La Palanca 18

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LA PALANCA 18 OTONO 2011


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LA PALANCA 18 2011 OTONO I

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Presentación:

Escribir poesía en México, cobra hoy un sentido de resistencia y equilibrio frente al enrarecido estado de la vida en nuestro país. La inestabilidad social ha rebasado los espacios cotidianos, dejando al individuo en una zona de incertidumbre. Seamus Heaney nos recuerda en su brillante ensayo The Redress of Poetry, que la poesía se nos ofrece como una alternativa posible para restaurar al ser amenazado por circunstancias adversas. Heaney argumenta que se trata de «la imaginación que contrarresta la fuerza con la que la realidad nos presiona» y acude al amparo de Simone Weil, quien escribió: «Si sabemos de qué modo la sociedad está desequilibrada, debemos hacer lo que esté en nuestras manos por añadir peso a la balanza descompensada». En este número de LA PALANCA, queremos compensar en lo mínimo la realidad, presentando una nutrida muestra de poetas de distintas generaciones, cuyo trabajo nos permite emocionarnos ante la vitalidad del lenguaje y el ser. La poesía rompe la inercia del desequilibrio porque, en palabras de Heaney: «aunque únicamente pueda ser imaginada, tiene peso porque ha sido imaginada dentro de la fuerza gravitatoria de lo real y, por tanto, puede sostener su peso y contraponerlo a la situación histórica». El lector tiene en sus manos una propuesta que coordinó y planeó Jair Cortés, quien ha participado en este número especial de poesía, con la intención de ofrecer un atractivo muestrario de voces poéticas. LA PALANCA 18 se complace en presentar el sutil trabajo de Sofía Echeverri, quien aporta con su visión, un espacio propicio para reconocer la materia de los sueños.

Índice:

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3. 6. 8. 10. 13. 16. 22. 24. 27. 30. 33. 35.

Javier Acosta Ricardo Venegas Mijail Lamas Eduardo Estala Rojas Lorena Ventura Erik Castillo Roxana Elvridge–Thomas Pablo Molinet Rogelio Guedea Alfonso Valencia Jeanne Karen Antonio Cienfuegos


LA PALANCA director general

Pablo Mayans director editorial

Diego José relaciones públicas

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Geney Beltrán Félix Jair Cortés Roxana Elvridge-Thomas Yuri Herrera David Maawad Juan Antonio Molina Enzia Verduchi Nadia Villafuerte asesoría legal

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LA PALANCA en línea: www.lapalancax.blogspot.com

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la realización de este proyecto:

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mina editorial

Para más información sobre la obra de Sofía Echeverri: www.livingartroom.com/sofia_echeverri www.sofiaecheverri.com

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LA PALANCA, ANO 15, # 18 OTONO 2011 I

Agradecemos profundamente el apoyo y entusiasmo para

LA PALANCA es una publicación trimestral editada por

Pablo Fernando Mayans Islas / Mina Editorial. Almendro #107, Fracc. Campestre El Álamo, Cp. 42181, Mineral de la Reforma, Hidalgo. Editor responsable: Pablo Fernando Mayans Islas, lapalanca@yahoo.com http://issuu.com/lapalanca Número de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: 04-2011-040512095100-102 Número de registro de ISSN: en trámite. Ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Número de certificado de licitud de título: en trámite. Número de certificado de licitud de contenido: en trámite. Ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Permiso SEPOMEX: en trámite.

LA PALANCA se terminó de imprimir, en septiembre de 2011, en los talleres de: Offset Santiago, S.A. de C.V. Rio San Joaquín, 436, Col. Ampliación Granada, Cp. 11520. México D.F. Para su composición se utilizaron tipos de la familia Century Schoolbook. La tipografía y el logotipo de LA PALANCA son BD PLAKATBAU del Buro Destruct: www.typedifferent.com Los textos y el arte aquí publicados son responsabilidad de sus autores. Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido sin la previa autorización por escrito de los editores. © 2011 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Esta revista es producida gracias al Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2011, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

r  Sofía Echeverri, de la serie: Stepping on my hands again, tinta / papel, 50X35 cm. 2009. Portada: Sofía Echeverri, de la serie: Réquiem: Tigre, grafito y lápiz de color / papel, 35X45 cm. 2009.

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Javier Acosta

Niño que mira a su abuela dormida para Dominga

Perdió todos los dientes a los treinta. Su marido la dejó pronto, con tres hijos muertos y un viejo ramo de flores cagado por mil moscas. Vivía en un cuarto alumbrado por velas de cebo. Decía que todos frente a Dios estábamos dormidos, que el hambre se perdona en sueños, que el sueño era un océano de caldo de gallina. Me decía todo eso antes de ir a dormir. Yo la veía soñar. Y ya en la oscuridad se transformaba en una hermosa bruja de cabello suelto y fluorescentes canas. Todavía hoy —cuando ya casi tengo la edad de su primer hijo— viene hacia mí en una escoba nueva y rebota la pobre contra el sucio cristal de la vigilia. Madre mía del silencio, condúceme otra vez al nutritivo cielo de tu casa. Quiero verte dormir la noche entera, quiero buscar todos tus dientes en el oscuro mar que hay bajo tu almohada.

