Palabras para Beba. Francisco Espada

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PALABRAS PARA BEBA Francisco Espada Villarrubia

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Copyright © 2016 Francisco Espada Villarrubia

Palabras para Beba by Francisco Espada Villarrubia is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercialSinObraDerivada 4.0 Internacional License. Web: http://diasdeaplomo.blogspot.com.es/. Diseño, maquetación y portada: Maite Sánchez Romero (Volarela) Pintura de portada: Ángela Castro Web:http://angelartis.blogspot.com.es/ Cuadros fantásticos de sirenas y niños: Victor Nizovtsev Web: https://es.pinterest.com/mesamaria/artist-victor-nizovtsev/ Resto de pinturas y fotografías: Google Imágenes

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ÍNDICE

PRÓLOGO

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CUANDO TÚ NO ESTÉS

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ES UN GORRIONCILLO RENDIDO

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DEVUÉLVELE UNA SONRISA

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ENVUÉLVEME UN GUIÑO

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VAN CAYENDO LOS DÍAS

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SIGUE SIENDO UNA NIÑA

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ELLA TIENE TALLE

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UN PUÑADO DE ESPORAS

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CICATRICES DE JADE

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EXILIO

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DENSO VACÍO

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EL DIAMANTE PERDIDO

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ANOCHE UN NUEVO DÍA

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TE HE MIRADO AL CORAZÓN

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VEN, QUE TE VOY A ENSEÑAR A LA NOVIA

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CUENTO QUE NO ES CUENTO

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LA DAMA DEL MAR

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COMO POR ENCARGO

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NO ME CUESTA IMAGINAR

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UNA CANCIÓN ARREBATADA

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NADIE NOS HA VISTO

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TE RECUERDO CON UN CESTO

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FALTA Y SOBRA

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ESA CICATRIZ DE SILENCIO

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HA DIBUJADO TU NOMBRE

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TIENES UNA SONRISA SONROSADA

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NO ALCANZO A VISLUMBRAR

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LLUEVE UNA OBSTINACIÓN

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TU SONRISA ES UN VIENTO PONIENTE

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CUANDO ACARICIO EL CIELO

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TU NOMBRE ES ECO FESTIVO

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QUIÉN COMO TÚ

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ANOCHECE IGUAL EN TODAS PARTES

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ES COMO UN HECHIZO

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ERES TODA DE ENCAJES

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NO BAJES LOS BRAZOS

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ALÓJAME EN LA VECINDAD DE TU REPOSO

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TODAVÍA A LO LEJOS

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SEMILLERO DE PALABRAS

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ERES PURA DE SOL

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UN DISCURRIR LENTO DE LOS DÍAS

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DESPUNTA EL DÍA CUANDO TE BUSCO

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EN LA ALACENA DE MIS RECUERDOS

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SI YO PUDIERA HACER GUARDIA

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UNA TORMENTA DE VERANO

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OH NIÑA CORRENTINA

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ERES UN ESPÍRITU RENDIDO

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EN ALGÚN SITIO ESTAMOS JUNTOS

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AHORA QUE SOMOS MAYORES

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QUIZÁ CUANDO TÚ Y YO…

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MARÍA DEL CARMEN, TU NOMBRE

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YO LEVANTÉ UN CASTILLO

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SI ACASO ME PRECEDES

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DÍMELO TÚ, BEBA

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ACENTÚA EL SILENCIO

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TAMBIÉN TE LO CONSAGRO

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SI AMASÁRAMOS EN LA MISMA ARTESA

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NO ENTORNES LOS OJOS

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ACENTÚA EL SILENCIO

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EPÍLOGO

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PRÓLOGO De Maite Sánchez Romero:

Se me han dado dos honores a la vez: presentar a una persona excepcional como es la destinataria de estos poemas, y a su autor, otro ser excepcional. Ambos tienen en común una pasión inmensa por la poesía; un corazón igualmente inmenso; y una amistad más inmensa, si cabe. La inmensidad no es fácil de describir, pero trataré de estirar mi sensibilidad para acercarme y acercaros a ellos. Mª del Carmen Názer escribe poemas como el sol da calor. Es un don y una necesidad suya arropar y acariciar cálidamente con su persona y con sus versos. Francisco escribe poemas como un torrente ofrece su agua. Con la misma abundancia, generosidad y frescura que un juvenil torrente. Así, él bebe de los inspirados rayos de ella, y ella se embebe en la fresquísima agua de él. Cada uno de estos poemas es una flor recién cogida para su amiga, pues así fueron hechos, uno por día, acompañándola cada día de su enfermedad. Para ella han sido una verdadera bendición: un apoyo, una razón para la lucha, un soplo, o más bien un viento de esperanza e ilusión. También fueron un remanso de paz donde soñar e imaginar que es posible ser princesa, sirena, novia pura, diosa... a los ojos de un poeta que tiene en sus manos una varita mágica desbordada de dedicación. Pero sin duda, lo que imagino más le habrá impresionado a nuestra poetisa, es el torbellino maravilloso de sentimientos puros que en cada verso late: ese afecto y lealtad sin límites del amigo capaz de todo por ayudar a su amiga del alma. Nosotros, lectores, seremos testigos de todo este cariño enfundado en belleza de la más sutil calidad; barnizado de palabras deliciosas al alma; pulido con destellos de joyas metafóricas, y 8


entregado con toda la sinceridad y pasión de su corazón poeta... para la dama poeta que coloca feliz estas tiernísimas flores de luz en su pecho. Ahora, ella descansa allá en lo alto. Pero igualmente la imagino oliendo emocionada cada una de estas exquisitas flores poéticas, y apuntándolas en el primoroso “cuaderno de los tesoros” de su alma.

De Mª Jesús Muñoz:

Es un placer sentir que la palabra se hace vida, toma forma para ser tangible y real. Francisco lo hace posible con su maestría, su imaginación y su sentimiento humano y divino. Su palabra levanta el castillo de la amistad sobre la base de nuestra amiga argentina, piedra preciosa, que inspira e impulsa a la creatividad. Y desde esa piedra de jade, pura y cristalina, va dando vida al sentimiento, que retorna al lugar donde nació: El corazón de Mª del Carmen Názer. Francisco se hace bálsamo para aliviar sus heridas, niño para jugar de nuevo a inventar la vida, guerrero para luchar contra la adversidad, compañero de camino para compartir la piedra y la flor, príncipe para vestirla de ilusión y poeta para arrancar el milagro y devolverla a la vida. En cada poema está la luz del alba, que acaricia y despierta y el ocaso de la tarde, abrazo dorado de despedida. Toda una sinfonía de amor, que nos invita a ver y a sentir con los ojos del alma. Esos ojos que van más allá de la distancia y del tiempo y llegan donde tienen que llegar para ir creando el cielo imperecedero palabra a palabra, latido a latido. Nuestra amiga decía: “Todo lo que damos vuelve” Así es, ella nos dio a todos su ternura, su generosidad y su magia en la palabra. Todo eso vuelve a ella en estos bellos poemas. De la misma manera que volverá al corazón de nuestro amigo Francisco el 9


sentimiento, la creatividad y la fuerza arrolladora que nos deja a todos en este poemario. Gracias a nuestra amiga argentina y a ti por alzar el testigo de la amistad al culmen de la belleza y el arte. Os hemos acompaĂąado en esta epopeya, que nos ha engrandecido a todos para seguir portando la antorcha a lo largo de la vida.

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CUANDO TÚ NO ESTÉS

Cuando esté vieja, María del Carmen, ─falta tanto─, te seguiré imaginando dulce como la arropía, energética como el polen de abeja y cariñosa como las manos arrugadas de una madre abnegada que ama más allá de sus fuerzas.

