La Testa Borracha

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La Testa Borracha Varios autores




Dirección editorial: Mario Eduardo Ángeles. Asistente de dirección: Jaqueline Estrada.

Portada: Fotogramas del video en vivo de “La Teporocha” (Los Rucos de la Terraza/Favela Records). Contraportada: Fotograma del video oficial “I’m OK” de Little Big. Textos: Varios autores.

La Testadura, una literatura de paso. www.issuu.com/latestadura Www.latestadura.wordpress.com latestaduraliteraria@gmail.com México. Enero, 2020. Síguenos por Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. La Testadura, una literatura de paso, hecha para olvidarse en los lugares públicos o salas de espera.


ÍNDICE PRÓLOGO 7 CRÓNICA DE UNA ENTREVISTA FALLIDA Por Los Rucos de la Terraza p. 9

LA BORRACHERÍA NUNCA CIERRA Por Doroteo Chango p. 13

IRAPUTO… IRAPUATO Por Guillermo Lara p. 18

EL JOSÉ JOSÉ DEL SANBORNS O NO HAY NOCHE QUE SE CALIENTE SOLA Por Augusto Sebastián García Ramírez p. 23 motel.garage@hotmail.com

LA PERSONA CON LA QUE SIEMPRE PELEO Por Deseret Villa p. 28


- MONÓLOGO CON EL AMIGO IMAGINARIO EL MÁS BORRACHO DE TODOS ELLOS Por Mario Eduardo Ángeles p. 33

LEJOS DE CASA Por Paulina Romero Barrientos p. 38

PEDA DONDE NADA SE OYE (TRIBUTO PENDEJO A UN GRAN POETA) Por David Cruz p. 41


La Testadura, una literatura de paso

PRÓLOGO Hola, bienvenidos sean. Apréstense a vislumbrar unas bellas lecciones no a seguir. Venimos trayéndole desde los más bizarros momentos de una banda de rock hasta una bella señorita poetisa. Y como no… bellezas etílicas, monstruos de letras apenas digeribles. Sin embargo, la lucha se le hace, porque ni semos pros ni nos interesa ser bellos. Nos encanta escribir y nos urge más beber. Pero no por eso decae en importancia lo que en sus manos posee. Varios son los años en que este proyecto se ha desarrollado. La Testa, y es dura. Años en los cuales han sucedido todo tipo de cosas. Desde niños que nacen hasta adultos que mueren. Mas los necios seguimos queriendo dar a conocer ciertos pensamientos. Desarrollamos lo que se dice un síndrome de escritura… porque no hay otra cosa que hacer, a veces. Y la bebida nos brinda esa facilidad a nuestros dedos. Porque el escribir no es fácil y menos cuando se es borracho. Conectar el vomitadero mental con la movilidad de la mano, conjugarlo, emparejarlo, unirlo y que sea de fácil lectura… y además que suene bonito. De que hay gente la hay, pero no venimos a eso. Música, súbele, botella nunca vacía siempre llena. Cigarros. Laberintos. Esto es una lectura punk. Hay escritores que por desgracias viven y hay los cuales escriben desgracias. El toro del chupe tómalo por los cuellos de la bo-

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La Testa Borracha tella. La desgracia de la belleza del orgasmo. El síntoma del sin tomar, la cruda del día. Sin puntos, sin comas. La plenitud de la embriaguez. MARLON ALBORES COLÍN

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CRÓNICA DE UNA ENTREVISTA FALLIDA Por Los Rucos de la Terraza

(Hace unos años, Los Rucos de la Terraza compartimos la crónica de una entrevista que nunca llegó a realizarse. Hoy volvemos a compartirla como testimonio de nuestra horrible trayectoria en el subterráneo musical. No incluye vaselina). Eran las 4:30 de la tarde del 25 de noviembre. Los Rucos de la Terraza nos dirigíamos al hotel Nueva Galicia, ubicado en una de las zonas más sórdidas de Guadalajara, cerca de la Calzada Independencia, donde abundan los bares y bules de mala muerte. Seríamos entrevistados por Reyna, para una revista on line. Desde hace tiempo Los Rucos de la Terraza hemos recurrido a los medios independientes de internet, pues la prensa escrita y la radio comercial han decidido mandarnos a la verga de manera rotunda. Ese día dos de los integrantes de Los Rucos faltamos al trabajo para acudir a la entrevista. Llegamos vestidos de civil a las inmediaciones del hotel y nos estacionamos frente a unas bodegas abandonadas. El hotel estaba rodeado de patrullas de la Policía Federal y bajo la mirada de un montón de cuicos comenzamos con la rutina de siempre: quitarse la ropa, pintarse de puta, vestirse de mujer, pintarse de payaso... "hoy le pedí esta falda a mi mamá" dijo el bajista. El vestuario olía a puerco y sangre... todo dentro de la normalidad. Los vestidos de mujer te permiten sentir la brisa en los güevos, el pito también se siente más libre. Nos sentía-

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La Testa Borracha mos en casa. Cruzamos la acera para dirigirnos al lobby del hotel y los chiflidos no se hicieron esperar. De un camión nos aventaros dos pesos y nos gritaron "¡mamacitas!". Los cuicos murmuraban. Alguien dijo "yo sí le daba a la barbona". El olor a camarón invadía el ambiente. En el lobby del hotel esperamos más de una hora. Los clientes nos miraban con sorpresa y subían al elevador cagándose de la risa. Algunas señoras movían la cabeza de lado a lado, mostrándose inconformes con nuestra presencia, "pinches payasos" dijo una de ellas. Los cuicos entraban y salían del hotel a mirarnos: nos habíamos convertido en atracción de zoológico. Todo lo soportamos mientras nos tomábamos una cagüama clandestinamente. Entonces, los güevos del vocalista dejaron una marca de sudor en el sillón y nos dimos cuenta que ya era tarde. Por fin llegó una mujer. Pensamos que era la reportera, escondimos la cagüama y nos incorporamos para decir obscenidades, pero antes de que pudiéramos mencionar algo nos dijo -"¿Ustedes son Los Rucos?, dijo Reyna que ya les había avisado que la entrevista se cambiaría de fecha..." -"Reyna nos avisó más que pura verga", contestamos cortésmente. Nos levantamos molestos y salimos del hotel con cara de pendejos: nos habían dejado vestidas y alborotadas. Nueva rechifla al cruzar la acera, nuevos gritos, miradas de cuicos. Dos policías se frotaban el pito mientras pasábamos. La brisa fría en los güevos calaba más que nunca y nos dimos cuenta que las erecciones son difíciles de disimular cuando se trae falda. Nos desvestimos en la calle mientras una mujer nos observaba desde el comedor del hotel. Subimos al coche aún con

