Suplemento Domingo La República 25072010

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La Revista de La República Domingo 25 de julio del 2010

10 años después

la marcha de los

cuatro suyos

Una gesta cívica y democrática que marcó el punto de quiebre de la dictadura fujimorista


CARLÍN

53%

de la población vivía por debajo de la línea de pobreza el año 2000, tras diez años de fujimorismo. Un dato estadístico que desmitifica a un régimen que aseguraba ser el más exitoso de nuestra historia.

Eduardo Stein El 21 de mayo del 2000 Eduardo Stein, diplomático guatemalteco y jefe de la misión de observación electoral de la OEA, anunció: “Si no hay cambio de fecha, no avalamos la segunda vuelta”. Poco después se retiró del país. Su actuación fue reconocida en diciembre de ese año –tras la caída del régimen– por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.“El Perú es un nuevo país y estoy honrado de haber contribuido con un pedazo de esa historia”, dijo entonces.

En la lucha La revista Domingo libró también la pelea por la democracia denunciando la ilegal reelección fujimorista y sus maniobras para conseguirlo.

Para llorar La pobrísima campaña de la selección blanquirroja para el mundial Japón-Corea 2002 fue otra gran decepción de la hinchada peruana. Un año para el olvido.


MENÚ

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ENTREVISTA. El historiador Nelson Manrique destaca la Marcha de los Cuatro Suyos como el catalizador que permitió la caída de la dictadura.

14 CULTURA. Cuando el arte denunció el autoritarismo y la violencia de un régimen. Las obras de un puñado de artistas que se comprometieron con la democracia.

18 MOVIDAS. Del Lava la Bandera al Muro de la Vergüenza. Los colectivos que tomaron calles y plazas públicas para expresar su condena al fraude electoral.

27 VLADITELE. Los canales que vendieron su línea editorial a Montesinos. Nunca antes los noticieros difundieron tanta información falsa. SUPLEMENTO ESPECIAL • Director Fundador: Gustavo Mohme Llona • Director: Gustavo Mohme Seminario • Subdirector: Carlos Castro Cruzado • Editor: Mario Munive Morales • Redactores: Raúl Mendoza, Ghiovani Hinojosa, María Isabel Gonzales, Karen Espejo, Cynthia Campos, Almudena Toral • Fotógrafos: Rocío Orellana, Eduardo Cavero • Coordinación: Maritza Montes Tello • Diagramación: Hernán Soto Padilla • Imagen digital: Víctor Becerra • Carlos Zapata Corrección: Juan Yangali Q.

UN DÍA PARA RECORDAR

T

ras la fraudulenta victoria de Alberto Fujimori en la primera vuelta de abril del año 2000, millares de peruanos empezaron a salir a las calles en todo el país. Querían expresar su rechazo a un régimen que consideraban ilegítimo. Pronto la protesta se convertiría en un estado de ánimo colectivo que atravesó el Perú de abajo hacia arriba y de un extremo a otro. Por primera vez involucraría a peruanos y peruanas que habían manifestado poco interés en la política. Unos lavaban banderas frente a la morada del gobernante corrupto, otros invitaban a la gente a descargar su indignación sobre un mural levantado frente a las sedes de esos poderes públicos que inspiraban vergüenza. Todos confluían en las calles ni bien escuchaban una convocatoria. En esos avatares, una iniciativa de Alejandro Toledo logró rápidamente el respaldo de esos hombres y mujeres de a pie que firmemente creían que sí era posible cambiar la historia: la Marcha de los Cuatro Suyos, escenificada el 26, 27 y 28 de julio del año 2000, lo demostró a plenitud. Fue un durísimo golpe a la dictadura. Sus días desde entonces estaban contados. Al cumplirse diez años de aquella gesta civil y democrática, La República la recuerda y reivindica en estas páginas como un ejemplo de resistencia y afirmación democrática. GUSTAVO MOHME LLONA ¡PRESENTE! 27 de julio del año 2000, 7.30 pm. Periodistas, directivos y trabajadores de este diario se desplazan por el jirón Camaná con destino al Paseo de los Héroes Navales. La República estuvo presente en el Mitin por la Democracia.

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rocío orellana

Entrevista Nelson Manrique

“El régimen quedóherido de muerte” 4•

Historiador, sociólogo y docente universitario, Nelson Manrique es un agudo analista de la vida nacional. En esta múltiple condición lo entrevistamos para evocar la Marcha de los Cuatro Suyos. Manrique sostiene aquí que esa gesta fue el catalizador más poderoso para la caída del fujimontesinismo y el surgimiento del gobierno transitorio, hechos que marcaron el inicio del decenio.


Por federico de cárdenas

A

unque no hablaron de quedarse en el poder mil años como el Tercer Reich, el fujimorismo pretendió gobernar por veinte años. ¿Qué falló? –El plan de Montesinos era por veinte años, efectivamente. Pero creo que sobrevaluaron el respaldo. Si hay un factor que se repite en el Perú a fines del decenio del 90, como ocurrió también a nivel de América Latina, fue la crisis económica. Y la corrupción es aceptada mientras hay capacidad de redistribución. No hay populismo sin ella, si no hay plata para entregar el tinglado se hunde. A medida que avanza la crisis van cayendo diversos regímenes populistas y corruptos. Caen o salen Collor de Mello en Brasil, Mahuad en Ecuador, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Menem en Argentina, etc. Fujimori tenía dos grandes activos: haber controlado la hiperinflación que dejó García y la derrota de Sendero. Como contraparte hubo una enorme corrupción –hay 7000 millones de dólares de la privatización de los que nadie da razón– y gravísimas violaciones de DDHH. Estas últimas acaso neutralizadas por el gran terror desatado por SL, que hace que amplios sectores de la sociedad peruana decidan mirar para otro lado debido al salvajismo de los actos terroristas. SL es causante del 54% de muertos de la violencia, de los cuales 75% tienen el quechua como lengua materna, y golpea a los más pobres y marginados de la sociedad. Fueron tan brutales que consiguieron la hazaña de convencer a la gente hasta hoy de que los DDHH son para todos menos para ellos. Por eso afirmo que la violación de DDHH no alcanzó la importancia de la repercusión de la crisis económica en la caída de Fujimori.

Bajo la bandera. 27 de julio del 2000. Este inmenso pabellón nacional fue paseado de un lado a otro por los miles de enfervorizados manifestantes que repletaron el Paseo de la República en el acto central de la Marcha de los Cuatro Suyos.

reelegido. La interpretación “auténtica” de la Constitución no iba a pasar con ese TC, y por eso los destituyen. En efecto, esa intervención descarada fue un punto de quiebre para mucha gente, en especial los jóvenes y los universitarios. Un detalle: la federación sanmarquina era fujimorista en ese momento, de modo que quienes se movilizan en masa son inicialmente los estudiantes de la PUCP y los de... ¡la Universidad de Lima! Eso demuestra que no fueron los sectores tradicionalmente politizados e identificados con la izquierda

Cuatro Suyos en marcha

–La Marcha de los Cuatros Suyos se organiza una vez consumado el fraude, cuando había un sentimiento nacional generalizado respecto a que Fujimori se había re-reelegido irregularmente. –El fraude se inicia antes, cuando el JNE anula las firmas reunidas para convocar al referéndum contra la re-reeleción. Si se revisan los vladivideos se ve que forma parte de un proyecto muy elaborado. Hay una reunión en noviembre de 1999 en que están Montesinos, los

Fue un sentimiento de indignación ética que se va a articular con la frustración provocada por la recesión. –Hay diferentes opiniones respecto a cuál de un conjunto de hechos marcó el comienzo del fin para la maquinaria de Fujimori y Montesinos. Para muchos fue la defenestración de los tres honestos magistrados del TC, que provocó una enorme indignación cívica que ganó las calles. –El modelo de Fujimori necesitaba tumbarse al TC. Para conseguir un nuevo periodo del gobierno cívico-militar que encabezaba sin tener que recurrir a un golpe de estado, necesitaba superar el escollo constitucional, pues no podía ser

los que lo hicieron. Fue un sentimiento de indignación ética que se va a articular con la frustración provocada por la recesión económica generada por la crisis. A esto habría que sumar una serie de conflictos a nivel de las regiones existentes en aquel momento, los que terminan convergiendo en la capital. Con la Marcha de los Cuatro Suyos sucedió algo parecido a lo que pasó con el paro nacional al gobierno militar de Morales Bermúdez, que una semana más tarde convocó a la Asamblea Constituyente. Fue un catalizador poderoso. •

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comandantes generales de las tres armas, Carlos Boloña y los hermanos Winter discutiendo en detalle cómo se va a hacer el fraude. Y allí se da la frase célebre de Montesinos diciendo que repartiendo alimentos a través de los comedores populares se tendrá un millón de votos seguros. Fue el periodo de la prensa amarilla, con los ataque innobles contra todo opositor, comenzando por Gustavo Mohme Llona; y de una TV degradada y abyecta. En esa misma reunión uno de los Winter dice que hay que dar a los


televidentes cualquier cosa menos cultura. Se cambia la dieta de los peruanos, incorporándole farándula, chismes y diversos psicosociales. –Pese a estas movidas había ese sentimiento de indignación en el país, que es el que va permitir articular la Marcha de los Cuatro Suyos, que puso a 250 mil personas en el Paseo de la República. –Así es. Y Alejandro Toledo tiene el gran mérito de ponerse a la cabeza de esta movilización. Claro, con él converge el descontento ciudadano, pero hay que reconocerle el rol histórico que cumplió. Siempre es necesario un liderazgo, y el suyo permitió aglutinar a diversas fuerzas cuya actuación de otro modo hubiera sido dispersa. El efecto que tuvo la marcha para la oposición fue importantísimo. Fue una enorme movilización, que ayudó a poner en evidencia que los mecanismos de control del régimen no daban para más. También hay que recordar que esto había sido preparado por una serie de actividades que no son las políticas tradicionales, pues los partidos carecían de las iniciativas que se necesitan para el momento. Estoy pensando en rituales cívicos como “Lava la bandera” de Gustavo Buntinx y Susana Torres, que son importantes cuando se trata de romper la cuestionada legitimidad de un gobierno que ocupa un espacio que simbólicamente es muy cargado y al que se desafía en el centro del poder, con grupos de ciudadanos lavando la bandera, manchada por la corrupción. –¿Y que ocurría del lado del fujimorismo? –En un primer momento, entre la cuestionada primera vuelta y la ya convocada segunda, Fujimori plantea ir a la elección, pues considera que va a ganar. Pero su

portante y jugó bien. Pero hay que recordar también que fue la OEA la que legitimó el autogolpe de 1992 al aprobar la idea del Instituto Libertad y Democracia para la elección de una Asamblea Constituyente, que permitió lavarle la cara a Fujimori en momentos en que era un apestado. Lo positivo de la participación de la OEA el 2000 es que ayuda a que se dé una transición pacífica, pues el grado de compromiso de las FFAA con Fujimori era tan grande que hacía temer a muchos que su caída generara una guerra civil. La mediación de la OEA facilitó una transición en calma y que resultó modélica. Pero no olvidemos la presión ciudadana.

Paniagua

Fujimori huye, pese a contar aún con el respaldo de un sector importante de las FFAA. Por lo demás, sus intentos de irse no pasan inadvertidos, y es Diego García Sayán –nunca se lo han perdonado– que había sido recientemente incorporado al Congreso quien denuncia a través de información que recoge en Nueva York que Fujimori está preparando una fuga.

Paniagua. Su grandeza consiste en haber sabido crear un espacio para una serie de iniciativas que, vistas en perspectiva, son admirables.

–¿Cómo ves el rol que tocó a Valentín Paniagua como cabeza del gobierno de transición? –Panigua era un político que no había tenido una trayectoria de alto perfil y que fue elegido porque era quien menos resistencias provocaba, pero termina siendo el hombre necesario para ese momento. Su grandeza consiste en haber sabido crear un espacio para una serie de iniciativas que, vistas en perspectiva, son admirables. Meter en prisión a un centenar de oficiales de las FFAA comprometidos con los latrocinios del régimen –12 de ellos del más alto comando–, proceder a la creación de la Comisión de la Verdad, permitir que se haga una transferencia ordenada y dentro de los plazos y todo ello en ocho meses es un logro enorme. Parte de la inteligencia de Paniagua consistió en rodearse de la mejor gente, a comenzar por Javier Pérez de Cuéllar para el premierato. Y lo ayudaba mucho su imagen de padre bueno: acogedor, ho-

Lo determinante no fue el video Kouri-Montesinos, sino la culminación de un conjunto de procesos que le quitaron toda legitimidad a Fujimori. estado mayor, comenzando por Montesinos, se opone, pues ya no se sienten tan seguros. Producida la re-reeleción, el golpe de gracia llega con el video Kouri– Montesinos, que ahora sabemos provino de una filtración alentada desde el propio gobierno. Pero cuando eso sucede ya el régimen estaba herido de muerte. Esa fue la herida que le dejó la marcha… y si no era el video iba a ser cualquier otro destape que no tardaría sino pocas semanas más. La legitimidad del gobierno estaba quebrada, y eso ayuda a entender por qué

Lo que trato de decir con esto es que no se trata del video Kouri-Montesinos, sino de la culminación de un conjunto de procesos que ya le habían quitado toda legitimidad a Fujimori. Su inteligencia consiste en lograr huir a Japón, y su gran estupidez viajar a Chile. –¿Consideras que fue de utilidad la instalación de la mesa de diálogo de la OEA, que comenzó a funcionar en esas semanas? –La mesa de la OEA puso fin a una situación ambigua. Tuvo un papel im-

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nesto, sencillo, que supo aglutinar lo más sano de la sociedad civil en su gobierno. –La gran pregunta –puramente teórica porque no se dio–, es ¿qué hubiera pasado si se quedaba? –Creo que no hubiera podido hacerlo sin desnaturalizar lo que representaba. Paniagua fue producto de una circunstancia crítica que supo administrar como nadie. Pero quedarse hubiera atentado contra la legitimidad en que se apoyaba, abriendo una serie de brechas que a la larga le hubieran impedido continuar.


gestas recuerdos

MAR DE GENTE. Miles de manifestantes vinieron del interior del país por su cuenta y riesgo. Ni siquiera la intimidación policial los destuvo.

lima era una

fiesta

27 de julio del año 2000. 250 mil peruanos confluyen en las calles para protestar contra el intento reeleccionista de Alberto Fujimori. Fue una jornada cívica sin precedentes y estuvo cargada de espontaneidad. Todos mostraban una bandera común: “¡Democracia sí, dictadura no!”. Por GHIOVANI HINOJOSA

-¡Peruanos! ¡Peruanos! ¿Juráis por Dios y por la Patria, por nuestros héroes y mártires, por nuestros ancianos y por nuestros niños; juráis por el pasado glorioso y por el futuro pacífico, grande, justo y democrático, que habremos de construir, luchar sin descanso hasta que la dictadura que asola nuestra tierra sea derribada? -¡Sí-ju-ro!

