); de ahí salta a The Mannish Boys y vuelve a fracasar con una versión de I Pity the Fool (1965); mudanza a The Lower Third y nuevo fracaso con You’ve Got a Habit

Amazon reportó quedarse sin unidades para despachar. I Can’t Give Everything Away, track de cierre de 3 Asunto mencionado hasta el hartazgo como si se tratase de un signo divino pero en realidad producto de una muy terrenal pelea a golpes en el patio de su escuela, en 1962, cuando Bowie tenía catorce años (peleaba por una chica de nombre Carol Goldsmith; su rival, George Underwood, sería amigo suyo toda su vida y llegaría a tocar en alguna de sus primeras bandas así como encargarse del diseño de las portadas de hunky Dory y de Ziggy sTarDusT anD The spiDers froM Mars así como del material de prensa del film The Man who fell To earTh). Contrario a lo que se piensa y se dice siempre, sus ojos no tienen color diferente sino que la pupila agrandada de uno de ellos produce esa impresión. Este efecto y condición se conoce como aniscoria. 4 Modus operandi inaugurado por The Beatles y Bob Dylan más por intuición que por otra cosa. El mandato implícito de que todo lo que funciona debe cambiar en lugar de mantenerse igual. «Si algo funciona es que está pasado de moda», postuló Bowie. 5 Aquí lo tienen: https://www.youtube.com/watch?v=m5zxeLwUSdk 6 Algunos afirman que todo no fue más que un ardid publicitario del joven para promocionar su inminente debut discográfico, pero… 2


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of Leaving (1965) y otra canción de título más que revelador: Can’t Help Thinking About Me (1966); se une al combo The Buzz para volver a fracasar con Do Anything You Say (1966) para enseguida pasarse a The Riot Squad donde ni siquiera fracasa porque no llegan a grabar nada. A partir de entonces el por entonces Davy o Davie Jones, porque se hace famoso Davy Jones de The Monkees, decide cambiar de nombre. Primero, se hace llamar Tom Jones (mala suerte otra vez) y, por fin, ser David Bowie (alias en honor a un hombre de la frontera norteamericana famoso por su cuchillo) y lanza el más infame que derrotado The Laughing Gnome (1967) y, mientras toma clases de mimo con Lindsay Kemp, edita su primer álbum solista: DaviD bowie (1967). Pasa poco con él. Pasa casi nada. Pero no por mucho tiempo. EL FAN Como toda auténtica de verdad, Bowie fue un gran fan y un vampiro sin fronteras listo para aparecer en todas las fotos con famosos (¡Zelig Stardust!) y después revelarlas en casa y ver qué había allí de útil y práctico para asimilar a su persona. Y, sí, mi Bowie favorito es el Bowie Fan. El de hunky Dory (de 1971 y donde homenajea explícitamente a Bob Dylan, a John Lennon, a Andy Warhol, a la Velvet Underground) a la vez que los utiliza como piedras fundamentales y vigas del tejado para comenzar a construir su propio mito y —astuto— ponerse a la misma altura7. Así, canciones como Changes (sobre su propensión al cambio constante), Kooks (advirtiéndole a su hijo recién nacido Zowie8 sobre su anárquica vida familiar y su matrimonio con la volátil Angie Bowie9), Quicksand (sobre una fascinación por lo oculto que lo acompañaría toda la vida) y The Bewlay Brothers (sobre su relación con su hermano primero lunático y luego suicida). O, en 1980, en el ya auto-fan y ya mencionado scary MonsTers (anD super creeps), donde Bowie hace una primera restauración-retrospectiva de su paleta sónica y demuestra que es lícito y apropiado