Cuando tú no estés o cuando yo me haya ido sin billete de regreso, caminaremos por la Costanera los muchos paseos aplazados, y veré en tus ojos tu sonrisa y los sufrimientos angelicales que silencias por no dar que sufrir. 12


Cuando desde la ribera del Guadalquivir vea bajar las aguas buscando el encuentro salado del Atlántico, ahí imaginaré el Paraná y tu presencia eternizada en el espejo de sus aguas.

Cuando tú no estés, o cuando yo me haya ido, te seguiré pensando y bañándome en tu sonrisa para melarme de tu dulzura.

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ES UN GORRIONCILLO RENDIDO

Es un gorrioncillo rendido, asustado y endurecido por los sobresaltos de la vida, una existencia frágil en la pulsión de los muchos quebrantos, hasta soltar las riendas en el abandono providencial de los cuidados intensivos de la ciencia y en la reconstrucción de la familia, siempre en circunstancias límite.

Nunca dejó de cantar; tampoco dejó de amar sin medida, ni sangrar por el costado por el que una madre rescata de galeras los jirones que su hijo deshilachó por el camino erróneo.

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Ahora tiene un trino afónico que le nace en los limos del alma, en el barrizal inánime donde el desaliento es más fuerte que la más robusta de las atalaya.

Ha ganado mil batallas, ha salido indemne de todas las emboscadas y ha guardado para sí el agrio sabor de los días aciagos; a cambio, ─en el trueque─ hoy todos en torno a su postración le han devuelto la mirada.

Es un gorrioncillo rendido, asustado y endurecido por los sobresaltos de la vida, una existencia frágil…

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DEVUÉLVELE UNA SONRISA

Devuélvele una sonrisa a esta mariposa liviana y sutil que sobrevuela la adversidad, este tiempo desnudo y desnaturalizado de entrega virtuosa tomado y cedido de flor en flor.

Siéntate en la cornisa de su agitación volátil, en el alféizar sin datar de su conversación pausada y ayúdale a devanar la madeja de su hilo de ámbar, en tanto vuelve a repostar de los labios enamorados donde los decires son rompientes de nácar a edad cristalina.

¡Oh arpegio silente, oh cabriola, 16


abrazo sonoro que canjea latidos de amor en nĂŠctar de paroxismo apasionado; dame tu liviano vuelo a cambio de lĂŠgamo de esta sonrisa que te busca.

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ENVUÉLVEME UN GUIÑO

Envuélveme un guiño en papel satinado de azogue ─alondra entristecida─ que sobrevuele las magnitudes desde la adversidad por las arboladuras de los navíos que surcan los mares que se nos interponen, hasta el tiempo desértico de esta sed perdurable de dotación abnegada, donde el silencio es una brecha de arena calcinada y amarillenta. Súbete a la alfombra de Aladino y endulza este té verde que quiero compartir contigo como excusa para el avocamiento. Hasta esta orilla solitaria, el gorjeo de tu voz hecho poema 18


es plegaria en mis labios. Envuélveme uno de tus guiños en celofán almohadillado, en tanto vuelas de nuevo, y sorpréndeme con lo que hoy me es esquivo.

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VAN CAYENDO LOS DÍAS

Van cayendo los días con la celeridad constante y fatídica de enormes pesadas piedras que no encontraron acomodo en la clave ni en los cimientos de este edificio que se descompone.

Nos dieron unas coordenadas y fueron necesarias medidas complementarias que facilitaran alinearnos en lo espaciotemporal, en la entelequia que tiene poco o nada que ver con la verdad y mucho con lo ilusorio.

Caen los días, caen las horas y caemos nosotros 20


en la relatividad de lo absurdo: la ausencia de una de las dos descarta el todo como tu ausencia me descarta a mĂ­, minuto a minuto, deshojando la atemporalidad del amor.

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SIGUE SIENDO UNA NIÑA

Pero, ¿de dónde sale la Sabiduría? ¿dónde se encuentra la Inteligencia? (Job 28, 12)

Sigue siendo una niña cuando está a punto de doblar el cabo de Hornos y perderse por las aguas australes hacia la infinitud de horizontes lejanos.

Sigue soñando despierta con mares de coral y peces extraños con aletas de zafiro y escamas de plata; con jarras de oro con incrustaciones de ónice donde escanciar néctar y brindar con los dioses del Olimpo rodeada de amigos, músicos y poetas.

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En el ojal de las curiosidades, lleva incrustada un ágata listada de arcoíris y se ciñe con perlas entrañables de afecto, gemas galantes y esmeriladas esmeraldas; como tope y broche, un topacio sobre ámbar.

En suma, esta niña es un corazón rubí que sueña ser traslúcida como el cristal, frágil como la inocencia y avispada como el conocimiento enciclopédico.

La niña encontró la sabiduría en los hontanares del Paraná, allá donde mana la inteligencia con irisaciones de jaspe de las entrañas cálidas de la Tierra, y se hizo una capa y entorchado a medida con el que se reviste de prudencia y pasa derramando amor, ese mismo amor que para sí reclama.

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ELLA TIENE TALLE

Ella tiene talle de jardinera y su falda huele a juncia y romero, a tomillo y orĂŠgano.

Sus brazos son jacintos rematados por manos a modo de gardenias 24


y sus pies petunias que pisan con levedad de alma pura.

Sus piernas varas de nardo y gladiolos que escalan por sus caderas hasta el busto, balcón de begonias en flor.

Su pelo es un jazmín florido con ensortijadas clavellina, y la sombra de sus ojos violetas imperiales; sus labios pétalos de rosa roja encendidos de pasión.

Ella… Ella es un jardín vital.

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UN PUÑADO DE ESPORAS

Un puñado de esporas, un ovillo níveo de lana cardada como blandas pompas de jabón que desplaza la brisa a voluntad y ensortijado capricho; una medida colmada de chantillí, dulce y perfumado de canela y menta; una puñado colmado de espuma que se dispersa y surca los cielos llevando las semillas de su sabiduría ancestral de uno a otro confín; una siembra concienzuda, diseñada 26


─a modo de Creador─ y creadora de vida como levadura vital. Así es la dulzura contagiosa de sus palabras; así sus “Gotas de jade”.

Fotografía de Charo Morales Jiménez

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CICATRICES DE JADE

“¡Levántate amada mía, hermosa mía, ven a mí!” (Ct 2, 10)

Como la subida al Gólgota, la vida nos hostiga con las ballestas del mal y nos dejan cicatrices en el alma, donde la piel ni siquiera sufre un rasguño al que poner ungüento ni pócima mágica. ¡Ay, las heridas del alma, amada mía, hermosa mía, la ausencia definitiva a la edad de los albores y la maternidad con sus derivadas de cercanía y distancia! ¡Ay, los errores de la prole! 28


¡Ay los castigos y privaciones! ¡Ay de los corolarios! ¡Ay las infidelidades a tus miembros! ¡Ay los tozudos tortuosos tormentos!

Tu vida es un ay apagado y apenado, un lamento maquillado de poesía, de aromática quejumbre hecha silencio. En tu voz cantarina in-corriente, un lastre de cicuta te bisela el alma con el acero templado del destemple.

Un día serás noticia y olvido generalizado; pero a los tres, a tus tres, a la una, a las dos, a los tres, se nos tatuará 29


la desazรณn y el gozo de tus cicatrices de jade.