N

uestro país no había escuchado un grito tan fiero en muchos años. Tres sílabas arrolladoras que retumban a lo largo de la avenida Paseo de la República e, incluso, remueven los pétreos cimientos del Palacio de Justicia. Son las 9 y 45 de la noche, del 27 de julio del año 2000, y aproximadamente 250 mil peruanos tienen el brazo derecho levantado en señal de compromiso. Los corazones están erguidos. La voz de una niña suena límpida y ceremoniosa: “¿Juráis hacer todo esto para que en la Patria nuestra los niños volvamos a sonreír sin temor y los viejos, a llevar su ancianidad sin dolor?”. Las palabras salen de los labios de Lucía Arias Urízar, una limeña


La NIÑa deL JurameNto LucÍa arIas urÍZar fuiste el estandarte precoz de la lucha democrática, la catalizadora de nuestro compromiso cívico. ante ti miles de peruanos juramos preservar nuestra dignidad nacional y luchar por derrotar a la dictadura fujimorista. La noche del 27 de julio, cuando te dirigiste al país, tenías apenas 11 años, pero ya conocías el arte de la protesta. Junto con algunos compañeros de tu colegio Héctor de cárdenas, te habías batido en diversas marchas contra el régimen. Incluso dejaste de asistir a clases tres veces por semana. tus profesores te apoyaban: las calles podían darte una lección magistral de vida. Vivir junto al pueblo su justa rebelión. “cuando mi papá veía que sí regresaba, me dejaba ir a otras marchas”, cuentas como si se tratara de salir a jugar a la chapada. tu lógica infantil era simple: no veías a tu papá –el dirigente aprista fernando arias– porque estaba fuera de casa todo el día consiguiendo dinero, y tenía que hacerlo porque el gobierno fujimorista lo había retirado de su trabajo. “era la primera afectada por la dictadura”, puntualizas con razón. a pesar de esto, no dejaste de sentirte por momentos extraviada en un asunto de mayores. como cuando saliste por el palco de una habitación del Hotel sheraton ¿JurÁIs Por...? Lucía arias urízar (11) media hora antes de en el mitin por la democracia del Paseo de tu intervención el 27 de la república. arriba, diez años después. julio y viste los 250 mil manifestantes que te esperaban. “me quedé sin aire, se me fue la voz por completo. Pero me dieron agua y un poquito de pisco, y con eso se me pasó”, relatas. Igual, si no te volvía la voz, una amiga tuya, Lucía Wiener, tenía todo preparado para fajarse la bandera blanquirroja y encarar la situación por ti. “No importaba quién tomara el juramento, sino lo que representara”, precisas con sabiduría. desde entonces, sientes un compromiso con tu historia como peruana. No puedes desconectarte completamente de la realidad nacional porque una voz interna te recuerda que arriesgaste tu vida en las calles. Nos pides que no te estereotipemos: está bien, no duermes entre sábanas blanquirrojas ni atesoras una constitución empastada bajo tu cama. eres manager de una banda de rock que pronto girará por Latinoamérica, dependes del facebook y adoras a alejandro sanz. eres como los verdaderos héroes de toda historia: personas sencillas de gestas ilustres.

de once años que luce como atuendo para la ocasión una bandera rojiblanca. La masa responde sí a todas sus preguntas. está harta de la perversión de un dictador que amañó las elecciones generales y que, despreciando el sentir colectivo, quiere quedarse en el sillón presidencial por cinco años más. este es el momento cumbre del segundo día de la marcha de los cuatro suyos. durante el primero, el miércoles 26, miles de mujeres vestidas de negro en señal de luto por la muerte de la democracia colmaron la Plaza Bolognesi. Los manifestantes se aglutinan ahora en torno a un estrado levantado frente al Hotel sheraton, en el Paseo de los Héroes Navales. sobre él, respiran el mismo aire de lucha fernando Belaunde terry, Jorge del castillo, Luis castañeda Lossio, alberto andrade y, el organizador de la protesta, alejandro toledo. No es gratuito verlos juntos: en un país que se bate entre la democracia y la dictadura, no hay espacio para diferencias partidarias.

“¡Kausachum, democracia!”

desde las 6 de la tarde, delegaciones de universidades locales, de colegios particulares o de los barrios más pobres de Lima desfilan frente al estrado con pancartas y lemas combativos. La sociedad civil está en marcha. miles de peruanos salen por primera vez a las calles a protestar. amas de casa, estudiantes y artistas lideran esta gran jornada cívica. “La marcha era un estado de ánimo, una sensibilidad, no una directiva ni una organización”, precisa Álvaro Vargas Llosa en su libro “tiempos de resistencia”. Incluso, los niños se contagiaron de este espíritu de protesta. decenas de estudiantes de colegios como san felipe, La casa de cartón y Héctor de cárdenas corean consignas democráticas. uno de ellos, santiago Vera, tenía entonces 10 años y recuerda así su precoz participación: “mi viejo me puso sobre sus hombros, vi a la gente; era una cosa aluci-

nante. Niño y todo, me di cuenta de que todo el país se había paralizado”. Hoy santiago tiene 22 y es bachiller en filosofía. el desfile reveló la mezcolanza de país que somos: provincianos con atuendos multicolores que saludaban diciendo “¡Kausachum, democracia!” (¡Viva la democracia!), mujeres raspando ollas vacías que protestaban por el hambre de sus hijos, y jóvenes estudiantes que no se cansaban de repetir “chino vendepatria”. “esto es impresionante”, dijo por esos días el diputado mexicano Luis carlos Hernández, uno de los observadores internacionales que atrajo la jornada de resistencia. mientras esto ocurría en Lima, el epicentro de la marcha, en el interior del país se registraban protestas similares, es decir, masivas y pacíficas. ciudades como arequipa, Huaraz, Iquitos y Jaén se llenaron de ese espíritu de lucha.

Los cuatro suyos

el 27 de julio fue un día incaico. Los peruanos rescataron del pasado el sentido milenario de los tambos. Levantaron carpas para ofrecer descanso y alimento a los defensores de la democracia. estos tambos instalados en puntos estratégicos de la ciudad para recibir a los manifestantes llegados de provincias, fueron denominados contisuyo (oeste), chinchaysuyo (norte), antisuyo (este) y collasuyo (sur). Los protestantes se concentraron primero en estos lugares antes de enrumbar al mitin central de Paseo de la república. en el tambo contisuyo –ubicado en el Parque universitario– coincidieron los vecinos de cercado de Lima, Barrios altos, Breña, san Juan de Lurigancho, entre otros distritos, además de pobladores de cañete, chincha, concepción y cerro de Pasco. Portando una inmensa banderola con una ilustración incaica de alejandro toledo, los miembros del contisuyo destacaban por desplazarse al son de silbatos y cornetas.

comBatIVos. delegaciones de estudiantes, obreros y profesionales marcharon por cuatro horas.

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chinchaysuyo, por su lado, juntó en la Plaza dos de mayo a manifestantes de carabayllo, comas, Los olivos, callao, entre otros distritos, además de sindicalistas piuranos. Bastión de la cgtP, esta plaza fue también el enclave de los grupos socialistas. durante el recorrido por las calles de Lima los transeúntes los aplaudían y desde lo alto de los edificios les tiraron pica pica. al tambo antisuyo le correspondió la Plaza manco cápac, donde se aglutinaron vecinos de La Victoria, el agustino, santa anita, chosica, entre otros distritos, además de campesinos de Huancavelica. estos últimos se mostraban indignados porque su alcalde, federico salas, había aceptado ser primer ministro de alberto fujimori.

agLutINador de masas. alejandro toledo cerró esa noche histórica con un discurso. también se sumaron cerca de 300 policías jubilados y congresistas opositores como marcial ayaipoma, césar Zumaeta y Luis alva castro. collasuyo –ubicado en el Parque de la reserva– convocó a los habitantes de san Juan de miraflores, Barranco, chorrillos, miraflores, surquillo, entre otros distritos, además de pobladores de andahuaylas y cañete. una ocurrente manifestante no dudó en pasear a su perro peruano calato con dos carteles que decían: “Yo sí soy peruano” y “¡chino, retírate!”.

antes de dormir

“esta noche se inicia el rescate de la democracia, ¡justicia y dignidad para el pueblo peruano!”, afirma alejandro toledo. antes de él ya habían hablado fernando Belaunde terry, alberto andrade y susana Villarán. el discurso de toledo, al borde de la medianoche, clausura un día signado por la protesta espontánea. una fecha para recordarse de memoria. mientras la muchedumbre retorna a sus hogares o se acomoda en los tambos en son de vigilia, nadie se imagina que mañana el corazón de Lima arderá. solo queda cabeza para un meloso fraseo: “Y va a caer, y va a caer, la dictadura va a caer”.

350 manifestantes ayacuchanos no pudieron partir de Huamanga rumbo a Lima. “Nos detenían por cualquier motivo”, se quejó el jefe de la delegación. La intimidación policial se repitió en todo el país.

11 representantes de la sociedad civil dieron discursos esa noche, entre ellos el ex presidente fernando Belaunde terry, el decano del colegio de abogados de Lima, martín Belaunde, y susana Villarán en representación de las mujeres.

KoLumNa oKuPa un misterioso arrebato libertario Por rocÍo sILVa saNtIsteBaN

¡aquí, allá, el miedo se acabó!”, lo grité hasta desgañitarme durante los días que asistí a la marcha de los cuatro suyos: desde el primero que un grupo de mujeres nos vestimos completamente de negro y cargando velas y flores blancas anduvimos desde Lince hasta la Plaza dos de mayo. el segundo, cuyo final fue verdaderamente apoteósico al frente del sheraton, hasta el último, cuando me regresé a mi casa por temor a dejar a mi hija sola, y apenas se habían sucedido los tumultos frente a Palacio de Justicia, que luego supimos habían sido provocados por infiltrados. durante el 28 de julio del 2000, quienes regresábamos aturdidos de la marcha, no podíamos enterarnos de nada ante una prensa televisiva asquerosamente vendida a las vilezas del aparato montado por montesinos y fujimori. No lo sabíamos de cierto, pero lo sabíamos. Por ejemplo, los ahora reciclados claudia doig y Pablo cateriano eran la cara visible de américa televisión, canal 4, y repetían lo que el teleprompter les ordenaba bajo la batuta de los crousillat. Los periodistas de tV como cable canal de Noticias no se echaban por un plato de lentejas, sino por una casita en la playa o por su 4x4. La mermelada no era por supervivencia, sino por estatus. si no hubiera sido por canal N

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–Bernardo roca rey, gilberto Hume y Benjamín sevilla, entre otros– que verdaderamente se la jugó contra el gobierno, no nos hubiéramos enterado de los detalles de la muerte de los seis vigilantes del Banco de la Nación. esos años previos fueron los peores para el periodismo en el Perú: por eso no debemos olvidarlos ni olvidar a aquellos que se quedaron callados y que ahora pretenden pasar piola. en mi gremio literario, la verdad, también hubo muchos que se hicieron los muertitos y prefirieron mantener un perfil bajo, en algunos casos, literalmente por el sueldo de fin de mes. Pero no todos: hubo muchos que hasta salieron quiñados de la marcha. sin embargo, fueron los teatreros y artistas plásticos quienes tomaron las fuentes y las plazas para “lavar las banderas”. una efervescencia ética y estética se apoderaba de todos y, como comentaba el corresponsal de el País, francesc ralea, ese fue el momento en que en el Perú se cristalizó “un misterioso arrebato libertario que lleva a las naciones a grandes hazañas colectivas contra la opresión”.

N

o solo quienes estábamos contra el régimen pudimos tomar las calles con alegría, llenando la grisácea e invernal Lima de colores, sino que pudimos recuperar una capacidad de indignación adormilada por la corrupción cuyas dimensiones, durante esos días, aún ni imaginábamos. en ese entonces, cuando dictaba clases, solía repetir y escribir algunas palabras de friedich Hölderlin para azuzar a la gente: “Los pueblos se amodorran, pero el destino no deja que se duerman”. esos tres días fueron el resultado de esa Vara del destino que nos hinca entre las costillas cuando sucumbimos al amodorramiento moral colectivo. La Patria lo demandó: lo hicimos.


PROTESTA SABOTAJE

LA COLMENA. Esta avenida fue el epicentro del enfrentamiento entre policías y manifestantes. 5 mil efectivos policiales provocaron un caos sin precedentes.

UN DÍA DESPUÉS,

EL INFIERNO

28 de Julio del 2000. Edificios públicos incendiados, decenas de protestantes heridos y un humo gris que cubrió por horas el centro de la ciudad. Lima fue el escenario de una salvaje represión policial contra un contingente de manifestantes que pretendía llegar al Congreso. El Poder Judicial demostró nueve años después que la violencia fue provocada por el SIN. POR GHIOVANI HINOJOSA

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ue un día de contrastes: mientras Alberto Fujimori juraba por tercera vez como presidente en el Congreso, miles de manifestantes se asfixiaban con gases lacrimógenos a unas cuadras del palacio legislativo. Lima era una ciudad sitiada, el centro histórico estaba cubierto por un humo gris que daba cuenta de la fuerte represión policial. El 28 de julio, día culminante de la “Marcha de los Cuatro Suyos”, la jornada se inició de forma pacífica, pero acabó convertida en un festín de desmanes, incluido el incendio de la sede del Banco de la Nación. Allí murieron, atrapados por el fuego, seis vigilantes. Una década después, la verdad cae por su propio peso: el Servicio de In-

teligencia Nacional, controlado por Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori, ordenó estratégicamente el repliegue de las fuerzas policiales que custodiaban los edificios públicos. El plan incluía permitir que agentes infiltrados lanzaran bombas incendiarias contra estos locales. Les echarían la culpa a los marchantes y la protesta quedaría desacreditada.