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y genial ser seguidor de uno mismo. O en leT’s Dance (1983) con la perfectamente ejecutada adecuación de su singularidad al apetito de las masas10. O en el inesperado y triunfal retorno de The nexT Day (2013), una especie de scary MonsTers Redux con portada intervenida de heroes. O en , donde se da se da el lujo final de diseñar su propia muerte, de leer las laudatorias críticas sobre todo el asunto, y de decidir que ya es hora de ser una brillante estrella muerta pero que siempre brillará con luz propia y voz única. la voZ. David Bowie compone Life on Mars? como homenaje/ respuesta al My Way de Paul Anka a ser inmortalizado por Frank Sinatra. Pero su historia es aún más interesante: en 1968, Bowie escribe la letra de Even a Fool Learns to Love para encimarla a la canción francesa Comme d’habitude de Claude François y Jacques Revaux (1967) cuyos derechos adquiriría Anka para rehacerla, sí, a su manera y para ser rápidamente abducida en 1969 por La Voz. Bowie también fue La Voz. La suya —su fraseo, su gracia dramática o su capacidad de amoldarse a la de alguien como Bing Crosby para, en un momento decididamente freak, cantar villancicos à deux— es tan inmediatamente reconocible como la de Bob Dylan y la de John Lennon. Además, y a diferencia de las de los anteriores, la suya fue y sigue siendo una voz virtuosa. Un estudio de 2014 determinó que rankea en la octava posición —justo detrás de Christina Aguilera y justo delante de Paul McCartney— a la hora de medir su alcance y variedad de registros vocales11. Y, sí, todos nos sentimos un poco felices cuando nos enteramos de que le había arrebatado el primer puesto de ventas al 25 de la voz torrencial de Adele. Más allá de todo esto, a mí me sigue conmoviendo el modo en que Bowie dice/canta eso de «He’s Camelian, Comedian, Corinthian and Caricature» en The Bewlay Brothers. Y ese inicio de Rock ‘n’ Roll Suicide enumerando los pasos con los que «Time takes a cigarette,

David Bowie llevaría aún más lejos todo el asunto casi inaugurando en el rock ‘n’ pop lo que hoy es rutina cuando se trata de disimular bloqueo creativo, finiquitar contrato o, simplemente, hacer algo por amor al arte: con pin-ups (1973) lanza todo un disco dedicado a otros. Versiones ziggyficadas de The Kinks, Pink Floyd, The Pretty Things y The Who entre otros. 8 Ahora conocido como el director de cine Duncan Jones, responsable de la espacial y muy bien recibida Moon (2009). 9 Hoy distanciada de su hijo y sin ningún contacto con Bowie desde hacia años. Angie Bowie –quien no deja de recordar que sorprendió a David y a Mick Jagger en la cama en cada entrevista que da y quien sigue insistiendo que ella fue la inspiradora para la canción Angie de The Rolling Stones, aunque Keith Richards lo haya negado una y otra vez— participaba de la edición del reality show celebriTy big broTher cuando fue informada de la muerte de su ex marido. Angie Bowie lloró, dijo «Stardust has gone», y continuó concursando. 10 Entonces Bowie instruye/ordena al guitarrista/productor Nile Rodgers con un «haz lo que mejor haces: hits». 11 Para comprobarlo basta con escuchar ese virtual catálogo de voces que es hunky Dory.



UN MÉTODO DE KIM IL-SUNG PARA C O N QU I S TA R E L M U N D O FUE SECUESTRAR A HOMBRES Y MUJERES DE OTROS PAÍSES PARA CASARLOS, HACERLES TENER HIJOS, Y QUE TRABAJARAN DE ESPÍAS

Entre 1977 y 1983, docenas de extranjeros aparecieron en Corea del Norte sin que sus familiares supieran que ellos estaban allí. Estaban en The Invitation-Only Zone. ¿Por qué cinco japoneses y un norteamericano no se atreven a maldecir a su secuestrador?