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La Testadura, una literatura de paso maquillaje en el rostro y alguien dijo "ni la maquillada...", a lo que el puto del bajista contestó "así es la vida del payaso, esto no es cosa de un día". Parecía un profeta de la postmodernidad... aunque lo cierto es que andaba marigüano. La nueva cita para la entrevista se acordó una semana después a la misma hora. Llegamos 15 minutos tarde. Nuevamente habíamos faltado al trabajo para acudir a la entrevista. Ahora nos estacionamos frente a una construcción donde trabajaban un putero de albañiles; los miramos desde abajo, estaban a contraluz entre las varillas y el concreto. Sabíamos que nos gritarían chingaderas. Esta vez nos vestimos más rápido: misma rutina, mismo vestuario. Tuvimos la misma sensación de frescura en los tanates, nuestro escroto había sido nuevamente liberado y el sudor de los güevos comenzó a evaporarse rápidamente. En eso, unos veinte albañiles nos gritaron desde las alturas. Uno de ellos simuló masturbar a una varilla y el vocalista le mandó besos con la gracia de un puto niño teletón. Entre los gritos de la gente cruzamos la acera y el pendejo del vocalista seguía mandándole besos a los albañiles. Llevábamos medio litro de pulque para empedarnos en el hotel sin hacer placa. Otra vez las patrullas de la Policía Federal, otra vez los cuicos murmurando, otra vez los pendejos del lobby, otra vez los pinches clientes, otra vez los güevos dejando una marca de sudor en el plástico de los sillones. Habían pasado 45 minutos y llegó la misma mujer de la ocasión anterior. No dijimos nada. Nos miró con vergüenza y dijo con tono de lástima "...que dijo Reyna que ella ya les había avisado que siempre no se iba a hacer la entrevista...". Nadie mencionó media palabra, pero todos pensamos lo mismo "...pinche pendeja". Nos levantamos en silen-

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La Testa Borracha cio y le dimos las gracias a los empleados del hotel. Reyna no nos dijo nada. Ni siquiera preguntamos la razón de la negativa a entrevistarnos. Ya nos había sucedido con anterioridad que los medios independientes que se jactan de difundir las propuestas del underground tapatío se reserven el derecho de admisión. Las radios por internet y las revistas en línea están adquiriendo un patrón cada vez más elitista y mocho. Son varios los espacios alternativos que no quieren involucrarse con Los Rucos de la Terraza. Decenas de entrevistas canceladas en los últimos seis meses. Finalmente salimos del hotel y vestidos de putas decidimos recorrer el barrio. Saludamos a los albañiles y les enseñamos las nalgas (peludas y largas), nos tomamos fotos con unos lavacoches que se atizaban un churrote en la calle, fuimos acosados sexualmente por un bolero bien cachondo que no dejaba de agarrarse el bulto y entramos a un bar de mala muerte porque afuera había un letrero que decía "se solicitan meseras". En cuanto entramos el dueño del congal nos dijo "¡bienvenidas puchachas!". En el transcurso de la tarde nos abrasaron un chingo de borrachos, gritamos las canciones de la rocola, bailamos en un tubo improvisado y auténticas putas aplaudían nuestras mamadas. Una señora desbordante con vestido rabón nos dijo mientras nos servía las últimas cervezas "no estén tristes ni melancólicos muchachos... el problema se llama juventud". Pensamos que era una gran filósofa, pero lo cierto es que ya andábamos bien pedos. Salimos de ahí cuando ya había anochecido, seguros de que esa era la verdadera escena subterránea y no mamadas de pinches revistas on line de mierda.

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LA BORRACHERÍA NUNCA CIERRA Por Doroteo Chango

Las mejores borracheras ocurren los días menos pensados. ¿O habría que llamarles las peores? Es sólo un segundo, una pequeña decisión que llega habitualmente cuando el sol va cayendo, después de un día multiforme, poliédrico, fulminante; una predisposición paradójicamente, tan similar a la ebriedad- que inunda al ingenuo sobrio exultante quien, por fin, vive un día a plenitud y no puede asimilarlo sin derrumbarse trágicamente. Buenas noticias, secretos imposibles que son revelados, último día, lluvia torrencial, pierdes todo, vanitas, honestidad brutal, traición, deseo, aventuras. Por fin sales de la puta monotonía y del grisáceo balbuceo vicioso, y no se te ocurre mejor idea que tomar algo, que brindar, que hacerte pequeño para entrar en esas puertecillas, encogerte en una especie de preludio del big bang, de falsa implosión que va buscando apagar la llama viva con alcohol. Y ya sabemos lo que sigue: es lo que buscamos, es lo que se anhela, lo que no se nombra y se dice así, bestialmente. Me fui a Bolivia solo, sin vacunas, hastiado de la ciudad, dando trompicones en cada parada que iba haciendo: por la llanura, subiendo hacia las montañas, y también trepado en ellas. Llegar al Salar era una meta, un cielo, el limbo, mi limbo donde olvidar todos los días que había vivido, ignorar a los demás turistas, escribir en mi libreta, limpiarme en las alturas de la pasta base de Salta, de la mala merca de Córdoba y del olor im-

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La Testa Borracha pregnado de los burdeles del barrio de Flores. Sí, claro. Ese desierto blanco que parece interminable me llevó al baile con las minas más peligrosas, a puro presente, la dopa y su prima la serotonina, pasado y futuro unidos en mis pupilas, arrastrándose mientras yo me arrastro y dejo que el sol me queme la cara y el viento me parta los labios, sin saber cómo pero seguro de escuchar una melodía que parece que tarareo con mi andar. Un japonés que no habla con nadie es mi espejo, mi única certeza de ser yo, que bien podría ser él. Vuelvo al pueblo serenamente excitado, sin realmente resumir nada dentro mío, ni sacar conclusiones de nada, se puede decir que, sin pensar, dando pasos tranquilos pero sin parar de moverme. Consigo un cuarto, armo un par de churros para llevar, y salgo a caminar. En el paseo parto y despierto mi cuerpo de la gran noche del alma, me arranco toda la envoltura y dejo que el alma respire y los ojos luceros cosechen la luz. Un cierto tono del atardecer, una esquina, un recuerdo o premonición salidos de la nada me empujan, y pregunto ¿dónde se puede tomar chicha? Bronco, Los Tigres del Norte, me dicen, Don Vicente Fernández. Pequeñas mesas y sillas de madera, muy juntas, con apenas espacio entre ellas para caminar, parecen imanes atraídos entre sí. Detrás de la barra, un chico delgado, amanerado, de cara limpia y abierta me sirve una bebida caliente sabor canela, que no parece ser demasiado fuerte pues todos apuran sus vasos y se sirven más enseguida. Inmediatamente después de sentarme ya tengo tres acompañantes en la mesa bebiendo conmigo, unos hablan de música mexicana, otros de futbolistas, uno grita, el otro me mira fijamente; todos se interrumpen entre sí para acaparar mi atención y decir salud. El adolescente mira de reojo toda la escena, con sonrisa de Mona Lisa. Si quieres, te lo

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La Testadura, una literatura de paso puedes llevar allá atrás, donde está el mingitorio, junto al establo, allí se lo atraviesa el que quiere. Nada como el sonido de un manazo en plena cara, y el gran charco en el lugar para orinar. Ellos con cemento salpicado en sus botas y pantalones, yo con mi morral y mi libreta. Yo les invito de mis cigarros sin filtro, y salimos a buscar. ¿Buscar qué? Buscar más. El remolino sigue y se lleva todo dentro de sí, un karaoke medio vacío en el que buscamos los ochentas mexicanos, Siempre en Domingo, cervezas, monedas, ceniza, escaleras imposibles de subir, baños regados de mierda y orín, gritos, tambaleos, cervezas, Control Machete; todo en un set de Lynch, con el karaoke proyectado en una pared que se cae a pedazos, biombos negros y vaho. Pienso que en la borrachera simplemente se acentúa el automatismo cavernoso que guía ciegamente a la humanidad en cada paso, cada acción, en cada aleteo sordo. La de por sí nula maniobra de la razón, absurdo invento, en las mal llamadas decisiones que nos impulsan al vacío. Es solamente ser un poco más sinceros, no buscar más ilación que la que la gravedad te muestra, de bruces, cuando caes sin meter las manos y se te levanta al cuero, un poco irónicamente, mostrando lo que hay debajo: la carne viva. Por eso, no es extraño ver que, así como dos borrachos nos abrazamos, cantamos, brindamos y nos hablamos verdades intentando mirarnos a los ojos, también de repente, sales a la calle, sientes el frío, cruzas la calle a lo kamikaze, y sin siquiera reparar en el otro, pues ya lo olvidaste, caminas chuequito, repelido o atraído de, o hacia quién sabe qué. Ahora estoy solo, y tengo cigarros, y el encendedor, y mi morral aún cuelga de mi cuello, pero alguien me toma del brazo y entramos a un pequeño tugurio que tiene un barra alta, de mosaicos azules, chiquitos, cuadrados, muy azules, y no sé qué bebo

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La Testa Borracha ni qué digo, probablemente no diga nada y apenas me sostenga sin caerme, y alguien apaga el foco rojo del fondo, pues ya estamos sentados varios alrededor de una mesa de mármol, sobre sillones guindas aterciopelados, esto no puede ser más Twin Peaks, ah, pero en Bolivia, en Uyuni, donde me vine a sanar y salar. Tomando una bebida negra, alguien habla de una discoteque, y yo pienso que esto es un sueño, no puedo moverme del sillón que parece tragarme, engullirme perezoso en una oscuridad que da vueltas y vueltas. Pero cuando el foco se prende, estoy sintiendo el frío en las pestañas, andando hacía una pequeña caseta blanca, arrastrando los pies, con un vaso en la mano y el churro en la oreja. Las señoras se ríen de mí, me dan el segundo pollo con papas -pues el primero se me cayó-, y a duras penas logro comer, como bailando, igual que los cómicos del cine mudo de principios del siglo XX, y logro tener un atisbo de consciencia cuando las escucho reírse, y cómo me miran, muchacho, y se miran entre ellas antes de reír de nuevo. Me subo a un taxi, de milagro puedo hablar, aunque no es necesario, él sabe a dónde voy. En medio de la ebriedad, igual que cuando comes hongos y después de dolerte el estómago y sentirte mal, empiezas a bostezar de pronto la lucidez llega, yo encontré mi epifanía sentado en una sala, mirando la TV, o más bien mirando a una señora mayor tejer mirando la TV, mientras esperaba cuarto. No sé cuánto tiempo pasó, pero me vi, ilando mi propio filme, en la escena trascendental, momento Shakespeare, en que la claridad llega a tiempo, o tarde -que es lo mismo-, y ves en retrospectiva no sólo la noche entera, tus tumbos, tus meadas, la pendiente por la que corren, sino toda tu vida, todo el story board hasta llegar aquí, sentado borracho a más no poder, en paces con el sinsen-

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La Testadura, una literatura de paso tido. Me levanto, y sin decir nada, me voy. Afuera el taxi espera. Todas las telenovelas de ustedes las hemos visto acรก.

