PIEDRAS VIVAS
Una serie de estudios bíblicos por John MacArthur
Una serie de estudios bíblicos por John MacArthur
. Pentateuco . El éxodo de Egipto
Piedras vivas: Pentateuco
Éxodo y Números: El éxodo de Egipto Publicado por B&H Español • © 2025 Lifeway Recursos®
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ISBN 9798384507024
Ítem 005849276
Título del tema: DEVOCIONALES / ESTUDIO BÍBLICO / ENSEÑANZA / DIOS
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas se han tomado de la Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. ReinaValera 1960® es una marca registrada de Sociedades Bíblicas Unidas, y se puede usar solamente bajo licencia.
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Impreso en China
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LIFEWAY RECURSOS EQUIPO EDITORIAL
Giancarlo Montemayor Vicepresidente, Lifeway Global
Carlos Astorga Director editorial
Jeslys Castro Coordinadora editorial
Denisse Manchego Asistente editorial
Xiomara Pedrahita Revisión de contenido
Andrea Nulchis Diseño gráfico
Grupo Scribere Traducción, edición y adaptación del diseño en español
Introducción .............................................................................................. 7
1. Selección de Moisés ..................................................................... 13 Éxodo 3:1–4:17
2. Confrontación con Faraón ....................................................... 25 Éxodo 5:1–6:9; 9:1-35
3. La primera Pascua ...................................................................... 39 Éxodo 12:1-51
4. Cruce del Mar Rojo ...................................................................... 53 Éxodo 14:1-31
5. La ley de Dios ................................................................................. 67 Éxodo 20:1-21
6. Moisés en el monte ...................................................................... 81 Éxodo 33:1–34:35
7. Construcción del tabernáculo ................................................. 95 Éxodo 35:1–36:38; 39:32–40:43
8. Quejas y rebelión ........................................................................ 109 Números 11:1–12:16
9. A las puertas ................................................................................ 123 Números 13:16–14:38
10. Sin agua en el desierto .............................................................. 137 Números 20:1-29
11. Balaam y Balac............................................................................. 151 Números 22:1–23:30; 25:1-3
12. Revisión de principios fundamentales ................................ 165
Utilice esta guía visual para entender mejor el orden de este manual de estudio y descubrir la forma en la que está diseñado para facilitar su aprendizaje y ayudarlo a aplicar efectivamente cada principio bíblico.
Número de sesión
Cada sesión está claramente indicada. Se sugiere estudiar una sesión por semana.
Éxodo 3:1–4:17
Pasaje bíblico de estudio
Cada sesión se enfoca en el estudio de un pasaje determinado, el cual se indica en la página de inicio.
El éxodo de Egipto
Cada texto contiene uno o más mapas que aportan significativamente al estudio exhaustivo de la Escritura.
Contexto
Antes de sumergirse en el estudio es importante comprender su contexto.
Esta sección proporciona el trasfondo que le ayudará a ubicar mejor los tiempos así como los eventos bíblicos del pasaje de estudio.
Puntos claves del texto
Se trata de las palabras o frases que se destacan dentro del pasaje bíblico que se está estudiando. En cada punto se especifica el versículo al que corresponden.
Espacio para tomar nota
Se ha designado esta área donde usted podrá registrar sus pensamientos, ideas, conocimientos nuevos y todo lo que proceda de su estudio de la Escritura.
Analice el texto
Las preguntas de esta sección están diseñadas para cimentar sus conocimientos a través del análisis profundo del pasaje estudiado.
¿A qué renunciaba Moisés al obedecer la orden de Dios? ¿Qué le costó su obediencia? ¿Qué ganó?
Explore
judíos tradicionales han indicado, o puede que solo considerara que no era elocuente. Independientemente de la causa, estaba convencido de que no podría cumplir la gran misión que Dios le llamaba a realizar. Sin embargo, ante cada objeción, el Señor prometió a Moisés que fortalecería su debilidad superaría sus defectos. «¿No hice yo tu boca?», le preguntó el Señor. «¿Acaso no conozco tus fortalezas y debilidades? Es “Mi” poder, no el tuyo, el que liberará Mi pueblo». A veces el Señor puede llamarnos a realizar tareas que parecen estar más allá de nuestra capacidad. Debemos recordar que no somos nosotros los que obramos, sino el poder de Su Espíritu Santo en nosotros. Él puede incluso utilizar nuestras debilidades para glorificarse, nunca nos llamará a hacer algo que no podamos hacer con Su ayuda. El Señor quiere nuestra obediencia, no nuestros pretextos. Esto no significa que no debamos presentarle al Señor nuestras inquietudes. Sin duda alguna, Moisés tenía preguntas legítimas, tales como qué debía decir y cómo presentar sus credenciales. El Señor abordó esas preocupaciones con paciencia, y prometió repetidamente que Él arreglaría los detalles; que Él, de hecho, estaría con Moisés en cada paso del camino. No obstante, la verdadera preocupación de Moisés tenía más que ver con sus deseos que con su incapacidad; sencillamente no quería obedecer. Ciertamente tenía razones para no querer volver Egipto, donde había matado a un hombre y aún podía ser arrestado. Ahora vivía cómodamente en Madián, trabajaba para su suegro como pastor. No hay duda de que el Señor lo estaba llamando a desarraigarse salir de su «zona de comodidad». Sin embargo, cuando el Señor nos llama, nuestra tarea es obedecer, aunque nos parezca incómodo o nos resulte desconocido. Cuando el Señor nos llama hacer algo difícil, debemos ser honestos en oración, y derramar nuestros temores y preocupaciones ante Su trono de gracia. No obstante, una vez que hayamos expresado nuestras inquietudes, el paso final es obedecer. Dios facilitará el poder para cumplir lo que Él pide. El Señor realiza grandes cosas mediante personas débiles. Este es el corolario del principio anterior: una vez que obedecemos, el Señor nos usará para lograr grandes cosas para Su reino eterno. Moisés estaba aprendiendo la lección de que Dios realiza Sus planes milagrosos mediante Su poder, no el del hombre. Lo que se pide de Su pueblo es un espíritu obediente, no un catálogo de dones y capacidades extraordinarias. El Señor realizó varios milagros ante Moisés; convirtió su vara de pastor en una culebra hizo que su mano se pusiera leprosa luego la sanó inmediatamente. Sin embargo, esos milagros no eran nada comparados con las poderosas señales y prodigios que el Señor haría en Egipto y en el desierto a través de Moisés. No obstante, lo primero era que Moisés obedeciera y respondiera al llamado de Dios. La verdad es que Dios menudo utiliza personas «débiles» para lograr grandes cosas. Utiliza personas no calificadas, desde una perspectiva humana, con el propósito específico de mostrar Su poder en sus vidas. «Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte; y lo vil del mundo lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, fin de que nadie se jacte en su presencia» (1 Corintios 1:27-29).
