La Juguera Magazine

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n o 5 DICIEMBRE 2013

DISTRiBUCIÓN GRATUiTA


4/Entrevista al “guardián de las semillas” por Alejandra Delgado

12 /La historia de Eva Chávez

DICIEMBRE 2013

por Ernesto Pfieffer

20 /El gran Jazzman por Óscar Aspillaga

24/Editorial Punto Aparte por Marcela Kupfer

7/ Crítica de Cine: Pena de Muerte por Álvaro Inostroza

14 / La obra de Renato Órdenes San Martín

22 / Gastronomía en Limache por Carlos Reyes

25/ Sobre el Museo de Historia Natural por Eduardo Reyes

8 / Guía para ser verde por Amelia Carvallo

16 /Pensando los festivales de Valparaíso

23 / Crítica de Teatro: Alzheimer por Hilda Pabst

26/ Cuento inédito de Felipe González

27 / La historia de Ana María Ratto. 28/ Una ruta distinta por el Puerto por Amelia Carvallo

30/ Paisaje Narrativo del Muelle Barón por Amelia Carvallo

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Escribe Amelia Carvallo


EDITORIAL / Cuando se acaba el año, y las reflexiones y recuentos cunden, La Juguera Magazine sale a la calle con la que podría ser su última edición. Entonces, más que hacer balances queremos regalarles estas visiones y señales. Acá quienes escriben operan de largavista para intentar auscultar, por ejemplo, la pulsión de un maestro del jazz cuya figura es poco conocida en nuestro país; un porteño que merece ser rescatado del olvido. Nos fuimos al muelle Barón y observamos que el ocio y el mar afortunadamente aún son una dupla que se puede disfrutar gratuitamente. En Villa Alemana reconocimos la dignidad de ser mapuche en las voces de tres mujeres, como en Viña del Mar el orgullo que siente un hombre por preservar las semillas criollas y hacer el aguante viviendo al margen. Los directores de cuatro festivales se suman a este número para contarnos porqué escogieron este formato para exhibir arte en la ciudad. Mejor será que pasen y lean, pero estas muestras que mencionamos de lo que podrán encontrar en la revista, configuran un atisbo de este caleidoscopio hecho con papel de diario. Hemos aprendido en este hacer cómo un soporte para algunos obsoleto puede ser objeto contenedor de muchas voluntades y opiniones, vidas. Y por eso decimos que es atesorable esta Juguera Magazine. Un testimonio coral de nuestros tiempos, de nuestra geografía social. ¡Feliz año nuevo!

Contacto 56-9-6290225 56-9-85051081 56-9-98290975 directora@lajugueramagazine.cl editora@lajugueramagazine.cl prensa@lajugueramagazine.cl publicidad@lajugueramagazine.cl @lajugueramag lajugueramag

www.lajugueramagazine.cl Financia:

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes Región de Valparaíso. Convocatoria 2013

Directora: Alejandra Delgado (@aledelgado) / Editora: Montserrat Madariaga (@monselina) / Periodistas: Óscar Aspillaga (@oscaraspillaga), Amelia Carvallo / Editora Web: Amelia Carvallo / Dirección de arte y diseño: Instruccionesdeuso: (@ideuso) / Diseño Web: Claudio Pérez. Colaboradores: Nélson Campos, Álvaro Inostroza, Claudio Pérez, Michael Jones, Esrnesto Pfeiffer, Alexis Díaz, Hilda Pabst, Marcela Kupfer, Carlos Reyes, Eduardo Reyes, Felipe González, Harold Bustos, Jorge Villa. Imagen portada: Festival de arte sonoro Tsonami. Fotografía de Nélson Campos Impresión: El Mercurio de Valparaíso (sólo actúa como impresor). La Juguera Magazine es una publicación de MEDIUM COMUNICACIONES

Colaboran:

Ilustre Municipalidad de Vaparaíso

Puntos de distribución asociados: valparaiso

Balmaceda Arte Joven Valparaíso, Casa E, Sala de Arte Escénico Universidad de Playa Ancha, Parque Cultural de Valparaíso (Ex Cárcel), Radio Valentín Letelier de la Universidad de Valparaíso, Teatro Condell, Centro de Extensión Duoc UC, Edificio Cousiño. Biblioteca Regional de Valparaíso Santiago Severin, Dirección de Turismo IMV, CENTEX (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes) . Viña del Mar Sala Aldo Francia, Departamento de Cultura Municipalidad de Viña del Mar, Disquería Especializada Orange Days. Quilpué Librería Fuegia. Villa Alemana Centro Cultural Gabriela Mistral.

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E N T R E V I S TA / C I N E


Escribe ALVARO INOSTROZA BIDART / fotografia gentileza de MIRADOC

Con el paso del tiempo, el ejercicio laboral y el enfrentamiento con la realidad, los profesionales de la información se dan cuenta de que no existe la objetividad. Al realizar un documental o un reportaje es indispensable tener y desarrollar un punto de vista e incluso efectuar una interpretación de los acontecimientos.

Al seleccionar las imágenes, los entrevistados, la música y la estructura por la cual se presentarán los hechos, el realizador de un documental no sólo está siendo subjetivo, sino que es bueno que así sea. A todas luces, es mucho más interesante, para el espectador inteligente y sensible, enfrentarse a una visión personal de autor sobre determinados sucesos, que a un intento fallido por objetivar hechos que sólo tienen sentido si se relacionan unos con los otros. Pena de Muerte (2012), documental dirigido, escrito y producido por el cineasta viñamarino Tevo Díaz, que trata sobre el famoso caso policial de los sicópatas, acaecido en Viña del Mar entre los años 1980 y 1981, es un excelente ejemplo de documental de autor, en que su realizador no sólo toma un punto de vista, sino que analiza los hechos y los interpreta, apoyándose para probar su hipótesis en el

material histórico disponible, en testimonios y entrevistas actuales; pero también utilizando elementos propios del lenguaje cinematográfico como la música, animación, reiteración y manipulación de imágenes, iluminación y montaje. De partida, el documental se inicia con imágenes en blanco y negro, del interior de un microbús, en el cual todos los pasajeros van durmiendo, en una clara metáfora sobre el momento político en que ocurrieron los hechos relatados, ya que se escuchan los bandos militares del día 11 de septiembre de 1973 en la mañana. A pesar de que los crímenes de los sicópatas sucedieron siete años después, el realizador de inmediato sugiere que tienen el mismo trasfondo y que éste es fundamental para interpretarlos en su completa dimensión. De pronto, uno de los pasajeros despierta y queda mirando fijo a la cámara, a través de cuyos ojos “veremos” lo que realmente ocurrió. No es casual que el narrador hable luego de una organización criminal, responsable de las diez muertes, cuya psicopatía tiene su origen en el abuso de poder; y que el primer entrevistado sea el neuropsiquiatra Simeón Rizo, que estuvo a cargo de la investigación médica del caso, quien habla de “necesidad de poder” del principal implicado, Luis Gubler, reflejo de la impunidad que ofreció la dictadura imperante a su familia, que colaboró con el gobierno militar, facilitando buques como centros de detención, propiedad de la entonces Compañía Sudamericana de Vapores.

Ruiz, periodista que cubrió el caso y que publicó un libro sobre el mismo, llamado El Cronómetro de la Muerte; Laura Soto, abogada defensora de las familias de las víctimas; el ex detective Nelson Lillo, que estuvo a cargo de la brigada especial que se creó para solucionar el caso; Delia González, viuda de uno de los asesinados; Margarita Santibáñez, sobreviviente que fue violada; Donald Riedman, agente del FBI que perició las balas que se usaron en los crímenes; todos testimonios que refuerzan la tesis de que Gubler fue el autor intelectual y de que los ex Carabineros Sergio Sagrado y Carlos Topp fueron los ejecutores de sus órdenes y finalmente los chivos expiatorios que permitieron que el empresario saliera libre por “falta de méritos”. A todo esto hay que sumar un importante material de archivo, que permite acertadamente reconstruir la época, cómo se cubrió periodísticamente el caso, cómo se investigó policialmente y cómo impactó en la sociedad viñamarina y nacional en su momento. Con sus diez capítulos y una hora y 40 minutos de duración –que se podría acortar-, Pena de Muerte es un retrato de época, que nos habla de un tema siempre vigente, como es la impunidad y la necesidad enfermiza de poder de algunos privilegiados, que se manifiestan en períodos oscuros de la Historia.

Con estos elementos, más la música doliente interpretada por un chelo, Díaz ya ha configurado el ambiente y las extrañas resonancias y aristas de este célebre caso, que a esa altura ya no es sólo policial, sino también político y sociológico. Los entrevistados son de primer orden: Ricardo

Premios: Mejor Largometraje Premio Gran PAOA FICVIÑA 2012; Premio Feisal FICVIÑA 2012; Premio Especial del Jurado FICVIÑA 2012; Mejor Composición Musical FIDOCS 2013 pág · 7


PEQUEÑA GUÍA PARA SER (UN POCO MÁS) “VERDE” Estas recomendaciones no pasan de ser, ni más ni menos, que un listado acotado de buenos hábitos para quien quiera tener UNA MEJOR REALACIÓN CON SU MEDIOAMBIENTE. CONFIADO EN EL poder del “actúa local, piensa global”, ponerlos en práctica es un primer gran paso para que nuestro planeta, hogar común de todos los seres vivos, no colapse. Por AMELIA CARVALLO con la colaboracion de ELENA ROBLES / Ilustra CLAUDIO PEREZ

CONSUMO Y BASURA

Evita comprar a transnacionales

No consumas bebidas en latas de aluminio, su proceso de producción es altamente tóxico y demanda mucha energía.