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IRAPUTO… IRAPUATO Por Guillermo Lara

Esa noche bebimos lo necesario para tocar la puerta del inconsciente que siempre deja un resquicio entre lo real y onírico. La plática se tornó tan profunda que terminó siendo sepultada, mientras la mímica de lo absurdo bailaba entre el homoerotismo y complacencia. Recuerdo la música a un nivel donde mis pensamientos eran gotas de agua sobre rescoldos y mi emoción... Mi emoción ligada a tu prematura calvicie, a esa cara que “debrayaba” entre “un niño con barba o un niño con violencia de omisión”. Admito que la imagen del niño violentado, fue reflejo de mi propio infante perdido y lo amé desde que ambos nos miramos de frente y nos encontramos en la melancolía de caminatas por desolados andurriales que abrazan con más tranquilidad que el seno familiar. ¡Claro que nos besamos! ¡Así! en tu etílico parecías tan frágil, tus ojos pasaban más tiempo cerrados y cuando lograban mirarme, una estrella fugaz aparecía en tu fulgor ocular que me obligue a pedir un deseo: Yo deseaba una felicidad cómplice, que permitiera el devenir de sensaciones físicas y al regresar a nuestros hogares fuéramos tan normales, como justo antes de sabernos y otorgar un primer beso. A nada de caer en tu letargo, te pedí que no me dejaras solo en lo que restaba de oscuridad, me recostaste sobre tu pecho a escasos minutos de tu corazón, el sicalíptico baile entre tus dedos y mis risos no

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La Testadura, una literatura de paso se hizo esperar, así, Yo sobre tu pecho y ambos sobre el sofá, la música sobre el silencio, la oscuridad sobre la ciudad y en algún tiempo alguien teniendo un prolongado orgasmo o una Banshee, saciada de dolor emprendiendo el vuelo de regreso a casa. Ya me habías repetido varias veces que seguirías ahí, conmigo, supongo que por eso me aproximé más, rocé tu mejilla, acicalé tu ceja izquierda y te moví un poco… No respirabas y de no ser por mí serías una estadística de “muerte de peda” respiraste y tu boca exhaló un torrente violento de concupiscente vapor etílico, que me lanzó a la vieja esquina donde laboraban mis bajas pasiones. Y te besé! Te besé otra vez Quizás una tercera vez Agité tu cuerpo para activarlo, mi grado de pendejez supuso que si tú mismo te enredaste en mi pelo y me aproximaste a tu pecho ¡existía la intención! Mi honestidad hoy me sigue cobrando la factura. Morfeo te regresó a tu casita de interés social donde la música era tan densa que bien pude darle el golpe, me miraste y nuevamente tus dedos se enredaron en mi pelo mientras tu mano siniestra me abrazaba, entonces “yo creí en algo” y mencioné “el beso” y la pesadez de la música cayó al piso como lluvia ácida. Quiero escribir que tu mirada se tornó confusa y violenta, pero no, no lo mencionaré, no por hoy y jamás en voz alta o sobrio; porque la sobriedad es femenina, susceptible e irónicamente volátil. ¿Cómo saber si yo hice mal? Si tú eres quien me aproximó a ti mientras girábamos en un tornado de 96° Justo ahí, nos entendimos a un nivel donde somos cirrosis en potencia, y eso nos otorga el universal derecho a ser tragicómicamente felices y miserablemente dichosos a voluntad.

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La Testa Borracha Al amanecer la familiaridad brotó, simple y ligera como la moral de la abuela que buscó diversos hombres, para no “conflictuar” paternidades entre sus ocho hijos, nuestros padres hermanos y solo por eso tú y yo seguimos siendo primos. La sangre aunque húmeda y viscosa traiciona como Dios mismo y ni una, ni Él otro curan la resaca moral… Por mucho que lo implores. Según mi acta de nacimiento yo nací el siglo pasado en la ciudad de Querétaro. Según mi Padre ese día él tenía guardia en la 17 zona Militar. Según mi madre nací durante una helada. Según el diario de Querétaro ese día murió gente por la nevada que cayó en el estado. Según mi terapeuta soy un guerrero, Según mi psiquiatra soy trastorno limite Según yo ando viviendo mi segunda adolescencia, pero aún tengo inmadurez suficiente como para una tercera o cuarta. Me llamo Guillermo Lara y a pesar de mi adultez sollozo en la oscuridad del cine, en el heroísmo de los monitos de pixar, en la intimidad del baño, en lo dramático del cielo cuando parece que Dios pinto el atardecer a mano o también en la adultez de sentirme triste solo porque la felicidad implica menos análisis y más énfasis.

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Mario “Tonayan�

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Chayito Despachadora en “El Tenampa”

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EL JOSÉ JOSÉ DEL SANBORNS O NO HAY NOCHE QUE SE CALIENTE SOLA Por Augusto Sebastián García Ramírez motel.garage@hotmail.com Llegué al Sanborns. Para calentar el cuerpo. El cuerpo y alma. Porque no hay noche que se caliente sola. Llegué. Diez de la noche. Ya había otro cliente. Y la mesera y el barman. Un lugar pequeño. Del tamaño de dos casas de interés social. Que no por ser pequeñas son las casas de ensueño. Al contrario. Casas de tan pequeñas que no hay la menor privacidad. Casas que sin pegar la oreja escuchas las conversaciones vecinas. Luego entonces esas casas no son hogares. La privacidad es parte de lo que hace de la casa un hogar. Casas muy pequeñas. O un poco más grande. El bar de diez por diez si mis cálculos matemáticos y la observación no me mienten. 14 mesas para dos. 12 mesas para cuatro. Les decía; solo un cliente. Miércoles. Mitad de semana. Ya sonaba el José José de ese lugar. Solo toca puras baladas del príncipe de la canción. La mesera y el barman me dirigieron una sonrisa. Igual les correspondí. Somos amigos o eso creo que somos. Lo cierto es que soy cliente frecuente sin tener tarjeta así tal cual. Este sitio lo conocí gracias al maestro de maestros universitario José Luis Ruiz. El master. Incurable frecuentador de este lugar. Qué triste fue decirnos adiós cuando nos adorábamos más

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La Testa Borracha hasta la golondrina emigró Presagiando el final... No otras. Llegué. E inmediatamente cantando. Cantando el tema que catapultó a la fama al Príncipe de la Canción. No saben que pensando en tu amor He podido ayudarme a vivir... Nada más de entrar a la tienda cante esa balada de Roberto Cantoral que ya cantaba y tocaban al piano en el bar del Sanborns. Ese tema que marco la transición del Rock and Roll a la balada. Tema con letra bastante profunda. Pues quien no ha sufrido una pérdida amorosa. Había solo un cliente, y porque soy curioso, más bien metiche les comento que era de pelos hirsutos y con una extraviada expresión llena de soledad y de tristeza. Porque hay que olvidar las penas. Miércoles. Mitad de semana. Un cliente con su pinta de mendigo de amor. Y en cuanto me senté llegó la mesera. Mi amiga. O eso creo. Y me sonrió. Y le agradecí de igual manera. Lo mismo de siempre, preguntó. Así es, le contesté. Como siempre, sin hielo. Como siempre. Contesté agregándole una sonrisa. Ya nos conocemos. Sin hielo porque no fuera a enfermarme de la garganta. Se retiró. En la mesa ya había dejado los cacahuates. La misma cantidad de siempre... Al Triste le siguió “El amar y el querer”, “vamos a darnos tiempo”, “He renunciado a ti”, “ Almohada”, “y quien puede ser”, “lo que no fue, no será”, “la nave del olvido”, “Lo pasado pasado”, “si me dejas ahora”, “quiero perderme contigo”... Canciones que a uno persiguen. A cada una de

