Archivo Aravena, Los escritores

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Los escritores Jorge Aravena

Imรกgenes de los 70





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Los escritores I m รก g e n e s

de los 70

Jorge Aravena

Casa de la Cultura Ecuatoriana Cinemateca Nacional Memoria Documental y Fotogrรกfica 2013


Archivo Aravena. Los escritores Fotografía: Jorge Aravena Primera edición CCE–2013 Cinemateca Nacional. Memoria Documental y Fotográfica ISBN: 978-9978-62-712-9

Textos: Williamns Kastillo Edición: Katya Artieda Diseño y concepto de portada: Rafael Castro En portada: Retrato de Alfredo Pareja Diezcanseco por Jorge Aravena Digitalización fotográfica: Iván Mejía Casa de la Cultura Ecuatoriana Dirección de Publicaciones Av. Seis de Diciembre N16–224 y Patria Telfs.: 2 527440 Ext.:138/213 gestion.publicaciones@cce.org.ec gestion.cinemateca@cce.org.ec Quito–Ecuador


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Los escritores I m รก g e n e s

de los 70

Jorge Aravena



Iconografía de una seducción

Después de la ruptura estética propiciada por la Generación del 30, algunos de nuestros poetas, cuentistas, dramaturgos y otros escritores nacionales, dejaron el compromiso de testimoniar la realidad para volcarse en el tratamiento edulcorado y bonachón de los gravísimos conflictos políticos y humanos que la sociedad ecuatoriana atravesaba por aquellos tiempos. Época en la que la palabra, el espíritu creador y hasta las actitudes contestatarias se mantuvieron silenciadas a pesar de la injusticia, los atropellos cotidianos y la sucesión interminable de cuartelazos urdidos para sostener el sistema de expoliación con el cual la burguesía criolla ha impuesto sus crímenes, ha lavado sus culpas y, por supuesto, ha reprimido a sangre y fuego las luchas libertarias en su afán por preservar perpetuamente el poder. Dentro de este marco referencial, la literatura ecuatoriana, salvo algunas excepciones (Ángel Felicísimo Rojas, Carrera Andrade, César Dávila, Jorge Enrique Adoum, Pedro Jorge Vera), se mantuvo impotente, arrinconada, incapaz de señalar y recrear lo que día tras día venía sucediendo con el pueblo. Fue la Revolución Cubana del 59; el advenimiento del hombre nuevo propugnado por Fidel y la praxis consecuente del Che Guevara; o fue tal vez la debacle militar experimentada por los Estados Unidos de Norteamérica en Vietnam; la impúdica masacre perpetrada contra la juventud mexicana en la plaza de Tlatelolco, o las nuevas concepciones del pensamiento revolucionario portugués, las consignas estudiantiles expresadas en París, Montpellier y otras ciudades francesas del 68, los sucesos mundiales que determinaron durante las décadas del sesenta y setenta no sólo la confrontación a muerte contra las dictaduras fascistas, el neoliberalismo, la guerra 7


sucia irradiada a los países del Tercer Mundo desde el Pentágono, sino aquel inocultable deseo de transformar radicalmente la sociedad para recuperar de algún modo la identidad latinoamericana. Imperativo ético y estético que buscó apoyarse en la palabra, en la memoria más recóndita de nuestra condición andina, en las rebeliones extremas de los movimientos insurgentes uruguayos y tupamaros, en la solidaridad fraterna con los procesos de liberación impulsados por el pensamiento Sandinista, o en los múltiples acercamientos que por medio de la poesía, el cine, la danza, el arte conceptual, las discusiones ideológicas venían estableciéndose con los sindicatos, confederaciones estudiantiles, agremiaciones obreras y campesinas y cuyo propósito final se hallaba orientado a fortalecer la corriente liberadora que les permitiría avizorar el futuro y rehacer poquito a poco, con pasión y valentía, la dignidad y el destino extraviado. Fueron estos y otros inequívocos antecedentes los que marcaron el devenir humano, político y estético de la sociedad ecuatoriana. Años de batalla frontal contra la mediocridad literaria como afirmaría Ulises Estrella, principal suscitador y cofundador del Tzantzismo, grupo de jóvenes iconoclastas que irrumpieron en el escenario de las letras nacionales para reivindicar con su palabra la ruptura, el parricidio, la necesidad impostergable de terminar con el pasado reduciendo las cabezas de sus más conspicuos representantes; conscientes de que... el mundo hay que transformarlo. Nuestro paso sobre la tierra no será inútil mientras amanezcamos al otro lado de la podredumbre, con verdadera decisión de ser hombres aquí y ahora... se reiteraba en su primer manifiesto. Y para lograr la genuina y urgente reorientación literaria, textos de encendida virulencia aparecieron en la revista Pucuna, publicación impresa en octubre del 62, la misma que aunada a la creación de la Asociación de Escritores, al rescate y toma física de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a la edición periódica de las revistas Indoamérica y Bufanda del sol, así como a la integración del Frente Cultural, configurarían aquel fenómeno de subversión artística que Agustín Cueva (1937-1992) –otro de los más rigurosos intelectuales 8


