Jaime Roos

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ENTREVISTA

TÉ CON ROOS JAIME ESTÁ POR VOLVER A TOCAR PRESENTANDO 3 MILLONES, UN ESPECTÁCULO AMBICIOSO, UN ABANICO DE 40 AÑOS DE CANCIONES QUE PRESENTARÁ EL 17 Y 18 DE AGOSTO EN EL AUDITORIO NACIONAL ADELA RETA. CUANDO ÉL DICE CASUALMENTE: “RECUERDO UNA NAVIDAD QUE PASÉ CON FRANCA…” TODOS SABEMOS UN POCO DE QUÉ HABLA. DEL AMOR, DE SU PASADO, DE LA BÚSQUEDA DE LA LIBERTAD Y DE RECUPERAR LA ALEGRÍA, ENTRE MUCHAS OTRAS COSAS, HABLÓ EN ESTA ENTREVISTA Por JEANNETTE SAUKSTELISKIS Fotos MATILDE CAMPODÓNICO

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Jaime Roos abre la puerta de living comedor de su apartamento en Ciudad Vieja y tal como lo hizo hace 11 años –y como yo esperaba que sucediera–, inmediatamente después de saludarme, me pregunta por mi apellido: “Es lituano ¿no?”. Como aquella vez, quizá como consecuencia de los misteriosos cordones que corren por debajo de toda comunicación, me ilusiono con su acierto. En aquel entonces estábamos en El Ciudadano, lugar en el que Jaime y su banda se presentaron durante un período los días miércoles, y llegaron a cumplir un ciclo de unos 30 espectáculos consecutivos. Era la época en que tocaban Amor Profundo y la gente –no por primera vez–, deliraba con sus canciones. Ahora es el momento de 3 millones, un espectáculo que presentó a fines de junio en el teatro Gran Rex de Buenos Aires y que se estrena en Montevideo en el Auditorio Nacional Adela Reta el 17 y 18 de agosto. Es un proyecto que abarca la película que Jaime dirigió junto a su hijo Yamandú y que, entre otras cosas, trata sobre la participación de la selección uruguaya en el mundial de Sudáfrica. ¿Qué decir de Jaime Roos cuando todos sentimos que sabemos tanto de él desde hace tanto tiempo? ¿De qué hablar con él, cuando a partir de 3 millones viene dando unas 50 entrevistas? La película era una buen punto de partida. Hacía tiempo que quería ir a verla y no lo había logrado. La fecha de estreno de 3 millones en los cines fue en noviembre de 2011 y estuvo unos tres meses en cartel; durante junio de 2012 volvió a estar cinco semanas en el Casablanca. No pude concretar mi ida al cine sino hasta la noche anterior de mi encuentro con Jaime. Compré mi entrada, saludé a unos amigos que salían de otra función, y me acomodé en la sala que, curiosamente, estaba ocupada por un significativo número de niños. Una vez que las luces se apagaron, la silueta inconfundible de Jaime Roos acompañado por una mujer entró en la sala, para sentarse precisamente a dos butacas de distancia conmigo. Me alegra ese pequeño golpe del destino. Pienso que si existiera la posibilidad de tener un símbolo patrio en formato mp3, la voz cavernosa de Jaime y alguna de sus formas de decir serían un emblema adoptado naturalmente por todos nosotros, mucho más que cualquier cocarda o escarapela bicolor. Jaime me invita a pasar a una parte más tranquila de la casa. Nos acomodamos en unos sillones en un pequeño living frente al mar de la rambla Sur. Si Jaime Roos fuera psicólogo, sin dudas, ese sería su consultorio. Probamos el grabador. Jaime se preocupa de que el registro sea bueno, o para ser más exactos, útil. Entramos en la conversación de a poco, por cualquier lugar: “Por suerte pasó la mayor parte del vendaval a nivel laboral. Todo el proyecto 3 millones, con su posterior proyección en Buenos Aires, con su actual remasterización de sonido –que es la número tres– para la edición en DVD. La película va a cerrar el festival Latinbeat – organizado por la Film Society del Lincoln Center de Nueva York– en agosto, y quiero que esté pronta la versión definitiva. Por otro lado, el estreno del show la semana pasada en el Gran Rex de Buenos

