Eclesiastés es un libro que inquieta y motiva el pensamiento crítico sobre la vida del hombre de este lado del sol como un buscador por naturaleza de todo aquello que anhela con obsesión. Mi admirado amigo Sugel nos lleva en un viaje fascinante hacia atrás y hacia delante a través del libro de Eclesiastés con gran profundidad académica, pero sin afectar la ternura devocional. Me fascinó haber leído este libro y estoy seguro de que lo mismo ocurrirá con todos los que nos enfrentamos a «la vida debajo del sol».
Otto Sánchez, pastor Iglesia Bautista Ozama
El pastor Sugel Michelén desgrana de forma magistral la enseñanza de Eclesiastés, aplicando los argumentos de Salomón directamente al corazón. La sed interior no se sacia con lo terrenal, y este precioso libro describe esta realidad para dirigir nuestra atención hacia el agua viva que es Cristo el Señor. Una lectura imprescindible que te ayudará a volar desde los sinsabores que te envuelven hasta la esperanza en Jesús. Te invito a sumergirte en sus páginas para dar respuesta a las preguntas más profundas que te hace tu alma.
David Barceló, pastor en la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona
Vivimos en un mundo lleno de preguntas y pocas respuestas. Un mundo brutal y bonito al mismo tiempo. Es difícil para los creyentes y aún más difícil para los incrédulos. Necesitamos ayuda y este libro provee lo que necesitamos. Sugel escribe con convicción y compasión por los seres humanos que viven debajo del sol. Usando la «pop culture» con fuidez (en el estilo de Pablo en Hechos 17) demuestra que la lucha humana es algo común. Promueve gozo y fe en la faz de un mundo quebrantado y difícil que se encuentra en las manos de un Dios soberano. De principio a fin este libro confronta los conflictos de la vida con sinceridad y humildad. A lo largo del camino, Sugel nos apunta a Jesús como nuestra única esperanza, una esperanza que no remueve nuestros problemas inmediatamente, pero que al final, provee un mundo mejor que nuestros sueños.
Jeremy Meeks, director del Chicago Course on Preaching del Charles Simeon Trust
¿Cómo transitar de la vanidad descrita por Salomón en Eclesiastés al gozo transformador del evangelio de Jesucristo? Este es el desafío que el Dr. Michelén aborda en su libro y que logra llevarnos a ver a Cristo con claridad. Recomiendo con gozo este libro escrito con un estilo accesible y una sólida base bíblica, que sin duda será de edificación para cada creyente.
Josías Graunman, pastor en Grace Community Church
Todos necesitamos consejería… y todos necesitamos exponernos a «todo el consejo de Dios». Sin embargo, a veces somos selectivos y solo estudiamos en la Biblia aquellas porciones que nos resultan fáciles de comprender. Se nos olvida que fue el mismo Espíritu Santo quien inspiró tanto las porciones fáciles como las difíciles. El libro de Eclesiastés es uno de esos libros cuya complejidad nos desafía. Su aporte en el canon de las Escrituras es único. ¿Cómo podemos beneficiarnos de todos sus nutrientes espirituales? Gracias a Dios, no estamos solos. Además de contar con la unción del Espíritu, el mismo Espíritu Santo nos ha provisto de maestros poderosos en las Escrituras (Hech. 18:24) que nos imparten luz para edificarnos de sus dichos profundos. Gracias, Sugel, por ayudarnos a comprender y aplicar el libro de Eclesiastés.
Salvador Gómez, pastor de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en Santo Domingo, República Dominicana
Cuando la mente sabia y el corazón pastoral toman la pluma, nace una obra única como La vida debajo del sol de Sugel Michelén. Esta excelente obra literaria no solo informa e inspira, sino que también sacude los cimientos del alma. Como una brújula para el peregrino, guía al lector a través de los sinuosos caminos de Eclesiastés, llevándolo a enfrentar el vacío existencial de la vida solo para descubrir que la verdadera satisfacción y el propósito se encuentran en la luz eterna de Cristo.
Con una prosa cautivadora, ilustraciones penetrantes y una exégesis bíblica impecable, este libro es una ventana que deja entrar la luz del evangelio tanto a la mente más académica como al corazón más humilde, hambriento de
esperanza. Fiel a su llamado pastoral, Sugel Michelén no evade las tensiones ni las preguntas difíciles que plantea la existencia humana en Eclesiastés. Por el contrario, las abraza, mostrando que la sabiduría de este libro sapiencial enfrenta la complejidad de la vida porque está anclada en la verdad absoluta de un Dios soberano y redentor.
Tanto si eres un creyente que busca afianzar su fe en medio del dolor y las dificultades, como si eres un escéptico que sospecha que la vida carece de sentido, este libro, con su estilo cautivador, sensibilidad pastoral y mensaje transformador, cambiará tu perspectiva. Capítulo tras capítulo, te llevará a comprender que, aunque la vida sea un soplo y esté llena de duros desafíos, en Cristo encontramos un significado eterno y una plenitud verdadera.
La vida debajo del sol posee la virtud de un comentario bíblico riguroso, así como de un manifiesto pastoral que exalta a Cristo. Es un exquisito viaje intelectual que desafía la mente y una sabia voz que consuela el corazón. Lo recomiendo con la más alta convicción, pues estoy seguro de que esta obra se convertirá en un clásico de la literatura cristiana latinoamericana.
Javier Domínguez, pastor de Iglesia Gracia Sobre Gracia, El Salvador
Reconocer la complejidad de la vida y llenarnos de interrogantes ante sus ambigüedades es casi universal en los humanos. Sin embargo, una cosa es cuestionar la vida y otra es saber desenredar esa maraña de encrucijadas vitales con verdad y gracia. Eclesiastés cumple esa función reveladora tan necesaria en estos tiempos tan confusos y Sugel Michelén ha sabido guiarnos con sabiduría y destreza para recorrer su mensaje y descubrir, como él mismo señala, que Eclesiastés es como «una brújula que nos ayuda a caminar con confianza hacia Dios en medio de las incertidumbres de la vida». En este libro, que recomiendo con entusiasmo, él ha sabido establecer un diálogo fructífero entre los dilemas que Salomón presenta y la respuesta grandiosa del evangelio.
Pepe Mendoza, director Instituto Integridad & Sabiduría
¿Un comentario bíblico? Sí, pero también es homilético. ¿Es teológico? Sí, pero también muy pastoral. ¿Es profundo? Sí, pero también muy fácil de comprender. ¿Es filosófico? Sí, pero cercano a la praxis de la vida cotidiana. La integración de todos estos elementos siempre forma parte de las valiosas y nunca aburridas enseñanzas del Dr. Sugel Michelén, quien ahora nos sorprende una vez más con un análisis detallado del profundo libro de Eclesiastés. Animo a todos los que desean comprender de una manera práctica y clara el contenido de este sapiencial libro a que lean con avidez La vida debajo del sol, el evangelio según Eclesiastés, pues, aprenderemos a encontrar el sentido último de nuestra existencia, centrados en la persona de Jesucristo.
Julio César Benítez, presidente para América Latina del Seminario Reformado Latinoamericano
A la memoria de mi padre, Yamil Michelén, cuya vida dejó una huella imborrable en la mía y en la de mis hermanos, Eric y Gamal.
Su amor por la lectura y su interés por las ideas, el arte y la historia fueron instrumentos en las manos de la misteriosa providencia divina para prepararme —mucho antes de que conociera Su gracia— para escribir las páginas de este libro.
Su legado es un testimonio vivo de que, aunque no siempre comprendamos los caminos del Señor, Él entreteje cada hilo de nuestra historia para Su gloria y para nuestro bien.