del país– sostiene al comentar que… Todo empezó a cambiar desde aquel momento, por ahí empezaron a canalizarse todos los anhelos de transformación. Se modificó la manera de escribir, gracias a una suerte de violencia verbal que descoyuntaba los parámetros de un discurso burgués que mal o bien se había implantado en Ecuador sin separarse completamente de su ubre aristocrática. Se cambió la forma de ver el mundo, revolucionándola y a la vez desprovincianizándola, en la medida en que el poeta era ahora también un trotamundos. Jóvenes que viajaban buscando confrontar sus ideas con otros pensadores de igual o distinta tendencia. Poetas que intercambiaban sus escritos y experiencias con los beatniks de Norteamérica, los nadaístas colombianos, con aquellos revolucionarios de la lírica y del gesto que publicaban sus metáforas en revistas tan emblemáticas como El caimán barbudo, de Cuba; El techo de la ballena, de Venezuela; El corno emplumado, de México, y otras de similar característica. Los Tzánzicos y alguno que otro artista de aquellos años fueron perseguidores de la verdad, amantes de la utopía y siempre mantuvieron la disposición abierta para establecer contactos que ya luego les permitieron compartir no solamente los sueños sino también explicarse la catástrofe identitaria que habían padecido y la esperanza que en ese momento, gracias al arte y los compromisos existenciales asumidos, empezaban a vivir... sin mediar talleres de formación ni propósitos de consagración. Los escritores, cineastas, músicos, teatreros e intelectuales de la década del sesenta en adelante rompen con el oficialismo cultural y retoman su papel histórico amparados en la concepción sartreana de la militancia y el compromiso político, el mismo que les facilitaría la aprehensión efectiva de la realidad cultural del país y los testimonios más descarnados que sobre esa época se han escrito. En palabras de Gramsci: intelectuales orgánicos dispuestos a desacralizar, cuestionar y desarrollar la cultura del pueblo. De allí también como afirmaran en su momento Cueva, Bolívar Echeverría, Alejandro Moreano y otros pensadores del tzantzismo, era urgente integrarse con los sectores proletarios para de esta forma conocer y solucionar sus necesidades más apremiantes. Según su concepción teórica, era impostergable analizar y decodificar los estados de 9


agresión sufridos para explicarse la marginalidad y el aislamiento permanente que el movimiento obrero y las corrientes de izquierda venían soportando. Su sentido crítico y el rigor analítico que observaron mientras decantaban la cultura, les permitió entender la dinámica de aquel postulado de reivindicación social que los trabajadores jamás pudieron alcanzar, a pesar del combate librado frente a la clase oligárquico-militar que desde siempre había permanecido entronizada en el poder y amparada por la impunidad de un futuro incierto largamente acariciado. Tiempos en los que la irreverencia juvenil exigía el derrocamiento de todos los dogmas, de aquellas intocables ortodoxias que tanta represión intelectual generaron en la conciencia y en los imaginarios de nuestra memoria colectiva. Años en los que incluso la ciudad misma empezaba a cambiar mostrándonos sin pudor sus caprichosas edificaciones, su aire luminoso. Una urbe moderna que se resistía a abandonar sus atavíos folclórico-pintoresquistas y que mansamente, sin escrúpulos, se precipitaba en aquel vuelo psicodélico y petrolerista tornando evidente el destino inmemorial que aún persistía aferrado a sus templos desde la cúpula hasta los sótanos más remotos y apacibles. Nuevos rumbos que buscaban una voz diferente para expresar lo que hasta el momento no había sido indagado ni demolido. Poesía de barricada erigida a contramarcha con la fuerza, el timbre, la rabia y la honestidad intelectual de Tzántzicos como Ulises Estrella, Humberto Vinueza, Raúl Arias, Alfonso Murriagui, Éuler Granda, Iván Carvajal y otros artistas de la narrativa que optaron por el cuento, el ensayo o la novela como Abdón Ubidia, Francisco Proaño, Iván Égüez, Jorge Velasco Mackenzie, Jorge Dávila Vásquez, Carlos Carrión, Eliécer Cárdenas, Javier Vásconez, Raúl Pérez Torres, Marco Antonio Rodríguez, Fernando Tinajero y algunos otros que fueron apareciendo en el camino, o que esporádicamente frecuentaban las galerías de arte, el Cine Club Universitario, los bares del centro histórico, el famoso Café 77, reducto ineludible donde los intelectuales de la época se reunían a departir, enfrentar, criticar o invalidar los sonetos, poemas, posturas progresistas o deformaciones reaccionarias que entre canciones de Violeta Parra, 10