Un texto de Robert S. Boyton Ilustraciones de Etiqueta Negra


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a noche del 31 de julio de 1978, Kaoru Hasuike y su novia, Yukiko Okudo, pedalearon sus bicicletas hasta el festival de fuegos artificiales de verano en el pueblo playero de Kashiwazaki. El aire fresco de la noche les refrescaba la piel mientras atravesaban veloces las sinuosas callejuelas del pueblo agrícola costero, doscientos veinticinco kilómetros al norte de Tokio. Estacionaron sus bicicletas cerca de la biblioteca pública y se abrieron paso entre la multitud de espectadores hasta un remoto tramo de arena. Había luna nueva y los fuegos artificiales se veían espectaculares contra el cielo negro. Mientras

las primeras plumas subían, Kaoru notó que había cuatro hombres cerca. Cigarrillo en mano, uno de ellos se les acercó y les pidió fuego. Mientras Kaoru buscaba en su bolsillo, los hombres atacaron, amordazaron a la pareja, ataron sus manos y piernas. «Guarden silencio y no les haremos daño», dijo uno de los asaltantes. Kaoru y Yukiko fueron arrojados en bolsas de lona y subidos a una balsa inflable. Mirando a través del tejido de la bolsa, Kaoru vio las cálidas y brillantes luces de Kashiwazaki desvaneciéndose en el fondo. Una hora después, fue trasladado a un barco más grande parado en altamar y obligado a tragar varias pastillas: antibióticos para evitar que sus heridas se infecten, un sedante para dormirlo, y medicina para aliviar el mareo. Cuando despertó, la noche siguiente, estaba en Chongjing, Corea del Norte. Yukiko no estaba y sus captores le dijeron que la habían dejado en Japón. Con su cabello despeinado a la moda y sonrisa permanente, el veinteañero Kaoru Hasuike impresionaba a quienes lo conocían. Orgulloso e inteligente, era uno de los mejores de su clase en la prestigiosa Universidad Chuo de Tokio. Aún así, como muchos de su generación en Japón, no estaba interesado en la política y no sabía casi nada sobre Corea, del Norte o del Sur. Yukiko, de veintidós, hija de un agricultor local de arroz, era esteticista en Kanebo, una de las compañías de cosméticos líderes en Japón. Ella y Kaoru estaban saliendo hacía un año y él tenía planes de proponerle matrimonio en cuanto terminara su licenciatura en derecho. La economía de Japón estaba floreciendo y el futuro parecía brillante. Él obtendría trabajo en una corporación, se mudarían de Kashiwazaki a Tokio y construirían una vida juntos. El tren nocturno de Chongjin a Pyongyang se movía mucho, y cuando Kaoru llegó a la capital norcoreana la mañana siguiente, estaba furioso. «¡Esto es una violación de los derechos humanos y de la ley internacional! ¡Tienen

que regresarme a Japón de inmediato!», gritó. Su secuestrador observaba su diatriba con calma. Kaoru, viendo que la confrontación no tenía respuesta, intentó evocar simpatía. «Tienen que entender que mis padres están con mala salud», explicó. Su condición podía empeorar si se preocupaban por él. «Sabes», dijo su secuestrador, haciendo una pausa de efecto, «si quieres morir, esta es una buena manera de hacerlo». Le dijo a Kaoru que la razón por la cual había sido secuestrado era para ayudar a reunificar la península de Corea, el deber sagrado de cada ciudadano de Corea del Norte. Después de todo el dolor que sus antepasados japoneses habían infligido a Corea, prosiguió el hombre, era lo mínimo que Kaoru, quien se había beneficiado de las rapaces hazañas coloniales de su país, podía hacer. El detalle de cómo él podía acelerar la reunificación quedó ambiguo. El secuestrador dio a entender que entrenaría a espías coreanos para pasar como japoneses, y que tal vez él mismo sería espía. «Verás, una vez que la península esté unificada bajo el comando del general Kim Il-sung, una hermosa nueva era comenzará», siguió. El socialismo de Corea del Norte se extendería por toda Asia, incluyendo a Japón. «Y cuando ese glorioso día llegue, nosotros los coreanos viviremos en paz. Y tú volverás a Japón, ¡donde tu experiencia aquí te ayudará a obtener un puesto en la cúpula del nuevo régimen japonés!». Kaoru fue instalado en un apartamento en Pyongyang. Escapar era prácticamente imposible; tres guardaespaldas lo monitoreaban las veinticuatro horas del día, cada uno con un turno de ocho horas. Aunque no tenía antecedentes religiosos, intentó orar, juntando las palmas de sus manos y presionándolas contra sus ojos. La muestra de piedad provocó la burla de sus captores. En las películas de Corea del Norte, los únicos personajes que rezaban eran los cobardes prisioneros japoneses que pedían misericordia.