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EXILIO

Hay exilios que pasan por la desdibujada lĂ­nea indefinida de la indiferencia, pero hay otros que son tanino y amarga tuera tras saborear un jugoso racimo de uvas moscatel.

Hay un dolor fĂ­sico que parece centrifugarnos, que te agita, mancilla y retuerce; pero hay un dolor del alma que te precipita en ciĂŠnaga de arenas movedizas que ignorabas y que se abre bajo los pies con pestilencia sulfurosa, como se supone el Averno.

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Hay dulces de leche, moteados con golpes de canela, que se fijan al paladar con similar apego a la teta materna, donde todo es amor desbordado; pero hay postres que dan por tierra con el más suculento banquete.

La vida nos ofrece trancos que no podemos, que no queremos, que nos negamos a subir, que son más poderosos que nuestra impotencia…

¡Toma, llévate la llave! Cuando desde el exilio me recuerdes, pasa sin llamar; no cambiaré de cerradura como no cambio la idea 32


del reencuentro.

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DENSO VACÍO

¿Quién es esta que se asoma como el alba? (Ct 6, 10)

Puestos a soñar, mi animal predilecto de compañía no es un loro ni una cacatúa que me repita musicalmente tu nombre; tampoco una gata lanuda y cardada de enamorado ronroneo que me recuerde tu tacto suave, ni una perrita Luna de suaves ojos de miel, rendidos de amor que se asoma como el alba con su rabo en menguante, tan fiel como lo es tu recuerdo.

¡Ya sé! 34


¡Quiero un Pegaso! ¿Imaginas? Dos poderosas alas con las que planear sobre valles y collados, sobre cimas prohibitivas y simas recónditas donde el sufrimiento te deletrea en los momentos oscuros. Y adentrarme en los limos que ensombrecen tu sonrisa de luz. Subir hasta el Olimpo de las letras, allá donde tu nombre está estofado en oro de Ofir, en versos transitivos y comunicantes que llevan al deshielo. Un caballo de dioses que me acerque hasta ti en los momentos de denso vacío.

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EL DIAMANTE PERDIDO

Tú, mi Diamante Perdido, juegas cada día con la luz del universo sobre las sombras de mi cuerpo hasta deslumbrarme el alma y embarrancas destellos pulimentados en la diana de mi desconsuelo zaherido de espera, de larga espera que no llega a verse colmada, sino constreñida por los espinos del confinamiento. 36


Ardo en deseos de arracimar tu cabello en mis manos nudosas, de atusar tu voz, tu dulce voz, con el peine de mi oĂ­do y derramar sobre tu pecho una medida remecida de este tsunami de amor impetuoso que me enloquece, como un relincho no articulado que arde en mis entraĂąas.

He perfumado mi seno para acurrucarte sin dejarte pronunciar una excusa, un arrepentimiento que diluya este tiempo consumido entre los barrotes de este reloj parado que ha olvidado el sentido apropiado de la marcha.

Quiero estrecharte hasta estremecerte, abrazarte y apretujarte salvajemente; quiero hacer contigo una nueva primavera prĂłdiga, abundante, muy fĂŠrtil: un renuevo viril de azahar para tus manos 37


y un ramillete de nardos para mi cabeza.

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ANOCHE UN NUEVO DÍA

Cae la noche en mis párpados cerrados a toda esperanza como si sístole y diástole fueran matraces de cristal, donde la ciencia se hace precisión transparente y no experiencia deductiva.

Tú, al otro lado del mar ─o de la vida─ bajo un sol entristecido con su mochila de invierno; yo, agitando el pañuelo de los adioses y repitiendo jaculatorias que quieren ser obcecadas bienvenidas ininteligibles con las que flanquear tu paso.

Se apaga la luz entre los mirtos 39


con mortecinos bostezos, como si la tarde tuviera vocación de convertirse de nuevo en un mañana gestante. Canta la tórtola sus guturales y el cuclillo le rebate agudos disonantes. En el jarrón tartamudea de sueño agónico el nardo y la madreselva asoma a la ventana una sonrisa átona de esperanza: entre las otoñales ramas leñosas, por entre los espinos, perfuma el instante una ajada rosa que recupera la voz de tiple y enarbola un mensaje de esperanza.

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TE HE MIRADO AL CORAZÓN

Te he mirado al corazón y he visto la cara de desconcierto de la niña que mora en ti: pómulos de melocotón, el cabello recogido bajo un pañuelo azul y un cesto de peras abrazado que invita al banquete desde tu inocencia; en todo se adivina una pose de traviesa que no llega a mostrarse.

Mis ojos se entretuvieron en los tuyos y he podido ver cómo el azabache se licua cuando correteas por un sembrado de lavanda y la atmósfera se impregna de los destellos de tu piel de seda.

En el lagrimal izquierdo queda un rictus opaco de dolor 41


que no acaba de desaguar y ─de inmediato─ te sobrepones de un brinco haciendo un croise devant sostenido sobre un si bemol que lo convierte en magia.

Te he mirado al corazón y todavía sos esa muñeca que tiembla de emoción rompiendo el envoltorio, la sorpresa de un nuevo regalo.

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VEN, QUE TE VOY A ENSEÑAR A LA NOVIA

Ven, que te voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero. (Ap 21, 9)

Ella es una niña vestida de Primera Comunión, una novia enjoyada con oro de Ofir, la princesa de las cumbres nevadas

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y las torrenteras de los deshielos donde mora la alegría infantil y el gozo, el jolgorio de los juegos y las canciones para el resto de los días. Ella habita allá donde lo infinito es un mantel blanco al que no se alcanza a vislumbrar las vainicas, esa tela desmayada que ha de caer por los bordes del banquete de bodas con la generosidad de las fechas excepcionales. Él la ha elegido y la desposa porque es idílica como una ensoñación, como un ramillete de madreselvas que enloquece y emborracha los sentidos de quienes la observan y la contemplan; un deleitoso amor cuya fantasía son bucles dorados al sol en caídas helicoidales, una constelación de estrellas que no compiten sino armonizan con el Sol. ¡Ven, que te voy a enseñar a la Novia!

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CUENTO QUE NO ES CUENTO

Se acerca el fin de curso agitando pañuelos de adioses que serán primicias al apuntar el otoño. Los hay compungidos y también alegres, mas todos enamoradizos y nostálgicos como agitada y convulsa es la juventud; en el corazón sacudido de la maestra 45


una pausa temida y necesitada: sabe que el próximo curso serán otras las inocentes o pícaras miradas, otras mentes que alimentar de verbos, predicados y accidentes gramaticales que les hagan confluir en concordancia.

Los alumnos tienen siempre la misma edad, pero ella crece y crece como crecen sin control las enredaderas abrazando el tronco de los árboles hasta desparramarse por la copa y soslayar los frutos con su presencia progresivamente más y más ajada.

El verano es un tiempo marchito alejada de la algarabía de los jóvenes, a pesar de alojarse en la encarnadura de la inquieta niña que sueña con lazos, muñecas y príncipes.

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Un traspiés le lleva a urgencias en la competición acústica y desenfrenada de una ambulancia con destellos lumínicos. Al recuperar la conciencia, una voz familiar, atrapada en una bata verde doctorada, le acaricia la mano y le llama Doña Carmen: sus niños y niñas ocupan la cúspide de la pirámide en la que ella fue poniendo sillares y peldaños que pudieran escalar.

Todo crece en el entorno de Doña Carmen, mientras ella mengua y sigue hablando de subjuntivo, adverbios y pronombres, el pavimento por el que se desplaza la ciencia, las comunicaciones y la sociedad.