Alfredo Zitarrosa, los Inti Illimani o las insurgentes derivaciones de la canción protesta de los troveros cubanos, iban constituyendo la atmósfera y el clima intelectual adecuado para que las proclamas del hombre contemporáneo tuvieran su expresión y la máxima receptividad dentro de los límites impuestos por una sociedad que pugnaba por sacudirse del aire pacato y conventual que por siglos la tenía inmovilizada. Un pensamiento diverso que tenía tanto del impulso combativo de Eugenio Espejo y que en la década de los setenta se lo percibía magnificado y sugerido por el melódico desencanto de Pérez Torres, o tenazmente vivo como en las peripecias narrativas confabuladas por Abdón Ubidia, Pablo Barriga, Vladimiro Rivas y demás fabuladores seducidos por la ruptura y las implicaciones políticas de los tiempos modernos. Este y no otro era el contexto y la vorágine intelectual vigente por aquellos luciféricos, estrambóticos y controversiales años setenta, cuando Augusto Pinochet mostró la osadía y la desvergüenza histórica de bombardear el Palacio de La Moneda, asesinar de un solo manotazo la esperanza del pueblo chileno por convertirse en el primer país socialista, pacífico y democrático y, de esta ingrata manera, figurar como uno de los genocidas más sangrientos que destrozó la vida del presidente Salvador Allende y la Unidad Popular de su gobierno. Miles de cadáveres aparecieron tirados sobre las calles de Santiago mientras otros inocentes desaparecían por las cloacas de Antofagasta, descuartizados en el desierto de Atacama, ahogados bajo las aguas de Isla Negra o los muelles de Valparaíso, desfigurados en cualquier recodo por donde suele evaporarse la vida mas no los ideales que la dignificaron. Como uno más de aquellos gitanos sin norte ni sur, errabundo y desencantado apareció en Quito el fotógrafo chileno Jorge Aravena. Hombre visionario, con la sonrisa franca dibujada en el rostro y dispuesto a entregar su alma de trovador apasionado a quienes quisieran compartir sus más íntimas experiencias. Bohemio. Repetía que desde hacía meses venía siendo acosado por los carabineros del antimarxismo, asediado por los fantasmas 11


del exilio y que nadie se incomodara puesto que era un refugiado dispuesto a quedarse, y de esta forma tan sencilla y desenfadada empezó a vocalizar aquella melodía que tenía tanto de añoranza, persecuciones y amores contrariados. Sí. Llegó al país con la ilusión de rehacer su vida bailoteándole en los ojos, cargado una valija y su infaltable guitarra con la que un poco más tarde empezó a poetizar su azarosa existencia. Su palabra confesó el dolor y los episodios de la crisis que lo agobiaba; entonó sin recelo la aventura cotidiana de los campesinos pampeanos, de sus mapuches queridos, de esa sangre araucana que desde muy lejos lo había mantenido a flote y, sobre todo, repetía entre juramentos y aplausos aquella consigna que palpitaba muy dentro de su pecho y que inapelablemente le exigía reemprender el combate hasta alcanzar la trascendencia. Una vez establecido comenzó a frecuentar los círculos vanguardistas, las trincheras proscritas, el taller de los movimientos artístico-culturales y logró relacionarse con la mayoría de pintores, comediantes, periodistas, poetas, narradores y clandestinos militantes de la izquierda comprometidos con el desquicio radical de lo establecido, la resistencia armada frente a los cavernarios que asolaban América Latina y de esta extraña manera, se convirtió en el juglar convencido de la beligerancia que en determinadas circunstancias puede adoptar el arte y las palabras. Cantautor. Músico infatigable de El fortín del gaucho para quien las dificultades eran simplemente un acicate... cantor acompañante de Neruda / cantor en la Peña de los Parra. Multifacético / capturabas el alma / con cada guiño / de tu ojo mágico. Aravena crea la colección Música, palabra e imagen del Ecuador. Publica un disco libro sobre Benjamín Carrión y otros con selecciones poéticas de Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Rubén Darío, César Vallejo, Octavio Paz, Jorge Carrera Andrade, Miguel Ángel Zambrano, Eugenio Moreno Heredia, Enrique Noboa Arízaga, Ezequiel Clavijo, Ramiro Acosta Cerón y varias piezas musicalizadas con la poesía de Éuler Granda y la narrativa de Marco Antonio Rodríguez, Raúl Pérez Torres y Simón Zavala, sus más cercanos amigos. 12


Hombre sensible seducido por la telúrica presencia del paisaje andino, fascinado como cualquier mortal frente a las colosales fortalezas aborígenes enclavadas en las estribaciones cordilleranas de nuestro suelo; desde muy lejos y con una convicción de elegido frente al destino aciago de su decurso personal, empezó, cámara fotográfica en mano, a registrar el pasado glorioso de nuestra heredad territorial. Cientos de imágenes que recogen la majestuosidad de Ingapirca, su delineamiento arquitectónico, los enclaves estratégicos, las cámaras secretas, los laberintos insondables de aquella ciudadela donde el Inca y sus vasallos enfrentaron la conquista española, constituyen actualmente uno de los patrimonios más preciados de la Memoria Documental y Fotográfica que particulariza a la Cultura Ecuatoriana. Recorrió cada milímetro del país buscando las huellas y el rastro multiforme de un ancestro etnográfico que nos sustenta y enorgullece. Retrató sin artificios y con el ojo lúcido que poseía, todos los pueblos, los mercados, las iglesias olvidadas, los ritos mitológicos, las declinaciones policromáticas, geométricas y geográficas de nuestros Andes ecuatoriales; los espléndidos amaneceres, la tristeza del náufrago detenido sobre el puerto lleno de cascotes y delfines muertos, la inmensidad del pajonal, el exilio de los cóndores, la destreza del balsero a pesar de la correntosa marejada que lo cubre, los guayacanes enlunados, la voluntad indómita de los zafreros en mitad del cañaveral, la tristeza de los niños entre tantos crepúsculos y ataúdes sin nombre...; en fin, un tesoro gráfico tan sugestivo y necesario para integrar el corpus multifacético de nuestra identidad nacional. Jorge Aravena tuvo la sensibilidad, el encuadre crítico y la inteligencia desprejuiciada para intuir que un día cualquiera, aquel ser de hueso y carne que tenía frente a sus ojos, podía convertirse en el referente de la más auténtica y genuina literatura ecuatoriana. Fue entonces cuando lleno de ilusión, y quizá poseído por el demonio de la creatividad, levantó su cámara fotográfica, calibró las lentes, buscó el ángulo más propicio de aquellos magos de la palabra fascinados por el vértigo o el escándalo de la impostura, enfocó la tormentosa seducción que se perfilaba ante su mirada y, con una 13


devoción casi mística frente a la revelación de lo posible, disparó el obturador para dejarnos tatuada en la conciencia, la iconografía de una generación de hombres y mujeres, compatriotas nuestros, que se abría paso desde el fondo prehistórico de la memoria colectiva, para sugerirnos el camino por donde ahora batallamos reconociendo y cuestionando a los protagonistas de aquel revolcón estético cuyo aporte literario es inocultable más allá de los dogmas y las apariencias, o quién lo podría negar, más cerca de aquel punto de quiebre donde el hombre se vuelve inspiración o paradoja. El Archivo Aravena reposa actualmente en la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, y se halla constituido por algo más de seis mil cuatrocientas dos fotografías pertenecientes al registro que el artista chileno estructurara en la década de los setenta con las imágenes de los más destacados representantes narrativos, poéticos y ensayísticos del Ecuador. Por supuesto que la Muestra fotográfica contiene también la evidencia anteriormente citada, es decir, el registro de tantas y tan variadas especificidades humanas que en conjunto revelan la multidiversidad de nuestra cultura nacional. Los referidos negativos se encuentran meticulosamente compilados, secuencial y cronológicamente ordenados y, desde luego, sujetos a una rigurosa identificación, codificación, valoración estética, digitalización electrónica y aquellos otros procesos técnico informáticos que nos permitirán dentro de poco, configurar y caracterizar la Fototeca institucional. He aquí, un fragmento de aquella memoria que a todos compromete, aunque como reclamaba Roberto Bolaño en Los detectives salvajes..., qué lástima que pase el tiempo ¿verdad?, qué lástima que nos muramos y que nos hagamos viejos y que las cosas buenas se vayan alejando de nosotros al galope. Williamns Kastillo Quito, 9 de noviembre de 2011

