Juntos UniDos y
Así como Cristo amó a la
iglesia
Índice
Dedicatoria
Prólogo
Introducción Redescubriendo el diseño de Dios para el matrimonio
Capítulo 1 Construyendo sobre la Roca
Capítulo 2 Esposos y amigos: La amistad que transforma el matrimonio
Capítulo 3 El matrimonio: Más que amor, un propósito
Capítulo 4 Almas unidas: Primera parte | Fundamentos de la unidad espiritual en el matrimonio
Capítulo 5 Almas unidas: Segunda parte | Frutos de la unidad espiritual en el matrimonio
Capítulo 6 Del caos a la paz: Resolución de conflictos en el matrimonio
Capítulo 7 Liderazgo con amor: El llamado del esposo
Capítulo 8 Sumisión y fortaleza tierna: El llamado de la esposa
Capítulo 9 Juntos y unidos: El cuidado mutuo en el matrimonio
Capítulo 10 Envejeciendo juntos: Un amor que perdura
Conclusión Un llamado a la humildad y renovación en Dios
Dedicatoria
A nuestro Dios, cuya fidelidad y gracia nos han sostenido en cada paso hasta culminar este proyecto. Toda la gloria sea para Él, el dador de todo buen propósito y logro.
A nuestros hijos —Andrew y Raquel junto a nuestra nieta Serenity, Gareth y Eva, y Luis Jr.— quienes son un regalo precioso del Señor y nuestra mayor fuente de inspiración.
Con especial gratitud a Lifeway, por creer en este proyecto y ayudarnos a hacerlo realidad; y a nuestro amado pastor Miguel Núñez, por su tiempo, sabiduría y generosidad al revisar este escrito y honrarnos con el prólogo del libro.
A todas las parejas que han participado en nuestras conferencias, cuya sed por la verdad y anhelo de honrar a Dios en su matrimonio nos motivaron a plasmar estas enseñanzas por escrito.
Que este libro sea un instrumento para fortalecer matrimonios y reflejar la gloria de nuestro Señor, el autor del amor y de la redención.
Luis & Vilma Méndez
Prólogo
Al tomar este libro en tus manos, quizás te preguntes, ¿por qué escribir un libro más acerca del matrimonio? La pregunta es válida, pero igualmente válida y necesaria es la tarea de seguir escribiendo sobre este tema tan crucial, no solo para mejorar las relaciones entre los esposos, sino también para el bienestar y el florecimiento humano.
La raza humana comenzó con la unión de una sola pareja, quienes fueron creados a imagen y semejanza de Dios, sin pecado, con condiciones ideales para satisfacer mutuamente sus necesidades y en medio de condiciones paradisíacas. Sin embargo, aquella primera pareja traspasó los límites establecidos por el Creador, lo que trajo la ruina de la raza humana. Tan trágica fue la caída de este primer matrimonio que sus dos primeros hijos fueron víctimas de ese gran impacto: Caín mató a Abel en un arranque de ira, como hemos escuchado desde que estábamos pequeños.
Todos sabemos que lo que no comienza bien, no termina bien. Si no entendemos el diseño del matrimonio, el propósito de unir a un hombre y a una mujer, así como los
requisitos básicos y la meta del matrimonio en la mente de Dios, terminaremos decepcionados con nuestro propio matrimonio y, muchas veces, hasta divorciados. En otros casos, los esposos siguen juntos, pero no unidos, una frase que refleja lo contrario al título del libro que tienes en las manos: Juntos y unidos.
El ideal para leer este libro es durante el período del noviazgo porque, como bien advirtió Cristo en otro contexto: «Porque, ¿quién de ustedes, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?» (Lc. 14:28, énfasis añadido). Si al casarte, no conocías nada o lo suficiente acerca de la relación matrimonial, entonces este es el momento ideal para leer este libro: antes de que aparezcan los primeros síntomas de conflicto, o ahora que has podido identificar las primeras señales de que algo no anda bien. Por otro lado, es posible que este libro haya llegado a tus manos justo cuando tu matrimonio está al borde del colapso y sea necesario reconstruir la relación desde cero. Si ese es tu caso, tienes en tus manos el plano arquitectónico y ahora necesitas comenzar a reconstruir siguiendo las directrices del Arquitecto, quien diseñó la obra que llamamos matrimonio.
En la primera parte de este libro, Luis y Vilma nos hablan de las condiciones espirituales que una pareja debe cultivar para que su matrimonio florezca. Lo primero que se construye al levantar un edificio es la zapata o el fundamento, que requiere concreto, varillas, columnas y vigas. Estos son elementos que muchas veces no vemos, pero que son
necesarios para que la edificación no colapse. El capítulo sobre las siete «P» del matrimonio, así como los capítulos sobre la unidad y la amistad, a la luz de la Palabra, ayudarán a la pareja a identificar por dónde comenzar a edificar, o a reconstruir cuando algo ya ha sido dañado.