Aires fue dramático puesto que nos hacía falta una semana más de ensayo y bueno, el ensayo general en definitiva fue en el Gran Rex. Al otro día toqué en La Plata en el Teatro Argentino y salió ¿cómo decirte? 300% mejor. A nivel estilístico y tímbrico el espectáculo es complejo, recurro a una colección de canciones que pertenecen a cuatro décadas de mis álbumes y efectivamente el espectador tiene la idea de que le abren un abanico, desde lo más acústico hasta lo rotundamente electrónico, y que pasa por el candombe, la murga, la murga tradicional, el candombe puro, hay tango, hay mucha milonga, hay guitarras criollas, hay cuerdas de tambores completas y batería de murga completa”. Se abre la puerta corrediza. La señora que trabaja tres veces por semana en casa de Jaime trae una bandeja con una tetera, dos tazas, una jarrita de leche, y un azucarero. “¿El Splenda anda por acá?, ¿vos tomás con azúcar o con Splenda?”, pregunta Jaime. ¿Por qué no consumís azúcar? Porque el azúcar tiene calorías y esto no. Lo bueno que tiene esto es que tiene gusto a azúcar y no gusto a edulcorante. No sé cómo hicieron pero es un gran invento. Si bien tomo todo amargo, el té es lo único que me gusta tomar con azúcar... y una nube de leche. ¿Miel no? No. Esas son cosas de hippies que ya dejé hace muchos años. Eso y los tés con gustos florales y toda esa historia. No reniego de ella pero ya pasé por ahí, entonces ahora es té negro Twinings y a otra cosa, el English Breakfast… Pero bueno, te estaba diciendo que el show 3 millones es un universo que ha sido construido a través del tiempo y que incluye una variación estilística muy notoria que le da un gran colorido al espectáculo pues está cambiando constantemente de frente. Ha sido muy estresante preparar algo a contrarreloj, me he metido en camisa de once varas tantas veces en mi vida, que bueno, una mancha más, qué le hace. Ahora, si me preguntás en qué ando o si aflojé, te puedo decir que finalmente llegué a una especie de Xanadú, como en Citizen Kane, aquel lugar de maravillas, la casa donde el personaje va a morir al final. Creo que por primera vez en años he logrado lo que me he propuesto, que es terminar un proyecto y no tener un par más esperando. Tengo de todas maneras que estrenar el espectáculo en Uruguay, lo hice en Argentina, pero el show ya existe. El hecho de tocarlo es una alegría siempre. ¿El trabajo te genera estrés? Trabajar componiendo, no. Te puede despertar angustia o euforia, pero no estrés, porque depende de uno mismo; si a uno se le cansa la cabeza, para y ya está, se va a caminar. Pero si me hablás de tener que estrenar una gira nueva, preparar un show con 30 canciones para 13 músicos, hacer arreglos nuevos de los temas, incluso con integrantes nuevos de una orquesta, y que desde el punto de vista de la iluminación, del decorado, del vestuario, y de los movimientos escénicos,



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todo funcione como un reloj, y tenés que estrenar con una soga al cuello que es una determinada fecha, y ves que no llegás… Bueno, sí, te produce insomnio y todo lo demás. ¿Por qué pasa eso? Y… porque a veces uno se mete en camisa de once varas, porque calcula mal, porque se compromete diciendo un sí en un momento torpe de presión, y después que uno dijo sí, no puede ir marcha atrás. De ahora en adelante no me pasa más eso, hace 25 años que me pasa. Especialmente en los últimos 15. El té está pronto. Jaime sirve. Te confieso que ayer de noche fui a ver la película y vi que estabas. ¿Ah, sí? Fui ayer de noche con mi mujer ¿sabés por qué? Porque bajaba de cartel, hoy ya no está. En mi casa, como verás, tengo un televisor. Entonces, verlo en pantalla grande es diferente. Como autor de un filme, verlo cinco veces en una pantalla grande, después de haber trabajado 14 meses en él, no es demasiado. Tenía ganas de despedir la película de la pantalla grande, puesto que no tengo un cine en mi casa. Especialmente en una película como esta, que habrás notado que tiene una fotografía muy especial y que además, al tratarse de estadios y de fútbol, el tamaño es importante. En general uno no está acostumbrado a ver fútbol así, o sea, en pantalla grande.

