Adoración en familia - Donald. S. Whitney (Lectura fácil)

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ADORACIÓN EN FAMILIA En la Biblia, en la historia y en tu hogar

DONALD S. WHITNEY


Adoración en familia Copyright © 2021 por Donald S. Whitney Todos los derechos reservados. Derechos internacionales registrados. B&H Publishing Group Nashville, TN 37234 Diseño de portada e ilustración por Matt Lehman Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor. A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas se han tomado de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, © 1999 por Biblica, Inc. ®. Usadas con permiso. Todos los derechos reservados. ISBN: 978-1-0877-3632-7 Impreso en EE. UU. 1 2 3 4 5 * 24 23 22 21


CONTENIDO Prefacio a la serie �������������������������������������������������  9

Introducción �������������������������������������������������������  11

1 Mi familia y yo serviremos al Señor La adoración familiar en la Biblia �����������  17 2 La reforma comienza aquí La adoración familiar en la historia de la Iglesia �������������������������������������������������������  33 3 Leer, orar y cantar Los elementos del culto familiar �������������������  53


4 Ningún culto familiar es único ¿Qué pasa si…? ���������������������������������������������  63 5 ¿No es esto lo que quieres lograr? Empieza hoy ���������������������������������������������������  71 Guía de estudio �������������������������������������������������  83


Dedicado a mi familia (pasada, presente y futura) y a mi familia espiritual en Cristo (local y universal).


Prefacio a la serie Leer no tiene que ser difícil, ni mucho menos aburrido. El libro que tienes en tus manos pertenece a una serie de Lectura fácil, la cual tiene el propósito de presentar títulos cortos, sencillos, pero con aplicación profunda al corazón. La serie Lectura fácil te introduce temas a los que todo ser humano se enfrenta en la vida: gozo, pérdidas, fe, ansiedad, dolor, oración y muchos más. Este libro lo puedes leer en unas cuantas horas, entre descansos en tu trabajo, mientras el bebé toma su siesta vespertina o en la sala de espera. Este libro te abre las puertas al mundo infinito de la literatura, y mayor aún, a temas de los cuáles Dios ha escrito ya en Su infinita sabiduría. Los autores de estos libros te apuntarán hacia la fuente de toda sabiduría: la Palabra de Dios. Mi oración es que este pequeño libro haga un gran cambio en tu vida y que puedas regalarlo a otros que van por tu misma senda. Gracia y paz,

Giancarlo Montemayor

Director editorial, Broadman & Holman

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INTRODUCCIÓN

Hace algunos años, estando en Inglaterra, escuché a través de la radio un informe de la BBC sobre un estudio del gobierno que indicaba que el abuso de la televisión, la tecnología y otros medios de comunicación, ha provocado que las familias rara vez pasen tiempo juntas. El estudio observaba que la conversación entre los miembros de las familias «se ha reducido a un conjunto ininteligible de gruñidos monosilábicos». ¿Y cuál era la solución recomendada para este dilema? Se concluyó que el gobierno debía impartir una serie de clases instruyendo a las familias en cuanto a cómo hablar e interactuar juntos. Inmediatamente pensé en al menos dos respuestas que podrían dársele a este estudio. Primero, las cosas van realmente mal cuando el gobierno cree que las familias están en problemas. En segundo lugar, Dios tiene un plan mucho mejor para el tiempo que pasamos en familia que cualquier otra cosa que el gobierno pueda impartir mediante unas cuantas clases. Me encontraba en Inglaterra para participar en una conferencia. Una noche, mientras estaba 11


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sentado a la mesa escuché la historia de un pastor que no había actuado como si Dios tuviera un mejor plan para su familia hasta que fue demasiado tarde. La viuda del ministro me dijo que lo que más le entristecía era que su difunto esposo no había empezado a liderar a su familia en la adoración diaria a Dios hasta que le diagnosticaron un cáncer terminal. Comparé esto con el relato que me envió un amigo describiendo lo que él y sus cuatro hermanos dijeron en la celebración del quincuagésimo aniversario de bodas de sus padres. Escribió: Los cinco hijos decidimos expresar nuestro agradecimiento a nuestro padre y a nuestra madre por una misma cosa sin habernos puesto antes de acuerdo. Sorprendentemente, los cinco le agradecimos a nuestra madre sus oraciones y a nuestro padre le dimos gracias por su liderazgo en… el culto familiar. Mi hermano dijo: «Papá, el recuerdo más lejano que tengo es de las lágrimas que corrían por tu cara cuando nos enseñabas los domingos por la noche El progreso del peregrino, y hablabas de cómo el Espíritu Santo guía a los creyentes. [Cuando tenía solo] tres años, Dios te usó en el culto familiar para convencerme de que el cristianismo era real. No importa cuánto me haya extraviado en años posteriores [hoy es pastor de su iglesia], nunca he podido cuestionarme seriamente la realidad del cristianismo, y quiero darte las gracias por eso». 1 1 Joel Beeke, Family Worship [Adoración familiar], (Grand Rapids: Reformation Heritage, 2002), 3.