Selección de Moisés 21
Explore el significado
Esta sección ampliará su comprensión de la Escritura y le ayudará a consolidar una perspectiva bíblica de los temas estudiados.
Reflexione sobre el texto
Mediante estas preguntas se pretende llevarlo a una reflexión exhaustiva del texto bíblico aplicado a su propia vida y a la posterior puesta en práctica del aprendizaje en su vida cotidiana.
Reflexione sobre el texto
5. ¿En qué punto las inquietudes de Moisés pasan de ser preocupaciones legítimas a obstinación? ¿Cómo podemos distinguir entre estas dos respuestas en nuestro propio corazón?
6. ¿Por qué utilizó Dios los tres milagros (la culebra, la lepra y la conversión del agua en sangre) para animar a Moisés? ¿Qué revelaban estos milagros sobre el carácter de Dios?
7. ¿Cómo influyó en la misión de Moisés que Aarón fuera su portavoz? ¿Interfirió la terquedad de Moisés en los planes soberanos de Dios?
8. ¿Cuándo lo llamó Dios a usted a hacer algo fuera de su zona de comodidad? ¿Cómo respondió a ese llamado?
22 PIEDRAS VIVAS
Respuesta personal
9. ¿Lo está llamando el Señor actualmente a realizar algún acto de obediencia difícil? ¿Está usted poniendo pretextos o actuando?
10. ¿Cuándo ha visto al Señor obrar a través o a pesar de sus propias debilidades? ¿Cómo su obediencia ha glorificado a Dios?
Respuesta personal
Un espacio para meditar en los cambios que el estudio bíblico producirá en su vida y las acciones a tomar para que la transformación sea eficaz y bendecida.
Selección de Moisés 23
Al final del libro de Génesis, José guio a su familia a establecerse en las tierras fértiles de Gosén, en Egipto, y así escapar de la terrible hambruna que asolaba toda la región (ver Génesis 47). Inicialmente, los israelitas se establecieron allí como invitados del rey; sin embargo, con el tiempo, su creciente población hizo que los egipcios temieran que, en caso de guerra, se alzaran en su contra; por tanto, los hicieron sus esclavos.
Los israelitas permanecieron en esta condición durante la mayor parte de los 430 años que pasaron en Egipto. Sin embargo, el Señor había prometido a Abraham que un día sus descendientes serían liberados de la esclavitud y retornarían a la tierra de Canaán. Nuestros estudios se inician cuando ese momento finalmente llegó. Como primer paso, el Señor seleccionó a un individuo que sacaría a Su pueblo de Egipto; a Moisés, uno de los hombres más humildes de la Escritura.
Durante su travesía hacia Canaán, el pueblo de Israel fue testigo (de innumerables maneras) del poder y la fidelidad de Dios, quien los acompañó físicamente en una columna de nube durante el día y, por la noche, en una columna de fuego. Dios se encontró cara a cara con Moisés en el monte Sinaí; proveyó comida y agua, y libró al pueblo del ejército más letal de la tierra. No obstante, a pesar de todos estos milagros (y muchos más), el pueblo de Israel refunfuñó y se quejó de forma constante contra Dios y Moisés.
En estos doce estudios, examinaremos los acontecimientos bíblicos descritos en los libros de Éxodo y Números. Estudiaremos el llamado de Dios a Moisés, las diez plagas que envió contra Egipto, los Diez Mandamientos dados al pueblo, las provisiones milagrosas realizadas en el desierto, y mucho más. También aprenderemos algunas verdades preciosas sobre el carácter de Dios y veremos Su gran fidelidad en cumplir Sus promesas. En resumen, aprenderemos lo que significa caminar por fe.