Índice
Mi camino a Damasco ....................................... 13
Prólogo: Por Miguel Núñez ................................... 15
............................................ 19
.............................................. 23
Capítulo 1: Todo cambia, nada cambia (Eclesiastés 1:1-11) .......... 29
Capítulo 15: ¡Arriésgate con precaución! (Eclesiastés 11:1-6) ........ 241
vida debajo del sol
Capítulo 16: ¡Regocíjate y recuerda! (Eclesiastés 11:7–12:8) .........
Capítulo 17: Y entonces, ¿cómo viviremos? (Eclesiastés 12:9-14b) .... 271
MI CAMINO A DAMASCO
De allí vengo, del absurdo, de las huecas sutilezas, de Sartre, de Camus, de Kafka, del nihilismo, del mundo desencajado, de la angustia, de la lobreguez, del destierro.
Con la cabeza descubierta y el rostro enhiesto, sin vergüenza alguna por el regreso, pisoteando sofismas y necedades, y el rostro radiante de cordura.
Viendo multitudes que atraviesan mi camino, con la alegría del incauto y la esperanza a cuestas en bolsas desechables, con un grito de conquista corriendo a tierra de esclavos.
Los contemplo con tristeza, pero también espero que algún día vuelvan también del lugar de donde vengo, con la mirada clara y el corazón despierto las heridas vendadas y vendados los huesos.
Sí, de allí vengo, cautivo de la esperanza, y preñado de lucidez. Con la alegría del náufrago en tierra firme,
La vida debajo del sol
vencido, rendido al fin, pero saboreando mieles de victoria.
Tropezando a veces, pero anclado en el amor incomprensible e inmutable del Eterno.
Por Sugel Michelén, escrito en algún momento del verano de 2007 mientras reflexionaba en mi conversión a Cristo treinta años antes.
Prólogo
Por Miguel Núñez
Nada mejor que leer un libro con un excelente análisis bíblico, una hermosa prosa y un abordaje práctico, escrito por alguien con más de 40 años de experiencia pastoral. Este libro discute una de las obras más fascinantes y profundas de la literatura universal, el libro de Eclesiastés, que forma parte de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Sugel hace un excelente trabajo al llevarnos tres mil años atrás para comprender el contexto y autor de Eclesiastés. Luego aplica sus enseñanzas a nuestras vidas hoy, mostrando cómo el libro aborda dudas existenciales y preguntas profundas sobre la vida. Usando ilustraciones contemporáneas, referencias filosóficas y exegesis bíblica, conecta las enseñanzas del Predicador con las búsquedas insaciables del ser humano moderno, sean creyentes o incrédulos. Esto hace que el libro sea útil tanto para el ateo filosófico, que niega abiertamente a Dios, como para el ateo funcional, que vive como si Dios no existiera. Eclesiastés toma la historia de Salomón como punto de partida, presentándolo como un hombre singularmente dotado por Dios. La narrativa del primer libro de Reyes nos cuenta cómo Dios motivó a Salomón a pedir lo que quisiera, con la garantía de que le sería concedido. Salomón respondió: «Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?» (1 R. 3:9).
Esta petición no solo demuestra una conexión especial de Salomón con su Dios en ese momento, sino también una notable sabiduría al pedir lo que pidió. Dios respondió como solo Él podía hacerlo: «Te he dado un corazón
La vida debajo del sol
sabio y entendido, de modo que no ha habido ninguno como tú antes de ti, ni se levantará ninguno como tú después de ti» (1 R. 3:12). ¿Te imaginas hasta dónde llegó este hombre en términos de bendiciones y privilegios que recibió de parte de Dios? Esta riqueza de sabiduría y experiencia presenta el marco perfecto para las profundas reflexiones que encontramos en el libro de Eclesiastés.
Una vez conoces la vida de Salomón, surgen las preguntas, ¿Cómo puede un hombre orar tan bien y luego vivir tan mal? ¿Qué pasó? ¿Cómo y cuándo se desvió? Entiendo que al leer este análisis de Eclesiastés entenderás mucho mejor muchas de estas interrogantes, y en la gloria entenderemos el resto.
La brevedad del libro de Eclesiastés no ha impedido que muchos lo consideren fascinante y estimulante para indagar sobre el propósito de la vida y reflexionar sobre las grandes paradojas y enigmas con los que nos tropezamos. Este libro es, sin duda, uno de los más intrigantes del canon de las Escrituras. La metodología seguida por el Predicador en su búsqueda de respuestas ha llevado a algunos a cuestionar su perspectiva al observar la vida desde una visión «debajo del sol».
Parece evidente que este hombre, identificado por muchos como Salomón, experimentó una crisis espiritual al desviar su corazón del Dios que le otorgó sabiduría incomparable al inicio de su reinado: «Porque cuando Salomón ya era viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por completo al Señor su Dios, como había estado el corazón de David su padre» (1 R. 11:4). Esto explica la acumulación de 700 princesas y 300 concubinas (1 R. 11:13), así como su vida centrada en sí mismo, como evidencia Eclesiastés 2:1-11, donde los pronombres «me» y «mi» aparecen más de 20 veces en 11 versículos. Es como si la dimensión vertical hubiese desaparecido, dejando solo una visión horizontal y terrenal.
Lejos de desmerecer el libro, esta perspectiva muestra la perplejidad del Predicador al tratar de entender cómo encaja el Dios de la Escritura en el panorama que observa. Sugel destaca con agudeza cómo estas reflexiones nos confrontan con la necesidad de reconocer a Dios como el centro de toda existencia.
Sin embargo, necesitas ampliar más aún tu entendimiento de lo que el Predicador descubrió en su búsqueda terrenal de respuestas a sus interrogantes. De todo esto te va a hablar este libro. Te animo no solo a leer este nuevo recurso, sino a que lo estudies y lo reflexiones porque te será de mucho provecho para ti y para otros a los cuales intentes ayudar.
El autor de Eclesiastés prueba dolorosamente que la vida que Dios diseñó para aquellos que portamos su imagen es para ser comprendida haciendo uso de Su sabiduría, desde una cosmovisión bíblica y completamente dependiente de Dios. No podemos olvidar que «[…] en Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch. 11:28).
Salomón fue realmente un privilegiado en todo el sentido de la palabra, ya que fue dotado de una sabiduría incomparable, heredó una gran fortuna de su padre David, la cual supo acrecentar debido a que fue un gran emprendedor. Además, durante su reinado disfrutó de 40 años de paz, de manera que no fue distraído por las amenazas y los peligros que las guerras traen consigo. Todas estas condiciones contribuyeron a que Salomón pudiera dedicar un tiempo impresionante para explorar, investigar y reflexionar sobre la vida debajo de sol. El tema del libro de Eclesiastés es profundo, filosófico, teológico, pero de una profunda relevancia cotidiana, como verás en el análisis minucioso que encontrarás en las páginas de este libro.
Creo que lo ideal sería leer los doce capítulos de Eclesiastés en un día o una semana, para captar de manera completa lo que perturbó al autor, quien parece haberse perdido temporalmente en su reflexión. Luego de esa lectura, aborda este libro con una mente reflexiva. Mi objetivo es motivarte a leerlo hasta el final, ya que todo el libro se entiende mejor al considerar los primeros once capítulos a la luz de su conclusión.