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Yamandú y vos son un par muy divertido. Es que nosotros nos reímos mucho todos los días. Nos divertimos mucho. Yo con un humor más gruñón y mi hijo con un humor más juvenil. Pero lo que la gente no sabe es que yo me divierto mucho todo el tiempo. Porque supuestamente tengo fama de salado y distante. Y de recio. Y de un largo etcétera. Pero una cosa es filmar lo que se ve en la película, que es el día a día nuestro, y otra cosa es meterse en detalles privados que no le interesan a nadie, y que son nuestros, o de los periodistas que estaban con nosotros, o del propio plantel. Nosotros no fuimos a hacer una película de paparazzi, a mostrar la intimidad, o una película estilo Gran Hermano. Hay una parte donde parecería que pisás ese límite; decís que cuando vuelvas tu vida va a cambiar. No. Digo que voy a cambiar mi vida. Sí, se puede decir que es el punto más personal que se maneja en la película. Estoy recién levantado, sin afeitarme, con cara de sueño, deforme por la cámara cercana, estoy realmente feo en esa imagen, en esa escena, pero me pareció que era necesaria esa escena, para justificar cómo estoy durante toda la película. Cada escena tiene un motivo, forma parte de un todo, son distintos mosaicos que se van agregando y a través de los cuales el espectador va entendiendo cosas de esto, de aquello, o de lo otro. Esa escena en la mitad de

la película era esencial para que el espectador tuviera una explicación de cómo me veía en términos generales. No considero que sea una escena que se mete en un territorio íntimo, simplemente es una confesión frente a cámara de que estoy en problemas, de que estoy en una vida insana y que tengo que reformular mi vida para recuperar mi alegría de vivir y mi plenitud. Cosa que hice; si no, no habría podido hacer la película. Sí, la película es un proyecto muy emocionante y muy vital. Esta película es un canto a la vida. No es una película sobre un mundial. Es decir, lo es; pero no lo es. Es una película de fútbol, pero también sobre la identidad de los uruguayos, sobre la familia, sobre las esencias. Ahora que el filme fue seleccionado para cerrar el Latinbeat me escribieron: “Porque es un canto a la vida”. Entonces yo digo: bueno, la entendieron, qué suerte, se dieron cuenta. Para hacer la historia del filme me basé en mis crónicas de viaje, y como iba escribiendo en el día a día yo no sabía qué iba a pasar antes de cada partido. Entonces, inevitablemente, al vivir el mundial por dentro se fue produciendo un suspenso. Como espectador, un año después ya sabés cómo terminó, pero vos también ya sabés que el Titanic se hundió y sin embargo la película es la más taquillera de todos los tiempos y todo el mundo sabía que se iba a hundir el barco al final.