Lamentablemente, la mayoría de las parejas se casan con expectativas erróneas del matrimonio, esperando que el otro cambie, creyendo que si eso ocurre, todo marchará bien. Cuando pensamos así, dejamos ver que desconocemos que una pareja de pecadores no puede casarse sin pecar el uno contra el otro. Esa realidad es la que genera el caos en los matrimonios y que luego no sabemos cómo reparar. Los conflictos inician y luego se agudizan. Por eso, los autores de este libro han dedicado un capítulo completo a la resolución de conflictos, como una guía para pasar del caos a la paz que todos anhelamos.
Sin lugar a dudas, Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza, como ya hemos mencionado, y, por consiguiente, con igual dignidad. Sin embargo, dadas las diferencias en el diseño de cada uno y en la asignación de roles distintos, Dios creó al hombre para liderar la relación con amor incondicional, de modo que su liderazgo sea de servicio a su pareja y a sus descendientes. Por otro lado, la mujer fue creada como ayuda idónea para fortalecer el liderazgo de su esposo mediante una sumisión inteligente, tierna y respetuosa. Los autores han dedicado dos capítulos para ayudar a la pareja a comprender cómo desempeñar esos dos roles en la práctica cotidiana.
Si seguimos pensando en una edificación, recordarás que todo edificio requiere mantenimiento porque con los años tiende a deteriorarse: las paredes requieren ser pintadas y, en ocasiones, aparecen grietas que requieren ser reparadas. Lo mismo sucede en muchos matrimonios. Con el paso de los años, el matrimonio requiere cuidados de mantenimiento para envejecer juntos y unidos, la cual es la meta de este libro. Los autores también consideraron este aspecto y, antes de concluir su libro, dedicaron tiempo para compartir sus consejos al respecto. Me gustó ver que este libro no concluye simplemente con «Cinco pasos para esto» o «Siete principios para un matrimonio feliz». En cambio, Luis y Vilma hacen un llamado a la humildad. La humildad es el terreno donde todo buen fruto puede crecer. No es por accidente que Cristo dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt. 11:29, RVR 1960, énfasis añadido). La humildad y la mansedumbre contribuyen enormemente a disfrutar de la paz en el matrimonio. Gracias, Luis y Vilma, por enriquecer la biblioteca latinoamericana de libros cristianos que, en este caso, enfocan bíblicamente la relación sobre la cual se construye una civilización sana. Necesitas leer este libro y, más importante aún, esfuérzate por vivir las enseñanzas que leerás en estas páginas. Hazlo pidiendo a Dios que te transforme mediante Su verdad, encontrada en los capítulos que siguen.
Miguel Núñez
INTRODUCCIÓN
Redescubriendo
el diseño
de Dios para el matrimonio
El matrimonio parece estar en una encrucijada en nuestro mundo. Todos lo valoran y muchos lo desean, pero, a la hora de la verdad, parece que pierde su rumbo en medio de las múltiples redefiniciones que la sociedad le da. En la iglesia también la visión bíblica del matrimonio se ve diluida entre las corrientes del pensamiento moderno o simplemente porque hemos olvidado las verdades que Dios nos dejó con respecto al matrimonio en Su Palabra. No queremos ser solo una voz más en el vasto océano de consejos matrimoniales, sino recordar y resaltar el diseño de Dios para el matrimonio que nunca debe perderse de vista. Queremos asumir la actitud didáctica permanente de Pedro cuando dijo: «Por tanto, siempre estaré listo para recordarles estas cosas, aunque ustedes ya las saben y
han sido confirmados en la verdad que está presente en ustedes» (2 P. 1:12).
Si somos honestos reconoceremos que todos necesitamos recordatorios. Es como cuando buscas tus gafas, las tienes en la cabeza y la persona a tu lado te avisa que están allí. Lo mismo ocurre con el matrimonio. Sabemos que es valioso y que Dios lo diseñó con un propósito, pero la rutina diaria, las presiones y las luchas nos hace olvidarlo con frecuencia.
El propósito de este libro es edificar y animar a quienes anhelan que su matrimonio no sea una lucha constante ni tampoco mucho más que una simple convivencia o un romance tortuoso. Queremos inspirarte para que construyas una relación que glorifique a Dios. Lo primero que debes saber es que el matrimonio no es solo un acuerdo entre dos personas, sino una representación de la relación entre Cristo y Su iglesia. Es un llamado al amor sacrificial, la entrega incondicional y la búsqueda constante y mutua de unidad y propósito. Sin embargo, estos principios tan claros en la Escritura se olvidan o se distorsionan con frecuencia. Por eso creemos que ha llegado el momento de refrescarlos.