La ciudad era fuego

El primer choque entre policías y manifestantes se registró, según los primeros reportes periodísticos, en el cruce entre el jirón Lampa y la avenida Emancipación. Pasadas las 9 de la mañana, un grupo de 3 mil personas, en promedio,

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recibió potentes chorros de agua desde uno de los vehículos policiales conocidos como “pinochitos”. Los manifestantes, portando carteles, pancartas y bombos, buscaban llegar al Palacio de Gobierno y el Congreso de la República. Querían hacerle sentir a Alberto Fujimori que su segunda reelección amañada enardecía al pueblo. Ante el ataque, los protestantes se defendieron con los carrizos que servían de soporte a sus pancartas. La represión fue desmesurada: cientos de bombas lacrimógenas fueron lanzadas directamente sobre sus cuerpos. Acto seguido, un cordón policial se desplegó a lo largo de Emancipación. Se ponía en marcha el plan oficial de protección


JUICIO CULPÓ A MONTESINOS El 27 de agosto del 2009, la Segunda Sala Anticorrupción condenó a Vladimiro Montesinos y a 11 ex jefes policiales por los desmanes provocados el 28 de Julio del 2000. Montesinos fue encontrado autor mediato del delito contra la seguridad pública e instigador del delito de peculado en agravio del Estado (por haber pagado a la empresa Copersas S.A., que financió el alojamiento de policías vestidos de civil en hostales del Centro de Lima el 28 de Julio). El juicio probó que durante la marcha se ordenó irresponsablemente replegar a los policías que vigilaban los edificios públicos. Así, se le impuso una pena de 10 años de cárcel y el pago de 3 millones de soles por reparación civil. Montesinos fue absuelto de las imputaciones de homicidio calificado y usurpación de funciones. Los condenados han presentado un recurso de nulidad, por lo que la Corte Suprema deberá resolver el caso en última instancia.

JNE. Testigos aseguran que agentes infiltrados provocaron los incendios. Policías se replegaron por dos horas, les dejaron el camino libre.

VIOLENCIA. Vigilantes fueron víctimas de hampones que incendiaron las entidades públicas. La República contribuyó con identificar a los infiltrados.

204 manifestantes heridos, 192 detenidos y 96 desaparecidos fue el saldo de la jornada del 28 de Julio, según la Defensoría del Pueblo.

12 toneladas de bombas lacrimógenas adquirió el gobierno fujimorista para reprimir los “Cuatro Suyos”. Las armas fueron compradas por tres millones de dólares sin licitación.

del centro de la ciudad conocido como “Tahuantinsuyo”. Entre el mediodía y las cuatro de la tarde, gavillas de vándalos lanzaron bombas incendiarias dentro del Palacio de Justicia y en el ex Ministerio de Educación (al costado del Parque Universitario), sede de varios juzgados civiles. Las llamas destruyeron parcialmente la Corte Suprema y dos juzgados penales; y, tres cuadras a la izquierda, el frontis y la primera planta del emblemático edificio de la avenida Abancay. Sin embargo, fue el siniestro del Banco de la Nación, en la cuadra 11 de la Colmena, el que concitó la mayor atención pública. No solo por los seis vigilantes que murieron asfixiados y quemados en el primer, segundo y cuarto piso del edificio, sino por el alto grado de destrucción que dejó el siniestro y que fue atribuido al estallido de un artefacto explosivo. También ardió en llamas parte del JNE ¿Cómo fue posible que esto ocurriera en una zona custodiada por, al menos, cinco mil policías? ¿Acaso el plan “Tahuantinsuyo” no dispuso vigilar los principales edificios públicos? Las respuestas las da un informe de la Defensoría del Pueblo presentado al Congreso en setiembre del 2000: “Entre las doce del mediodía y las dos de la tarde del 28 de Julio, se apreció escasa o ninguna presencia policial en los locales públicos que fueron objeto de actos vandálicos”. Esta desatención policial fue parte de una estrategia del SIN que el Poder Judicial ya juzgó (ver recuadro). El economista Óscar Ugarteche precisó en un artículo publicado por esos días un aspecto clave para entender el proceder de la dupla Fujimori-Montesinos. “Los archivos incendiados son los que eran más importantes para estudiar la corrupción del régimen y el involucramiento de Montesinos en el aparato de las drogas: el Archivo General de la República y los del Banco de la Nación, en este último todo lo referente •

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a deuda externa. El tercer archivo fue el Jurado Nacional de Elecciones, aquel donde sobraron un millón y medio de votos en abril (durante la primera vuelta) y donde hubo dos millones de firmas fraguadas para inscribir al candidato que dice tener al 50% de la población consigo”.

La violencia del SIN

“Hubo una práctica perversa de los servicios de contrainteligencia –usados normalmente en la guerra externa e interna– para desnaturalizar un movimiento de protesta”, explica Edmundo Cruz, periodista de investigación de La República. Él y el reportero Oscar Libón demostraron que 380 policías vestidos de civil se hospedaron en 8 hostales del Centro Histórico entre el 26 y el 28 de julio del 2000. Su reportaje, publicado el 14 de agosto del mismo año, reveló también que los gastos de alojamiento fueron pagados por Copersas S.A., una empresa de seguridad cuyo dueño era hermano del coronel en retiro Manuel Aivar Marca, brazo derecho de Vladimiro Montesinos. Una factura por más de mil soles expedida por el hostal La Estrella de Belén a nombre de Copersas confirmó el vínculo. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿fue una casualidad que los hostales en los que se alojaron los efectivos policiales coincidieran con los principales lugares incendiados? Al día siguiente de los desmanes, el sábado 29 de julio, el presidente Fujimori empezó a acusar. Dijo que la violencia había sido consecuencia de “una irresponsable criminal agitación que, aunque parezca increíble, ha provenido de quienes vienen reclamando, aquí y en el extranjero, diálogo democrático”. Habló con desprecio de la “famosa marcha”. Craso error: esa gesta popular, espontánea y autogestionada, precipitó la caída de su régimen. Demostró que el pueblo estaba harto de él.


Tránsfugas Vergüenzas

hijastros del fujimorismo La práctica no era nueva, pero el fujimorismo la inauguró en el Perú: consistía en comprar congresistas elegidos por otro partido y convertirlos en transformistas que cambiaban de camiseta sin rubor. Este diario fue el primero en llamarlos de la manera más certera: tránsfugas. Por raúl mendoza

E

l fujimorismo consiguió 52 escaños en las elecciones del año 2000, con fraude y todo. Era una mayoría relativa pero el oficialismo quería más, por si se necesitaba aprobar leyes contra viento y marea. Fue en ese contexto que Vladimiro Montesinos se dio al trabajo de convencer, por la razón o por la fuerza, a un grupo de parlamentarios electos que la historia peruana recordará siempre como “tránsfugas”. El jefe del SIN logró que más de una docena hipotecaran su voto por distintas razones: la mayoría por dinero, otros chantajeados por juicios y problemas que no querían ventilar, y unos pocos por simple acomodo utilitario. Fue un fenómeno que mezclaba a partes iguales desvergüenza, traición a los electores y corrupción. La disculpa más recurrente era que habían llegado al Congreso “a trabajar y no a hacer politiquería”, o también que se habían sumado al oficialismo “buscando asegurar la gobernabilidad del país”. Falsos y caraduras. Aquí algunos nombres recordables de ese grupo que avergonzó a la política nacional hace una década: Alberto Kouri, Antonio Palomo, Luis Cáceres Velásquez, Róger Cáceres Pérez, Eduardo Farah, Jorge Polack, José

Luis Elías, Ruby Rodríguez, José Luna, Edilberto Canales, Gregorio Ticona, Waldo Ríos, Juan Mendoza del Solar. Algunos de ellos tuvieron actitudes francamente indignas en la ceremonia de juramentación de sus cargos el 24 de julio de 2000, realizada con anticipación para evitar las protestas de la Marcha de los Cuatro Suyos. Todos recordamos cómo Luis Cáceres Velásquez recogió las monedas que le arrojaban adversarios de otras bancadas para devolvérselas con furia y alejarse cachaciento. O también al impresentable de su hijo Róger Cáceres Pérez haciendo un gesto obsceno a los parlamentarios opositores. Ese día Alberto Kouri o Jorge Polack estuvieron nerviosos a la hora de jurar, pero después se mostraron felices en la bancada oficialista. Los politólogos Carlos Iván Degregori y Carlos Meléndez señalan en el libro “El nacimiento de los otorongos” (IEP 2007) que “prácticamente todos (los tránsfugas) provenían de espacios no partidarios y por lo tanto la lealtad y coherencia política podía fácilmente subordinarse al pragmatismo de sus decisiones personales, inconsultas y autónomas”. Para los expertos, esta captación no hacía más sólida a la bancada de Perú 2000 –el nombre con que el fujimorismo participó en la elección– sino que el grupo de tránsfugas agudizó los enfrentamientos en el oficialismo. “La caída del régimen también se anunciaba desde adentro”, dicen. Finalmente fue esta práctica la que propició el final del fujimorato, herido ya por la presión popular patente en la Marcha de los Cuatro Suyos. Cuando el 14 de setiembre se hizo público el video Alber to Kouri-Vladimiro Montesinos el régimen supo que no podría resistir más. La población pudo ver en vivo y en directo que no había separación entre Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, el poder en la sombra. Eran dos caras de la misma moneda, uno trabajando para el otro. El régimen fujimorista también nos legó la figura del tránsfuga, una perla más en su extenso prontuario de perversión de la política.

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lamentable. Luis Cáceres Velásquez devuelve monedas que le arrojaron cuando juramentó en el Congreso. Fue el 24 de julio del año 2000.

VERGüENZA. Impresentables Alberto Kouri y Róger Cáceres Pérez.

CONDENADOS. Waldo Ríos y Antonio Palomo. Tránsfugas provincianos.


Por MARía isabel gonzales

U

coraje. 28 de Julio del 2000. Víctor Delfín muestra bomba lacrimógena que la policía le disparó al rostro en la calle Belén.

na tarde de junio de 1995 Víctor Delfín llegó a la puerta de Palacio de Justicia. No tenía pancartas ni banderas, ni siquiera un silbato, pero sí una firme intención de protestar. En el camino hasta el centro de Lima se repetía: “El Grupo Colina libre de polvo y paja”. Estaba indignado. Encontró a un grupo de gente que gritaba: “¡No a la amnistía para los asesinos de Cantuta! ¡No a la amnistía para los asesinos de Barrios Altos!”. Se coló entre ellos y sumó su voz. No imaginó que desde aquel día se convertiría en uno de los abanderados de la lucha por la democracia. Pero así fue. “Me buscaron unos jóvenes. Eran de diferentes universidades e institutos; Católica, Tolousse, San Marcos… Me pedían organizar una manifestación. Una donde las mentes creativas estén involucradas. Nos convertimos en el movimiento Todas las sangres, todas las artes”. Quién diría. Había dejado de ser el invitado a la protesta para convertirse en el organizador de una. Años más tarde, junto a Leslie Lee, Roxana Cuba y Lucho García, gestó el colectivo “La Resistencia”. Delfín asegura que nunca antes estuvo involucrado en política. Pero basta ver algo de su vasta obra para entender que ya había allí señas de protesta y de denuncia. La matanza de los periodistas en Uchuraccay, los abusos de los militares en el interior del país, Sendero sembrando el terror. Quizás fue esa indignación acumulada la que le hizo gritar: “¡cobardes!” a un grupo de policías durante la Marcha de los Cuatro Suyos. Le respondieron con una bomba lacrimógena. “Me dieron en la oreja, caí y sentí que la sangre me brotaba de la cabeza. Miré mis manos y estaban bien. Más que suficiente para seguir pintando”. Antes de que lo pusieran en una camilla un muchacho le sujetó la mano y le dijo: “señor Delfín, esto le han disparado estos desgraciados, guárdelo”. Le hizo caso. Aún lleva el cartucho como un trofeo de guerra.

Su vida

“Un artista no se gradúa de nada, lo único que te salva es si tienes algo de talento” Nació en Lobitos, Piura, y llegó a Lima en 1945 cuando apenas tenía 18 años y la capital era una ciudad para devorar. “Conversaciones en la Plaza San Martín con Sebastián Salazar Bondy, Scorza, Humare-

eduardo cavero

TESTIMONIO VíCTOR DELFÍN

“Marchar fue lo mejor que hice en la vida” A sus 83 años el pintor y escultor Víctor Delfín revive momentos de su lucha por la democracia. Fue integrante de los colectivos Todas las Sangres y La Resistencia. En el 2000 se sumó a la Marcha de los Cuatro Suyos. da. Ibas a una cantina y encontrabas a los periodistas más conocidos tomándose un trago, a los artistas, a los poetas. Romualdo, Carlos Germán Belli. Todos eran mis amigos, íntimos”. Y aunque el estímulo mental era grande las finanzas eran bajas. Debía salir del cuarto donde vivía dos días antes para que no lo botaran. Pero aún con esas penurias Delfín estaba decidido. El arte era su pasión. “El arte no es una carrera, hay que estar dispuesto a sufrir los tiempos en que no te llama nadie, en que no vendes ni un cuadro y el estómago te suena porque tienes hambre”. Esa convicción le hizo un nombre. En 1966, después de ser maestro y director de las Escuelas de Bellas Artes en Arequipa y Puno exhibió su primera serie de Retablos. Llegó la fama. Idas y venidas de Nueva York, Sao Paulo, Santo Domingo, Madrid, Buenos Aires, Santiago, México y Quito son algunos de los países donde se han mostrado sus cuadros y esculturas. Ahora ya no viaja por medio mundo. Le avisan de exposiciones, le proponen proyectos. Los analiza con calma desde su casa en Barranco. “Tomo las cosas con calma pero soy muy activo. Comienzo a pintar temprano y si me •

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dan ganas empiezo una escultura. Todo depende de cómo vaya el día”.