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La Testadura, una literatura de paso esas canciones su respectiva cuba sorbo a sorbo. Mi respectiva bebida. Vestigio de esperanza. Para matar el dolor. Esculpiendo ese dolor maldito de recordarla siempre. Con mucha paciencia. Soy un tipo tranquilo. Con bienestar y paz. Paz y bienestar. Habana blanco con refresco de toronja. Me gusta mucho el ron cubano. Me gusta el ron. Qué le voy a hacer? Y cada canción y cada bebida la interpretación de este narrador romántico incurable. Y me dio la una de la mañana. La hora exacta. Me levanté. Ya había pagado y dejado propina. No son exactamente precios populares. Y dirigí la vista a la mesera y al barman. Y me contestaron con una sonrisa. Esa sonrisa de agradecimiento. Esa sonrisa de amistad. O al menos eso creo yo. Ojalá y así sea. Salí. No sin antes voltear y ver al de pelo hirsuto y ojos extraviados que cantaba con un tono desapasionado de quien canta por enésima vez como enfermo de un mal incurable. Pero su aspecto no era solo exterior. Sin lugar a dudas en algún lugar de su cerebro y de sus venas parecían abrirse las compuertas del odio. Anegando su interior con aquel veneno espeso sin lugar a dudas. Salí. Noche bien cerrada y había refrescado. No había nadie alrededor. Por allá, muy por allá un carro, otro por allá, otro más allá. Jueves de mañana. Poco después de la una de la mañana. Aborde la camioneta Lobo Luxury cinco o diez minutos después de la una de la mañana cuando la noche se abre y las luces del Boulevard Bernardo Quintana dibujan el sendero hacia el Fiesta Charra del Mercado de Abastos. Escuchaba un cd de José José, original por supuesto. Debo admitirlo mi vida está más cerca de las teiboleras que del confesionario. Agarré con ese destino. Soy así, así nací y así me moriré. Soy así. Así nací y así me moriré. Es que uno nace con ciertas disposiciones. No otro. Muy tranquilo. Muy bohe-

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La Testa Borracha mio. Escuchando al príncipe. El mismísimo Príncipe de la Canción. Ese de la voz única, privilegiada, de otra clase. Esa voz que estaba llamada a triunfar en la Scala de Milán. Ese intérprete de talento, vicios, amor, excesos que convergían en esa voz fuerte y melancólica. Ese príncipe cuyo papá fue tenor y su madre concertista de piano. Porque con la música se pueden expresar y sacar lo que con las palabras no se pueden. José José era tormenta en la camioneta. Ese José José que a más de uno empalagó. Ese que nos enseñó la diferencia entre el amar y el querer. La diferencia entre el que ha vivido y el que quiere vivir de tanto ir y venir rodando. Cantando a todo pulmón salúdamela mucho, si es verdad... Te voy a ser sincero viejo amigo la odié con toda el alma y ella no lo valía sólo fue miopía... Pero les decía que cualquier otro agarra y da vuelta en Universidad con rumbo a las gordas llamadas pomposamente sexoservidoras. Las mujeres del Fiesta Charra son de mejor ver, olor y agarrar que las de Av. Universidad. Pero les decía que tomé rumbo al Fiesta Charra, previa visita al Sanborns, y los autos parecían a cada instante solitarios, presurosos y distantes. Me parecían. Ya andaba cerca del teibol. Detrás venía un carro patrulla de la policía. Quién sabe cuándo apareció. Así nada más de pronto. No vivimos en un país seguro, en una ciudad segura, en unas casas seguras, en ambientes seguros. Y no podemos acostumbrarnos a que así sea. Venía como alma que lleva el diablo. Vuelto madres. Estatal alcance a leer. Luego otra. Otra y otra. Cuatro patrullas que pasaron velozmente por mi lado. Supongo estatales las otras. De la primera no me quedó duda. Era policía estatal. En el Fiesta ya me esperaba Yamile con sus intachables credenciales de una juventud flamante y una

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La Testadura, una literatura de paso belleza centrípeta que a menudo eclipsa los atributos de sus demás compañeras. O al menos eso creo yo. Yamile domina el arte oriental de expresarse a través de miradas y sonrisas. Yamile es la de siempre. Yamile es mi locura. Cada hombre tiene su locura, pero la mayor locura de todos, a mi parecer, es no tener ninguna, escribió Nikos Kazantzakis. Yamile porqué me enseñaste el cielo. Pase usted, me dijeron en la puerta. La mesa de siempre, me preguntaron al unísono los caballeros de la puerta mientras me sonreían. Caballeros altotes con largo pelo teñido de café, con ese aire de los jóvenes de que nada les importa mucho. El jefe de ellos me extendió la mano. Nos abrazamos. Somos amigos. Este es mi amigo que parece personaje de Rulfo. De temerse si está enojado por algún cabrón que no trae para solventar el consumo, apacible frente a la adversidad. A Yamile le doy trato de reina. No otro. Yamile y su roce despacioso que hacen olvidar que en este mundo hay penas. Yamile y su baile privado encima de mí. Yamile bailando por diez privados. Iluminados por una pálida luz. Yamile siempre agradecida por comprarle diez privados continuos. Más los cinco de la mesa común. Porque para tener éxito en el amor, uno debe dar a esta clase de mujeres trato de reinas. Y no otro. Pero primero pasé al Sanborns para calentar el cuerpo y alma porque no hay noche que se caliente sola.