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LA DAMA DEL MAR

En el repelús de la madrugada, ─en lo inmaterial del sueño─ se muestra nítida, como destilada de la niebla, como esfumada por las profundidades marinas.

Una soflama de luz la envuelve: es la Dama del Mar; una ninfa que se adentró por la desembocadura y se solapó en las aguas salobres. Va desnuda y refulgente, vestida de sol y escamas de plata. El Todopoderoso, en un arpegio, abrió para ella las entrañas marinas y sembró de granates y esmeraldas una senda, un camino que lleva sin pérdida a la existencia inmortalidad.

¡Oh, grandiosa! ¡Oh, Nereida! 48


ยกOh, deidad de las profundidades! ยกOh, virginal divinura, grande a los ojos de los mรกs grandes! El Magnรกnimo ha abierto el seno acuoso y te ha hecho reina de los arrecifes, donde corales y perlas son el adorno de tu casa.

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COMO POR ENCARGO Como por encargo, escribo para que tú me oigas, para que agites tu corazón y la melena al viento en tanto me pronuncia la que lleva por nombre Jardín Sublime, ─tu mano derecha a la que adoro─ para que reconozcas en su rosácea voz mi voz distante que sobrevuela el Paraná hasta la Costanera; para que tomes mi pulso agitado y te hagas con él un almohadón mullido donde reclinar tu cabeza calzada con corona de apapachos.

Para ti es mi música, esta que hago por encargo de la impotencia para volar a Corrientes 50


y llevar un presencia a tu presencia.

Sí, lo hago por encargo, escribo para que tú me oigas. ¿Me entendés?

Fotografía de Isidoro Jara

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NO ME CUESTA IMAGINAR No me cuesta imaginar que vives colmada de agasajos, ─algo sé─ ebria de ambrosías de amor, jaleada reina de tu colmena.

La soledad que extrañas, esa desconocida que ni se habla contigo, no se emborriza de besos y caricias en lo oscuro de tu hogar apagado ni tampoco de arrumacos; de exigencias inflexibles ni de rigor horario. Estás donde debes estar, en rosácea y familiar compañía.

La soledad es esa salobre anarquía que manejamos con la voluntad de los caprichos, 52


ese insomnio desnudo que arrastra por el engaño de ser libre; libre para sólo ser solo, un sentimiento que se agarra al paladar y se hace rancio mientras araña los sentidos.

No. No me cuesta imaginar…

Fotografía de Isidoro Jara

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UNA CANCIÓN ARREBATADA Meditabundo, ensimismado ante este ocaso de fuego con el que el sol se despide despiadado, te imagino detrás de la línea del horizonte donde se ha instalado una nebulosa ardiente que asciende en su escapatoria celeste de la hoguera de estos días.

Busco tus ojos sobrecargados de melancolía, la cantinela de tu hablar dulzón, el derroche de amor que sueles desperdigar por donde pasas soltando aromas de tu ser, la agudeza de tus sentidos jugando a ser niña, eternizándote en receptora de mimos.

Se ha soflamado tu pena 54


en el horno de la espera y ahora te harás una sortija con el diamante que creías haber perdido. Ha caído la noche y una estrella como un topacio amarillo parpadea guiños cómplices que parecen tintinear una canción arrebatada.

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NADIE NOS HA VISTO Nadie nos ha visto cuando esta tarde paseábamos por la Costanera, mientras caía la noche con luces atenuadas y el rumor casi mate de la ciudad se iba recogiendo en sí mismo, con la exclusiva presencia de Luna y su lanudo blancor almibarado.

Ya sabes, para un recién llegado los ojos son ventanas de par en par que quieren tragarse todas las luces, todos los aromas y todo el arcoíris de un solo trago y apetito atávico.

Ya habíamos paseado, supuestamente, la ribera izquierda del Guadalquivir, la que va jalonando la orilla de la ciudad y que tantas veces ha sido música 56


de acompaĂąamiento a nuestras conversaciones.

Hoy son otras aguas, para mĂ­ desconocidas, pero me dejo llevar por la certeza decidida y delicada de tu mano y el gozoso deletreo de esta aventura que se explaya en tantos proyectos mascullados, adormecidos y delirantes que, de repente, se nos vienen todos de golpe.

Es la hora, es el momento propicio de escandallar los proyectos soĂąados, de vivir este presente crepuscular. Ahora que nadie nos ha visto

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TE RECUERDO CON UN CESTO

Te recuerdo con un cesto de palabras sobre tu hombro, enracimadas como jugosos gajos de uvas: llanas, que en tus labios convertĂ­as en sagaces perlas, agudas, como incisivas insinuaciones,

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y esdrújulas metáforas e hipérboles con las que estructurar el edificio de tu devenir poético.

Los timbres de tu voz, ─artífice y filigrana─ son los mimbres con los que tejes canastos de versos y con ellos alfombras la calidez que te distingue y te precede como escuadrón de alabarderos en comitiva real.

Te recuerdo con un cesto de palabras que hoy siguen haciendo escalas en el laberinto de mi oído interno.

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FALTA Y SOBRA Para pájaro me falta tu ágil dulzura, tu liberal fantasía y la literalidad de las dos alas que me faltó el valor de estrenar, después de los esfuerzos de mi sastre.

A mi corazón le sobra un soplo para que su ronroneo sea acústicamente perfecto. Y ya sabes, la perfección no existe ni se le espera, ni tiene rima que cante en consonante.

Para usurero me falta un gran bolsillo descrito de codicia para cuantificar cuantías, como mi abuelo medía granos por cuartillos que suman fanegas y libras que se globalizaban en arrobas.

A mi cintura le sobran al menos dos tallas 60


─gravedad que se agrava─ cuando quiero mostrarme elegante y cuando la caminata en vez de placentera se convierte en suplicio inalcanzable.

Pero a ti, Beba, ni te falta ni te sobra dulzura, ni ritmo cantor para hacer versos, ni despilfarro para azucarar con generosidad, ni cintura para driblar escorzos impronunciables que son metáforas que alimentan el espíritu.

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ESA CICATRIZ DE SILENCIO La soledad es esa cicatriz de silencio, ese aturdimiento ensordecedor por el que pasa la sequía desértica de tus labios sellados de arena.

Tras un largo silencio, un tartamudeo cargado de ilusión y de esperanza desnutrida, una voz agradecida con regusto a miel que sabe de hambre que no se sacia, pero que alimenta y nutre la capacidad de espera.

Ahora, un nuevo ¡Ay! Una herida abierta por la que sale a la luz la tenebrosa fragilidad. ¿Qué hacer? 62


Acompañar, solar de adoquines un camino de esperanza que lleve al éxito o a la eternidad; articular palabras que sean lámpara para este acompañamiento sin respuesta hasta que la soledad sea un desierto intransitable. La soledad es esa cicatriz de silencio.

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HA DIBUJADO TU NOMBRE

Esta pasada noche, un cometa ha dibujado tu nombre en el firmamento como manantial de luz fría acariciando estrellas y te he imaginado en ese pretérito del que fui privado, cuando tu verbo se complacía en la docencia.

Llovían las palabras de tu boca como desgajadas

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de las inmaculadas manos de María y comprendí que estaba ante una divinura colosal e irrepetible de enseñanza. Vi las caras de admiración en los pupitres, silencio en el que era audible el vuelo de un insecto intrépido. Eras tú, solemne, cercana, afable al extremo, pulcra y abundante en los ejemplos que se sucedían como juego persecutorio en un corro de astros fugaces.

Esta pasada noche, una estrella ha dibujado tu nombre en el firmamento y he llegado a intimar, contigo un pasito más.