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13 Varios estudios, así como nuestras propias experiencias en el ministerio en la iglesia local, dan testimonio de la realidad de que un alto porcentaje de adolescentes que asisten a la iglesia la abandonan una vez que han terminado el bachillerato. Uno de los principales problemas con esto es que, a diferencia de los hermanos en la celebración del quincuagésimo aniversario de bodas de sus padres, la mayoría de estos jóvenes no tienen recuerdos tempranos y dulces de su adoración familiar. Tales recuerdos, si los tuvieran, podrían ayudar a evitar su alejamiento de la fe; o bien, si deciden abandonar, los recuerdos podrían ser los medios por los cuales convertir sus corazones y buscar a Dios más adelante. El gran predicador bautista británico del siglo xix, Charles Spurgeon, hablando sobre este tema, dijo: Hermanos, desearía que fuera más común, desearía que fuera universal, que todos [los cristianos] practicaran la oración familiar. A veces oímos decir de hijos de padres cristianos que no crecen en el temor de Dios, y nos preguntan cómo es que resultaron tan mal. En muchos, demasiados casos, me temo que hay una negligencia tan grande en el culto familiar que provoca que los niños no estén impresionados por la piedad que se supone poseen sus padres. 2 2 C. H. Spurgeon, «A Pastoral Visit» [«Visita pastoral»], Metropolitan Tabernacle Pulpit [Púlpito del Tabernáculo Metropolitano], vol. 54, (London: Passmore and Alabaster, 1908; repr., Pasadena: Pilgrim, 1978), 362–63.


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Estoy convencido, por mi propia experiencia en el ministerio en cientos de iglesias, de que hoy en día existe tan poca adoración familiar en los hogares cristianos, que incluso en la mayoría de nuestras mejores iglesias, un gran porcentaje de nuestros mejores hombres ni siquiera oran con sus esposas (e hijos si los tienen), y mucho menos guían a su familia en diez minutos de adoración conjunta diaria. Una encuesta realizada por Barna Research Group respalda esa afirmación. De acuerdo con este informe: El 85 % de los padres con hijos menores de 13 años creen que tienen la responsabilidad principal de enseñar a sus hijos sobre creencias religiosas y asuntos espirituales. Sin embargo, la mayoría de ellos no pasa tiempo a lo largo de la semana discutiendo asuntos o estudiando materiales religiosos con sus hijos […]. Los padres generalmente confían en que su iglesia impartirá toda la enseñanza religiosa a sus hijos.3 3 Barna Research Group (6 de mayo de 2003), citado en Current Thoughts and Trends [Pensamientos y tendencias actuales], 19, no. 7 ( Julio 2003), 21. A medida que aumenta el tiempo entre esta encuesta y la lectura de este libro, ¿podemos suponer que la investigación realizada al día de hoy revelaría una mejora estadísticamente significativa? De todos modos, la pregunta más importante no es qué hacen los padres en general, sino si nosotros mismos pasamos «tiempo durante una semana común discutiendo asuntos religiosos o estudiando materiales religiosos» con nuestras familias y si estamos entre aquellos que «generalmente dependen de sus iglesias para impartir toda la enseñanza religiosa» a nuestras familias.


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15 Como padres cristianos, es crucial tener a nuestra familia en una iglesia local que exalte a Cristo, esté centrada en el evangelio y que enseñe la Biblia, pero no es suficiente para transmitirle todo lo que deseamos enseñarles sobre Dios y tus creencias. Además, es poco probable que la asistencia a la iglesia una o dos veces por semana impresione lo suficiente a nuestros hijos en cuanto a la grandeza y la gloria de Dios como para que deseen continuar buscando al Señor una vez que salgan de tu hogar. Debido a esto, la adoración familiar es crucial. Pero lo más importante es que Dios merece ser adorado diariamente en nuestros hogares por nuestras familias. 4

4 No leas la palabra «familia» en este libro y pienses solo en los padres con niños pequeños. Si bien el énfasis se pone en las familias con niños que viven en el hogar, esto incluye a niños de todas las edades, desde recién nacidos hasta adolescentes mayores. Además, este libro también es para aquellos que no tienen hijos, desde parejas solas hasta padres cuyos hijos ya han salido del hogar. Este libro también les será práctico a los solteros que se están preparando para casarse.


