EDUCARSE PARA EL MUNDO El fracaso de la escuela Tomado del libro La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada Autores: Gilles Lipovetsky y Jean Serroy Traducción de: Antonio-Prometeo Moya Editorial Anagrama, 2008
Puede parecer una perogrullada afirmar que todo aprendizaje del mundo pasa por la educación. Sin embargo, es de aquí de aquí de donde debe partir toda reflexión, habida cuenta de los problemas que aquejan hoy al sistema docente. Es verdad que los problemas no son nuevos, pero los hechos demuestran que son más profundos que nunca y que por primera vez generan un auténtico “fracaso de la escuela”, en palabras de Christian Forestier.1 ¿Qué ha sido en Francia de ese sistema escolar que, habiendo conocido gracias a Jules Ferry el formidable florecimiento republicano de la escuela pública, laica y obligatoria, ve, poco más de un siglo después, que entre el 10 y el 15 % de los alumnos de sexto no sabe leer un texto y el mismo porcentaje consigue leerlo con dificultades? ¿Qué ha sido de un sistema del que todos los años sales 150.000 alumnos sin título, sin nada que refrende sus estudios y que infunde en quienes en principio deberían ser sus beneficiarios una sensación muy compartida de malestar e insatisfacción?2 Estas preguntas se formulan con mayor urgencia porque, paralelamente a este tremendo fracaso, la autoridad del profesor, antes respetado social y profesionalmente, está desapareciendo, y ha dejado a los docentes, cuya función social se ha devaluado y apenas comporta ya reconocimiento, desnudos frente a unos problemas insolubles de falta de respeto, falta de atención, falta de disciplina, incluso problemas de violencia. Si la escuela era un institución eminente y sigue siéndolo en los países pobres donde el acceso a la educación, no garantizada a todos, se ve como privilegio de quienes se benefician de ella, en los países ricos se ha convertido en un derecho que el alumno entiende como algo que se le debe y que utiliza sin concederle el respeto que antes era de rigor. ¿Qué ha ocurrido? ¿Habrá que seguir acusando a la “cultura del 68” y sus desviaciones? Pero esa misma incultura se encuentra en otros lugares, en países que no conocieron las barricadas ni las discusiones de la famosa primavera. ¿Tiene la culpa el imperio de la televisión, que acapara el tiempo de los hijos? ¿Los docentes, porque se han vuelto incompetentes y han perdido la conciencia profesional? Todo indica más bien que el fenómeno debe relacionarse con un proceso mucho más global, por no decir de civilización, que no es sino la transmisión de la sociedad disciplinada y autoritaria del primer momento de la modernidad a la sociedad consumista, hedonista y neoindividualista de la hipermodernidad. El capitalismo de consumo no sólo ha elevado el nivel de vida de la población y propiciado la difusión del bienestar y el ocio, sino que además ha difundido una nueva cultura que exalta la vida en presente, la satisfacción de los deseos, la autorealización. En consecuencia, ha contribuido a descalificar las estructuras disciplinarias, las normas impuestas autoritariamente y la “domesticación” anónima, que se entiende como coartación de la expansión de la subjetividad. El
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Véase sobre todo Christian Forester, Claude Thelor y Jean Claude Emin, Que una l’enseignement en France, Stock, 2007. 2 Una encuesta de UNICEF para evaluar el “bienestar de los niños en los países ricos” reveló en 2007 que Francia, entre un total de 21 países, estaba en el lugar 16 y, en el aspecto educativo, en el 18.
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