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LA PERSONA CON LA QUE SIEMPRE PELEO Por Deseret Villa Bueno, para comenzar su nombre es Hemla, tiene los años que tiene y es una persona que ve la vida como una basura y además lo acepta, y en lugar de pelear contra eso, termina dándole poca importancia. Ese día llegó de clases y estuvo pensando en las personas que le rodean y entre esas personas recordó algunas de ellas que son de la escuela: -Gael. Él y ella pelean porque le trata como si fuera una niña, pero después ella recordó que él le trata como una hermana pequeña realmente, puesto que crecieron juntos. -Pao. Ella y ella realmente no pelean, sin embargo, lo han llegado hacer en alguna ocasión. -¿Pam? ¡Ni en sus sueños! ellas nunca han discutido sobre nada y por el contrario, se han llevado bastante bien. Ella es una persona con la que se comprende realmente. -May. Ellas han llegado a pelear pero de manera burlona. Realmente la única ocasión que ella recuerda haber tenido una pelea como tal, fue un día que le perdió un sacapuntas y a los pocos minutos volvieron a ser amigas. -Su novio. Tiene una buena relación con él y no es común que lleguen a pelear o a tener algún momento tenso. Así que después de analizar todo esto, llegó a la

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La Testadura, una literatura de paso conclusión de que no pelea con la gente. No hay personas que le generen desagrado de manera física o por su timbre de voz, no hay nadie que genere en sí las ganas de dañarlo, rasguñarlo, jalarle el pelo o regurgitarle. Pero hay una persona con la que se da cuenta que desprecia mucho, que le dan ganas de golpearle la cabeza contra la pared, que la ve al espejo con ganas de decirle: ¡TE DETESTO! ¡ERES UN PEDAZO DE ESES!, ¡DEJA DE ACTUAR COMO SI NO TE IMPORTACE NADA DE LO QUE HACES! EN SERIO, ¡YA MÁTATE!, ¡NADA VALE LA PENA POR EL HECHO DE SER TÚ!, ¡MALDICIÓN! En ese momento su mente se aclaró y al fin encontró a la persona con la que siempre pelea, con la que siempre tiene desacuerdos y que odia con todo su corazón… ELLA MISMA.

Y aquí es donde comienza esta historia. Hemla es una persona detestable, tiene voz de idiota, su manera de caminar es estúpida; su forma retorcida y rara de ser no es normal. Tiene inseguridad y una manía por hacer dramas sin intención de hacerlos realmente. Tiene unos gustos muy jodidos y una forma de ser que, al momento de expresarse, la hacen parecer como una maldita retrasada. Sus formas tan lamentables de tratar a su familia, amigos y personas que le llegan ayudar con temas personales. Por otra parte, las relaciones (pareja) ¡están jodidas! Ella es capaz de conformarse con cualquier persona (independientemente del género de esta). Ella es creyente del wiccanismo. Es nacida de una familia mormona ¡sí! De esa gente que va a tu casa a tocar para tratar de salvar tu alma y que no saben res-

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La Testa Borracha petar las ideas de los demás. Ellos creen que un tal José Smith encontró unas piedras mágicas que traducen la biblia y está bien, lo respeto. También pertenece a una familia llena de gente hipócrita y egoísta que dice no serlo, cuando en el fondo ella sabe que no es así. Y habla de todos incluida ella. Esta muchacha tiene una adicción tremenda al ARIZONA, ya que como la bebida misma lo dice es “altamente adictiva” y no es broma. Ella tiene una colección de 22 latas vacías de estas bebidas. A ella también le gustaría dejar de comer al 100% carnes. Esta idea parte, no tanto por volverse una persona vegetariana, sino por el hecho de pensar en la poca higiene que conlleva el consumir carne. Por otra parte, usa maquillaje debido a que luce como un maldito desecho de perro en Chernóbil. Toda su apariencia física la odia y ¿Qué odia aún más? Su madre diciendo: “yo te dije que te cuidaras y que no comieras tantas porquerías por que ibas a engordar y te valió madres”, cuando la realidad es que el cuerpo de ella misma le importa un carajo. A ella le da igual su cuerpo, tener o no senos. Tener o no una cintura de avispa como la que los malditos medios de comunicación quieren que tengas y meten en sus estúpidas y despreciables cabecitas. Tener el “culo ideal” y duro como de roca, todo eso a ella le importa un carajo. Así que solo le sigue la corriente a su madre para que no terminen discutiendo, porque si ella le contará lo que realmente siente, ella le diría. – deja de decir pendejadas, ¿quieres? - es por eso que ella no puede expresarse con su propia madre (otro detalle por el cual la odia). La chica ya no es tan insegura por no tener la aprobación de los demás ya que por un momento fue

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La Testadura, una literatura de paso lo único que buscó, pero ahora le importa un comino. Lo que ahora ella busca es su propia aprobación, la cual no logra conseguir por nada del maldito mundo. Siempre trata de ver buenas cosas de ella para después terminar llorando a las 3 am escuchando música alternativa, mientras seca sus lágrimas con su gata (la cual, junto con su perra, piensa que son lo más valioso de su casa). En el transcurso de la madrugada, ella también recuerda que cuando tenía 6 años, vio cómo su amigo era humillado y como los demás se burlaban únicamente para lograr atraer la atención de una niña que le gustaba. También, se dio cuenta que su vida era una basura al igual que su familia (por ser unos hipócritas), mientras ella vomitaba a las 5 am. Se dio cuenta como ella generaba tanto drama y sentía frustración porque no sabía cómo controlarlo. Era domingo 10 de noviembre y ella se encontraba escuchando: Oh Ana – Mother Mother Devil town – Cavetown Wires – The neighbourdhood Body – Mother Mother Así, escuchando esas canciones ella se daba cuenta que la describían a la perfección. Hablan de: una ciudad que está jodida y en ella viven personas con problemas y una persona de todas ellas, es la más jodida. También habla de una persona que es atada por unos cables debido a que desea expresar libremente sus ideas. Y por último, una sobre una persona que odia su cuerpo, no porque su cuerpo no se vea lindo, sino porque simplemente se siente incómoda en ese cuerpo y lo odia con todas sus fuerzas. No hay respuestas que le complazcan, no hay días

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La Testa Borracha soleados para ella, no hay palabras aún que pueda sentir y, en sus pocas esperanzas, esperará algún día poder perdonarse. Deseret Villa, 14 años