LO QUE LA GENTE NO SABE ES QUE YO ME DIVIERTO MUCHO TODO EL TIEMPO. PORQUE SUPUESTAMENTE TENGO FAMA DE SALADO Y DISTANTE. Y DE RECIO. Y DE UN LARGO ETCÉTERA Queda claro que no se sabía que aquel material iba a terminar siendo una película Toda la gente que me rodeaba, salvo mi mujer, Verónica, y una gran amiga, que es la flaca Ana, en su gran mayoría se mostraron reservados y me di cuenta interiormente de que la enorme mayoría creía que era un delirio. Fue mucho más difícil para mí llevar adelante este proyecto que grabar mi primer álbum. Acá no existían las esperanzas que puede generar el primer disco de un artista, donde la gente abre un compás de esperanza pensando en que quizá escuche algo bueno. Acá era “ay ay ay…” Como me dijo alguien que la vio en la avant première: “Qué alivio, esperaba lo peor”. Fijate vos, un músico de cincuenta y pico de años que nunca hizo un filme, con el nene que anda con la cámara, con el capricho de filmar un mundial. Pero vos sos Jaime Roos… Me refiero a que sos una persona de talento y criterio probados, sería raro que una película tuya terminara siendo algo espantoso. Es cierto que está el caso de Fito Páez, con su carrera cinematográfica algo accidentada. Bueno. Yo la primera película de Fito Páez la vi; la segunda, no. Y Fito es un tipo que se puede tildar de ideólogo porque tiene un trasfondo intelectual que lo puede aplicar a una cosa o a la otra. Pero estoy de acuerdo contigo en que las personas tienen cierto criterio y no se andan regalando así nomás. Pero acá hay un escollo, y es que, más allá de la capacidad artística de una persona, está la preparación técnica, el dominio de la disciplina artística en la cual se mete. Entonce, yo soy cinéfilo, veo cine desde que tengo 4 años, soy socio de Cine Universitario y Cinemateca Uruguaya desde los 16; cuando viví en París era socio de la Cinemateca Francesa y cuando viví en Holanda, del Museo del Cine de Amsterdam. Amo el cine. Pero nunca hice una escuela de cine. Sé lo que es editar porque antes de hacer esta película, tenía 4.000 horas de edición encima, porque tengo seis DVD editados. Lo que sí te puedo agregar es que en el momento de tirarme al agua con esto lo hice porque me tenía fe y era conciente de que nadie me tenía fe salvo dos personas en el mundo. Creo que ni el propio Yamandú le tenía fe al proyecto. ¿Mas té? Poné pausa. Jaime va por otra tetera. Le hago caso y apago el grabador. Oscureció. En una pared hay fotos enmarcadas y colgadas de diferentes etapas de la vida de Roos. Hace calor, es la hora en que prenden la calefacción en los edificios. Jaime vuelve y se sienta.

¿Qué temas te interesan hoy en día? Mirá… en este momento me interesa particularmente ponerme al día con mis afectos. Ya no te hablo del círculo interior, de la gente que lo rodea a uno muy cercanamente, con quienes me siento en armonía y con quienes me siento presente. Pero sí con respecto a una serie de amigos, de gente que quiero, aquí en Montevideo, en Argentina, y en otros lugares. Estoy con ganas de ponerme al día con tanta gente a la que he dejado de ver por el trabajo… y lo voy a hacer. Cuando te digo “tanta gente”, te estoy hablando de 30 o 40 personas, amigos artistas, ir a ver lo que están haciendo, amigos de la infancia, ir a comer con ellos, conocer a sus hijos a fondo. Todas esas cosas que siento que han quedado por mi camino y que son el precio que uno paga cuando le dedica mucho tiempo a sus proyectos, no importa qué tipo de proyectos sean. Esa es la respuesta a tu pregunta acerca de qué focaliza mi atención en este momento. Si me preguntás dejando de lado la parte de las relaciones personales, bueno, me interesan los buenos libros, las buenas películas, la buena música, los buenos conciertos, las buenas obras de teatro. Sigo con la voracidad de siempre, pero esta vez sabiendo que voy a tener tiempo también para dedicarle a escuchar lo que quiero y a leer lo que necesito, y un largo etcétera. O sea, un momento de puesta a punto con cosas personales y con cosas espirituales… y dentro de esas cosas, a nivel del mundo artístico ¿qué me puede interesar? bueno, son muchas, son demasiadas como para enumerarlas. No me siento capacitado para darte una lista de mi top ten de intereses. Creo que la pregunta está respondida. Es un momento más afectivo. De los afectos provenientes de distintas dimensiones. Esto ya intenté hacerlo antes, hace un tiempito, y anduve más o menos bien, pero enseguida me tapó la ola. ¿Hay algún momento, o dos, que recuerdes o destaques como de mayor felicidad? Más allá de los momentos significativos, que en realidad son momentos, o son semanas, o son épocas, un momento absolutamente celestial, fue cuando me tomé el avión Montevideo-Madrid, el 13 de setiembre de 1975, yo tenía 21 años, y vi como Montevideo iba quedando chiquito y desaparecía. Y es significativo que te cuente que yo era alérgico, estornudaba y me sonaba la nariz todo el tiempo, me llevé cuatro pañuelos para el viaje, y además era tartamudo. Me subí a ese avión y nunca más