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TIENES UNA SONRISA SONROSADA

Tienes una sonrisa sonrosada como algodón dulce de feria: vaporoso, etéreo, henchido de ufanía y núbil inocencia. Tu natural melancolía es una alternancia que se sucede de pautas abruptas, pero que siempre encuentra el atajo por el que iluminar las sombras y dulcificarlas con ribetes de caramelo en los momentos más insospechados. 66


He querido apresar tu voz meter en un pentagrama tu sonrisa, darle grafĂ­a a tu timbre y textura a tu tacto; pero es tarea tan ardua como consolar a un niĂąo por su juguete roto sin reponĂŠrselo.

Tienes una sonrisa sonrosada y yo una gran avidez por recuperarla.

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NO ALCANZO A VISLUMBRAR Se ha desteñido el día cuando bajaron las nubes a besar la tierra; al entrar por entre los pinos, se le alisaron los rizos y se ha desmelenado en greñas fluctuantes como cardados vaporosos y ágiles, como niños que jugando se persiguen.

No alcanzo a vislumbrarte.

Tu figura es una vaharada sobre la línea del horizonte, una nebulosa nada corriente que de Corrientes mana mansamente y la corriente la acerca a medida que la modula el pensamiento.

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No sé cuántos nudos nos separa, sólo sé que un nudo me oprime cuando articulo tu nombre y se deshace, como se esfuma el agua cuando quiero apresarla con las manos.

Amaneció el día con desgana, con nubes bajas y despeinadas que me hablaban de ti; pero… sigo sin conseguirlo.

No alcanzo a vislumbrarte.

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LLUEVE UNA OBSTINACIÓN Sobre tu corazón de aloe y pedrería llueve una obstinación que te cala hasta los huesos, una descabellada idea de izar tu pendón en las almenas de tu débil fortaleza, olvidando que sos vos ─no me cuesta imaginar─ quien necesita estar “donde debes estar, en rosácea y familiar compañía”.

Te gusta tristear de melancolía y atesorar tus caprichos, a fin de que los pájaros canten tu melodía y vuelen hacia los cielos que previamente has teñido de azulones lavanda y ocasos dorados. 70


Se te fue la infancia pero te dejó un regusto caprichoso que te empeñas en degustar hasta quedar ahíta.

Acostumbrada a pilotar tu monoplaza, no es tu fuerte la disciplina, sino la terquedad que hace retroceder las murallas como sillares de migas de pan.

Sobre tu corazón de aloe y pedrería llueve una obstinación y va siendo hora de que la niña que te hace soñar y te somete alise sus tirabuzones y descorra el visillo de lo imposible.

71


TU SONRISA ES UN VIENTO PONIENTE Tu sonrisa es un viento poniente y fresco, un arrebato del atardecer que se enarbola cual grumete en la singladura atlántica y colma de alegría las bodegas de veleros y paquebotes y comodoros, como oro y plata del nuevo al viejo mundo.

Pensar en ti es adentrarse por los meandros helados de tu invierno en el contrapeso de esta agostada estación que todo lo sofoca y lo exacerba y lo atemperas con la dulzura de tu voz de miel y angostura de canela.

De ti llega esa brisa que escala sus trovas por los peldaños que ascienden a lo sublime 72


y se asoma con la imprudente inocencia de una enredadera que se abraza por los latidos inertes de la piedra, el ladrillo, la arena, el cemento, la cal… hasta lo privativo de uno mismo.

Tu sonrisa es un desahucio a la tristeza, una esperanza que se ovilla en el pecho, una certeza inopinable de que otro mundo más fiel, más justo y más humano es posible y es deseable.

Tu sonrisa es un viento poniente…

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CUANDO ACARICIO EL CIELO Cuando acaricio el cielo y la punta de mis dedos van surcando nubes hasta trepanar la estratosfera, pordioseando sólo un guiño tuyo, una mirada cómplice de aquellas a las que me acostumbraste y a las que me siento atado como a una dependencia…

Cuando mis versos son una invocación implorante y tu callada es el desaire de mi desconsuelo; cuando has pasado de ser el primer y más afectuoso de los comentarios que mis suspirillos merecían, al silencio sepulcral de estatua marmórea de labios sellados, siento que he sido cargado con el pesado fardo de la cruz del silencio 74


y que me lastra en las arenas movedizas de esta agónica súplica de náufrago.

Cuando acaricio el cielo y tú no me respondes

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TU NOMBRE ES ECO FESTIVO Tu nombre es eco festivo por los campanarios y las espadañas, por los tejados y las azoteas, por la puerta de par en par que son los brazos abiertos que desean unirse a ti en la danza, fundirse a tu tronco sin coreografía determinada.

Es tu invierno y todos esperan el deshielo de esta congelación inesperada que se ha vestido tu sonrisa al tristear esta larga noche que tiene vocación de eternizarse y que todos quieren dinamitar.

¡Sal de la postración! ¡Vístete de oropeles y en al encuentro! 76


“Toma tu camilla y anda” Una multitud te espera y confía que acabarás siendo escapista del más difícil todavía y te mofarás de quienes confundieron pausa con epílogo.

Tu nombre es eco festivo en los tímpanos que has conquistado

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QUIÉN COMO TÚ Quién como tú ─sonrisa trastocada─ para dar título a una canción que arrulle los sentidos y que con el paso de los días se hará bailable en los labios enamorados cuando se hacen fuentes de achares.

En las pardas paredes de la noche no existen puertas sino interruptores ociosos que dan la espalda a la luz como por enemistad manifiesta; en tus labios sellados hay una rendición incondicional de quien ha renunciado a presentar batalla a las afrentas de sus enemigos.

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No es la hora. No es. Lo sé y basta. No. No es la hora. Borremos la noción del tiempo y hagamos con él un chal, con sus flecos, para tus hombros desnudos, desabrochados, desganados, desafinados… Quién como tú si en lugar de tristear entonas conmigo y vamos deletreando sobre el pentagrama unos pasos trenzados con los que iniciar la ilusión y la evasión.

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ANOCHECE IGUAL EN TODAS PARTES

Anochece igual en todas partes: el mismo sol se oculta desvanecido, cansado, como buscando la muerte por un precipicio allรก en el horizonte, pero con la esperanza de resurgir de nuevo en un glorioso despertar.

En Corrientes, nada es corriente: 80


el río baja derramando su generosa musicalidad de agua y acariciando las riberas con un rotulador que las perfila acompañando su caminar; las sombras se van amalgamando unas con otras y conforman una mancha generalizada, salpicadas de ráfagas del alumbrado público; mas, todo teatro, hacia un nuevo despertar.

Traspasa ese desvanecido crepúsculo que te circunda, Beba, y vive este sopor de la anochecida con la esperanza de un despertar radiante.

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ES COMO UN HECHIZO Es como un hechizo cuando ella clava en mí sus azucarados ojos de ternura apasionada, como estilete que saja buscando respuesta en los adentros, con su deriva de husos horarios: un cambio de hemisferio, miríadas de brazas marinas y hasta un acento que vosea nos separa; pero es tanta la ternura…

Cuentan que un día, cuando llevaba la correa de Luna en una mano y el bastón en la otra, paseando por la Costanera, se arrodillo el Paraná ante la belleza de su corazón ─fundido en platino y esmeraldas─ 82


y se escuchó en todo el paseo una voz licuada e inconfundible que repetía: apapachos, apapachos, apapachos…

Ella es un hechizo, una suerte de signo con el que fue signada por Dios para enjabonar de ternura a sus muchos amigos. En su mano, un agujero, un desagüe como estigma de su abundante generosidad; en su timbre, un acento musical como ajuar de una novia; en su corazón, la mano de su Madrecita, su fiel compañía.