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MONÓLOGO CON EL AMIGO IMAGINARIO EL MÁS BORRACHO DE TODOS ELLOS Por Mario Eduardo Ángeles ¡Salud, paisano! Je,je, ¡Qué andas haciendo? yo acabo de salir de esta cantina si así se le puede llamar a este cuchitril, ya me voy a mi casa, se acabó la fiesta, al menos que la quieras seguir, yo ya no tengo dinero, pero si tú pagas el cotorreo nos la seguimos; bueno, está bien, ya que insistes aquí tengo un guardadito; ya sabes también como son esas viejas locas de allá adentro, todo te lo quieren quitar, por eso yo me lo guardo acá; aunque me lo quería gastar con mi doñita, mañana, domingo, pero no le aunque, ya se la peló, nos lo pisteamos juntos, ni modo que qué, na’más no te me encimes tanto, no vayan a decir que somos jotos y a mí, que primero me comprueben lo contrario, ¿o cómo va la cosa?, algo así, ¿no?; creo que me torcí solito, ja, ja, ja; aste pa´llá que nos vamos a caer y todo el callejón está lleno de meados, y para acabarla de chingar, todos ajenos, ninguno mío, o de lo contrario, hasta yo solito me echaba un clavado; ‘ntons, ¿a dónde vamos? ¿cuál congal crees que esté abierto a estas horas?... Entonces pa’llá le caminamos, na’más apúrele, antes de que se nos baje la peda y nos salga más cara. Aquí entre nos, de compitas se lo digo, usted me cae re’bien, se ve macizote, en cambio yo, míreme, todo flaco, soy un guiñapo andando, ya no camino, floto, pero también soy a toda ley, jeje, no me vaya a salir usted quesque soy a toda ley, pero la “ley del monte”, ja, ja,

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La Testa Borracha ja, no, tan indio no soy, ojalá y lo fuera, esos indios sí que son ley; yo soy urbano, no, no me llamo así, digo que soy de la urbe, soy de estos arrabales, una cucaracha de ciudad, respiro aire contaminado con plomo, bebo agua con pesticidas, le debo a Elektra; hago días de campo con la familia en la alameda central, y eso es cuando celebramos algo, cuando no, cualquier jardín público es bueno; desayuno diario una buena dosis de amargura; en el trabajo, me dedico a hacer mantenimiento de morales destruidas, es decir, soy coach de alcohólicos anónimos; sí, así es; usted se ha de preguntar como es que una persona que al caminar rebota más que una maldición dicha a la gente fufurufa, o lo que es lo mismo, rebota más que una pelotita de pinball, a la que mientras toque algo hasta puntos le dan, pero cuando ya no hay nada de donde agarrarse pierde, y se cae de hocico, y se rompe toda su mamacita querida; bueno, pues la noticia es que sí, de eso trabajo, “los padrinos” me dan un varo por subirles la moral a sus ahijados; nada que dos o tres mentas no puedan hacer, digo, eso de hablarles de cerca siempre puede ser un problema, por el aliento, pero si las mentas no lo resuelven, ni modo, se llamaba “ahijado” jejeje; nunca me han cachado, no los padrinos, pero sí ya he perdido a varios ahijados. Bueno compa, aquí te quedas, ya llegamos a mi casa y aquí no puedes entrar porque está mi señora y no sé qué mañas tengas; disculpa, fue un error de cálculo, yo sé que íbamos a otro congal, pero con la charla, tan amena, me desvié y ni pedo, ahí te debo las putas para otra ocasión; ten, te doy para una charanda de aquí de la esquina y ahí muere, ya no te quiero ver. Cuando iba llegando a casa, por una extraña razón, caminé hacia la esquina y, bien obediente, pedí la charanda.

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ENTRE FRIJOLES Y ROMPOPE UNA TRISTE HISTORIA DE AMOR Por Mario Eduardo Ángeles Dos o tres tragos a la licorera y ya puedo empezar a escribir algo, nada interesante, eso es un hecho, todo directo a la papelera de reciclaje; licorera y media después, las palabras parecen organizarse a mi favor, fluyen, pero tengo que apurarme; después de un litro y un cuarto, la imágenes dejan de tener forma y aparecen distorsionadas en la pantalla; y sí se les ve por ahí, paseándose de incógnito, entre líneas, pero si se les descubre, echan a correr confundiéndose entre otros pedazos de imágenes, entre sombras o sobras y retazos, no importa, lo que importa es que lleguen a confundir al lector y pues no, eso yo lo veo muy mal, la verdad; así que mientras escriba con relativa claridad, escribo; pero no les puedo negar que ha habido ocasiones en que ya llevo dos litros de alcohol y sigo de necio, escupiendo palabras sin ton ni son, es más, qué digo escupiendo, vomitando pedazos de sujetos revueltos con predicados de trozos incompletos. Y toda esa asquerosidad queda regada por la pantalla de la computadora; un verbo por aquí, un objeto directo por allá, pisándole la cabeza a un circunstancial de algo por allá; viene mezclado el chocolate con el mezcal, los frijoles con la gelatina, la sal con el azúcar, los garambullos con el bacalao y las quesadillas con el rompope; el “anda pues” con el “corro de prisa”, el “amorcito mío” con el “ni lo intentes, que yo soy así”, el “ya me jodió” con el “como

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La Testa Borracha tú digas” y el “¿y si terminamos?” con el “ni madres, yo soy la que te dejo cabrón”.

