La Juguera Magazine

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n o 10 MAyo - JUNIO 2015 / DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Un sindicato de mujeres pescadoras en Los Vilos La Mandrágora: arte social en Achupallas Cuento inédito: “Cariño Malo”

LA SINGULAR

PANCHA NÚÑEZ

Desde Laguna Verde, la escultora chilena repasa los altos y bajos de su vida.

Financia:

Convocatoria 2015 Región de Valparaíso


/ M AY O - J U N I O 2 0 1 5

alen-lauzan.blogspot.com

015 o-junio 2 y a m itora: I, II e.cl / Ed 0, año 1 ° magazin N ra Óscar e e : u s in g z ta ju aga eb M Periodis tora@la c / a e l r ir .c e d e u rgada W / ) in a g o magaz delgad l / Enc La Ju ra le .c e o) a e u s in u g (@ z e ju a o id la g @ (@ ma lgad so era ra De editora ionesdeu a@lajugu : Alejand nselina) : Instrucc llo prens o a ñ Directora Madariaga (@mo rv e a is C d melia rte y at illaga), A ción de a Campos Montserr oscarasp s / Direc o on c (@ ls n a e ia g N V a Aspill grafo: aleria ciales: V ia / Fotó o v s ra s a e de.com S d y re za arbonma lexandra .c A : la b Constan ro e a W .c Péndola, oland, Diseño lo www ia u ic g tr n a A P , a V nio orres a: Carolin rca, Anto arolina T n Portad udio Aba nzález, C la o C G . , Ilustració e s ro e g lip y e e nten os Re án, F tóbal Mo bra, Carl len Lauz dores: A astián La lina Angulo y Cris b ra e o S b , la o ry C ro alle Worm G Ugas, Ca or) Fuentes, iffer, Raiza Vera o impres fe túa com c P a to lo s ó e (s Ern íso e Valpara ercurio d M l E g : n ió Impres guerama

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Por Amelia Carvallo

La singular

VERNE Y EL BACHILLERATO Nací en Colina pero fui dada en adopción a mis padrinos cuando guagua así que me crie un tiempo en el Barrio Recoleta y después llegué a vivir a Cerrillos, siendo ya niña. Mis papás no tenían hijos, así que fui la única. Mi mamita era costurera y entregaba sus trabajos en el centro. Cuando pasaba por el pasaje Matte me compraba libros de Julio Verne. En ese tiempo estudiaba y trataba de hacer los mapas que Verne hizo en su novela De la tierra a la luna. Pasaba semanas dibujando el monte Everest que en la luna corresponde a una fosa abisal. Mi mamita también me hacía la ropa así que vivía en una elegancia que me llegaba a dar vergüenza. Cuando entré al colegio lloré los primeros días. Era buena alumna excepto por las matemáticas que se me fueron en collera, tanto así que para ganarme el cuatro tenía que estudiar caleta. Mi educación media fue complicada. Por donde vivía me correspondía el Liceo Municipal de Maipú que fue uno de los primeros municipalizados en Chile. Era absolutamente momio, el director era pinochetista y yo tenía tan buenas notas que no me podían dejar sin colegio así que me fui al Liceo 1 y viajaba todos los días desde Cerrillos. No tuve muchas amigas, todas estaban muy pendientes de los chiquillos del Instituto Nacional y yo para todo ese tipo de cosas fui bien lentita, la primavera se me despertó tarde. En el Liceo 1 había una cúpula de chiquillas, la elite del liceo, que jugaban al bachillerato en unas tremendas

PANCHA NUNEZ Surgida como artista en el Santiago de los ochenta, Francisca Núñez (n. 1961) es una artista chilena reconocible y reconocida, Premio Nacional de Bellas Artes 2009. Actualmente vive en Laguna Verde donde, entre el rugido del viento, conversamos de lo que fue y lo que será. Nos acompañaban sus perros Osa, Tacha y Kaskop. Lo que resultó fue un autorretrato donde Pancha contó de sus orígenes en Colina, su pasión por el papel kraft y el género, de un viaje a Europa junto al fallecido pintor Pablo Domínguez, de las casas okupa en que vivió allá, de la librería que tuvo acá y su intensa vida actual.

FORMAS Y MATERIALES

Yo quería estudiar pintura desde siempre. Me gustaba Pedro Luna, Pedro Lira, quería aprender a pintar paisajes. De la escultura pensaba que eran los monumentos nomás, el mármol, cuestiones militares, Bernardo O’Higgins, estatuas. En escultura era lo que más mal me iba, un cero, terrible, al final me recuperé y pasé. Tenía a Patricia del Canto de profesora que igual me dejó ser y me enseñó el ABC de la cuestión. De todas maneras nunca dejé el dibujo, que ha sido mi compañero durante todo este tiempo, de allí nacen las ideas para hacerlas en volumen. Tuve a Luis Advis y Adolfo Couve como profesores, con clases teóricas muy buenas. También tuve la gran suerte de tener como profe de dibujo a Jaime León con el que aprendí mucho.

En 1980 postulé a la Academia de Arte. Al examen especial llegué con mis materiales: llevé papel kraft, que mi mamá usaba para envolver sus pedidos de ropa, una témpera azul, una blanca y una negra que era todo lo que tenía. Lo primero que pusieron fue un cubo, un cilindro y una esfera y había que dibujarlo relativamente realista. Lo hice lo mejor que pude y después vino una segunda prueba que era hacer lo que quisieras con esas formas, nuevo papel y otros colores y yo hice cualquier cantidad de azules y celestes y me fui a lo abstracto. Quedé en lista de espera bien a la cola, finalmente la lista corrió hasta que quedé. Cuando vi mi nombre en la lista se me cayeron las lágrimas, le dije a otro que me leyera para estar segura y me fui llorando de Macul a Irarrázabal, totalmente conmocionada.

Saqué la carrera como en ocho años y entre medio tuve dos hijas. Fui exonerada durante dos años, no podía ingresar a la universidad por peligrosa. Estaba en Las Encinas y nos juntábamos con la gente del Pedagógico y con los de Ciencias. Yo era bien de llevar el pandero en las protestas y organizar, con pañuelito en la cara y todo eso, una vez patee una lacrimógena pesada como tarro de leche condensada. Esos días los recuerdo como que estaba en el lugar que tenía que estar y hacía lo que tenía que hacer. Era una chica arriesgada, participaba en todo, imprimiendo panfletos en la noche para repartir en las marchas. Estaba dividida entre dos generaciones: una era la de los pintores que no se involucraban en nada, que eran los de Chucre Manzur, y por el otro lado estaban

hojas con miles de casillas. Eso era lo más bacán a lo que podía llegar pero nunca logré jugar, eran demasiado capas ellas. Me echaron por asuntos políticos y me fui a la Academia de Humanidades de Recoleta. Ahí lo pasé muy bien, me encontré con los árabes de Patronato, de Avenida La Paz, donde ahora hay puros chinos. Me invitaban a los cumpleaños, fiestas en palacetes con alfombras, bandejas de plata, copas de cristal, un lujo otomano. Allí lo pasé bien pero también me echaron por razones de sublevación. Mis papás ni opinaban, que haga lo que quiera, o mejor dicho lo que pueda. De ahí me fui a la Inmaculada Concepción de Bellavista donde terminé cuarto medio.

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los artistas plásticos más comprometidos y las juventudes comunistas, pero yo conciliaba esos dos mundos en el arte. Mis primeros trabajos fueron con mi querido papel kraft, siempre encontré muy noble ese material y al cartón también. En ese tiempo me pusieron la etiqueta de la escultora del material de desecho. Lo cierto es que al taller de aluminio no me podía meter porque no me daba el billete. En el taller de picar piedra, con Matías Vial, nunca pude hacerlo bien. Era terrible. Tenías que hacer tus propios cinceles a partir de un fierro que calentabas en la fragua y luego al yunque a sacarle punta a puro martillazo. El metal está bueno cuando al meterlo en un aceite se pone azul. ¡Nunca vi ni un puto color azul! Me acuerdo que martillé un semestre entero y la piedra se fue achicando hasta que quedó tan chica como la maqueta de greda que había hecho. En madera me conseguí un tronco bueno y estuvo mejor porque no lo cincelaba, le metía serrucho y hacía los cortes y después con una gubia le hacía unos sacaditos. Estuve haciendo cosas constructivistas con madera, los listones, los cuartones, armando formas. Otra cosa que siempre me gustó fue la mecánica de automóviles y creo que de ahí tomé mi gusto por el color. Mi papá era pintor de autos y yo fui una chica de garaje a la que ponían a revolver la pintura para que no se aconchara. Cuando veía que el color se empezaba a fundir con el aceite se me caía la baba de los colores que salían: bermellón, azul, amarillo. También hice pistoleo de pintura y me tenían para igualar colores por el buen ojo.

LA VIEJA EUROPA A Ámsterdam llegué a los 27 años gracias a una exposición individual que tuve en la galería Casa Larga de Carmen Waugh. Justo llegó el director del Museo de Arte Moderno de Ámsterdam buscando gente para hacer una muestra sobre América, que incluía a expositores de Uruguay, Argentina, Brasil y Chile. Con Pablo Domínguez, que en paz descanse, fuimos escogidos para ir por dos meses a Holanda. Nos pagaban los pasajes de ida y vuelta. Fue como el sueño del pibe, entramos por la puerta grande, fuimos a Portugal a dar la hora, pero igual lo pasamos chancho en Lisboa porque Pablo era el mejor compañero de viaje que he tenido. Con él era todo el rato cágate de la risa, si queríamos, cada cual a su aire, sin problema. Me dejaba ir al lado de la ventana en los viajes. Llegamos a Europa los dos bien huasos, a ver los Van Gogh y Rauschenberg en vivo, y pedimos la plata del hotel y nos fuimos a una okupa así que nos alcanzó para vivir como tres meses. Cuando se estaba acabando la plata postulé a una beca para hacer un posgrado de dos años en la Rijksakademie. Me dieron taller como con mil euros mensuales y todos los materiales. Pablo se volvió y yo me quedé. En la okupa conocí a mi segundo marido, Gert-Jan Van den Broek, un holandés ebanista de manos inmensas. Ahí me dije “esta es la mía” y estuvimos juntos 18 años haciendo muebles. Yo le daba las medidas de lo que quería y él preparaba la madera y yo dibujaba y pintaba para que él después cortara, ensamblara y pegara. Yo también hacía el tapizado. Era rico porque la plata quedaba en casa, no como ahora que tengo que pagarle a un maestro. Al tiempo volví a Chile pág · 4

a buscar a mis dos hijas y me las llevé conmigo pero no vivimos en Ámsterdam porque era muy peligroso por la libertad y las drogas, cada cual se metía en los problemas que quería meterse, yo del primer año en Holanda casi no me acuerdo, lo pasé en estado etílico. Nos fuimos a un lugar en la playa que se llama WijkAanZee y vivimos en una okupa que era un castillo medieval, al lado del mar. Había sido un hospital para tuberculosos, tenía buen aire y por un lado veía el mar, por el otro las dunas y por otro el pueblito chico. Antes del final del invierno desde la nieve empezaban a salir unos triangulitos verdes y se veía una gran extensión con los bulbos verdes que empezaban a brotar al derretirse la nieve. Después aparecía una flor blanca así que todo quedaba nuevamente blanco pero de pétalos, como nevado de flores, demasiado lindo, hice una serigrafía de eso. De vuelta en Chile en 2005, luego de 18 años fuera, me encontré con los amigos y llegué a vivir en la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Allí tuve mi negocio de compra y venta de poesía, un chiste. Tenía un taller grande para atrás y adelante unas vitrinas. Lo primero que hice fue poner una tienda de antigüedades y suvenires. Tenía un cajón lleno de lamparitas, ceniceros, todas las huevaditas que me había comprado en Europa las metí en ese cajón y me las traje. Viví un año entero de eso. Después puse una librería con Whitman, Artaud, esa onda, los iluminados y los malditos. Pero no me fue bien porque vendía un libro y me compraba una chela, vendía otro y me tomaba otra chela y se me fue el capital, se hizo un hoyito en la bolsa y quebré. En eso llegó Impuestos Internos a ver facturas y todo eso y les dije “yo vendo y compro poesía, aquí

PANCHA NÚÑEZ Costurera de Abismos / Ocholibros

TESTIMONIO

“Llegamos a Europa los dos bien huasos [con Pablo Domínguez], a ver los Van Gogh y Rauschenberg en vivo, y pedimos la plata del hotel y nos fuimos a una okupa así que nos alcanzó para vivir como tres meses.”