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MI FAMILIA Y YO SERVIREMOS AL SEÑOR La adoracíon familiar en la Biblia

Si bien no hay un mandamiento directo y explícito en las Escrituras tocante al culto familiar, la Biblia claramente enseña que Dios merece ser adorado diariamente en nuestros hogares por nuestras familias. Además, su práctica es evidente en toda la Biblia. Como señaló Charles Spurgeon: Confío en que no haya ninguno aquí presente y profese ser seguidor de Cristo, que no practique la oración con su familia. Puede que no tengamos un mandamiento específico para ello, pero

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Adoración en familia creemos que está muy de acuerdo con el espíritu del evangelio, y que el ejemplo de los santos lo recomienda tanto, que su negligencia es una extraña inconsistencia.5

Abraham Hay evidencia de la existencia de esta práctica desde Génesis 18:17-19, donde el Señor y dos ángeles se le aparecieron a Abraham en forma de polvorientos viajeros. Abraham les brindó hospitalidad, y en el curso de la conversación se percató de quiénes eran sus invitados, especialmente cuando uno de ellos dijo que Sara pronto estaría esperando al niño que el Señor prometió a la anciana y estéril pareja años atrás. Cuando los tres viajeros se retiraban camino de las ciudades de Sodoma y Gomorra (las cuales Dios estaba a punto de destruir), el Señor dijo: ¿Le ocultaré a Abraham lo que estoy por hacer? Es un hecho que Abraham se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo lo he elegido para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto. Así el Señor cumplirá lo que le ha prometido. 5 C. H. Spurgeon, Hindrances to Prayer [Los estorbos de la oración], Metropolitan Tabernacle Pulpit [Púlpito del Tabernáculo Metropolitano], vol. 20 (London: Passmore and Alabaster, 1874; rep., Pasadena: Pilgrim, 1981), 327.


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19 No tenemos ninguna evidencia que indique que estuviera muy extendida la adoración al Dios verdadero en los días de Abraham. De hecho, después del episodio de la Torre de Babel de Génesis 11, cuando el Señor confundió las lenguas de las personas y las dispersó, es difícil identificar a alguien más en el mundo bíblico que durante ese tiempo amara al Dios verdadero, fuera de la familia de Abraham.6 Pero como hizo el Señor siglos antes con Noé, Él, en Su misericordia escogió revelarse a Abraham. Y lo hizo en parte «para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor». ¿Cuándo hizo Abraham esto? No tenía nadie más a quien delegarle la tarea. No podía solicitar ayuda, como nosotros, a los ministerios de una iglesia local. La única forma en que Abraham podría haber ordenado a sus hijos que se mantuvieran en el camino del Señor era enseñándoles las verdades de Dios en el hogar. Cuando finalmente llegó el hijo prometido a Abraham y Sara, Isaac, obviamente Abraham hizo algo más que solo proporcionar una buena educación en el hogar para mantenerlo en los caminos del Señor. Sin duda, Abraham tuvo que guiar a Isaac y al resto de su familia en la adoración a Dios. Lo anterior está claramente implícito en la historia de Abraham e Isaac en Génesis 22. Dios 6 La única excepción pareciera ser Melquisedec, aquel personaje misterioso que bendijo a Abraham y quien es el representante del sacerdocio de Cristo en Génesis 14:18-20 (ver también Sal. 110:4 y Heb. 5:6, 10; 6:20; 7:1, 10-11, 15, 21).