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A Kaoru le dieron acceso a una restringida biblioteca con libros en japonés sobre la historia de Corea del Norte. La toma de poder de Japón fue un acto de colonización en cámara lenta. Corea fue forzada a firmar el Tratado del Protectorado Japón-Corea en 1905. En 1906, Japón convenció a los Estados Unidos de colocar al país bajo la rúbrica de Japón en mapas oficiales, borrando todas las referencias de Corea. En 1907 se desmovilizó al ejército de Corea y se obligó al rey Kojong a abdicar. Japón anexionó oficialmente a Corea el 29 de agosto de 1910. Las mayores potencias mundiales aceptaron la narrativa de Japón sobre una Corea disipada que había perdido la capacidad de autogobernarse, por la corrupción y el mal gobierno, y se beneficiaría de la supervisión japonesa. Los japoneses fueron cuidadosos en distinguir entre los líderes de Corea (ineptos, corruptos) y la gente de Corea (proto-japoneses, llenos de potencial), y predijo que Corea prosperaría ahora que era parte del Imperio Japonés. Desde fines de los años treinta hasta 1945, Japón obligó a los Coreanos a asimilarse, obligándolos a hablar japonés, ponerse nombres japoneses y asistir al culto en los santuarios sinoístas. Los hombres fueron obligados a trabajar en fábricas y minas japonesas, y las mujeres fueron presionadas a la esclavitud sexual, como ‘mujeres de confort’ para los militares japoneses. Doscientos veinte mil coreanos lucharon en el Ejército y la Armada Imperial Japonesa. Para el final de la Segunda Guerra Mundial, cuatro millones de coreanos vivían fuera de Corea, y un millón de civiles y tropas japonesas estaban viviendo dentro de Corea. Luego, con la pérdida del Imperio Japonés vino la necesidad de una nueva teoría de identidad patriota. La retórica de la pureza racial floreció en Corea y Japón de la posguerra. Dentro de la península de Corea, las recién independizadas Norte y Sur competían para ver cual podría erradicar más a fondo la influencia de Japón, para así convertirse en la patria legítima del pueblo coreano. En mayo de 1980, después de veintidós meses en Corea del Norte, Kaoru fue llamado a la oficina de su cuidador. Varios oficiales lo estaban esperando. Le anunciaron que, después de todo, su novia, Yukiko, estaba en Corea del Norte. De hecho, estaba en la habitación contigua. Resultó que la historia de haberla dejado en Japón había sido una estratagema diseñada para forzar a Kaoru a cortar cualquier