Fotografía Isaac Guerra

“Mis proyectos futuros me tienen pensando en el 2017 y la exposición que haré en la Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes. Quiero montar la pieza de Van Gogh, otro espacio será el Peep Show para el voyerismo y una que otra sorpresa.”

vienen los niños del colegio y hacen las tareas y en este sillón que está aquí cualquiera se sienta y se pone a leer y les doy un cafecito si quieren, esto es como una biblioteca social”. No sé cómo les pareció, pero salvé. Después tuve otra iniciativa, un taller de costuras, onda se arreglan cierres, se hacen bastas. Siempre he sabido cortar y coser, mi mamita me alentaba pero igual sufrió mis saqueos, le tomaba sus géneros, hasta a las cortinas les metía tijera para sacar un poco de tela. Me acuerdo que una vez tomé el colchón de mi hija y le saqué una tajadita, Omar, el papá me quería matar, otra vez me eché un sillón de mimbre. Me gustan las telas, cuando fui a Turquía me lo quería comprar todo. Me compré un laúd, una alfombra voladora, soy consumista terrible pero cuando me llega el agua al cuello me deshago de todo.

LAS TIERRAS ROJAS DE HOY Laguna Verde es un pueblo chico medio parecido a Twin Peaks, es un enredo, hay harta gente mayor y harta gente joven con este movimiento de “No a la cantera”. Mi hija, la mayor, es medio ambientalista y ha organizado reuniones con las juntas de vecinos, ha hecho afiches, serigrafías, sacó un diario, es presidenta del comité cultural. A muchos les importa una

pelota la cantera, no dimensionan lo que pasará y por otro lado hay jóvenes que quieren figurar mucho, que quieren meterse a alcalde y estamos los que realmente les importa qué pasará con la movilización y la congestión de camiones. En Laguna Verde vivimos con harta austeridad, el agua es un bien escaso y que se valora mucho. Caminamos harto por las lomas porque mi auto está sin papeles así que sólo lo usamos para acercarnos al bus. El invierno es jodido porque la tierra es gredosa y hay momentos en que los autos no pueden subir, se quedan con el barro hasta la mitad de la rueda. Pero es rico igual mientras tengas leñita para la salamandra, en la casa hay tres, una en cada pieza, le echamos hartas piñitas de pino. Yo creo que estoy en el lugar que tengo que estar en el momento que tengo que estar. Estoy empezando una madurez, todavía no soy adulto mayor pero me gusta lo retirado. Ir de vez en cuando a Santiago a hacer mis negocios, pasar a ver algún amigo y regresar luego. Estoy juntando monedas para ir a ver a mi nieto a Holanda esta Navidad. Se me partió el corazón cuando se fue pero su mamá no se pudo adaptar a Chile, este país es difícil, es de pitutos y es caro.

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EL DIABLO Y LO QUE VIENE He estado haciendo muebles para la galería Artium, pinturas chicas y unas figuras de madera que remiten a una escultura mía grande que hay en el Museo de Artes Visuales. Son tres personajes: uno oscuro y negro que es el hombre, otro amarillo que es el inocente y atrás de los dos un diablo rojo que los cubre.Venía saliendo de dos experiencias lisérgicas, dos conversaciones con el demonio que me dejaron con miedo porque quería hacer el medio trato conmigo. No era feo y se creía mino pero se vestía súper chulo: zapatillas blancas, camisa amarilla y pantalones rayados. Una vez me dijo: “Te vengo a cobrar la cuota”. Según él le vendieron mi alma cuando yo tenía cinco años. Después salió con que todo lo que tengo es por su ayuda. La última vez que lo vi me dijo al despedirse: “Me llamarás, y no voy a volver”. Y no ha vuelto. Trabajo sin escuchar música, en silencio. No veo noticias porque me deprime. Mis proyectos futuros me tienen pensando en el 2017 y la exposición que haré en la Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes. Quiero montar la pieza de Van Gogh, otro espacio será el Peep Show para el voyerismo y una que otra sorpresa.


Recopiló Oscar Aspillaga

/ G E S T I Ó N C U LT U R A L

La recién formada Asociación Parque Cultural de Valparaíso, PCdV, presidida por Cristián Warnken como representante del CNCA, se encuentra afinando los detalles para elegir a su nuevo/a director/a mediante un llamado abierto a postular. Una consultora externa será la encargada de filtrar a los candidatos, para luego entregar un listado a la Asociación, que tomará la decisión final.

no sea necesariamente un “gestor cultural” si no una persona con experiencia en artes y una profunda sensibilidad de lo que significa el trabajo de desarrollo comunitario, tomando en cuenta las características genuinas que el Parque tiene, partiendo por su historia y significación en la ciudad como cárcel, luego la ex cárcel como centro cultural autogestionado y, también, su emplazamiento en el cerro.”

creativos y de análisis en toda sus disciplinas, tener los conocimientos y prácticas para poder proyectar la verdadera identidad de este puerto hacia todo el país y el extranjero. A mí parecer, debe tener la capacidad de incorporar armónicamente las distintas visiones de los miembros del directorio (integrado por miembros de organizaciones con representatividad ciudadana real).”

Manuel Guerra

Realizadora y productora audiovisual

Con cerca de 10 mil visitas mensuales y más de 250 actividades en su programación anual, el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV) es uno de los centros culturales más grandes del país. Acorde con su importancia, este año 2015, cuenta con un presupuesto de 900 millones de pesos, incluidos en la Ley de Presupuestos de la nación. Se suma a lo anterior, su significación histórica y social, como ex-cárcel de Valparaíso y luego como espacio para la cultura. Todos estos aspectos otorgan alta relevancia a la futura elección de la persona que esté a cargo de la dirección artística del lugar. Es por esto que preguntamos a diversos actores culturales de la región, cuál debería ser su perfil y los animamos a jugársela por un posible candidato.

Director de Música del Sur

Estas fueron las respuestas.

Danilo Llanos Co-director del Centro de Investigación Teatro La Peste de Valparaíso “Debería tener una visión amplia y no sesgada de lo que significa el albergar a todas las disciplinas artísticas en ese lugar, haciendo convivir el gran arte con otras manifestaciones emergentes, siendo capaz de valorarlas de igual forma. Que

“Me jugaría por alguien de la ciudad, joven pero con trayectoria en el mundo artístico y que haya sido capaz de darle sostenibilidad a su proyecto. Creo que es momento de las ideas y no de los indicadores. Mis candidatos: Pato Muñoz, Rocío Rivera.”

Martina Knittel Co-capitana en Áncora 517 “Creo que, ante todo, debiese tener una visión clara del rol que tiene el Parque en su contexto, en la ciudad y su barrio. Por otro lado, debiera ser alguien que pudiera integrarse de manera armónica con su entorno, cohabitando con las iniciativas comunitarias del sector y facilitando espacios de vida comunitaria para sus vecin@s directos. Dicho esto, la línea curatorial que ha llevado el Parque hasta ahora es un paso ganado en cuanto a su posicionamiento artístico y cultural, lo que no debiera perderse. Ojalá sea alguien de ninguna disciplina en particular, sino que pueda navegar entre las diversas capas que componen el ecosistema cultural.”

Rodrigo Letelier Balaguer Director del Centro Cultural Trafon “El perfil del director de PCdV debería tener una profunda relación con la realidad de Valparaíso y su gente, tener la capacidad de reconocer las manifestaciones culturales, artísticas, procesos pág · 6

Alejandra Fritis “Que viva en Valparaíso y que sus hijos (si los tiene) estudien en colegios porteños; que no pertenezca a partido político alguno ni tenga actualmente algún cargo de ese tipo; que no pertenezca a las organizaciones que fueron parte de la configuración institucional anterior del Parque; que sea artista, comunicador o cientista social, no gestor, que tenga una trayectoria profesional notable pero, sobre todo, gran capacidad de liderazgo y empatía. No sé si esa persona existe.”

Javier Valenzuela Bravo Actor y gestor cultural del Departamento de Cultura, Municipalidad de Viña del Mar “Requiere de un perfil alejado de los personalismos, con fuertes habilidades en mediación cultural que le permitan desarrollar una gestión colaborativa y facilitar el diálogo entre la comunidad, los agentes públicos y privados de la ciudad. Además, debe poseer la capacidad de articular y proponer programas innovadores, considerando el carácter único de Valparaíso. Creo que el cargo debe ser asumido a través de un concurso público transparente, que permita dejar de lado cualquier suspicacia, donde se privilegie la experiencia profesional y el conocimiento del territorio. Por su rol de mediador y buena gestión en el reposicionamiento de Balmaceda Arte Joven Valparaíso, Cristian Venegas me parece un postulante interesante.”


Ramón Yáñez Morales

Benjamín Briones

Gestor Cultural de la Unidad de Cultura y

Director de Patio Volantín

Comunicaciones, Municipalidad de Quillota / Gestor en organización independiente El Colectivo “Debe ser una persona que pueda llevar a cabo el Plan de Gestión del Parque y el perfil ajustarse a ese Plan. Debe contar con competencias relativas a la administración, gestión cultural, conocimiento de las políticas culturales y un buen manejo de relaciones de trabajo con el Directorio, sus subalternos, las organizaciones y artistas. Potenciar este espacio para la creación, las residencias, la formación y una programación diversa. Mi candidato es Cristian Venegas.”

Cristian Venegas Jefe de áreas artísticas del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes “Más que credenciales académicas se requiere un perfil que reúna una amplia experiencia en el manejo de grandes espacios culturales con vocación internacional, que sepa de gestión de equipos, y ser un gran comunicador/a para cautivar a las audiencias.”

Leonardo Torres Productor de Insomnia Alternativa de Cine “Debiera ser una persona con un bagaje cultural amplio, con ideas novedosas y cercanía, que pueda mantener el nivel alcanzado por el Parque y visualizar un lugar donde Valparaíso brille nuevamente. Un centro de ideas para que Valparaíso despegue de este letargo. Darle un curso como ciudad cultural. Para mí, Cristián Warnken es el ideal. Un hombre centrado, con ideas y conocimientos amplios y, sobre todo, muy cercano.”

