Lubri-Press 190 - Febrero 2013

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opinión

Lancia Delta Integrale

El Rey del Rally Por Richard Hammond sta nota se trata de confrontar a un viejo enemigo. Es como taclear y domar a un dragón personal. Hace 20 años, manejando mi moto por la ruta de los Pennines, ubicada entre Yorkshire y Lancashire, me encontré con un Lancia Delta Integrale Evolution II como el de las fotos de acá. Se trataba, como pude comprender inmediatamente al ver sus guardabarros inflados y las numerosas tomas de aire talladas sobre la carrocería de Giugiaro, de un aparato bastante potente. También de inmediato supe que su propietario estaba feliz con su auto. Y con manejarlo por ese camino. También pensé que, como todo propietario de un vehículo de dos ruedas, merecía una lección sobre la performance superior de una moto como mi Kawasaki ZZR600. Pero justo cuando estaba preparando

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Ganó campeonatos del mundo hasta el aburrimiento. Los mejores pilotos de los ‘80 y ‘90 construyeron su gloria gracias a él. La versión de calle aún hoy sorprende por sus prestaciones. mi tutorial, desapareció de mi vista. Algo sorprendido, apreté el acelerador con todas mis fuerzas y logré divisarlo a la distancia. Pero por más que me esforzaba, seguía alejándose más y más. Descubrí que el tutorial me lo estaba dando él a mí cuando, en ciertos tramos, levantaba el acelerador, permitía que me acercara, y volvía a pisar a fondo para perderse una vez. Humillante. Yo estaba acostumbrado a que mi moto, moderadamente potente, podía superar con facilidad a cualquier cosa con cuatro ruedas en ese camino. Varios Porsche 911 habían tenido que ceder en el pasado. Pero olvidaba un hecho incontrastable: no por nada el Lancia Delta Integrale fue uno de los autos de rally más exitosos de todos

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los tiempos. Y el ejemplar que me había dejado pagando era la última encarnación de todas las evoluciones destinadas a la homologación. Entre 1987 y 1992, Lancia ganó seis veces el título mundial de rally. Pilotos como Juha Kankkunen y Massimo Biasion construyeron su gloria gracias a la performance del Delta Integrale. Tenía tracción en las cuatro ruedas, un motor turbo, con 2.0 litros y 215 caballos en su versión de serie. La suspensión era independiente en las cuatro ruedas. Y manejarlo aún hoy se siente tan emocionante, potente y excitante como en las manos de aquél hooligan que me arrastró por el lodo de la humillación aquél día en la ruta de los Pennines. Acá no estamos ante un delicado auto clásico que necesita ser conducido como si estuviera hecho de papel y porcelana. Este es, aún hoy, un deportivo rudo, brutal y pegajoso, que exige tu máxima concentración y tiene límites de adherencia más allá de lo imaginable. Es un auto que necesita curvas cerradas, caminos de montaña, ripio y rutas sucias o deslizantes para de-

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mostrar todo lo que es capaz su chasis de equilibrio perfecto. Cuando el primer Lancia Delta ganó el título mundial en 1987, muchos adjudicaron el logro a la capacidad de la escuadra italiana para adaptarse al brutal cambio de reglamentación que suprimió a los asesinos Grupo B e instauró a los más domesticables Grupo A. Pero cuando otro Delta ganó al año siguiente, y otro más repitió en la temporada posterior, el mundo se rindió ante la evidencia de una máquina sin rival. No tiene un sistema de doble tracción complicado. Tan sólo tiene uno muy simple. Y muy bueno, que en ocasiones envía un poco más de potencia a las ruedas traseras para facilitar el trazado de las curvas. Tiene una gran respuesta al volante, con una dirección muy comunicativa acerca de los niveles de adherencia de las ruedas y que te indica con precisión hasta qué punto podés seguir exigiéndolo. En el interior, las butacas Recaro y el tablero funcional te dejan en claro que se trata de un auto de competición con un kit montado para hacerlo parecer más civilizado. No

es un auto que pretende ser deportivo y fue pensado sólo para lucirlo un sábado por la noche. El diseño de su carrocería es grotesco. Nadie puede decir que sea bello. Pero sus líneas son inconfundibles y todos los que recuerdan su trayectoria imbatible en el rally se rinden a los pies de esa belleza inexplicable que sólo irradian los autos ganadores. Los guardabarros ensanchados, las tomas de aire por doquier y los spoilers regulables fueron imitados por cientos de deportivos en los años siguientes, pero sólo en el Delta tenías la certeza que no estaban por una cuestión cosmética. Estaban ahí para homologar mejoras en el auto de competición y así seguir ganando trofeos. Así que la próxima vez que un tonto con voz afectada pase la mano sobre su auto clásico y me cuente que maneja su “vieja chica” todos los días, y yo sepa que me está mintiendo, debería mencionarle el Integrale. Porque aquí estamos ante un verdadero, auténtico, importante clásico con hermosa funcionalidad y una increíble historia, que puede ser utilizado todos los días, sin sentirse humillado por ningún motociclista en cualquier camino del mundo. * The Sun.


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