El libro de Éxodo fue llamado así en la Septuaginta (la traducción griega de la Biblia) y en la Vulgata Latina del Antiguo Testamento debido a que el hecho histórico principal del libro es la salida de Israel de Egipto. En la Biblia hebrea, las palabras iniciales, «Estos son los nombres», se utilizaban como título del libro. En Hebreos 11:22 se elogia la fe de José que, mientras estaba en su lecho de muerte (aprox. 1804 a. C.), habló de la «salida» de los hijos de Israel, vislumbrando el éxodo unos 350 años antes.
La Escritura sostiene la autoría mosaica del libro de Éxodo. Moisés siguió las instrucciones de Dios y «escribió todas las palabras de Jehová» (24:4), lo cual incluyó el registro de la batalla contra Amalec (17:14), los Diez Mandamientos (34:4, 27-29) y el Libro del pacto (20:22–23:33). En otras partes del Pentateuco aparecen enunciaciones similares de escritos mosaicos, y el Antiguo Testamento corrobora la autoría mosaica de las partes mencionadas anteriormente. El Nuevo Testamento concuerda con la autoría mosaica al 1) citar Éxodo 3:6 como parte del «libro de Moisés» (Marcos 12:26), 2) atribuir Éxodo 13:2 a «la ley de Moisés», a la que también se hace referencia como «la ley del Señor» (Lucas 2:22-23), 3) atribuir Éxodo 20:12 y 21:17 a Moisés (Marcos 7:10), 4) atribuir la ley a Moisés (Juan 7:19; Romanos 10:5) y 5) al Jesús declarar específicamente que Moisés había escrito sobre Él (Juan 5:46-47).
Moisés escribió Éxodo en algún momento después de la salida de los israelitas de Egipto, aunque, como es obvio, antes de su muerte en el monte Nebo. La Escritura fecha el cuarto año de reinado de Salomón (aprox. 965 a. C.) 480 años después del éxodo (ver 1 Reyes 6:1), con lo que establece la fecha del éxodo en 1445 a. C. El juez Jefté también señaló que, en sus días, Israel había poseído Hesbón durante 300 años (ver Jueces 11:26). Si se calcula hacia atrás y hacia adelante a partir de Jefté, (y si se tiene en cuenta los diferentes períodos de opresión extranjera, la etapa de los jueces y los reinados, el peregrinaje por el desierto y la entrada y conquista inicial de Canaán) se llega a 480 años y se confirma la fecha de 1445 a. C.
Moisés, nacido en 1525 a. C., pasó los primeros cuarenta años de su vida en las cortes de los faraones Tutmosis I y II y de la reina Hatshepsut. Los siguientes cuarenta años los pasó en exilio autoimpuesto, durante el reinado de Tutmosis III, antes de regresar para convertirse en el líder de Israel, a principios del reinado de Amenofis II, el faraón del éxodo. Dios utilizó el sistema educativo de Egipto y el exilio en Madián para preparar a Moisés a fin de guiar a los israelitas por el desierto de la península del Sinaí durante sus últimos cuarenta años de vida. Moisés murió en el monte Nebo cuando tenía 120 años, y aunque contempló la tierra prometida desde lejos, nunca pudo entrar. Siglos después, se apareció a los discípulos en el monte de la transfiguración (ver Mateo 17:3).
El éxodo señaló el comienzo del cumplimiento de la promesa del pacto de Dios a Abraham, de que sus descendientes no solo residirían en la tierra prometida, sino que también se multiplicarían y llegarían a ser una gran nación (ver Génesis 12:1-3, 7). El libro describe el rápido crecimiento de los descendientes de Jacob en Egipto hasta el establecimiento de la nación teocrática en su tierra prometida. También relata cómo en momentos oportunos, por ejemplo, en el monte Sinaí y en las llanuras de Moab, Dios entregó a los israelitas un cuerpo legislativo (la Ley), que estos necesitaban para vivir en Israel como pueblo Suyo. Esto los diferenció de las demás naciones. Mediante la autorrevelación de Dios, los israelitas fueron instruidos en la soberanía y la majestad, la bondad y la santidad, y la gracia y la misericordia de su Señor, el único Dios del cielo y de la tierra.
La carencia de registros egipcios de la devastación producida en Egipto por las diez plagas, y de la gran derrota del ejército del faraón en el Mar Rojo, no debe dar lugar a especulaciones sobre la autenticidad del relato. La historiografía egipcia no permitía que se publicaran registros de las dificultades y derrotas ignominiosas de sus faraones. Por otro lado, a pesar de la carencia de registros extrabíblicos de la esclavitud hebrea, las plagas, el éxodo y la conquista, las evidencias arqueológicas corroboran la fecha temprana. Todos los faraones del siglo xv dejaron constancia de su interés por las obras de construcción en el Bajo Egipto; proyectos a los cuales Moisés tuvo acceso en la región cercana a Gosén.
El significado tipológico del tabernáculo ha sido objeto de mucha reflexión. La ingenuidad de vincular cada elemento del mobiliario y cada pieza del material de construcción con Cristo puede parecer sumamente
intrigante; sin embargo, si las declaraciones y alusiones del Nuevo Testamento no apoyan tal vínculo y tipología, la cautela hermenéutica debe prevalecer. La estructura y ornamentación del tabernáculo con fines de eficacia y belleza es una cosa, pero encontrar significados y simbolismos ocultos carece de fundamento. Se debe dejar que los pasajes del Nuevo Testamento que tratan el tema ofrezcan luz sobre cómo el sistema de sacrificios y adoración del tabernáculo y sus partes tipifican la obra redentora del Mesías.