MEDIOAMBIENTE

hace buen uso de los recursos, tiene una producción racional y busca la equidad social.

Compra ropa y muebles de segunda mano.

En los últimos 50 años se han producido más cosas que durante todo el tiempo que ha existido la Humanidad. No nos faltan cosas, nos falta compartirlas.

Sal de compras con tu propia bolsa y rechaza las de plástico que te ofrecen en el comercio.

genera más empleo, de mejor calidad y da vida a los barrios. Compra en bodegas, ferias libres, caletas, almacenes.

Valora los objetos antiguos y de calidad, promueve la herencia de cosas.

Repara tus cosas, acude al zapatero, al mueblista, a la costurera.

Prestar es divertido y fortalece a las comunidades; presta herramientas y libros, por ejemplo.

Trata de vivir mejor con menos, antes de comprar pregúntate si las cosas sin tanto embajale. Por ejemplo en vez de comprar yogures

en tamaño grande y que puedan recargase.

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En Chile cada persona genera un promedio de 384 kilos de basura al año de la cual sólo un 10% se recicla. Compostando tu basura la reduces en un 48%. Si no cuentas con puntos verdes de reciclaje cerca de tu casa, de todas maneras separa tus desechos para hacer más fácil la labor de los recicladores de base, los queridos cartoneros.


No dejes el agua corriendo al lavarte los dientes, el pelo o jabonarte.

Abre lo justo y necesario el refrigerador.

Dentro de 8 semanas tendrás la mejor tierra con altos nutrientes para tus plantas o jardín.

No metas alimentos calientes en él. Usa palanganas para lavar las frutas y verduras y la loza.

Prende la televisión sólo cuando la estés viendo.

LOS ECOLADRILLOS

Usa el hervidor una vez y conserva el agua caliente en un termo. Desenchufa lo que no estés usando y apaga las luces que no uses.

Evita los envases de plástico ya que demoran entre 450 y mil años

Privilegia la luz del sol por sobre la retornables. Di no al PVC, es el plástico más tóxico del planeta y no es reciclable.

No botes el aceite por el desagüe ya que contamina mucho el agua. Cuélalo una vez que esté frío y ponlo en una botella de plástico grande, la idea es que puedas almacenar harto; una vez que la botella esté llena entrégala al camión de la basura.

COMPOSTERA FÁCIL

Son una buena alternativa para reutilizar los envases plásticos de bebidas, especialmente las de cuello ancho.

Descongela al aire en vez de bajo el chorro del agua.

La llamada copita menstrual es una excelente alternativa, limpia y verde, frente a las toallas higiénicas y los tampones que demorar cientos de años en degradarse.

Necesitas un metro cuadrado de tierra protegida del viento, la lluvia y el sol excesivo.

CUIDA EL AGUA

Utiliza un cajón de madera sin fondo con separaciones que dejen entrar aire, como los de la feria. Hazle una puerta en la parte inferior para poder retirar el compost maduro.

No uses el riego como forma de barrer y hazlo de noche.

CUIDA LA ELECTRICIDAD

Optimiza el chorro del agua en ducha y lavaplatos poniéndoles aireadores. Para que la descarga del baño sea menor pon en elestanque del WC botellas con arena.

Mantén limpias las ampolletas y

Junta tus residuos orgánicos (restos vegetales, cáscaras de huevo, bolsas de té, poso de café, pasto, hojas, ramas pequeñas, huesos de frutos, servilletas de papel, etc.) y viértelos en la compostera. Esto no incluye restos de comida, carnes, grasas, dulces. Tapa los restos con hojas o pasto seco y rocía con agua manteniendo siempre húmedo y muy bien cerrado. pág · 9

Se rellenan con todos los envoltorios plásticos que consumes, cuidando que estén limpios, sin restos orgánicos (bolsas de arroz, cintas plásticas, etc.) Es increíble la cantidad de plástico que puede albergar una botella, para un mejor ladrillo deben apisonar lo mejor que puedas los envoltorios. Cada vez hay más iniciativas que construyen mobiliario básico (bancos, jardineras) con estos ladrillos, además también se lo usa en la construcción de casas para muros interiores o como aislante.


CRÓNICA

“El amado suelo de mi patria vuelve a proporcionarme alegría y dolor”. Podemos decir esto junto con Hölderlin sobre Chile, país que ha sido la cuna de grandes genios del arte y parece ser también la tumba de los creadores. Esto sería una realidad irrevocable si no existieran hombres y mujeres que son arrebatados por la belleza y el entusiasmo logrando levantar a estos muertos del sepulcro, ellos son los guardianes invisibles del mito. Eva Chávez –viuda del multifacético artista–, a sus casi ochenta años, es una de estas personas que con toda su energía lucha por divulgar el enorme legado pictórico de Santos Chávez (1934-2001).

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Estoy sola intentando que el legado de Santos Chávez no desaparezca”

Escribe ERNESTO PFEIFFER / fotografia NELSON CAMPOS Eva es una alemana inquieta: estudió hotelería, idiomas, tuvo tres hijas y un hijo, recorrió el mundo como guía turística y cuando ya su vida parecía estructurada, conoció a Santos Chávez. Corría el año 1981 en la Berlín oriental. Eva trabajaba en la Agencia Chilena Antifacista cuando el artista –en medio de una fiesta– se le acercó por primera vez y correteó a su pareja de baile para gritar a los cuatro vientos que se casaría con ella. Eva quedó descolocada por el audaz desconocido y decidió ayudarlo y servirle un café para que recuperara la cordura. Mientras Santos hacía arcadas por el café, miró a Eva y le dijo: “Tus ojos son tan azules como el mar chileno”. A ella nunca le habían dicho un piropo de estas magnitudes y no pudo hacer otra cosa que enamorarse de este hombre y casarse con él. Ambos se radicaron en las afueras de Berlín y, a menudo, recibían a exiliados chilenos. Eva fue testigo de la genialidad de su compañero, lo observó tardes enteras creando formas inesperadas con la gubia para luego cepillar el papel con una cuchara y hacer sus conmovedores grabados. Durante su estadía en Alemania alcanzó el reconocimiento: -En Berlín Oriental, Santos Chávez tenía fama, y sus obras fueron expuestas en los diversos ambientes culturales que se conocían, como eran las grandes salas de la Torre de la Televisión, ubicada en el centro mismo de la capital de Alemania Oriental, también la Casa de los Jóvenes Talentos, así como en otras tantas galerías conocidas. Muchos de los amantes de sus obras gráficas y coleccionistas compraban sus obras, pero ellas también pasaban a integrar algunas colecciones privadas- escribe José Pablo Quevedo en su texto “El mapuche que conocí en Berlín oriental”.

En la actualidad, Eva es presidenta de la Fundación Santos Chávez y lucha, día a día, por difundir la obra de su esposo. Su tarea es aciaga porque debe lidiar con todo tipo de sinverguenzuras como la que hizo la UPLA al publicar un libro sin su autorización. Este tipo de vejámenes son los que debe ignorar para enfocarse en seguir custodiando uno de los patrimonios artísticos más importantes de Chile. Las obras de Chávez encierran un asombro que sólo los niños son capaces de transmitir, en ellas emerge un mágico mundo edificado con escasos elementos visuales. Lo que mejor resume el aporte de su creación fue dicho por el propio artista: “He conseguido hacer con el grabado algo de lo que pienso acerca del misterioso mundo en que vivimos”.

Eva llegó en 1994 a vivir por primera vez en Chile junto con su esposo; decididos a comenzar de nuevo se instalaron en una casona de Recoleta, frente al Cementerio General. Después de siete años, Santos falleció y su viuda ha proyectado su amor por él cuidando, restaurando y promoviendo la creación de Chávez.

1934 / Nace el 7 de febrero en Canihual, Provincia de Arauco, Chile 1958-60 / Realiza estudios en la Soc. de Bellas Artes, Concepción, Chile 1960 / Participa en el Taller 99, Santiago, Chile 1967 / Trabaja en el Taller Fray Servando, México-City, México 1968 / Trabaja en el Pratt Graphic Center, Nueva York y en el Institute of Arts, Chicago, EE.UU 1978 / Trabaja en el Graphic Workshop, Estocolmo, Suecia. Se radica en Berlín, Alemania 1994 / Se radica en Chile 2001 / Fallece el 2 de enero en Reñaca, Viña del Mar, Chile

Eva demuestra una pasión conmovedora por la obra de su esposo, parece haber habitado con él las costas de Tirúa y haber visto el sol rojo cuando era pastor de cabras en Canihual, provincia de Aurauco, donde llegó a sentir la naturaleza como su hermana, su semejante.