Su compromiso

“Todavía hacen falta muchas manifestaciones, imagínate haber trabajado tanto para que hoy estén Keiko y Raffo en el Congreso, qué tal raza”. Solo hay algo que para Delfín no puede esperar. “La lucha por la democracia, hay que defenderla a capa y espada”. Recuerda que para frenar sus ímpetus de manifestante, meses después de los Cuatro Suyos, le pusieron una bala en el bolsillo del saco. Fue durante un homenaje en el que unos desconocidos lo abrazaron efusivamente. “Fujimori aún no caía y me estaban amenazando. Si seguía protestando me iban a matar”. Así como conserva la bomba que le dispararon también guarda la bala. Le recuerdan que aún “falta una limpieza en nuestras instituciones”. “Desde las víctimas por la violencia interna hasta los muertos en el Banco de la Nación, todos esos sacrificios no pueden ser en vano. Creo que hay mucho por hacer pero siempre actuando dentro de la democracia, respetando los derechos humanos y sobre todo amando a nuestro país”.


artes plásticas compromiso

nuestra Historia

en una bandera La indignación frente las arbitrariedades del fujimorato llevó a un puñado de artistas a expresar su rechazo y a rescatar un símbolo, la bandera del Perú, que había sido secuestrado por aquellos que defendían un gobierno autoritario y excluyente. Sus obras son el reflejo de una época –marcaron a una generación que durante los noventa luchó por una democracia plena– y hoy siguen revelándonos claves de lo que somos como país y lo mucho que nos falta hacer.

Por María Isabel Gonzales

N

o siempre las protestas se dan en las calles. Diez años atrás un puñado de artistas expresaron su rechazo al régimen de Alberto Fujimori. Ya lo habían hecho antes contra la violencia terrorista y los abusos que las Fuerzas Armadas cometieron. Aquella vez necesitaban expresarse así por una razón sublime, diremos que sagrada: amor a la patria. Eso creen Eduardo Tokeshi y Susana Torres. Con sus diversas formas de presentar a la bandera reafirmaron su peruanidad en tiempos difíciles para todos. Tokeshi, considerado una de las figu-

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ras más importantes de las artes visuales contemporáneas en el Perú y en América Latina, trabajó desde 1985 una serie de banderas que en el 2001 conformaron la muestra “Los Signos Mesiánicos” donde aglutinó los momentos más oscuros de nuestra reciente historia. En 1995, Susana Torres, una artista autodidacta, visitaba mercados de Surquillo para comprar tela y armar doce banderas que luego integrarían su primera muestra individual: La Vandera. Pancho Guerra García, también artista plástico de la Católica, creía que era un mandato reflejar lo que sucedía a su alrededor. Y lo que se suponía era un símbolo de aliento, el polo del chorrillano


eDuarDo toKesHI

arcHIVoMIcroMuseo“alFonDoHaYsItIo”

(lima, 1960)

artIsta PlástIco “Frente al desarraigo muchas veces te aferras a un par de colores como un salvavidas”.

FarDos Y esteras.

en su obra, tokeshi toma a la bandera como un fardo para envolver a una de las tantas víctimas del terrorismo. le agrega un fondo de esteras que simboliza la vivienda de los migrantes campesinos a la ciudad costeña.

Violencia en el interior, migración y apagones en lima. uchuraccay en 1983, accomarca en 1985 y más tarde tarata en 1992. eduardo tokeshi, descendiente de japoneses y criado bajo costumbres orientales, sentía que era momento de marcar una pertenencia con el Perú. empezó a trabajar una serie de banderas hechas con fardos funerarios que reflejaban el terror de sendero luminoso, de sus masacres, de los desaparecidos por las Fuerzas armadas, de las matanzas y los coches bomba estallando en las calles. “cada uno tiene, ama y vive su propia idea de bandera, no sé si lavándola, lanzándose con ella al galope o sentándose sin ropa sobre un caballo, el amor en ese caso es un misterio. Para mí era una forma de reafirmarme como peruano”. Para tokeshi en el contexto que vivía el Perú era necesario que aparezcan imágenes y expresiones que hablen de la realidad y que a la vez conecten al artista y la sociedad con la patria. asegura que nadie hace arte por obligación sino por el placer de hacerlo y su caso no era diferente. era una coyuntura muy personal. su primera bandera envolvía un cuerpo sin nombre víctima de una guerra oscura. en la segunda un fondo de esteras, un marco blanco y rojo y en el medio un cuerpo envuelto en un fardo. símbolos de los desplazados que escapaban de la violencia en el interior para encontrar la paz en lima y que al final se encontraron marginados y a su suerte en los conos de la ciudad. Mientras hacía estas banderas tokeshi sentía que nuestra historia era una gran cortina de humo y hoy, veinte años después, cree que algunas cosas han mejorado pero aún se arrastran cosas del pasado. “Hace poco se me ocurrió la imagen de una próxima bandera, una bandera hecha de miles de naipes, algo así como un castillo inmenso y precioso pero siempre a punto de derrumbarse”, cierra tokeshi.

Palacios con la frase “te amo Perú”, lo convirtió en una señal apocalíptica: “temo lo peor”. Piero Quijano, conocido ilustrador y pintor de la coyuntura política y social en prensa, también dejó huella. con sus ilustraciones, en las que asegura no ve ningún mérito porque hacía su trabajo, contribuyó a denunciar desde la prensa escrita los exabruptos del régimen. Piero podía dibujar lo que nadie podía afirmar. Fujimori ladrón, manipulador, asesino y corrupto. es imposible dejar de mencionar a Fernando bryce, eduardo Villanes y ricardo Wiesse, quienes tampoco dudaron en hacer obras que reflejen un país en emergencia.

laVanDeras. arriba, primera bandera de susana torres. en vez del escudo coloca a la lavandera popular. abajo, la artista y otra de sus banderas, la primera de nuestra historia.

susana torres (lima, 1969) artIsta PlástIca “Hay más heroísmo en las cosas cotidianas y sencillas que en la parafernalia de un alto cargo”. en 1995 susana torres vivía en argentina. Por las noches encendía el televisor y veía los noticieros. “Guerra Perú-ecuador”, decían los titulares. ese año estaba preparando unos cuadros que tenían como tema las razas y la belleza. un tema recurrente en torres, quien siempre reflexiona sobre la identidad y el género. Pero la idea de que su familia estuviera lejos y a merced de un enfrentamiento la llevó a abandonar ese proyecto. Pensó en las consecuencias de una guerra. en todos los que se involucran. Desde el alto mando militar hasta quienes lavan los uniformes de los soldados. así nació la idea para la Vandera, su primer trabajo individual que además de darle grandes satisfacciones también ha sido la obra que más dolores de cabeza le ha causado. Fueron doce banderas in-

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tervenidas por ella misma. las cosió, las remendó y las bordó. se fue a la historia del Perú y buscó la bandera de san Martín. recurrió a las acuarelas que Pancho Fierro hizo de las lavanderas peruanas. Y juntó ambos elementos con un objetivo: “contar lo heroico de las pequeñas historias. Ver a la lavandera popular, de condiciones humildes haciendo algo por su patria, lavando. como ellas desde esa acción cotidiana construían un país”, dice susana. era su forma de involucrarse con lo que estaba pasando en el país. no se declara una iluminada, la idea de las banderas le llegó después de ver el trabajo de otros artistas como claudia coca, luis García zapatero y eduardo tokeshi. “todos ellos tenían ya una tradición de la bandera. Me molesta cuando relacionan solo mis banderas al movimiento que se gestó después –lava la bandera del colectivo sociedad civil–. eso fue un trabajo de todos porque ya veníamos trabajando en eso”.


PancHo Guerra García (lima,1965)

PIero QuIJano (lima, 1959)

artIsta PlástIco

“Pinté cosas relacionadas con lo que sucedía en el gobierno de Fujimori porque era un mandato moral”.

Jardín Horrible”, 1995, cuando Fujimori postula a la presidencia por segunda vez, incluyó una pieza que llamó “la pollada”. era un pollo carbonizado lleno de ketchup que aludía a la ley de amnistía para el Grupo colina. Y luego en el 97 cuando Perú jugaba por la clasificación al mundial de Francia 98 y el chorrillano Palacios se levantó el polo y mostró el logo: “te amo Perú”, Pancho no le creyó. “Para mí esos politos eran armados, era como decir, qué lindo es todo, en el Perú no ocurre nada. era un gol frente a Paraguay, chorri eres lo máximo, te amo Perú, y lo que hice fue un juego de palabras. Veía un país en crisis, miedo por todas partes y se me ocurrió la frase temo lo peor”. Plasmó la idea en una plancha de nordex –similar a la melamina– y la incluyó en su muestra Fútbol, Pasión y Multitudes. Y así como Pancho no duda en participar de lo que sucede en el país también se sumó a la Marcha de los cuatro suyos. ese día se fue el agua en su casa y no se pudo bañar. Pero después de un par de caídas y gases lacrimógenos pensó que nadie lo notaría.

eDuarDo caVero

a Pancho Guerra García no le gusta que lo encasillen. cuando egresó de la facultad de arte en 1992 se suponía que debía pintar expresionismo abstracto como los demás, pero él desistió. “era un estilo de pintura en que la gente podía representar cosas muy suyas. un mundo interior. Y lo respeto. Pero yo quería reflejar lo que pasaba a mi alrededor así que pinté microbuses”, dice. esas ganas de representar lo que sucede a su alrededor lo llevó siempre a incluir el escenario político en sus muestras. uno como el que representaba alberto Fujimori. “uno no podía desligarse de eso, pinté cosas relacionadas con el gobierno de Fujimori porque era un mandato moral y para mí eso no era forzar mi arte, no había contradicción. los artistas tenemos un canal que podemos usar para decir las cosas y ese era el momento de hacerlo”. así que en su primer individual, “lima

PIntor e IlustraDor

DIbuJos cHInos. arriba, Piero Quijano y sus ilustraciones entre los años 1997 y 2000. Derecha, Fujimori aferrándose al cargo de presidente.

aPocalíPtIco.

Pancho Guerra García en su taller de san Isidro. Muestra las piezas que trabajó en 1997. Guerra García optó por utilizar la tipografía del polo que usó el chorrillano Palacios y convertirlo en una frase de advertencia.

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el arte coMo DenuncIa PolítIca eDuarDo VIllanes

“en un dibujo podía decir lo que muchos periodistas sabían pero no podían confirmar” . entre los años 1997 y 2000, Piero colaboró con la república. según él era muy fácil demostrar su oposición al régimen pues el diario tenía la misma línea en la que creía. “estaba en contra del chino desde el autogolpe y mi trabajo reflejaba eso. cogía lo que estaba en el aire y lo llevaba al papel”. Piero no cree que sus ilustraciones de la época hayan tenido algo de meritorias. era su trabajo y era un privilegio. “con el dibujo podías decir muchas cosas que los redactores no. el dibujo se convirtió en un espacio libre para contar lo que uno pensaba y también para reflejar lo que la gente sentía”. entre las decenas de portadas que ilustró para Domingo, las columnas donde puso el dedo en la llaga o los dibujos que fueron parte de la república, hay un billete con la frase: “banco central de reserva del sIn”, otro en que el equipo de prensa de Fujimori infla un globo gigante y uno más donde Vladimiro Montesinos maneja la televisión detrás de una careta. un trabajo que sin duda llamó la atención de muchos peruanos.

(lima, 1967)

artIsta VIsual los restos totalmente carbonizados de los nueve estudiantes y un profesor de la universidad nacional enrique Guzmán y Valle “la cantuta”, 1992, fueron entregados a sus familiares en cajas de leche Gloria. Para mostrar su indignación el artista eduardo Villanes tomó como elemento principal dichas cajas en su muestra Gloria evaporada. un trabajo multidisplinario que incluía videos e instalaciones. allí denunció abiertamente la desaparición de civiles a manos del Grupo colina.

FernanDo brYce (lima, 1965)

artIsta PlástIco en 1999, Fernando bryce empezó su obra atlas Perú. una serie de 544 dibujos que empezaban con la rebelión aprista de trujillo en los años treinta y que terminaban con las imágenes del derrocamiento de la dictadura de FujimoriMontesinos. este trabajo es fruto de su interés por las imágenes que construyen un país en términos oficiales.

rIcarDo WIesse (lima, 1954)

PIntor la intervención del pintor ricardo Wiesse sobre un cerro de cieneguilla en 1995 fue sin lugar a dudas una obra polémica para su tiempo. Pintó con 10 kilos de pigmento rojo diez cantutas que recordaban las fosas de los nueve estudiantes y un profesor asesinados por el Grupo colina en 1992.

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protesta ciudadana

personas participaban cada viernes en los lavados de bandera, impulsados por el Colectivo Sociedad Civil. Fue la acción cívica de mayor repercusión en el Perú y el extranjero.

plazas de lucha

Por Karen Espejo

Lava la bandera

E

l viento soplaba cientos de banderas mojadas entre los jardines de la Plaza de Armas. La escena se repetía todos los viernes, pasara lo que pasara, entre mayo y noviembre del 2000. “Llevábamos bateas rojas y detergente Bolívar –en alusión al libertador– para invitar a la gente a lavar y colgar sus banderas frente a Palacio de Gobierno. Era un ritual que expresaba la necesidad de limpiar nuestra nación, totalmente envilecida por la dictadura”, explica Gustavo Buntinx, miembro del Colectivo Sociedad Civil (CSC), agrupación creadora de la intervención “Lava la bandera”.

