La cuentística que estamos examinando es el predominio del ideal. El autor de la antología sobre la que versan estas ponderaciones es un ser humano de alquitarada sensibilidad, una de esas privilegiadas almas en las que ha acuñado su indeleble impronta el ansia de perfección espiritual, el anhelo de una conducta cívica y moral -tanto privada como pública- rubricada
por la rectitud y la entrega a causas de trascendente índole. Pareja
aspiración de generoso sesgo humanista choca invariablemente, como
el ayer demuestra, como mañana de fijo ocurrirá, con la bajeza,
mediocridad y asfixiante estrechez de una realidad social para la que
los elevados valores éticos no pasan de ser palabras altisonantes y
vacías, por completo divorciadas de los mezquinos intereses a los
que el hombre del común suele subordinar su conducta.