lazo emocional con Japón. La pareja había estado siguiendo la misma rutina pedagógica: aprendiendo coreano, estudiando la ideología del régimen, preguntándose si podían sobrevivir en ese país extraño. Al igual que muchas otras cosas en Corea del Norte, su aislamiento había sido una puesta en escena. Habían estado viviendo apenas a poco más de un kilómetro y medio distancia, y fueron vigilados por el mismo cuidador. Kaoru y Yukiko se casaron tres días después de reunirse. «Lo habría hecho aquella mañana», dice Kaoru. «No quería esperar». El novio recibió un corte de pelo y lo vistieron con una camisa blanca nueva y corbata; la novia usó un sencillo vestido con estampado de flores. Las joyas y adornos de cualquier tipo no eran bien vistas, por eso no hubo anillos para intercambiar. La ceremonia fue oficiada por el funcionario de más alto rango presente, quien comenzó invocando las bendiciones del Gran Líder, Kim Il-sung. Todos alzaron sus copas, gritaron con fuerza ¡Geon Bae! Y cantaron la canción del Partido de los Trabajadores de Corea. No era la boda que habían soñado, por supuesto, a la que asistirían familiares y amigos, pero era la primera vez en que Kaoru y Yukiko participaban en un evento normal desde que fueron secuestrados, y significaba que, sea lo que fuere que el futuro les reservaba, lo enfrentarían juntos. El regalo de bodas más importante que una pareja de recién casados puede recibir en Corea del Norte es una casa en la cual comenzar su nueva vida. Pero ya que no hay propiedad privada, el regalo es del estado y les puede ser retirado en cualquier momento. La primera casa de los Hasuike tenía una planta y era de bloques de cemento, una hora al sur de Pyongyang. Pintada de blanco, tenía techo de madera con tejas de cerámica y cinco habitaciones: una cocina, dos dormitorios, una sala y un baño. En la parte de atrás había un pequeño jardín donde Kaoru aprendió a cultivar berenjenas, pepinos, lechugas, repollo y pimientos. Recibió semillas y fertilizantes intercambiando cigarrillos con un granjero de una cooperativa de comida cercana, y consiguió una vaca para labrar el campo a inicios de la temporada de cultivo. Se había vuelto fanático del picante kimchi que había maltratado a su estómago cuando recién había llegado, y ahora lo hacía de la forma tradicional, metiendo repollo y ají en ollas de barro y enterrándolas en el jardín para que fermentase. Su casa estaba situada en una de las muchas vigiladas Zona de acceso con invitación que salpican los suburbios de Pyongyang. El área de 1,6 kilómetros cuadrados, limitaba la


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entre ciudadanos y extranjeros, las esposas tendrían que venir de otro lugar. Los supervisores norcoreanos del grupo sugirieron que los espías reclutaran a mujeres japonesas adecuadas en Europa y Japón y las trajeran a Corea del Norte para servir como novias. El Proyecto Matrimonio, como llegó a ser conocido, culminó en mayo de 1977, cuando todo el grupo se casó, uno por uno, en el transcurso de una semana. Aún no queda claro cómo todas las esposas llegaron a Corea del Norte, o si estaban conscientes de por qué estaban siendo reclutadas. La mayoría, como Megumi Yao, una estudiante de enfermería de Kobe, pertenecía a uno de los muchos clubes de juche que habían brotado por todo Japón. El líder de su club le dijo que conseguiría que fuera a estudiar en Corea del Norte, y sólo le pidió que mantuviera el viaje en secreto. Les dijo a sus padres que se iría a Europa y, días antes de irse, el líder le regaló media docena de postales, pre-selladas y dirigidas a sus padres, y le dijo que las llenara con banalidades («El clima aquí es hermoso»). Serían enviadas desde países europeos en los próximos meses, por lo que sus padres no se preocuparían. Después de que llegó a Pyongyang, un oficial norcoreano le presentó a un hombre. «Después de todo, nadie puede hacer una revolución por uno mismo», dijo. Yasuhiro Shibata era el miembro más joven del Ejército Rojo. A Yao le gustó, pero eso no parecía importar mucho –se rumoró que el mismo Kim Il-sung había decidido quién iba a casarse con quién. El 14 de mayo, Kim Il-sung visitó el Pueblo Revolucionario para celebrar las bodas del Ejército Rojo. Ahora que estaban casados, dijo, debían «continuar la revolución dando a luz a la siguiente generación». El primer niño nació un año después, y guarderías, jardines de infancia y hogares unifamiliares comenzaron a aparecer por todo el pueblo. La visita de Kim fue denominada en lo sucesivo «14.5 Iluminación». Debido a que las esposas del Ejército Rojo eran desconocidas para la inteligencia japonesa eran agentes más útiles que sus infames maridos. Se convirtieron en agitadoras errantes, colaborando con grupos antinucleares en Europa y Japón, divulgando la palabra de la revolución de Kim Il-sung. En la siguiente década, las mujeres viajaron entre Corea del Norte y Europa más de cincuenta veces. La mayoría de las misiones fueron lanzadas desde Zagreb, donde mantenían un apartamento al cual se referían como la «oficina central». El gobierno yugoslavo les daba a los espías norcoreanos, y a sus afiliados japoneses, paso seguro desde y hacia Europa del Este, absteniéndose de sellar sus