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Portafolio de fotografĂ­as



テ]gel Felicテュsimo Rojas (1909-2003) 17


Eliécer Cárdenas (1950) 18


Teodoro Vanegas (1926-2002) 19


Diego Oquendo Silva (1938) 20


Gustavo Vรกsconez Hurtado (1911-1988) 21


Humberto Vacas G贸mez (1912-2000) 22


Nicolรกs Kingman (1918) 23


Violeta Luna (1943) 24


Jorge Carrera Andrade (1903-1978) 25


Alfonso Barrera Valverde (1929) 26


Pedro Jorge Vera (1914-1999) 27


Alejandro Carri贸n (1915-1992) 28


Jorge Salvador Lara (1926-2012) 29


Francisco Proa単o Arandi (1944) 30


Gustavo Alfredo Jรกcome (1912) 31


Ricardo Descalzi (1912-1990) 32


Jorge Velasco Mackenzie (1949) 33


RaĂşl Arias (1943) 34


PaĂşl Engel - Diego Viga (1907-1997) 35


Fernando Caz贸n Vera (1935) 36


Juan Valdano (1939) 37


Marco Antonio RodrĂ­guez (1941) 38


Edmundo Rivadeneira (1920-2004) 39


Ramiro Acosta Cer贸n (1954) 40


Diego Araujo (1945) 41


Antonio Preciado (1941) 42


CĂŠsar Andrade y Cordero (1904-1987) 43


RubĂŠn Astudillo (1938-2003) 44


Sim贸n Zavala Guzm谩n (1943) 45


RaĂşl Andrade (1905-1981) 46


Carlos Eduardo Jaramillo (1932) 47


Carlos de la Torre Reyes (1928-1996) 48


Eugenia Viteri (1932) 49


Manuel Federico Ponce (1947) 50


Atahualpa MartĂ­nez (1935) 51


CĂŠsar Ayala (1923) 52


Eugenio Moreno Heredia (1926-1997) 53


Carlos Carri贸n (1944) 54


Raúl Pérez Torres (1941) 55


Ramiro Oviedo (1950) 56


Iván Égüez (1944) 57


Luis Enrique Fierro (1936) 58


Horacio Hidrovo (1931) 59


Nelson Estupiñán Bass (1912-2002) 60


Filoteo Samaniego (1928-2013) 61


EfraĂ­n Jara Idrovo (1926) 62


AgustĂ­n Cueva (1937-1992) 63


Jorge Dรกvila Vรกsquez (1947) 64


Julio Pazos (1944) 65


Fernando Artieda (1945-2010) 66


G.h. Mata (1904-1988) 67


Gonzalo Escudero (1903-1971) 68


Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993) 69


Humberto Vinueza (1942) 70


Abd贸n Ubidia (1947) 71


Éuler Granda (1935) 72


Benjam铆n Carri贸n (1897-1979) 73


Ulises Estrella (1939) 74


Galo René Pérez (1923-2008) 75


Demetrio Aguilera Malta (1909-1981) 76


Alfonso Rumazo (1903-2002) 77


Jorge Enrique Adoum (1926-2009) 78


Alberto Luna Tobar (1923) 79


Enrique Noboa Arízaga (1921-2002) 80


Benítez Rojo, Gustavo Alfredo Jácome, Pedro Jorge Vera, Javier Vásconez, Ronny Muñoz

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Nicolรกs Kingman y Gustavo Vรกsconez

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Jorge Carrera Andrade y Galo René Pérez

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Carlos VillacĂ­s y Jorge Carrera Andrade