Mi esposa y yo hemos tenido la bendición de compartir sobre el matrimonio en diversos contextos por muchos años. Valoramos profundamente la transparencia, y por eso hemos compartido tanto nuestras victorias como nuestras luchas, nuestros momentos de «¡qué gran equipo somos!» y también aquellos de «¿por qué me casé con
esta persona?». Queremos mostrarnos tal como somos porque sabemos que el matrimonio es una travesía en la que todos enfrentamos batallas similares y en la vulnerabilidad compartida encontramos ánimo y esperanza. Queremos mantener ese mismo estilo en este libro, abriendo nuestro corazón y nuestra vida para acompañarnos mutuamente en este camino de descubrimiento del diseño divino para el matrimonio.
Volvemos a repetir que el matrimonio, más que un contrato o un simple compromiso social, es una oportunidad para reflejar la gloria de Dios en la vida diaria. Lo hacemos en la manera en que nos amamos, servimos y nos perdonamos. Sabemos que esto no es fácil porque el pecado, las tensiones diarias y las circunstancias de la vida, hacen que sea fácil perder de vista el propósito divino de esta relación. Esa es la razón por la que cada capítulo de este libro está diseñado para ayudarte a redescubrir los fundamentos de un matrimonio cristiano sólido. Hablaremos sobre la base bíblica del matrimonio, la importancia de la amistad, la unidad espiritual y el poder del perdón. Exploraremos cómo crear un ambiente de gracia en el hogar, cómo vivir los roles bíblicos de esposo y esposa y encontrar propósito en la vida matrimonial. Mi esposa y yo compartiremos nuestras experiencias en cada tema, tanto las buenas como las que nos enseñaron lecciones a las malas, porque creemos que el matrimonio es una herramienta poderosa de Dios para nuestra santificación y para Su gloria.
Sabemos que algunos de nuestros lectores están
atravesando desafíos difíciles y quizá ni siquiera tengan fuerzas o ánimo para leer este libro. Por eso queremos alentarlos a descubrir que ¡siempre hay esperanza en Dios! No importa cuán cansados, desanimados o frustrados se sientan, Él tiene el poder para cambiar corazones y renovar el deseo de buscar y hacer Su voluntad. Oramos para que Dios obre en sus vidas y los fortalezca mientras leen estas páginas.
Es importante aclarar que este libro no propone soluciones rápidas ni recetas mágicas. Ya todos tendríamos matrimonios perfectos si eso existiera (y estantes llenos de libros más cortos llenas de recetas para el matrimonio feliz). Por el contrario, te ofrecemos principios bíblicos y consejos prácticos que realmente pueden marcar la diferencia en tu vida matrimonial. Este libro es una invitación a recordar el diseño de Dios para el matrimonio, renovar tu compromiso y caminar con un propósito claro en tu propia aventura de vida en pareja.
Por lo tanto, abre estas páginas con el corazón dispuesto a ser desafiado y animado. Nuestra oración es que, mientras lees, encuentres no solo respuestas, sino una nueva motivación para vivir un matrimonio que refleje la relación entre Cristo y Su iglesia.
¡Vamos Juntos y unidos en esta jornada!
Luis & Vilma Méndez
Capítulo 1
Construyendo sobre la Roca:
Las siete «P» del fundamento del matrimonio
Vivimos en una época de cambios constantes, donde las ideas sobre el matrimonio han sido redefinidas por una cultura que promueve el individualismo y el materialismo. Como resultado, las parejas cristianas viven bombardeadas con mensajes que van en contra de los principios bíblicos. Sin embargo, la Biblia nos enseña que el matrimonio fue creado por Dios desde el principio y que Su diseño no cambia con el tiempo (Gn. 2:24). Jesús mantiene la idea de la inmutabilidad y permanencia de la Palabra de Dios y nos advierte que solo aquellos que edifican su vida sobre la roca de Su Palabra podrán resistir las tormentas de la vida (Mt. 7:24-27). Un matrimonio basado en ideas pasajeras que solo están de moda por un tiempo o en simples expectativas del mundo sin el fundamento de Dios, no podrá mantenerse firme cuando lleguen las dificultades. Por lo tanto, construir el matrimonio sobre la verdad de Dios no
solo brinda estabilidad en tiempos difíciles, sino que también nos lleva al propósito más grande de glorificar a Dios a través de una relación que refleje el amor de Cristo por Su Iglesia (Ef. 5:25-32).
Quisiera que quede muy claro que es esencial que el matrimonio tenga un fundamento sólido en la Biblia. Esto no es solamente necesario para fortalecer la relación emocional y espiritual de la pareja, sino también para ayudarles a enfrentar y resistir una cultura que suele ir en contra de los principios de Dios. Un matrimonio arraigado en la Palabra no solo podrá superar las dificultades, sino también crecer y cumplir su propósito de reflejar a Cristo en su relación. Desarrollaré este tema del fundamento del matrimonio usando siete principios prácticos en el que cada principio ha sido intencionalmente expresado con una palabra que inicia con la letra «P» para facilitar la memorización. Pasemos a analizar cada uno de ellos.