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probó a Abraham diciéndole que debía ofrecer a Isaac en sacrificio. A la mañana siguiente, el anciano padre obedeció al preparar todo lo necesario, incluso cortando leña él mismo y dirigiéndose al monte Moria. Allí intentó sacrificar su único hijo a Dios debido a su fe en él y su confianza en que el Señor podría resucitar a Isaac de entre los muertos (Heb. 11:17-19). Quienes conocen esta historia saben que el Señor intervino en el último momento y proporcionó un carnero para ser sacrificado en sustitución de Isaac. Pero mientras ambos ascendían al monte en Génesis 22:6-7, Abraham aún no sabía que el Señor hablaría y le ahorraría la agonía de tener que matar a Isaac. El elemento clave de esta historia y que sirve como apoyo a la adoración familiar, ocurre antes de ese dramático clímax. Isaac sabía que iban a la montaña a ofrecer un sacrificio y adorar a Dios (aunque todavía no sabía que el plan era que él fuera el sacrificio). Abraham e Isaac habían viajado durante dos días y habían llegado a los pies del monte Moria. Mientras se preparaban para el tramo final de su viaje, leemos que: Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos. Isaac le dijo a Abraham: —¡Padre! —Dime, hijo mío. —Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó


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Isaac—; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?

¿Cómo sabía Isaac que no tenían todo lo necesario para un sacrificio? ¿Cómo sabía que la adoración a Dios implicaba tener fuego, leña y un cordero? ¿O que el animal sería sacrificado como holocausto? Isaac sabía estas cosas porque debió de estar familiarizado con los sacrificios y la adoración a Dios. Isaac tuvo que haber visto a menudo leña cortada y apilada para ofrecer un sacrificio. Debió de haber escuchado el crepitar del fuego y olido la carne quemada de un cordero que se ofrecía a Dios. Por tanto, Isaac sabía cuándo faltaba un elemento de la adoración a Dios, porque Abraham debió guiar con frecuencia a su familia en dicha adoración.

Moisés Quizás el texto más conocido de la Biblia que ordena a las familias que enseñen a sus hijos se encuentra en las palabras de Moisés en Deuteronomio 6:4-7: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.


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Aquí hay mucho más que únicamente el culto familiar. No obstante, la adoración familiar comprende una parte integral en la obediencia a este mandato. Los padres deben enseñar las verdades de Dios a sus hijos en todo momento, como dice el versículo, y deben hacerlo tanto individual como colectivamente. Sin embargo, vemos que, tanto en los tiempos bíblicos como en la actualidad, el mejor momento para que los padres enseñen sobre las cosas de Dios a sus hijos de manera constante y cuando todos ellos estén presentes, es durante un tiempo de adoración familiar.

Josué ¿Alguna vez te has parado a considerar con cuanta frecuencia la gente se reunía para la adoración congregacional en los siglos que abarcan casi todo el Antiguo Testamento? Incluso después de la construcción del tabernáculo y del templo, los creyentes no se reunían en grandes grupos para adorar a Dios tan a menudo como a veces suponemos. Solo después del exilio en Babilonia, al final de la historia del Antiguo Testamento y cientos de años después de que Salomón construyera el templo, fueron creándose las sinagogas locales y la gente comenzó a adorar a Dios congregacionalmente cada semana. Por supuesto, con la venida de Jesús y el derramamiento del Espíritu Santo, la mayoría de los creyentes tienen el privilegio de experimentar la riqueza de estar en la familia de Dios mediante la asistencia regular a una iglesia local.


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23 Pero Dios es tan digno de adoración en nuestra época como en los días anteriores a la adoración congregacional formal. Aquellos que creían y amaban a Dios, personas como Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué y otros, querían adorar a Dios en sus días tanto como lo hace Su pueblo hoy. Piensa en lo siguiente mientras lees las famosas palabras de Josué capítulo 24. El gran sucesor de Moisés había llevado al pueblo de Dios a la tierra prometida y había sido su líder durante décadas. Cerca del final de su vida, una vez más exhortó a los israelitas a permanecer fieles a Dios. En Josué 24:15, declaró: Pero, si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al SEÑOR.

¿Cómo servirían Josué y su familia al Señor? Parte de servir a Dios en ese entonces, tal como lo es para nosotros ahora, era adorar al Señor. Pero en tiempos en los que la adoración congregacional era tan poco frecuente, ya que para muchos israelitas implicaba viajar varios días para reunirse en el tabernáculo, la adoración familiar por lo general habría incluido también la resolución de Josué: «Mi familia y yo serviremos al SEÑOR».

Job


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El libro de Job comienza con una descripción de su devoción a Dios, el tamaño de su familia y la abundancia de su riqueza. El versículo 4 del primer capítulo relata cómo los siete hijos de Job se turnaban para celebrar banquetes, eventos en los que también invitaban a sus tres hermanas. Después de cada fiesta, el versículo 5 explica que: Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en su corazón a Dios». Para Job esta era una costumbre cotidiana.

