




Palingenesia
Exposición de Pintura
Alianza Francesa - Quito, Ecuador
Avenida Eloy Alfaro N32-468 y Rusia, Quito
Fecha de exposición:
17 de septiembre – 25 de octubre/ 2025
Branding, museología, curaduría y redacción
Humberto Montero
Fotografía
Ikono y Samuel León, fotos de obras
© Humberto Montero, fotos de estudio y autor
Diseño gráfico
Santiago Ávila S. - Fiorum.net
Portada
Palimpsesto 0° (fragmento)
Primera guarda
Sabana de enero (fragmento)
Segunda guarda
Rayuela equinoccial (fragmento)
Sobre cubierta
Vitrales y muros de arcilla (fragmento)
Impresión
Mariscal
Miguel Betancourt
Móvil: (593-9) 9874 1449 @miguelartb
@miguel.betancourt.92 www.facebook.com/ mbetancourt58/ www.miguelbetancourt.com
El tema de esta secuencia guarda relación con el retorno a mis inicios, hace unas 6 décadas, de cuando esgrafiaba con punzones en el patio de mi casa, o en los muros de Cumbayá (mi pueblo); más tarde, de cuando realizaba mis primeras acuarelas y mi cosmos era un simple tapial (El cosmos y el muro, El muro y los quipus, Ventana y muro eran algunos de los títulos de aquellas cartulinas de inicios de los 80s). Decidí entonces que esta muestra, estructurada mayoritariamente por trabajos de estos dos últimos años, incluyera también algunas cartulinas que encontré por ahí, en el desván de la casa, allí en donde Jacqui había decido guardarlas, quizá pensando en destinarlas para una exposición como esta, donde Palingenesia cobrara sentido para el espectador.
Vuelvo a mis orígenes con las diferencias que conlleva una brecha de más de cuatro décadas de experimentación plástica y regocijo lúdico.
El proceso de realización de la obra actual, con sus ensamblajes, me ha deparado varias sorpresas, como la de encontrar cañas, e incluso algunas de estas obras recicla unos carrizos que deben de ser centenarios. Además, he tenido que buscar arcillas, melaza, arena y otros componentes utilizados en las construcciones antiguas.
El reto ha sido repetir estos procedimientos y crear unos soportes para suspenderlos como si fueran cuadros, para que el observador pueda encaminarse no solo a mirar los trazos y signos artísticos sobrepuestos en la argamasa (palimpsesto), sino también para que pueda auscultar el andamiaje de la construcción de bareque: el esqueleto de carrizo con un revoque de barro, como se hacían los tumbados o las paredes de los abuelos. Quiero, pues, que ustedes, el público, a propósito de mi exposición, se involucren con una mirada afectiva en las construcciones del pasado.
Esta exposición podría ser la simiente de una retrospectiva autoral. Esta es una muestra en donde el pintor deja latente su cosmovisión, desde el momento de nacer, porque no es gratuito que una de mis primeras experiencias tenga que ver con la rayadura en el muro, unas veces con la punta de un clavo de riel, otras con carbón de algún leño después de la quema de las fiestas patronales del pueblo. Aquella lejana vez, presumo que ya estaba haciendo algo como un grafiti sin ser grafitero, ni mucho menos.
Quise que esta exposición juntara diversos materiales de consistencia natural como barro, pedruscos, arena, cañas, costal, con los de consistencia pictórica como es la acuarela y el acrílico,
sobre diversos tipos de papel, así como también el óleo sobre lienzos y yutes, para con todo esto brindar una idea completa de mi trajín, y así dejo constancia de dos tiempos pletóricos de significación y que se juntan en el presente.
Esta exposición invita a recorrer la superficie y el armazón oculto, los signos pictóricos y el color, mediante un diálogo entre el grafiti genuino y la reflexión plástica contemporánea. Palingenesia se erige como un puente temporal que enlaza el inicio de mi cosmos creativo con mi expresión más reciente.
Miguel Betancourt
Árbol del paraíso2025Mixta sobre lienzo y cáñamos180x50 cm
Lo femenino2025Óleo sobre lienzo y cáñamo90x70 cm
Ciudad con insignias antiguas - 2025 - Óleo y maderas encoladas sobre lienzo y yute - 100x120 cm
Los primeros pasos2025Mixta sobre arcilla y tabla76x53 cm
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Repetir, reiterar, insistir, machacar. Volver al origen como una repetición generativa. Barbechar el lienzo para que descanse, empañetar sobre el bahareque para fertilizar la superficie, sembrar la semilla de la forma y el color, zurcir el trozo de yute como prótesis estética para que abone en la figura.