1. Preeminencia de Cristo
Una pareja que desea construir un matrimonio sobre una base bíblica sólida debe comprometerse a poner a Dios en el primer lugar en sus vidas. La preeminencia de Cristo en un matrimonio cristiano significa que Él ocupa el lugar de mayor importancia, autoridad y centralidad en la vida de ambos cónyuges y en su relación matrimonial. La palabra «preeminente» proviene del latín «praeeminentia» que significa «superioridad» o «dominio sobre todos». Afirmar que Cristo es preeminente en un matrimonio es decir que Él no
solo es una parte importante de la relación, sino que es la prioridad, la guía suprema y la razón última por la que vive y se relaciona la pareja.
El apóstol Pablo destacó la preeminencia de Jesús sobre todas las cosas con estas palabras: «Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él» (Col. 1:16, NBLA). Es crucial que Cristo sea la prioridad más importante en un matrimonio cristiano porque Él es el fundamento y la fuente de vida para toda relación verdaderamente transformada, gozosa y fructífera.
Cuando Cristo ocupa el lugar central en el matrimonio, la pareja abraza un propósito y una perspectiva eternos que van más allá de sus deseos, emociones y circunstancias cambiantes. En otras palabras, cuando nuestra relación vertical con Cristo está en el lugar correcto en nuestro corazón, nuestra relación horizontal con nuestro cónyuge podrá reflejar esa fortaleza. Nuestra relación conyugal reflejará, en gran medida, la realidad de nuestra relación espiritual. El Señor Jesús enfatizó la importancia de tener una perspectiva correcta de nuestra relación con Él cuando dijo: «Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mt. 6:33, NBLA). Reitero que la preeminencia de Cristo tiene que ver con desarrollar de forma intencional e individual una comunión real con Dios por medio de Su Palabra y la oración. Algunos lo denominan tener una vida devocional que nos haga crecer y ponga
en evidencia que somos creyentes que conocemos a Dios, lo amamos y lo obedecemos. Si Cristo es preeminente en nuestras vidas, entonces estaremos reflejando cada día que vivimos para Él.
Un matrimonio que refleja el evangelio está sostenido por Su gracia y es un testimonio vivo de Su amor redentor cuando los esposos viven con Cristo como su prioridad suprema. La preeminencia de Cristo asegura que el matrimonio no solo sobreviva a los desafíos, sino que prospere, fructifique y glorifique a Dios en todo. Debemos considerar que las dificultades que solemos enfrentar surgen de un vacío en nuestro corazón que aún no se ha rendido a Dios y ha declarado la preeminencia de Cristo. Si Jesús ocupa el primer lugar en nuestra vida, Él no solo suple nuestras necesidades espirituales, sino también las emocionales y nos llena con Su paz, amor, sabiduría y fortaleza para enfrentar las vicisitudes del matrimonio.
2. Propósito
La construcción de un matrimonio sobre una base bíblica requiere que la pareja se comprometa a buscar su mayor satisfacción en Dios. El propósito real del matrimonio está íntimamente relacionado con la gloria de Dios.
Quizás te sorprendas con lo que voy a decir, pero el matrimonio es una unión diseñada para una mejor adoración a Dios. El propósito del matrimonio cristiano no es simplemente la felicidad temporal o la satisfacción personal de la pareja. Vuelvo a recordarte que el verdadero propósito
del matrimonio es reflejar el evangelio, es decir, la relación entre Cristo y Su iglesia. El matrimonio se convierte en un testimonio vivo de la gracia, el amor y la fidelidad de Dios cuando la gloria de Cristo es el objetivo. El apóstol Pablo lo expresó de esta manera:
«POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y
A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS
SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia» (Ef. 5:31-32).
En este sentido, la relación matrimonial no solo tiene significado y valor presente, sino que tiene el propósito eterno de glorificar a Dios y ser un reflejo visible del evangelio para el mundo. El propósito del matrimonio comienza en Dios y termina en Él. Exploraremos este concepto con mayor detalle en el tercer capítulo.
3.
Prioridad
Una pareja debe comprometerse a dar prioridad a su matrimonio sobre cualquier otra relación humana si desea construirlo sobre una base bíblica. El establecimiento del orden de las relaciones en el matrimonio fue establecido por Dios mismo: «Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn. 2:24). Podríamos decir que el matrimonio bíblico incluye tres pasos básicos: dejar, unirse y fundirse.