Más de doscientas planchas originales labradas por la gubia del artista, cientos de grabados numerados y firmados, acuarelas y dibujos corren el peligro de desaparecer silenciosamente; pero antes que esto suceda, Eva Chávez no dará tregua y seguirá haciendo postales navideñas, calendarios y todo lo que sea necesario para poder recaudar fondos y así mantener vivo el arte de su esposo. No olvidaré que la última vez que estuve en su casa–con motivo de este escrito– dijo, entre lágrimas, que ya no tenía fuerzas para sostener en sus hombros todo el legado de Chávez. Esta mujer mayor está pidiendo a gritos que la obra de su esposo no caiga en el “nicho helado” que escribió Gabriela Mistral y sus ojos azules sueñan con que Chile, alguna vez, abrace y custodie la mágica creación de Santos.

Cronología mínima de Santos Chávez Alister Carinao

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P O RTA F O L I O


RENATO ÓRDENES SAN MARTÍN Hay en sus obras una lúcida crítica al mundo artificioso creado por el ser humano en detrimento de la naturaleza, cuando dibuja animales y se concentra en los despojos de lo que fueron. También al esculpirlos, pues lo hace con materiales delicados, fáciles de corromper, como la plasticina, cera, harina y yeso. (renato-ordenes.tumblr.com) Renato Órdenes San Martín (1983) es Licenciado en Arte de la Universidad Católica de Valparaíso y actualmente gestor de Worm Gallery, cantera de arte independiente ubicada en Linares N° 9, cerro Merced, Valparaíso. (wormgallery.tumblr.com) pág · 13


Ser mapuche en Villa Alemana

CRÓNICA

Escribe MONTSERRAT MADARIAGA

Marcela Millanao, Orietta y Graciela Curihuentro se reúnen en la Ruka de Peñablanca de la Asociación Indígena Witrapuran, visten sus atuendos y realizan ceremonias como si estuvieran en el sur. La gran diferencia es que no viven en comunidad compartiendo la tierra sino dispersas por la ciudad. Ellas son lo que el Estado nombró “mapuche urbano”, pero no se sienten así y dicen ser mapuches a secas aquí o en la quebrada del ají.

Orietta Curihuentro es la encargada de la Oficina de Asuntos Indígenas de la Municipalidad de Villa Alemana, un lugar que existe desde el año 2008 gracias a la tenacidad de sus padres junto a otras familias mapuches y chilenos solidarios que lograron la inclusión de esta temática en las políticas locales. De lunes a viernes Orietta recibe gente: algunos vienen a hacer valer sus derechos con orgullo, otros, con pedantería y hay también los que con vergüenza. Resulta que ser mapuche no es sinónimo de un arquetipo humano, como tampoco ser chileno, y además es una identidad conflictiva para quienes heredaron de sus progenitores el estigma de la discriminación: “Yo sé identificar perfectamente a una persona que ha sido discriminada porque yo lo viví”, dice Orietta. En la actualidad los mapuches que viven en ciudades se dividen en aquellos que mantienen una conexión con su comunidad de origen y practican su cultura; los que se saben indígenas pero no se interesan; y otros que ni tienen la sospecha de que su apellido es originario. La razón por la que son “urbanos” es histórica, es decir, parte de un largo proceso que comenzó con la llamada Pacificación de la Araucanía de 1862 a 1883, la cual significó la usurpación de tierras indígenas por parte del Estado y la disgregación de los comuneros en distintos grupos, reubicados en pequeñas reservas y reducciones en los pueblos y ciudades del sur. Hacia 1830 debido a la falta de trabajo los mapuches comenzaron a emigrar a zonas más lejanas como Santiago y Valparaíso. Si bien en 1972 hubo un retroceso en esta diáspora debido a la Ley Indígena (17.729) que aprobó el gobierno de Salvador Allende, en 1973, luego del golpe militar se intensificó este proceso, en gran medida por la implementación del modelo económico neoliberal que empobreció aún más a los indígenas pequeños agricultores.

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La historia se repite: hijos de padre y madre mapuche que deben abandonar su comunidad natal en el sur (reducciones) para buscar mejor vida, se casan con criollas y forman una familia “mestiza” que crece en la ciudad. Esta tercera generación no es instruida en su cultura, no aprende el mapudungun ni su cosmovisión más allá de alguna práctica vista pero no integrada. Fue el caso de Orietta y su hermana Graciela Curihuentro, pero también el de Marcela Millanao. La diferencia está en que las dos primeras siempre tuvieron la oportunidad de estar en contacto con su grupo familiar de origen y hoy día son activa parte de éste, en cambio, Marcela no sabe de dónde viene y le pena. La historia de Marcela Millanao Antes de pertenecer a la Asociación Witrapuran de Villa Alemana, el único recuerdo que tiene de haber vivido su cultura son las visitas a la casa de sus abuelos paternos en Huape, Cañete: el fogón, su abuela haciendo harina tostada y su abuelo tocando la trutruca mientras ella junto a sus primos bailaban a su alrededor. De vuelta a la ciudad, donde se quedaba su padre, no se podía mencionar la palabra indio, pues éste se sentía ofendido aunque nunca reconociera que él era indígena. “En mi casa el tema era tabú”, precisa Marcela, quien dejó de ver a sus abuelos cuando tenía entre ocho y diez años, perdiendo toda conexión con sus tradiciones ancestrales. Marcela siguió su vida portando un apellido mapuche sin que le hiciera sentido. Mirando hacia atrás, recuerda la vez que en Puerto Williams se sintió conmovida por las mujeres yaganes de Ukika: “Me di cuenta de que mucho de lo que ellas sabían no estaba siendo traspasado y que con ellas iba a morir. Ahí se despertó una curiosidad en mí”, dice Marcela. Pero tuvieron que pasar algunos años para que una vez en Villa Alemana se


acercara a una asociación mapuche. Fue preguntando por la Beca Indígena de estudios para sus hijos que llegó a la Witrapuran, y debido a que el Estado exigía la participación en un colectivo indígena, Marcela tuvo que empezar a asistir a las actividades. “Ha sido como un ir enamorándose el sentir que uno tiene una identidad y que es de una forma porque viene de una descendencia”, afirma. Por ejemplo, dice que siempre le costó desenvolverse en ambientes desconocidos y que llegó a reprocharse a sí misma el ser “fome”, pero luego supo que las personas mapuches son retraídas y observadoras y ya no sintió más vergüenza de ser así. “Ahora que he estado sintiendo más lo que soy –relata Marcela-, cuando estoy triste tengo ganas de saber de qué lugar vengo, adónde pertenezco, cuál es realmente mi tierra y mi raíz, porque ahí me gustaría estar, con ese aire, esa tierra, esos olores, sentir ese sonido de pájaros”. Le reconforta, eso sí, que sus hijos sientan amor por lo que son, al punto que incluso uno de ellos quiera invertir sus apellidos. Las hermanas Curihuentro Orietta y Graciela han vivido de forma distinta la reivindicación de su pueblo. Orietta es quien continuó el trabajo que empezaron sus padres durante los noventa con una organización cultural. Graciela, en cambio, reconoce que por mucho tiempo fue “chilena”: vivía en Santiago y era trabajólica. No visitó el campo en treinta años. La comunidad de origen de las Curihuentro es una de las más importantes hoy en día por la constante mantención de su cultura; está ubicada en Huilio, cerca de Freire. Allí, sus antepasados sufrieron la reducción de las tierras de 300 hectáreas a 50: “Así empobrecieron al pueblo mapuche dejándolos en la miseria extrema”, dice Orietta. Pero cuando ellas eran pequeñas e iban de vacaciones para allá todo era bello y normal, como que su abuelo tuviera

tres hermanas por esposas. Su padre salió de la comunidad para hacer el servicio militar y luego fue marino: “Tenía una disciplina tan distinta a lo que es ser indígena que ese fue uno de los motivos más fuertes por los que no nos enseñó su cultura”, dice Graciela. Fue la madre de la familia, una chilena huérfana de descendencia aria, quien finalmente insistió en mantener la identidad ancestral de sus hijos. Lo que motivó a Orietta a comprometerse con el recobro de su cultura fue la discriminación. Se recuerda corriendo tras sus compañeras de colegio hacia una panadería, donde todas compraron pasteles y ella se quedó mirándolos sabiendo que no podía hacer lo mismo. Entonces una dependienta le regaló uno y al salir del negocio con el dulce en sus manos las niñas gritaron: ¡La india también tenía plata! Orietta confiesa: “Ese día recién me di cuenta de que se arrancaban de mí”. Hoy, las causas que la mueven son mucho más amplias, por ejemplo, cambiar las políticas de Estado para encontrar solución a la aporía de que su cultura es “redonda” y la occidental “cuadrada”. Es decir, que no le pidan cosas como licitar los servicios de una Machi, bromea. Por su lado, Graciela volvió a sus raíces el momento en que su padre murió. Ella estaba con él cuando dio su último respiro y, tras éste, le dijo: “Te fuiste Curihuentro”. Nunca le había llamado así, por su nombre mapuche, y cada día que pasó desde entonces se sintió acompañada por su padre y fue más fuerte el deseo de volver a estar junto a su familia. Se fue de Santiago a Villa Alemana a estudiar y vivir su costumbres milenarias, a recuperar el tiempo perdido que es lo que más le duele: “Si yo hubiera sabido esto antes las cosas hubieran sido distintas”, declara. Luego recuerda que cuando una profesora de historia dijo que los mapuches eran flojos y borrachos, ella se quedo “agachadita”, avergonzada. “Si hubiera conocido mi cultura le hubiera dicho: obviamente, si me quitan mi tierra, mis animales y me matan a mi familia

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¡claro que me pongo borracha!” Y Orietta agrega, les ofrecieron un trago exótico que el cuerpo del mapuche no está preparado para recibir. Y Marcela confiesa: “Yo pensé por mucho tiempo que mi papá era alcohólico porque era mapuche”.