El título español «Números» procede de la Septuaginta y de la Vulgata Latina del Antiguo Testamento. Este apelativo se basa en la enumeración que constituye el tema principal de algunos de los capítulos. El título hebreo más común procede de la quinta palabra del texto hebreo de Números 1:1, «en el desierto de». Este calificativo describe mucho mejor el contenido total del libro, que relata la historia de Israel durante casi treinta y nueve años de peregrinación por el desierto. Otro título hebreo, que algunos de los primeros padres de la Iglesia preferían, se basa en la primera palabra del texto hebreo de 1:1: «Habló». Esta designación enfatiza que el libro deja constancia de la palabra de Dios a Israel.
A través de la Escritura, a Moisés se le atribuyen los cinco primeros libros de la Biblia, llamados la Ley, (ver Josué 8:31; 2 Reyes 14:6; Nehemías 8:1; Marcos 12:26; Juan 7:19). El propio libro de Números se refiere a los escritos de Moisés en 33:2 y 36:13.
Moisés escribió Números durante su último año de vida, y los acontecimientos desde Números 20:1 hasta el final del libro ocurren durante el cuadragésimo año después del éxodo. Al final del relato, Israel se encuentra situado en el lado oriental del río Jordán, frente a Jericó, punto de partida de la conquista de la tierra de Canaán. Números ha de fecharse aproximadamente en el año 1405 a. C., ya que es fundamental para el libro de Deuteronomio, fechado en el mes undécimo del cuadragésimo año después del éxodo (ver Deuteronomio 1:3).
La mayor parte de los acontecimientos del libro se desarrollan «en el desierto», es decir, en tierra que contiene poca vegetación y árboles, e incultivable debido a la falta de precipitaciones. Lo mejor que se puede hacer con una tierra así es cuidar rebaños de animales. En Números 1:1–10:10, Israel acampó en el Desierto de Sinaí; y allí mismo el Señor estableció el pacto mosaico con ellos. De 10:11–12:16, Israel viajó del Sinaí a Cades. Los acontecimientos en 13:1–20:13 tuvieron lugar en Cades y sus alrededores, en los desiertos de Parán y de Zin. En 20:14–22:1, Israel viajó desde Cades hasta las llanuras de Moab. Todos los sucesos de 22:2–36:13 ocurrieron mientras Israel acampaba en la llanura al norte de Moab; planicie que constituía un terreno llano y fértil en medio del páramo.
El libro de Números se centra en acontecimientos ocurridos entre el segundo y el cuadragésimo año después del éxodo. Todos los incidentes registrados en Números 1:1–14:45 ocurren en 1444 a. C., el año posterior al éxodo. Todo lo referido después de 20:1 está fechado hacia 1406/1405 a. C., el cuadragésimo año después del éxodo. Las leyes y los sucesos plasmados en 15:1–19:22 no están fechados, aunque probablemente deberían ubicarse entre 1443 y 1407 a. C. La falta de material dedicado a este período de treinta y siete años, en comparación con los demás años de la travesía de Egipto a Canaán, ponen de manifiesto que esos años fueron desperdiciados a causa de la rebelión de Israel contra el Señor y Su consiguiente juicio.
Números narra las experiencias de dos generaciones de israelitas. La primera de estas participó en el éxodo de Egipto, y fue contada para la guerra de conquista; no obstante, al llegar al extremo sur de Canaán, se negó a entrar. A causa de su rebelión contra el Señor, todos los adultos de veinte años o más (excepto Caleb y Josué) fueron condenados a morir en el desierto. En Números 15–25, esta generación muere y la segunda llega a la adultez. Se realiza una segunda enumeración del pueblo, y estos israelitas sí van a la guerra y heredan la tierra prometida.
Números nos presenta tres temas teológicos. En primer lugar, el Señor mismo se comunicó con Israel mediante Moisés, por lo que sus palabras tenían autoridad divina. La respuesta de Israel a Moisés reflejaba su obediencia al Señor. Números contiene tres divisiones bien definidas sobre la base de la respuesta de Israel a la palabra del Señor: 1) obediencia (capítulos 1–10), 2) desobediencia (capítulos 11–25) y 3) obediencia renovada (capítulos 26–36). El segundo tema es que el Señor es el Dios del juicio. En Números, la ira del Señor se enciende en respuesta al pecado de Israel. El tercer tema es la fidelidad del Señor a Su promesa de dar la tierra de Canaán a la descendencia de Abraham.
El lector de Números enfrenta cuatro desafíos de interpretación. El primero es si Números debe considerarse un libro independiente o parte del conjunto literario más amplio que es el Pentateuco. Los libros bíblicos de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio forman la Torá, y el resto de la Escritura siempre considera estos cinco libros como una unidad. Así pues, el significado fundamental de Números no puede separarse de su contexto en el Pentateuco. Sin embargo, todos los manuscritos hebreos dividen el Pentateuco del mismo modo que el presente texto, y Números se presenta como una unidad bien definida con una integridad estructural propia. El libro tiene su principio, mitad y final propios, aunque cumple su papel dentro de un todo más amplio. Por tanto, la identidad singular de Números debe también tenerse en cuenta.