Este pasaje revela que el matrimonio implica una relación nueva y profunda en la que ambos cónyuges llegan a ser «una sola carne». Este vínculo matrimonial trasciende
cualquier otra relación humana, incluso la relación con los padres, que es la más profunda hasta antes de casarse, lo cual revela la prioridad que debe tener el cónyuge sobre cualquier otra persona. El matrimonio es una institución única diseñada por Dios y está destinado a ser el lazo más íntimo y cercano en la vida de una persona.
El esposo y la esposa tienen una relación profunda e íntima que está sobre cualquier otra relación externa y por eso deben priorizarse mutuamente, amándose y sacrificándose el uno por el otro. Los cónyuges que se priorizan mutuamente están modelando esta relación de amor sacrificial que Cristo mostró a Su iglesia y, por lo tanto, glorifica a Dios y fortalece el vínculo matrimonial.
La prioridad mutua en el matrimonio es fundamental para alcanzar la unidad y la intimidad diseñada por Dios. Si una pareja se enfoca en hacer del otro su prioridad, entonces se fortalece el vínculo emocional, espiritual y físico. Cualquier otra relación —ya sea con amigos, padres, colegas, o incluso hijos— se antepone a la relación con el cónyuge, estas otras relaciones pueden crear distancias emocionales y espirituales que debilitan la relación. La priorización mutua hace que los esposos inviertan sus vidas en una unidad profunda y duradera que es esencial para mantener la intimidad saludable en el matrimonio.
La prioridad sobre otras relaciones en uno de los cónyuges puede hacer que surjan conflictos, resentimientos y tensiones. Por ejemplo, si un esposo da prioridad sobre su esposa a su trabajo, amistades o familia de origen, es
probable que ella se sienta descuidada o desvalorizada. Este sentimiento negativo puede dar lugar a malentendidos y conflictos que deterioran la relación matrimonial. En cambio, cuando ambos cónyuges se dan mutuamente el lugar de prioridad, se crea un ambiente de seguridad y respeto, lo cual reduce la posibilidad de tensiones innecesarias y fomenta la armonía.
No puedo dejar de insistir en el mantenimiento de la debida prioridad a nuestro cónyuge porque es vital para mostrar el amor sacrificial que Dios demanda de nosotros. El mandato de las Escrituras es que los esposos amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (Ef. 5:25), y que las esposas respeten y honren a sus esposos (Ef. 5:33).
Este llamado al amor y respeto implica que los esposos deberán sacrificar otras prioridades para enfocarse en el bienestar de su pareja. No se puede amar y respetar completamente a un cónyuge si otras personas o actividades tienen un lugar de mayor importancia. Por lo tanto, priorizar al cónyuge es una forma práctica de cumplir con el mandato bíblico de amarlo y respetarlo.
Un matrimonio donde ambos cónyuges se priorizan mutuamente es un entorno donde florecen la confianza y la seguridad. Saber que el cónyuge es la persona más importante en la vida por encima de cualquier otra relación, provee una base sólida para el fortalecimiento de la confianza. Esta seguridad emocional es fundamental para el crecimiento de la relación y permite que los cónyuges se sientan seguros de compartir sus sentimientos, luchas
y sueños. La falta de esta prioridad mutua hace más difícil que se desarrolle la confianza plena y pueden surgir inseguridades o celos. La prioridad del cónyuge protege la relación de cualquier distracción o influencia que pueda amenazar su unidad.
He visto con frecuencia en mi labor pastoral cómo, por ejemplo, la excesiva influencia de los padres puede generar conflictos en el matrimonio. Los suegros suelen intentar imponer sus gustos y preferencias, algo que crea una lucha de autoridad en la pareja. Recuerdo el caso de una pareja que buscó consejería porque la madre de la esposa insistía en supervisar por video la decoración de su sala… desde otro país. No solo daba sugerencias, sino que prácticamente daba órdenes sobre la disposición de los muebles y los colores. El problema surgió cuando el esposo mostró su desacuerdo ya que tenía otras preferencias. La tensión creció tanto que terminaron buscando ayuda pastoral. Finalmente, tuvimos que explicarle a la querida suegra que podía dar su opinión, pero que la decisión final le correspondía a la pareja.
4. Paciencia
La edificación de un matrimonio sobre una base bíblica requiere del compromiso de la pareja a vivir en paciencia y humildad el uno con el otro. La paciencia bíblica se fundamenta en la confianza en el carácter y la soberanía de Dios y se define como la capacidad dada por Dios para soportar con firmeza y esperanza las pruebas, dificultades
y retrasos, sin caer en la desesperación o la ira. La Biblia describe la paciencia como un fruto del Espíritu Santo y una virtud esencial para la vida cristiana (Gá. 5:22; Stg. 1:3-4). También se relaciona con la perseverancia en la fe y la espera confiada en las promesas de Dios (Ro. 8:25).