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Enseñando a un niño con fiebre cómo leer la hora para Eusebio

Hay una manecilla lenta y otra rápida, se quedaron quietas. Todo se cansa de girar, se cansa el tiempo de pulir la luna, se cansa el pensamiento de pensar las cosas. Los niños y las niñas beben leche tibia. El mundo duerme, se te cierran los ojos: no descanses. Las estaciones dejan de girar; los huracanes menguan: no descanses. El árbol deja de crecer; los ángeles se pasman, no hay suelo que detenga su pesada caída: tú no descanses. Las estrellas se transforman en borrones de luz: nunca descanses. Hay leche agria en todas las ubres de las grandes vacas, agria en los tibios biberones: no descanses. Algo nos dice que el mundo aún no sale de su inicio y que el agua de la lluvia tiene algo de orina envejecida. Todo quisiera descansar: el grillo de su canto, el perro de su guardia nocturna, los fatigados padres, los condescendientes abuelos; de sus coronas oxidadas los modernos reyes, los presidentes de su infinito discurso. Todos quisieran descansar, las muchachas de altas zapatillas, los chicos de su acné, las profesoras de su álgebra punzante. El mundo inicia, pero ya todo está muy viejo. La liebre y la tortuga, los fuertes predadores y las frágiles presas reposan bajo la sequía; su corazón protesta. La noche se detiene: tartamudea el reloj: el sol deja que giren alrededor esas polillas. La bestia no descansa; no descanses. Sabes contar, sabes silbar, sabes correr; aléjate. No descanses, Dios ya se puso a descansar; tú no descanses; ya pronto tu jarabe bajará el dolor, ya pronto el rezo bajará esta febrícula del tiempo. Porque nada es eterno, pero todo es ahora. Todo el dolor se pasa. También este dolor de oídos, Todo pasa. El mundo es nada más este inicio incesante, que alguna vez se cansa, pero inicia por siempre. La liebre y la tortuga, el impala nervioso, el gran león, la noche avanza nuevamente: no descanses. El dolor pasará el pus saldrá por el oído. Fíjate en esa manecilla, la pequeña, ya casi va a avanzar, ya casi, el tiempo, ya iniciará de nuevo todo. No descanses.

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Secretos de la gente pequeña

Sofía Echeverri, de la serie: Escondidas, grafito / papel, 21X28 cm. 2010.

para Vicente

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Cuando era niño llamábamos a los adultos la gente grande, la gente grande era misteriosa como puede ser misterioso un dios para un hombre. Dios era la gente grande de la gente grande. De niño sabía que todos los adultos estaban locos. Mi padre venía hacia a mí, mi padre también estaba loco; pero venía hacia mí, e intentaba explicarme la locura de la gente grande. Entonces lo sabía; pero ahora nada más sé que lo sabía, que todos los adultos están locos. Y voy hacía mi hijo para explicarle eso que sabe bien y que no sabe decir, y siempre falta la palabra que lo explica, ese triste secreto que conoce la gente de pequeña.


Ricardo Venegas

La sed del polvo

IV También el aire da vuelta en las esquinas y dando tumbos de borracho se pasa un alto, levanta faldas y acaricia mejillas, hace promesas al oído de las niñas, se esconde en las cocinas y huele a pan en el festejo de alguna novia que soñó su boda en una nube rosa sin testigos.

X A destiempo has venido a intimidar las puertas de mi casa, a tirarme la ropa del tendedero, a remover los árboles, a marchitar las plantas con tu aliento, a levantar las piedras coléricas de asfixia, a esparcir el incienso de mi casa montaraz aprendiz de la borrasca.

II Tiene que haber una manera de escribir sin dejar tantos escombros, tiene que haber una manera:

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XIV Atrás lo que podría recordar en una aparición de escenas donde las soledades se reunieron, atrás es vida eterna para mis muertos, los más amados en el viento y en la congregación de los venenos. A esta cita del presente he asistido con la puntualidad de un marcapasos y no hay mirada vasta que precise por qué sigo creyendo que somos los que estamos vivos.

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Sofía Echeverri, de la serie: Escondidas, grafito / papel, 21X28 cm. 2010.

¿Quién hallará sentido al viaje? Abro mis manos y escurre el viento hacia otro instante. ¿Qué tienes en las manos que no sea fugitivo?