estornudé en mi vida, y nunca más tartamudeé en mi vida. Es un ejemplo de somatización agudo y te puedo decir que los que me conocen dan fe. Llegué a Madrid y dije: bueno, el clima es tan seco que se me fue la alergia. Pero no entendía por qué había dejado de tartamudear. La respuesta es simple: finalmente había dado comienzo mi vida. Había empezado a vivir la vida que yo quería para mí y no la que los demás pretendían que llevara. Los demás eran mi familia. ¿Quiénes eran tu familia? Mi padre y mi madre. Yo no tengo hermanos. Mi padre, mi madre, mis tíos, mi abuela. Digamos, la familia en pleno a quienes aprendí a comprender y aprendí a perdonar. No tengo factura con ellos. El día que nació mi hijo me di cuenta de todo lo que ellos habían hecho por mí, sufrido por mí y deseado para mí. Yo dejé la facultad, dejé a mi novia, me fui de mi casa, me dediqué a la música, me fui del Uruguay y me fui a conocer Europa que para mí era como el pasaporte al paraíso. Mi familia estaba en contra de que yo fuera músico, habían aceptado que me dedicara como un hobby o como una actividad secundaria, ya que yo trabajaba como músico profesional en Uruguay y ganaba tanto como mi padre en el momento que me fui con 21 años. Fui empleado de Teledoce durante un año y medio. Ellos querían que no fuera como mi tío George, cantante, músico, bohemio, filósofo, ellos no querían que me muriera de hambre como George, de hecho George nunca se murió de hambre. Pero ellos querían que yo fuera un profesional, el típico sueño de la clase media. Además yo tenía buenas notas y era el único nieto, único sobrino, único hijo… un poco de presión. Pero me hizo bien, me endureció todo eso. Lo que yo hice fue una especie de golpe de Estado. Agarré un lanzallamas y le prendí fuego a todo lo que había a mi alrededor. No me quiero imaginar lo que sufrieron mis padres en ese momento. Tampoco me corresponde. En ese momento era su problema. Yo sufrí mucho por mi lado.


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LLEGUÉ A MADRID Y DIJE: BUENO, EL CLIMA ES TAN SECO QUE SE ME FUE LA ALERGIA. PERO NO ENTENDÍA POR QUÉ HABÍA DEJADO DE TARTAMUDEAR. LA RESPUESTA ES SIMPLE: FINALMENTE HABÍA DADO COMIENZO MI VIDA.

¿Te llevaron al aeropuerto? No. Pero acá juega otro motivo; la tradición de los Roos. Los Roos no van a los aeropuertos. En la película decís algo sobre eso: “Mi madre tenía una frase para los viajeros: Hasta la vuelta”. El “Hasta la vuelta” lo dijo siempre en la puerta de su casa. Cuando yo venía a visitarla, ya viviendo en Europa, ella quedaba con el corazón desgarrado, su único hijo, a quien jamás le dijo: “¿Por qué no venís de vuelta? Vivo triste sin vos”. Mi madre fue un admirable ejemplo de dignidad y de respeto hacia su hijo, jamás me presionó teniendo en cuenta que estaba sola y viuda. Yo volví cuando llegó el momento de volver y a ella obviamente la hizo muy feliz, pero cada vez que viajé, incluso luego, estando ya en Uruguay, me decía “Hasta la vuelta” como última frase, luego de la cual se 78/79 Julio 2012

cerraba la puerta de su casa, ni siquiera bajaba del primer piso por la escalera a decirme adiós, y después no se podía decir una sola palabra más, porque se arruinaba la frase de la buena suerte.