En esta serie plástica de Palingenesia, la materia se convierte en sustancia de expresión. Miguel
Betancourt va más allá de la representación figurativa —siempre fabulada con una retórica naíf—, y lo hace retornando al origen constituyente del acto operativo de la pintura: ese de preparar primero la materia para alistar el terreno de la creación removiendo sobre ella, activándola, cargándola de intención.
Betancourt vuelve al origen de la acción pictórica en una dirección autobiográfica. Reconoce la tierra, el barro, el carrizo, el chocoto, la pizarra, el yute, como materias primas para la intervención pictográfica, y los traduce en recursos de expre-
sión cargados de memoria. Así graba una serie de composiciones propias de su impronta autoral.
Tal como si rasgara la tierra apisonada con un pedazo de piedra para trazar una rayuela, o como si dibujara con un trozo de carbón de leña un garabato sobre la pared de una casa de barro, así se define esta serie pictórica: como una acción ingenua y persistente del niño hábil que retorna una y otra vez a esos lienzos inacabables.
Esto es Palingenesia : volver al origen una y otra vez, a la genética misma del acto pictórico, para iterar en la forma y el color. Volver a las huellas de la escritura anterior como si el soporte ma-
terial fuera un palimpsesto en el que el autor redibuja continuamente, rasgando lo primario para cubrirlo con lo distinto que devendrá huella nuevamente.
El principio creativo queda expuesto en la operación autobiográfica de un Miguel Betancourt que siempre reconoció en el dibujo una impronta de locución, y en el color, una norma de acento.
Ciertamente, se podría calificar de informalista el principio material en el que se soporta esta serie de Palingenesia. Ejemplo de ello son las estructuras de bahareque recubiertas por chocoto de una manera primitiva, donde el clavo sustituye —sobre esas materias abonadas— al pincel clásico de Betancourt; o el zurcido de pedazos de yute como prótesis estéticas —añadidos de una precariedad resignificada— que se potencian en varias telas paisajistas: una suerte de iconografía territorial del autor.
Pero también podemos evidenciar el poder de la pintura de acción por medio de un chorreo gráfico: un dripeo caligráfico que conforma no solo imágenes claramente distinguibles —de humanos, de urbe, de ruralidad—, sino también intervenciones
atmosféricas que operan como corrientes vitales de energía pictórica dentro de cada obra.
Estos dos recursos posmodernistas —en las manos de Betancourt— confieren un sentido estético diferenciado a las composiciones. El trazo autoral resulta plenamente identificable gracias a esta iteración conceptual sostenida que promueve a un ser palingenésico: uno que retorna al origen de la materia pictórica, entendida como el núcleo vital de esta colección. Un retorno tanto técnico como ideal.
Sobre esta conformación material —densa en el recurso prostético—, Betancourt, más allá de emplear un método próximo al collage, construye un archivo del retazo que cobra autonomía conceptual luego de la amputación: fragmentos residuales que devienen en adiciones significativas y que proponen una suerte de Archival art de cualidades arqueológicas donde la materia se comporta como estrato y tiempo sedimentado.
Los pedazos, principalmente de yute, recortados de saquillos o costales —la norma autobiográfica presente en el recuerdo del artista—, marcan una presencia acústica de un pasado inobjetable. Muchos de ellos contienen texto —amputado también— que deviene significante por su sonoridad fragmentaria. Textos que se pueden vocalizar gracias a su esencia fonética. Así
cobran vida narrativa con peso nominal en cada obra en que aparecen.
Fragmento de Anagrama tzántzico - 2024
El término enzati.co —fragmento de una dirección web— se articula en un paisaje vecinal que sugiere una alusión a la poética de los Tzántzicos: una conexión metatextual muy local.
Fragmento de Ciudad con insignias antiguas - 2025
La cifra 02.50 Kg —gramaje informativo— aparece en otro paisaje urbano dando un peso exacto de balanza a la composición: un valor simbólico numeral.
He aquí algunos ejemplos individualizados en los lienzos:
Fragmento de Peruviana - 2025
El texto PERUVI, así, en mayúsculas, signa en otra obra un topos no solo arquitectural y coordenado, sino también ancestral y cosmogónico.
Fragmento de Mitos andinos II - 2025
El retazo UETSCH marca una cifra transcultural, tan germana como el lugar fonético común que nos remite a una transliteración intraducible.
Diacronía curatorial
Pero hay algo más que complementa esta colección de Palingenesia : la inclusión diacrónica de obras anteriores del autor, convocadas como parte de un compendio conceptual más amplio. Esto configura un diálogo interior constante con el que un Betancourt actual interactúa activamente con su versión pretérita invocada en un grupo de piezas que superan incluso los cuarenta años de creación.