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Nicolรกs Kingman y Ricardo Descalzi

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Horacio Idrovo y Nelson Estupiñán Bass

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Claudio Mena y Éuler Granda

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Ă lvaro Mutis y Alfredo Pareja Diezcanseco

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Ra煤l Andrade, Humberto Vacas G贸mez y Pedro Jorge Vera

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Iván Égüez y Eduardo Galeano

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EfraĂ­n Jara y Carlos Eduardo Jaramillo

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Raúl Pérez Torres y Galo René Pérez

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Jorge Salvador Lara y Alfonso Rumazo

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Aravena, fotógrafo de la pasión

Jorge Aravena Llanca nació en Santiago de Chile. Desde muy temprana edad residió en Buenos Aires, Argentina, en donde cursó todos sus estudios. En l967 grabó, como compositor y cantante, para Odeonemi, bajo la supervisión de Rubén Nouzelles, su primer LP: A José Miguel Carrera, donde el poeta Pablo Neruda colaboró incluyendo dos de sus poemas dedicados al mártir de la Independencia chilena. En 1969 fue invitado al Congreso de Escritores Latinoamericanos, en donde compartió las jornadas junto a Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Leopoldo Marechal, Jorge Edwards, Gonzalo Rojas, Francisco Coloane y Manuel Rojas, entre otros destacados escritores. Este Encuentro motivó su regreso definitivo al país de sus orígenes. En l969 fue nombrado profesor titular en la Universidad de Chile, Sede Chillán, allí ejerció como profesor en el Departamento de Arte en la Cátedra de Psicología de las Comunicaciones Audiovisuales. Compartió sus tareas entre la Universidad de Chile, Sede Chillán y la Universidad de Concepción, en el Departamento de Extensión bajo la dirección del historiador Alejandro Witker y del poeta Gonzalo Rojas. En l971 expone en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile sus retratos fotográficos de poetas chilenos: Rostro poético de Chile, muestra con la cual viaja a Buenos Aires y Montevideo. Además, grabó en Santiago de Chile, siempre para Odeonemi, varios singles, en los que se incluyen los dedicados a Pichilemu, en Canciones a Pichilemu. 95


Radicado en Quito, Ecuador, desde 1973 a l982, creó la Colección: Música, palabra e imagen de Ecuador. Publicó acompañado de un disco con poemas musicalizados y cantados, 24 libros de escritores ecuatorianos. Su obra más destacada entre libros, discos y exposiciones, durante su estadía de nueve años en Quito, fue el LP Canto al libertador Simón Bolívar, 1981; 12 canciones en homenaje al prócer americano con motivo de los 200 años de su nacimiento. Con esta obra viajó por los países bolivarianos, cantando sus creaciones y dando conferencias en diversas universidades y en intituciones histórico-culturales sobre el Libertador. Editó varios libros con poemas de Jorge Carrera Andrade, Euler Granda, Simón Zavala, Raúl Pérez Torres, Marco Antonio Rodríguez, Miguel Ángel Zambrano, Ramiro Acosta Cerón. Otro de sus destacados libros fue el dedicado al creador de la CCE, Benjamín Carrión –al año de su muerte–, con fotografías, su biografía, bibliografía, apuntes inéditos y los primeros ensayos del maestro ecuatoriano, con un disco de cuatro canciones interpretado por el grupo Pueblo Nuevo. Grabó un disco con cuatro canciones sobre la obra pictórica de Oswaldo Guayasamín. Durante su estadía en Ecuador fotografió a casi todos los poetas, escritores, ensayistas e historiadores del país; imágenes, que hoy, felizmente, pertenecen a la Memoria Documental y Fotográfica de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión. Su último libro referente al país de la mitad, trata sobre la visita que realizó Jorge Luis Borges al Ecuador en 1978, invitado por el Círculo de Lectores: contiene 40 fotografías inéditas del poeta argentino bajo el título Borges en mí. Su preocupación actual es la realización del proyecto musical Canto a Eloy Alfaro, con su música y una valiosa recopilación poética de escritores nacionales. En Berlín propició la primera exposición fotográfica y presentación cultural del Ecuador en Alemania: Ecuador, esmeralda del mundo, 1988, en la Biblioteca del Instituto Iberoamericano del Tesoro Prusiano de Berlín. 96