“Ser valiente para actuar con autonomía, que el cargo no sea político. Que en curatoría vele por un actuar integrador y de participación ciudadana, especialmente de los actores del territorio. Alguien con experiencia, puede venir de los mismos representantes históricos del proyecto de recuperación de la ex cárcel, como Vanessa Vásquez. También estoy disponible.”

Cristian Zúñiga Lucero Director Escuelas de Rock del CNCA “Debe ser un hombre o mujer que tenga una mirada, opinión y estrategia de largo plazo sobre Valparaíso desde una dimensión cultural, educativa y social. Este espacio debe pasar a ser un punto neurálgico desde donde región y comuna se proyecten a futuro desde una gran alianza públicociudadana. Hoy, el país debe avanzar en priorizar esta alianza entre Estado y cultura popular. Ojalá que sea alguien de Valparaíso, con experiencia en gestión comunitaria y que sea estratégico, valiente e inteligente para convencer a autoridades y clase política de que invertir en cultura es invertir en identidad, paz social, educación y empleabilidad.”

Paulina Varas Miembro del CRAC Valparaíso y académica en la UPLA “Debería luchar para que la cultura sea un derecho y no un privilegio, desarrollando una política al respecto. Fomentar que el PCdV sea un espacio público democrático donde ni la censura, ni el lucro ni los intereses privados rijan por sobre el bien común, procomún y autónomo.​”

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Natacha Gómez Barahona Periodista

“Debe ser una persona que conozca de buena fuente el proceso político e histórico del actual Parque, anterior ex cárcel. Alguien con una visión amplia, sensible, crítica y, sobre todo, inteligente, capaz de darle cierta continuidad a los aspectos más positivos de la gestión de los últimos años y fortalecer aquellos aspectos débiles, que considero menores. Debiera ser capaz de reinstalar el Parque como un dispositivo potente no solo para la ciudad y la región, y fundamentalmente administrar que todo lo logrado no se pierda, y mantenga una lógica de ser un espacio de creación y difusión que potencie con criterio la cultura y el arte como lo ha sido hasta ahora.”

Rodrigo Piaggio Director General de DIVA Film Fest Valparaíso El cargo de director artístico debe tener un perfil más bien cercano a la ciudadanía que a la intelectualidad, generar nuevas redes, apertura del espacio y, sobre todo, un nuevo trato hacia los artistas y la comunidad: dejar el hermetismo de la dirección anterior, tipo museo, estilo anquilosado y que ningún favor le hizo. Mi candidato siempre ha sido Cristian Venegas (Caja Cerebro), hoy mandatado en el CNCA, sin embargo nombres como Isabel Ibáñez (Festival de las Artes), Sidhartha Corvalán (PCdV) o incluso experiencias nuevas y jóvenes como la de Javier Valenzuela (gestor y actor) entregarían un sello particular, renovado y, sobre todo, transversal a la gestión, que es lo urgente. Lo importante es que hay mucho talento de donde elegir.”


/ G E S T I Ó N C U LT U R A L + C R Ó N I C A P O É T I C A

Piero Castagneto Periodista e investigador histórico “Debiera ser no necesariamente un nativo o residente de la región, pero sí un buen conocedor de la misma y sus necesidades y problemas culturales. Debiera ser capaz de desplegar una gestión que combine un sentido de la diversidad y apertura a propuestas nuevas, con un rigor en cuanto a la calidad. Es fundamental evitar el mal de la subutilización de este espacio.”

Juan Carlos García Gerente Centro Interdisciplinario Neurociencia Universidad de Valparaíso

de

“Debe tener trayectoria en cultura, ya que es importante contar con una muy buena programación en las distintas disciplinas. Es importante que tenga voluntad de integración, de manera de acoger las distintas miradas que hay en torno a la cultura, y posicionar ese lugar como un punto de atracción de la comunidad en general. ¡Es un parque! Debe ser alguien que abra el parque a la ciudadanía aún más, y que consolide ese lugar como un actor relevante no solo de la comuna, sino de la ciudad y el país. La galería de reos, donde se encuentran los espacios de talleres para artistas, debe intensificar su uso y abrirse también a la comunidad, sobre todo, a los niños y jóvenes. Más que proponer nombres debe conformarse un equipo evaluador de los postulantes de muy buen nivel.”

Myriam Parra Directora de galería Casa Verde “Que tenga un conocimiento cabal de las políticas culturales existentes. Que tenga una mirada global y una mirada local sobre cultura. Que sea un agente político y social que logra tener relaciones horizontales y armónicas con los (difíciles) agentes culturales locales. Que desde su quehacer construya un relato de Valparaíso como ciudad única. Que ponga en un nivel prioritario temas como: accesibilidad, patrimonio, formación de audiencias, involucramiento coordinado, no competitivo, de las instituciones que trabajan en la cultura, que fomente la cultura como factor de desarrollo social y político, que se vincule con los

agentes educacionales. Que atraiga a los medios en temas culturales. Que sea o no de Valparaíso no es importante.”

dispositivo cultural local, nacional e internacional. Personas como Isabel Ibáñez o Aliki Constancio, no tengo dudas podrían hacerlo muy bien.”

Giulio Ferretto

Rodrigo Gómez Rovira

Director del Departamento de Artes Escénicas de la UPLA

Director del Festival Internacional de Fotografía en Valparaíso

“Que tenga conocimiento de la cultura regional, que tenga en mente proyectos que sean un poco subversivos, en el sentido de que se atreva a hacer cosas más allá de lo que le digan. Que exija calidad, participación, trabajo por la cultura de verdad. Eso esperamos de un hombre o de una mujer con talento, con sabiduría, cultura y con mucha fuerza para dirigir un espacio tan importante como ese.”

“El director o la directora tiene que saber dirigir. Parece básico decirlo, pero saber dirigir es un oficio y experiencia. Dirigir no significa solo mandar. Es ser capaz de tener una relación amplia. Dirigir en forma moderna, siendo curioso, escuchando, teniendo confianza, con un proyecto definido y la apertura para hacer modificaciones en el proceso. Creo que tiene que ser una persona con una mirada artística que pueda ir del barrio al mundo o del mundo al barrio. El PCdV es un lugar del Cerro Cárcel, de Valparaíso, de Chile, de América Latina, del Mundo. Tiene que ser una persona que tenga resuelta sus aspiraciones personales y que tenga la energía para llevar adelante un proyecto colectivo complejo y excitante.”

Rosa Alcayaga Poeta, periodista y académica de la UPLA “Como criterio general debe elegirse a una persona por mérito y no por favores políticos. Una persona con experiencia en el campo de la cultura en la Región de Valparaíso y una visión regional, no solo porteña. Es fundamental saber de qué concepto de cultura hablamos: si la miramos con el criterio de espectáculo y si seguimos regidos por una concepción dicotómica excluyente entre alta cultura y cultura popular.”

Isabel Ibáñez Directora del Festival de las Artes de Valparaíso “Alguien con experiencia en la gestión, que viva en Valparaíso (es fundamental) con redes internacionales, nacionales y locales, un gran articulador de encuentros entre distintas disciplinas, personas y colectivos. Mi candidato es Emilio Lamarca.”

Rafael Torres Gestor Cultural y director del Museo Baburizza “Mi opinión es que debe ser alguien con vasta experiencia en gestión y articulación cultural nacional e internacional. Resultaría ideal que sea alguien de la región, con habilidades blandas para relacionarse con toda la comunidad artística sin distingo y consciente de que el Parque es un

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Nancy Mansilla La Pan Galería “Primero que todo ojalá alguien de regiones, pensando en fomentar la descentralización. Una persona con amplitud de mirada, experiencia en gestión pero también en diversos lenguajes artísticos, en comunidades y con enfoque territorial para comprender y accionar desde y con la diversidad de personas que habitamos Valparaíso. Finalmente, alguien que dialogue con los/as artistas, vecinos/as, teóricos/as, e iniciativas autogestionadas, no solo en esta región, sino con el resto del país. Que haga del parque un lugar de encuentro para ¡todos/as!”

Emilio Lamarca Director Casa E, Metales Pesados “Creo que debiera tener una MUY amplia experiencia en gestión cultural, prestigio a nivel NACIONAL y entender que estará a cargo de uno de los centros culturales más importantes de Chile, no de Valparaíso. Su mirada debiera ser con visión local e internacional. Con solo eso se avanzaría mucho.”


El guardian del viento Escribe Ernesto Pfeiffer

«Debíamos decir que ya no nos esperen, pero hemos cambiado de lenguaje y nadie podrá comprender a los que oímos a un desconocido silbar en el bosque» «El viento trae olor a terneros mojados» Jorge Teillier Un árbol resiste todo el viento de Valparaíso que se agolpa en el pasaje Melgarejo. Nadie puede explicar de dónde vienen esas ráfagas y por qué se concentran en esos escasos metros. ¿Cuándo el viento se tomó este pasaje? Debe haber sido el 26 de junio de 1905, cuando Émile Dubois huyó por Melgarejo con las manos ensangrentadas luego de atacar al dentista Davies y pasó raudo hacia los malecones, donde finalmente fue acorralado. Quizás el viento comenzó en 1931, cuando el Café Riquet – ubicado donde ahora se emplaza una aparente botica patrimonial– abrió sus puertas y se preparó el primer té para Carlos León. Puede ser que el viento haya comenzado con la modernidad, en 1947, cuando se construyó el primer rascacielos de Chile y que algunos llamaron el «rascacerros»: se trata del edificio de la Cooperativa Vitalicia, que «aunque vitalicia ha muerto como tres veces», anota Lukas en una de sus crónicas. Esta imponente construcción de quince pisos sigue estoicamente en pie y en su primer piso aún funciona la óptica Bulling, lugar único donde se puede pasar una tarde hablando sobre un marco y sobre las diferencias de los lentes de ahora con los de antaño. Quizás el origen del viento ocurrió varias décadas después, exactamente el 3 de junio de 1961, cuando al Bar Alemán –que estaba ubicado en Melgarejo con O’Higgins– entró Pablo Neruda a su sector de costumbre, que tenía madera tallada y cristales catedral, con una gran bota de cerámica alemana y fundó el hilarante Club de la Bota. Dicen que para ser miembro había que beber de la bota y dibujar en una servilleta, con los ojos cerrados, un chanchito el que, además, debía estar ahumado.

Melgarejo que se preocupa de que el viento siga purificando este sagrado pasaje. El guardián tiene su torre en forma de quiosco y día a día establece conexiones con el más allá y hace actos poéticos como insertar poemas en el diario La Estrella. El guardián es un sobreviviente y tiene sus formas de resistir como, por ejemplo, no vender cigarrillos y regalar una «Negrita» a todo transeúnte que escuche su mensaje. También suele desaparecer y esconderse en su reducto para leer libros secretos como Enjambre de Efraín Barquero. A veces –y esto no sé si lo soñé o fue verdad– el guardián a la hora de almuerzo pone un cartel que dice: «Quiero dormir sobresaltado por sombras y miradas antiguas». Eliseo Donoso es el nombre del guardián del viento, él es un joven estudiante de lenguaje y es descendiente de Nina Donoso*, una olvidada poeta que escribió «Todo lo que digo es transparente». Este verso suena, en estos tiempos, como una revelación o epifanía, pues quién tendría ahora el coraje de escribir un verso así y declararse transparente, diáfano, puro, todas palabras de las que ahora solo conocemos sus antónimos. De esta transparencia es heredero el guardián y por eso es que el viento le obedece. Cuando atravieses Melgarejo «ruega porque el camino sea largo», y cuando lo atravieses te darás cuenta de que te habrás vuelto sabio y transparente. (*)Nina Donoso nació en Valparaíso en 1920. Escribió varios libros, entre ellos destaca Entre el pan y la estrella. Falleció en Santiago el 2013.