La lucha diaria A la Ruka Lawen del Hospital de Peñablanca va todos los meses una Machi a atender personas mapuches y “huincas” (chilenos). Este es uno de los objetivos de la asociación que se está cumpliendo y ya se pusieron una nueva meta: potenciar la educación intercultural. Para ello las futuras educadoras están tomando clases de mapudungun, aprendiendo su propia lengua. Estos avances los realizan postulando a subsidios y convenios del Estado y con ello, de paso, burlan la creencia de que son un pueblo holgazán. “Acá hacemos una lucha permanente para que nos visibilicen. En el fondo, es acompañar la lucha que nuestro pueblo está dando en el sur, desde nuestra propia perspectiva que es la ciudad” dice Orietta, y agrega: “Nosotros no desaparecimos, no estamos borrados del mapa, somos los descendientes de los primeros habitantes de este lado del mundo y tenemos mucho que entregar”. Por eso, no se trata de que el mapuche se adapte a la ciudad, sino que, al revés, que los urbanos se adapten a ellos, de ahí la continua difusión de su cultura. Los procesos de inclusión deben ser de ambas partes, dicen. También dejan en claro que no se sienten “mapuches urbanos”, sino mapuches: “¿Acaso porque vivimos acá no somos igual de mapuches que los del sur? ¿Por qué vivimos aquí no tenemos derecho a tierra?” Se preguntan. “Este también es territorio ancestral, aquí también hubo mapuches”, sentencia Orietta. Pero la suya es una lucha diaria, a pequeñas dosis, por descuadrar la política chilena.


EL FESTIVO VALPARAÍSO Produce: EQUIPO LA JUGUERA MAGAZINE, Fotografia NELSON CAMPOS

E V E N TO D E S TA C A D O

Es temporada de festivales. Llegada la primavera, la ciudad se vuelve un escenario. Es un excitante y a veces angustiante panorama saber que se vienen las jornadas de danza, teatro, cine, fotografía, arte circense y más, que hay que calendarizar y escoger para poder disfrutar de los meses más artísticos del año. Eso por el lado de la audiencia, pero ¿qué pasa con los creadores y gestores? ¿Qué opinan del “formato” festival que se ha vuelto común en la ciudad? ¿Por qué optaron por esta manera de exhibir arte en la ciudad? Hicimos estas preguntas a los organizadores de CUATRO de los festivales DE nuestro ciclo anual: Danzalborde, Tsonami y, DOS más jÓvenES pero ya legitimadoS, el FIFV Y ¡UPA CHALUPA! Aquí sus reflexiones al respecto.

Rocío Rivera Marchevsky e Iván Sánchez Ramírez:

FESTIVAL INTERNACIONAL DANZALBORDE La invitación a escribir este texto nos llega a menos de un mes de terminada la duodécima versión del Festival Internacional Danzalborde, con imágenes y sensaciones de lo vivido aún vibrando en nuestros cuerpos, no podemos dejar de pensar que para hablar analíticamente sobre los festivales en la ciudad de Valparaíso lo primero que debemos hacer es referirnos a las motivaciones que dieron origen a danzalborde, entendiendo que entre sus objetivos nunca estuvo la idea de establecer

un “formato” y menos proyectar su existencia por más de una década. Danzalborde surge para hacer visible la danza contemporánea local en un contexto nacional, como un espacio de difusión específico para la danza contemporánea independiente profesional y un público asiduo. Esto porque la danza contemporánea local sólo tenía cabida en el ya desaparecido Festidanza de Viña del Mar, en el que se mezclaba folklore, flamenco, ballet, jazz dance y danza moderna, intercalando niveles entre academias, talleres, escuelas, alumnos de la carrera de intérprete del Conservatorio Izzidor Handler, con grupos semi profesionales y compañías profesionales, siendo sólo una disciplina más en esa importante instancia de encuentro y difusión para la danza en el amplio sentido de la palabra. Danzalborde surge entonces el año 2001 para responder a una necesidad de validación pág · 16

artística y social de la propia disciplina, en un momento en que esta ciudad aún no había sido nombrada patrimonio de la humanidad y cuando la actividad cultural de la misma no era parte del discurso asociado a su desarrollo. Inspirados por la experiencia de haber participado en el 1º Encuentro de la Red Suramericana de Danza realizado en Santiago en enero del mismo año, constatamos que se desconocía absolutamente el movimiento dancístico de la región, incluso cuando el número de compañías existentes situaban a la misma tras la capital en cantidad de cultores. Basados en esta observación, el primer Festival danzalborde se realiza íntegramente en el Teatro Mauri, convocando a compañías fundamentales de la escena nacional de la danza contemporánea a compartir escenario con todas las compañías profesionales de la región y tras cuatro días de lleno total ganó inmediatamente un sitio en la escena nacional y una apropiación natural del público local.


Actualmente, entre la gran cantidad de festivales existentes en la ciudad de Valparaíso, podemos reconocer que varios de ellos se originaron de modo independiente, tal cual danzalborde, respondiendo a una necesidad específica de los cultores de una disciplina de generar un espacio adecuado y reconocible para su área de trabajo artístico. Así mismo, vemos que existen otros festivales surgidos desde otra perspectiva, reconociendo en la ciudad de Valparaíso un territorio propicio para el desarrollo de una “idea de festival”, calzando absolutamente con las expectativas de desarrollo trazadas por las políticas cultuales que apuntan a la construcción de un mercado de las artes e industria cultural y/o creativa, se empoderan de este discurso como una oportunidad. Lo delicado de esto, es cómo entonces para ojos externos, aparece un imaginario un poco distorsionado que refiere a la idea de festival como un “formato”, y simplemente junta en una enumeración de lista continua los festivales que “tiene la ciudad”. Aquí vale, desde nuestra perspectiva ir un poco más profundo en el análisis y entender que los festivales existentes en la ciudad se han vuelto poco a poco un eje reconocible o validado discursivamente como parte de las actividades que contribuyen al desarrollo local, resultando incluso atractivos como parte de la oferta turística con que se proyecta un desarrollo para Valparaíso. Pero en la práctica, este discurso descansa en gran medida en la capacidad de gestión autónoma de los propios cultores a cargo de cada uno de los festivales, los que intermitentemente consiguen apoyos de las instituciones a cargo de velar por el fomento cultural con sus diversas instancias concursables, captando escaso apoyo de la empresa privada no por falta de esfuerzos de gestión. Como organizadores de danzalborde, nos parece un valor fundamental el mantener tras 12 años la autonomía curatorial que nos ha permitido diseñar y re diseñar cada año nuevas acciones asociadas al ejercicio de lectura permanente de la escena de la danza contemporánea y su relación con el contexto socio cultural en que esta se desenvuelve, siempre mirando como aportamos a la construcción de la ciudad y de un tejido social del que la danza forma parte, intentando reconocer los ámbitos de incidencia del trabajo que se hace visible a través del evento, pero que engloba mucho más que los diez días del mismo. Es así como danzalborde se ha hecho cargo de realizar como parte de sus actividades: residencias de creación locales, regionales y encuentros de creadores latino americanos, ha desarrollado acciones de intervención urbana e incluso extensiones en otras comunas de la región y otras regiones del país. Nos preguntamos a veces, que seria del desarrollo de danzalborde si existiese una plataforma de festivales de la ciudad como sucede en Buenos Aires, donde el gobierno de la ciudad es la que con una maquinaria

impresionante desarrolla festivales temáticos todo el año, arrojando otros tipos de problemas a su continuidad. Intuimos en base a nuestra experiencia de trabajo, que lo que en Valparaíso hace falta es realizar una trabajo conjunto que permita sumar esfuerzos, no para oficializar los eventos y entregar su autonomía a alguna institución pública transfiriéndoles la responsabilidad de producción que a nuestro parecer no les corresponde, sino por el contrario, generar una plataforma que facilite y asegure la continuidad del trabajo serio realizado por los cultores y sirva para que la responsabilidad asumida de modo auto convocado por los gestores de estos eventos deje de competir aparentemente con los eventos oficiales creados desde la institucionalidad.