Sugel hace un excelente trabajo al mostrar cómo el contenido de Eclesiastés se conecta con Cristo y Su evangelio, lo que da sentido al subtítulo de este libro: El evangelio según Eclesiastés. Aunque Cristo no aparece explícitamente en cada pasaje de Eclesiastés, no es menos cierto que Cristo hace falta en cada página del libro. Esto nos lleva al cierre de Eclesiastés, el cual afirma: «Teme a Dios y guarda Sus mandamientos» (12:13), un llamado que resuena con lo
La vida debajo del sol
que Cristo enseñó sobre la relación entre creer y obedecer: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él» (Jn. 3:36). Cristo tenía claro que creer es obedecer; de lo contrario, hemos entendido el mensaje solo intelectualmente, pero no lo hemos asimilado hasta el punto de transformarnos. Recomiendo este libro como un recurso integral que funciona como un comentario sobre Eclesiastés, una guía para el crecimiento en la vida cristiana, una herramienta valiosa para el salón de consejería y un medio útil para compartir el evangelio con otros. Celebro la llegada de este libro y creo que será un importante aporte a la biblioteca de la iglesia cristiana que desde antaño viene acumulando recursos literarios para fortalecer «la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» (Jud. 3).
Agradecimientos
Escribir un libro sobre Eclesiastés es, en sí mismo, un recordatorio de que «debajo del sol» nadie es autosuficiente. Tal como el Predicador concluye que todo lo verdaderamente bueno en la vida es un don de Dios, también este libro ha sido posible gracias a muchos dones compartidos que entregaron de su tiempo, ánimo, paciencia, corrección y, no menos importante, el amor y la ayuda de personas que, al caminar conmigo en este proyecto, reflejaron la gracia divina. Los agradecimientos que siguen no son una mera formalidad; son un testimonio de que cualquier logro que parece nuestro no es más que un eco de la bondad de Dios manifestada a través de otros. Por supuesto, las deficiencias que puedan encontrarse son exclusivamente mías.
Agradezco a la casa publicadora B&H por su constante ánimo para que siguiera escribiendo y por su paciencia al tolerar mis habituales idas y venidas en torno a lo ya escrito, como quien trata de atrapar el viento. Su apoyo me recuerda que la labor editorial, como todo en la vida, es parte de ese engranaje misterioso que Dios utiliza para Sus propósitos eternos.
Gracias a los miembros de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, quienes me animaron a transformar en un libro la serie de estudios expositivos en Eclesiastés, predicada en nuestra iglesia desde el 22 de septiembre de 2013. A mis compañeros pastores, mi gratitud por apoyarme en esta empresa y por librarme de ciertos compromisos para que pudiera completar este proyecto. Su disposición refleja ese espíritu de comunidad que nos impulsa a servirnos mutuamente para la gloria de Dios.
A mi amigo y compañero de milicia, Miguel Núñez, gracias por aceptar, sin titubear, mi petición de escribir el prólogo de este libro, incluso en medio de tus múltiples responsabilidades. Tu amistad es un recordatorio de que servir
La vida debajo del sol
juntos al Rey eterno es uno de los mayores privilegios que podemos compartir como pastores y amigos.
A mis amados hermanos y amigos Thania Espín y Edwin González, gracias por revisar cuidadosamente cada capítulo antes de enviarlo a la revisión final de la editorial. Sus valiosas observaciones, tanto en forma como en fondo, no solo han enriquecido este manuscrito, sino que también reflejan el celo que ambos tienen por las gloriosas verdades del evangelio y su amor por el Señor. Estoy profundamente agradecido por su labor diligente y su amistad constante.
Agradezco también de todo corazón José (Pepe) Mendoza por la revisión final de este manuscrito. Su aguda mirada y su compromiso con la excelencia editorial fueron instrumentos en las manos de Dios para pulir este trabajo con rigor y cuidado. Gracias por ayudarme a decir mejor lo que deseaba comunicar, y por hacerlo con una actitud tan generosa.
Mi sincero agradecimiento a Noel y Mary Pou por su generosidad al proveerme un lugar hermoso y tranquilo donde pude trabajar sin distracciones, aunque fuera por unos pocos días. Sus gestos de hospitalidad me recordaron que aún en medio del esfuerzo, hay gozo en los pequeños regalos que Dios concede.
A Natalia Villarreal y a Jacobo Villareal, gracias por dedicar su tiempo y talento a la elaboración de la bibliografía y la revisión de las notas al pie de página. Su meticuloso trabajo es un recordatorio de que hasta las tareas más detalladas son importantes en la obra de Dios, y su disposición para servir de esta manera ha sido de gran bendición.
Gracias infinitas a mi amada esposa, Gloria, por tu apoyo incondicional durante este proyecto tan absorbente. Tus sabios comentarios sobre el libro me ayudaron no solo a mejorar la claridad del texto, sino también a mantener mi enfoque en llevar a los lectores a Cristo y a Su Palabra. Eres, sin duda, el regalo más precioso que Dios me ha dado «debajo del sol». Oro para que el Señor recompense con creces tu amor sacrificial y tu dedicación, aquí y en la eternidad.
Agradecimientos
Sobre todas las cosas, gracias a mi amado Señor y Salvador Jesucristo. Tú me rescataste de una vana manera de vivir, cambiaste mi corazón de piedra por un corazón de carne y me diste propósito, identidad y el privilegio de servirte. Este libro es una ofrenda humilde que coloco en tus manos, sabiendo que solo lo que Tú haces permanece para siempre. Todo lo que soy y lo que hago, Señor, lo debo a Ti. ¡A Ti sea toda la gloria por los siglos de los siglos!
Introducción
La cantante y compositora Joni Mitchell escribió su emblemática canción Both Sides Now1 en 1966. Es una reflexión sincera y melancólica sobre la naturaleza del amor, los sueños y la vida misma. En esta canción, Mitchell hace un balance al ver «ambos lados» de distintos aspectos de su vida, pero al final reconoce que, a pesar de todo lo vivido, sigue sintiendo que no entiende nada. Esta sensación de haber explorado tanto y, sin embargo, seguir con un vacío, es algo con lo que muchos nos podemos identificar.
El libro de Eclesiastés explora un dilema similar, pero desde una perspectiva aún más profunda. «El Predicador» (generalmente identificado como Salomón) describe en este libro su búsqueda de sentido en el trabajo, el placer, la sabiduría y otras actividades humanas, solo para encontrarse con que todos estos esfuerzos parecen vanos, incomprensibles y frustrantes. Sin embargo, el autor de Eclesiastés no es un existencialista ateo que se enfrenta al vacío de la vida sin ninguna referencia a lo trascendental. Muy al contrario, él parte de la premisa de que Dios existe y es soberano sobre toda Su creación (Ecl. 3:1, 11, 14, 17; 5:18-19; 7:13; 9:1; 12:14). Precisamente por eso su desconcierto es aún mayor: si Dios es real y gobierna el mundo, ¿por qué este parece tan incomprensible, tan lleno de injusticias y contradicciones?
Eclesiastés es parte de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y examina sin reservas los dilemas existenciales y nos confronta con una vida que muchas veces no responde a nuestros esquemas. Basta abrir este libro de las Escrituras para encontrarnos con alguien que parece atrapado en un torbellino de pensamientos contradictorios. Por un lado, declara con brutal sinceridad que «todo es vanidad» (1:2), pero más adelante celebra las bondades del trabajo, el disfrute de la vida y los regalos de Dios como si fueran la clave para
La vida debajo del sol
encontrar satisfacción (3:12-13; 5:18-20; 9:7-9). A veces nos invita a disfrutar el momento presente con gratitud (2:24-25), mientras que en otras ocasiones parece desalentarnos con un pesimismo desconcertante sobre la brevedad y fragilidad de la vida (1:2-4; 2:11, 17; 3:19-20; 6:12; 12:7-8).