Por tanto, cada vez que uno de ellos celebraba uno de esos banquetes, Job enviaba a buscar a sus hijos, y cuando estaban todos juntos, a la mañana siguiente se levantaba temprano y guiaba a su familia en adoración a Dios, ofreciendo sacrificios al Señor.

Asaf En el Salmo 78:1-8 leemos las palabras inspiradas de un salmista llamado Asaf. Fue uno de los tres directores de música designados por el rey David en los días del tabernáculo. Asaf escribió: Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. Mis labios pronunciarán parábolas


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y evocarán misterios de antaño, cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios.

Dios «ordenó» a los padres (v. 5) que hablaran «a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado» (v. 4). El término «proezas» se traduce como «alabanzas»7 u «obras dignas de alabanza»8 en la mayoría de las demás traducciones importantes. Asaf enumeró varios ejemplos de «alabanzas» de Dios en el resto del Salmo 78, Como sucede en la RVR1960 y la LBLA. Como aparece en la traducción en inglés de la Nueva Versión Internacional. 7 8


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incluidos los milagros que realizó en Egipto y durante el Éxodo (vv. 9-53), y las «obras dignas de alabanza» que realizó después de que los israelitas llegaran a la tierra prometida, como los frecuentes triunfos sobre sus enemigos y el cuidado que Dios mostró a Israel al elegir a David como rey (vv. 54-72). Lamentablemente, a pesar de las muchas «proezas» que Dios hizo a favor de Su pueblo, Asaf, en su determinación de ser fiel a la historia, también informó: «¡Cuántas veces se rebelaron contra él …!» (v. 40). En este salmo, Dios ordenó a los padres que repitieran «a la generación venidera» (v. 4) estas cosas para que no siguieran el rebelde ejemplo de sus antepasados y que pusieran «su confianza en Dios y no se [olvidaran] de sus proezas, sino que [cumplieran] sus mandamientos» (v. 7). Por tanto, ¿cuándo habrían obedecido por primera vez los padres de Asaf este mandamiento del Señor? ¿Cuándo habrían enseñado los padres las «proezas» y las «alabanzas» del Señor a sus hijos? Seguro que te puedes imaginar a los padres de los días del rey David contando historias sobre las «obras dignas de alabanza» del Señor a sus hijos, reunidos alrededor de una fogata o de la mesa. Pero las «alabanzas» también son algo que enseñamos durante la adoración, o como cuando escuchamos a un líder de alabanza decir a la iglesia: «Hoy vamos a aprender una nueva canción para que la cantemos en el tiempo de alabanza a Dios».


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27 ¿Enseñaron entonces los padres las «alabanzas» del Señor en la adoración congregacional? Quizás alguna vez. Pero este pasaje parece estar hablando más bien a nivel íntimo y familiar (padres e hijos) que a nivel congregacional. Además, como ya hemos señalado, cuando se escribieron los salmos había muchos menos cultos congregacionales de los que podríamos imaginar, y parte de esos cultos congregacionales probablemente implicaba segregar a los padres del resto de la familia. Incluso si los miembros de la familia estaban todos juntos, no lo estaban dentro del tabernáculo (el cual todavía estaba en funcionamiento cuando se escribió el Salmo 78). El tabernáculo era más pequeño que la mayoría de las actuales iglesias de Norteamérica y solo se permitía la entrada a los sacerdotes, por lo que era físicamente imposible que todos los israelitas estuvieran reunidos dentro de él. En la época de David y Asaf, cuando todos se reunían para adorar a Dios, como por ejemplo en una de las principales fiestas, miles de personas permanecían fuera del tabernáculo. Por tanto, es casi seguro que la instrucción a la que Asaf hace referencia en el Salmo 78 no se llevaba a cabo en un entorno congregacional. Más bien, los padres enseñaban estas «alabanzas» a sus hijos en el hogar. Y parte de esa enseñanza se producía cuando los padres guiaban a sus familias en la reunión grupal que celebraban más a menudo: el culto familiar.