Así es ella; es como un hechizo.

83


ERES TODA DE ENCAJES

Eres toda de encajes: blancas blondas blandas, sutiles y espumeantes como el agua batida por la ola que escala por la arena con paso decadente y sofoca su sed desĂŠrtica; una espuma que trae noticias de las profundidades del alma y resonancias de antiguos naufragios 84


y de amores prohibidos que arrastró el Pérfido por el alcantarillado.

En tu diccionario, ¡oh bella Beba! una estrella relumbrante, un compendio almibarado que son estímulo para el alma lectora que te escucha con esmero, mientras le suelta una guirnalda de términos sin tregua.

Este silencio tuyo, ¡oh bella Beba! es el sonido ronco de un cántaro roto como alma desalmada que lleva el diablo y me clavó una afilada esquirla.

¡Háblame, cuéntame, da rienda suelta a la caricia de tu cascada vocálica y al vértigo de escucharte de nuevo!

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NO BAJES LOS BRAZOS Escucha estas palabras que hoy quiero dedicarte, amiga mía: no bajes los brazos, no destenses el arco ni te resignes en la espera a los acontecimientos como una maldición inevitable; es cierto que el enemigo asecha, que es robusto y aguerrido, pero tú cuentas con toda una constelación de estrellas que te sonríen desde el manto de la Señora y salen al frente como aguerrida avanzadilla.

Todo ocaso es transitorio, una tregua al fulgor de la nueva luz; por tanto, no tires la cuchara, amiga mía, no tienes mi licencia para hacerlo; no entregues las armas y pelea sin fatiga con la esperanza firme 86


de que la victoria está en tus manos; lenta, sí, mas segura y firme.

En la noche, hasta el jardín es un erial y sé que estás viviendo una pesadilla nocturna, pero las gotas de rocío bien saben dónde hacer sus transfusiones acuosas y renovar la vida cual guirnalda salvífica.

No es la hora, ya lo sabes. Rebélate contra la desidia de seguir empuñando la espada de fuego que te dio fama y te ayudó a conquistar campos de jacintos y madreselvas con los que has perfumado las horas pretéritas. ¡Ánimo, tú puedes! Pero yo ni puedo ni quiero renunciar a ti.

Escúchame bien: no bajes los brazos.

87


ALÓJAME EN LA VECINDAD DE TU REPOSO Alójame en la vecindad de tu reposo, lo suficiente cerca para cuidar de ti, lo acertadamente lejos para no romper el recato y la intimidad debida; pero sí, alójame donde pueda verte, olerte, escucharte y en ocasiones hablarte.

Seré una sombra callada, una vigilia expectante como vela en palmatoria siempre de guardia sin urgencia a participar; sólo quiero pintar para ti una atmósfera segura en los momentos de tinieblas. Luz, un poco de luz para tu desasosiego, una mano serena para tu pulso agitado, una voz queda para susurrar ensoñaciones y una sonrisa apaisada para tu despertar.

Alójame en la vecindad de tu reposo, ¿no ves cómo ya tengo dispuesta la maleta? 88


TODAVÍA A LO LEJOS Todavía a lo lejos, la mar es ese abrazo madre que no amamanta pero acuna en su incesante oleaje como saludo alegre y reiterativo que nunca cansa sino mece con musicalidad.

Marbella es mar, es bella mar, es Mar-bella; y allá en el fondo Canarias, y hacia ultramar Corrientes, y en Corrientes Luna y un Lucero Reluciente que es Beba, y una estrella rosácea, puro amor.

Lo previsto es eso que debe suceder y que un fallo técnico lo impide… Sólo una fuerza mayor me impedirá aparecer cada día a tu cabecera; y antes, saltaré vallados, cerraré zanjas, 89


vadearé ríos, escalaré montes… Trabajaré hasta agotarme con tal de cortar una flor aromática de letras y llevarla a tu presencia.

90


SEMILLERO DE PALABRAS

Apenas unas macetas, esas son mis posesiones, una geografía constreñida y, en tan pequeños márgenes, quiero echar una erilla, hacer para ti un semillero con todas las palabras; cuando crezcan, hacerte un ramillete con las más hermosas: las que hablan de ti sin necesidad de olerlas, las que te describen 91


en tus expresiones afectivas y lirismos, y todas aquellas que detestas para cerrarles las puertas de mi casa.

Te imagino paseando en campos de amapolas y tu talle ceĂąido como gavilla de trigo; te veo avanzar por un camino de lirios y una nube de pĂĄjaros haciĂŠndote coros; te veo pasear con Luna por campos de camomila y ondular en tu pelo el amarillo rubicundo como escoltando al durazno de tu piel.

Quiero hacer germinar para ti palabras entalladas, hechas a tu medida, aquellas que te hagan justicia y acunen tu vida, en especial, las que canten la portentosa gloria de tu amistad.

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ERES PURA DE SOL Eres pura de sol como un amanecer, como nieve inmaculada al alba sin otra pisada que el leve trípode de un pajarillo que, desnutrido, busca migas no desmigadas.

Amaneces y apareces; te asomas a mi vida, ─a nuestras vidas─ también por el silencio. La ausencia es un diapasón que articula fonemas: tu ser en presencia esquiva evocando otro tiempo, otra medida, otra realidad.

Eres pura de sol, puro blancor, pura amistad, purísima mena, nácar reluciente con crisoles marinos. Eres… sigues siendo por siempre una niña vestida de primera comunión.

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UN DISCURRIR LENTO DE LOS DÍAS Me descalzo y piso la arena mojada de este Mediterráneo nuevo y eterno; la última marea dejó apenas una franja de escasamente un par de metros donde quedaron restos de bivalvos, entre algunas algas y piedrecitas relucientes como si fueran de cristal o jade.

En cada ola, una nota musical armoniosa, un eco de Corrientes en la corriente; en cada cresta, tu sonrisa de espuma y espesura o nata montada; en cada valle, tu alargada sombra asombrosa; en cada embate, tu pulso impulsivo, tsunami arrepentido, ahora tímido; en cada retroceso, tu dulce seseo se hace cercano como tratando de palpar el consuelo de una mano que no es cercana.

94


Desde mi verano a tu invierno, no hay distancias, sólo una pausa, un discurrir lento de los días que sueña los vericuetos que dan al encuentro.

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DESPUNTA EL DÍA CUANDO TE BUSCO

Despunta el día cuando te busco en esa estela de luz que es tu huella, en la grafía de tus comentarios amorosos que son alas de mariposa liviana y sutil para los estímulos.

Imagino el batir de tus dedos aleteando morfemas con los que corresponder 96


la asechanza de este día a día que atardece en abandono forzado, sin quejas ni culpables; sólo ese camino aciago por el que se ha despeñado tu salud con el sofoco propio y adyacente.

Despunta el día cuando te busco y suenan las campanadas de la media noche cuando dispongo para ti un ramillete de palabras maceradas en las brasas de mis sentimientos que quieren ser curación imposible o placebo, un complemento vitamínico con el que elevarte de tu postración.

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EN LA ALACENA DE MIS RECUERDOS

En la alacena de mis recuerdos, loza virtuosamente decorada apara un té insípido en tu ausencia. No sé si lo dudas, pero cambiaría tanta porcelana, con su eco chinesco, por la proximidad que hiciera audible el fuelle de tu torpe respirar entrecortado, esa ráfaga fatigada que busca con ansias aire para tu fragua de forja fría 98


en la que maniobrar tus ensueños.

