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Y si..., págs

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¡Hola Amigos! ¿Cómo van vuestros ánimos? El trimestre pasado estábamos preparando la Navidad, con ciertos recelos, porque la pandemia no terminaba, ni termina de abandonarnos; son unos momentos que los vivimos con inquietud, pero ahora, que parecía que empezábamos a ver luz en este sentido, nos acompaña una nueva amenaza y que es muy peligrosa, una “GUERRA” entre dos países europeos. Las personas que no entendemos de estas negociaciones, pensamos cómo una persona sola, el Sr. Putin, puede mandar al resto del mundo y poner en jaque a todos. He estado viendo las noticias, aunque cuesta hacerlo y se ha apoderado de mi cierta angustia. Me da mucha pena el número de muertos, los heridos, los que se han quedado sin hogar... ¿Por qué? Nadie quería esta guerra. Vivían tranquilos en sus casas con sus familias y de repente, a un señor se le ocurre que le gusta e interesa el país vecino y que tiene que ser para él, y manda a jóvenes a luchar y a morir para conseguirlo, además de arrasar todo un país precioso, mientras él se queda en su palacio disfrutando de todas las comodidades y privilegios que con su cargo ha adquirido, o en su búnker, a salvo de cualquier peligro. Erich Hartmann, piloto de caza alemán durante la II Guerra Mundial, lo resumió así: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian se matan por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. Hoy mis reflexiones van por el camino de las preocupaciones actuales, escuchar las noticias es ponerme triste, no me extraña que muchas personas sufran depresión y stress, las personas mayores tenemos la vida hecha, (como decimos vulgarmente) pero pensamos en nuestros hijos y nietos y sentimos la pena por ellos, también nos hacemos la pregunta, ¿qué será de ellos? ¿cómo afrontarán su futuro después de esta situación?

Edificio bombardeado en Ucrania

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Tropas rusas en Ucrania

Actualmente hemos aprendido a manejarnos por internet, o en las redes sociales, (unas personas más que otras) pero nos sirve para estar actualizados y entretenidos. Son muchos los amigos que tenemos grupos de WhatsApp donde nos mandamos noticias de todo tipo además de otras curiosidades, comentarios y reflexiones que a lo mejor no se nos Alumnos en aula de informática hubieran ocurrido, pero que nos hacen plantearnos muchas cosas. El otro día recibí uno que me ha hecho darle muchas vueltas a la cabeza y me ha llevado a pensar y a comparar los momentos que viví en mi juventud, cómo era entonces la sociedad y cómo está ahora. Cuando acabó la dictadura, se avecinaban tiempos de libertad, se anhelaba el cambio, con una visión esperanzadora de lo que sería dejar atrás esos tiempos, para algunos muy negros. Tengo que decir que como nunca me metí en política, ni yo ni los míos, nunca nos sentimos con miedo ni temor. De hecho, en mi juventud hice muchas cosas que ahora piensan que teníamos prohibidas. Fui de guateques, disfruté de las fiestas de Monzón, de los bailes, de cenas con amigos, fui a la playa a pasar el día… vamos, que hacía lo que nos apetecía. Sí que había circunstancias que estaban mal vistas y que hoy están normalizadas, pero en ningún momento me sentí atada. Trabajé siempre, primero en una fábrica, luego como dependienta y más tarde, cuando me casé, en el negocio familiar. No me sentí presionada. Llevé la casa y estuve pendiente de la educación de mis hijos. Cuando hacía buen tiempo, bajaba a la piscina con amigas e hijos (sin los maridos) y no nos puso nunca nadie ningún problema. Después de trabajar nos íbamos a dar un paseo mientras los maridos seguían trabajando o se iban al “Rivetas” a echar una cerveza.

Guateque en los años 60

Había mucho respeto, a los maestros, a la autoridad… pero sobre todo a los mayores. Los patriarcas y matriarcas (nada que ver con el “patriarcado”, que no sé si sabría muy bien definir) se habían sacrificado con los pocos medios con los que contaban por sus hijos y nietos, trabajando sin descanso de sol a sol, para llevar pan a la mesa, y quizás algún capricho, con cierta severidad pero con tanto amor que no quedaba más que agradecer. Pudimos comprar un apartamento en la playa y en verano, íbamos de vacaciones y los fines

de semana que podíamos, hacíamos lo mismo y no nos sentimos nunca extranjeros, es más, éramos muy bienvenidos. Cuando llegaban las fiestas de Monzón, aprovechábamos el día para llevar a los críos a las ferias y a los espectáculos para ellos, pero si queríamos ir a tomar vermú o salir a la orquesta por la noche, los dejábamos con los abuelos y disfrutábamos de los amigos. Nochevieja la hemos pasado siempre con los amigos y he disfrutado como lo hacen ahora, eso sí, sin tanto alcohol ni drogas, lo que creo, es positivo para nuestra generación. Volvíamos a casa cuando considerábamos y desde luego, no había los atracos, violaciones ni asaltos de hoy en día, no teníamos miedo. No me saqué el carnet de conducir, pero no porque fuera mujer, porque alguna de mis amigas sí lo hicieron, sino porque en ese momento me daba miedo. La primera casa en la que viví de casada, nos la proporcionaron mis suegros pero siempre la sentí mía, no me hicieron sentir en ningún momento una extraña y desde luego, los que compraban casa o piso, tenían una hipoteca de unos 10 años y no como las de ahora, que te sujetan toda la vida y que te impiden llegar holgado a fin de mes aunque se tengan dos sueldos en casa. Quizás la diferencia mayor es que no pude seguir estudiando porque los recursos eran más limitados, pero tampoco fue por ser mujer, sino porque vivir en un pueblo dificultaba mucho la posibilidad de salir a hacerlo a una capital, era complicado para todos. Me siento orgullosa de haber podido hacerlo por mis hijos. Con el tiempo, quien me lo iba a decir, sí he podido hacerlo, ya que las oportunidades son muchas, como la Universidad de la experiencia o los múltiples cursos que salen frecuentemente para personas de nuestra edad. No se recibían tantas ayudas del Estado como hoy en día pero, desde luego, no se pagaban tantísimos impuestos como ahora. Y sobre todo, no había una sociedad tan quebrada y fracturada como hoy en día que… o eres de un lado, o del contrario. Fueron tiempos muy distintos, disfrutamos de otra manera a como lo han hecho nuestros hijos y, seguramente, a como lo harán nuestros nietos. Espero eso sí, que puedan disfrutar también, ya que en estos tiempos se vislumbra un futuro muy, muy negro. Cada vez que me pongo a escribir y pensar en una reflexión para contaros en la revista, me doy cuenta que no avanzo lo que a mí me gustaría y tampoco os puedo contar otras noticias más alegres y que todos necesitamos oír, ¡¡ojalá en el próximo número!!

Rosario Bordas

Universidad de la Experiencia en Monzón

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