¿Y otro? La llegada a París. Madrid no tenía gracia, era una dictadura fascista, estaba Franco de caudillo, aún vivo, y no era la Europa de los Beatles que yo tanto soñé. En cambio cuando llegué a París, me bajé del tren, salí de la Gare d’Austerlitz al Boulevard Austerlitz y miré a la gente, era un día de otoño, y estaban todos vestidos diferentemente, cada uno con su moda, y todos tenían cara de inteligentes. Entonces miré las edificaciones, que son homogéneas en París, y me pareció que estaba realmente en el paraíso, que había llegado a un lugar elevado a nivel de su civilización. Y esa misma tarde conocí a la que luego sería la madre de mi hijo: Franca. Una holandesa que vivía en París. Una enorme coincidencia, un golpe del destino muy curioso. Todo ese período en París me daba una sensación de libertad tan grande que sentía como si caminara a un metro del suelo. Y realmente había días que no tenía para comer. Recuerdo una Navidad que pasé con Franca, en donde juntamos madera de las basuras de los restoranes, para poder encender la hoguera de leña que tenía la casa. A ella le habían

mandando de Holanda té Earl Grey y galletas típicas navideñas holandesas, y chocolates. Y eso fue lo que comimos en Navidad; té, galletas, chocolate y amor. Con un fuego que pudimos encender gracias a que recorrimos la basura durante dos horas. Esos momentos de felicidad no tienen comparación dada su intensidad. Más adelante, viví otros. Siempre diferentes y siempre muy intensos, ahora vos me pediste que te citara un par, te estoy diciendo dos. Me quedé pensando en que hay lugares a los que uno no puede volver, como si el té y el fuego no alcanzaran más. ¿Vos decís si uno pierde su austeridad? No creo. Depende de cómo te agarre el viento. Disculpame que me cite, pero escribí una frase en una canción de mi último álbum en estudio que dice “frescura no rima con sabiduría”. Quizá te refieras a eso. O sea, que a esta altura del partido, por un lado, uno piensa varias veces una cosa antes de hacerla; por otro lado, uno ya tiene la suficiente experiencia como para no vivir en una situación de miseria. Dijera un amigo en Europa exilado, y lo dijo en serio, no lo dijo queriendo hacer una broma: lo que pasa, uno se hamburguesó ¿viste? Suena bastante feo. Y bueno, pero hamburguesarse era tener una casa que le habían dado como refugiado, y entonces tenía coche, tenía el mínimo confort, entonces se había hamburguesado. Ahora qué querés que te diga; yo siento que todo puede pasar en la vida y que de repente, quizá uno compre la leña en lugar


LOS PRIMEROS TRES AÑOS DE MI HIJO EN MI CASA NO HABÍA NI SIQUIERA UN TELÉFONO FIJO. HOY CUANDO DICEN: “TENGO EL CELULAR PORQUE EL NENE…” A MÍ ME HACE GRACIA. EN ESTE MOMENTO MI HIJO ESTÁ EN LETONIA, VIENE BAJANDO DEL POLO NORTE HACIENDO UN TRABAJO. Y BUENO, ESTÁ EN LETONIA Y DE CHICO NO TENÍA CELULAR. Y NI SIQUIERA UN TELÉFONO FIJO.