La dictadura de Alberto Fujimori fue repudiada en las calles de Lima y también en ciudades del interior del país por miles de peruanos que estaban agrupados en una decena de colectivos civiles. Los integraban jóvenes universitarios, profesionales de los más diversos, mujeres que podían ser amas de casa, empleadas o incluso empresarias y adultos mayores para quienes la edad no fue un obstáculo; en juego estaba su condición de ciudadanos. Las únicas armas de estos peruanos durante aquellos días fueron banderas, pancartas y arengas en defensa de una democracia a punto de agonizar; aplastada por una mafia corrupta. Esos héroes anónimos de esta gesta fueron perseguidos, satanizados y golpeados con brutalidad. Y aún así volvían a las calles a expresar su protesta con firmeza e indignación y sin el menor asomo de violencia. 18 •

archivomicromuseo“alfondohaysitio”

ritual de limpieza. Cientos de


vergüenza. Ala izq: Nora Bonifaz, presidenta de la Asociación Manos Limpias, con la burrita Justiniana, símbolo de la lucha contra la corrupción. Abajo: El Muro de la Vergüenza, que el colectivo La Resistencia instalaba todos los miércoles en la Plaza San Martín. Más de cuatro mil personas llegaban en cada jornada para escribir o leer los mensajes del pueblo.

28 de Julio durante la Marcha de los Cuatro Suyos. El Lava la Bandera causó tal impacto e identificación que cuando Valentín Paniagua asumió la Presidencia en noviembre del 2000, recibió de manos del Colectivo Sociedad Civil (CSC) una bandera lavada, planchada y cosida, como símbolo de las heridas que cicatrizaban en el país. Las acciones del CSC (formado inicialmente por artistas e intelectuales) comenzaron el 9 de abril del 2000, cuando decidieron participar en la vigilia contra el fraude de la ONPE para re-reelegir a Fujimori. “Hicimos un entierro simbólico frente a Palacio de Justicia, con velas, cruces y un arreglo fúnebre con la palabra ONPE, que en un principio decía PEPON para despistar a la policía. En ese instante surgió una idea que parecía imposible y que, sin embargo, se hizo realidad. Los manifestantes improvisaron una colecta para comprar un ataúd real, alrededor del cual organizaron guardias de paródico honor”. Así lo recuerda Buntinx, cuyas manos fueron también responsables de empapelar las calles de Lima con unos afiches en los que se leía: “Cambio no cumbia”, “No al tecnofraude” y “Que no nos bailen más”, en rechazo a la manipulación que Fujimori ejercía sobre un vasto sector de la opinión pública.

La resistencia

Pero no fue tan sencillo. El viernes siguiente los esperaban policías del Batallón de Asalto. “Nos iban a llevar a la cárcel por enfrentarnos simbólicamente al régimen”, recuerda Buntinx, “pero de repente, un grupo de señoras de unos 60 años se paró delante de nosotros a cantar el himno nacional y a refregar banderas. Una reacción así, tan firme y desafiante, confundió a los guardias y evitó nuestra detención”. Desde esa jornada, a fines de mayo de aquel inolvidable año 2000, las muestras de apoyo a este ritual de protesta no cesarían hasta que el objetivo se cumpliera. Cuando la policía descolgaba los tendales, la gente colocaba las banderas húmedas sobre sus cuerpos formando un cordel humano; cuando la re-

presión cerraba la pileta, los vecinos traían agua en baldes para culminar la actividad; y cuando la banda militar de Palacio tocaba sones marciales, a fin de acallar los cánticos democráticos, el público seguía el ritmo de la música con el coro “Lava, lava, la bandera, limpia, limpia tu país”.   En poco tiempo, la identificación popular llevó a repetir esta ceremonia en casi todas las grandes ciudades del interior del país. Y por lo menos veinte comunidades de peruanos la replicaron en ciudades de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Nada parecía detenerlos. Ni las amenazas de muerte por teléfono, ni las calaveras arrojadas a las afueras de sus casas, ni la violencia desatada el •

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afiches. El Colectivo Sociedad Civil utilizó el mismo estilo de la música tropical peruana para empapelar las calles de Lima con afiches como este. El propósito era rechazar la manipulación que ejercía el régimen fujimorista, con acciones como “El baile del chino”.

Otra agrupación protagónica fue La Resistencia, creada por artistas, intelectuales  y universitarios. Su primera acción conjunta fue “El muro de la vergüenza”, una tela de 15 metros de largo por cuatro de alto, con fotos de ministros, congresistas, periodistas y empresarios escuderos del f ujim o n tesinismo. La intención de archivom icromuse o“alfond sus organizadores era convocar a los ohaysitio ” ciudadanos de a pie a escribir sus percepciones sobre los personajes que avalaron el fraude y la corrupción. Jamás imaginaron que cada día más de cuatro mil personas desfogarían públicamente su rabia contra la dictadura, con mensajes como “No al gobierno delincuente” o “Ellos han roto el Perú”. El muro de la vergüenza se replicó en el interior del país, así como en España y Chile. “Al comienzo hubo algo de temor, pocos querían escribir en público lo que pensaban. Pero luego se nos unió mucha gente, fue como librarlos de una mordaza. Prime-


Me gustan los estudiantes… El 4 de junio de 1998 un grupo de estudiantes marchamos contra la destitución de los magistrados del Tribunal Constitucional. La crueldad con que la policía nos atacó, nos llevó a realizar una segunda protesta. Fue el 11 de junio y participaron más de diez mil estudiantes de universidades públicas y privadas. Todos con las manos pintadas de blanco”. DIMITRI SENMACHE, magíster en ciencias políticas

Cuando se aprobó la re-reelección de Fujimori, realizamos actividades culturales a favor de la democracia en Comas, Chosica y San Juan de Lurigancho. Muchos de nuestros padres nos impulsaban a protestar y nos recomendaban llevar pañuelos con vinagre para protegernos de las bombas”. ANAHÍ DURAND , socióloga COLECTIVOAMAUTADELAUNMSM

Cada grupo universitario o colectivo social que surgió entonces buscaba una manera propia para expresar su malestar, indignación y rechazo al régimen. Pero el éxito radicó en que todos, por más diferencias que tuvieran, confluyeron contra un enemigo común: el gobierno opresor de Fujimori”. ALEJANDRA ALAYZA, socióloga EXDIRIGENTAESTUDIANTILDELAPUCP

DELACOORDINADORAESTUDIANTILPORLADEMOCRACIA

Mujeres por la democracia Los grupos de mujeres realizaron 26 plantones frente a Palacio de Justicia. Estaban conformados por integrantes de ONGs que trabajaban con los comedores populares y comités del vaso de leche. Entre estos estaba Mujeres por la Democracia, colectivo integrado, entre otras mujeres, por Susana Villarán, Mocha García Naranjo, Esther Moreno, Eliane Karp y Elsie Guerrero. También debemos destacar al Frente Amplio de Mujeres, creado para denunciar la esterilización forzosa que llevó a cabo el gobierno, pero que finalmente se involucró en la resistencia civil, según recuerda Diana Miloslavich, una de sus miembros.

Ágora Popular La Plaza San Martín fue el lugar donde confluía el Ágora Popular, un colectivo que representaba a quienes a diario, por la tarde y la noche, se reunían a discutir de política en las céntricas plazas de Lima. Muchas veces, estos debates derivaban en improvisadas marchas que recorrían los jirones de la Unión y Carabaya, pugnando así por ingresar a la Plaza de Armas, un objetivo que alcanzaron en no pocas ocasiones. ro nos instalamos en la Plaza San Martín, y tras la caída de Fujimori, nos trasladamos frente a Palacio de Justicia, para exigir la sanción de los corruptos”, explica Roxana Cuba, líder del colectivo. La Resistencia hizo honor a su nombre. Roxana recuerda las bombas lacrimógenas descendiendo desde lo alto de los edificios cercanos y la policía arremetiendo a varazos, empujones y patadas contra ellos. A toda costa, querían que se vayan. “Cuando eso pasaba, todos nos sentábamos en el piso con los brazos enlazados, retándolos a expulsarnos. Nunca pudieron”.   Otra de sus intervenciones consistió en desplegar cintas amarillas con la frase “Peligro, no pasar. Mafia trabajando”, alrededor de Palacio de Gobierno y el Con-

greso. La acción duraba los cinco minutos que los efectivos del Batallón de Asalto se distraían, pero era suficiente para tener una repercusión mediática aquí y en el extranjero. Este colectivo también escenificó el “Minuto de la resistencia”, una desesperada exigencia de democracia, mediante arengas, pancartas, desfiles en zancos y cualquier otro tipo de explosión creativa. Por lo general, este evento tenía lugar a lo largo del Parque Kennedy, en Miraflores. Y si bien era proyectada para breves minutos, la efusividad popular se extendía por horas.

Manos limpias

Cuando el régimen de Fujimori cayó ahogado en su ilegitimidad, surgieron

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otros colectivos que buscaron hacer una suerte de vigilancia ciudadana. Manos Limpias fue uno de ellos. “Viví cinco años en Cajamarca organizando rondas de mujeres campesinas, entonces decidí hacer lo mismo que hacíamos allá: pasear a los ladrones sobre el lomo de un animal. Me fui a Lurín y compré una burrita llamada Justiniana. Sentábamos a una persona enmascarada con el rostro de los mafiosos que conformaban la esfera fujimontesinista y salíamos a marchar arrojándole dinero. Era una forma de hacer que la gente no olvidara la corrupción”, cuenta Nora Bonifaz, presidenta de la asociación.   Dos veces intentaron matar al animal. “Cuando protestamos contra Luis Bedoya de Vivanco, el ex alcalde de Miraflores que recibió plata de Montesinos, un desconocido inyectó una sustancia a la burrita, provocándole desmayos. Y cuando fuimos al Callao, donde nadie se atrevía a protestar, Alex Kouri mandó a unos pandilleros con cuchillos para atacarla. Nosotros formamos un cordón de seguridad protegiéndola, porque ella representaba la imagen de la resistencia”. Manos Limpias también activó la intervención “Pon la basura en la basura”, imprimiendo los rostros de autoridades coludidas con la dictadura en bolsas de basura que luego eran arrojadas en las casas de dichos personajes. Su ingenio los llevó incluso a alquilar máquinas de humo blanco para simular “fumigaciones anticorrupción”, en edificios públicos controlados por funcionarios de muy mala reputación. La mayoría de colectivos se han desintegrado ya, pero todos, sin excepción, conservan las armas que les permitieron lograr la derrota cultural de la dictadura. Estamos seguros que, de ser necesario, los héroes anónimos de esta gesta volverán a empuñar nuevamente ese armamento, aquel que no era más que una mezcla de coraje, imaginación y solidaridad.


rocío orellana

Entrevista Gustavo Buntinx

“Para modificar la historia

había que mojarse”

Gustavo Buntinx integró el colectivo Sociedad Civil y fue creador del “Lava la bandera”, un ritual que empezó en la Plaza de Armas y que se repitió en plazas, en todo el Perú y en el mundo. Por maría isabel gonzales

¿

Por qué los artistas debían involucrarse en política? –Hay momentos en la historia en que uno debe reconocerse ante todo y sobre todo como ciudadano. Nosotros queríamos recuperar la ciudad para la ciudadanía. Nadie en esos momentos podía definirse como pintor, cineasta, videasta, todos éramos ciudadanos, despojados de nuestra ciudadanía, es decir, privados de aquello que era nuestra identidad primordial. Teníamos a Fujimori y Montesinos apropiándose de códigos culturales, emblemáticos de la posmodernidad popular, como la llamada música chicha o tecnocumbia. Rossy War cantándole happy birthday al tirano. Teníamos que responderle en sus propios términos desde el arte y la cultura de masas. –Fue un aporte decisivo... –Creo que fue importante el aporte de nuestras experiencias en el manejo de códigos y lenguajes simbólicos por provenir todos los que iniciamos estos movimientos de la escena artística. Teníamos el poder de transformar la conciencia llevando a la práctica lo que considerábamos urgente. Pero nuestra intención nunca fue entrar a la historia del arte, no queríamos ser encasillados como

artistas o activistas, eso era contraproducente para nuestro fin. Queríamos desprestigiar a Fujimori, derrocarlo culturalmente. –¿Cómo lo hicieron? –Para modificar la historia había que mojarse. En el sentido metafórico popular de que hay que saber poner el cuerpo pero además en un sentido literal, porque la acción más reconocida –entre las muchas que hubo– del colectivo que integré, Sociedad Civil, fue Lava la bandera, que implicaba un ritual de bautismo para la patria nueva que pretendíamos construir. –La bandera era un ícono venido a menos. –Las banderas habían sido apropiadas por los poderes más indignos. Habían dejado de representar el ideal que debían encarnar y nosotros lo que hicimos fue devolverle ese elemento de mística, de idealismo que un símbolo patrio debe tener. –¿Cómo concibieron la idea? –Llegó en una tormenta de ideas, así como llegamos a otras 365 ideas, de las cuales 20 o 12 llegaron a concretarse. Lo que sucedió fue que el colectivo Sociedad Civil no realizó obras, creó situaciones y eso fue decisivo. Esa era nuestra diferencia con las manifestaciones, que sí eran necesarias, pero nuestro •

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plus estaba en armar el escenario para que los ciudadanos se asumieran como los protagonistas de cada acción. Nosotros lavábamos las banderas pero también instábamos a lavar la bandera y, al poco tiempo de iniciar esta acción, ya casi no lavábamos, sino que organizábamos y tratábamos de controlar los actos represivos. –Hubo algún referente en el pasado? –Siempre ha existido una agenda política en el arte. En los años 60 ya había una cierta agitación artística pero que estaba más articulada a renovaciones y transformaciones del propio campo de las artes plásticas o visuales. En los 70, bajo el velasquismo, también se dieron propuestas como los festivales de arte total. Ya en el 79 de manera más autónoma se dio una versión autogestionaria de esos festivales llamada Contacta 79. Pero es recién a finales de 1999 que hay una politización radical del arte con la propuesta “Emergencia Artística”, proyecto que se da en paralelo a la Bienal de Lima, pero que a diferencia de esta era un acopio del arte que se comprometió con la reflexión crítica en un régimen como el de Fujimori y Montesinos. –Hábleme de las acciones individuales. –Hubo decenas de intervenciones particulares sobre el mismo tema. Cito a Eduardo Villanes, con su obra “Gloria Evaporada”, y Ricardo Wiesse con “Cantuta”, ambos denunciaban la desaparición de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta”. También estuvo Susana Torres con su muestra “La Vandera”, un juego ortográfico que es también plástico al incorporar a los estandartes que ella misma cosía reinterpretaciones de cuadros famosos de la lavandera popular. Luis García Zapatero trabajó un estandarte enorme, Claudia Coca con algunas especulaciones pictóricas, Eduardo Tokeshi con sus fardos banderas hasta la instalación en que Eduardo Llanos vincula la idea del estandarte con la de una lavandería. Y muchos otros más... –Dice que “Emergencia Artística” marcó un punto de quiebre, ¿por qué? –Recuperamos piezas que habían sido censuradas, como una instalación de Miguel García, incluimos a artífices que habían sido silenciados, como el Taller Perú Fábrica, además de ofrecer un insólito despliegue de iconografías donde se cuestionaba directamente al régimen por censurar la creatividad. También había allí una performance llamada “Crisis” donde Emilio Santisteban, entre muchas otras cosas, se proponía cambiar la conciencia ciudadana de los peruanos uno por uno. Se realizaba con la presencia de un solo espectador y duraba tres o cuatro minutos. Tenía como fondo musical “Poquita fe”, de José Feliciano y básicamente era el espectáculo de la contemplación dolida de la bandera del Perú en un cuarto oscuro.