Hoy, a pesar de que los grandes lugares se encuentran cerrados o reemplazados por falsos históricos, nos queda un guardián en pág · 9


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/ CRÓNICA


Escribe Valeria Viancos / Fotografía Nelson Campos

Más de 170 kilómetros hacia el norte de Valparaíso, en Los Vilos, Cuarta Región, un sindicato conformado hace catorce años por mujeres, se organiza para posicionarse en un rubro dominado por hombres. Una historia de lucha y sueños.

Desde Valparaíso a Los Vilos existe una distancia expresada en dos horas y treinta minutos, aproximadamente. Desde Los Vilos hasta el área de manejo Las Conchuelas del Sindicato Lord Willow, hay otros veinte minutos. En la carretera, al costado de un colegio y con el muelle de la minera Los Pelambres de fondo–propiedad de Antofagasta Minerals, del clan Luksic– un grupo de quince mujeres conversa y ríe en una fría tarde de otoño. Están felices y esperanzadas. Se trata del primer sindicato de mujeres pescadoras de la Cuarta Región.

Las Conchuelas Ubicada en Punta de Chungo, el área de manejo Las Conchuelas solo se puede identificar por una caseta de madera prensada de 2x2. Se levantó hace ocho meses, tras catorce años de una lucha incesante por parte de sus gestoras, contra la actitud displicente y negativa de un medio social que no veía con buenos ojos sus ganas de ser trabajadoras del mar. En el año 2000, María Torres, inspirada en el trabajo de su padre, quiso aventurarse en esta rama. En aquel tiempo, le advirtieron que solamente agrupándose podría obtener los frutos deseados. Siguiendo esos consejos, el 12 de octubre del mismo año, reunió a un grupo de mujeres interesadas en el rubro y creó el sindicato. Hoy, 25 valientes féminas dan la cara ante las adversidades propias del oficio y de un entorno machista. Han ganado varias batallas, e incluso cuentan con tres hombres como socios para las labores de apoyo, razón por la cual, en un gesto de inclusión, acordaron que el cartel de la caseta debía decir “pescadores” y no “Mujeres pescadoras”, como figura en los papeles legales.

Mientras María recuerda detalles de su lucha por lograr respeto entre sus colegas hombres, es posible sentir su voz quebrada y observar sus ojos lluviosos. Alguna vez fueron llamadas peyorativamente la “organización fantasma”, una experiencia que lleva tatuada en su memoria. Pero lo que se utilizó como una herramienta para derrotarla, se transformó en un motivo para intensificar sus fuerzas. “Me gusta estar aquí. Mis hijas me dicen ‘mamá, ¿por qué no se retira?’ y yo les respondo que no.Voy a morir acá”. Nelly Farías, una de las más antiguas en el sindicato, recuerda: “Personas de algunas cooperativas nos decían que el área nunca jamás iba a ser de nosotras. No sé por qué tanta negativa. La lucha que tenían contra nosotras era netamente egoísmo y fuimos muy discriminadas. Incluso algunos decían que nos querían ayudar, pero después nos dábamos cuenta de que querían llegar ahí, estudiar nuestra trayectoria, nuestro trabajo y luego dejarnos caer”. Para Nelly, estar en el área de manejo Las Conchuelas es una experiencia única. Dejó atrás su trabajo en Santiago para vivir en Los Vilos, en un “lugar impagable” junto a quienes considera su otra familia. “Espero en el futuro sustentar lo que me queda de vida y ayudar a las chiquillas para que saquen sus proyectos adelante y que yo también pueda hacerlo”, comenta. “Para nosotras estar acá es sinónimo de tranquilidad. Es como llegar a nuestra casa, colgamos las carteras y nos ponemos a conversar”, comentan las pescadoras, sonrientes. A pesar de ello, todavía no cuentan con las condiciones básicas para permanecer dignamente en el sector, como servicios sanitarios o un techo que resista el invierno. Sin embargo, las lluvias no son un impedimento para continuar laborando. Con trajes y paraguas, están dispuestas a defender aquello que se han ganado y que sienten propio. Con esta misma fortaleza buscan poner en valor antiguos oficios del sector, “como los panes de luche que estamos ahora comiendo”, comentan.

Sin bajar los brazos Orgullosas, las mujeres de Las Conchuelas destacan que todas cuentan con el carné de “pescador artesanal” y pagan su cuota mensual de mil pesos. Son productivas y proactivas, no solo en funciones propias del mar

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/ C R Ó N I C A + L I T E R AT U R A

Saben que están ubicadas en medio de la nada, en las afueras de Los Vilos, entre un colegio y una mina. Pero adquirir el área de manejo no era ni es la meta, sino el inicio para generar nuevas formas de financiamiento.

Alguna vez fueron llamadas la “organización fantasma”, una experiencia que María Torres lleva tatuada en su memoria. o en el constante cuidado de su área de manejo, sino también en labores de oficina. Hoy, trabajan con la consultora Idee de Valparaíso realizando un levantamiento de ideas donde la fase final consiste en la entrega de un libro con posibles proyectos. A pesar de la diversidad de esta agrupación, que se refleja tanto en la edad como en el carácter de sus integrantes, ellas quieren continuar trabajando colectivamente. Saben que están ubicadas en medio de la nada, en las afueras de Los Vilos, entre un colegio y una mina. Pero adquirir el área de manejo no era ni es la meta, sino el inicio para generar nuevas formas de financiamiento con modelos de negocio proyectados en un restaurante, en administración del área para fomentar el turismo, en la realización de fiestas gastronómicas y en la instalación de

máquinas para ejercicios o de una caballeriza. Sin embargo, “todo esto no puede concretarse hasta contar con la concesión del terreno”, explica Karen Cisternas, secretaria y tesorera en la actual directiva. “Necesitamos levantar el turismo acá en Los Vilos porque se ha ido degradando después del terremoto del 2010”, agrega. Para postular a financiamientos de pesca artesanal requieren de un aval, que, en este caso, vienen siendo el área de manejo, explica Karen. Por eso, las pescadoras del Lord Willow se preocupan del mantenimiento y cuidado del sector, cumpliendo turnos de doce horas diarias, que se traducen en el pago de veinte mil pesos por jornada: “Nuestra mano de obra es nuestro aporte en moneda y es lo que entregamos al proyecto”. Karen se ha transformado en uno de los pilares de la organización, junto con Margarita Núñez, la presidenta del sindicato. Perseverante e inquieta, estudió Pedagogía General Básica con mención en Trastorno General del Aprendizaje y no dudó en cursar un técnico en Administración de Empresas. “Tengo estos estudios, pero prefiero estar acá con mis viejas –afirma–. Igual puedo aplicar mis conocimientos en este trabajo. Uno nunca deja de aprender”. pág · 12

De voz fuerte y segura, Karen ha vivido situaciones tristes en su vida. Tras una pérdida familiar, buscó actividades que llenaran el vacío en su corazón. Una amiga la invitó a participar en el sindicato: “Ha valido la pena estar acá. Lo veo como un proyecto bien bonito a nivel nacional y poco a poco hemos ido ganando cosas”, comenta. En la agrupación se respira un aire de satisfacción por quiénes son y cómo han ido creciendo. Se han integrado nuevas mujeres y, también, muchas de ellas se han ido, en un vaivén propio de cualquier gremio. Estos cambios, sin embargo, no han afectado su voluntad: “tenemos que mantener los pies sobre la tierra para desde ahí ver hacia dónde vamos –dice Karen–. Nosotros estamos recién empezando con esto y tenemos todo un futuro por delante”. Antes que el cielo gris comenzara a oscurecer, una valiente viste su traje de buzo y se sumerge al mar. “Está malo el día, que no se meta”, se escucha murmurar dentro de la caseta. Entre sus manos sostiene una jaiba morada. Minutos después, se esconden en su querido refugio, en medio de risas, recuerdos y sueños.


Breve historia afectiva de la narrativa porteña Escribe Felipe González

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Me parece que en toda o la mayor parte de la narrativa sobre Valparaíso puede leerse un posicionamiento respecto del proceso de auge y decadencia económica, cuya inflexión se produce a comienzos del siglo XX. Desde mi punto de vista, el quiebre de la “edad dorada” de Valparaíso funciona como un centro de gravedad histórico que determina, desde entonces, tanto a la ciudad concreta como a la representación literaria de ese espacio. Los historiadores coinciden en que, al insertarse Latinoamérica en los flujos mercantiles capitalistas, se acentúa dramáticamente la desigualdad. La buena narrativa, al representar con lucidez el espacio porteño y su sociedad, necesariamente desliza un juicio sobre este proceso. Se trata, eso sí, de un juicio afectivo: mediante el lenguaje propio de la literatura, la obra “dice algo” sobre los asuntos de la polis.

Cambio de siglo, del XIX al XX:

/ L I T E R AT U R A

el resentimiento en la sociedad burguesa Un primer momento afectivo podría incluir algunas obras de Rubén Darío y Joaquín Edward Bello. El afecto predominante en ellas es el resentimiento, que se manifiesta en unos personajes cuyo deseo se encuentra fijado en los privilegios de la nueva sociedad burguesa, que les son inaccesibles. Tal desaire, les otorga a los relegados una notable clarividencia para detectar fisuras y contradicciones. En dos textos de Darío, escritos durante su estadía en Valparaíso, los brutales contrastes sociales de una modernidad precaria se hacen visibles mediante las caminatas de sus personajes poetas. En el cuento “El fardo”, perteneciente a Azul… (1888), el narrador vagabundea en busca de escenarios y personajes pintorescos previamente elaborados en su cabeza, y encuentra al tío Lucas descansando en el muelle tras un accidente laboral como lanchero, quien se identifica con “los bravos hombres toscos que viven la vida del trabajo fortificante…”. Pero esta mirada idealizada se modifica cuando el bravo hombre tosco refiere la trágica muerte de su hijo, aplastado por un fardo, y la vida miserable de su familia: “….vivían en uno de esos hacinamientos humanos, entre cuatro paredes destartaladas, viejas, feas, en la callejuela inmunda de las mujeres perdidas”. Como si continuara el relato anterior, “Álbum porteño” –también de Azul…– comienza cuando Ricardo se dirige hacia el apacible cerro Alegre, “huyendo de las agitaciones y turbulencias, de las máquinas y de los fardos”. Ahí hallará aquello que también los businessman ingleses deseaban encontrar tras sus jornadas laborales: una naturaleza intervenida según el gusto de la jardinería europea, que les hiciera olvidar el ajetreo y la fealdad de los manejos portuarios y financieros. El poeta caminante que en “El fardo” ve malogrado su entusiasmo exotista con el relato nada poético de la desgracia del tío Lucas, requiere ahora, en “Álbum porteño”, de unas

fuentes de inspiración más ad hoc a su proyecto estilizante. Llega así a un locus amoenus donde conviven angelicales adolescentes inglesas, “[u] n huaso robusto”, y unos obreros que tienen “tallas de cíclopes”. Con todo, Darío no soslaya las circunstancias, su mapeo es preciso: los trabajadores portuarios arriesgan su vida en jornadas extenuantes y viven en la miseria; en cambio, quienes se ven favorecidos por el auge, si bien sus negocios los agobian, habitan lugares apacibles y bellos, donde es posible olvidar las tensiones sociales.