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Pablo En el Nuevo Testamento, en Efesios 5:25-26, los maridos reciben estas instrucciones: «Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra». Los maridos deben amar a sus esposas como Cristo limpió a su novia, la Iglesia, al lavarla con el agua de la Palabra de Dios.9 Una de las mejores maneras en las que los esposos pueden llevar el agua pura de la Palabra de Dios a sus hogares es a través de la práctica espiritualmente limpia y refrescante de la adoración familiar. También leemos estas conocidas palabras en Efesios 6:4: «Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor». Si eres padre, no esperarías que otros hagan esto por ti, ¿verdad? Por supuesto que no. Dios puso estas cosas bajo tu responsabilidad directa. Así que te pregunto, ¿cuándo lo haces? Además de proporcionar una cosmovisión cristiana general para la familia, ¿cuándo educas a tus hijos «según la disciplina e instrucción del Señor» de manera específica? Sí, por supuesto que lo haces cuando traes a tus hijos a la iglesia. Desde luego, lo practicas cuando conversas con ellos sobre las cosas de Dios de vez en cuando en tu casa o en tu automóvil. Sí, por supuesto, incluso lo haces a través de tu ejemplo personal. 9 Como se ejemplifica en la oración del Señor en Juan 17:17, «Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad».


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29 Pero educar a los niños «según la disciplina e instrucción del Señor» no es algo que ocurra únicamente de manera involuntaria e incidental. Desde luego, puede y debe suceder en situaciones de enseñanza espontáneas, al dar un paseo en automóvil, a la hora de acostarse, etc. ¡Eso es maravilloso! Pero también debería tener lugar de manera deliberada. Y cuando carecemos de cierta regularidad y estructura, nuestro llamado a educar a nuestros hijos «según la disciplina e instrucción del Señor», es una de esas cosas que podemos suponer que estamos haciendo, pero que en realidad nunca hacemos tan bien como deberíamos. La adoración familiar regular y dirigida por el cabeza de familia, es la manera más sobresaliente, constante y fácil de medir la crianza de los hijos «según la disciplina e instrucción del Señor». Porque además de traer a tus hijos a la iglesia, podrás señalar esos momentos regulares de adoración familiar y decir: «Estas son las diferentes e importantes maneras en las que practicamos de manera específica, audible y observable, lo que el Señor ordena en Efesios 6:4». ¿Te habías percatado de que un compromiso demostrable con el culto familiar está implícito como una de las calificaciones para ser un anciano (es decir, un pastor)? El apóstol Pablo escribe sobre estos requisitos en 1 Timoteo 3. En los versículos 4 y 5 señala lo siguiente sobre un anciano: «Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?». A la luz de


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esto, es justo pensar: si un hombre no puede administrar la adoración en su propia casa, ¿cómo puede administrar la adoración en la iglesia? Si no puede dirigir la adoración familiar, ¿cómo puede dirigir la adoración de la iglesia?

Pedro En 1 Pedro 3:7, el apóstol Pedro no solo supone que los ancianos de la Iglesia practicarían el culto familiar, sino que todos los esposos cristianos lo harían: «De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes». ¿Te has dado cuenta de que las oraciones a las que este versículo hace referencia son aquellas que hacen los esposos junto a sus esposas? También enseña que las oraciones individuales del marido se verán obstaculizadas si no vive con su esposa de una manera comprensiva ni le muestra honor. El hecho de como nuestro pecado individual afecta nuestras oraciones personales se aclara en el Salmo 66:18: «Si en mi corazón hubiera yo abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado». Pero en 1 Pedro 3:7, el texto habla de la oración compartida. Pedro daba por supuesto que las parejas cristianas oraban juntas. Esperaba que los matrimonios cristianos celebraran el culto familiar. Esta era la norma para el marido piadoso. Spurgeon señaló sobre este versículo: «[Este] texto se usaría de manera


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31 más apropiada para estimular a los cristianos a la diligencia en la oración familiar […]. Lo aprecio tanto que mis palabras no pueden expresar adecuadamente cuánto lo valoro». 10 *** La Biblia claramente deja implícito que Dios merece ser adorado diariamente en nuestros hogares por nuestras familias. El apreciado comentarista bíblico Matthew Henry sabía esto cuando expresó: «La adoración familiar es una buena y antigua costumbre, no es algo nuevo, sino la antigua costumbre de los santos».11 Esa afirmación es cierta no solo de los santos (es decir, los creyentes) en la Biblia, sino que ha sido cierto para el pueblo de Dios desde entonces.

10 C. H. Spurgeon, Hindrances to Prayer [Los estorbos de la oración] Metropolitan Tabernacle Pulpit [Púlpito del Tabernáculo Metropolitano], vol. 20 (London: Passmore and Alabaster, 1874; rep., Pasadena: Pilgrim, 1981), 506. 11 Matthew Henry, Matthew Henry’s Concise Commentary [Comentario Conciso de Matthew Henry] (Oak Harbor: Logos Research Systems, 1997), ver Génesis 12:6.


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