UN WHISKY EN BLANCO Por Mario Eduardo Ángeles Me voy dando cuenta que cada vez me sirvo más llenos los vasos de whisky, siempre me pasa; al principio empiezo con cantidades que apenas me permiten remojarme los labios y termino sirviéndome los vasos llenos; como quiera, eso es bueno, no soy de los que se lamentan por su alcoholismo, no le tienen vergüenza a la realidad, no a mi propia realidad. El alcohol es un ser solidario siempre que tengo un gran dolor, una gran pena, siempre que hay algo que celebrar, algo que festejar o simplemente porque me da la gana y me quiero poner a pensar o a escribir, yo sé que no necesito estar alcoholizado para eso, pero lo prefiero, y tal vez no pienso ni escribo mejor, tampoco peor; es más, ni talento tengo; eso en sí mismo ya es un buen pretexto para ponerme ebrio. Muchas veces voy caminando por entre la página, dando tumbos de orilla a orilla, de margen a margen, sin decir nada, solo hablando solo, pero sin decir nada. Así mi vida, recorriendo las calles de la ciudad en blanco, de esquina a esquina, de cuadra a cuadra, de dirección a dirección; salpicándolas de incoherencias, escribiendo imaginaciones mías, imaginaciones que no tienen fondo ni forma, y que se niegan a hablar por sí solas, si solo son una hoja en blanco, eso dicen, eso alegan; yo las oigo, será la magia del whisky, será que por

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La Testadura, una literatura de paso eso las oigo, por el whisky; en fin, creo que otra vez ya estoy muy ebrio. Soy una persona que escribe solo para no olvidar, me gusta perder el tiempo haciendo cosas insulsas e insensatas; soy un ebrio incontrolable, drogo con mesura y sincero por pendejo. Con grandes ideas echadas a la basura, el autoestima sin pilas, con un cerebro que se exacerba a la primera provocación, difícil de contener y maleducado por gusto propio. Soy de hábil pensamiento, majadero de voz, bravucón de sentimientos y con tendencias suicidas; de acciones insospechadas, con escasos proyectos a futuro; soy una persona sin fe, y con esperanza en las cosas poco comunes. Tengo el ego desperdiciado, echado a perder y falto de fuerza...

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LEJOS DE CASA Por Paulina Romero Barrientos

I Se disuelve entre notas el concierto de Aranjuez y traduzco experiencias fluctuantes en un vino tinto que hasta hace unos instantes era ajeno a mis papilas gustativas, en un pueblo olvidado de Dios donde no conocen mi idioma, hortensia quebrada con lumbre cubierta que no sabía morir en el pregón ausente, era yo en el camino del impávido tiempo en que te quise y fui hasta el meridiano, tú no estás y yo me siento en medio de un planeta que no es mío, aquí la oscuridad no embriaga y sus cantos, poemas descalabrados en versos escasos, he bebido ya tres copas, lo único que queda claro de este sitio es que con la mano izquierda se bebe y con la derecha se saluda.

II Nombre de apóstol con onomástico nunca celebrado mientras vivas en altamar y yo espere en el muelle,

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La Testadura, una literatura de paso una Sagres me acompaña, dos, tres las que sean necesarias para igualar la cantidad de agua que los mares resguardan cuando tu barca se pierde, son botellas demasiado pequeñas, una no es suficiente, menos en la víspera de San Pedro cuando el pueblo está de fiesta y yo sola en la freguesía de madrugada, cerveza blanca, cuerpo medio, ligera, su amargor agradable a mi boca, los grados de alcohol no importan cuando el cielo y el mar se confunden al despuntar los primeros rayos del Sol, es lo único hermoso sin la efímera vida de la metrópoli.

III Aguardiente fundido en el café de olla, hervido en los inviernos de mi pueblo, se extraña la tierra, el jarrito de barro donde se evapora el cielo a medio nublado y Dios me habla sin mesura, pareciera el mejor de mis amigos, me miro y estoy muy lejos, es culpa tuya, no conozco a nadie, no hay alguien que intérprete mis sentidos, la política, el gobierno, la iglesia, tu figura frágil, tu calle y la escuálida puerta de tu casa que nadie abre, tengo días que no hablo con mi madre, gente bebe cerveza en las banquetas, un líquido vital de oro, malta y soles que sacia la sed pero no los recuerdos

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La Testa Borracha entrelazados en mi columna vertebral, en tu epidermis, después en la mía. Nació en Querétaro, ha sido correctora de estilo y editora de diversas revistas, plaquettes y periódicos. Tiene dos libros publicados: “Las Noches de Arabia” (2003) por el Fondo Editorial del Estado de Querétaro y “Mariposas en Formol” (2015) publicado por Editorial El Humo tras haber obtenido una Mención Honorífica en el 1er. Premio Nacional de Poesía El Espantapájaros 2014. Participa en los colectivos “La Testadura Literaria” y Alphalabra.

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PEDA DONDE NADA SE OYE (TRIBUTO PENDEJO A UN GRAN POETA) Por David Cruz Quise destapar una botella más, solo una, tal vez con [ello se me quitaría el mal sabor de mente Solo una más para calmar la demente mantra Mente que demanda que esta masa quede [inconsciente Sin ruidos y sin provocaciones de este “men” que [quiere Té Ni de ningún otro que me impida levantar mi botella [vehemente Desgarrar para siempre esta pulcritud incandescente Que el olvido desencadene lo que otros temen Temen y temen las grandes mentes Pero la mía no es grande, es ausente No quiero la presencia del moralista decente Si te vas a interponer desaparezco, entre el ente y lo [inerte Desgarra para siempre esta pulcritud incandescente Vaya gimoteo para un simple humano, que solo quiere [ahogar la botella de su cuerpo No te vayas, quédate y tráeme más fluido, Que mi botella vacía se encuentra en el desvarío Quiere beber más para llenar mi vacío Quiero llegar al fondo y verlo todo enturbiado y hendido Quiero pararme a reflexionar nada y brindar Empuñen sus botellas como en guerra, mueran las

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La Testa Borracha [copas vacías Quiero dormir mis labios con sueños, enturbiar mi voz [hasta decir todo lo no dicho “Men” ten de mi botella que la tuya ya no tiene licor, [esta es vida Recupera los ánimos de la guerra perdida, entumece el [cuerpo pero no la bebida Llora y grita, vomita y cuando te sientas mejor no dejes [de hacerlo Que el tiempo se está agotando y nuestras mentes [están acompañadas por la muerte Que tengo frío y miedo de no morir solo Y aún no encuentro el espacio para desfallecer Tengo la completa esperanza que de alguna manera [existan cantineros esperando del otro lado No quiero desperdiciar mi alma en dolores absurdos [del cuerpo Pronto todo terminará y solo habrá jaquecas Pronto tendré que volver a casa y perder la [concupiscencia Mientras que la cruda trate la demencia… Nunca pararé de beber. Sin embargo se han quemado mis recuerdos y mi [futuro está muerto He decidido claudicar para ir con doble a Silencio, sin ruidos y sin provocaciones éste “men” [estúpido quiere Té

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Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embrigaos.

Charles Baudelaire


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