En el encopetado colegio Mac-Kay, Pedro, el protagonista de En el viejo Almendral (1931), observa la total escisión entre el plan y los cerros, “dos mundos que ni se quieren ni se conocen”, así como las tensiones entre inmigrantes y criollos. Joaquín Edwards Bello capta incluso con mayor lucidez ­las fisuras de la sociedad porteña. En el encopetado colegio Mac-Kay, Pedro, el protagonista de En el viejo Almendral (1955), observa la total escisión entre el plan y los cerros, “dos mundos que ni se quieren ni se conocen”, así como las tensiones entre inmigrantes y criollos: “los ingleses se aíslan de los chilenos; el colegio es una isla destacada de la Inglaterra victoriana…”. Muy lejos de la meritocracia, los jóvenes estudiantes ingleses tienen trazado su futuro de antemano. El padre de Pedro intenta transgredir este orden de cosas preparando a su hijo para los negocios del puerto, pero, Pedro ya sabe cómo son las cosas y mirará con lupa el lugar del que se le excluye, considerando a los extranjeros como “el gallo que nosotros mismos hacemos llegar a nuestro gallinero para que nos derrote y se lleve nuestras odaliscas”. Este aspecto sexual del resentimiento emerge cuando, Florita, su amor de infancia, termina prometida al inglés Power. En contradictoria respuesta a esto, Pedro urde el plan de adquirir ropa nueva y un caballo, para pasearse “displicente y magnífico, a manera de estampa inglesa de carreras”. Luego, abandona el liceo para dedicarse a los negocios pág · 14

y se transforma en un vendedor viajero de vinos al por mayor. Sin embargo, resulta estafado y la misma Florita le consigue un puesto en la oficina de Power. Humillado y todo, logra por fin conectarse con los negocios del puerto. Pero tampoco entonces se encumbra demasiado. Sensibilizado ante la injusticia, recuerda a los verdaderamente marginados, aunque sin exceder los márgenes de su prejuicio, pues le parecen extraterrestres: “¿Qué clase de gente puede vivir en los cerros? […] Debe ser gente constituida de manera especial, de temperamento aparte”.

Mediados del siglo XX:

nostalgia creativa y nuevas comunidades Este segundo momento se da en pleno reconocimiento de la decadencia económica. Aparece la nostalgia por la gloria perdida que pone de relieve rasgos antes excluidos de los imaginarios porteños. También surgen procesos de duelo frente a la pérdida y de resignificación. En la novela Valparaíso, puerto de nostalgia (1936), de Salvador Reyes, un heterogéneo grupo de amigos porteños: un capitán de corbeta, un pintor y un bolsista, son animados por Pedro Velasco, aventurero y hombre de negocios, a fundar el Club de los Fumadores de Pipa en el cosmopolita Bar Kiel. No es casualidad que el capitalista del lema “Pelearse con los competidores, comprar barato y vender caro…”, haya institucionalizado al grupo, ni tampoco que el local sea atendido por una pareja de inmigrantes alemanes: juntos son la condición de posibilidad para restablecer una comunidad armónica, plena de sentido, pues encarnan la conjunción mercantil-cosmopolita, tan exitosa en el pasado. Del mismo modo, el Valparaíso capitalizado posibilita y distribuye la riqueza nacional: el vapor en que Velasco se embarca al día siguiente de la borrachera inaugural “se iba cargado de enormes sandías para los mercados de Antofagasta; de pasto, de frutas, de verduras para las tierras secas de Taltal, Tocopilla e Iquique…”. Ahora bien, si la novela intenta recobrar el trasfondo económico y cultural de la sociedad burguesa, lo hace introduciendo un elemento inédito: la bohemia. Ésta resultaba ajena a los textos de Darío y Edwards Bello. La novela de Reyes, le otorga un valor lúdico y enriquecedor al mismo elemento que antes aparecía ligado a la degradación moral. Como anota el crítico Adolfo de Nordenflycht, el programa imaginista hace de Valparaíso el “epítome del lugar extraordinario en el territorio de la nación…”. Pero esta nostalgia es un afecto pendular entre el gozo de la recuperación parcial del pasado y la conciencia del imposible recobro de su totalidad, lo cual hará necesarias propuestas más renovadoras. Hijo de ladrón (1951), de Manuel Rojas, da un giro radical. En sus primeros vagabundeos


Un tercer y último momento, se mueve entre dos formas de desencanto: el del cinismo posmoderno de Álvaro Bisama y otro que, mediante una praxis melancólica, intenta recuperar formas más auténticas de convivencia, propuesta de Cristián Geisse. por Valparaíso, el recién llegado Aniceto Hevia, alter ego del autor, se topa con una protesta popular y aparecen por primera vez unos habitantes que “habían bajado quién sabe desde qué cerros y por qué callejones o quebradas”. La mirada de Aniceto incorpora a la masa obrera marginada e incluso a los ladrones oportunistas que se cuelan en la protesta: los “hombres-ratas” del cauce de la av. Argentina. Aunque de origen pobre e hijo de un padre delincuente, Aniceto no se identifica con estos últimos: “Muy poca gente sabe la diferencia que existe entre un individuo criado en un hogar donde hay limpieza, un poco de orden y ciertos principios morales […], y otro que no ha tenido lo que se llama hogar…”. Esta “crianza” le permite a Aniceto conformar con Alfonso Echeverría y Cristián Ardiles la comunidad alternativa –a la sociedad burguesa– de la que habla el crítico literario Grínor Rojo, una donde “[n]i el trabajo, ni el dinero, ni la casa, ni la familia […], ni la previsión del porvenir son consideraciones de importancia…”. Pero, en mi opinión, los valores de la familia y los del pensamiento ilustrado sí operan como condición de posibilidad de esta comunidad. La prueba es que asuntos como la higiene, el orden, “cierta moral” y el hecho de habérsele incentivado la lectura, han determinado la diferencia entre Aniceto y los “hombres-ratas”. La comunidad, por tanto, selecciona estratégicamente ciertos valores burgueses que ya Marx, por ejemplo, había reconocido por sus potenciales emancipadores. Pero Rojas no es determinista, y por eso incluye a un hombre-rata, Cristián Ardiles, en la comunidad alternativa, sugiriendo la posibilidad de resiliencia.

Cambio de siglo XX-XXI:

cinismo posmoderno y praxis melancólica Un tercer y último momento, contempla la decepción por las malas gestiones del título patrimonial de Valparaíso que, eventualmente, revertiría la larga decadencia. La narrativa porteña, entonces, se mueve entre dos formas de desencanto: el del cinismo posmoderno de Álvaro Bisama y otro que, mediante una praxis melancólica, intenta recuperar formas más auténticas de convivencia, propuesta de Cristián Geisse. En Estrellas muertas (2010) una pareja se reúne en el café Hesperia, mientras espera que abra la oficina donde continuarán los trámites de su divorcio. El fracaso de la ciudad y la relación sentimental se metaforiza en el incendio que en ese momento esparce sus cenizas por Valparaíso, “parecidas a las de los hornos de un campo de concentración”. La mujer cuenta la historia de Javiera, quien después de ser torturada y exiliada por la dictadura, en los años noventa, vuelve a retomar sus estudios y continuar una actividad política que ya resulta fuera de lugar: “La universidad era el verdadero museo de una revolución que nunca había llegado, de una resistencia que había sido masacrada en las trincheras”. Si bien el período de la juventud aparece como un tiempo sin mayor sentido en este relato, para el narrador se trata de un Valparaíso “donde el cielo aún no se volvía negro ni se respiraba un aire de cenizas”. En cambio, a mediados de la década del dos mil, en el presente del marco narrativo, la ciudad se muestra como un lugar ruinoso y carente de proyecciones. Esta matriz afectiva tiene como subtexto histórico la promesa incumplida del título patrimonial, que viene a coronar, en Valparaíso, la decepción mayor que supuso el ciclo concertacioncita. La historia pág · 15

de Javiera encarna un itinerario de despolitización. Su proyecto de retorno confluye en una relación tortuosa y en una tragedia. En Estrellas muertas todo compromiso resulta inviable y solo queda dar cuenta de la catástrofe, con un paradójico consuelo: la erotización de la ruina, la gozosa constatación de la impotencia de todo proyecto, haciendo proliferar las figuraciones de la pérdida. Una reacción distinta al desencanto se da en el relato de Cristián Geisse, “¿Has visto un dios morir?” (2009). Al inicio, el narrador nos habla de su abuelo originario de Vicuña, agrio acusador de la aniquilación indígena: “Ya no hay palabras en nuestro idioma de las que ellos usaron por tanto tiempo, no queda ninguna ¿por qué? Porque les dieron duro hasta morir”. Gracias a ciertos polvos alucinógenos, alguna vez, el abuelo había logrado comunicarse con las almas en pena de los indios y presenciar la traumática muerte de su divinidad. Pero es en Valparaíso donde esa experiencia se vive colectivamente y se traspasa a las generaciones más jóvenes. El narrador incita a su abuelo a compartir con él y algunos amigos el recuerdo de esa experiencia por medio del ñache, droga porteña que se consume en bares subterráneos y secretos de la ciudad que preservan la tradición de la bohemia popular. La pesadilla grupal funciona como una densa alegoría: es a la par la destrucción de la conciencia histórica y la posibilidad de restituirla; es a la vez la aniquilación indígena y la ruina porteña; y encarna al mismo tiempo afectos de odio y tristeza por la destrucción que evidencia, pero también la posibilidad de configurar un espacio y unas relaciones sociales independientes de los vaivenes capitalistas. Se trata de una comunidad cohesionada por una melancolía que ya no es ni pasatista ni cínica, si no una instancia de conocimiento y acción.



nยบ10 Mayo- Junio 2015

CANCIONES / ANTONIO DUARTE

Curatoria: Worm Gallery


/ CRÍTICA DE LIBRO

2 tiempos: Reivindicación de la cotidianeidad porteña Escribe Cristóbal Montenegro* En tiempos en los que se ha instalado, desde las organizaciones ciudadanas, la discusión sobre el destino de Valparaíso y la preservación de sus bienes patrimoniales, reconocidos por la UNESCO y puestos en jaque por las ambiciosas políticas administrativas, gestoras de los desastres inmobiliarios, el libro 2 tiempos ofrece un compendio de fotografías que a simple vista parece carecer de sentido, cuando pensamos en el nuevo imaginario porteño instalado en las cabezas de la gran mayoría de chilenos y extranjeros, que han tenido una relación turística/superficial con Valparaíso. 2 tiempos reúne el trabajo de los fotógrafos Carlos Rivera Segovia y Pablo Ortiz Monasterio, más el de un tercer actor, el escritor Marcelo Mellado Suazo, encargado de generar el engranaje ideológico de esta obra visual. A través de un discurso articulador y crítico titulado “Valporretórico”, Mellado otorga sentido al compendio de naturalezas muertas, paisajes y cotidianeidades congeladas en cada fotografía, en definitiva, a los retratos de la vida colectiva callejera del viejo y nuevo Valparaíso. Como indica su título, Valparaíso es retratado en dos tiempos: pre y post dictadura militar, dejando en claro que, si bien existe una pobreza transversal a ambos periodos, hay un cambio en la idea de su imaginario cotidiano. Las imágenes del libro transcurren durante un día cronológico (día-noche), a la vez que vincula tiempos distantes.