Michael V. Fox, en A Time to Tear Down and a Time to Build Up2 [Tiempo de derribar y tiempo de construir], observa que esta tensión entre el gozo y la desesperanza no es un descuido ni una falta de claridad del autor, sino parte del mensaje mismo del libro. Eclesiastés no tiene como propósito ser un tratado con respuestas claras y directas, sino una reflexión que surge de una exploración sincera de la vida en un mundo que a menudo no tiene sentido desde la limitada perspectiva humana. Este lenguaje de perplejidad y frustración no es un defecto del texto, sino su mayor virtud; porque si somos sinceros, ¿quién no ha sentido alguna vez que la vida está llena de enigmas sin resolver? Nos esforzamos en nuestro trabajo y, sin embargo, los frutos parecen desaparecer como el viento. Nos aferramos a la alegría, pero el dolor nunca está demasiado lejos. La vida misma nos desafía a encontrar significado, pero las respuestas suelen quedar fuera de nuestro alcance. Aquí radica la grandeza de Eclesiastés: no nos ofrece respuestas fáciles, pero tampoco evita las preguntas difíciles. Es un libro que nos mira directamente a los ojos y nos dice: «Esta es la vida bajo el sol». Los creyentes podrían sentirse incómodos al principio, porque estamos acostumbrados a buscar respuestas claras en las Escrituras, pero Eclesiastés nos invita a una fe que no rehúye la complejidad, una fe que confía en Dios aun cuando no comprende todo lo que Él hace. Este libro puede ser una puerta de entrada al evangelio para los incrédulos, porque valida la experiencia humana de frustración y perplejidad, mientras señala hacia una esperanza que trasciende las circunstancias y el tiempo.
A medida que avanzamos en el estudio de Eclesiastés, veremos cómo el autor expone con evidente honestidad las tensiones de la vida y la aparente falta de sentido en un mundo caído, pero también nos llevará, de manera sorprendente, a considerar lo que ocurre más allá del sol, hacia un Dios que sostiene todas las cosas y cuyo propósito final es bueno, incluso cuando no
lo entendemos plenamente. Eclesiastés no es un mapa para guiarnos fuera del laberinto, sino una brújula que nos ayuda a caminar con confianza hacia Dios en medio de las incertidumbres de la vida.
En última instancia, Eclesiastés nos confronta con una verdad incómoda, pero necesaria: la vida bajo el sol nunca podrá satisfacernos plenamente porque fuimos creados para algo mayor. Esta tensión entre la futilidad de nuestras experiencias terrenales (Ecl. 1:2) y la eternidad que Dios ha puesto en nuestros corazones (Ecl. 3:11) nos invita a mirar más allá del humo que se disipa y a fijar nuestra esperanza en Aquel que da significado eterno a todo lo que hacemos. Así, este libro no es solo una reflexión melancólica sobre la vida, sino un llamado a vivir con reverencia, gratitud y confianza en el Dios soberano que da propósito incluso a lo que no entendemos.
Eclesiastés, como todo el Antiguo Testamento, no solo nos confronta con la realidad de la vida bajo el sol, sino que también nos dirige hacia la luz de la redención en Cristo Jesús. Como dice Pablo en 2 Timoteo 3:15, las Escrituras fueron dadas «para hacernos sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús». Aunque el Predicador no menciona directamente al Salvador, sus reflexiones apuntan hacia nuestra necesidad de algo —o mejor dicho, de Alguien— que pueda resolver las tensiones y enigmas de este mundo caído.
Cuando era niño, en casa teníamos un tocadiscos estereofónico.3 El sonido estereofónico busca recrear la música de manera más natural, al reproducir las direcciones de izquierda y derecha de donde proviene cada fuente de sonido. Hoy en día eso es muy común, pero en aquel tiempo la mayoría de los aparatos reproducían la música en un solo bloque, es decir, a través de un único canal. ¡Todavía recuerdo la fascinación que me producía escuchar ese sonido que parecía viajar de una bocina a la otra en la sala de mi casa!
En cierto modo, eso es lo que ocurre con las historias y enseñanzas del Antiguo Testamento: se mueven en dos direcciones, de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Si queremos interpretar correctamente el mensaje de Eclesiastés —y de cualquier libro del Antiguo Testamento—, primero debemos movernos hacia el contexto histórico del pasaje, sumergiéndonos en
La vida debajo del sol
las luchas, preguntas y anhelos del Predicador, pero luego debemos movernos desde esas reflexiones hacia nosotros, reconociendo que el clamor del Predicador, por sentido y redención, encuentra su respuesta final en Cristo.
Las tensiones que Eclesiastés describe tan brutalmente —el vacío del placer, la injusticia de este mundo y la certeza de la muerte— no se resuelven completamente en el libro mismo, pero apuntan hacia el evangelio. En Cristo, hallamos que el trabajo no es inútil, porque nuestra labor en el Señor no es en vano (1 Cor. 15:58). En Él, la injusticia no tiene la última palabra, porque Dios juzgará al mundo con justicia a través de Su Hijo (Hech. 17:31). En Cristo, incluso la muerte pierde su aguijón, porque Él venció la tumba y ofrece vida eterna a todos los que creen en Él (1 Cor. 15:54-55).
Eclesiastés nos invita a vivir con reverencia, gratitud y confianza en Dios, pero al mirar todo el canon de las Escrituras, entendemos que esa reverencia y confianza tienen un objeto específico: Jesús, el Hijo de Dios. Las palabras del Predicador, que a veces parecen llenas de frustración y otras de esperanza, encuentran su eco final en las palabras de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Así, este libro no solo es una reflexión melancólica sobre la vida, sino una brújula que nos apunta hacia el único camino que da sentido eterno a todo lo que hacemos. En Cristo, las frustraciones de la vida bajo el sol no solo son entendidas, sino redimidas. Él es la respuesta al clamor que el Predicador articula y la solución al dilema que presenta. En Él, no solo encontramos sentido a la vida, sino que hallamos la plenitud para la que fuimos creados: una relación eterna con Dios.
El propósito de este libro es acompañarte en un recorrido profundo y reflexivo por el mensaje de Eclesiastés, abordándolo como un comentario expositivo que toma en cuenta el significado del texto en su contexto bíblico y cultural. Mi deseo es que, al leer estas páginas, puedas descubrir cómo las reflexiones del Predicador, aunque escritas hace miles de años, siguen siendo poderosamente relevantes para las preguntas y luchas de nuestro tiempo. Este libro no solo explica el contenido de Eclesiastés, sino que busca conectar su mensaje con el panorama más amplio de la Escritura, mostrando cómo
Introducción
las tensiones y paradojas de la vida bajo el sol encuentran su resolución en Cristo.
Además, este libro está diseñado para guiar a los creyentes que enfrentan la perplejidad de vivir en un mundo caído, lleno de injusticias, dolor y preguntas sin respuestas claras. Eclesiastés nos muestra que no estamos solos en nuestras luchas, y este comentario busca animarte, fortalecer tu fe y consolar tu corazón al recordarte que, aunque muchas cosas carecen de sentido desde nuestra perspectiva limitada, Dios es soberano y Su propósito final es bueno. Finalmente, este libro puede ser una herramienta de evangelismo, una guía que lleva de la mano a los incrédulos para encontrar respuestas a sus preguntas existenciales en el evangelio de Cristo. Eclesiastés valida la experiencia humana de frustración y vacío, pero no se detiene allí; apunta hacia una esperanza que trasciende las circunstancias y el tiempo. En Cristo, las inquietudes del Predicador y las tuyas encuentran su respuesta definitiva, porque solo en Él se halla el sentido, la redención y la plenitud que tanto anhelamos.