pasaportes, haciendo más difícil hacer el seguimiento de sus movimientos. Cuando estaban en el extranjero, se comunicaban con sus cuidadores en Corea del Norte a través de una radio de onda corta, sintonizando una frecuencia predeterminada cada noche, recibiendo instrucciones codificadas. En el invierno de 1979 las esposas se desplegaron por toda Europa para la ‘Misión Consentimiento’, su proyecto más ambicioso hasta la fecha, cuyo objetivo era reclutar jóvenes japoneses para unirse a su misión. Usando el equivalente japonés a la guía Lonely Planet, rondaron hostales y hoteles baratos, entablaron amistades con turistas japoneses, compartiendo comidas, excursiones, y hasta saliendo en citas. Les preguntarían a potenciales reclutas sobre sus esperanzas y sueños, su educación y antecedentes. Si un recluta fuese juzgado aceptable, le ofrecerían un viaje gratuito a Corea del Norte, bajo el supuesto de que, una vez ahí, se convertiría en un verdadero creyente por el poder de la filosofía juche. Megumi Yao confesó después que creía que aún aquellos a quienes engañó le agradecerían una vez que entendieran la gloria de Kim Il-sung. Un día en Barcelona, en marzo de 1980, dos de las esposas del Ejército Rojo, Yoriko Mori y Sakiko Koruda, conocieron a un estudiante de agricultura llamado Toru Ishioka y a otro hombre japonés que estaba estudiando español. Los cuatro habían pasado varios días entre excursiones y coqueteos cuando una de las mujeres dijo que conocía a alguien que podía conseguirles un viaje gratis a Corea del Norte. ¿Los chicos estaban dispuestos a la aventura? La única evidencia de su estadía en Barcelona es una fotografía que apareció muchos años después. En ella, Tori está sentado en una silla en el zoológico de la ciudad, junto a dos jóvenes atractivas. Los dos hombres nunca volverían a casa. Tras su llegada a Pyongyang, estaban furiosos. Uno de ellos se había enamorado. «¡Perra!», gritó, agarrando a una de las esposas del Ejército Rojo. «¡Me engañaste! ¡Me engatusaste y luego me tendiste una trampa!». Los hombres fueron transferidos a una rigurosa institución de educación administrada por el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. Le pregunté al sargento Jenkins cuál pensaba él que era la intención de los secuestros. «Todos dicen que fueron secuestrados para enseñar el idioma, pero eso es una tontería», dijo. Una sonrisa apareció en su cara. «¿Quieres saber la verdadera razón?». Jenkins me contó sobre la visita que dos cuadros norcoreanos hicieron a su casa en 1995. Aquellas visitas eran inusuales, él estaba nervioso. Se alarmó aún


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LOS ELEGANTES DEL CONGO A los dandis del Congo se les llama sapeurs. Usan trajes Armani y cinturones Gucci, mandan a diseñar ropa a pedido, se compran prendas de segunda, o copias hechas en China. Pero para los sapeurs ni el diseñador ni el precio son decisivos. ¿Es la elegancia el modo de abrocharse un botón?

Un portafolio de Héctor Mediavilla Un texto de Óscar Alcarraz


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El traje favorito de Lamame: ‘el pingüino’.




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Un sapeur nunca camina solo.