El segundo desafío es si el libro de Números tiene un sentido de coherencia. Es muy evidente que Números contiene una gran variedad de formas y materiales literarios, que incluyen listas de censos, genealogías, leyes, narraciones históricas, poesía, profecías y listas de viajes. Sin embargo, estos se funden en un todo cohesionado a fin de narrar la travesía de Israel desde el monte Sinaí hasta las llanuras de Moab.
Un tercer desafío tiene que ver con la gran cantidad de personas asignadas a las tribus de Israel en Números 1:46 y 26:51. Estas dos listas de los hombres de guerra de Israel que se hicieron con una diferencia de treinta y nueve años, sitúan la cifra en más de 600 000 personas, lo que supone que Israel tenía una población total en el desierto de alrededor de 2,5 millones en un momento dado. Desde una perspectiva natural, esta
cifra parece demasiado elevada para las condiciones del desierto. Sin embargo, hay que reconocer que, durante cuarenta años, el Señor cuidó a Israel de forma sobrenatural. Por lo tanto, estas cifras elevadas deben aceptarse en sentido literal.
El cuarto desafío interpretativo tiene que ver con Balaam, el profeta pagano, cuya historia aparece en Números 22:2–24:25. Aunque Balaam afirmaba conocer al Señor, la Biblia lo describe en todo momento como un falso profeta. El Señor utilizó a Balaam como Su portavoz para que expresara las palabras verdaderas que puso en su boca.
Éxodo 3:1–4:17
Los israelitas (también conocidos como hebreos) llevaban más de cuatrocientos años viviendo en Egipto, y habían sido esclavos durante gran parte de ese tiempo. No obstante, incluso durante su esclavitud, el Señor había bendecido a Su pueblo, cuya población creció notablemente. De hecho, llegaron a ser tan numerosos que el faraón, el gobernante de Egipto, temió que se convirtieran en una amenaza para su nación. Por tanto, ideó un plan asesino: todos los varones hebreos nacidos serían ejecutados inmediatamente.
Este rey infame puso en marcha su plan para acabar con la raza hebrea; sin embargo, el Señor tenía otros planes. Primero, hizo que las parteras egipcias mintieran al rey al decirle que las mujeres hebreas eran tan fuertes que daban a luz sin la ayuda de las parteras. Entonces Dios utilizó ese acto malvado del faraón para colocar en la casa misma de Faraón a un importante bebé hebreo: Moisés.
Moisés creció en la corte real egipcia, lo cual le aportó educación de primera clase, contacto con los más altos niveles de gobierno, y conexiones dentro de la corte del rey. También lo libró de las penurias de su pueblo; durante un tiempo. Sin embargo, el Señor no permitió que Moisés se llegara a acomodar a su papel, y nunca le permitió olvidar que él, también, era hebreo.
Un día, Moisés vio cómo un capataz egipcio maltrataba a un hebreo; entonces intervino, mató al egipcio y lo enterró en la arena, pero su acto no pasó desapercibido. Así que, por temor a perder la vida, Moisés huyó al desierto a fin de empezar una nueva vida en Madián, donde se casó y se estableció para vivir cómodamente como pastor.
No obstante, una vez más, el Señor tenía otros planes. Dios había ordenado todas las circunstancias de la vida de Moisés a fin de prepararlo para una tarea trascendental: sacar a los israelitas de la esclavitud y conducirlos a la tierra prometida. Sería un llamado intimidante y costoso para Moisés, pero el Señor estaría con él en cada paso del camino.
Desde la perspectiva humana, Moisés era una opción improbable para dirigir al pueblo de Israel. ¿Qué características suele buscar nuestra sociedad en un líder?
Lea Éxodo 3:1–4:17 y observe las palabras y las frases claves que se indican a continuación.
La zarza ardiente. Mientras los compañeros hebreos de Moisés han estado trabajando duro bajo los crueles capataces egipcios, él ha pasado cuarenta años trabajando como pastor. Todo eso estaba a punto de cambiar.
Moisés
3:1 Moisés. Moisés era hebreo de nacimiento, pero se había criado en la casa del faraón, donde recibió la mejor educación y crianza de su época. «En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces […] mató al egipcio y lo escondió en la arena» (Éxodo 2:1112). Luego Moisés huyó de Egipto, conoció a un sacerdote en Madián y se casó con su hija Séfora, y vivió cómodamente en ese lugar durante cuarenta años. En este punto comienza nuestro estudio.
Horeb, monte de Dios. Monte Sinaí, situado en la región montañosa entre el Mar Rojo y el golfo de Áqaba (ver el mapa en la Introducción).
3:2 el Ángel de Jehová. Esta frase aparece a menudo en todo el libro de Éxodo, y describe lo que se denomina teofanía, o «aparición prencarnada» de Dios anterior al nacimiento de Cristo.
la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. A Moisés le llamó la atención un espectáculo insólito: una zarza ardiendo y que no se consumía por el fuego en sus ramas. Sin embargo, lo que más sorprendió a Moisés fue que Dios le hablara desde esta zarza.
3:3 Iré yo ahora y veré esta grande visión. Los eruditos han intentado dar una explicación natural para la zarza ardiente, como ciertos tipos de flores con vainas gaseosas. Sin embargo, Moisés había trabajado en aquella región desértica durante cuarenta años y estaría familiarizado con la flora regional; y, desde luego, no habría comentado algo trivial. Fue un incidente tan inusual que dejó lo que estaba haciendo para investigar más a fondo. Un acontecimiento sobrenatural es la única explicación viable.