En el primer tiempo, puede observarse un Valparaíso en blanco y negro de una “época dorada”, con calles adornadas de anuncios antiguos emblemáticos, signos de cierta prosperidad económica, al son de peatones grises, propios de una estética de guerra fría. Algunas fotografías parecieran haber sido tomadas por un niño jugando, sin pretensiones técnicas, siendo capaces, sin embargo, de retratar efectivamente el acontecer de la calle, desprovistas de maquillajes y poses. Valparaíso se ve fotografiado de manera íntima y casual. Entre medio del libro, se produce el cambio de tiempo, siendo su construcción sensible y efectiva, elocuente, en tanto se advierte el paso paulatino de un tiempo a otro, a través de fotografías opacas que en dos pasos conducen al colorido presente. El nuevo Valparaíso (en colores) revela un protagonismo mayor que el de antaño, de naturalezas muertas artificiales en escaparates abandonados a su suerte, lejos del esplendoroso pasado. La disminución de la vida pública habla de nuevos modos de apropiación del espacio público: la ocupación de los muros de la ciudad con afiches y panfletos como soportes de la comunicación social de ideas, denuncias, del arte y, en definitiva, como la nueva voz colectiva. Es un Valparaíso más centrado en sus planos generales y detalles artificiales, que en los rostros de sus ciudadanos. Y esto habla, quizás, de un presente donde nadie mira directamente a los ojos, donde el rostro ciudadano ha desaparecido porque su valor patrimonial ha sido desplazado (o reemplazado). pág · 18

2 tiempos manifiesta que el paisaje de Valparaíso reside en sus habitantes y sus expresiones; ellos son, en conjunto, el retrato del Valparaíso cotidiano, lejano de las nuevas imágenes instaladas en el inconsciente local y global de una ciudad de artistas, ciudad poética, ciudad turística, según Mellado. Este libro elogia a sus habitantes, reconociéndolos como la encarnación del patrimonio cultural, como los portavoces y responsables de éste en el modo de vida audaz que la geografía local los condiciona a vivir, en una ciudad sin revés, amenazada por la transformación de su identidad original en tarjetas postales que oculten al Valparaíso pobre y arruinado en la mayor parte de su extensión.

Ficha: 2 tiempos Fotografías de Pablo Ortiz Monasterio y Carlos Rivera Segovia; texto de Marcelo Mellado LOM Ediciones 2014, 1era edición, colección “Mal de ojo” 80 páginas

*Arquitecto PUCV. Participó en el III Taller de Crítica Cultural de Balmaceda Arte Joven sede Valparaíso.


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Pablo Ortiz Monasterio y Carlos Rivera Segovia


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/ CRÓNICA


La historia de la Mandrágora: Tablas, tierra y sudor en Viña del Mar Desde las calles sin pavimentar de los cerros viñamarinos, en Achupallas, este centro cultural y colectivo teatral genera cultura para y por sus mismos pobladores. La Mandrágora hace más de una década ha puesto a los vecinos del barrio como los protagonistas de su creación ar tística. Financiados con venta de sopaipillas y tallarinatas, son un excelente ejemplo de cultura popular, instalados nada menos que en la ciudad con más tomas en Chile.

Escribe Sebastián Labra / Fotografía Raiza Vera Ugas “Aquí había una media agua, nada más”. Así relata Cristián Mayorga (37) el comienzo de La Mandrágora. Actor y profesor de actuación, Mayorga es un hombre que sabe de teatro popular y que, junto a Francisco Rojo (artista independiente) y Maikol Ulloga (trabajador social), conforma la base de esta organización popular, ubicada en el paradero 8 de Achupallas: un grupo compuesto, antes que por actores y artistas, por pobladores viñamarinos. Por el pueblo. La historia de La Mandrágora se remonta al año 2000, cuando un grupo de jóvenes realizaba talleres de actuación en la Universidad Católica de Valparaíso. A esa generación pertenece Mayorga, actualmente el director del colectivo. Ya en 2001, conformaron el grupo teatral La Mandrágora al alero de esa casa de estudios, de la que luego se alejaron por diferencias de criterios: -Nos desligamos por que las temáticas que queríamos abordar iban en contra de las políticas de la universidad y el espacio era chico para seguir desarrollándose. El 2002 nos independizamos: nació La Mandrágora. Yo dejé mi carrera de Ingeniería en Construcción para estudiar teatro. Después de los ensayos,

conversando sobre cómo cambiar el mundo, salió la idea de llevar el teatro a lugares donde no llega normalmente. Nos ganamos un Fondart el año 2003 con un itinerancia de la obra Un Ángel o un Náufrago con Alas. La llevamos desde la IV a la VIII región visitando pueblos. Fue una linda experiencia. Eso lo logramos con la micro que tenemos afuera, dormíamos ahí, dice Mayorga, apuntando a un viejo bus en el patio del centro La Mandrágora, con los neumáticos desinflados, y en cuyo techo albergan un huerto orgánico. La historia que comenzó solo con una mediagua, en el Viña del Mar profundo, evolucionó con el tiempo. La itinerancia de sus funciones los había llevado a Achupallas. En el año 2003, instalaron su precaria sede en un terreno donado por la familia de un integrante del colectivo. No había agua potable. Solo desde el año 2013 el sector posee una red de agua legal. Hoy en día, el espacio cuenta con un comedor abierto destinado a los niños que vienen a sus talleres, una biblioteca pública con 3 mil libros, una sala de computadores, otra de teatro, capaz de recibir a 120 personas, y habitaciones para residencias de artistas extranjeros. “Gracias al encuentro teatral que hacemos –dice Mayorga–, hemos invitado a pág · 21

compañías de otros países como Brasil, Francia y Argentina. Y al ver nuestro trabajo, han aprendido que también pueden hacer encuentros. Uno se imagina que se necesita mucho dinero para construir un centro cultural. Pero si te esfuerzas, hay ganas, un sueño, y trabajas de a poco, lo vas construyendo. Mandrágora es eso, un sueño. Un espacio que no deja de construirse”.

EL TEATRO POPULAR Lo que diferencia a esta agrupación de los artistas de elite que “venden” un discurso de ayuda a la clase popular, es que sus mismos integrantes son parte fundamental de esta clase. Ríen y lloran con sus vecinos de la población. Sufren cuando llueve y las calles sin pavimentar se embarran, y se alegran cuando construyen una cancha nueva para los niños. Los pobladores son como su familia. Incluso, los vecinos son sus actores. “Aquí armamos obras de teatro con gente que no sabía actuar, vecinos que se animaron y con los que giramos por los cerros de Viña”, dice Mayorga, recordando que el año pasado exhibieron la obra Almacencito de la Gloria, del retratista del mundo popular chileno Alfonso Alcalde, con la que visitaron la


/ CRÓNICA + CUENTO INÉDITO

toma más grande de Chile: el campamento Manuel Bustos de Viña del Mar. “Nos queda a tres cuadras. Con ellos hemos hecho talleres, funciones y clases”, aclara. “Al estar inserto en la misma población, sufrimos los mismos problemas. Nosotros no somos una compañía de teatro que viene y después se va. No somos invasores, somos vecinos, somos amigos”, enfatiza Mayorga. Tanto así, que en 2010 La Mandrágora fue elegida como junta de vecinos. Tanto así, que los pobladores van donde ellos antes de acudir a Carabineros cuando un niño se pierde. Tanto así, que para dar con la agrupación solo basta con preguntar en la panadería de al frente, o seguir los esténcil que señalan el camino para llegar. Tanto así, que, junto a los vecinos, los integrantes del centro se manifestaron por un mejor consultorio y lograron obtenerlo. Si bien el grupo base de este centro cultural son alrededor de seis personas, existe un gran número de voluntarios. Todos jóvenes de Achupallas que ven en La Mandrágora una alternativa a la delincuencia y drogadicción. La dinámica ha funcionado para que los vecinos se unan y se conozcan: “La vecina A no hablaba con la vecina B. Se odiaban. Pero como sus hijos venían a los talleres, se topaban cuando ayudaban haciendo sopaipillas para los fondos o en las funciones, y se arreglaron. Siempre ha sido así. Desde que llegamos, que aparecen niños. Como el Antonio, que es voluntario desde los 7 años y ahora tiene 17 y es hasta más grande que nosotros –Mayorga hace un gesto con la mano sobre su cabeza–. Esto es como una burbuja de participación, la gente se alimenta mental y espiritualmente con conocimientos y prácticas, como hacer huertos, carnavales callejeros. Aquí, ellos son la fuerza, el motor de La Mandrágora”, asegura el director de esta agrupación, que se prepara para realizar en noviembre un nuevo encuentro anual de teatro internacional.

-Desde su posición actual, ¿qué crítica le hacen a las políticas públicas culturales? -Las políticas públicas que se arrastran desde el gobierno de Piñera intentan fortalecer la industria cultural. Lo que quieren es que, a largo plazo, las organizaciones se mantengan cobrando entrada, como si fueran una máquina de dinero y de generar trabajo. Pero donde vivimos no podemos cobrar, porque parte de los vecinos ni siquiera tienen para comer. Nosotros fuimos los primeros en presentarnos en la ex cárcel (actual Parque Cultural de Valparaíso), dos años después de que se había cerrado. Y lo pensamos como un espacio de participación ciudadana que permitiera a la gente empoderarse. Pero después aparece un grupo de artistas de Valparaíso con conceptos diferentes sobre el arte. Nosotros lo vemos como expresión del desarrollo humano y no solo individual, sino con un compromiso con el territorio. Hoy, la ex cárcel fomenta el desarrollo artístico pero ni siquiera local, sino internacional. Tratan de ser una elite artística. Si uno pide ese espacio, lo más seguro es que te digan que en tres meses más lo puedes usar, porque primero viene una compañía de Santiago, Nueva York, Japón, China, etcétera. Y quizás después ustedes, quizás, porque primero hay que ver sus videos, en qué prensa salen, cómo es el afiche, su iluminación, vestuario. Entonces, ¿cuál es la línea que siguen? Patrones estéticos externos que nosotros no practicamos como arte”.

“Al estar inser to en la misma población, sufrimos los mismos problemas. Nosotros no somos una compañía de teatro que viene y después se va. No somos invasores, somos vecinos, somos amigos.”

LA ELITE ARTÍSTICA El colectivo ha ganado dos Fondart: el primero, una itinerancia por regiones y, el segundo, fue para el encuentro anual. Pero hace cinco años que su financiamiento es mera autogestión. “Y eso ha generado que el espacio se deteriore porque no hay dinero para una mejor mantención. Por otro lado, el recurso humano sufre, porque tiene que trabajar por fuera para después venir a las seis de la tarde a mejorar el centro”, relata Mayorga.