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Mijail Lamas

de Contraverano

Lo que antes fue desierto aún persiste y en unas cuantas líneas crees recuperar todo de nuevo, recuperar aquel paisaje donde el verano cumplía su destrucción inapelable. Pero hay algo diferente, las calles que recuerdas tienen zanjas más hondas, las paredes de las casas tienen grietas como relámpagos de piedra. Crees que puedes volver a llenarte de polvo los bolsillos, crees que puedes patear lejos de aquí remordimiento, rabia y rencor como si de cosa pequeña se tratara. Crees que puedes volver y una sensación de sequía en tu garganta te sorprende. Te sorprende también aquella disposición al cariño que justificaba cada golpe, aquella sensación de no sentirte solo sin creer que dios te vigilaba. Y pronuncias en voz baja una blasfemia que solamente a ti te reconforta. ¿O es qué todo lo que has dicho no deja de ser una conjetura o una ávida reconstrucción de los hechos o una manera de legitimar una mentira, porque eres otra presa del olvido y herido por el sol en el costado, se han calcinado todos tus recuerdos? No hay nada, te cuesta trabajo creer que no hay nada. Regresas para buscar en ti algo que permanezca y compruebas que lo único palpable que posees, ahora que ya es tarde y tienes sueño, es el cuerpo de una mujer que no puede dormir y te espera en otro cuarto. Dejas la pluma que habías tomado para escribir eso que no alcanzas a fijar, apagas en silencio cada una de la luces de la casa y el desasosiego no se extingue por completo. Quisieras continuar pero ya es tarde.

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Poema I El día sus 24 pétalos que nos dirán que sí que no quién sabe

II ¡Día, redondo día, luminosa naranja de veinticuatro gajos…

Sofía Echeverri, de la serie: Escondidas, grafito / papel, 21X28 cm. 2010.

Octavio Paz

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Tal vez no es una flor el día es una naranja 24 gajos que tú irás consumiendo en la oficina en tu profundo sueño en tu disgusto repentino y yo frente a papeles en el ácido zumo de la noche que bebo en tragos largos Luego llega un momento que parece que el tiempo se detiene y hay dulces y amarillos gajos en que pasamos hablando mucho tiempo besándonos tocando las manos que se llenan de ese jugo de otro cuerpo tan lleno que se deja comer gajo tras gajo y después será polvo una enumeración de cosas que se olvidan o que se van rodando


Eduardo Estala Rojas

The Major Oak Path At best, poets

Woman with her forests, moons, flowers, waters, And watchful fingers: We claim no magic comparable to hers— At best, poets; at worst, sorcerers. Robert Graves, Man does, woman is.

I Viajas como un disparo en mi alma resucito en tu vientre desgajas el silencio en un intenso suspiro nos amanece.

II Mujer sin vestigios escribes tu nombre en mis dedos te veo en lo in-visible lo dicen mis manos cuando escribo.

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III Vidas-muertes preguntas sin respuesta viajes muchos viajes

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Sofía Echeverri, de la serie: Escondidas, grafito / papel, 21X28 cm. 2010.

nada se de-tiene en ti.

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IV El mundo es para los que abren los ojos cada mañana también para los que duermen pero no todos saben sí están dormidos o despiertos Los que saben pueden ayudar a los dormidos y los dormidos con sus sueños pueden ayudar a los despiertos.


V Siento los pulsos de la humanidad que traspasan mis huesos dibujan tres pirámides en mi pecho Siete arcángeles a media luz cantan el despertar y la reconciliación residen en los treinta y tres círculos de Inglaterra.

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Lorena Ventura

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Sofía Echeverri, de la serie: Escondidas, grafito / papel, 21X28 cm. 2010.

Memoria de los días

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Déjame decirte una a una las palabras que olvidé un día. Decir no por decir que fueron tus ojos el pan sobre mi mesa y tus manos del todo, como los árboles, elementales. (Vine a tu piel a navegar despacio y en ella encontré algo de umbral y de atadura. Hay una memoria de ti en cada ruta de mi sangre. Hay una muerte de mí en cada ruta de tu sangre.) Déjame enumerarte el tiempo infinito y duro de estos días, poner tu abandono a la paz obligatoria de mis horas, confundir las partículas del polvo con tu nombre. (Tu nombre –habla el recuerdo se escribía con la misma tiza que la luna.) Déjame medir tu ausencia con insomnios y contarte cómo en el alba envejecen mis entrañas, Cómo los lagartos han venido a destrozar la transparencia de mis sueños. Porque ya no te veo más he ido olvidando los colores. Y porque ya nadie me escucha temo incluso al diccionario. Porque cada minuto es un instrumento que prolonga la amargura, porque ya ninguna raíz nace de mí para crecer profunda y porque ya no he de volver de este destino subterráneo: Que la noche me devore con su rabia. Que mis zapatos sean tan pesados que llegue tarde a todos los crepúsculos Y que el silencio de este poema sea tal que sólo fantasmas puedan descifrarlo.


w Sofía Echeverri, de la serie: Amorfo mal: Sospechosa visión / Falsa ceguera (díptico) lápiz / papel, 60X90 cm. 2010.

Apenas ayer la vereda deparaba el movimiento de una estrella. A uno y otro lado del asfalto, con su enredado polvo de gis iluminado, la belleza, itinerante, quedó escrita. Era de noche. Una luciérnaga encendió el vértice del mundo, y como un relámpago —metálico en su ritmo— tu huella se dibujó sin desparpajo. El cosmos habló en lo posible de una estrella, y en un fragmento de metal ligero, que al amanecer se dispersaba al reverso de tus pasos.