Rodrigo Gómez Rovira:

FESTIVAL INTERNACIONAL DE FOTOGRAFÍA EN VALPARAÍSO, FIFV Si hay alguna conclusión, es que estamos haciendo y aprendiendo a hacer un festival. En Chile no existía esta instancia, por lo que decidimos hacernos cargo de esta, poniéndonos constantemente en riesgo. Esto le dio una identidad al FIFV. En primer lugar, es un espacio y un tiempo de encuentro de la Fotografía, organizado y creado por fotógrafos, donde los creadores vienen a vivir y trabajar a Valparaíso durante el desarrollo del festival. Eso lo hace particular, porque generalmente estos son pensados y producidos por gestores culturales que no tienen los mismos objetivos y quizás con propósitos más calculadores. Nosotros pág · 17

tenemos una fragilidad en la concepción de lo que hacemos, que no responde a las normas del mercado. Lo segundo que lo hace particular es que es un festival de creación fotográfica. El FIFV no propone trabajos resueltos, por sobre eso, plantea una experiencia. Todo lo que presenta es el fruto del trabajo que se impone en los 10 días del festival, donde vienen artistas extranjeros de importante trayectoria, a trabajar con artistas chilenos, por lo general jóvenes. Estos viven un proceso creativo que será presentado al término del festival. Así se montan las exposiciones, las publicaciones, proyecciones e instalaciones. Nos hemos dado cuenta que el FIFV se ha transformado en una escuela abierta para todos quienes participan: los invitados internacionales, fotógrafas y fotógrafos seleccionados en las residencias, los voluntarios, los organizadores y el público en general. Una universidad del hacer, del experimentar, del error y el acierto, del traspaso de información en la acción, llamando a la memoria intelectual y corporal.


El tercer pilar que lo hace único es Valparaíso. Aquí se hizo la primera fotografía de Chile, a pocos meses del invento, y aquí también se abrió el primer estudio fotográfico. El fotógrafo chileno Sergio Larraín marcó la fotografía contemporánea mundial con su libro Valparaíso. Es una ciudad que ha cautivado a la fotografía. Un lugar donde las fronteras del tiempo y los límites sociales no están claros, se confunden y se mezclan. Aquí la gente y las cosas tienen un espesor. Alejandro Castellote lo expresa muy bien (http://vimeo.com/56730325):

E V E N TO D E S TA C A D O

-Una de las cosas maravillosas de la fotografía es cuando una imagen se carga de tiempo y son vistas por gente que no compartió ese tiempo. Y que son capaces de identificarse con lo que se está contando ahí. Con la pose, con la ropa, con las personas. Un tránsito en el tiempo, del yo al nosotros, es una de las claves de la fotografía. La fotografía es el interruptor de la memoria. De la individual y de la colectiva. Esta visión es la que compartimos, queremos trabajar con los archivos de la ciudad, pero también queremos hacer archivo para el futuro, para así entender nuestro mundo y en particular donde vivimos. Es en ese sentido que François Hébel dice: “Los artistas no son marginales, ellos están al centro de una ciudad. Entienden antes los cambios. La expresión puede ser confusa, porque no son ni banqueros ni analistas, pero son los primeros que entienden una cultura. La fotografía no es arte, es más que arte. Es arte, es testimonio, es memoria, es acción, es comercio, es familiar…”. Desde su primera versión, el FIFV se ha cuestionado la forma de exhibir fotografía. Por eso ha propuesto instalarse en la ciudad, en sus espacios públicos, provocando una relación nueva de la fotografía con la gente y sus tránsitos por la ciudad. Con imágenes que no tienen por objetivo vender, sino más bien producir cuestionamiento, reflexión, contemplación. Creemos que debemos expandir esta experiencia hacia la comunidad y el público general, desarrollando proyectos en los barrios, en las escuelas, las universidades e instituciones. Hemos desarrollado esta práctica, pero sin los resultados soñados. Sin embargo, ya instalamos un festival de la imagen en Valparaíso, Chile, América Latina y otros países de Europa, validado por la comunidad fotográfica. Nuestro desafío a futuro es provocar proyectos de excelencia con y hacia Valparaíso.

Víctor Quiroga:

ENCUENTRO ¡UPA CHALUPA! DEL TEATROMUSEO DEL TÍTERE Y EL PAYASO Empezamos el año 2008 con una necesidad de la comunidad artística de Chile, de todos los payasos, de tener una instancia de reunión en donde pudiéramos conversar y dialogar en torno a lo que estábamos haciendo cada uno por su lado. Hicimos el primer encuentro de Upa Chalupa con la intención de juntar a la mayor cantidad de compañías posibles que estaban desarrollando el teatro de clown, o sea, el payaso afuera del circo y de la acrobacia, entrando al teatro. Armamos esta reunión y trajimos un maestro, gracias a él y a nuestras conversaciones, concluimos: “realmente todavía no hemos llegado a ser, si no que estamos en proceso”. También la idea del festival es mostrar al Teatromuseo del Títere y de Payaso como un centro de referencia en el desarrollo de investigación del payaso. El 2009, en el segundo encuentro, buscamos potenciar el trabajo de las compañías donde estaba naciendo el clown, fuimos a Concepción, pasamos por Linares, también estuvimos en Santiago y Valparaíso, donde hicimos itinerancias con talleres y obras de teatro. En el tercer encuentro, lo que buscamos fue mostrar los frutos de todo el trabajo en formación que habíamos hecho: la gente que había partido el 2008 con la necesidad de desarrollar el arte, para el 2011 ya estaba montando sus primeros trabajos escénicos. Ahora, en la cuarta versión, vimos la necesidad de tener una escuela de pág · 18

referencia. Lo que nos propusimos fue traer a integrantes de compañías de diferentes partes de Latinoamérica y hacer una cumbre del payaso, pero siempre mirando la necesidad de poder formar una escuela internacional desde acá en Valparaíso. Nosotros somos lo contrario a un festival, porque un festival es una muestra de diferentes espectáculos donde no necesariamente la gente debe relacionarse. Lo que nosotros hacemos es un encuentro, donde durante la semana que dura el evento, todas las compañías se reúnen, relacionan, dialogan, participan de mesas redondas... entonces lo que tiene a favor es que es un proceso donde profundizas y creas lazos entre las personas. De una u otra forma, lo que ha sucedido con el tema de la cultura, de la palabra “cultura”, de homogeneizarla, de meter todo dentro de un mismo paquete, es que cualquier cosa entra. Entonces de lo que nosotros hablamos es más bien de un desarrollo artístico, en donde hay una línea de investigación artística. Entonces, los artistas en sí se van convirtiendo y desarrollando diferentes políticas de acuerdo a sus necesidades o intereses. La cualidad y la cantidad de eventos artísticos que tiene Valparaíso, las envidian todas las ciudades de Chile, inclusive Santiago. Hay un número y una variedad de eventos que ojalá estuvieran en todos lados. Las personas que vienen de regiones dicen que en Valparaíso siempre hay tocatas, exposiciones, festivales; siempre hay algo interesante. La cultura en ese sentido va convirtiéndose como en una necesidad. Las expectativas que tenemos como Teatromuseo y con el ¡Upa Chalupa! siempre son fantásticas. Estamos ad portas, el 2014 o el 2015, de fundar nuestra escuela


a conseguirlo en los últimos años y tenemos un público muy diverso en cada actividad. Tal vez podría pensarse como una desventaja el hecho de que nosotros apelamos a un público que no es masivo, pero en lo personal pienso que esto no lo es, o sea nuestro objetivo es levantar una alternativa a la espectacularidad cultural y no nos interesa llenar estadios.

internacional de títeres y de payasos, lo que significa que gente de toda Latinoamérica estaría formándose acá en Chile y en Valparaíso. ¡Upa Chalupa! creó una necesidad que fue organizar la primera Cumbre Latinoamericana de la Risa. Ya definimos en nuestros primeros acuerdos que vamos a apoyar a la gente que está en Centroamérica: la segunda cumbre va a ser en Guatemala. Estamos creando redes; creo que hay que profundizar las redes y crear nuevas formas de trabajo y de investigación en torno al payaso.

La proliferación de festivales en la ciudad habla de su efervescencia cultural; cada año aparecen nuevos festivales y esto parece no acabar. Por un lado me parece positivo que esta ciudad convoque tanta actividad cultural pero al mismo tiempo se corre el riesgo de agotar la formula, de colapsar la oferta por así decirlo. Además nos podemos preguntar qué está pasando para que las organizaciones y grupos de actores culturales sientan que deben articularse en festivales, ya que prácticamente todos los festivales de la ciudad son iniciativas de estos grupos no institucionales. Por alguna razón Valparaíso se convirtió en la ciudad de los festivales ya que estos actores culturales sintieron que era un modo natural de organizarse. Además, es obvio que la figura de festival es la que más atrae, la más espectacular y que más gente convoca. Me parece bien que vengan festivales de afuera pero creo que hay que tener cuidado con la mirada centralista que no considera el territorio y lo local. Es fácil venir a Valparaíso, es una carta segura, no hay riesgo, todos adoran la ciudad y te aseguras que se van a ir todos felices. Si esto es utilizado como una estrategia de marketing foránea me parece lamentable, y, creo, la idea es que los festivales que vienen de afuera se integren realmente a la vida en la ciudad.

Fernando Godoy:

FESTIVAL DE ARTE SONORO TSONAMI La idea de realizar el festival surge del agotamiento de quienes en ese momento éramos un grupo de estudiantes y profesores de música, debido a la falta de un espacio para el desarrollo de prácticas contemporáneas vinculadas al sonido y la incapacidad del mundo académico de incorporar estas prácticas. En lo particular mi intención era que nos centráramos en el campo del sonido más allá de lo musical, lo cual fue lográndose progresivamente. Ese grupo inicial se dividió con los años y ya no forman parte del proyecto, no obstante levantaron un Tsonami en Argentina que tiene un perfil distinto a nosotros pues está centrado en la música contemporánea. La ventaja que tiene este festival es que tenemos mucha libertad para enfocar el trabajo, para direccionar el proyecto, esto porque no dependemos de ninguna institución y porque

además el arte sonoro es una disciplina muy nueva y no es posible definirla claramente. Otra ventaja es que estamos en Valparaíso donde no existe nada parecido (ni tampoco en Chile) y cuando empezamos estábamos ante “una página en blanco”, con mucho por hacer. Obviamente la desventaja de esta libertad es el tema de la continuidad, pues el formato de festival, que además ha crecido mucho en los últimos años, hace prácticamente imposible poder realizarlo sin un aporte de dinero considerable. En cierta manera, nos encontramos un poco atrapados por el Fondart, que es la única instancia de donde podemos levantar tal cantidad de recursos. Creo que el festival es un espacio de innovación para la gente en el sentido que nuestro perfil experimental nos acerca a aquellos curiosos por nuevas experiencias sonoras. En este sentido algo muy importante es que siempre nos planteamos como una instancia de cruce entre arte, experimentación y la cotidianeidad, no nos interesa hacer actividades para especialistas sino todo lo contrario, tener público real, personas comunes y corrientes que tengan un mínimo de curiosidad por conocer nuevas prácticas. Pienso que este objetivo empezamos pág · 19

Sobre los festival del CNCA, creo que el punto ahí es el tema de los recursos pues a veces resulta muy difícil de comprender cómo es posible que el grueso de los festivales, que somos todos autogestionados, tengamos que estar sufriendo año a año por los fondos concursables y el CNCA se gaste en tres días una cantidad que haría posible levantar gran parte de los festivales. No quiero caer en una especie de paternalismo donde el estado tenga la obligación de financiarnos pero al menos debería existir algún apoyo de base con aquellos que llevamos una trayectoria y generamos intercambios locales e internacionales importantes.

Creo que como Tsonami lo que debemos hacer es justamente no depender del festival, es decir desde el 2012 que de hecho dejamos de ser sólo un festival para pasar a ser una organización que trabaja durante todo el año programando actividades. Además tenemos otros proyectos como la creación de un sello de arte sonoro y una revista; proyectos que lanzaremos muy pronto. Creo que debemos diversificarnos y ser capaces de mantener esta presencia durante el año, realizar actividades de formación, alianzas con instituciones de educación, apoyar y levantar proyectos vinculados al arte sonoro, etc. Para mí el campo está abierto y es muy amplio, hay muchas ideas que podemos desarrollar como Tsonami y potenciar la actividad más allá del festival.


CRÓNICA

Nacido en el cerro Cordillera de Valparaíso, la vida de Alfredo Espinoza está ligada al jazz y nada más que al jazz. Todo lo que hizo fue por y para este estilo de música. Para los que lo conocen y tocaron con él, su huella jamás podrá ser borrada, ya sea por su talento natural con el saxo como por su personalidad. Su historia abunda en misterios y a pesar de ser considerado casi una leyenda del jazz fuera de Chile, su figura es poco conocida en nuestro país.

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Jorge Rodríguez, baterista de Cultrera, Espinoza y Cía., y el trombonista italiano Duccio Castelli visitan a Alfredo Espinoza en el departamento que comparte con su hermana Gladys en la comuna de Pudahuel, Santiago. Ella lo reta por no levantarse del sillón a saludar a sus amigos. Lo amenaza con que no le dará comida. Espinoza ríe; su sonrisa contagia. Se ve feliz, a pesar de que no habla mucho y no logra hilar sus ideas totalmente. Hace ya un par de años que no toca un instrumento: “Ni se acuerda de tocar, ahora no hace ni amago, está en otro mundo”, dice Gladys.

La leyenda Alfredo Espinoza nace en Valparaíso el 28 de diciembre de 1942. Luego de la muerte de su padre, parte rumbo a Argentina junto a su madre: un cambio crucial en su vida cuando tenía sólo diez años. El país trasandino además de dejarle a Espinoza ese acento tan característico, le daría una pasión de por vida: el jazz. Fue en Buenos Aires donde comenzó a pavimentar su carrera, alcanzando su

y es considerado el mejor solista de jazz en saxofón. Al regresar a Chile, a principios de los 80, algo pasa con Espinoza.

Los años del colchón El saxofonista se fue a vivir a Santiago con su hermana, pero “se portó mal –dice Gladys- y lo mandé a la casa de mi mamá”. El Jazzman volvía a su lugar de origen, la calle Cuartín del cerro Cordillera. Allí, durante la década de los 80 y hasta mediados de los 90, la historia se torna confusa y aviva el mito que ha rodeado su vida: que de tantas drogas que probó finalmente éstas lo consumieron a él. En el libro Jazzman de Castelli se lee un comentario sobre los hábitos narcóticos de Espinoza: “Nunca con una sola droga a la vez. Como mínimo debían ser dos y mezcladas con alcohol. Alfredo probó todas las drogas que pudo en todas partes del mundo”. En Valparaíso su actividad musical decrece notoriamente. Se cierra el ciclo de los años cosmopolitas de eternas giras y trasnoches. Para el medio bohemio que solía frecuentar, el Jazzman había desaparecido. Pero en enero de 1995, el músico Marcelo De Castro

tiene una opinión distinta de esta etapa de Espinoza, para él “es un mito que estuvo en silencio”. Dice molesto: “Todos dicen cosas que no coinciden con la realidad. Con Alfredo hicimos 58 conciertos en el Teatro Municipal de Viña, entre otras muchas cosas. A finales de los 80 él estuvo efectivamente con problemas, pero toda esa etapa fue en los 90”. Incluso recuerda que formaron la banda UV5 y luego la UV6 financiadas por la Universidad de Valparaíso entre el 81 y el 89. Ensayaban todas las semanas y se presentaban casi una vez al mes. Esto lo corrobora hoy Espinoza, sentado junto a sus amigos en el departamento de su hermana: “No salía de casa, sólo a la UV a ensayar y tocar en un quinteto con Sergio Acevedo y volvía”.

La resurrección y caída En 1997 la madre de Alfredo muere y su hermana se lo lleva de vuelta a Santiago. Al año se recupera, vuelve a tocar el saxo todos los viernes en el Mesón Nerudiano junto a Cultrera, Espinoza y Cía. y hace más de mil

La sonrisa de Alfredo Espinoza

Escribe OSCAR ASPILLAGA / fotografia ALEXIS DIAZ para la serie documental TEMPO / ®dereojo comunicaciones

máximo esplendor con La Porteña Jazz Band, gracias a la cual llegó a ser considerado por la crítica como el mejor saxofonista de ensamble libre musical y solista, entre los años 66 y 68. Su amigo Castelli, en el libro que escribió llamado Alfredo Espinoza, Jazzman: Legendario y oscuro relata que en La Porteña el protagonista era Espinoza, y el resto de los músicos lo sabían: “Los arreglos musicales, a menudo espléndidos, giraban alrededor de sus solos, de sus intervenciones, de sus breaks. La banda era indiscutiblemente buena y en ella se trabajaba sin celos ni envidia para hacer brillar la joya que poseían”. En enero de 1970, la vida de Alfredo se vuelve una gran gira mundial. Arriba a París y firma contrato para tocar por toda Francia. Vuelve a la capital de ese país e integra el conjunto TheBottleSystem con el que toca en uno de los mejores lugares de espectáculos musicales de la ciudad, L´Alcazar de París. Graba y vende discos en Bélgica, Alemania, Estados Unidos y la misma Francia, entre otros. En 1974 regresa a Argentina a su querida La Porteña, pero sólo para seguir con el ruedo iniciando una gira por festivales de jazz. Está en Alemania, Italia, Suiza y Holanda, donde gana el festival de la ciudad de Breda

logra dar con su paradero. Meses después Castelli lo visita. Espinoza no sale mucho de la casa y pasa gran parte del día acostado en su pieza,fumando. En una foto de ese encuentro se le ve flaco, barbudo, sobre un colchón, junto a un cenicero colmado de colillas de cigarros y rodeado de posters de los buenos años de su carrera musical. Se corrió la voz sobresu vida actual y hasta un canal de televisión sacaría una nota de “El caso Espinoza”. En ella “un doctor dijo que él era esquizofrénico total y sin posibilidad de recuperación”, relata Castelli, quien es menos radical y más humano en su explicación: “Se fue a Valpo porque ya no le daban trabajo en Santiago. También estaba triste por haber perdido su mujer y su hijo. Regresó a Chile derrotado”. Para Diego Pequeño, director del documental Escape al silencio, notas de vida de Alfredo Espinoza (mención honrosa en Festival In-Edit 2009), las razones que lo llevaron a terminar en ese estado siempre serán un misterio. Y agrega: “A veces la genialidad te aleja de lo “normal”. Creo que, además, exploró mucho con la filosofía y llevó la música a niveles como algunos poetas la poesía: al límite de ser peligrosa”. El músico Sergio Acevedo pág · 21

conciertos. Viaja a Europa, por varias ciudades de Chile y edita varios discos. Gladys dice que es “un milagro” su recuperación. El año 2000 en París, el destacado jazzista francés Daniel Huck le dio las gracias a Castelli “por haber traído de vuelta a Alfredo”. Le dijo que era un maestro para él y que incluso había escuchado que estaba muerto. Pero, los altos y bajos no terminarían ahí para el Jazzman: el año 2011 sufre una falta de oxígeno en un concierto que lo deja con un leve Alzheimer y además se le detecta una enfermedad pulmonar crónica. Espinoza ya no toca, pero según su hermana Gladys, guarda en una carpeta un montón de composiciones listas para ser transformadas en canciones. Un pequeño tesoro con el que el Jazzman puede sorprender nuevamente, pues a pesar de los vaivenes de su vida lo más certero es que “el jazz fue todo para él”, como dice su hermana. “Yo no creo en Dios, creo en el jazz”, dice Alfredo Espinoza.