Los míos, mis ensoñaciones, son como nidos de aves que albergan remansos de esperanza entre el tupido ramaje vestido de clorofila y las oscilaciones por las mecidas de la brisa que agita este presente tuyo y hace tambalear la delgada lámina de tus férreas certidumbres.

En la alacena de mis recuerdos, aquellos días creativos y luminosos cuando el sol parecía nacer cada mañana en los flecos de tu guirnalda lírica, para llenar la vida de cánticos y alimentarla con la escarcha de tus poemas.

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SI YO PUDIERA HACER GUARDIA Si yo pudiera hacer guardia en tu mesita de noche, como sin dudas lo hará el gallo de tu reloj despertador o la sintonía de tu emisora preferida; si pudiera pasar desapercibido y alerta en este presente tuyo que te aturde y cambiar los apósitos de tus sufrimientos por un ramillete de decires afrutados; si yo pudiera poner bálsamo diario de menta, mejorana y arropía en este estado siniestro en el que te encuentras…

No sé cómo paladeas estas cápsulas mías con sus surtidos de mensajes placebos que tienen vocación curativa. No sé si estás expectante a mi aparición diaria, al celo que pongo cuando pretendo celar este estado tuyo enajenante, pero sí sé 100


que quiero curtirme en el taller de los vocablos para que nunca sea inapropiado ni vacuos este ruido de espada silabeando que conforma mi aguerrida lucha frente a la atalaya donde acaso atardece en tu corazรณn sin demasiada esperanza.

101


UNA TORMENTA DE VERANO Un relámpago ha mostrado su trenza lumínica y se ha deshilachado el cielo de luces rabiosas como desgajadas de un mismo semillero de luz. Una tormenta de verano que deja su inequívoca grafía de invierno y me transporta a tu hemisferio.

Como hay notas musicales en un diapasón en reposo, como existe la capacidad de medida en el metro que guardas en el cestillo de tus primores, así la certidumbre arruinada de que todo está hecho y por tanto nada nuevo podemos hacer.

Ponte la blusa de imperceptible verde manzana y la falda blanda, y la chaqueta blanca y la esperanza blanca que ilumina la tarde vestida de inequívoco amanecer. Prende la luz, abre la ventana y deja que entre 102


la voz del que aguarda tus jaculatorias para que entre y cene contigo: nada temas, pues sĂłlo ĂŠl sabe el dĂ­a y la hora.

103


OH NIÑA CORRENTINA

Oh niña correntina, la de la piel de durazno, la de la boca coral de arrecife y los dientes de nácar, la de labios reventones como la granada y cabellos rebeldes de gavilla de trigo; tu mirada es el azul del mar que quisiera ser cielo sin nubes, el lapislázuli en el lagrimal que llora lágrimas de topacio

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aromados de lavanda.

¿Acaso te preguntas qué es de mí? Yo habito este sequedal taciturno que respira ansiedad a borbotones, que se conduele de silencio monacal, que traga nudos marinos queriendo achicar la mar y que vomita palabras de azufre en las cabalgadas de sueños polvorientos.

Oh niña correntina, la de la piel de durazno, mira cómo sangra por mi costado endechas, madrigales y requiebros con los que cantar el boato de tu presencia, esa a la que me has restringido y por la que muero nuevamente cada día.

105


ERES UN ESPÍRITU RENDIDO Eres un espíritu rendido, una bondad reblandecida, como sumiso de pasión por la estela inconfundible de esta biznaga de jazmines con la que te sintetizo sin miedo a equivocarme, sin temor a desfigurar tu línea maestra para siempre. En el contraluz de tu mirada de ángel, en la síntesis del pacto alcanzado con el que lo entregas todo sin derecho al retracto.

No. No hagas eso. No te rindas nunca: en la perseverancia, en la batalla presentada cada día, está la virtud de quien se ve sometido y no se rinde ni se lastra.

Mírame a los ojos y repite conmigo: tengo que dar una oportunidad a la esperanza, 106


un resuello una ocasiĂłn de zafarme de las aguerridas garras que me agarran y demostrarme a mĂ­ misma y a todos que la representaciĂłn debe continuar con el acto tercero antes de hacer mutis por el foro.

107


EN ALGÚN SITIO ESTAMOS JUNTOS En algún sitio estamos juntos, carnaval de aromas agrestes, tras trastocarlos y vestirlos cómo hieres los sentidos hasta apropiarte de cada uno de ellos con el hábito agraciado de tu sonrisa.

Hay en mi corazón furia y quebrantos, un sinvivir acodado a tu nombre que me vincula a ti como uva al racimo, como sarmiento a la vid para que siga siendo verdor y vida, pámpano fecundo y anillos trepadores.

Tú, amiga mía, savia y nutriente, que con tu palabra gomosa y azucarada vas tejiendo una red invisible en la que nos apresas y alimentas.

108


En algún sitio, ─digo─ estamos juntos.

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AHORA QUE SOMOS MAYORES Ahora que somos mayores, Beba, descubramos la divinura de la paz. Al menos yo, me siento lejos de pasar con buena nota la prueba final en la que se nos examinará del amor.

Con frecuencia, renegamos del estiércol y detritus, olvidando los procesos regeneradores de la vida; pero, ¿imaginas un campo de trébol o de encendidos tomates o de frutillas como labios carnosos sin esa podredumbre en el subsuelo?

Haber sufrido, haber odiado, es lo que nos empuja a amar, ¿me entendés, Beba? A desear la paz que a veces hemos perjudicado u obviado del otro. El odio es esa maceta fortuita en caída libre 110


que acierta en tu cabeza haciendo pleno y te deja marcada de por vida, si es que logras sobrevivir al impacto.

Por eso, ahora que somos mayores, Beba, PerdonĂŠmonos a nosotros mismos y perdonemos a los demĂĄs para tampoco ser severamente juzgados. Ahora que somos mayores, Beba, renunciemos al odio y abracĂŠmonos con deleite al amor.

111


QUIZÁ CUANDO TÚ Y YO…

Quizá cuando tú y yo miramos a la luna estamos viendo cada uno una cara, opuestas entre sí; pero, ¿no es admirable ese brillo de acero azul sin mácula donde se refleja el semblante de los enamorados, y ese olor a nardos

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que embriaga como abrazándote por la cintura?

He descubierto que dos que miran no ven las mismas cosas, como dos ángulos adyacentes casi nunca son iguales. Me ha costado. Me ha costado entender que vives en invierno cuando el calor agobia; me sigue costando entender que vida y muerte proceden de una misma raíz, de un mismo gen y son cola de un cometa que se dispara a que desacelera y se apaga. Quizá no pase mucho tiempo en que descubramos lo inapreciable de toda contingencia y podamos, ahora sí, contemplar la luna como un todo unitario que nos engloba.

113


MARÍA DEL CARMEN, TU NOMBRE Hace años subí al monte Carmelo y allí estaba escrito tu nombre, María del Carmen. No. No uno coincidente o perteneciente a otra persona. Tu nombre, María del Carmen.

Él conoció tu nombre antes de que existieras, así como tu vida estaba esbozada antes de que nacieras. Ya estabas pensada. No eres fortuita, sino afortunada; no eres azar, eres obra de amor y así es amor tu proceder, tu destino y las esporas que has ido esparciendo a lo largo y ancho del camino de la vida: fertilizar ha sido siempre tu proceder. Hace años subí al monte Carmelo y hoy madrugo para acompañar a tu Virgencita a la playa de Marbella entre marineros y devotos. Allí vienes conmigo, María del Carmen, 114


para celebrar tu nombre y tu persona.