1
Todo cambia, nada cambia
Eclesiastés 1:1‑11
«Aquella peculiar sensación, como soñada y también como de pesadilla de que todo se mueve y no se mueve nada, de cambiante permanencia que no es sino un constante volver a empezar y una vertiginosa monotonía» (Thomas Mann, La Montaña Mágica).
No hay que ser muy observador para darse cuenta de que la vida en este mundo suele ser enigmática y decepcionante. Experimentamos momentos de felicidad y alegría, unos más que otros, pero tarde o temprano se escurren entre los dedos en medio del dolor, la tristeza y la decepción. Anhelamos ser felices, pero la felicidad parece evadirnos o resulta de muy corta duración. Miramos con perplejidad lo que sucede a nuestro alrededor, y los interrogantes se van acumulando día a día y una respuesta satisfactoria siempre resulta elusiva. Y al final de todo, la muerte. Sin embargo, no tenemos que paralizarnos ante este cuadro que, de entrada, luce tan sombrío, ni convertirnos en personas cínicas y amargadas; hay una forma sabia y satisfactoria de vivir en este mundo, a pesar de sus vicisitudes y sus enigmas.
Es cierto que vamos a morir, pero Eclesiastés nos muestra que es en la muerte donde precisamente encontramos la clave para la verdadera sabiduría y
La vida debajo del sol
el verdadero deleite en este mundo complejo y confuso. Puede sonar extraño, pero es solo a través de una perspectiva apropiada de la muerte que podemos adquirir una perspectiva apropiada de la vida. «Es el destino lo que le da sentido a este viaje».1 El autor de Eclesiastés tuvo que aprender esta lección, luego de un arduo y tortuoso camino que ahora nos invita a recorrer junto a él, sin atajos y sin respuestas simplistas.
El rey predicador
«Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad» (1:1-2).
El autor de Eclesiastés se identifica a sí mismo como «el Predicador» (comp. 12:9-10). Este término es la traducción de la palabra hebrea Qohélet que deriva del verbo hebreo qahal, cuyo significado es «reunir» o «congregar» (1 Rey. 8:1); también puede significar «el Recolector», refiriéndose a uno que recoge dichos o proverbios sabios y los comunica a otros en forma de «colecciones» (12:11). Este título describe a una figura que reúne a otros para hablarles, alguien que asume el rol de comunicador en un contexto de reflexión profunda sobre la vida y su significado. Qohélet se presenta en Eclesiastés como un sabio que proclama verdades universales y enfrenta las preguntas fundamentales de la existencia humana (12:9).
Traducir Qohélet como «Predicador» no refleja con exactitud el significado de la palabra hebrea, pero sí el tono homilético del libro. Qohélet no se limita a reflexionar o especular; él proclama y exhorta, hablándole a una audiencia con la autoridad de alguien que ha vivido, observado y cuyas conclusiones se han convertido en profundas lecciones sobre la futilidad de la vida «debajo del sol». Si bien traducciones como «Maestro» o «Recolector» son alternativas válidas, «Predicador» capta mejor el carácter pastoral, comunicativo y urgente del texto, subrayando su propósito de mover a los lectores a temer a Dios y
Todo cambia, nada cambia
guardar Sus mandamientos (12:13). La traducción griega de Qohélet, «ekklesiastés», de donde proviene el título del libro en nuestro idioma, refuerza la idea de un discurso público, como el de un sermón que invita a reflexionar sobre la vida desde una perspectiva divina. La palabra «ekklesiastés» está relacionada con «ekklesía», la traducción griega de la palabra hebrea qahal, que significa «asamblea» o «congregación». De este término griego proviene la palabra «iglesia» en el Nuevo Testamento.
Pero, ¿quién es este predicador? Aunque no se menciona su nombre, el primer versículo del libro lo identifica como «hijo de David, rey en Jerusalén». Un poco más adelante añade: «he sido rey sobre Israel en Jerusalén» (1:12). Estas afirmaciones llevaron a que en la antigüedad y hasta el siglo xix fuera generalmente aceptado que Salomón era el autor del libro. Salomón, después de todo, fue el único hijo de David que gobernó sobre una nación unificada, ya que el reino se dividió durante el reinado de su hijo Roboam. Además, los relatos de las experiencias del autor, especialmente en los capítulos iniciales, evocan claramente la vida de Salomón, como se describe en 1 Reyes 1–4. No obstante, algunos estudiosos modernos proponen que el autor es anónimo y utiliza a Salomón como una figura literaria para enmarcar sus reflexiones. Sea cual sea la postura que se adopte al respecto, es evidente que el personaje presentado en Eclesiastés se ajusta a las circunstancias únicas de la vida de Salomón.2 Como señala J. I. Packer: «El sermón es ciertamente salomónico en el sentido de que enseña lecciones que Salomón tuvo oportunidades únicas de aprender».3 En esta obra nos referiremos a él simplemente como «el Predicador» para respetar la forma en que el mismo autor se designa a sí mismo tanto al inicio como al final del libro (1:1-2; 12:9-10).
Sabio, rico y fracasado
Salomón fue sin duda alguna el hombre más sabio de su época y probablemente el más rico. De él se dice en la Escritura que «excedía […] a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría. Toda la tierra procuraba ver la
La vida debajo del sol
cara de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón» (1 Rey. 10:23-24). ¡Salomón era toda una celebridad del mundo antiguo! Tristemente, este rey sabio y rico no permaneció fiel a Dios. En la Biblia se registra que sus muchas mujeres desviaron su corazón a la adoración de ídolos paganos (1 Rey. 11). Salomón es una prueba viviente de que el conocimiento, las riquezas y el poder no son un antídoto contra la necedad. Aunque en la Escritura no tenemos constancia de su arrepentimiento, el libro de Eclesiastés parece testificar que, al igual que el hijo pródigo de la parábola de Jesús, el fracaso de su aventura en busca de la autorrealización fue usado por Dios para hacerlo volver en sí.
Este libro es una señal de advertencia en el camino de la vida. El Predicador nos lleva de la mano para poder entender que hay una luz al final del túnel, tan brillante como los rayos del sol al mediodía, pero sin caer en el mensaje simplista tan popular en nuestros días: «Confía en Dios y todo saldrá bien». La vida en este mundo es demasiado compleja como para reducirla a un cliché religioso. Tal vez esa sea la razón por la que este libro apela a todo tipo de personas. Su audiencia es universal porque su mensaje es universal.
«Seamos creyentes o no, como seres humanos podemos acceder a Eclesiastés y escuchar nuestras preguntas y las respuestas de nuestra cultura en la lengua del Predicador. Sentimos nuestro lamento en su dolor […]. Tocamos nuestros propios anhelos mientras él grita los suyos. El Predicador le da lenguaje a nuestro dolor, poesía a nuestros sueños y exclamación a nuestra búsqueda. Se resiste a todo lo trivial, pretencioso, sentimental o deshonesto. De esta manera, el Dios que inspiró este texto nos muestra Su empatía y Su profunda comprensión de nuestra difícil situación en todas sus formas confusas, emocionales, trágicas y enloquecedoras».4
Eclesiastés parte de la premisa de que nuestro mundo no funciona como debiera. Christopher Wright nos explica que, «En su forma más simple, el libro de Eclesiastés está tratando […] de averiguar cómo Génesis 1–2 puede
Todo cambia, nada cambia
ser verdadero y bueno en un mundo lleno de los resultados de Génesis 3».5
En el principio, Dios colocó al hombre en el huerto del Edén, habiéndole provisto todo lo necesario para una existencia plena y dichosa en comunión con Él (Gén. 3:8). Era el hogar perfecto para el desarrollo y florecimiento de la raza humana (Gén. 1–2), pero el hombre se rebeló contra su Creador al sustituirlo por las criaturas, pervirtiendo así sus buenos dones y entregándose a la idolatría (Gén. 3).