de andar buscándola en las latas de basura, lo único que te puedo decir es que yo con 31 años, con cuatro álbumes editados, ya había grabado Adiós Juventud, Los olímpicos, Aquello, y Cometa de la farola, y exilado en Holanda, hacía la manga por los restoranes tocando La Bamba y Guantanamera y pasaba el plato, lo cual te hace mucho daño, puesto que uno se siente muy herido porque uno se rebaja mucho cuando pasa el plato. No es fácil, pero tocaba en un restorán con otro amigo y le poníamos el plato a la pobre gente que estaba comiendo, a veces parejas hablándose entre sí, y me miraban con fastidio y me tiraban un par de florines, en aquella época no existía el euro. Y florín acá, florín allá, terminaba la noche e íbamos al supermercado nocturno y nos comprábamos pan negro, leche y queso. O si no, la vieja y querida Big Mac. A los 31 años yo era okupa, todos los muebles que tenía en mi casa eran encontrados en la basura, toda la ropa que yo tenía era de tiendas de segunda mano, menos los calzoncillos y las medias que me los compraba de a seis en el mercado; seis por diez florines. Lo único que había en mi casa que no había encontrado en la basura era el colchón, las sábanas y las frazadas porque eso sí era una cuestión hasta de salud mental y física. Mi hijo nació en la casa okupa. Los primeros tres años de mi hijo en mi casa no había ni siquiera un teléfono fijo. Hoy cuando dicen: “Tengo el celular porque el nene…” a mí me hace gracia. En este momento mi hijo está en Letonia, viene bajando del Polo Norte haciendo un trabajo. Y bueno, está en Letonia y de chico no tenía celular. Y ni siquiera un teléfono fijo. Está sano, fuerte, bien educado. Ahora, cuando uno se enamora, ese chocolate, el té, y la maderita, aparecen de alguna manera. De repente determinado café o boliche perdido se convierte en algo legendario. De repente tal canción que escuchás con tal persona se convierte en el sonido del amor, se convierte en eso que uno llama en una pareja nuestra canción. Tuve ocasión de comer con Gilberto Gil… Casado cuatro veces… Ah, no sé… yo le hablé de mí… ¿se tomó el trabajo de divorciarse tantas veces?... Yo he tenido unas cuantas parejas, pero me casé con una sola y de viejo. Me casé a los 50 años por primera vez, y después me separé y después me volví a juntar con mi misma mujer no hace mucho. Y me encontré

diciéndole a Gil: “¿Sabes una cosa? Tu canción Eu vim da Bahía en la versión de Joao Gilberto, es nuestra canción con mi mujer”. Y le hizo gracia. Es cómico, pero creo que me entendés a lo que voy… Te cuento que tengo diez minutitos más. ¿Te gusta terminar con esto del amor? Vos sos la periodista. A mí me gusta… aunque no hablamos nada de la muerte. En la muerte pienso cada cinco minutos desde que nací. La muerte me acompaña, está siempre ahí. El amor… llamémosle afectivo, el amor dirigido hacia una persona en particular, el amor de pareja sea como fuere, y el amor con mayúscula, que ya se emparenta con una filosofía de vida, junto con la libertad, son las cosas que más valoro en la vida. Esencialmente el amor con mayúscula y la libertad con mayúscula. Si se aplican ambos conceptos se pueden solucionar todos los problemas, incluso los problemas de justicia social. La palabra libertad es la que define al ser humano. Sin libertad el ser se vuelve inhumano. Siempre intenté, ya que era un sentimiento tan arraigado adentro mío, llevar la libertad hasta sus máximas consecuencias. Estirando el elástico hasta donde diere. Obviamente hay un límite, es una frase que es como un lugar común, pero aquello de que la libertad de uno termina donde empieza la del otro y todo eso, es correcto. Después está aquello que es más complejo, que es la responsabilidad de la libertad. Porque la libertad en estado puro no admite ningún tipo de límites, y uno tiene que aprender a manejar el concepto de ser responsable dentro de esa misma libertad, o sea, de preocuparse por lo que puede llegar a ocasionar la propia libertad en los demás. Entonces, es un tire y afloje, porque hasta dónde uno puede ser libre y ser uno mismo y hasta dónde puede intentar no hacerle daño a los demás. Cada uno sabe cómo resolver. Ahora, hay cosas que son claras: uno tiene que hacer lo que uno quiere; uno necesita y debe, hacer lo que uno quiere hacer y ser en la vida. Chau. Y si alguien se ofende, mala suerte.


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