Si quieres realizar donaciones de computadores y libros a La Mandrágora, puedes escribir al correo colectivomandragora@gmail.com. pág · 22


Cariño Malo Escribe Patricia Péndola* / Ilustra Constanza Fuentes

Meses sin verlo. Y fue la casualidad que me llevó a ese bar, al que nunca fuimos juntos porque es nuevo: Cariño Malo. Lo reconocí en la semipenumbra. Cuando lo saludé, percibí su aliento recalentado de alcohol. Una botella de vino vacía en la mesa. Una sola copa. Yo pedí otra copa y más vino. Creo que se alegró de verme; me sonrío como antes, como siempre. Habló mucho y lo escuché en silencio, como siempre. Me contó de su tristeza, de su repentina soledad. La rubia regresó a Europa y él se quedó acá, en su puerto trasnochado, extrañándola, sin comprender el desamor ni el abandono. No dije nada, pero recordé mi propia soledad, cuando él se fue de nuestra casa tras la rubia veinte años más joven que moría por él. O así lo dijo ella. Por los viejos tiempos, había brindado él media hora antes. Por la felicidad que construimos juntos. Se le quebró la voz. Entonces había empezado a relatarme su reciente ruptura, que no entendía, y la nostalgia por los ojos azules de ella, la que se había ido. Sentí pena otra vez. Y me odié por eso y por mirar sus labios, sus ojos enormes, ahora con ojeras, las primeras canas brillando entre su pelo negro. Y, aunque decadente, seguía tan atractivo que me dolía dentro. Yo tomé poco. Él bebió hasta la embriaguez. “Ya, flaquita”, me dijo, “Vámonos a la casa”. Caminamos abrazados como antes, como hace tanto tiempo. Acerqué varias veces mi rostro a su cuello para sentir su olor, y una sensación olvidada, muy familiar, se iba apoderando de mis piernas y mis pechos y mi vientre. Lo sentí tan indefenso. Todo parecía tan fácil.

En medio del corredor oscuro del edificio me besó como antes, tomándome el rostro con toda la mano abierta. Unos pasos más allá, la misma mano buscó por mi escote. Espera a que entremos, susurré. Mi piel sedienta de manos y besos, sedienta de él, se entregó febril a la urgencia de este hombre tan amado, tan añorado. Todo fue rápido y casi no alcanzamos a desvestirnos. Quise recorre con las yemas de mis dedos su pecho, su espalda, sus hombros; reconocer con gozo y con nostalgia cada rincón y cada curva. Pero él tenía prisa. Nunca pude olvidar el temblor de su cuerpo, siempre me hería el recuerdo de sus dientes mordiendo suave mi cuello. Pero esta vez, en lugar de la caricia ansiada, susurró “Lena” y el estremecimiento para mí fue solo dolor. Yo permanecí despierta toda la noche. Él se durmió muy pronto a mi lado. No quise, como había soñado, acariciar otra vez su pelo ni sus brazos. En cambio, palpé mi cuerpo maduro, mis carnes blandas, comprobé este desastre que día a día envejece ante el espejo, y que lo empujó a él tras esa rubia Lena, la misma que ahora lo abandonó como un despojo en un bar, como un despojo en mi cama. Al despertar, él balbuceó unas disculpas. Le pedí que se callara, que no empeorara las cosas, que se vistiera rápido y se fuera. Alejé mi cabeza cuando ensayó un beso en la frente. Eso fue el viernes. Aún estoy en mi cama. Hoy es martes. Afuera hay sol. Yo tengo las cortinas cerradas.

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*Patricia Péndola es profesora de castellano. Alumna tallerista de Pía Barros (todos los veranos). Magistrada en Literatura de la PUCV. Participó con un poema y un microcuento en el libro bilingüe Un puente por encima del Atlántico/Un pont pardessus l’ Atlantique, de la compiladora Françoise Laly (Francia, 2012).

Si quieres publicar tu cuento inédito en LJM revisa la convocatoria en nuestra web.


El Rincón del Poeta:

Versos de sabor Pablo Neruda es el indiscutible tótem de Isla Negra, pero Ingrid Weinrich y sus cocineros son los guardianes de una de sus más reconocidas cualidades: un fino sibaritismo, el amor por la cocina local y más allá. Ese estilo es el que cultiva con gracia y cariño El Rincón del Poeta, justo a un lado de la última de las moradas del Premio Nobel. Escribe y fotografía Carlos Reyes M.*

/ GASTRONOMÍA + CINE

Neruda, el poeta inmenso, es una de las célebres confirmaciones de un curioso paradigma de la literatura nacional, ese que nos dice que la poesía es prácticamente la dueña de la comida y del vino. Es que, ¿hay algo más famélico que la prosa chilena? ¿Hay algo más allá que meras descripciones de cocinas o de febles comidas a lo largo de los relatos criollos de todos los tiempos? Poco y nada. Comer, beber y gozar es cosa de poetas, parece. En el papel y en la vida. De Neruda, no son pocas las historias tejidas en torno a su existencia entre gozos culinarios. Que sabía reconocer las diferencias entre el caviar ruso y el iraní. Que la más célebre de sus recetas, el Caldillo de congrio, se cocinaba con los pescados más rosaditos y cercanos a la costa, porque entre roca y roca se alimentaban mejor de los crustáceos que le daban tan delicioso color a este insumo clave. No se sabe si el congrio de El Rincón del Poeta sea el mismo que disfrutaba con papas, cebolla pluma y un chorrito de crema fresca nuestro Premio Nobel, pero una cosa es cierta: sabe bien y se prepara con cariño.

Aquel es un plato canónico dentro de la cocina de Ingrid Weinrich, cocinera y empresaria. Para los memoriosos del sabor, también tiene un poderoso curriculum que le avala tanto a ella como a su equipo. En Santiago creó Balthazar, reconocido comedor de los ’80 y ’90, y luego, en los albores de la democracia, se encargó de los fuegos del Palacio de la Moneda, sin “medida de lo posible” de por medio. No quiso o no pudo retirarse (¿Logran retirarse los cocineros alguna vez?) y desde hace más de 15 años, junto a su hijo Eric Jenkin, se aboca a una cocina donde el mar rebosa. No se trata de la tradicional cocina marina, esa que va de Arica a Puerto Montt casi sin sobresaltos en términos de recetas. Lo suyo es la creación, pensando, además, en la gran cantidad de visitantes, chilenos y extranjeros, que desean encontrarse con gratos sabores, aparte de aspirar a un trozo de inspiración frente a los objetos que decoran la última morada de Neftalí Reyes. Puede ser un Cebiche de cochayuyo, suavizado para algunos y sorprendente para otros. O un muy bien sazonado Congrio frito con una pastelera de choclo que nos recuerda que esa costa del Litoral Central también posee una respetable despensa vegetal en sus tierras bajas.

Ficha: Poeta Pablo Neruda s/n, Isla Negra, El Quisco. Tel. (35) 246 1774 *Periodista, editor de la revista LA CAV (Club de Amantes del Vino). Autor de libros-guías de restaurantes de Valparaíso y Viña del Mar.

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Hay una carta de vinos sustanciosa, diversa en cepas y estilos sin ser demasiado extensa, pensando en maridajes mirando al mar y en las exigencias de una clientela cosmopolita como pocas en Chile. Pero lo esencial está en la sencilla elegancia de sus platos, muchos de ellos originales, que permiten escapar del común denominador de las recetas costeras comunes y corrientes, internándose como Pablo Neruda, en un lenguaje singular y personal pero comprensible para muchos. Ahí radica su encanto.


Habeas Corpus: Un tributo a la Vicaría de la Solidaridad

Escribe Claudio Abarca Lobos / Imagen gentileza de Miradoc Durante 16 años (1976-1992) y, sobre todo, en la etapa más cruenta de la represión ejercida por la dictadura de Augusto Pinochet, la Vicaría de la Solidaridad desarrolló un excepcional trabajo de registro y búsqueda de información relativa a las violaciones a los derechos humanos cometidas por dicho régimen, así como también de defensa y asistencia psicológica a víctimas de estos atropellos. Además, apoyó a cesantes y otras personas que necesitaban enfrentar los tiempos duros del gobierno de facto. Fue una institución creada por el Arzobispado de Santiago, que prosiguió y amplió el trabajo del Comité Pro Paz, creado por varias iglesias y disuelto a fines de 1975. Habeas Corpus, el documental dirigido por Claudia Barril y Sebastián Moreno, rinde tributo a la Vicaría a través de un completo registro, en el que abundan las imágenes fijas de archivo, las entrevistas a personas que formaron parte de ella y documentos audiovisuales que sirven para contextualizar la labor desplegada por la entidad. Detallado y correcto, pero no más que eso, Habeas Corpus ofrece un relato muy bien documentado, que expone minuciosamente lo que la Vicaría significó para los familiares de víctimas de asesinatos, secuestros, torturas y otros actos represivos, así como su trabajo de documentación y asistencia, y el violento acoso del que fue objeto por parte de la dictadura. El montaje es, entonces, dinámico, claro, y permite obtener un cuadro panorámico de la historia de la Vicaría, a través de un

relato que sigue un orden cronológico en su exposición y que incluso muestra a los miembros de la Vicaría de la Solidaridad buscando un escape, por medio del baile y el teatro, a tanta tensión. ¿Y la mirada cinematográfica? ¿Y eso que uno espera de una buena película, el punto de vista original de los directores? ¿En qué está? ¿Cómo se traduce? ¿Acaso está en las miniaturas que se insertan a ratos para representar situaciones propias de la represión? Si es así, no queda clara la intención. ¿Está en los “planos detalle”, como los que reproducen el fino trabajo de resguardo de los archivos que la Vicaría generaba? Quizás acá aparece, en alguna medida, esa mirada autoral: la labor del organismo del Arzobispado requirió de una cuidada labor de registro, conservación y filmación. La cámara, en esos momentos, se detiene en manos que manipulan unos microfilmes y, en segundos, reafirma la idea de que colaborar en la Vicaría requería de mucha dedicación. Pero, además de la música que acompaña algunos recuerdos e imágenes de momentos particularmente duros –sonido que suma tensión y dramatismo–, en Habeas Corpus falta originalidad, intención artística, arrojo, mirada. Tal vez, lo que más queda es lo que no se dice, lo que no se muestra, pues nada tiene que ver con la noble, valiosa y corajuda historia de la Vicaría: el documental sirve para valorar a esa Iglesia sensible, cercana, que empatizó con los necesitados, con los que sufrieron la crueldad de militares y agentes represores, en contraste con las prácticas de no pocas pág · 25

autoridades y religiosos en años recientes que, ante la pedofilia y abusos similares, han privilegiado la tranquilidad de quienes los cometen, el silencio y la impunidad, antes que la justicia y el reparo a niños, jóvenes y familias dañadas. No podemos dejar de pensar en cuán lejana es hoy la historia de la Vicaría.