Es la casa cervecera – biergarden- más grande de la región y tal vez del país. Silenciosamente Robert Tauss llegó hace ocho años para dar cuenta de un estilo de beber que hoy está en auge, y que instalado en Limache merece ser visitado y apreciado en su sencillez y abundancia.

Cervecería Tauss Brau

El sueño de Tauss G A S T R O N O M Í A / T E AT R O

Escribe y fotografia CARLOS REYES M*

Un cartel instalado de manera estratégica en el paradero 8 de avenida Eastman, justo entre Limache y Olmué. Un camino que va empinándose de a poco y que justo desciende cuando se termina el pavimento, comenzando un camino de tierra azaroso por los continuos baches. El trayecto le otorga a la cervecería Tauss Brau, justo al final de la vía, cierto aire de recompensa, sobre todo cuando el sol es un gran acicate para llegar pronto. Lo que aparece es un sueño que el alemán Robert Tauss comenzó a construir en 2005. Quería aprender español y lo hizo, pero en el camino terminó emparejado y echando raíces. Así las cosas, el paso siguiente fue, a la luz de Chile y de la región, darle una mirada diferente al negocio cervecero que en Alemania es lo más elemental. No resultó fácil adaptar el concepto de biergarden –jardín de cervezas- al contexto local. Pero si en Munich centenares o miles de personas pueden tomar jarras de cerveza ligera en grandes mesones, compartiendo comida sencilla y sustanciosa ¿Por qué no en el corazón de la V Región? Había que partir por un producto especial y Tauss lo tiene. Una cerveza elaborada con una mezcla de cebada y trigo, que le confiere una base de ligereza notoria, un perfil más espumoso y un cierto toque de frescura ácida –muy poca, de lo contrario sería un defecto-, que le abrió las puertas al interés de muchos aficionados a brebajes suaves, fáciles de beber, sobre todo en una zona donde el calor acecha prácticamente durante todo el año. El concepto corrió de boca en boca, más que nada por la propuesta. El hecho de ofrecerla tirada, directamente desde el barril

y no en botella, genera al menos dos ventajas comparativas: la sensación de frescura aumenta al no ser pasteurizada y los precios son más bajos en relación a la cantidad. Pero para que eso funcionara, había que hacer algo más: cocinar. El lugar es grande, enorme. Más de 70 mesones con capacidad para ocho o más personas, repartidos en diversos niveles y protegidos del sol con mallas y algunos árboles. Hay una piscina que por momentos se transforma en un artículo de primera necesidad, más algunos juegos infantiles que casi se pierden entre la densidad de las mesas y los grandes comedores, algunos a buen resguardo del aire libre y con un extraño pop germano sonando fuerte, que le entrega un aire vintage en clave europea. La cocina es de lo más sencilla y la influencia bávara, esa del sur alemán, cuya evidencia presente es la carne de chancho es el elemento estrella. Puede ser a través de Perniles crocantes de gran tamaño reluciendo en los platos; también Lomos kassler de corte grueso y con esa carne rosada propia de la curación con sulfitos, que aporta un vivo color, acompañados de papas fritas de buena consistencia pero congeladas. Ok, se puede entender en un local que puede atender a 500 o más personas a la vez. De ahí en más, no mucho, un par de ensaladas como la de Salmón, que más bien son elementos secundarios –el plato llegó con el pescado congelado- dentro del gran plan que es la cerveza. Y en realidad, no lo parece pág · 22

pero es probable que no les interese mucho la comida más allá de un buen trozo de proteína al plato. Es que pagando $2.500 por persona, se puede llevar su propio alimento, carbón y todo lo necesario para pasar una tarde cocinando a las brasas, por ejemplo, aunque el calor del interior aconseje más bien arrimarse a cualquier sombra posible. Corre la tarde, el calor aumenta y la cantidad de visitantes crece hasta copar uno de los sectores. El consumo de cerveza también. A la nombrada variedad de trigo, que aparece en alargados vasos de 500 cc, se suma otra opción casi del mismo estilo, con el agregado de un tono ahumado que aporta diversidad –y cuerpo- pensando en el maridaje con los platos. Quizá más adelante sean más las opciones y se sigan sumando comodidades conforme Tauss Brau siga asentándose en la zona camino a ser un clásico. Ahí donde lo importante es beber, compartir y viceversa. Ficha: Gabriela Mistral Nº 700, La Paloma, Paradero 8 Avda. Eastman, camino a Olmué.Limache. (33) 241 4786 - (09) 9229 7457.

*Periodista, editor de revista La CAV (Club de Amantes del Vino). Autor de libros-guías de restaurantes de Valparaíso y Viña del Mar. www.unocome.cl


Alzheimer. En memoria del olvido Escribe HILDA PABST / fotografia KEVIN MOORIZUR La obra Alzheimer es una pequeña maquinita teatral que funciona minuciosamente bien. Es como esos mecanismos de las cajitas musicales o de los relojes de antaño donde todos los engranajes –dramaturgia, dirección, interpretación, escenografía, musicalización, uso del espacio escénicose articulan perfectamente y el resultado final nos causa una placentera admiración. Ya el nombre nos instala en esa desmemoria tan propia de nuestro olvidadizo país, tan conveniente según donde caliente el sol y según cuánta tierra se quiera echar sobre algún suceso incómodo. Desde una historia simple, campesina y a primera vista ingenua, se teje con lúdica destreza un cuento folclórico y delicado, que se irá revelando como una fiera tragedia. Es, en definitiva, una historia que se hunde con justas dosis de dulzura y desgarro en los escondrijos del alma emotiva nacional, siendo un logrado reflejo de una patología siempre al acecho de nuestra carente estructura familiar. Todo el tiempo se respira un aire provinciano, se presiente el derrumbe, se huele el ocultamiento, pero eso no impide que el

humor y la picardía afloren con frescura de matorral. Una verdad dolorosa y jamás enfrentada anula el espíritu de un hijo que retorna a la casa paterna cuando muere su madre; su padre extraviado en su memoria culposa regresa incesantemente a los recuerdos que detonarán el reconocimiento de esa verdad bastarda y feroz. La memoria, el olvido, la verdad, el perdón, tópicos tan maltratados por nuestra historia nacional son recuperados en este montaje con una lucidez que se agradece. Por supuesto el talento de la compañía Teatro Imaginario para dar vida a esta composición esta fuera de duda. A un potente registro actoral se suman la osadía lírica de los textos, la petit banda sonora que hace un giño magnífico al canto a lo humano, la escenografía que juega entre el reciclaje y lo barroco, los objetos y el vestuario que iluminan el imaginario rural y coronando todo esto la vigorosa dirección y actuación de Marco Zambrano, sin desmerecer para nada a sus compañeros y compañera de aventura, todos muy a la altura del desafío. Se percibe claramente la disciplina y el rigor del equipo completo e incluso queda

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la sensación de que han recorrido una gran trayectoria juntos o quizá eso es lo que viene. Lo cierto es que ya dan ganas de ver el próximo montaje de Teatro Imaginario.

FICHA: DIRECCIÓN: Marco Zambrano / DRAMATURGIA: Teatro Imaginario / ASISTENTE DE DIRECCIÓN Y DRAMATURGIA: Fernando Mena / ELENCO: Arturo Rodríguez, Marco Zambrano, Patricio Díaz, Katherine King / COMPOSICIÓN MUSICAL: Nicolás Aguirre, Camilo Gómez, Tomás Carrasco / PRODUCCIÓN GENERAL Y DISEÑO ESCENOGRAFÍA: Paula Becerra / REALIZACIÓN ESCENOGRÁFIA: Paula Becerra, Rodrigo Piña, Arturo Rodríguez / OBJETOS Y MARIONETAS: Marcela Latoja / VESTUARIO: Mayra Olivares / ILUMINACIÓN: Jorge Espinoza / GRÁFICAS: Danila Ilabaca / FOTOGRAFÍA: Gabriel Holzapfel / AUDIOVISUALES: Nicolás Fuentes, Claudia Bernet.