CRóNICA

Testimonios

Por Raúl mendoza

T

odo empezó el día en que Alejandro Toledo se convenció de que no había forma de ganar la segunda vuelta de las elecciones del 2000. Y no porque le faltaran votos, sino porque el fraude estaba cantado: los canales de TV estaban comprados por el fujimorismo, no se podía auditar el software electoral, se ‘mecía’ a los observadores internacionales. Toledo decidió entonces no avalar con su presencia esa elección tramposa y a partir de ese momento su entorno buscó una forma de protesta que expresara el descontento contra un régimen ilegítimo. Ese fue el germen de la “Marcha de los Cuatro Suyos”. Una década después Carlos Bruce, coordinador general de la movilización, recuerda: “Una vez que Fujimori se reeligió como presidente, era claro que solo un movimiento mayoritario de masas podía debilitar ese régimen”. Un día, conversando con Javier Diez Canseco, surgió la idea del llamado a todas las fuerzas democráticas del país para una gran marcha hacia Lima. Así se empezó a coordinar con los partidos de la oposición, la CGTP y otros gremios, estudiantes y decenas de organizaciones nacionales. Una multitud de voluntades se echó a andar. Considerando que a Toledo le decían –le dicen– “el Cholo” y muchas veces en el fragor de los mítines lo nombraban “Pachacutec”, era obvio que el nombre de la marcha fuera Cuatro Suyos. El periodista Gustavo Gorriti, entonces asesor de Toledo e integrante de su entorno más cercano, cuenta que esto aportó a la movilización, porque “los mejores ejemplos de protestas que tienen éxito son aquellas con una fuerte carga simbólica”. Además la voluntad de combatir al régimen flotaba en el aire. Solo eso explica, según Gorriti, que tamaña movilización de gente “se armara en poco tiempo, con una energía febril”.

Pueblo en marcha

Desde Lima, Bruce y su grupo de trabajo se encargaron de organizar los tambos, la logística para las movilizaciones, la llegada de las delegaciones. Pero nada se hubiera hecho sin la voluntad de muchísima gente.

“Se me encargó la coordinación general y conté, entre otros, con la estrecha colaboración de Javier Morán –hoy secretario general institucional del APRA– y José Luis Risco de la CGTP”. Algunos cálculos señalan que unas 200 mil personas llegaron días antes de Fiestas Patrias a la capital. Miles no pudieron porque el gobierno impidió el paso de buses, paró marchas y cerró carreteras. El objetivo era hacerle sentir a Fujimori la protesta del país en la calle, marchar al Congreso el 28 de Julio para impedir o afectar la juramentación y, si esto fuera posible, conseguir que la dictadura se cayera. Antes, las movilizaciones de los días 26 y 27 fueron masivas, pacíficas, alentadoras: estaba la sociedad civil organizada, partidos políticos, gremios, estudiantes, ciudadanos comprometidos. “Realmente el 27 fue la gran marcha, el gran desfile. Pocas veces he visto una coalición tan intensa de gente”, dice Gorriti. Toledo y un grupo de colaboradores cercanos –Carlos Bruce, Gustavo Gorriti, Álvaro Vargas Llosa, Fernando Yovera y algunos más– dormían por esos días en el hotel Cesar’s. Allí se planeó la mayoría de acciones de la marcha. Hoy se sabe que muchos militares colaboraron con ella, entre ellos el general Roberto Chiabra, quien concibió un plan de acción para esos días –sobre todo el 28– cumplido solo en parte. Al hotel también llegaron las máscaras antigas que el empresario Marco Díaz compró en Estados Unidos y logró introducir por piezas en un cargamento de ropa al país. El periodista Fernando Yovera cuenta que los días previos al 28 armaron las máscaras en el ‘bunker’ toledista: “Eran unas 200 y las repartimos entre líderes nuestros y de otros partidos”. Álvaro Vargas Llosa ha contado que se planeó tomar la Plaza de Armas antes del 28 y permanecer hasta después de la toma de mando de Fujimori. Yovera rememora que iban a aprovechar una verbena organizada por la Municipalidad de Lima –Alberto Andrade era el alcalde– para que estudiantes, obreros y militantes tomaran la plaza al final de la fiesta y acamparan ahí. “Hasta se pensó traer un tráiler para estacionarlo en la plaza, bajarle las llantas y quedarse ahí por días. Pero no se movilizó suficiente gente”.

Jugaron un papel clave en la organización de la Marcha de los Cuatro Suyos. Se encargaron de la seguridad, de la logística; coordinaron la movilización de miles de personas. Carlos Bruce, Gustavo Gorriti, Fernando Yovera y Javier Morán recuerdan aquí cómo se concibió esta gesta y revelan episodios poco conocidos de esos tres días de protesta general. 22 •

UNA SOLA BANDERA. 28 de Julio del 2000. Alejandro Toledo, Carlos Bruce, Gustavo Gorriti y decenas de ciudadanos en improvisado mitin en la Plaza San Martín. Fue una dura confrontación entre democracia y dictadura.

Recuerdos de una

victor ia


una

a

eduardo cavero

vier Morán. Sobre este vandalismo extraño, Gustavo Gorriti reunió en los días siguientes material fílmico que demostraba una verdad gigante: cuando la marcha era pacífica la policía la dispersaba con gases, y cuando arremetían los vándalos la policía retrocedía y les dejaba el campo libre. Toledo deslindó el mismo día con esa violencia.

Evaluación y balance

Un día de lucha

Una vez concluida la multitudinaria marcha del 27, quedaba la jornada de lucha del 28 de Julio: había que marchar contra Fujimori y la dictadura. Muchos durmieron en la Plaza Grau o en el Paseo de los Héroes Navales. Toledo se quedó en el hotel Sheraton y de ahí salió con dirección al Congreso. Mientras tanto, la policía había puesto tres anillos de seguridad en el centro de Lima y estaba armada con una enorme cantidad de bombas lacrimógenas y vomitivas. Javier Morán, dirigente del APRA, cuenta que a las 8 de la mañana encabezó una de las primeras marchas “pero fuimos dispersados en jirón Lampa y después en Camaná”. Cerca de las 10 de la mañana, Toledo y un grupo de sus allegados decidieron marchar en el Paseo de los Héroes Navales. “Apenas empezamos a caminar fuimos seguidos por un grupo grande de gente que nos rodeó y fue creciendo. Pasamos por Lampa y avanzamos hacia el Parque Universitario. Ahí la policía disparó una andanada espesísima de

eduardo cavero

Diez años después. Gorriti en Jr. Lampa, donde marchó con Toledo y enfrentó la represión policíal.

ARTíFICES. Fernando Yovera y Javier Morán estuvieron en la primera fila de la movilización.

La noche del 28 de Julio se rumoreó que los organizadores iban a ser detenidos. Toledo, Bruce y Álvaro Vargas Llosa pasaron a la clandestinidad. En la madrugada Gorriti y Yovera recibieron en el César’s la visita de diplomáticos argentinos ofreciendo asilo para el “Cholo”. “Era parte de lo que quería el fujimorato para luego culparnos de las muertes y de haber huido”, explica Gorriti. Pero nadie se asiló y en los días siguientes confrontaron las acusaciones de terrorismo que agitaba el oficialismo. “Solo dos periodistas aceptaron entrevistarme: Jaime de Althaus y Beto Ortiz”, cuenta Bruce. El programa de Althaus también mostró el material preparado por Gorriti sobre el accionar policial respecto a los vándalos. Ahí el gobierno retrocedió en el empeño de criminalizar la protesta. Sin embargo, el 29 de julio del 2000 traería sorpresas. Ese día el gobierno decidió abandonar la avenida Brasil como tradicional escenario de la parada militar y hacerlo a puertas cerradas, dentro de las instalaciones del Pentagonito. “En ese momento las calles eran nuestras y al ceder ese espacio sabíamos que la dictadura estaba derrotada. Para decirlo con una frase antigua: llevaban el perdigón bajo el ala”, cuenta Gorriti. En efecto, la dictadura había sido herida y apenas mes y medio después, con el video KouriMontesinos, empezaría a derrumbarse. ¿Cuál es la reflexión diez años después? “Ahora sabemos de lo que era capaz el fujimontesinismo y, visto en perspectiva, arries-

Cuando la marcha era pacífica la Policía la dispersaba con gases, pero cuando venían los vándalos los dejaban actuar. gases. He estado en muchas marchas, pero nunca vi una densidad de gases como esa”, recuerda Gorriti. “La potencia de las bombas era impresionante. Ni con las máscaras era posible respirar”, confirma Carlos Bruce. Gorriti y Bruce marchaban al lado de Toledo y la máscara de este no funcionó. Tuvieron que retirarlo porque se ahogaba. Se ha dicho que infiltrados le quitaron los filtros a la máscara, pero puede que solo fuera un error de la organización. “La marcha se fue formando, dispersando, agrupando en varios sectores. Hicimos dos mítines en la Plaza San Martín, pero fuimos dispersados con

bombas lanzadas por policías desde el techo del Jurado Nacional de Elecciones”, cuenta Gorriti. En distintos momentos también estuvieron presentes líderes opositores como Jorge del Castillo, Carlos Ferrero, Gloria Helfer, Valentín Paniagua y Víctor Delfín. A las 2 de la tarde la policía tenía el control del centro de Lima, pero sorprendentemente a esa hora empezó el incendio del Banco de la Nación, con un saldo de seis muertos. “Había grupos de gente lumpen organizada para generar destrozos y desvirtuar la protesta. Actuaban de manera impune y sin ningún control de la Policía”, recuerda Ja•

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gamos mucho. Hubiera pensado que un régimen así no volvería a instalarse en el Perú, pero veo cómo se reciclan e intentan volver al poder. Hay que estar alertas”, dice Bruce. Según Gustavo Gorriti, con Toledo se creció como nación, se logró buenas cifras macroeconómicas, pero la lucha anticorrupción no fue todo lo buena que debió ser. “Lo que era una gran posibilidad terminó convertida en una realidad mediocre”. Dice más Gorriti: hoy con Alan García se ha retrocedido mucho en el aspecto democrático y otra vez, como en el año 90, nos ha puesto ante el peligro del resurgimiento autoritario.


rocío orellana

RECORDANDO. Pilar Ramírez, María Teresa Essenwanger, Carmen Polo y Teresa Piscoche posan con las fotografías de sus esposos difuntos.

tragedia víctimas y familias

Un dolor sin reparar El incendio provocado en el Banco de la Nación mató a seis hombres. A pesar de lo sonado del caso, sus seis mujeres y sus trece hijos aún esperan una reparación civil. Y un reconocimiento de su dolor honesto y alejado del populismo por parte de las esferas de poder. Por Almudena Toral

L

as seis historias empiezan más o menos por el mismo renglón. Un hombre que trabajaba como guardia de seguridad. Que salió de casa a las cinco y media de la mañana. Que le dio un beso a su esposa aún dormida. Que hizo planes de cena con su familia. Que no llegó a cenar. Que no volvió a casa nunca. “Yo me resistía a creer que él estuviera muerto”, dice Teresa Piscoche, viuda de uno de los fallecidos, Hugo Miranda

Suárez. Desde ese aciago día en que seis hombres murieron en las fauces de un fuego provocado –cuales marionetas en un ignominioso teatro de abuso de poder– y seis mujeres pasaron de la sorpresa al miedo, del miedo a la incredulidad y de la incredulidad a la negación de una realidad que luego les tocaría digerir… Ha llovido mucho. O muy poco, depende de qué lentes opinen. Hay unas que dicen que han pasado diez años, que el tiempo trae el olvido. Otras sin embargo cuentan de cómo Víctor López Asca nunca pudo

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construir una casa nueva o viajar a Europa; tampoco dejar la vigilancia para ser ebanista, un sueño que mascaba despacio en sus ratos libres. Cuentan también de la colección de corbatas que Guillermo Angulo Concha no pudo continuar. Y de cómo María Teresa Essenwanger ya no despertó ningún domingo con el sabroso olor a chicharrón proveniente de la cocina… Y de cómo desde que su esposo murió sólo ha recibido visitas oportunistas. Y visto papeles, préstamos, deudas, tasas de un juicio aún sin resolver.


