2 minute read

Editorial

Que se haga la luz

El pasado martes 25 un grupo de profesores del instituto acudimos al teatro Valle Inclán a ver la obra 400 días sin luz, cuyo subtítulo es Cañada Real. Crónica de un barrio. En principio fue el mero compromiso el que nos llevó a acudir a esta pieza encargada por el Centro Dramático Nacional a Vanessa Espín y a Raquel Alarcón, autora y directora respectivamente de esta pieza que se está representando con una gran aceptación.

Advertisement

Y decimos compromiso porque en nuestro instituto trabajamos desde hace mucho con alumnado de la Cañada Real, que vienen en autobús en lo que llamamos la ruta, y cada año un grupo de nosotros acude a esta zona de Madrid para conocer su realidad y cotidianeidad, por lo menos para asomarnos a ella. Podemos decir con orgullo que contamos con compañeras y compañeros docentes muy implicados en este camino, en primera línea siempre en lo que se refiere a mejorar, actuar, transformar.

Conforme se iba desplegando ante nosotros el mecanismo dramático de la obra, ésta fue creciendo en profundidad hasta llegar, por momentos, a ser grandiosa, o así nos pareció. En la función trabajan desde actores profesionales hasta gente que conoce bien la realidad de este barrio, que por desgracia es un apartheid, porque viven en él. Realismo y teatro de urgencia, porque la situación lo reclama, pero sin renunciar a la belleza artística y a la magia que nos envuelve, al reconocimiento y ensoñación, a ese algo indefinible que en una ficción nos emociona y arrebata los sentidos.

Para eso está la cultura, para hacernos volar metafóricamente y para regresar del viaje espabilados, prestos a incorporar a nuestro acervo particular una nueva sensibilidad, un nuevo matiz, algo para comprender y actuar mejor, para que la repercusión de nuestros actos sea más favorable y beneficiosa. El día a día del alumnado de La Cañada, tengan o no luz, no es sencillo ni homologable con el de otros estudiantes y por eso suelen formar parte de un apartado específico en el instituto que llamamos Compensatoria. Compensatoria de compensar, de intentar que se llegue a la misma meta desde un punto de partida muy diferente, aunque eso es un objetivo extraordinariamente difícil -¡pero no imposible!- porque varias veces lo hemos logrado y en este número que tienes entre manos hay una entrevista con una querida alumna que desde Compensatoria pasó a PMAR y después a Bachillerato, y no será la primera ni la última en hacerlo.

Para conseguir la transformación que queremos es fundamental la colaboración de las familias, especialmente las de etnia gitana, que son la gran mayoría del alumnado que tenemos en Compensatoria en nuestro instituto. Colaboración en el sentido de comprender que sus hijos necesitan dar el paso de seguir estudiando al traspasar la barrera de los 16 años, de seguir formándose para integrarse con garantías en la sociedad de la que forman parte. Cada vez es mayor este convencimiento y estamos seguros de que en un futuro no lejano esta integración será cada vez más una realidad.

This article is from: