Sergio Blanco

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Es veloz, elocuente, profundo, brillante, divertido, agudo, romántico, educado, crítico y contestatario. Vive en París, pero es raro que pase más de 15 días sin armar una valija. Suele trabajar en los departamentos de teatrología de diversas universidades en todo lo que refiere a la dramaturgia, en forma de seminarios, cursos o cátedras. Hace unos meses fue designado director de Crossing Stages, un proyecto que reúne a siete de los departamentos universitarios de artes escénicas más importantes de Europa y que incluye España, Francia, Italia, Turquía, Portugal, Serbia y Grecia. “Es un trabajo que está ocupando mis días y mis noches; todos los días me voy a dormir a las 7 de la tarde porque estoy trabajado con horarios de Europa y cuando acá son las 3 de la madrugada salgo en teleconferencia en alguna actividad en Europa”, dice. A la par, trabaja en zonas periféricas de París, donde lleva adelante un proyecto de desarrollo de talleres artísticos en liceos de zonas de gran dificultad. Y escribe. Lleva escritas 12 obras de teatro, algunas de las cuales fueron traducidas al francés, griego, portugués e italiano y estrenadas en diversos países. Una mañana de julio, caminamos un par de cuadras juntos por la rambla, en dirección a la cafetería de la librería Yenny. Sergio propone sentarnos en el espacio del fondo, en el que hay un pequeño living rodeado por la biblioteca infantil. Conversamos al azar sobre Estambul, Beit Lehem, Ramallah, Jerusalén, Ammán y Damasco. Hablamos de algunos conflictos, del mundo militar y de la figura de la madre

en los conflictos de Medio Oriente, así como en las cárceles y en las imponentes esculturas de arañas de Louise Bourgeois. La moza, muy joven, tiene un tatuaje con forma de estrella en la parte interna de la muñeca. Blanco repara en él y la interroga acerca del dolor de tatuarse en esa zona. “Duele normal”, dice la moza. Blanco retoma: “Si tuviera 20 años me haría tanto tatuaje… Eso es una cosa por la que me arrepiento de no tener 20 años hoy en día. Me encantaría tenerlos. Llegué tarde al piercing y al tatuaje que son dos intervenciones sobre el cuerpo que me parecen notables, pero me parece que van acompañadas de una cierta edad. Me hubiera encantando a los 18 años escribir algo sobre mi cuerpo. Porque yo sé que lo que escriba ahora sobre mi cuerpo es algo de lo que no me voy a arrepentir, lo pensaría mucho, lo reflexionaría, con lo cual se transformaría en algo cómodo. Pero a los 18 años, sí te arrepentís, y me parece un desafío interesante llevar una escritura en tu cuerpo toda tu vida de la cual te arrepentiste. Si a los 18 años te hacés un tatuaje, estoy seguro de que a los 30, sufrís ese tatuaje”. Nuestra conversación duró dos horas en las cuales Sergio Blanco pronunció más de 11.000 palabras. Su discurso es un arte en sí mismo, por momentos parece recitar sus ideas: “Soy un convencido de que las palabras curan. Creo que el psicoanálisis es uno de los espacios en los que la palabra puede sanar y curar. Pero también está la palabra didáctica y pedagógica. Creo que un profesor –y por eso me gusta

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%& %'(%&) Es la lengua del estudio, de la razón, del pensamiento, de la discusión, de la dialéctica, del encuentro con el otro, del afuera. No es esa lengua del adentro, de lo más primario, de lo más primitivo, de las emociones. Entonces me enamoré del francés y quise desde muy pequeño vivir en esa lengua; yo quería que mi patria fuera esa lengua. Me despojé del inglés y estoy muy feliz de haberlo hecho, porque llegar al francés fue llegar a una lengua que ya no era aquello de la puntualidad y el rigor, sino el libertino, la lengua de Sade, de Rimbaud, de Las flores del mal. Desde muy chiquito capté que el francés como lengua me permitía encontrar las flores del mal, que ahí donde está el horror, puede estar la belleza. En tu vida parece haber mucho movimiento, ¿qué pasa con los procesos de escritura en medio de tanto movimiento? Hay algo que cambió en mi escritura en los últimos cuatro años que es cuando se ha empezado a intensificar esta actividad mía de viajar al extranjero. Es una escritura que se ha vuelto más flexible

lugares, a veces tiene que esperar, viajar en África o en Medio Oriente es la tierra, es el polvo. Hay una suciedad que se produce. Los materiales se dañan porque uno a veces está escribiendo en lugares particulares. En África me pasó de estar escribiendo en mesas que los africanos hacían ahí mismo cuando yo llegaba, entonces se termina volviendo algo muy orgánico. Mis cuadernos de notas de la ciudad son siempre muy limpios, muy bonitos, tienen hasta una cosa muy femenina, parecen el carné de una adolescente. Cuando viajo mis notas se ensucian de comida, se rompen, se mojan. Entonces, en mi escritura ha pasado un poco eso, se ha ensuciado, ha perdido algo de bello y de limpio que tenía cuando yo estaba tranquilo en mi escritorio. Sin esa flexibilidad de ahora nunca hubiera podido escribir Kassandra o Tebas Land.

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Es la primera vez que vas a dirigir un texto tuyo. Es muy revelador que el texto que yo quiera poner en escena sea un texto que habla Recién, cuando hablamos de algunos ludel parricidio. Quizá allí me traicionan gares, comentaste al pasar que el mis ganas saludables del momeninglés es una lengua que dejaste to de –siempre quedándome en de hablar, ¿cómo es eso? el mundo de las fantasías y las !"#$%#$&#'()*+#$(,-.#&/#0&)&.# Siempre tuve muchos problerepresentaciones– llevar adelante 1#2.#$&#'()*+#&/#'.,&3# mas con el inglés. Mis padres el parricidio. Y más a esta edad, nos mandaban a aprender a los 40 años, creo que es intere4/#0&)&.#&)#&/#$.*.5#0&#/+#,5&+,6723# inglés cuando éramos pequeños, sante cometer un parricidio en el 4/#'.,&#&)#/.#8(&#9(&0&#//&:+5#+/#,56$&2;# íbamos los tres hermanos al mundo de las representaciones y +/#0&/6*.;#9.5#&).#&)# Anglo, allá en el Prado. La lengua en el mundo simbólico. No llegar +<)./(*+$&2*&#9&/6'5.).= inglesa me resultaba agresiva, la al goce total y absoluto de comecultura británica me resultaba ter el acto, que eso ya llevaría a repugnante, estaba la guerra de 88888888888888888888888888888888888 la locura y es algo que me resulta las Malvinas, estaba la imagen de inconcebible, sino quedarme, no Thatcher. Toda aquella cultura en el goce de la realización, sino de lo británico, de los policías, de en el deseo de la creación. Desear la bicicleta, del orden, de la puntualidad, en los tiempos. Ya no tengo seis horas ese parricidio. A mí me gusta mucho el del té, de la higiene, no me gustaba nada. diarias como tenía en otra época en las deseo y no me gusta el goce. El deseo es el Sentía que aquella lengua me obligaba a que me siento a escribir. En un momento motor de la creación y yo lo opongo al goce. trabajar con zonas de mi aparato fonético lo sufrí mucho y entonces me di cuenta El goce es lo que puede llevar al crimen, al que no me agradaban. Por otra parte, yo que lo tenía que integrar en mi dinámica delito, por eso es absolutamente peligroso, iba a la escuela Bélgica y cuando tenía 10 de escritura. Que de pronto tenía que sin embargo el deseo es lo que nos permite años se abrió la puerta del salón de clases, privilegiar una escritura más breve, una permanentemente estar creando, estar llegó una profesora y dijo: “Bonjour”. escritura que se pudiera hacer en zonas produciendo y estar en un estado saludable Para mí fue como empezar a oír. A partir de tránsito, en aviones, en trenes, en mey de paz con uno mismo. Navego mucho de ese momento me transformé en una tros, y eso llevaba a que mi escritura haya por las zonas del deseo, es muy gratificanespecie de Madame Bovary que solo soñó sido atravesada por esto. He tenido que te, uno puede establecer estrategias, tácticon vivir en esa lengua. Me enamoré de integrar la escritura a esta nueva forma. cas. El goce en general viene a eliminar el esa lengua. La empecé a leer, la empecé deseo. En algunos casos es muy interesana aprender, recuerdo que empecé a ir a ¿De algún modo esas piezas quedan más te ya sea con todo lo que uno puede ingerir, la Alianza Francesa, que a mis padres les integradas a la actualidad? comer, o hasta con las relaciones humanas. costaba muchísimo mandarme porque Sí, y desde un lugar menos teórico y A veces uno necesita gozarlas como una tiene eso que siempre tuvo la cultura fran- menos erudito como podía ser cuando yo forma de eliminarlas. cesa de ser un poco elitista y eran precios tenía mis seis horas diarias en mi escriimposibles, pero logré que me dieran una torio en París, sino que ahora salen desde Tus obras suelen ser violentas. beca y salir del mundo del Anglo y del inuna zona más sucia de lo humano. Porque Sí, siempre lo han sido. Hay una belleza glés. Y allí fue que empecé a construirme viajar es algo en donde uno se ensucia en la violencia que es inevitable. En mis como ser pensante. No fue con el español. mucho, en todo el sentido del término. obras aparece todo ese mundo oscuro, El español es mi lengua materna, la lenNo solo desde el punto de vista romántico violento, con algo que se desgarra, que gua de los afectos, de lo sensible. Siempre donde uno se ensucia en la vida y los conse rompe, que se quiebra, hay un dolor digo que el francés es mi lengua paterna. tactos, sino que cuando uno viaja está en que está permanentemente en mis obras,

pero es porque yo no puedo hacerlo de otra forma, no puedo abordar el mundo de hoy de otra manera. Yo admiro a gente que lo puede hacer. Pero no se trata del discurso posmoderno de que me duele la contemporaneidad. No. No es eso. Tengo la suerte de tener una vida privilegiada, tener reconocimiento artístico, de vivir con todo el confort que se puede vivir en el primer mundo y aquí en Montevideo, sería una postura irreverente de mi parte decir “me duele la contemporaneidad”. Pero cuando quiero escribir y cuando quiero trabajar, no puedo no ser atento a esas zonas que son muy interesantes de explorar. Porque todos tenemos esa violencia ¿no? ¿Tiene que ver con ser auténticamente contemporáneo? A mi entender, no se puede ser contemporáneo evitando la violencia. Giorgio Agamben, un filósofo italiano que para mí es de los más interesantes que han aparecido en los últimos años, dice una cosa bellísima. Él dice que el artista contemporáneo es aquel que “hunde la pluma en las tinieblas del presente”, es aquel que no se deja enceguecer por los rayos del presente. Ser contemporáneo es navegar por esas aguas oscuras. No se puede ser contemporáneo sin que nos duela el presente. No porque este presente sea más difícil que otros, me imagino que para Homero su presente también fue terrible, también lo fue para Goya, o para Marivaux, o para Faulkner, o Tennessee Williams, o como lo fue para Donatello aun en la época del mayor auge. No podés no vivir la negrura del tiempo que te está tocando vivir porque hay una zona terrible de la existencia y de la vida, saber que nacemos, que tenemos una experiencia limitada, que nos morimos, que otros se mueren, que nos enamoramos, que la berenjena está condenada a morir tanto como una liebre o nuestro planeta. La contemporaneidad no es la actualidad, no es la moda, sino que es todo lo opuesto. Son las flores del mal. Hundir la pluma en las tinieblas del presente no es una actitud pesimista o pasiva, sino que es todo lo opuesto, es el ojo trabajando. ¿Escribís siempre para teatro? ¿Qué pasa con el cine? El cine no me interesa en lo más mínimo. Creo que el cine es un vestigio que nos queda del siglo pasado. El siglo XX fue el siglo de la imagen y el cine es su gran representante. El siglo XXI, que es el que estamos ahora, ya no es el siglo de la imagen, es el siglo de la mirada. Así que ya no es más una cuestión de cine, sino que es una cuestión de teatro. Siempre les digo a mis estudiantes en la universidad: “Muchachos, el siglo XXI es nuestro”.