Esa rebeldía trajo como consecuencia la maldición de la creación, la ruptura de las relaciones humanas, la muerte física y espiritual y, sobre todas las cosas, la separación de Dios. Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, «al oriente de Edén» (Gén. 3:24; 4:16). Somos una raza errante, marcada por la nostalgia de un paraíso perdido que, en lo más profundo del corazón, anhela volver a casa. Al oriente del Edén experimentamos mucho dolor, frustración, aburrimiento, perplejidad, pero «los placeres edénicos» continúan disponibles para aquellos que temen a Dios, viven a la luz de Su inescrutable soberanía y consideran seriamente la brevedad de la vida, la realidad de la muerte y del juicio. En fin, como bien señala Wright: «Hay un mundo bueno que amamos y disfrutamos. Y hay un mundo desconcertante que no entendemos, pero es en realidad un solo mundo, y no tenemos más remedio que vivir con esa tensión».6
Debemos aprender de una vez por todas que nuestro paso por el mundo es fugaz, que no tenemos el control de las cosas que suceden a nuestro alrededor y que muchas de ellas nos resultan frustrantes o desconcertantes. El planteamiento inicial en la introducción del libro surge de esta realidad: «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad» (1:2).
Una verdad incómoda
La palabra «vanidad» (del hebreo hebel) es una de las piezas claves para entender el mensaje unificador del libro. Aparece treinta y ocho veces en Eclesiastés y en su sentido literal significa «vapor» o «aliento», algo efímero y transitorio (comp. Sal. 39:5-6, 11). Esta imagen de un soplo que se desvanece
rápidamente captura la fragilidad y la inconsistencia de la vida humana; aunque el término adquiere matices más amplios y complejos en el contexto de Eclesiastés. Aquí hebel no solo describe lo breve y pasajero, sino también lo frustrante, ilusorio e incomprensible. Es una palabra polifacética que refleja tanto la experiencia humana de lo fugaz como el vacío existencial que se percibe en un mundo donde el orden y el propósito no siempre son evidentes.
El superlativo idiomático: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (1:2), intensifica esta visión sombría. La repetición de hebel en su forma superlativa establece el tono para el libro completo porque declara que todos los esfuerzos humanos y los logros parecen, en última instancia, carentes de sustancia o significado duradero. La vida, en su naturaleza transitoria y enigmática, es como tratar de atrapar el viento: algo frustrante y sin resultados tangibles.
El estudioso Michael V. Fox enfatiza que hebel es un término deliberadamente abierto, lo que permite al lector reflexionar sobre la amplitud de su significado en diferentes contextos dentro del libro.7 Puede señalar la brevedad de la vida, la incapacidad de comprender completamente los caminos de Dios o la falta de propósito intrínseco en los esfuerzos humanos. En última instancia, hebel es el marco a través del cual el Predicador invita al lector a confrontar la paradoja de la existencia: Aunque la vida puede parecer hebel, la sabiduría y el temor de Dios pueden proporcionar un sentido de dirección y propósito en un mundo que a menudo parece desconcertante.
La vida: ¿un mal negocio?
Si su afirmación inicial «todo es vanidad» plantea el tono del libro, la pregunta que se da a continuación plantea el interrogante clave que gobierna la búsqueda del autor: «¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?» (1:3; se repite en 2:22; 3:9 y 5:16).
La palabra «provecho» (del hebreo yitron) es un término comercial que hace referencia al beneficio de una transacción comercial, lo que queda después de haber cubierto el costo y el retorno de la inversión. Cuando pases balance al
Todo cambia, nada cambia
final de tu vida, ¿cuál será tu beneficio? ¿Qué habrás obtenido como ganancia de todo el tiempo y la energía que dedicaste a alcanzar lo que deseabas? Se trata de una pregunta retórica, cuya respuesta es evidente: ¿Quedará algún beneficio permanente de todo lo que te afanas «debajo del sol»? La palabra «afán», que puede traducirse también como «labor», posee una connotación negativa. No es la palabra hebrea que suele usarse en el Antiguo Testamento para referirse al trabajo, por el contrario, Wright dice «que apesta a frustración y sudor».8 Apunta al trabajo en un mundo «tipo Génesis 3». «Sudamos solo para comer pan. Trabajamos la tierra para arrebatarle nuestros alimentos. Tenemos que trabajar para sobrevivir en este mundo caído, y este tipo de trabajo es bastante duro».9
De todo lo que te afanes por alcanzar «debajo del sol», es decir, durante tu existencia terrenal, dentro de los límites de este tiempo presente, el balance final será: ¡absolutamente nada! Esta frase «debajo del sol» también es muy importante en Eclesiastés. Aparece veintinueve veces en el libro. Algunos interpretan esta expresión como «la vida en este mundo sin referencia a Dios»; Él está «por encima del sol», nosotros estamos «aquí debajo»; es absolutamente inútil tratar de encontrar significado a las cosas que ocurren en este mundo «debajo del sol».
Aunque esta idea es en sí misma correcta, probablemente no es lo que el autor quiere expresar. El autor no excluye a Dios de sus reflexiones, como veremos al adentrarnos en el contenido del libro. Como buen israelita sabe que el Dios soberano no solo está al tanto de todo lo que ocurre «debajo del sol», sino que, de hecho, se involucra activamente en el mundo creado por Él (3:1-11, 14). Como veíamos en la introducción, eso es precisamente lo que causa más perplejidad al Predicador: Saber que Dios está al tanto y en control y, aun así, no poder comprender Su modo de obrar en el mundo.
La frase «debajo del sol» alude a todo lo que ocurre en cada rincón del planeta, en todo lugar donde brilla el sol. Debemos recordar mientras leemos Eclesiastés que las reflexiones del Predicador se limitan casi exclusivamente a la realidad de nuestras experiencias en este mundo. Él no niega la vida después de la muerte, pero ese no es su foco de atención. Cuando llegue la hora
La vida debajo del sol
de partir de este mundo, te darás cuenta de que todo lo que lograste con tu esfuerzo tenía fecha de expiración.
La postura del Predicador no es la de un filósofo pesimista que intenta convencernos de que nada tiene sentido en este mundo. Hay una forma sabia y satisfactoria de vivir cuando asumimos que «el principio de la sabiduría es el temor del Señor» (Prov. 1:7, RVC; comp. 12:13). El temor a Dios es otra de las piezas clave de Eclesiastés y la estaremos ampliando a medida que avancemos en el libro. Por el momento podemos resumir este concepto como «confianza reverente». O’Donnell lo explica así:
«Aquellos que en medio de todas las duras verdades y terribles problemas de este mundo caído se presentan ante el Señor con una confianza reverente, reciben de Él el don de la obediencia agradecida, el contentamiento constante y el gozo sorprendente».10
La vida en el temor de Dios vale la pena ser vivida y disfrutada, pero el Predicador nos lleva primero de la mano para que entendamos que tratar de encontrar plena satisfacción y comprensión dentro de los límites de esta vida presente es «correr tras el viento» (1:14, NVI).