La paciencia es una virtud esencial en el matrimonio porque refleja el carácter de Cristo y es fundamental para mantener la armonía, el amor y el respeto en la relación. Practicar la paciencia con el cónyuge no solo mejora la calidad del matrimonio, sino que también edifica espiritualmente a ambos. Si el matrimonio es la representación del amor de Cristo hacia Su iglesia, entonces sabemos que Cristo es increíblemente paciente con nosotros y muestra muchísima gracia y misericordia ante nuestras fallas y pecados. Practicar la paciencia con nuestro cónyuge refleja la gracia y el amor mostrado por Cristo en nuestras vidas.
Pablo describe el amor como «paciente» (1 Co. 13:4). Si deseamos amar a nuestro cónyuge conforme al modelo de Cristo, entonces debemos ser pacientes ante sus imperfecciones y debilidades, así como Él mismo manifiesta paciencia con las nuestras (que son muchas).
La paciencia ayuda también en el fortalecimiento de un ambiente de seguridad y confianza en el que la pareja puede comunicarse con libertad. Un ambiente saturado de paciencia permite que los cónyuges se sientan libres de expresar sus pensamientos y emociones sin temor a ser meramente juzgados o recibir una reacción apresurada. La comunicación se fortalece porque ambas partes pueden
escucharse mutuamente con serenidad, sin interrupciones ni actitudes defensivas. La exhortación de Santiago es muy pertinente: «Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse» (Stg. 1:19, NTV). Este consejo es para todo tipo de relaciones, pero es especialmente relevante en el contexto matrimonial, donde la paciencia es crucial para evitar conflictos innecesarios.
En consejería les digo a los cónyuges que hagan este ejercicio antes de caer en la impaciencia: «Cuenten regresivamente del 100 al 1 en alemán». Ellos se sorprenden y suelen responder que no saben el idioma. Entonces les digo con una sonrisa: «¡Esa es la idea! Mejor quédense callados».
La falta de paciencia nos hace caer fácilmente en la trampa del resentimiento y guardar rencor por las imperfecciones y fallas del cónyuge. Esto puede dañar profundamente la relación si se mantiene en el tiempo. La práctica de la paciencia nos enseña a soportar con amor las imperfecciones del otro, a no enojarnos rápidamente y a enfocarnos principalmente en las cualidades positivas de nuestro cónyuge. La siguiente exhortación de Pablo debemos memorizarla juntos y aplicarla cuando la paciencia parece faltar en nuestro matrimonio: «Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef. 4:2-3).
No dejemos que el resentimiento y la amargura crezcan
en el matrimonio y por eso la paciencia es clave para mantener la paz en el hogar. Basta la impaciencia de uno de los cónyuges para que las tensiones escalen rápidamente, dando lugar a discusiones, desacuerdos y frustración constante. Por el contrario, si practicamos la paciencia se desarmará la tensión del conflicto y se creará un ambiente de unidad. Pablo nos exhorta nuevamente a que nos esforcemos y «Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres» (Ro. 12:18), mandato que incluye, definitivamente, a nuestro cónyuge. Practicar la paciencia ayuda a resolver conflictos de manera pacífica y a mantener la unidad dentro del matrimonio.
Los cristianos estamos llamados a vivir conforme al Espíritu, es decir, permitiendo que Su obra en nosotros moldee nuestras acciones y actitudes, especialmente dentro del matrimonio. En este sentido, la práctica de la paciencia con nuestro cónyuge manifiesta el fruto del Espíritu en nuestra vida, lo cual trae gloria a Dios y bendición a nuestra relación matrimonial. La paciencia en el matrimonio es una señal de que estamos creciendo espiritualmente y siendo transformados por la obra del Espíritu en nosotros.
La paciencia es esencial en el proceso de crecimiento mutuo del matrimonio al buscar que cada cónyuge sea más como Cristo. La paciencia permite brindar espacio al otro para crecer y madurar a su propio ritmo. En lugar de apresurar cambios o de imponer expectativas inalcanzables, la paciencia nos permite ir juntos por el camino de la santificación y que cada uno siga su propio proceso de
crecimiento espiritual. Nuestro cónyuge tiene la oportunidad de aprender, mejorar y acercarse más a Cristo cuando somos pacientes. Al mismo tiempo, también crecemos nosotros en humildad y mansedumbre.
5. Pureza
Seguir el estándar de pureza de Dios es un requisito fundamental para construir un matrimonio sobre base bíblica. Practicar la pureza sexual en un matrimonio cristiano es fundamental para honrar a Dios, fortalecer la relación matrimonial y proteger la integridad espiritual de ambos cónyuges.