En l982 se radicó en Berlín contratado como profesor de trabajo y ejerción en el área de Literatura Latinoamericana en la Universidad Libre de Berlín, en el Departamento de Latinoamericanística LAI. Fundó en l982 la primera orquesta de tangos en Berlín, Sur tango argentino, con la que ha viajado como músico y cantante por diversos países de Europa, África y Oriente Medio. Como productor independiente su preocupación ha sido la poesía de toda Latinoamérica, grabando con música de su pertenencia: Borges cantado; Poetas latinoamericanos cantados; Chile canta en Berlín; La voz viva de escritores y poetas latinoamericanos; Neruda cantado; Nuevas canciones para Chillán, editado por el Taller Cultural de la Universidad del Bío-Bío, y su más reciente composición: Canto al libertador de Chile Bernardo O´Higgins. En Alemania, su más importante y reconocido trabajo como compositor y letrista-historiador fue Alexander von Humboldt, descubridor científico de América. En l985 ganó el concurso Maestros cantores de Núremberg, organizado después de la Segunda Guerra Mundial. Su obra fue: Kreuzberg-Tango, música y letra de su pertenencia. Como escritor ha publicado cinco libros, tres de ellos traducidos al alemán. El libro El tango y la historia de Carlos Gardel ha merecido tres ediciones, dos en alemán. Lom Ediciones, de Santiago de Chile publicó esta obra en agosto de 2003 en Chile y Argentina. El libro Jorge Teillier und seine Gedichte ha sido publicado en tres idiomas: alemán, francés y castellano. Sus últimas producciones literarias son: Los idiotas del tango en Berlín, novela inédita. Simón Bolívar en Alemania, novela inédita. Manuel Rodríguez, biografía histórica, editado en Chile. Como fotógrafo ha expuesto en el Rostro poético de Chile, 369 retratos fotográficos de poetas chilenos, en la Sala de Exposiciones General Belgrano, septiembre de l971, de la Ilustre Municipalidad de Buenos Aires; en la Biblioteca Nacional de Montevideo; en la Casa del Escritor y en el Banco Nacional del Uruguay, l971. 97


Expuso en el Instituto Cervantes de München y Bremen: Borges, mi querido Borges. Jorge Luis Borges, geografía humana de un escritor argentino. En Berlín en cinco ocasiones en la Sala de la Biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, todas las obras expuestas fueron sobre poetas y escritores latinoamericanos: Jorge Luis Borges; José Martí; Rostro poético de Chile; Paisaje antropológico de Ecuador, esmeralda del mundo; y Presencia poética de latinoamérica. La más destacada de sus investigaciones fotográficas fue exhibida con ocasión de los diez años de la muerte de Claudio Arrau, en Mürzzuschlag, Österreich, llevada a cabo en la Universidad del Arte de Berlín, Fakultät Musik, junio-julio de 2001. Jorge Aravena Llanca, fotógrafo de la pasión, radica en Berlín, Alemania, desde el año 1982.

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Jorge Aravena y Jorge Luis Borges

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Índice

Iconografía de una seducción

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Portafolio de fotografías 15 Ángel Felicísimo Rojas (1909 - 2003) 02066 Eliécer Cárdenas (1950) 00684 Teodoro Vanegas (1926 - 2002) 00744 Diego Oquendo Silva (1938) 00755 Gustavo Vásconez Hurtado (1911 - 1988) 00776 Humberto Vacas Gómez (1912 - 2000) 00777 Nicolás Kingman (1918) 00801 Violeta Luna (1943) 00840 Jorge Carrera Andrade (1903 -1978) 00893 Alfonso Barrera Valverde (1929) 00932 Pedro Jorge Vera (1914 - 1999) 00946 Alejandro Carrión (1915 - 1992) 00953 Jorge Salvador Lara (1926-2012) 00976 Francisco Proaño Arandi (1944) 01002 Gustavo Alfredo Jácome (1912) 01004 Ricardo Descalzi (1912 - 1990) 01012 Jorge Velasco Mackenzie (1949) 01020 Raúl Arias (1943) 01111 Paúl Engel - Diego Viga (1907 -1997) 01348 Fernando Cazón Vera (1935) 01363 Juan Valdano (1939) 01415 Marco Antonio Rodríguez (1941) 01426 Edmundo Rivadeneira (1920 - 2004) 01479 Ramiro Acosta Cerón (1954) 01530 Diego Araujo (1945) 01539