No importa cuánto nos afanemos durante nuestro paso fugaz por este mundo; la rueda del universo seguirá girando como si nunca hubiéramos estado aquí luego de nuestra partida. Vivimos en un mundo que permanece inamovible a lo largo de los siglos, cuyo «ciclo sin fin» (usando el lenguaje de El rey león) es análogo a la repetición constante de las acciones humanas que no parecen tener «un impacto o impresión permanente en la realidad».11
¡Bienvenidos a Punxsutawney!
Bill Murray y Andie MacDowell protagonizaron la comedia romántica Groundhog Day [Atrapado en el tiempo, o El día de la marmota] en 1993. Los personajes viven el mismo día, el 2 de febrero, una y otra vez en la ciudad
Todo cambia, nada cambia
de Punxsutawney, Pensilvania. Sin embargo, el único que percibe lo que está sucediendo es Phil Connors (Murray), un arrogante meteorólogo que, junto a Rita (MacDowell), su productora, cubre el evento anual del Día de la Marmota para una cadena televisiva.
Vemos cómo evoluciona el personaje de Phil a medida que se desarrolla la trama. Primero se dedica por entero a una vida hedonista, pero no encuentra satisfacción en el placer. El vacío existencial permanece sin importar lo que haga. Procura entonces quitarse la vida de diversas maneras, pero siempre despierta el 2 de febrero en Punxsutawney, cuando el radio despertador marca las 6 de la mañana, mientras se escuchan las voces de Sonny Bono y de Cher cantando: I Got You Babe. El hechizo termina cuando Phil encuentra contentamiento en su circunstancia presente, después de confesar su amor por Rita y de que ella lo acepte.
Hay una escena de la película en donde Phil está tratando de encontrar una explicación a su extraña experiencia. Inicia una conversación con dos borrachos con los que se topa en un bar: «¿Qué dirían ustedes si estuvieran atrapados en un lugar y cada día fuera el mismo y nada de lo que hicieran realmente importara?». Uno de ellos lo mira y le responde: «Sí, ese es el resumen de mi vida».12 Esta aseveración parece un eco de las reflexiones del Predicador en esta primera sección de Eclesiastés.
«Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será.
¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo?
Ya fue en los siglos que nos han precedido.
No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después» (1:4-11).
Un día viene y otro se va, muy similar al anterior; después de un tiempo llega la muerte y, con ella, el olvido. Dentro de cien años es muy probable que nadie te recuerde. Aun si llegaras a convertirte en uno de esos seres humanos excepcionales que dejan un legado para las generaciones futuras, ¿de qué te sirve? Mis antepasados emigraron desde Palestina a República Dominicana a finales del siglo xix y principios del xx. La decisión que tomaron de establecerse en esta isla del Caribe y otros países de América Latina tuvo repercusiones inmensas para sus futuras generaciones, incluyendo mi propia vida; pero debo confesar que casi nunca me acuerdo de ellos, y sospecho que tampoco muchos de mis familiares.
Woody Allen, el famoso cineasta estadounidense, dijo en cierta ocasión: «Yo no quiero alcanzar la inmortalidad a través de mi obra. Yo quiero alcanzarla no muriéndome».13 El problema es que no tenemos esa alternativa. Los días del hombre son como la hierba, al punto que el salmista dice: «Florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más» (Sal. 103:15-16). El Predicador se pregunta a la luz de esa realidad: «¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?» (1:3; comp. 3:9). La explicación de Gibson es sumamente clara:
Todo cambia, nada cambia
«El Predicador proporciona la respuesta pintando una imagen increíblemente cruda. Esboza el lugar de la humanidad en el lienzo de todo el universo para mostrar, en términos gráficos, cómo y por qué no hay nada que ganar. Solo dejo una cosa atrás, y esa es la tierra en la que solía vivir, permaneciendo justo donde estaba cuando llegué, solo que ahora gira sin mí. Mi vida vendrá y se irá. Si dejo hijos en el mundo para continuar con mi legado, ellos mismos son simplemente parte de las generaciones que vienen y se van, y todo lo que dejarán atrás es el universo como antes. No hemos alterado el carrusel cósmico. Nada de lo que hacemos cambia el hecho de que trabajamos y nos afanamos y luego morimos, y la tierra simplemente permanece allí».14
El predicador continúa diciendo: «Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece» (1:4). A veces nos da la impresión de que algo está cambiando entre una generación y la otra. Una nueva generación llega cargada de promesas. Nuestros hijos representan el futuro y el progreso, pero, ¿es realmente así? Lo cierto es que cada nueva generación estará mañana en el mismo lugar donde estamos nosotros hoy; no porque la historia humana sea cíclica, sino porque al final de cuentas el hombre sigue siendo el mismo. Veamos la opinión de un par de personas sobre los jóvenes de su generación:
«Los muchachos de ahora aman el lujo. Se comportan de una forma inapropiada, desacatan la autoridad y no muestran respeto hacia los que son mayores que ellos».
«Solo piensan en sí mismos. No tienen ninguna reverencia hacia sus padres o los ancianos. Se impacientan ante toda restricción y hablan como si lo supieran todo».15
La primera de estas citas se atribuye a Sócrates (siglo v a. C.), mientras que la segunda pertenece a Pedro el Ermitaño, quien nació en el año 1050 d. C.
¡Y pensar que estas palabras podrían describir perfectamente a los jóvenes de hoy! Verdaderamente, no hay nada nuevo debajo del sol.
Para probar lo que quiere decir, el autor nos presenta algunos ejemplos, tanto del mundo natural (vv. 5-7) como de la experiencia humana (vv. 8-11).
A pesar de la aparente diversidad y los constantes cambios que observamos a nuestro alrededor, la naturaleza opera de manera sorprendentemente uniforme. Los ciclos interminables y repetitivos de la creación solo terminan fatigando al hombre que intenta alcanzar lo inalcanzable.
El sol salió esta mañana y se pondrá esta tarde, tal como ha sucedido desde el principio, y seguirá ocurriendo día tras día, mes tras mes, año tras año. La misma rutina, sin excepción. El viento, por su parte, sigue su curso en circuitos constantes que no llegamos a comprender del todo, y que no han cambiado con el paso de los siglos. Los ríos, por su lado, desembocan sin cesar en el mar, pero el mar nunca se llena, como dice el Predicador: «al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo» (1:7). Todo es una repetición interminable y esa monotonía de la naturaleza parece ser un espejo de la monotonía de la vida del hombre. La ilusión de lo novedoso es, en última instancia, solo eso: una ilusión.
En la novela El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el personaje Tancredi le dice a su tío, el príncipe Fabrizio Salina: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».16 Este principio ha venido a ser conocido como «gatopardismo» en ciencias políticas en honor a la novela, es decir, iniciar algo que parezca una transformación revolucionaria, siempre que se mantengan las mismas estructuras de poder, de manera que «todo cambia, pero nada se transforma». Este comentario paradójico resume la percepción de un mundo donde todo parece moverse, pero nada realmente cambia. Una reflexión que, aunque extraída de otro contexto, resuena profundamente con el mensaje del Predicador: la vanidad, finalmente, está conformada por los esfuerzos humanos por alcanzar lo trascendente dentro de un ciclo inalterable.
Así como los ríos corren hacia el mar, pero nunca lo llenan, así también son insaciables los deseos humanos: «nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído
Todo cambia, nada cambia
de oír» (1:8). Esta verdad fue tan cierta en los días del Predicador como lo es hoy. Más aún, nunca antes habíamos tenido acceso a tantas cosas para ver y escuchar. Escuchar la interpretación de una orquesta era un lujo reservado a unos pocos hace dos siglos. Hoy contamos con dispositivos, aplicaciones y plataformas que nos permiten ver y oír prácticamente lo que queramos, cuando queramos. Sin embargo, no importa cuántas cosas veamos o escuchemos, nunca estamos plenamente satisfechos. Lo que ayer nos emocionaba, hoy nos aburre.