Dios habla a Moisés. El Señor mismo está presente en la zarza ardiente, y habla directamente a Moisés para explicarle a grandes rasgos Sus planes.
3:5 No te acerques. La presencia de Dios es absolutamente santa, y no permitirá que el hombre pecador se le acerque. Esto lo veremos en las interacciones de los israelitas con Dios; los que se acercaban a Él a la ligera corrían el riesgo de morir fulminados. Los cristianos de hoy tienen el privilegio de entrar osadamente en la presencia de Dios; sin embargo, solo se debe a que lo hacemos a través de la sangre redentora de Cristo.
3:6 Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. El Señor prometió a Abraham que haría de él una gran nación, con más descendientes que las estrellas del cielo (ver Génesis 15:5). No obstante, también expresó: «Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza» (vv. 13-14). Moisés aún no lo sabía, pero estaba a punto de participar en el cumplimiento de aquella promesa mediante la liberación de los descendientes de Abraham de Egipto.
Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. A lo largo de nuestro estudio, veremos cómo este tema se reitera. Posteriormente Moisés pediría ver la gloria de Dios, aunque el Señor le advertiría que nadie podía ver Su rostro y vivir. En días venideros, Moisés también pasaría tiempo en la presencia del Señor; y su propio rostro brillaría tanto que necesitaría usar un velo.
3:7 he conocido sus angustias. A Dios no le tomó por sorpresa las circunstancias de los israelitas. Él sabía cuál sería su situación mucho antes de que sucediera, y todo formaba parte de un plan que Él había establecido «antes de la fundación del mundo» (Efesios 1:4). Sin embargo, Él seguía muy de cerca las circunstancias de Su pueblo, cuya grave situación conmovió Su corazón. Los había enviado a Egipto con un propósito, los sustentó en la esclavitud y sería fiel para llevarlos de vuelta a Canaán.
3:8 a una tierra buena y ancha. Al describir la tierra prometida, Dios subrayaba enfáticamente la promesa de tierra del pacto abrahámico.
tierra que fluye leche y miel. Una manera formal y gráfica de describir una tierra fértil de provisión abundante. del cananeo, del heteo. Identificación específica del territorio al que se dirigía Israel. En ese momento, otros pueblos habitaban su tierra prometida.
Primera excusa de Moisés. Es comprensible que Moisés
Primera excusa de Moisés. Es comprensible que Moisés se sienta incompetente para la gran misión que Dios le está encomendando. No obstante, el Señor promete dominar sus debilidades.
3:11 ¿Quién soy yo para que vaya…? Por un lado, Moisés hizo una evaluación realista de sí mismo. Llevaba cuarenta años lejos de Egipto, vivía como pastor en las regiones desérticas, y pertenecía a una clase de gente que los egipcios
despreciaban (ver Génesis 46:33-34). Por otra parte, el Señor había ordenado específicamente los acontecimientos en la vida de Moisés a fin de prepararlo para este papel de liderazgo. Esos acontecimientos incluían haber sido criado en la casa del faraón, algo que le daba acceso a la corte del rey, pues allí lo recordaban. Ningún otro hebreo podría hacerlo.
3:12 yo estaré contigo. Dios hizo esta misma promesa a Abraham, Isaac y Jacob, y la cumplió más allá de sus expectativas. Él había demostrado todo el tiempo ser fiel a Su Palabra y a Su pueblo. Esta promesa por sí sola debería haber sido suficiente para que Moisés confiara.
3:13 ¿Cuál es su nombre? Aquí Moisés puso otra objeción: los hebreos podrían preguntar el nombre de Dios para validar que era el Dios de sus padres quien lo enviaba. Cabe destacar que la pregunta no fue: «¿Quién es este Dios?». Los hebreos conocían el nombre Yahvéh (como bien indica el Génesis). Preguntar «quién» sería indagar sobre el título, el nombre y la identidad, mientras «cuál» indagaba sobre el carácter, la cualidad o la esencia de una persona. Dios respondió la pregunta de Moisés señalando Su carácter divino y eterno.
3:14 YO SOY EL QUE SOY. El Dios todopoderoso, creador de todo lo que existe, se extiende más allá de la comprensión del género humano. Él siempre fue, siempre es, siempre será, y es inmutable e insondable. Él es Él que es.
3:16 ancianos. Literalmente «los que tienen barba», indicativo de la edad y sabiduría necesarias para dirigir. y diles. El Señor expuso a Moisés todo lo que sucedería antes de que el faraón liberara a los israelitas, y le preparó dos discursos: uno para los ancianos de Israel y otro para el propio faraón. También le notificó que los ancianos tendrían una respuesta positiva al informe de Moisés, que el faraón se negaría a concederles su petición, y que, como respuesta, habría milagros y juicios de parte de Dios.
3:18 camino de tres días. Esta petición de dejar a los hebreos realizar un viaje de tres días al desierto para adorar a Dios no era una treta para que el pueblo saliera y no regresara, sino más bien, una petición inicial razonable que pondría en claro la intransigencia del Faraón. ¡No dejaría salir a sus esclavos bajo ninguna condición!