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01557 01597 01663 01671 01723 01816 01847 01860 01869 01951 01954 02023 02055 00647 02095 02102 02151 02230 02359 02450 02498 02543 02566 02586 02594 02637 02675 02811 02909 02912 02914 02943 02954 02957 02963 02969 102

Antonio Preciado (1941) César Andrade y Cordero (1904 - 1987) Rubén Astudillo (1938 - 2003) Simón Zavala Guzmán (1943) Raúl Andrade (1905-1981) Carlos Eduardo Jaramillo (1932) Carlos de la Torre Reyes (1928-1996) Eugenia Viteri (1932) Manuel Federico Ponce (1947) Atahualpa Martínez (1935) César Ayala (1923) Eugenio Moreno Heredia (1926 - 1997) Carlos Carrión (1944) Raúl Pérez Torres (1941) Ramiro Oviedo (1950) Iván Égüez (1944) Luis Enrique Fierro (1936) Horacio Hidrovo (1931) Nelson Estupiñán Bass (1912 - 2002) Filoteo Samaniego (1928-2013) Efraín Jara Idrovo (1926) Agustín Cueva (1937 - 1992) Jorge Dávila Vásquez (1947) Julio Pazos (1944) Fernando Artieda (1945 - 2010) G.h. Mata (1904-1988) Gonzalo Escudero (1903 - 1971) Alfredo Pareja Diezcanseco (1908 - 1993) Humberto Vinueza (1942) Abdón Ubidia (1947) Éuler Granda (1935) Benjamín Carrión (1897 - 1979) Ulises Estrella (1939) Galo René Pérez (1923 - 2008) Demetrio Aguilera Malta (1909 - 1981) Alfonso Rumazo (1903 - 2002)

42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77


03004 03665 01546 00621

00698 00880

01701 01871 02220 01927 02305

02513

02535 02600 02899 02899

Jorge Enrique Adoum (1926 - 2009) Alberto Luna Tobar (1923) Enrique Noboa Arízaga (1921-2002) Benítez Rojo, Gustavo Alfredo Jácome, Pedro Jorge Vera, Javier Vásconez, Ronny Muñoz Nicolás Kingman y Gustavo Vásconez Jorge Carrera Andrade y Galo René Pérez Carlos Villacís y Jorge Carrera Andrade Nicolás Kingman y Ricardo Descalzi Horacio Idrovo y Nelson Estupiñán Bass Claudio Mena y Éuler Granda Álvaro Mutis y Alfredo Pareja Diezcanseco Raúl Andrade, Humberto Vacas Gómez y Pedro Jorge Vera Iván Égüez y Eduardo Galeano Efraín Jara y Carlos Eduardo Jaramillo Raúl Pérez Torres y Galo René Pérez Jorge Salvador Lara y Alfonso Rumazo

Aravena, fotógrafo de la pasión 02899

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Jorge Aravena y Jorge Luis Borges

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Archivo Aravena. Los escritores, de Jorge Aravena se terminó de imprimir en el mes de julio de 2013, en la Editorial Pedro Jorge Vera de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Presidente: Raúl Pérez Torres Director de Publicaciones: Patricio Herrera Crespo



J

orge Aravena tuvo la sensibilidad, el encuadre crítico y la inteligencia absolutamente desprejuiciada para intuir que un día cualquiera, aquel ser de hueso y carne que tenía frente a sus ojos podía convertirse en el referente de la más auténtica y genuina literatura ecuatoriana. Fue entonces cuando lleno de ilusión y quizá poseído por el demonio de la creatividad y la trascendencia, levantó su cámara fotográfica, calibró las lentes, buscó el ángulo más propicio de aquellos magos de la palabra fascinados por el vértigo o el escándalo de la impostura, enfocó la tormentosa seducción que se perfilaba ante su mirada y, con una devoción casi mística frente a la revelación de lo posible, disparó el obturador para dejarnos tatuada en la conciencia la iconografía de una generación de hombres y mujeres, compatriotas nuestros, que se abría paso desde el fondo prehistórico de la memoria colectiva, para sugerirnos el camino por donde ahora batallamos reconociendo y cuestionando a los protagonistas de aquel revolcón estético cuyo aporte literario es inocultable más alla de los dogmas y las apariencias, o quién lo podría negar, más cerca de aquel punto de quiebre donde el hombre se vuelve inspiración o paradoja.


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