Es por eso que la industria del entretenimiento es tan exitosa: estamos buscando algo nuevo que nos libere de este ciclo interminable de insatisfacción y hastío, pero el problema es que todo lo que este mundo ofrece nos deja exactamente en el mismo punto de partida. «No hay nada nuevo bajo el sol», dice el Predicador. Aquello que creemos novedoso, de alguna manera, «ya existía en los siglos que nos han precedido» (1:10).
Por más innovaciones que cada generación pueda ofrecer, las dudas, las aspiraciones, los anhelos, los problemas, las luchas y las preguntas fundamentales permanecen inalterables. Lo que parece novedoso no es más que algo que ya existía en el pasado y que habíamos olvidado. Como dijo el periodista Malcolm Muggeridge: «Todas las nuevas noticias son las viejas noticias que les ocurren a nuevas personas».17
El Predicador continúa su reflexión: «No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después» (1:11). La gente suele sufrir de amnesia histórica y eso nos hace creer que algunas cosas son novedosas cuando en realidad no lo son. Generaciones vienen y generaciones van, cada una repitiendo los mismos errores de la generación anterior y creyendo, al mismo tiempo, que están siendo originales. La vida debajo del sol es fatigosa, repetitiva y monótona.
Es cierto que Dios ha puesto curiosidad en nosotros, el impulso de investigar y de emprender nuevas hazañas. El universo está lleno de posibilidades sin fin para suplir esos anhelos, pero nos engañamos a nosotros mismos al pensar que la clave de la felicidad se encuentra en lo novedoso: «Lo que es
nuevo no es realmente nuevo, y lo que sentimos como nuevo pronto lo sentiremos como viejo».18
El horror a «lo mismo de siempre»
En su libro Cartas del diablo a su sobrino, la obra de ficción de C. S. Lewis, un demonio más experimentado mantiene un intercambio epistolar con un demonio más inexperto, dándole una especie de «mentoría» sobre cómo tentar más eficazmente a los cristianos para alejarlos finalmente del Enemigo (es decir, Dios). El demonio con más experiencia anima en una de sus cartas al demonio novato a explotar ese afán del hombre por lo novedoso:
«El horror a “lo mismo de siempre” es una de las pasiones más valiosas que hemos producido en el corazón humano: una fuente sin fin de herejías en lo religioso, de locuras en los consejos, de infidelidad en el matrimonio, de inconstancia en la amistad».19
El demonio más experimentado explica que el Enemigo (Dios) ha diseñado al hombre de tal manera que encuentra placer en el cambio y en lo novedoso. Sin embargo, Dios no quiere que el cambio sea un fin en sí mismo, por lo que ha equilibrado este gusto por lo nuevo con un amor por lo permanente. Ambos aspectos, el cambio y la permanencia, establecen un ritmo necesario para la estabilidad y el equilibrio de la vida humana.20 La estrategia de Satanás, como señala Lewis, es tomar ese placer natural del cambio, aislarlo de su contexto y exagerarlo hasta distorsionarlo, convirtiéndolo en una obsesión que domina al ser humano. Parafraseando las palabras que Lewis pone en boca del demonio más experimentado:
«Si descuidamos nuestra labor, los hombres encontrarán asombro y satisfacción en las cosas más simples y repetitivas: la nieve en enero, el amanecer de esta mañana o el pudín de Navidad. Los niños, por
Todo cambia, nada cambia
naturaleza, se contentan con el ciclo predecible de las estaciones, pasando de un juego a otro como el otoño sigue al verano, pero nuestra tarea es introducir en ellos un deseo insaciable de cambio constante y desordenado. Esta exigencia tiene doble beneficio: disminuye el disfrute de lo cotidiano mientras intensifica el deseo de algo nuevo. Y cuanto más insaciable sea este deseo, más rápido abandonarán los placeres inocentes y buscarán aquellos que el Enemigo prohíbe».21
Debemos aprender a vivir en armonía con el balance rítmico creado por Dios entre lo novedoso y lo permanente si queremos experimentar los verdaderos placeres que Él nos da como un regalo, no como una ganancia, mientras enfrentamos la perplejidad y el sufrimiento de vivir en un mundo fugaz y quebrantado que no funciona como fue creado originalmente. Reconocer la transitoriedad de esta vida presente destruye en nosotros toda falsa esperanza de encontrar propósito, significado o satisfacción duraderos en las cosas que ofrece este mundo. Solo entonces podremos comenzar a disfrutar, en el presente, los buenos dones que Dios nos da, pero con la mirada puesta en aquello que trasciende y perdura.
Esperanza «por encima del sol»
El libro de Eclesiastés lleva al lector a comprender la vida «debajo del sol», no para convertirnos en personas cínicas y amargadas, sino para que sepamos qué esperar de nuestra existencia en este mundo caído y que así elevemos nuestra mirada más allá de lo temporal y lo fugaz. Después de todo, esta «creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza» (Rom. 8:20).
Hay esperanza porque nuestro Dios está sentado en Su trono, «por encima del sol», gobernando todo lo creado para Su gloria y el bien de Su pueblo. Él ha prometido liberar Su creación de la vanidad a la que fue sometida por el
La vida debajo del sol
pecado y renovarlo todo cuando esta creación sea «libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rom. 8:21).
Hay esperanza porque nuestro Señor Jesucristo compartió nuestra humanidad «debajo del sol» al encarnarse en el vientre de una virgen y cargar con la maldición que vino sobre este mundo por causa del pecado. Todas las consecuencias del pecado serán eliminadas para siempre cuando Él regrese en gloria, y jamás volveremos a experimentar la frustración y el hastío que caracterizan a este mundo caído.
Mientras tanto, podemos disfrutar de los «placeres edénicos» como regalos que vienen de la mano de Dios, quien, a lo largo del libro, es presentado repetidamente como el Dador. De hecho, el verbo «dar» aparece veintiocho veces en los doce capítulos de Eclesiastés, quince de ellas refiriéndose directamente a Dios. Estos regalos no fueron diseñados para sustituir a Dios, sino para ser disfrutados en comunión con Él y bajo la bendición de nuestra unión con Cristo.
¡No te enamores del cartero!
Una vez escuché la historia de dos chicas cuyos novios se fueron a vivir al extranjero. Era la época en que no existían los correos electrónicos; las cartas se escribían a mano y se enviaban por correo aéreo. Como era de esperar, ambas esperaban ansiosas la llegada del cartero: una para recibir cartas de su novio, la otra porque ¡se había enamorado del cartero!
Incluso en este mundo dañado por el pecado hay muchas cosas que pueden disfrutarse legítimamente, siempre que las recibamos como «mensajes de bondad» de parte de Dios y no como sustitutos de Él. Pablo lo dijo con absoluta claridad: «Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias» (1 Tim. 4:4). Tenemos un Dios generoso y por eso añade: «que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Tim. 6:17). En nuestro paso por este mundo podemos y
debemos experimentar los placeres edénicos que aún permanecen a nuestro alcance, pero ¡cuidado! No te enamores del cartero.
De eso trata el libro de Eclesiastés. Es un manual de vida que nos enseña cómo vivir sabiamente «debajo del sol», aceptando las limitaciones de este mundo pasajero, enigmático y complejo. Se podría decir que su mensaje es acumulativo: el Predicador no se apresura a revelar la conclusión a la que llegó tras un arduo y doloroso peregrinaje personal, pero vale la pena caminar tramo a tramo junto a él.