Este principio curatorial es sustancial para remarcar el eco de la iteración palingenésica que atraviesa toda la obra de Betancourt: un retorno constante al origen motivacional de su arte, donde forma y biografía —materia y memoria— se entrelazan como núcleo operativo.
Son obras que diseccionan espacios domésticos reduciéndolos a puertas, ventanas, paredes, resquicios… y figuras que observan detrás de ellos: escondidas, aparecidas, silueteadas; latentes en ethos, pero presentes en pathos —latentes en carácter y presentes en pasión— para conformar una dicotomía cargada de plasticidad.
Obras rasgadas con ese principio pictográfico y escritural tan característico de Betancourt, donde el palimpsesto cobra un protagonismo casi didáctico: una huella anterior que se di -
namiza en una posición dialógica con la obra presente. Así resuenan el eco de la forma y la reverberación del color anteriores en el soporte del palimpsesto con ese valor palingenésico de reedificación.
En estas obras, la letra —ya no recortada de la materia del yute, sino segada de la memoria del autor— se articula dramáticamente como una designación exclamativa: una palabra que interrumpe sin discurso, sin contexto retórico primario, vocalizada desde la repetición pictórica como un matiz visual. No es escritura narrativa, sino sustancia nominal en el presente palingenésico en el que vuelve a actuar desde el pasado.
/MASKARS/ /GOORIJA/ /343/ /Cumbayá/ /AL MURA/ /Revolución/… son ejemplos significantes —palabras suspendidas— en esas obras anteriores. Fragmentos que no se pueden significar sino dentro del propio idiolecto visual de cada pieza que los contiene, y del diálogo estético que los convoca y reactiva en el presente expositivo.
Las voces de esas obras resuenan casi onomatopéyicamente al vincularse con una colección nueva, actual, pero tan cercana en espacio: el espaciotiempo de un Betancourt alegórico y nominal donde el tiempo es circular. Tal como el propio autor lo remarca: «son trazos de alaridos, gestualidades, resonancias de vocablos (palabras y pala-
bros), cual la palabra-letra salvada por el tiempo e inscrita en los muros».
En estas obras anteriores en tiempo pero consecuentes en memoria, la segmentación estructural de la cuadrícula resulta fundamental, no solo como sistema de composición pictórica, sino como base de simbolización perpetua. El estado del recuerdo escritural, ese del ser autobiográfico que, de niño, intervenía en las superficies requeridas —el niño palimpséstico—, se vuelve enfático en una posición de espectador de las nuevas composiciones de pizarra, yute y bahareque.
Las obras anteriores se miran en el espejo del presente, con una suerte de curiosidad estética que parecería espiar una evolución que no proyecta un futuro sin pasado, pues reafirma una genética de origen que retorna inacabable: la repetición orgánica que se formula persistente en las creaciones de Betancourt.
En esta contraposición de tiempos reducidos en obras, Betancourt se reconoce a través de esa mirada palingenésica —la del eterno retorno— y así deja en cada lienzo la misma huella digital: una inscripción que no responde a la linealidad del tiempo, sino a la circularidad activa del instante pictórico como signo de su propia génesis inventiva.
Hay una anécdota del autor que se remonta a su infancia y da testimonio del gran palimpsesto en el que se ha convertido toda su obra desde entonces.
Durante una mañana entera, estando solo en su hogar, Miguel dibujó en el patio —sobre la tierra apisonada— su propia casa y el paisaje que la rodeaba. Lo hizo con trozos de carbón de leña y de ladrillo (carboncillo y sanguina), como si preparara una exposición para sus padres que regresarían en la tarde. Pero la lluvia apareció como un acto performático anticipándose a los espectadores, y así borró ese lienzo transformándolo en el primer palimpsesto de Betancourt.
La anécdota no tiene final, sino continuidad en el tiempo repetitivo de la creación: una iteración íntima que el autor sostiene como oficio de pintor.
Todo esto es Palingenesia: volver siempre al origen, rasgando en la memoria para revivificar de nuevo el punto inicial del primer Betancourt singularizado en cada trazo. Una acción continua que reafirma el flujo ininterrumpido de una identidad pictórica siempre indivisible. Humberto Montero, agosto de 2025.
Edificaciones2025Óleo sobre lienzo70x50 cm
El espíritu del árbol - 2024 - Mixta sobre lienzo y cáñamo- 140x190 cm
Levitación significante - 1986 - Acuarela sobre cartulina - 23x30 cm
Cartografía de una identidad2025Óleo, arena y collage sobre lienzo120x100 cm
Nominación de las imágenes -1985 - Mixta sobre papel - 50x65 cm
Tras las huellas del poeta1985Mixta sobre papel70x50 cm
Un lugar en Cumbayá2025Óleo sobre lienzo y yute –70X50 cm