3:22 despojaréis a Egipto. Dios le indicó a Moisés que el pueblo saldría de Egipto con grandes riquezas provenientes de sus antiguos amos. Puede que, en aquel momento, a Moisés le pareciera descabellado, pero se ajustaba a la promesa que Dios había hecho a Abraham cientos de años antes: «Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza» (Génesis 15:14).
Una serie de señales milagrosas. El Señor da a Moisés varias señales impresionantes que evidencian que las palabras vienen de Dios. de
4:1 He aquí. A estas alturas, el Señor le había revelado muchas cosas a Moisés; incluso Su nombre, a pesar de ser una petición osada. Le había revelado muchos detalles del futuro, incluido que los israelitas saldrían de Egipto con grandes riquezas. Lo que es más importante, el Señor había prometido a Moisés que estaría con él y le daría la capacidad de realizar la gran encomienda de liberar a Su pueblo de la esclavitud. Dios había respondido pacientemente todas las preguntas de Moisés, y dado seguridad ante su vacilación, pero aquí Moisés cruza la línea y manifiesta incredulidad.
No te ha aparecido Jehová. Dios ya le había asegurado a Moisés que el pueblo no respondería así; los ancianos oirían su voz (ver Génesis 3:18). Sin embargo, desde una perspectiva humana, es fácil entender la preocupación de Moisés. No hay constancia de que el Señor se haya aparecido a los israelitas durante toda su permanencia en Egipto; es decir, en más de cuatro siglos.
4:2 ¿Qué es eso que tienes en tu mano? En respuesta a la situación hipotética presentada por Moisés de que Israel no creyera que Dios se le había aparecido, el Señor le dio tres señales para acreditarlo como el portavoz y líder elegido; en dos de las cuales Moisés participaría de forma personal en ese mismo momento.
4:3 se hizo una culebra. En el huerto de Edén, el diablo había utilizado una serpiente de verdad para engañar a Eva y hacerla comer el fruto prohibido. Aquí, el Señor demostró Su poder sobre el diablo y sus fuerzas de maldad haciendo que Moisés echara la culebra al suelo y luego la tomara por la cola sin ser mordido. El milagro le mostró a Moisés que Dios podía usar cualquier cosa, incluso la iniquidad de Satanás, para llevar a cabo Sus propios propósitos.
4:5 Por esto creerán. Note el propósito de estas señales, según el mismo Dios: «Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová».
4:6 su mano estaba leprosa. La lepra puede ofrecernos un cuadro del pecado, pues la mancha más pequeña de la enfermedad se extiende por todo el cuerpo e infecta todo lo que toca. Este milagro era un anticipo de algunas de las plagas que caerían sobre Egipto.
4:9 Y si aún no creyeren a estas dos señales. Independientemente de la situación a la que Moisés pudiera imaginar que habría de enfrentarse, Dios le reveló que poseía recursos suficientes para validar a Su hombre. Moisés no debía pensar lo contrario.
Más excusas. provisto impresionantes para animar a Moisés en su tarea, aunque Moisés
Más excusas. El Señor ha provisto señales y promesas impresionantes para animar a Moisés en su tarea, aunque Moisés todavía no está satisfecho y continúa poniendo excusas.
4:10 nunca he sido hombre de fácil palabra […] porque soy tardo en el habla. Esta declaración que Moisés le hace a Dios es atrevida. De hecho,
es casi acusatoria, ya que da a entender que, en todos Sus milagros, Dios no había curado los defectos que Moisés tenía con el habla. Adán utilizó una estratagema similar cuando Dios lo confrontó con su pecado, al dar a entender que, de alguna manera, su fracaso era culpa de Dios: «La mujer “que me diste por compañera” me dio del árbol, y yo comí» (Génesis 3:12, énfasis añadido). Moisés procuraba encontrar excusas para no obedecer a Dios, y su último intento fue culpar a Dios mismo.
4:11 ¿Quién dio la boca al hombre? En ocasiones el Señor utilizó preguntas retóricas al enfrentar la insolencia de los seres humanos (ver Job 38).
4:12 yo estaré con tu boca. El Señor había sido inmensamente paciente ante los pretextos de Moisés, y le prometió una y otra vez que obraría incluso en esas debilidades y defectos de Moisés. «Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros» (Mateo 10:19-20).
4:13 Y él dijo. Las inquietudes anteriores de Moisés eran solo pretextos para encubrir que sencillamente no quería hacer lo que el Señor le ordenaba. Aquí por fin dejaba en claro sus intenciones, y su respuesta final fue: «envía, te ruego, por medio del que debes enviar».
4:14 Jehová se enojó contra Moisés. Dios había concedido gracia y aliento a Moisés en reiteradas ocasiones. Sin embargo, Él no retendrá Su ira indefinidamente cuando Su pueblo insista en desobedecer Su palabra. tu hermano Aarón. El Señor consintió en enviar tanto a Moisés como a Aarón para liberar a Su pueblo, aunque esto fue una concesión a la terquedad de Moisés y no su intención original. Aarón resultaría ser a la vez una ventaja y una carga para el liderazgo de Moisés.
4:15 os enseñaré. El uso aquí del pronombre plural os significa que Dios había prometido ayudar tanto a Aarón como a Moisés en sus responsabilidades recién asignadas.
4:16 tú serás para él en lugar de Dios. Es decir, el Señor hablaría directamente a Moisés, y este le indicaría a Aarón qué decir. Este fue el patrón durante todo el peregrinaje por el desierto, después de que el pueblo saliera de Egipto.