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ÚLTIMAS NOTICIAS

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EL CALVO ES EL SER MÁS DIVINO SOBRE LA TIERRA Sinesio de Cirene Cuando acaeció la desgracia y empezó a caérseme el pelo, en el mismísimo centro del corazón me sentí herido. ¿Qué delito he cometido yo para parecerles a las mujeres más feo? Me lamentaba y no reconocía que hubiera algo insignificante en mi desgracia. Pero como el tiempo la convirtió en algo habitual, y el entendimiento se alzó contraatacando al sentimiento, me fui reponiendo. Mi discurso, pues, determinará que de todos el que menos debe avergonzarse es el hombre calvo. A los animales más irracionales los rodean pelos por todo el cuerpo; en cambio el hombre, como participa de una vida más verdadera, tiene la mayor parte del cuerpo desnuda de esta connatural carga. Se reconoce que el hombre es sobre la tierra el más inteligente y al mismo tiempo el más pelado. De modo que es muy posible que el tema éste de los pelos esté enfrentado al del entendimiento; ninguno quiere cohabitar con el otro. Y es que la naturaleza no tolera que lo más innoble conviva con lo más noble. Y lo más noble de un animal son sus sentidos, sobre todo porque gracias a ellos están a salvo las demás partes del cuerpo. La vista, que es lo más divino, es también lo más lampiño. Si de todos los animales el hombre es el más sagrado, también de aquellos hombres que tuvieran la buena fortuna de que se les cayera el pelo, el calvo sería el ser más divino sobre la tierra.

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Puedes ver en un museo cuadros, me refiero a los de Diógenes y Sócrates y cualesquiera de los sabios de todas las épocas: te parecerá que se trata de una compañías de calvos. Dado que el florecimiento del cabello corresponde a la niñez, un momento de la vida en que no razonamos, mientras que de viejos desaparece, o no espera a esta edad, en que visiblemente se instalan en el animal el entendimiento y la cordura, ¿qué dirías sino que condenas a la naturaleza de los pelos por insensata? Y si hay algún viejo con pelo, es porque también hay algún viejo sin entendimiento, y porque sin duda no todos los hombres alcanzan el perfeccionamiento humano. La cosa es tal que no se esperan el uno al otro, la razón y la cabellera, sino que, como la oscuridad y la luz, se huyen. Si ves una cabeza totalmente descascarillada, piensa que ahí ha acampado la mente y esa cabeza tenla por un templo de dios. En seguida comprendí por qué los servidores de dios en Egipto no permitían pelo ni en las cejas. Es verdad que a la vista resultaban ridículos, pero tenían en la cabeza algo sabio. Para los incultos, el cabello es algo digno, y el gusto popular admira todo lo que se extiende alrededor y por fuera: campos, carros, bloques de casas, todo lo que no es perteneciente a la naturaleza de sus poseedores, sino, como los pelos, ajeno a ésta. Y si también la salud es algo bueno —de hecho es el mayor de los bienes—, por ella veo yo que muchas melenas recurren a la cuchilla y a la cera, de manera que a la vez que se convierten en calvos, se despiden de la enfermedad. Pues un cráneo curtido al sol y que está expuesto todas las épocas del año, no ha de sorprenderte si rápidamente se transforma en férreo hueso. Siendo así más difícil de invadir por cualquier enfermedad. Siempre y en todas partes las mujeres han prestado atención al buen cuidado del pelo. Pero no hay, ni ha habido, una sola que se haya pasado la cuchilla por la cabeza, a no ser en caso de alguna terrible y abominable desgracia. Además que ninguna mujer de ninguna época ha nacido calva. Y si a alguna se le cae algún pelo, es que está enferma, y con un mínimo tratamiento vuelve a su estado natural. En cambio, de los hombres, al menos cuantos merecen ser llamados hombres, no es fácil decir alguno que no haya llegado a este natural estado. Pues parece que ésta es la finalidad de la naturaleza, aunque no se logre en todos. Extractos adaptados del libro Elogio dE la calviciE. Editorial Errata Naturae. España, 2008.


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