Las víctimas Guillermo Manuel Angulo Concha Antonio Ludgardo Gonzales Dávalos Víctor Humberto López Asca Hugo Fernando Miranda Suárez Miguel Antonio Pariona Gonzales Pedro Alberto Valverde Baltazar

Las viudas Pilar Ramírez Elizabeth Gonzales María Teresa Essenwanger Teresa Piscoche Carmen Polo Ofelia Granda

El banco en llamas

Eran las once de la mañana del 28 de Julio de 2000 cuando la quinceañera Mayte López, hija de uno de los hoy difuntos, recibía una llamada de una de sus amigas. –”¿Tú no sabes que se está quemando el banco donde trabaja tu papá, verdad?” Prendieron el televisor. En Canal N, las llamaradas. En las líneas de teléfono, una conexión extinta o una voz que decía ‘está bien, ha sido evacuado’. “Veíamos cómo el banco se desmoronaba, toditito, sin saber que ellos estaban dentro”, recuerda la señora Essenwanger. Las horas transcurrieron largas, lentas, como si de cada minuto pendiera un veredicto que valía una vida. Rondaban las seis de la tarde cuando el primero se supo: Miguel Antonio Pariona. –”Mamá, mamá, si él ha muerto entonces mi papá también…”. Este muchacho de trece años, de nombre Víctor como su padre, no se equivocaría. Pero como la esperanza es terca y dicen, lo último que se pierde, cinco familias permanecieron ancladas a una televisión que ese día solo escupiría malas noticias. Los parientes de Guillermo Angulo, los más desafortunados, tuvieron que esperar tres días hasta que identificaron el cadáver, completamente carbonizado.

Un juicio pendiente

Carmen Polo, una mujer de tez oscura y cabellera negra y larga, viuda de Pariona, afirma convencida: “A mi esposo lo mataron”. En ese mismo tono de voz, sosegado pero firme, cuenta que ha llevado su dolor a los abogados porque quiere que a su esposo se le haga justicia, y que sus hijos puedan contar con algún sustento si a ella algún día le pasa algo. Actualmente reciben una pensión del Banco de la Nación (de 1600 soles si tienen hijos menores; de 700 soles si los hijos ya son mayores de 18 años; y en el caso de una de ellas, que era conviviente pero

no estaba casada con el fallecido, monto cero), y muchos creen por eso que ya han sido indemnizadas. “Pero lo que no entienden es que la plata que nos dio el banco les correspondía como trabajadores”, sostiene Essenwanger, añadiendo con tono amargo: “ahorita nadie tiene la culpa, se murieron porque les dio la gana”. Cinco viudas más esgrimen razones similares. Alrededor de julio del 2002 se pusieron seis demandas por indemnización por daños y perjuicios, cada una valorada en un millón de dólares. Wily Arbaisa, el abogado que lleva cuatro de los seis casos, afirma que “están por resolverse en cualquier momento”, aunque las viudas no son tan optimistas. Los casos de Elizabeth Dávalos y María Teresa Essenwanger fueron sentenciados y desestimados (se les negó la indemnización) en julio y agosto del 2009. El abogado apeló y ahora los casos se encuentran en la sala civil, esperando de nuevo. Los demás expedientes siguen aún en juez especializado y no han sido sentenciados. Incluso una de las viudas cuenta indignada que este mes, años des-

chas cosas. Me han dicho te vamos a apoyar, te vamos a dar esto, esto y esto… pero hasta ahora nada”, dice taciturno. Como a la de Santiago, a las puertas de las viudas han llegado a lo largo de los años diversos políticos prometiendo la luna y las estrellas. Ellas critican particularmente a Toledo. “En el mismo 2000 Toledo nos buscó para darnos el pésame, nos invitó a Palacio de Gobierno, pero todo lo que nos ofreció no lo cumplió”, dice la señora Polo. Cuenta cómo el estado, para compensar su pérdida, les ofreció una casa y un terreno en un arenal de Pachacutec, allí donde se encuentran los asentamientos humanos más precarios. “Creen que nos van a tapar el dolor con algo semejante, era un insulto para mí”, prosigue Polo. También, en momentos puntuales, les han ofrecido alimentos básicos por Navidad y les han prometido tanto indemnización como pago completo de la educación de sus hijos. Varias se sienten títeres con indigestión de promesas incumplidas. “Todos sacaron provecho políticamente de sus muertes”, se lamenta una de las viudas.

fuego. El Banco de la Nación, en el cruce de Avenida Nicolás de Piérola con Jirón Lampa, se incendió el 28 de julio de 2000.

Varias se sienten títeres con indigestión de promesas incumplidas. “Todos sacaron provecho políticamente de sus muertes”, se lamenta Polo. pués de lo sucedido, ha sido citada para que sus hijos se sometan a pruebas de ADN.

Un populismo que duele

Santiago Bravo era compañero de trabajo de los seis guardias que perecieron. Vio a algunos antes de morir, y por un azar que hasta hoy cuestiona, sobrevivió. Pero el incendio le dejó una tara que le ha impedido volver a trabajar: un pie prácticamente inutilizable. Que en vocabulario gubernamental significa una pensión de 448 soles. Nada de indemnización. “A mí me han pintado mu•

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Pero si algo les ha regalado este infortunio, que no hay plata ni oferta que compre ciertos desatinos, quizá sea una amistad inesperada, el tener en común un esposo del cual el último recuerdo es un beso a las cinco y media de la mañana. Una amistad que calienta cuando Ofelia atraviesa dificultades económicas. O cuando Pilar recae en esos cuatro años de depresión tras el día funesto, en los días de lágrimas en que no quería comer más, luchar más. Por un abrazo honrado. Por una indemnización que nunca llega.


testimonio aldo gil crisóstomo

“Jamás he sido de los que han agachado la cabeza”

L

o han apodado ‘pirata de la democracia’ y las suyas son una lengua sin pelos y una pluma sin tapujos. Tiene un ojo izquierdo pardo y optimista que durante el día trabaja por dos, con ahínco. Y un ojo derecho de resina que al caer la noche duerme abierto, vigilante. Así es él, como sus ojos de hoy. Infatigable. “No había tiempo de llorar. No había ganas de llorar. No había opciones de llorar”, dice recordando el momento en que una bomba lacrimógena embistió contra su cara el 28 de Julio del 2000. No permitió que le pusieran anestesia en el hospital hasta que no llegó uno de sus familiares: tal era el grado de desconfianza, el “miedo a que te desaparecieran”. Eran tiempos calientes, cargados de adrenalina, borrachos de premoniciones –un régimen camino del ataúd, el saber que algunos en pos de ese sueño caerían o saldrían mutilados–. El que aquel día salió a marchar era un ‘joven’ con puño en alto harto de las injusticias favoritas de una maquiavélica dictadura, el reflejo mismo de un pueblo que decidió no aguantar más. Y aunque Aldo nunca se imaginó entre las filas de desventurados, hoy habla de su minusvalía como si fuese un tatuaje de guerra que se luce con orgullo, un insólito premio al sacrificio. “Tuve el privilegio de dar una parte de mi vida en esta lucha”, asevera, “y después el privilegio de sentirme satisfecho porque no fue en vano la pelea”. No lloró cuando se vio sin ojo. No lloró cuando vio a su esposa verlo sin ojo. Lloró el día meses después en que Fujimori renunció al poder, al fin, desmoronándose la dictadura.

Nunca de rodillas

Después de permanecer una semana hospitalizado, donde se convirtió en una suerte de ‘símbolo de la marcha’, participó en una conferencia organizada en casa de Víctor Delfín y re-emprendió el activismo (por aquel entonces militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores). Pero fue en el silencio de su casa que supo, parche consigo, que había heredado la responsabilidad de dejar un testimonio tras lo sucedido aquellos días en las calles. Escribió un libro muy personal y deslenguado: “Lo mío de los Suyos”, un libro “hecho con la sangre caliente” al que en menos de cinco meses había puesto el último punto. Una frase se repite varias veces en el ejemplar: ‘Siempre de pie, nunca de rodillas’. Al año del impacto de bomba consiguió sustituir el parche por un ojo artificial hecho

rocíoorellana

Por Almudena Toral

Perdió un ojo el 28 de julio del 2000, el día más cruento de la Marcha de los Cuatro Suyos. Este ingeniero, activista, escritor, soñador y denunciante incorregible reflexiona diez años más tarde sobre el esfuerzo de una generación de inconformistas y sobre una lucha aún muy lejos de la meta. de implante de resina. Aunque la pérdida de visión le relegó a trabajo de oficina frenando su desarrollo profesional (antes del accidente ejercía como ingeniero mecánico en campo) y se le hace difícil caminar en zonas muy transitadas o de noche, Aldo es hoy una persona autónoma con una buena ristra de proyectos en despensa. Jamás ha sido, afirma, de los que agachan la cabeza.

La lucha continúa

Se quita las gafas y la tenue luz que entra por la ventana de su salón en Chorrillos revela dos grandes y profundas ojeras bajo las cuencas de sus ojos. Sus manos esperan cruzadas sobre el regazo. Tiene cincuenta y seis años pero su expresión facial, pronta a exaltarse, parece la de un chiquillo. “La Marcha de los Cuatro Suyos y lo que tenemos ahora es una continuidad, se han cambiado los actores pero el sistema sigue, la corrupción sigue…”, alega, enfatizando que la salida

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del fujimorismo fue una de las mayores alegrías de su vida, pero queda mucho trabajo por hacer. “¿Cuándo tendremos a un presidente que gobierne por su país y no por su bolsillo?”, se pregunta. Entre sus proyectos presentes están escribir otro libro para derrotar muchos de los íconos que se han formado alrededor de la figura de Fujimori y “ubicar un mundo posible”. Este pasa por seguir siendo un buen peleador de los derechos de los peruanos, un escritor que no se fatigue, un profesional con ética, un buen esposo y un mejor abuelo. Entre sus colecciones de libros viejos y tazas de desayuno (de los Beattles, de Sirenita y Poseidón), sus tesoros terrenales, recuerda cómo su nieta mayor dio sus primeros pasos un par de días después del hundimiento del fujimorismo. Crecieron en un Perú libre y así quiere él que continúe. Con ojos o sin ellos, siempre andará en la lucha.


MEDIOS CORRUPCIÓN

LA TELE ADICTA AL GOBIERNO POR CYNTHIA CAMPOS

Los canales de televisión de señal abierta apoyaron abiertamente el fraude electoral del año 2000. No podía ser de otra manera. Sus propietarios habían vendido a Vladimiro Montesinos la línea editorial de sus medios. El resultado fue un vasto operativo de manipulación política nunca antes visto en el país. Aquí una historia que es pertinente recordar ahora que herederos y defensores de esa misma mafia asoman desafiantes en la escena electoral. SIN-CRONIZADO. José Francisco Crousillat orgulloso de su creación “Laura en América”, aquel talk show infame que degradó la televisión. Crousillat era un “caserito” de Montesinos en la salita del SIN.

¡

Yo, Alberto Fujimori, sí juro! Con su emblemática y chillona voz, Fujimori pronunciaba la misma frase por tercera vez en diez años. En el apuro no se percató de que se había colocado al revés la banda presidencial. La urgencia de poder y las rechiflas de los congresistas de oposición lo llevaron a jurar sin esperar la solemne pregunta del juramento tradicional. Ni por Dios ni por la patria. Entró y juró nomás.


La imagen se repetía en millones de televisores a través de la señal de canal 7, el canal de todos los peruanos y –desde otra orilla– en Canal N, el canal de los peruanos que podían pagar televisión por cable hace diez años. Sin embargo, la diferencia era abismal. El grito “¡Democracia sí, dictadura no!” hacía temblar al Congreso, se colaba junto al gas lacrimógeno por el Hall de los Pasos Perdidos, llegaba hasta el Hemiciclo y de ahí a los propios oídos presidenciales. Para canal 7 era apenas un barullo soslayado. Para Canal N, en cambio, era el fragor de la lucha, la ‘pepa’ periodística, las ganas de informarlo todo. Eran las 10:55 de la mañana. El humo de las lacrimógenas no llegó hasta las pantallas de la televisión de señal abierta. Para Frecuencia Latina (Canal 2) esa era la hora del talk show de Cristina Saralegui y América Televisión (Canal 4) mostraba su mordaza más allá de lo evidente con gastados capítulos de los Thundercats. Para Panamericana Televisión (Canal 5) era la hora de los cuentos animados y ATV (Canal 9) lanzaba ‘abacho y becho’ por doquier con los melosos Teletubbies. En el 11, la serie Días felices llenaba la pantalla de nostalgia y en el 13 las televentas nos ofrecían hasta lo imposible. En el Perú no pasaba nada. Y si pasaba, todo era culpa de la oposición. La sospecha de que algo extremadamente turbio estaba ocurriendo se convirtió en certeza el 14 de septiembre: Que no informaran o que desinformaran no era una simple coincidencia. Detrás había un plan articulado para convertir a la pantalla chica en una pantalla dócil al régimen. Ese día se conoció el primer vladivideo. Alberto Kouri recibe dinero para cambiarse de bancada. El video, evidentemente, no fue propalado por la televisión de señal abierta. Los peruanos lo vimos atónitos a través de la pantalla de Canal N. La propia televisión, niña de los ojos del régimen, había terminado

LADY LAURA. El programa que presentó a los peruanos fue de los más inescrupulosos del mundo.

LOS QUE SE VENDIERON

Televisión tomada

José Francisco Crousillat vendió la línea de su canal por 619 mil dólares mensuales. En un video se le ve junto a José Enrique recibiendo 2 millones de dólares en efectivo. Ahora es un prófugo de la justicia. Ernesto Schutz lo hizo por 10 millones de dólares en efectivo, según consta en un vladivideo. Ahora es prófugo también. Julio Vera Abad cobró 100 mil dólares mensuales por sacar del aire el área de prensa de su canal. En un video se le ve recibiendo 50 mil de manos del ex asesor. Enfrentó una demanda por corrupción que, desgraciadamente, fue archivada. Los Winter aceptaron que firmaron un contrato por casi 3 millones de dólares para vender su línea informativa. Estuvieron en prisión y luego salieron pues se acogieron al beneficio de la colaboración eficaz.