Ficha técnica Dirección: Claudia Barril, Sebastián Moreno Guión: Claudia Barril, Nona Fernández, Sebastián Moreno Música: Alfredo Ibarra Duración: 80 minutos Idioma: Español País: Chile

Fechas de exhibición Teatro Condell, Condell 1585, Valparaíso. Jueves 7 de mayo, 19:00 horas, estreno. Sábado 9 de mayo, 19:00 horas, función + conversatorio con los directores. Miércoles 13 y jueves 14 de mayo, 17:00 horas. Valor entrada: $1.000


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Quillota: La ciudad que suena con la felicidad

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"Lo que queremos en Quillota es generar un cambio cultural y pasar de la competencia, que nos impone la sociedad de consumo, a una sociedad de colaboracion".

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Entrevista a Rodrigo Mundaca, vocero de MODATIMA. Por Óscar Aspillaga

Antes de que se tomara conciencia acerca de este problema, Rodrigo Mundaca ya denunciaba lo mal que se están haciendo las cosas en Chile respecto a un derecho humano tan vital como lo es el consumo de agua. Pero, por sobre todo, acusaba un hecho que no se menciona cuando se habla de la sequía y las inversiones para combatirla: el robo de agua. Ingeniero agrónomo, Mundaca llegó hace 20 años a la provincia de Petorca, específicamente a La Ligua, donde vive en carne propia los efectos de la sequía que golpea con dureza esta zona del país, denominada como el epicentro del robo de agua en Chile. -¿Por qué hoy existe esta grave situación de sequía en la provincia de Petorca?

-Hay un uso intensivo e irracional del suelo y agua, y una sobre explotación de los medios de cultivos. En los últimos 10 años, el cultivo de paltos creció cinco veces. El río Petorca se declaró agotado en 1997, y se han entregado más derechos de agua que la disponible. Luego se declaró agotado el río Ligua. Lo

que agudiza la crisis es que, a partir del 2007, ha habido 37 eventos de temperaturas de menos un grado. Antes caían cerca de 350 mm. de agua y pasamos a 100. Pero la Dirección General de Aguas (DGA) continuó concediendo derechos. En el 2007, los conspicuos políticos y empresarios que llegaron en los 90 a cultivar paltos para la exportación, ponen en práctica la tesis de Maquiavelo de que el fin justifica los medios: agua a cualquier precio. -¿A qué te refieres con “la tesis de Maquiavelo”?

-El 2007, un número reducido pero selecto de empresarios y políticos como Edmundo Pérez Yoma (ex ministro del Interior), Eduardo Cerda (ex diputado), Marcelo Trivelli (ex intendente de la región Metropolitana), Juan Luis Tagle (empresario agrícola ligado a la UDI), entre otros, con el fin de garantizar el negocio de las paltas de exportación, construyeron drenes y pozos subterráneos para capturar el agua y llevarla de manera impropia a sus explotaciones sin derechos legalmente constituidos. Copág · 29

rrieron los cercos y se apropiaron de las cajas de los ríos. El año 2008, en el teatro de Cabildo, y con todas las autoridades de la región presentes, se denunció a Pérez Yoma y se dijo que hay empresarios que usurpan agua. El 2010, la situación ya es insostenible y organizamos el Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua, la Tierra y Protección del Medio Ambiente, MODATIMA, una organización de resistencia que se organiza en función de visibilizar el robo de agua, tomándonos las carreteras y funando a los ladrones. También diseñamos una estrategia para posicionar el tema a nivel nacional, donde la problemática es estructural, instalar la lucha del agua en el Congreso y derogar el Código de Aguas, que se creó en dictadura y que las privatizó. -¿Cuáles son las pruebas que existen para denunciar este robo de agua?

-En la provincia de Petorca todos hablan de sequía; nosotros hablamos de escasez. Hay fotos, reportajes de Chilevisión, de diarios, etcétera. ¿Cómo se justifica que haya cerros


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-¿Cuáles son las consecuencias para la comunidad?

transformados en selvas tropicales, llenos de cultivos, y, por otro lado, suelos secos de pequeños agricultores que perdieron sus plantaciones? Hay una usurpación de agua confirmada por informes técnicos de la DGA. En febrero del 2011, pedimos como MODATIMA que la DGA hiciera fiscalizaciones en los ríos Ligua y Petorca, y se confirmó que hay prácticas impropias de apropiación de agua y que involucraban a Pérez Yoma, Cerda, Trivelli y más. En abril del 2011, asistimos a un debate sobre el Código de Aguas en la Cámara de Diputados, con más de 500 agricultores. De 82 diputados, 81 se mostraron a favor de terminar con la privatización de las aguas, derogar el Código y otros instrumentos que lo permiten, con la sola excepción de Jorge Burgos (actual Ministro de Defensa). Fuimos autores de un proyecto de acuerdo, que se leyó en la sala, que buscaba dotar de más facultades a la DGA para fiscalizar o aumentar la penalidad, revocar los derechos de aprovechamiento provisionales que se dieron después de agotadas las cuencas y formar una comisión investigadora a la que asistimos. La primera conclusión de esa comisión fue que en Chile se roba agua. Luego, aprendimos que las comisiones investigadoras del Congreso no son vinculantes con el poder judicial, son solo testimoniales. -¿Por qué no se persigue a estas personas si existen las suficientes pruebas?

-En Chile, la tipificación con respecto al robo de agua señala que es una falta administrativa penalizada con 20 UTM. Un huevón que roba agua paga las 20 UTM y puede seguir usurpando. Mientras, los que no tienen plata cagan en bolsas de plástico y se bañan por presas. Hoy se encuentra naturalizado algo que es contranatura: proveer de agua de bebida a la población a través de camiones aljibes.

-El año 2013, la Universidad Diego Portales, en su informe anual de derechos humanos, destinó un capítulo al tema del agua y señaló que en Chile el Estado era incapaz de garantizar la provisión de agua potable a su población y señaló al Código de Aguas y la privatización como la principal causa de la situación que se vive en el país. Y dijo que la provincia de Petorca era el epicentro nacional del robo de agua, el ejemplo más paradigmático en materia de violación del derecho humano al agua. Ese mismo año, el Instituto Nacional de Derechos Humanos, puso en su informe anual al Código de Aguas como responsable de la falta de provisión a propósito de la privatización. Dos instituciones que no se pueden tildar de revoltosas o marxistas, el argumento que han usado los que usurpan agua a propósito de nuestras denuncias.

” -¿Cuáles podrían ser las alternativas para solucionar este problema?

-El Código de Aguas de la dictadura, hay que hacerlo mierda. Se encargó de privatizar un bien natural indispensable para la vida de las personas. Chile es el único país del mundo que tiene privatizadas sus fuentes de agua. El año 1997, Eduardo Frei Ruiz Tagle privatizó la provisión del agua potable a la población y conservó el 35% de la propiedad como pública, pero Lagos la terminó de privatizar. Los dueños de Esval, la empresa que provee de agua potable a esta región, son Ontario Teacher Pension Plan, la administradora pág · 30

de fondos de pensiones de los profesores de Ontario, Canadá. El 99% de toda la provisión de agua potable del país se encuentra transnacionalizada. Chile no tiene soberanía sobre el bien más importante para las personas. En este modelo, es mucho más importante proveer de agua a los emprendimientos económicos asociados a la minería, las hidroeléctricas, las forestales y la agroexportación, que darle agua para beber a la población. Es algo demencial. En Chile existe un modelo extractivista de recursos naturales que no se condice con la necesidad de preservarlos. -¿Cuál ha sido el costo personal que has tenido que enfrentar por denunciar estos hechos?

-En abril de 2012, me entrevistó Tomás Moschiatti en CNN. Hablé sobre la problemática del agua, me preguntó quiénes eran los políticos y empresarios que usurpaban agua en la provincia de Petorca y señalé a los mismos, con los mismos antecedentes que ahora. Esto derivó en una acción judicial de Pérez Yoma, que me tuvo, entre julio del 2012 y agosto del 2014, concurriendo a tribunales distintos: un juicio en La Ligua, por un discurso pronunciado en una plaza pública donde denuncié el robo del agua, un juicio en Quillota, por una entrevista con el diario El Impacto, en julio de 2013, nos abrieron otro juicio en Concepción, siempre Pérez Yoma. Finalmente terminamos condenados en La Ligua con un juicio abreviado simple, donde en abril del 2014 me condenaron a 61 días. Se conmutó y la pena se empezó a ejecutar en noviembre del 2014. Nuestros abogados presentaron una serie de acciones para dejar sin efecto la condena, porque están todos los antecedentes. Janet Roco, jueza de La Ligua, se inhabilitó de procesarme porque ella había infraccionado a la agrícola Cóndor de Pérez Yoma por usurpación de aguas. Sin embargo, igual fui condenado porque en Chile robar agua es una falta administrativa, no un delito. Ilógico.


Rocko de la Rosa Escribe Antonio Voland / Imagen gentileza de Música del Sur “Chinoy sacó a todos los músicos de sus casas. Inspiró a mi generación para salir a la calle con las guitarras y nos dio valentía para enfrentarnos a los escenarios”. Así lo decreta Rocko de la Rosa, un cantautor viñamarino que por estos días está poniendo a disposición del auditor su primer cancionero propio con melodías como “Oveja negra”, difundida como single del disco que Música del Sur editará próximamente. Es un batallón de guitarras que aparece en un recorrido por puertos y ciudades de la Quinta Región, desde el San Antonio del propio Chinoy, hasta los laberintos de Valparaíso, donde los solistas se multiplican: Pascuala Ilabaca, la más difundida de todas, pero también otros nombres para no perder de vista como Demian Rodríguez, Lito Celis, Diego Peralta, los trovadores en dúo Belén Calvo y Alfredo Canales o Kaskivano, hermano menor de Chinoy. Esta es una oleada que llega hasta Villa Alemana, con el cantor Lautaro Rodríguez, y ahora también hasta Agua Santa, de donde proviene Juan Carlos Salas (n. 1989), el hombre detrás de Rocko de la Rosa.

Rocko de la Rosa sacará su disco homónimo dentro de este otoño con el sello Música del Sur. marinos y con un ritmo de reggae de guitarra que vuelve a aparecer, sugerido o evidente, en “Circo de nadie”, “Calle hostil” y “Perdido en tus ojos”, una de sus canciones de amor. De extremo a extremo, desde “Delirando en la ciudad” hasta “Come mierda”, lo que se escucha es un grito, un llamado. Rocko de la Rosa sabe que Chinoy impulsó a los cantores jóvenes a ocupar los espacios públicos de Valparaíso, plazas, balcones y miradores. Pero en Viña del Mar, su tierra natal, eso sigue siendo una tarea.

Las canciones del disco Rocko de la Rosa tienen la tristeza del blues. El canto se escucha comprometido siempre y muy arrojado en ocasiones, con la impostación de una voz que parece estar aún en busca de una identidad. Además, está ese nombre de fantasía que remarca el personaje: Rocko de la Rosa viene a ser el contraste o el contrapunto entre sensibilidades, una derechamente fiera y otra más delicada, el encuentro entre ritmo y melodía. “Una contradicción que debemos tener los artistas”, reflexiona él mismo. En la canción “Oveja negra”, las copas se elevan para un brindis en memoria de los derrotados: “Es mejor vivir como un bandido que como un aburrido”, canta ahí Rocko de la Rosa, dentro de una atmósfera de bar de

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