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Juan Humberto García Orellana

6º Primaria. CEIP Los Grupos qué decir, él se adelantó: —Gracias por ser la primera persona que se anima a hablar conmigo, siento que te mereces saberlo. Pero antes, ¿no crees que deberías decirme tu nombre? Yo soy Alex—. Con cara de vergüenza por haberme olvidado de presentarme, dije: —Soy Max. Un gusto, Alex—. Y después del despiste: —Bueno, ya ha llegado la hora de que te muestre mi poder. Acompáñame. Me agarró de la mano y me llevó al campo de flores más blanco y vacío que jamás había visto. Luego me soltó y, mientras acariciaba una flor, unas gotas de pintura salían de su mano diciéndome: —Tengo el extraño poder de generar colores de mi cuerpo, pero… hay algo más que tengo que contarte. Tengo un segundo poder. —(Entonces los rumores eran ciertos, pensé)—. Tengo el don de atraer la mala suerte y no puedo hacer nada sin que algo malo pase. Y se dice que si logras devolverle el color al campo del vacío harás crecer un trébol de cinco hojas—. Sorprendido, dije: —Espera, ¿este es el campo del vacío? ¿El lugar más buscado por la humanidad?—. Y él respondió: —Ese mismo. —Pero, ¿cómo lo has descubierto? —pregunté con la misma de sorprendido. Y sin muchos rodeos dijo: —En un mapa ponía que estaba a la derecha de la escuela donde estudiamos, fui a la derecha y lo encontré. No se cómo no han podido encontrarlo. —“Pues la verdad, tiene razón”, pensé.

Luego de la explicación, me sentí bastante mal por todas las veces que pensé mal sobre él, simplemente por no conocerle. Entonces, decidí ofrecerle ayuda: —Si pretendes devolverle el color a todo este campo, que se sepas que cuentas conmigo para ayudarte—. Alex tardó un poco en reaccionar y unas lágrimas salieron de sus ojos y se me acercó: —Muchísimas gracias, nadie nunca había querido ayudarme. En serio, muchísimas gracias—. Le sequé las lágrimas y respondí: —No podía quedarme de brazos cruzados con todo lo que me has contado. Así que, ¡manos a la obra!

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Desde entonces, estuvimos no semanas, sino meses pintando el campo, y aunque hubiera momentos difíciles sabíamos que nos teníamos el uno al otro. Y así, pintamos hasta la última flor, pero… nada sucedió, esperamos un rato y pude ver la cara de decepción de Alex: —Bueno… muchas gracias, pero creo que la leyenda no era cierta. No te preocupes, ya buscaré otra forma—. Triste, se fue, mientras que yo… no sabía cómo me sentía.

Pasó un día y al volver al colegio Alex no estaba (pero claramente sabía dónde estaba). Fui al campo del vacío y allí estaba, mirando al horizonte. Me senté junto a él sin decir nada. Y entonces él comenzó: —No estoy triste. —Y, extrañado, añadí: —Pero si no creció el trébol. —Y él respondió: —Sí, pero he encontrado algo mucho más importante: a ti—. Sonrojado, le sonreí y sentí una luz que me llenó de energía. En ese momento recordé que eso significaba que iba a obtener poderes. Tras ello, cogí un papelito en el que ponía “Haz felices a los demás y cumple sus deseos”. Emocionado, dije: —Genial. Así podré hacer que se te quite la mala suerte. —Pero él se negó: —No, ya he cumplido mi mayor deseo. —¿Cuál? —pregunté. —Pues haber conocido a alguien cómo tú —me dijo. Entonces me dio un abrazo diciéndome “gracias”. Finalmente, nos quedamos ahí sabiendo que estábamos juntos uno al lado del otro.

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