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El rumor de las estrellas

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Geometrías que el mar dispersó He ido franqueando la tenaz bruma de tu cuerpo con un filo de botella verde –una tiza apenas, diluida en la interminable piedra de la noche. (Dejé atrás el asunto de los pájaros y me puse a imaginar mis propias alas. Ahora sólo sé contar mis plumas personales) Sé de loros que atosigados por el fuego migraron –enteramente verdes en las barcas aéreas que una niebla profunda dibujaba. De la noche sangrando claridad sobre mamíferos polares (Toda noche es luz que cierra los ojos). De geometrías que el mar dispersó en cada puerto. Y sé que mi corazón es ahora un estanque tembloroso de viento. Un viento promovido por tu nombre.

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sospechosavisión/falsaceguera

en torno a una exposición de piezas de Sofía Echeverri

Erik Castillo

Una recepción activa de sospechosavisión/falsaceguera no debería pasar por alto que asistimos a una exhibición que propone una secuencia simultánea de obras, producidas en series distintas entre sí, relativamente autónomas, aunque en otro nivel interconectadas o atravesadas por premisas y elementos en común. Tanto en el caso de lo que define a cada serie hacia adentro de su despliegue de imágenes, como en los aspectos que permiten la interpretación en cadena de todo lo exhibido, se percibe que un núcleo discursivo en lo de Sofía Echeverri consiste en lo que se conoce en el contexto de la postmodernidad como las tecnologías del yo, es decir, la representación de situaciones —“figurativas” y “abstractas”— en las que el sujeto de la imagen o la secuencia formal lleva a cabo ceremonias de autoexploración (anacoresis) buscando obtener conocimiento sobre las experiencias cotidianas (p. ej. serie Tintas) o acerca del campo en el que se mueven ese yo o esas formas (p. ej. serie amorfo mal), y que en este caso aparece como imágenes que entablan diálogos —tensos, irónicos, afirmativos— con referencia a ciertos pensamientos no expresados. La lectura comparada del conjunto de series y la comparativa al interior de cada pieza en concreto (precisamente porque están hechas bajo la lógica de la intervención), funciona en los términos de la visión de un palimpsesto plástico, es decir, de un “documento” en el que se notan marcas hechas encima de capas que también contienen grafismos. Así, los dos niveles de dibujo, ya sea por superposición de papeles o por cohabitación de figuras dispares en un mismo soporte, configuran iconografías o estructuras contradictorias que producen, básicamente, dos tipos de significado: Por un lado, el despliegue de secuencias de elementos geométricos circulares que revelan la esencia de las figuras naturalistas (series: Réquiem, Liary); por otro, formaciones lineales complejas que representan procesos de colapso o mutaciones en los que el principio del orden y el de la expansión aleatoria coexisten. La práctica de Sofía Echeverri ha enriquecido una identificación anterior con el asunto del funcionamiento del tiempo en la pintura (p. ej. en las series: Barridos y Extinción, donde la factura de contornos diluidos à la Richter es intervenida por módulos rectangulares), con el interés declarado que se nota en sospechosavisión/falsaceguera respecto a la cuestión de la articulación del espacio. En esto y en la continua referencia a los avatares de la edad infantil, se percibe el contacto que ha tenido Echeverri con el discurso teórico de Peter Sloterdijk, el pensador que desmarcó la exploración filosófica de la obsesión por la categoría de lo temporal hacia w

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Sofía Echeverri, de la serie: Niñas híbridas VI, acrílico y óleo / lienzo, 110X90 cm. 2009.

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r Sofía Echeverri, de la serie: Liary III, grafito y lápiz de color / papel, 80X60 cm. 2009. v Sofía Echeverri, de la serie: Réquiem: Elefante, grafito y lápiz de color / papel, 35X45 cm. 2009.

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Sofía Echeverri, de la serie: Niñas híbridas IX, acrílico y óleo / madera, 110X90 cm. 2009.

