Por César Mauricio
U
na semana antes de ingresar a estudiar ni sabía bien lo que era el diseño gráfico. Y claro, me creo ilustrador, fotógrafo, me gustan los animes, hacer logos, admirar los empaques. Básicamente dibujaba en mi cuaderno mientras el profesor de matemáticas me explicaba a cuanto equivalía el coseno de sesenta. Y ya, de pronto estaba en aulas: -¿Cuándo empiezo con los logos? Sólo escucho que debemos llevar cursos de fundamentos del diseño, dibujos -¡Hay varios cursos de dibujo, pero en ninguno de mangas!- matemáticas, lógica, ¿creatividad? (yo soy creativo, ¿qué pasa?), estadística, sólo pienso que elegí mal, esto no es diseño, es el mismo sanatorio de cursos aburridos. Nooo. El día a día me consume, voy reconociendo la importancia de todo, mucha retórica, mucha lectura, mucha investigación, nunca agarré la computadora. Un profe aburrido me dice que la vida del diseñador es así. El aburrido horizonte laboral me abruma y pienso muchas veces en escapar por la ventana rota del aula pero una vez mas respondía a mis demonios personales: He de seguir. *** En vacaciones, extraño mi aula, mi gente, ya voy avanzando, sintiéndome ya un veterano, con las heridas propias de aquel que luchó para dominar el lápiz, la tinta, los colores, la témpera y las tizas de sanguina que una vez terminada no se podía deshacer y ya capo en el dominio de temperas y
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6 / malla / Área Académica de Diseño Gráfico
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y un antes y un despué “En el diseño gráfico ha