En su novela La Tierra está bramando, la autora se apropia de un itinerario de “viajes hacia adentro” como respuesta a la identidad aparentemente enmudecida del sujeto femenino, cuyos fragmentos discursivos trazan la metáfora de la huída, para escapar de un sistema político de dolor irreparable.
Este texto narrativo trata una realidad literal de confinamiento. Eugenia, en medio de monólogos confesionales, resquebraja para sí misma la soledad, el encasillamiento genérico, y un destino ineludible, víctima de una agobiante dictadura.