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la exploración de la del espacio. La importancia de Sloterdijk radica, entre otras muchas cosas, en que ha puesto sobre la mesa de discusión contemporánea y en forma crítica, el tema de nuestra nostalgia por el espacio amniótico y por las comunidades fundacionales, en tanto territorio perdido al cual la especie humana desea retornar —en esta era de enfriamiento espiritual— aunque sea por medio de la configuración de un hábitat relativamente cálido, representado por las redes globales o por los circuitos de saber (como el medio del arte). La visión de los módulos circulares que intervienen el supuesto orden editorial en el tabloide simulado de la serie Liary o que flotan en los grabados con representaciones de animales en Réquiem, igual que los que dan forma a los globos que contienen los textos en las piezas-página sacadas de revistas o de los que parecen tomar su silueta los dibujos de los personajes encapuchados, es una visión que tal vez implique —en la ambigüedad— que todo entorno, es decir, cualquier espacio (vital, personal, colectivo, lingüístico, icónico, mediático…) está sujeto a la pérdida constante de estructura, al reacomodo interminable, al acceso a otros entornos o a la interdependencia en relación con micro-mundos concomitantes. La serie Células es, quizá, la que acusa de forma más evidente las reglas del juego discursivo de Sofía Echeverri. Se trata de las piezas en las que a los dibujos a lápiz sobre papel blanco opaco, la artista superpuso las hojas de papel Herculene dibujadas con motivos en color. La estética de esas obras consiste en un registro en el que la abstracción está abierta y deja de ser la elección de un estilo moderno de representación visual, pues alude, en su táctica de estructurar esquemas extravagantes, post-geométricos y pro-orgánicos, a un relato sobre la transformación que se puede explicar si recordamos la relación desmoderna que plantearon las prácticas abstractas de los últimos treinta años (Cfr. Franz Ackermann, el colectivo Knowbotic Research, Peter Halley) cuando involucraron este tipo de visualidad con la necesidad de construir mapas o modelos de fragmentos de la realidad social, económica, mental, etcétera. Los juegos de lenguaje gráfico que posibilita el trabajo con algunas políticas de la intervención, dan consistencia discursiva a la obra de Sofía Echeverri, en un medio cultural muy discursivo y poco consistente. Mientras que la fijación productiva de la artista por la estética de los sistemas, potenciada por su interlocución con el pensamiento de Sloterdijk, en medio de una escena artística hipnotizada por la teoría francesa, son condiciones para mirar sospechosavisión/ falsaceguera reconociendo que estamos del lado del sentido.

Sofía Echeverri, de la serie: Células, cartulina negra, 40X50 cm. 2010.

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Roxana Elvridge–Thomas

Templo El tiempo está en mi carne. Mi cuerpo es tu templo El trono preparado a tu arribo. Soy tu obra. Habita mis espacios. Soy el eje consagrado para ti la ciudad que se complace con tu aliento. En mi pecho está tu relicario luz emana de caderas que son tuyas. Todo fuera de mí es amorfo. Sólo yo hundo mis pies en el pantano. Sólo mis brazos alcanzan tu piel inefable. Sólo en mi ombligo encuentras el camino de tu espejo. En mí existe sólo el presente interminable. Soy tu templo. Ven.

Plegaria Alzo mi verbo ante tus llamas pido a ti el inicio del incendio. Sólo cuento con mi boca sólo tengo una voz que impreca los abismos único artificio mi alfabeto contra el pozo contra el piélago que draga los anhelos. Red de letras que intenta abrazarte como Tú abrasas mi impaciencia. Clamo tu mirada pido tu semblante espero tu respuesta.

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El sitio

Sofía Echeverri, de la serie: Amorfo mal, lápiz / papel, 60X90 cm. 2010.

El velo se ha rasgado el mundo muestra el rostro verdadero el tiempo al detenerse teje con clerópteros la espera. Emerge del centro construido por tu carne del ábside que abierto clama del círculo que absorbe y que genera emerge piedra que es tu pecho y es tu rostro piedra que es cimiento y techumbre piedra que devora y da la vida piedra que eres Tú piedra que es tu altar

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Pablo Molinet

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (xxii, 13-14)

Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca. Entonces el rey dijo á los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera.

Cómo brilla la blusa de las nubes que atraviesan despacio el patio azul. Qué gracioso el movimiento del traje de los árboles que charlan en corrillos. Con qué exactitud se ajusta la camiseta de terciopelo al torso del colibrí que baila con todas las señoritas del bambú, agitadas por la risa. El domingo interpreta su impromptu # 100 para Callecita en Sol Mayor. Y yo aquí, vestido de desdicha, qué mal gusto.

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El cielo de las águilas

Siempre había charcos en el patio de cemento donde lavábamos la ropa. Charcos sobre liquen marrón que el primer Sol transfiguraba. Escamas de una bestia en cuya presencia el clan del box cumplía su ceremonia a cinco pasos del cemento, sobre un pasto tan verde como el paraíso. Arroja una moneda al polvo. Agáchate hasta tocarla con el índice y gira muy rápido hasta que todo se vuelva un cono acuático. Para. Respira. Anda derecho. Gánale a tu vértigo.

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Sofía Echeverri, de la serie: Amorfo mal, lápiz / papel, 60X90 cm. 2010.

Ponte en cuclillas. Abre los brazos. Avanza a saltos: en ese andar con piernas cortadas, vuelo. Se llaman “águilas”.

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En guardia zurda la pierna izquierda es la pata picuda del compás; el brazo derecho jabea al frente para que el zurdo sea mayal del gancho filo del upper lanza del cross Sumérgete y pega abajo, emerge de repente y dale arriba, encaja su revancha de cruzados y directos. Si te adivina a la izquierda aparécete fantasma a su derecha, si te sabe a la derecha asáltale la izquierda; si se aleja acércate, si se acerca aléjalo cánsalo, sacúdelo, “¡tiempo!”, grita el réferi.