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YO LEVANTÉ UN CASTILLO Yo levanté un castillo con foso de agua y puente levadizo, con almenas y un puesto de vigía por cada uno de los puntos cardinales, con pozo, granero y un enorme silo para dormir las noches de tormenta sin miedo a quedar desabastecidos.

Yo levanté un castillo y le llamé amistad; mejor dicho, Amistad. Y cada piedra lleva inscrito el nombre de un amigo desde los cimientos hasta la torre del homenaje.

No te esfuerces, no busques; tu nombre figura en la clave y es sustento de todos los otros nombres. 116


Yo levantĂŠ un castillo y no era consciente que estaba enalteciendo tu amistad.

117


SI ACASO ME PRECEDES

Oh dulce Beba, llena tu copa de ambrosĂ­a y levanta los ojos al cielo para brindar por la delicia de la vida. SĂ­, con sus luces y sus sombras, por supuesto, Beba; con sus claridades y tinieblas, sus miedos y sus inseguridades.

Si acaso me precedes camino al infinito, no me dejes pagar la novatada y teje para mĂ­ una guirnalda de encomiendas 118


para que no se pierda mi eternidad bajo el lado lúgubre de una sombra que me aparte para siempre de la luz.

Muéstrame el camino del abajamiento hacia la humildad, a crucificar mi orgullo y prepotencia, a decir sí a cualquier enunciado sin idea preconcebida de sus consecuencias, a fiarme sin más y aceptar mi poquedad y contingencia.

Si acaso me precedes en el viaje sin regreso, ve echando migas de tus delicadezas para que la búsqueda me sea innecesaria.

119


DÍMELO TÚ, BEBA Dímelo tú, Beba, ¿de dónde ese caudal de piedras preciosas con las que has empedrado tu calle, al enlosar el camino al paraíso? ¿De dónde las semillas de ese jardín de palabras meladas con las que endulzas la vida de quienes te rodean?

Imagino que te has bañado en el mar y al día siguiente amaneció la playa sembrada de pétalos, acarreados sobre la espuma de las olas como cuando en el cuarto oscuro de la madrugada se peinan las sirenas en el espejo del agua.

Dime cómo hacer un diccionario propio con tu vocabulario. Dime cómo sellar de forma indeleble tus palabras en cada amigo para que todos puedan identificarse con ellas, 120


sin conocer de ti otra dimensión que la anchura Atlántica que nos separa.

Dímelo tú, Beba, ¿cuánto de embrujamiento hay en tus palabras y cuánto en tu sonrisa?

121


ACENTÚA EL SILENCIO Acentúa el silencio, si quieres, ni siquiera me escribas una palabra; pero no me prohíbas pronunciar tu nombre como refugio de la limitación a la que me sometes.

Ponle tilde a todas las palabras que te evocan, ─llanas, agudas o esdrújulas─ marca el diacrítico donde conviene y donde no, como yo tengo marcado a fuego tu nombre en el Olimpo de los Amigos.

Guarda silencio si es lo que quieres o si es todo lo que puedes hacer, pero no me prohíbas que yo vocee tu nombre a tiempo y a destiempo.

122


TAMBIÉN TE LO CONSAGRO También este día, dulce amiga; también te lo consagro ─memoria y versos─ nació tímidamente opaco con veladuras blancas a modo de echarpe, pero se alisó el cabello y se diluyó el velo descubriendo un azul cada vez más intenso con promesas de día radiante.

Llegó la luz acompañada de la brisa y esta se ahuecó entre las ramas de los pinos y los aligustres del seto, haciendo escolta a esta guarnición de palabras con las que te acompaño.

A ti, dulce amiga, este día como sumando con el que acortar distancias, con el que soslayar el silencio y sobrenadar las muchas olas 123


de este Atlántico interpuesto.

Nada más amanecer me dije: “para ella”. Y aún estoy como queriendo envolver esta atmósfera, ponerle lazo y dedicatoria y hacerte llegar esta divinura recién nacida con la que te consagro mi afecto y amistad.

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SI AMASÁRAMOS EN LA MISMA ARTESA

Si amasáramos en la misma artesa la harina de las fatigas de la vida con el agua y la levadura de la esperanza, nos saldría un pan como un sol o como la estrella polar, como ázimos con los que regenerarnos sin considerar que son muchos los quebrantos que nos tocó vivir, ni tomar en cuenta la gratuidad de lo alcanzado.

125


Si en el amasijo de nuestra elocuencia dejáramos abierta la espita del agradecimiento y ocasionalmente cerrada la de las muchas reivindicaciones, si tuviéramos costumbre de pesar los favores como pesamos los pesares, si por un momento nos viéramos agraciados en el espejo del río que vadeamos, si mirásemos más al otro que a nosotros mismos, si siendo figurantes no nos sintiéramos protagonistas sino comparsas de un todo único, gozaríamos de ese pan nuestro de cada día, aunque este fuera un trozo de mendrugo.

126


NO ENTORNES LOS OJOS No entornes los ojos; mírame con la misma ráfaga de luz que destellas en los momentos dulces, cuando el Céfiro se arruga ante tu esbeltez: que sienta rutilante celos la plata, que aparezcan cegados los zafiros, que la luz del sol se ensombrezca, que los metales se avergüencen y oscurezcan, que el día pierda la corona de su entorchado, que la luna se adormezca durante una semana, que las perlas y las ostras se ruboricen y acongojen, que los atolones se sumerjan para siempre en las profundidades, que los corales se tiñan de azul y desaparezcan en los fondos marinos, que la Antártida crepite y el Ecuador se hiele, que la luciérnaga se apague celosa de tu esplendor, que se abra el mar para darte paso, que las montañas se abajen ante tu beldad, que el mundo entero y sus tesoros se conviertan en calderilla; 127


pero que tĂş nunca entornes los ojos.

128


ACENTÚA EL SILENCIO Acentúa el silencio, si quieres, ni siquiera me escribas una palabra; pero no me prohíbas pronunciar tu nombre como refugio de la limitación a la que me sometes.

Ponle tilde a todas las palabras que te evocan, ─llanas, agudas o esdrújulas─ marca el diacrítico donde conviene y donde no, como yo tengo marcado a fuego tu nombre en el Olimpo de la Amistad.

Guarda silencio si es lo que quieres o si es todo lo que puedes hacer, pero no me prohíbas que yo vocee tu nombre a tiempo y a destiempo.

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EPÍLOGO Palomas son tus ojos. (Ct 1, 15)

Duerme profundamente alejada de todo resquicio de dolor, estrenando la Paz Suprema para un corazón que, estando agitado, derrochaba paz a manos llenas.

Agazapadas palomas son tus ojos ─párpados entornados─ que empapados de vida latente se asoman a la infinitud sin retorno, sin dolor, sin sufrimientos, donde el vacío es plenitud y jamás se pierden los diamantes. Te has aferrado al rosario de madera de olivo ─tallado en Jerusalén─ y en éxtasis te has ido a la Jerusalén Celeste. 131


Una pequeña rosa es tu boca, cuyos pétalos ya no acusan el flujo respiratorio y dejan el ambiente marcado con la huella de tu presencia en despedida, sedosa y sedante . Duerme profundamente hacia el abrazo del Padre, donde nunca te cegará la oscuridad, ni volverás a sentir sed ni frío. Es mucha la soledad que dejas y mucha la compañía que nos has regalado. ¡Descansa en Paz, María del Carmen Názer, espéranos dulcemente en el cielo, Beba querida.

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MÂŞ del Carmen NĂĄzer http://reparandolazos.blogspot.com.es/

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