El matrimonio fue diseñado por Dios como una relación exclusiva en la que se debe disfrutar del don de la sexualidad. El «ser una sola carne» incluye la unión física, emocional y espiritual de la pareja en el matrimonio. La pureza sexual honra este diseño divino y asegura que la intimidad física se mantenga dentro del contexto para el cual Dios la creó, fortaleciendo el vínculo entre los esposos y glorificando a Dios en el proceso. La Biblia es clara en su enseñanza sobre la importancia de la pureza sexual:
«Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin deshonra, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios» (Heb. 13:4).
Este mandato nos recuerda que la pureza sexual es una forma de mantener el matrimonio honroso y santo ante Dios. La impureza sexual, como la infidelidad o la inmoralidad sexual, contamina la relación, daña la confianza
y deshonra el pacto matrimonial. Si ambos cónyuges se comprometen a mantenerse fieles el uno al otro y a cultivar una relación sexual pura, entonces se crea un ambiente de seguridad y respeto mutuo. La confianza es esencial en el matrimonio y la pureza sexual es clave para mantener esa confianza intacta. La infidelidad, por el contrario, destruye la confianza y crea una barrera emocional que podría ser muy difícil de superar.
El apóstol Pablo exhorta a que «Huyan de la inmoralidad sexual» (1 Co. 6:18, NVI). Practicar la pureza sexual en el matrimonio ayuda a ambos cónyuges a resistir las tentaciones que pueden surgir en el mundo. El enemigo busca destruir matrimonios y una de las formas más comunes de hacerlo es a través de la inmoralidad sexual, ya sea física o mental (Mt. 5:28). La pureza sexual es una barrera de protección contra las tentaciones que pueden llevar al pecado y a la destrucción de la relación.
La pureza sexual es una manifestación del respeto mutuo porque demuestran que respetan el cuerpo y el alma del otro como dones preciosos de Dios. No ven al cónyuge como un objeto de placer desechable, sino como una persona creada a la imagen de Dios a la que deben amar, honrar y proteger. Al respetar la pureza sexual, los esposos honran y valoran mutuamente la dignidad que Dios les ha dado a cada uno.
«Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes sepa cómo poseer su propio vaso en
santificación y honor» (1 Ts. 4:3-4).
Quisiera insistir en un principio que debe quedar muy claro en la pareja: el matrimonio cristiano no es solo un contrato legal, sino un pacto sagrado ante Dios. La pureza sexual refuerza este pacto al reconocer que ambos cónyuges se han entregado el uno al otro en un compromiso exclusivo y sagrado. La infidelidad sexual, en cualquiera de sus formas, rompe ese pacto y trae devastadoras consecuencias emocionales y espirituales. Practicar la pureza sexual reafirma el pacto de fidelidad y compromiso que hicieron ante Dios, entre sí y delante de los testigos.
En una cultura que a menudo trivializa la sexualidad y promueve la infidelidad o la inmoralidad, un matrimonio cristiano que se mantiene fiel y puro en su relación sexual es un ejemplo de lo que significa vivir según los principios bíblicos. Esto no solo fortalece el testimonio de los cónyuges ante los demás, sino que también glorifica a Dios en una sociedad que necesita ver el poder transformador del evangelio en todas las áreas de la vida, incluyendo la sexualidad. Las parejas cristianas tenemos el gran desafío de cultivar la pureza de corazón. La intensidad del placer de la noche se siembra cuando se cultiva una mente y un corazón fiel durante el día.
6. Permanencia
Un matrimonio con una sólida base bíblica se construye sobre el fundamento del pacto de permanecer juntos y unidos. El compromiso de permanencia en un matrimonio
cristiano es fundamental porque refleja la naturaleza duradera y sagrada del pacto matrimonial establecido por Dios. Un contrato puede romperse cuando una de las partes no cumple con sus obligaciones, pero el matrimonio cristiano es un pacto sagrado ante Dios. El profeta Malaquías describe el matrimonio como un pacto de fidelidad: «Y ustedes dicen: “¿Por qué?”. Porque el Señor ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto» (Mal. 2:14). Este pacto no está basado en circunstancias o emociones pasajeras, sino en una promesa sincera y voluntaria de amor, fidelidad y permanencia ante Dios. Este compromiso refleja la seriedad y santidad del pacto matrimonial que no debería ser roto a la ligera.
Ya hemos visto que el matrimonio cristiano está diseñado para ser un reflejo del amor eterno de Cristo por Su iglesia. El apóstol Pablo enseña que el matrimonio es una representación del vínculo entre Cristo y la iglesia (Ef. 5:31-32). Cristo nunca abandona a Su iglesia, Su amor es constante, sacrificial y perdurable. Del mismo modo, los cónyuges deben comprometerse a permanecer juntos a lo largo de los desafíos y las dificultades que deberán enfrentar juntos. Un matrimonio que persevera refleja este amor inquebrantable y glorifica a Dios.