4:17 esta vara, con la cual harás las señales. A pesar del enojo de Dios por la falta de disposición de Moisés, este último conservó la ventaja al poseer el instrumento con el que se harían los milagros.
1. Si usted hubiera estado en el lugar de Moisés, ¿cómo habría respondido a la orden de Dios de sacar a los israelitas de Egipto?
2. ¿Cuáles eran los temores y preocupaciones de Moisés? ¿Cómo respondió el Señor a ellos?
3. ¿Cómo había preparado el Señor a Moisés para esta gran tarea? ¿Cómo utilizó de manera soberana las circunstancias y los «acontecimientos accidentales» (humanamente hablando) para ese fin?
4. Lea Hebreos 11:23-29. ¿A qué renunciaba Moisés al obedecer la orden de Dios? ¿Qué le costó su obediencia? ¿Qué ganó?
Dios nos empoderará abundantemente para cualquier obra que nos llame a hacer. Al parecer, Moisés tenía algún defecto del habla; tal vez tartamudeara, como algunos escritores judíos tradicionales han indicado, o puede que solo considerara que no era elocuente. Independientemente de la causa, estaba convencido de que no podría cumplir la gran misión que Dios le llamaba a realizar.
Sin embargo, ante cada objeción, el Señor prometió a Moisés que fortalecería su debilidad y superaría sus defectos. «¿No hice yo tu boca?», le preguntó el Señor. «¿Acaso no conozco tus fortalezas y debilidades? Es “Mi” poder, no el tuyo, el que liberará a Mi pueblo».
A veces el Señor puede llamarnos a realizar tareas que parecen estar más allá de nuestra capacidad. Debemos recordar que no somos nosotros los que obramos, sino el poder de Su Espíritu Santo en nosotros. Él puede incluso utilizar nuestras debilidades para glorificarse, y nunca nos llamará a hacer algo que no podamos hacer con Su ayuda.
El Señor quiere nuestra obediencia, no nuestros pretextos. Esto no significa que no debamos presentarle al Señor nuestras inquietudes. Sin duda alguna, Moisés tenía preguntas legítimas, tales como qué debía decir y cómo presentar sus credenciales. El Señor abordó esas preocupaciones con paciencia, y prometió repetidamente que Él arreglaría los detalles; que Él, de hecho, estaría con Moisés en cada paso del camino.
No obstante, la verdadera preocupación de Moisés tenía más que ver con sus deseos que con su incapacidad; sencillamente no quería obedecer. Ciertamente tenía razones para no querer volver a Egipto, donde había matado a un hombre y aún podía ser arrestado. Ahora vivía cómodamente en Madián, y trabajaba para su suegro como pastor. No hay duda de que el Señor lo estaba llamando a desarraigarse y salir de su «zona de comodidad».
Sin embargo, cuando el Señor nos llama, nuestra tarea es obedecer, aunque nos parezca incómodo o nos resulte desconocido. Cuando el Señor nos llama a hacer algo difícil, debemos ser honestos en oración, y derramar nuestros temores y preocupaciones ante Su trono de gracia. No obstante, una vez que hayamos expresado nuestras inquietudes, el paso final es obedecer. Dios facilitará el poder para cumplir lo que Él pide.
El Señor realiza grandes cosas mediante personas débiles. Este es el corolario del principio anterior: una vez que obedecemos, el Señor nos usará para lograr grandes cosas para Su reino eterno. Moisés estaba aprendiendo la lección de que Dios realiza Sus planes milagrosos mediante Su poder, no el del hombre. Lo que se pide de Su pueblo es un espíritu obediente, no un catálogo de dones y capacidades extraordinarias.
El Señor realizó varios milagros ante Moisés; convirtió su vara de pastor en una culebra e hizo que su mano se pusiera leprosa y luego la sanó inmediatamente. Sin embargo, esos milagros no eran nada comparados con las poderosas señales y prodigios que el Señor haría en Egipto y en el desierto a través de Moisés. No obstante, lo primero era que Moisés obedeciera y respondiera al llamado de Dios.
La verdad es que Dios a menudo utiliza a personas «débiles» para lograr grandes cosas. Utiliza a personas no calificadas, desde una perspectiva humana, con el propósito específico de mostrar Su poder en sus vidas. «Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia» (1 Corintios 1:27-29).
5. ¿En qué punto las inquietudes de Moisés pasan de ser preocupaciones legítimas a obstinación? ¿Cómo podemos distinguir entre estas dos respuestas en nuestro propio corazón?
6. ¿Por qué utilizó Dios los tres milagros (la culebra, la lepra y la conversión del agua en sangre) para animar a Moisés? ¿Qué revelaban estos milagros sobre el carácter de Dios?
7. ¿Cómo influyó en la misión de Moisés que Aarón fuera su portavoz? ¿Interfirió la terquedad de Moisés en los planes soberanos de Dios?
8. ¿Cuándo lo llamó Dios a usted a hacer algo fuera de su zona de comodidad? ¿Cómo respondió a ese llamado?
9. ¿Lo está llamando el Señor actualmente a realizar algún acto de obediencia difícil? ¿Está usted poniendo pretextos o actuando?
10. ¿Cuándo ha visto al Señor obrar a través o a pesar de sus propias debilidades? ¿Cómo su obediencia ha glorificado a Dios?