Eres una cosa de poleas e ingenios giratorios lanzada al abordaje y si los puños del otro desbordan tu torpeza repliégate e inténtalo otra vez, no anheles el tercer minuto, no desees que todo acabe, suplica que siga para siempre. Y así cumplía su ceremonia sudorosa el clan del box. Irreales en la luz acuática, erguidos sobre el altozano bermejo del dolor. Brillaba la malla ciclónica como recién escupida por una araña de metal. Y estar presos era escalar un guijarro de ocho mil metros. Así nos abandonaba la mañana y el mediodía se desplomaba torre de vidrio sobre la tarde y nosotros andábamos con sus escombros en los ojos. Hoy era hoy y mañana igual. Las celdas grutas submarinas, los pasillos acechados por murenas. Hoy. La columna de Sol y de aserrín que descendía por la claraboya del taller como una niña que bailaba sola. Hoy. Los baños donde el dios de las violaciones erguía su cabeza ensangrentada. Hoy. El gigante acorazado a las puertas de la vida. Y la tarde era un ternero degollado. A esa hora en que todo el negro del mundo se agolpa en el cielo y la garganta, un cetrero soltaba sus dos águilas en el baldío junto a los muros de la cárcel. El encierro avanzaba en guardia y todo se desvanecía, salvo las águilas.

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Sofía Echeverri, de la serie: Liary, lápiz de color / papel, 80X60 cm. 2009.

Rogelio Guedea

(original en color)

campo minado

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dicen que cómo puede vivir un poeta así llevando dentro una madre ausente, una casa en ruinas, caminando por las calle construyendo castillitos imaginarios o armando rompecabezas como libros que nunca leíste, y que escribí para agradarte/ dicen que un poeta así no se libra de ésta aunque huya o echen de su país, ni aunque viva en otro país lejano, ajeno como tus manos ya, escribiendo más libros que escribí para que tú los leas algún día y no para ganar, dicen, fama y fortuna, sino para ganar la batalla de tu amor, madre: país al que volveré, jamás.


isla al sur

el poema que no conoce la mano que lo escribe, la mano que no sabe hacia dónde va el poema, de dónde viene, si nace cuando nace o anuncia sólo su morir: su dictado de presencias, su pulsación de sombra // el poema recostado sobre el borde del tiempo, vuelto tiempo, hueco, rajadura, y su aire oscuro irrespirable sur isla distante: mismísimo. como aleteo de jaula, como libertad de celda // todo aquello que quiere salir y no: su voluntad.

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un canto sin orillas poema que va naciendo con la luz del pájaro, esta mañana, aquí, en el compás de lo imprevisible/ escritura que no conspira contra nadie y hasta en ello se equivoca/ ¿se equivocan acaso los que aman? ¿también los que no aman se equivocan? si ha dicho luz, ha dicho pájaro: esta mañana, aquí/ pero mejor si ha dicho lo imposible: el agua fría del surtidor que lo moja, el tierno verdor de tus ojos, una camisa de fuerza lo imborrable, ¿lo ha dicho entonces? ¿se quedó en la mitad del éxtasis, con la mujer montada en sus palabras, una noche? si ha dicho pájaro, ha dicho luz: y está cantando.

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(original en color)

Sofía Echeverri, de la serie: Liary, lápiz de color / papel, 80X60 cm. 2009.

Celebración de la garza

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La poesía no sirve para salvarte. Para salvar a nadie. La poesía no sirve para cruzar un río, para enredar una magnolia en una oreja no sirve. Tampoco sirve para subir a un autobús sin pagar. Para entrar en el cine por el ojo de la alcantarilla no sirve para eso la poesía. Tampoco sirve para levantar un muro que detenga el mar. No sirve de asiento en los trenes, de almohada en los aviones altos, la poesía tampoco sirve para enamorar a la niña del apartamento contiguo, si crees que sirve para eso estás equivocado. No sirve para eso, loco. La poesía no es un analgésico para que puedas dormir. No sirve para quitarte el insomnio, antes te da más, antes te aprieta las mandíbulas. Tampoco sirve para salvarte de la multa policial. Ni siquiera del anuncio diciendo ocupado en un baño público. La poesía sólo se salva a sí misma. No a ti, no a tu abuelita, ella misma es la salvadora de su propia voluntad. Se escribe para salvarse, te utiliza como a un guante viejo para salvarse, va ocupando tu cuerpo, tus manos, tus ojos, tu nariz. Va ocupándote hasta que te hace desaparecer. Un día te preguntas y ya no estás, la casa desmantelada, las ventanas cerradas. Un letrero que dice: Se vende. Para mayores informes.