El teatro, por definición, tiene el ADN de mirador, theatron, mirador o lugar para contemplar. El siglo de la imagen fue el siglo de las grandes dictaduras: el fascismo, el nazismo, el estalinismo y el capitalismo. Los cuatro adoraron el cine; Hitler adoraba el cine y todo el aparato del cine, Mussolini lo adoraba, Stalin lo adoraba, Fidel Castro tiene su escuela de cine, que adora también, y que fue lo primero que hizo el ministerio de la cultura y el capitalismo, que es la cuarta dictadura del siglo XX, con Hollywood y esta cuestión del cine como poder. Por suerte todo eso se terminó. Kafka decía una cosa bellísima: el cine es el uniforme del ojo. El siglo XXI dio vuelta la imagen y creo que viene el tema de la mirada, de Facebook, de las redes sociales, de los satélites suicidas, de esos programas que nos están mirando y están perforando la tierra, esta captura de Bin Laden que fue seguida desde el otro lado segundo por segundo, estos nuevos aparatos de endoscopía de la nanotecnología que nos miran por adentro, fibroscopias, endoscopias, este nuevo sistema, estas pastillas que ya se comercializan en Uruguay, que tú las tragas de mañana y hacen un recorrido de todo tu cuerpo con una microcámara y después las llevas al laboratorio y pueden hacerte un análisis de tu cuerpo, los sistemas de GPS que nos están diciendo por dónde tenemos que ir, ya ni siquiera nos perdemos, el mundo panóptico, estamos siendo filmados. En este lugar donde estamos hay cinco cámaras. El Teatro Solís, que es donde estoy dirigiendo, tiene 32 cámaras. Es el mundo de la mirada, estar mirándonos, exponiéndonos, estar siendo todo el tiempo mirados. Es decir, el cine ya fue, ya se terminó. Nunca me interesó. Me interesan algunos poetas, me interesa mucho leer el cine, los guiones de Bergman, algunas cosas que escribió Eisenstein, me interesan muchísimo los escritos de Hitchcock, me interesan las entrevistas de Truffaut, me interesan los guiones de Fellini que son bellísimos, me interesan algunas cosas de David Lynch, pero no voy. Me aburro. Me gustaría saber qué representa para ti el mundo griego. Me interesa cómo, entre el mundo religioso y el mundo profano, entre el mundo de lo imposible y el mundo de lo concreto, aparece el mito, que es la poesía, y de alguna manera es lo único que puede explicar qué es la condición humana. El mito es huérfano de la ciencia y al mismo tiempo es expulsado por lo religioso. Ahí está el mito en toda su autonomía que es la poesía. Y eso me interesa mucho. Creo que la cultura griega funda muchas cosas de nuestro mundo y mucho también lo funda el imperio romano. Siempre hablo mucho de lo griego, pero soy un

gran admirador del imperio romano. Me fascina. Por otra parte, en mi primer año de vida, mi madre estaba haciendo su tesis y su tema era Edipo Rey. Mi madre me dice que mientras me cuidaba siendo yo un bebito, para entrenarse ella y para distraerme a mí, me daba sus clases y que a veces lo hacía en griego. Y creo que de alguna manera eso cambió mi escucha en ese primer año de vida que también es la historia de la separabilidad de ese cuerpo y de entender que no somos ese cuerpo, sino que somos otro, y que más allá de la relación asimétrica en donde la madre decide todo, el niño empieza a tener cierta autonomía. Creo que condicionó mucho el haber pasado horas y horas con mi madre dándome sus clases sobre Edipo Rey y sobre la antigüedad griega y en griego. Sin lugar a dudas, no solamente, como verás, lo griego funda la cultura occidental sino que, en cierta forma, funda mi propio itinerario personal.

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mucho la docencia–, sana y cura. ¿Cuál es el rol de un profesor? Es enfrentar a un estudiante al conocimiento y eso es algo muy traumático y doloroso. Cuando tú le tienes que explicar a un niño cómo agarrar un lápiz y hacer las letras, es un dolor motor muy fuerte. Cuando tú le tienes que explicar a alguien qué fue la revolución francesa, es un dolor intelectual muy grande. Cuando tú le tienes que explicar a un estudiante de la universidad qué son los conocimientos de descomposición hermenéuticos para analizar un texto, es muy difícil de entender. Aprender un paro de manos es dolorosísimo, aprender a nadar es un dolor para los pulmones, aprender química es un dolor, aprender la física, aprender la sintaxis y la gramática, es muy doloroso aprender a conjugar un verbo. Creo que el docente es aquel que decodifica algo, lo plantea y después por medio de la palabra ayuda a eliminar el dolor del conocimiento. Sí, claro. Estoy convencido de que cura. Por eso creo tanto en la palabra y en el arte de conversar”.


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