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José Enrique ysu hijo Jose Francisco Crousillat recibiendo dinero de VMT.

por tumbarse a un gobierno. No solo congresistas, animadoras de televisión, personajes de la farándula, alcaldes, jueces y fiscales desfilaron por la ya conocida salita del SIN para entrevistarse con el ex asesor Vladimiro Montesinos. También lo hicieron, oh sorpresa, los dueños de los canales de televisión. Para Montesinos, manejar la TV de señal abierta significaba sacar el máximo provecho de un poderosísimo instrumento de manipulación política. Conocía los medios de comunicación, sabía los nombres de los programas, de sus conductores, conocía las cifras del rating. Echarse al cuarto poder en el bolsillo para amordazarlo era su mayor ambición. “Él conversaba sobre los contenidos de los noticieros con los dueños de los canales”, afirma el crítico de televisión Fernando Vivas. “Asumía que el entretenimiento era un arma que servía para pervertir a la población. Por ello pasaba mucho tiem-

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Ernesto Schutz y los diez millones de dólares que le dieron por su “canalazo”.

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JAIME DE ALTHAUS Conductor del programa La Hora N

“ÉRAMOS LA ÚNICA VENTANA DE LIBERTAD” –¿Canal N jugó un papel histórico en la época? –Sí, la verdad sentíamos que estábamos jugando un papel histórico muy importante, porque la televisión de señal abierta estaba cerrada y fuimos la única ventana de libertad cuando todos los demás medios estaban comprados por Montesinos. Fue una época apasionante desde el punto de vista periodístico. En el canal fue donde se reveló el primer vladivideo. Fue extraordinario. –Hubo contra usted alguna represalia gubernamental… –Claro, me inventaban cosas, que yo tenía una campaña de desprestigio contra los Winter, por ejemplo. También nos censuraron. No dejaron sobrevolar al helicóptero de Canal N el 28 de Julio. En otra ocasión quisieron amedrentarnos con una multa fortísima que

CLICK. Ilustración de Piero Quijano sobre el boom de talk show en la tele local y portada de Domingo que da cuenta de la manipulación mediática.

$ 100,000.00

Julio Vera Abad, de Canal 9, también “refilado” por Montesinos.

po con Laura Bozzo y francamente, no creo que por razones sentimentales. La televisión era una manera de dirigir la conciencia nacional”, agrega. La mañana del 28 de Julio fue solo un obsceno botón de muestra de una TV secuestrada por el régimen, pero no fue el único. Ya para el año 2000 la pantalla chica nos distraía de la recesión y la incertidumbre económica con programas que quedarán grabados en nuestras mentes como los grandes éxitos de la televisión basura en el Perú. El primer lugar en este indeseable ranking se lo lleva Laura Bozzo, la autoproclamada abogada de los pobres. “Desde los cómicos ambulantes hasta Magaly Medina, recuerda Eduardo Adrianzén, si no obedecieron al régimen, se acomodaron a él. Fernando Vivas sostiene al respecto: “El fenómeno Magaly nace en 1997. En realidad, ella nunca fue fujimorista, pero lo que hizo fue reprimir sus antipatías al régimen. Entonces, digamos, se acomodó a la TV. Desaprovechó la enorme tribuna y la influencia que tenía su programa”. Y es que, a decir del crítico, ya para el tercer quinquenio del gobierno fujimorista, Montesinos se convenció de que un factor clave para perpetuarse en el poder era controlar la línea editorial de los medios de comunicación. Montesinos aprovechó los problemas económicos o societarios que tenían los canales y la tendencia a la corrupción de ciertos propietarios. Allí tenemos por ejemplo a José Francisco y José Enrique Crousillat (Canal 4), Ernesto Schutz (Canal 5), Julio Vera Abad (Canal 9) y los Hnos. Samuel y Mendel Winter (Canal 2)”. Un atisbo de luz vendría aquella vez desde la antena fría de canal 11. “Creo que •

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iba a significar casi el cierre del canal. –¿No sintió miedo de las represalias? –Siempre hay un cierto temor, ¿no? Uno no sabe qué pueda pasar, pero de todos modos estábamos acostumbrados porque esa era la condición del ejercicio del periodismo en el Perú de esa época, de allí nos queda la sensación de que a uno lo siguen, lo están espiando o chuponeando hasta ahora (ríe). Lo que más sentíamos era indignación. Esa sensación de ahogo que estaba en todos lados. Decíamos, algo tiene que suceder. Y sucedió finalmente con el video Kouri-Montesinos. –¿No pensaron en cambiar el giro? –Jamás. Como fuere, al canal le iba bien. Hasta personas que no tenían televisión por cable –que por entonces era escasa– contrataron el servicio solo por tener acceso a una información propia e independiente.

hay dos cosas que a Montesinos se le escaparon de las manos: Toledo y, en la señal abierta, Canal 11, dice Fernando Vivas. Domingo Palermo, el dueño, era un hombre de confianza de Fujimori y entonces, digamos, que Montesinos no podía lograr mucho con él. Tiene un vladivideo, pero es de los pocos en que se nota que Montesinos no llega a nada, es más, hasta lo trata con cierta distancia, con cierto respeto. Ya hacia el final Palermo apostó por Toledo, pero antes de ese momento se oponía a Montesinos”, concluye Vivas. Adrianzén no piensa lo mismo. “Creo que Palermo fue parte de lo que el régimen necesitaba, o sea lo dejaron hacer una cierta cuota de oposición para luego poder decirnos que sí estábamos en democracia y que había libertad de prensa”, opina. Habría que hablar también de las herencias que nos dejó la época, dice. Habría que hablar de Nicolás Lúcar o de Mónica Delta y demás personajes que ahora intentan pasar como por agua tibia y salen a decir “yo no sabía”. “Si yo, que no era periodista, sabía o sospechaba las cosas que el régimen se traía entre manos, ¿cuánto más no podía saber un periodista? La herencia que nos dejó la época, la peor de todas, es esa idea de que con el tiempo se olvida todo”, sentencia Adrianzén. Pero ello no podía saberse aún ese día 28 de Julio. No podía saberse cuando solo un medio de comunicación, Canal N, informaba lo que otros ‘no veían’ y dividió su imagen, en un intento de informar completamente: a la izquierda, la bochornosa juramentación de Fujimori en el Congreso. A la derecha, Alejandro Toledo y Gustavo Gorriti avanzando con máscaras antigás en plena marcha. La pantalla partida. El Perú escindido.


Prensa de alquiler

El engaño

mediático

Entre los años 1997 y 2000 más de una decena de diarios se vendieron al régimen fujimontesinista. US$ 54 millones fueron pagados a sus propietarios para impulsar una campaña de desprestigio contra políticos y periodistas que obstruían el camino del dictador y su mafia. zada así por sus vínculos oficialistas), los cañones de tinta apuntaron contra ellos. Desde junio de 1997, aparecieron primeras planas, encartes y suplementos de hasta ocho páginas acusando de “traidores a la patria”, “corchos” y otros improperios a César Hildebrandt (por entonces director de Liberación), Manuel D’Ornellas (ex director de Expreso), , Fernando Rospigliosi, Edmundo Cruz y Ángel Páez (de la Unidad de Investigación de La República), así como a Gustavo Mohme Llona (fundador de este diario), entre otros firmes opositores de la corrupción. Surgió incluso en mayo de 1999 un pasquín llamado La Repúdica, creado principalmente para desacreditar a empleados de esta casa periodística. La ofensiva se inició cuando La República develó que los titulares difamatorios eran enviados por Augusto Bresani (asesor del Ejército) a José Olaya, por entonces director de El Chino, y a Rafael Documet, dueño de El Chato, a cambio de 180 mil dólares mensuales.

El spot de la infamia

Por Karen Espejo

Andrade cierra el pico y esconde la panza”, “Don Barriga amenaza despedir a miles si llega al poder”, “¡Cataplum! se cayó el chancho Andrade!”. Titulares como estos decoraban las portadas de más de una decena de diarios, colgados en un quiosco cualquiera, un día cualquiera del año 1998. Eran épocas en que la prensa amarilla adquiría tonalidades naranja, salpicadas de tinta y dinero del régimen fujimontesinista. Los textos llegaban en sobres o por fax, desde las salitas del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), hasta las redacciones de El Chino, El Mañanero, La Chuchi, El Tío, El Chato, La Yuca, El Diario Más, La Reforma, Conclusión, La Razón, Expreso, El Men, entre otros periódicos comprados por el gobierno para esta sucia guerra psicológica. Presupuesto había de sobra: el SIN tenía destinados US$ 54 millones para financiar

la campaña de desprestigio mediático contra todos los competidores de Alberto Fujimori, quien postularía por tercera vez a la presidencia. Por eso, cuando Andrade cayó en las encuestas, en setiembre de 1999, los insultos y difamaciones apuntaron al segundo favorito: Luis Castañeda Lossio. Esta vez los tabloides colmarían las esquinas con portadas como “Nerviosón Castañeda cerrará comedores. Quiere matar de hambre a los pobres” y “Castañeda no pudo con la Caja del Pescador, menos podrá con el país”. El dictador quería el camino libre, y a pocos meses de su re-reelección, los pasquines comenzaron a ensalzar al gobierno, las Fuerzas Armadas y a Vladimiro Montesinos, ex jefe del SIN.

Prensa vs. Prensa

Cuando los periodistas independientes investigaron al régimen y revelaron los hilos que movían a esta prensa naranja (rebauti-

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PRENSA CHICHA. Durante cuatro años, una docena de tabloides publicaron portadas atacando a políticos y periodistas que se oponían a la dictadura. A cambio, recibieron miles de dólares del régimen fujimontesinista.

Sin embargo, el cordón umbilical y las fuentes de financiamiento, que unían a los periódicos comprados por el régimen, se hizo más visible con el spot televisivo presentado por ocho tabloides en noviembre del 99’, cinco meses antes de las elecciones presidenciales. “Andrade nos dice mentirosos, él es más mentiroso; Gustavo Mohme y La República nos critican como un exceso de la libertad de expresión, ellos cometen más excesos”, decía una voz en off que representaba a El Chino, El Tío, El Mañanero, La Chuchi, El Chato, El Men, El Diario Más y Conclusión. Y fue basándose en esa libertad de difamación que la prensa chicha continuó con su campaña de demolición política en el 2000, esta vez contra Alejandro Toledo, pero sin el éxito obtenido con Andrade y Castañeda. “Era demasiado tarde, Toledo ya había encarnado el repudio que el pueblo sentía contra el régimen y no pudieron disminuir su popularidad”, explica el periodista Fernando Rospigliosi, para quien esta prensa ni siquiera debía considerarse amarilla, por haber estado confeccionada de mentiras y al servicio de un gobierno corrupto.


PERIODISMO GRÁFICO

LA BATALLA DE LOS REPORTEROS Cuatro de los reporteros gráficos que cubrieron las movilizaciones ciudadanas del año 2000 recuerdan sus peripecias en las calles de una ciudad en cotidiana ebullición. VIRGILIO GRAJEDA. (Reportero de La República). Recuerdo mucho una imagen: una camioneta que llevaba entre sus pasajeros gente disfrazada. Sí, disfrazada. Estaban vestidos de obreros, de trabajadores de construcción civil, de estudiantes… Venían por el Parque Universitario y ya a esa altura un grupo se fue al Banco de la Nación y otro al ex Ministerio de Educación. La prensa sufrió muchas agresiones. A mí me quitaron todo mi equipo fotográfico. Los policías venían ‘en mancha’ a agredir a la prensa. Yo tuve que pelear con ellos hasta el final y fue así como logré recuperar mis fotos. Otros colegas no tuvieron la misma suerte. FIDEL CARRILLO (Reportero de France Press | Liberación, año 2000). Yo fui uno de los que terminaron masacrados por la turba. Estábamos desde muy temprano en el Hotel Maury, que fue nuestra base de operaciones. Desde allí me avisaron que se estaba incendiando el ex ministerio de Educación. Salí corriendo a cubrir. Eso fue antes incluso del incendio del Banco de la Nación. En eso estaba cuando empecé a sentir empujones de todos lados. Luego tenía a todo un grupo que me golpeaba a palos y hasta orina me lanzaron, salí con la cabeza rota. Rompieron mi máscara antigás. Lo único que hice fue abrazar mi cámara. Fue un caos. Ya por mediación de otros colegas dejaron de golpearme. Luego volví a mis labores y logré sacar fotos también del incendio en el Banco de la Nación y de los vigilantes heridos. MIGUEL BELLIDO. (Reportero de La República, año 2000). Todo empezó muy temprano y la marcha era pacífica. Ya con el Te Deum, entre las 8:30 y las 9 am empezaron las primeras manifestaciones. Parecía que iba a ser un día de protesta pacífica. Hasta que comenzó la represión. Hubo muchos infiltrados. Algunos de ellos me dijeron que me iban a matar si yo sacaba fotos. Sabías que eran infiltrados porque estaban encapuchados. Luego toda la Av. Abancay se convirtió en humo y ya ni sabías dónde estabas. Un día antes, el 27, recuerdo mucho una foto panorámica del mitin de Toledo frente al hotel Sheraton. Un cartel resumía todo lo que la multitud pedía a gritos: Democracia. JHONY LAURENTE. (Reportero de La República, año 2000). Fue todo un caos. Ese día estuve cubriendo la Av. Abancay y también el mitin realizado en el Paseo de la República. Recuerdo mucho cuando los estudiantes universitarios de San Marcos, Católica, La Cantuta y otras universidades llenaron casi todo el Paseo de los Héroes Navales. Entonces yo me subí a un piso del Hotel Sheraton para tomar la panorámica que luego fue la portada del diario. Toda la gente de prensa sufrió atropellos. A mí, por ejemplo, me rompieron el flash y un lente de mi cámara. Eran infiltrados. Gente de porte militar y eran los únicos interesados en provocar desorden. Más de un colega resultó maltratado.

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El perÚ No es este tu país porque conozcas sus linderos, ni por el idioma común, ni por los nombres de los muertos. Es este tu país porque si tuvieras que hacerlo, lo elegirías de nuevo para construir aquí todos tus sueños. Marco Martos

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