Alfonso Valencia

a) apenas eras semilla de tormenta el filo del ojo bestia agazapada

b) árbol de luz todo encendido en ráfagas aquí vuelves a mirar a través de tus ramas el paisaje el viento y la tierra ya no son lo que recuerdas: te queda dentro la imagen de una niña deshojando una flor al pie de un árbol enorme y fuerte ahora la flor es tierra y el árbol humo

ceniza

el tiempo hermanos no ha dejado su ociosa vocación de exilio de tardanza de siempre un paso atrás escuchen sólo arrastra el polvo que jamás ha sido pisado

sólo te queda la niña rota en un lugar que ya es muy adentro el sonido del bosque el crujir de las ramas el vaivén del silencio entre las hojas y del viento entre las bestias dormidas tal vez le hagan bien y le recuerden que la vida hoy necesita perdernos para recomenzar

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pensabas mientras ella ya lejos acariciaba un venado tal vez el último en un bosque que no está en el mapa

Sofía Echeverri, de la serie: Verdugas: Ingres, grafito / papel, 13 cm. (diámetro) 2009.

recordaste la ciudad y las tinieblas ella dejó escapar al venado tú volviste al libro y de nuevo ambos hicieron como si el bosque no estuviera ahí latiendo galopando como el venado que ya es una mancha un punto blanco blanquísimo en el horizonte

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c) tu mirar a tientas reconoce mi voz que se apaga en el oscuro estruendo del mar de la ola que rasga las huellas que solían recordarnos como la equis roja de los mapas el lugar donde sepultamos la música lentísima del aire que se calienta tras la tormenta se levanta la memoria cubierta de espuma y confundimos su inocente brillo con la amenaza fulgurante del amanecer la tormenta crece dentro: somos ostras que no saben que sus perlas se volvieron semillas de la tempestad

dentro


d) el filo del día destella separa el cielo celebra los cobres del amanecer en toda su extensión la luz reconquista valles justo en medio la carne se debate arriba abajo y es nexo puente roto todo a la vez

montañas

e) duerme en la nube la tormenta todo océano respiramos y las cosas se ordenan lentamente surgen bordes brotan ojos piernas manos apenas boca la palabra Luz y el día crece lo vemos en silencio desde la noche anterior que ya se extiende y oscurece los días venideros: basta cerrar los ojos para volver a su semilla a su perturbadora calma su incompleta quietud

#) lo sabemos hay algo de nuestros cuerpos más allá que llama y nos quema como una luz que ciega de sí misma se deja caer al suelo y en el trayecto nefasto lo pierde todo

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Jeanne Karen

r Sofía Echeverri, de la serie: Verdugas: Van Gogh, grafito / papel,

13 cm. (diámetro) 2009.

Tú vas aún y te nombras. Saint John Perse

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Tu cuerpo sobresale de la estepa en que descansa la luz, te retuerces de placer entre las dunas de la cama, tu ombligo es la fuente de donde bebo el ardor del día. Entre tus piernas se aceleran los pulsos de la tierra, en tu espalda mi lengua recorre millas antes de explotar en una estación de humedades y algo de veneno. El cuarzo de tu miembro se descarga en espumas, rompiente de mar, mi boca es la bahía, la bahía de tu amor. El eco es a donde arribamos juntos, al placer y al agotamiento de ese placer, al vientre luminoso y a los ojos cerrados. Nuestra cama es una isla, la habitación el mundo, somos víctima y verdugo, uno a la vez, los dos de vez en cuando; somos eternos como todo, una historia que se repite a cada instante, en cada hombre, somos la suma de los significados. Tu carne ha sido otra carne, tan amada como ahora, la mía otro resplandor, otra sensación que punza en otros cuerpos, aquí somos uno. Todo se rompe, se descompone en medusas de aire que desarreglan nuestros cabellos; salimos al sol, como un par de animales de sangre fría, a sentir la vida que recorre nuestras pieles untadas con extractos de sueños, a transpirar nuestra hambre, a pasar ese aroma a los cuerpos que nos rodean; provocamos apetito, en la hermosa ebriedad, en algún lugar, así tendidos, donde el horizonte cae desnudo.

Amor en el jardín El trébol es el símbolo de tu fe/ objeto al cual puedo destruir con mis manos cerradas/ bajando suavemente los puños hasta la verde planicie de tu jardín y extrayéndole la sangre clorofílica/ rebanando con mis uñas sus hojas incoherentes y dispares/ El musgo/ la alfombra para tus pies/ ¿para que necesitas pies?/ sierpe voladora/ una vara golpea tu costado y después el dolor te hace descansar sobre la falda de tierra que te rodea. / Reina de las libélulas/ espora y leona/ te abres/ te dilatas igual que los ojos de savia/ para romper la melancolía de ese cielo obeso que te detiene/y llover puedas/ con todas tus hojas de premoniciones/ reina rota /Tu hogar es una piedra destruida hasta la entraña.