El compromiso de permanecer en el matrimonio, incluso cuando las circunstancias son difíciles, es un acto de obediencia a la voluntad de Dios. Jesús reafirmó esa permanencia cuando afirmó que el matrimonio es una relación
que ha unido Dios mismo (Mt. 19:6). Los cónyuges deben confiar en que Dios es quien los ha unido y que Su gracia y poder es suficiente para sostener el matrimonio en los momentos difíciles. La permanencia, entonces, es una manifestación de confianza en el plan y la soberanía de Dios sobre la relación.
El matrimonio no solo impacta a los esposos, sino también a sus hijos y a las generaciones futuras. Un compromiso firme de permanencia por toda la vida fortalece la unidad familiar y crea un ambiente estable y seguro para el crecimiento de los hijos. Los niños, que crecen en un hogar con un matrimonio sólido, aprenden un modelo saludable de amor y compromiso que influirá en su desarrollo emocional y espiritual. Además, la decisión de permanecer juntos es un testimonio para la comunidad que refleja la belleza y estabilidad del diseño de Dios para la familia.
En ese sentido, el divorcio es una ruptura del pacto matrimonial y no es parte del diseño original de Dios. Aunque en algunos casos extremos, como la infidelidad, la Biblia permite el divorcio (Mt. 19:9), la intención de Dios desde el principio es que el matrimonio sea una unión permanente hasta la muerte. Jesús dice que el divorcio fue permitido debido a la dureza de corazón de las personas, pero no fue así su diseño original (Mt. 19:8). Por lo tanto, la permanencia en el matrimonio es un reflejo del ideal de Dios para la relación matrimonial, donde ambos cónyuges están comprometidos a mantener el pacto a lo largo de toda la vida. El matrimonio permanece estable en las celebraciones
del mes de diciembre y también desde enero a noviembre cuando haya momentos más desafiantes.
7. Perseverancia
Un matrimonio construido sobre una base bíblica debe estar comprometido a aportar sus mayores esfuerzos para avanzar, cambiar y crecer. Ya hemos dicho que el matrimonio cristiano no es una relación temporal ni circunstancial, sino un pacto inquebrantable ante Dios. La pareja persevera en el matrimonio porque reconoce que ambos cónyuges se han comprometido no solo el uno con el otro, sino primeramente con Dios. La perseverancia es clave para mantener esta unión sagrada y en obediencia a Dios.
En cualquier relación es natural que surjan conflictos y el matrimonio no es la excepción. Estos conflictos no deben ser vistos como fracasos, sino como oportunidades para el crecimiento. Santiago nos anima a considerar con gozo los desafíos porque producen paciencia y perfeccionan nuestro carácter (Stg. 1:2-4). Una pareja comprometida a trabajar a través de sus diferencias y a buscar soluciones juntos invierte en su crecimiento personal y relacional. Este proceso fortalece su vínculo y les ayuda a desarrollarse individualmente y como pareja.
La perseverancia en el matrimonio es otro reflejo del carácter de Cristo. Pablo nos recuerda que, aunque éramos pecadores, Cristo demostró Su amor al morir por nosotros (Ro. 5:8). Su amor es constante y no busca simplemente pasar por alto nuestras fallas. Los cónyuges están llamados
a imitar este amor al comprometerse a perseverar en su relación, incluso cuando enfrentan dificultades porque les permite demostrar un amor sacrificial que glorifica a Dios y edifica su matrimonio. Estas dos exhortaciones de la Biblia fortalecen nuestra perseverancia:
«No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos» (Gá. 6:9).
«Porque ustedes tienen necesidad de paciencia, para que cuando hayan hecho la voluntad de Dios, obtengan la promesa» (Heb. 10:36).
Enfrentar y superar juntos los desafíos del matrimonio cultiva la resiliencia en la pareja. Las dificultades no solo ponen a prueba la relación, sino que también proporcionan la oportunidad de desarrollar habilidades para manejar situaciones difíciles en el futuro. Enfrentar juntos las dificultades y buscar soluciones es clave para mantener una relación sana y duradera. La pareja que persevera a través de los desafíos aprende a confiar en Dios y en el otro. La relación se ve beneficiada cuando cada uno se esfuerza por convertirse en la mejor versión de sí mismo.
ORACIÓN
Padre celestial, reconocemos que nuestro matrimonio no está exento de pruebas y ataques y sabemos que solo en ti podemos encontrar la fortaleza para resistir.
Te pedimos que nos guardes y protejas de todo aquello que quiera debilitarnos, dividirnos o alejarnos de tu propósito.
Derrama sobre nosotros la sabiduría que necesitamos para tomar decisiones guiadas por tu verdad y enséñanos a depender de ti en cada circunstancia.
Que tu Palabra sea la luz que dirija nuestro camino y el fundamento sobre el cual edifiquemos nuestra relación, para que refleje tu amor y gloria.
En el nombre de Jesucristo. Amén.