La historia, los objetos que con trabajo resuellan en las cajas de cartón, mi vida acomodada en la sala lista para ir a exhibirse a otra estantería, lista para ser cargada y descargada en otro sitio, con el polvo, con todas las provocaciones, el daño, con todo el cariño y las flores que sobrevivieron a mis catástrofes, con las tarjetas de feliz cumpleaños y las recetas de doctores y místicos que he seguido; la vida, en universos marrón, con cinta canela para que nada se escape, para que ninguna cosa halle la expansión y se disperse entre las hojas de otras historias. Mi vida que está en pausa, postergando versos o líneas de una novela que nunca termina, mi vida congelada. La casa, la promesa tiene ya sus barrotes para encerrar y proteger todo lo que llevo, la música, los cuadros, los personajes, la mesita del café; la casa nueva casi terminada, las paredes atraen al sol, son del mismo color; un sol enano en la cuadra, en una privada al fondo de la calle, en un rumbo extraño, un poco golpeado por la realidad. ¿Dónde está la caja con setos de margaritas?, ¿o la botella verde por donde la luz dibujaba un bosque sobre la superficie amarilla de la cómoda?, los libros viejos que parecían haber venido de Babilonia, pergaminos en el mueble del comedor. ¿Y el cuadro del paisaje japonés que trajimos de una venta de cochera, ya tiene cerezos en flor?

No te acerques, no quiero tus tinieblas y tu madeja de palabras, ni lo mundano del tiempo, se hace tarde, no estás, en quién piensas. Quiero la lluvia de las cosas santas, el arco iris de las noches y el mineral de los ríos, quiero el camino de la guerra diaria, el grito eliminado de los tímpanos de los fieles, quiero la sonrisa colocada en una estatua, la dicha del mar cuando se aleja y parece dormir, para luego romper en unos brazos de arena tibia. Deseo el silencio de los muelles abandonados, el cansancio sagrado de los ancianos, los días en que el sol se calla su risa de rayos y deja en su lugar un pañuelo de nubes; deseo desplomarme en todas los versos que me contienen como la música en un domingo de fiesta. Sólo déjenme, con la idea genial entre los dedos, con la fuerza sobre las teclas, con lo que me dicta que continúe escribiendo mientras afuera la vida pasa, sin algo claro para mí, con el objetivo único de transcurrir y hacer ruido, como cuando las tardes se quiebran para dejar salir a la noche helada, o como cuando las palomas hacen llover sus plumas sobre las plazas, una parvada, un siglo, otro, una pluma que cae lentamente y parece detenerse en el aire, otra pluma.

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Antonio Cienfuegos

Tecun Uman

r Sofía Echeverri, de la serie: Tintas: Accidente, tinta / papel, 50X35 cm. 2009. w Sofía Echeverri, de la serie: Réquiem: Mono, lápiz de color / papel, 35X45 cm. 2009.

Agita los poros de nuestros huesos esta selva carcome cada centímetro de piel La distancia entre mi abuela y Tecun Uman es larga La gente parece cansada después de no hacer nada aunque hayan segado el campo recolectado frutos de árboles tropicales caminado largos senderos vendiendo su alma no han hecho nada… nada El reloj en la pared está detenido desde hace cinco horas Dios olvida tan rápido que a ellos no les da tiempo de darse cuenta

(original en color)

Los ojos del viejo doblado y ebrio quieren salir de aquí pero todo esto es una prisión una jaula de cocos, bananos, cafetales, una jaula de humedad donde ni niños jugando el barro son felices

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De ahí no hay más diariamente aparecen muertos ¡maras o policías! muertos todos bajo una anochecida guerrilla urbana todos juntos todos los que pasan en Tecun Uman estamos jodidos por el resto de la vida


San Salvador Pira de fuego sobre los ojos de San Salvador Entre sus Shell y Texaco que alimentan el gran cráter Donde arde con su bata del Medical Center of California Una ciudad Las guadañas salpican de sangre la siega El machetero escondido en un traje Hermenegildo Zegna en Multiplaza come Roast Beef por la tarde Y en la noche alimenta la pira Con un aguardiente del recuerdo Crece con las luces del atardecer Un San Salvador enfueguecido por la emulación de Los Ángeles Más calcinados por el hambre Más herrumbrados por la historia En este lugar no existen los revés Y San Salvador es la ceniza del mundo

Estallan en el cielo los fuegos artificiales entre una muchedumbre nuestras manos apenas desconocidas se entrelazan como aquellas párvulas aves que se pierden a lo lejos Estallan las luces sobre la tarde de Cuscatlán y en nuestros ojos cae una chispa cuando pensamos en lo cierto de la vida y nos abrumamos por sabernos inciertos pero estamos en diciembre donde las tardes tienen algo de magia algo de música, algo de fiesta… Y cuando las luces que se prenden a lo lejos comiencen a desvanecerse sobre nuestros corazones vos sabrás que nunca nadie había tocado tu rostro tan tenue con la alegría de las tardes de diciembre en Cuscatlán

Sofía Echeverri, de la serie: Tintas: Inner–Self, tinta / papel, 50X35 cm. 2009.

Tarde de diciembre en Cuscatlán

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