Haciendo

libros

Escribe MARCELA KUPFER / imagenes gentileza de NARRATIVA PUNTO APARTE

Rara vez me siento al computador a escribir sobre mis libros. Es una patudez llamarles así, mis libros, pues no son míos, sino que pertenecen por completo a sus autores, pero el vínculo es intenso, lo reconozco. Casi parental. Los veo crecer y desbocarse por caminos inesperados y sorprendentes, apenas adelantados en la febril soledad del editor. Rara vez escribo sobre ellos: los saco a la luz precisamente para que otros hablen de ellos, para que otros viertan la experiencia de su lectura en palabras.

O P I N I Ó N / PAT R I M O N I O

VV Mi primera experiencia en edición fue la publicación de un fanzine literario en la Upla. Se llamaba Viento Norte y fue comandada por Eric Carvajal, compañero de desvelos editoriales y decano de la edición independiente, hoy a cargo de Emergencia Narrativa. Partimos publicando cuentos en hojas fotocopiadas con ilustraciones pintadas con plumón. Al tercer número llegamos al couché, la cuatricromía y la edición de lujo. Hasta ahí llegó Viento Norte. La vida de las revistas culturales es, en esencia, breve.

demasiado intensa con la poesía, prefiero leerla antes que escucharla; en cambio, siempre me cautivó la narrativa. En esas noches de humo, vino barato y poesía, hubiese dado lo que fuera por escuchar un buen relato… VV Creo que el exceso de poesía me llevó a pensar en este proyecto como un nicho exclusivo de la narrativa. Como fuera, con fotocopias, autoediciones baratas o libros financiados por el Fondart, había más espacio para publicar poesía. Así es que me casé desde el inicio, poniéndole Narrativa Punto Aparte a la editorial. El género no fue la única condición: también me propuse que los autores no invirtieran un peso en sus propios libros; darles difusión y distribución para que la publicación no quedara entre parientes y amigos; y hacer libros de factura profesional, que circularan sin complejo de pariente pobre en ningún circuito. Nada de fotocopias ni libros con tapa de cartón pegados con cola fría. La editorial tenía que ser pro, porque los autores y sus libros lo eran. VV

VV Los ‘90 y parte del 2000 transcurrieron en las trincheras –o las galeras- de la edición independiente de libros. En aquellos años, en Valparaíso había más lecturas poéticas que libros de poesía; más narradores en potencia que libros. No había magíster ni diplomados en edición, mucho menos maestros que transmitieran sus conocimientos. Así es que básicamente hubo que aprender al pie del cañón todo el oficio: desde armar las maquetas hasta imprimir, pegar, cortar y salir a vender los libros. La Cáfila, iniciativa hoy desaparecida, fue nuestra escuela y una de las primeras editoriales independientes en Chile post dictadura. VV Hace diez o quince años, Valparaíso estaba inundado de poetas y lecturas de poesía. Las del Mariela y las noches del Playa, con el gringo Ken, son parte de la historia, pero había muchas más, que vagaban de sala en sala y de bar en bar. Hoy queda poco de eso. No veo afiches de lecturas y rara vez me entero de actividades poéticas en la ciudad. En parte es así: efectivamente, la actividad literaria se ha reducido en Valparaíso; en parte, yo no pongo demasiada atención. Mi afinidad nunca fue

Claudio Faúndez y Yuri Pérez son los escritores fundacionales de esta editorial. Y a ambos les deberé siempre la enorme confianza que depositaron en mí y en el proyecto. Variaciones sobre la vida de Norman Bates se convirtió rápidamente en un libro de culto. Todavía lo es. De vez en cuando me topo con alguien que pregunta por aquella loca performance que hicimos en la Universidad de Valparaíso, donde contratamos a un taxidermista para que embalsamara en vivo a un pájaro, mientras Claudio leía pasajes del diario de Norman Bates. Niño feo, mi papelucho bizarro, creció de formas insospechadas. Aún recuerdo cuando Yuri me llamó para contarme que se había ganado el Premio de la Crítica. Dicen que la peleó con Diamela Elttit. Era una sorpresa que un escritor de San Bernardo, publicado por una pequeña editorial de Valparaíso, hubiese llamado la atención de los críticos. Entonces aprendí otra elección: no hay forma de anticiparse al gusto literario. En realidad, no tenemos cómo predecir si los libros que publicamos van a funcionar, si al público le van a gustar o si la crítica los bendecirá o los hundirá. Da igual: somos independientes y publicamos los libros que queremos leer. VV pág · 24

Mi otro amor es el arte. Cuando no edito libros, escribo textos para catálogos, visito talleres y colecciono libros de arte. Siempre concebí el diseño como un diálogo entre literatura y arte visual. He elegido cada una de las pinturas que ilustran las portadas de los libros y que los artistas han cedido gentilmente para este proyecto. Es tal vez la parte más delirante del proceso. La obra debe dialogar con el texto, no ser una representación figurativa de la trama, sino evocar las sensaciones que surgen en la lectura. No hay forma de hacer un casting para algo tan subjetivo como esto. A veces las obras las conozco desde antes y, cuando llega el libro, sólo debo ir tras ellas. A veces debo salir a buscarlas y ese proceso puede ser hasta más largo e intenso que la edición del libro. VV La editorial crece con vida propia. En mi escritorio hay una atractiva pila de manuscritos para lectura y revisión, y ya hay varios títulos en carpeta para el año próximo. Este 2013, los libros han viajada por todo Chile, a ferias y encuentros, e incluso han salido a España, Lima y ahora México. Yo también he debido desplazarme porque, a pesar de que la editorial funciona desde Valparaíso, la mayoría de los autores publicados son de otras zonas del país. Por ejemplo, del norte grande, donde se está gestando una potente generación de escritores de literatura de frontera, con Juan José Podestá, de Iquique (“El tema es complicado”), Rodrigo Ramos Bañados, de Antofagasta (“Namazu”), y Daniel Rojas Pachas, de Arica -dos de ellos ya publicados por Narrativa Punto Aparte y uno próximo a publicar-. También resulta muy interesante la reivindicación de la provincia que hace León Álamos en “Discocamping”. Iván Parés (“En medio de la nieve) y Carlos Henrickson (“Esplendor”) completan el catálogo de la editorial, con sendas obras que vuelven a poner en valor las formas esenciales del cuento y la novela. El futuro de la editorial está lleno de desafíos: nuevas colecciones, más ferias, mejor distribución. Convertir esta iniciativa en una plataforma sólida y constante de publicación. Seguir cosechando lectores y buenas críticas para el catálogo. Ayudar a consolidar y proyectar nacional e internacionalmente las carreras de los escritores que publican con nosotros. Pero sobre todo, hacer libros… más y más libros.


Museo de Historia Natural de Valparaíso

Celebración y proyecciones en el palacio de calle Condell

Escribe EDUARDO REYES FRIAS / fotografíia gentileza de MHNV

El 27 de octubre de 1878, cuando Valparaíso disfrutaba el auge de ser la Perla del Pacifico, el profesor Eduardo de la Barra fundó el Museo de Historia Natural en el liceo de esta ciudad. La iniciativa complementó las actividades artísticas que en esa época llegaban desde Europa a Valparaíso antes de presentarse en Santiago. Así sucedía con funciones de teatro y ópera. En el caso del museo porteño, el intercambio de informes científicos acreditó su prestigio internacional, hasta que el terremoto de 1906 destruyó el local y su equipamiento. La segunda etapa funcionó desde 1914en una casa patrimonial de Playa Ancha, donde se incrementaron las colecciones de flora y fauna, con amplia asistencia de público. En la década de 1970 el Museo atravesó una secuencia de mudanzas y cierres parciales, pero finalmente logró fijar su sede en el Palacio Lyon de calle Condell, Monumento Histórico transferido por Bienes Nacionales al municipio para fines culturales. Vale recordar que en mayo del 2002, en respuesta a una campaña que reunió 5 mil firmas, la autoridad municipal renovó el comodato de arriendo por 30 años, mediante un acuerdo de mejoramiento por cuenta de la Dirección Nacional de Bibliotecas, Archivos y Museos. ¿Cómo se ha cumplido el compromiso? En forma lenta, pero sustentable con fondos de la Dibam y del gobierno regional, se completó la rehabilitación del edificio anexo al museo, con 4 pisos destinados a laboratorios, biblioteca, depósito de colecciones y oficinas. Durante dicha etapa, el terremoto del 2010 encareció y prolongó los trabajos. Sin embargo, la estructura del Pala-

cio Lyon, construido en 1888, volvió a demostrar su resistencia sísmica, lo cual permitió rehabilitar las salas de muestras temporales y en este año se reabrieron las puertas de calle Condell 1546, en cercanía a la plaza Victoria. ¿Qué va faltando…? Loredana Rosso, directora del Museo, explica que gracias al presupuesto de $ 1.800 millones, asignado en el Programa Chile Bicentenario, durante el primer semestre 2014 corresponderá armar las salas permanentes con el diseño museográfico licitado en concurso público. Adelanta que “el nuevo diseño presentará seis ecosistemas de nuestra región, desde las profundidades oceánicas hasta la zona cordillerana. No se pretende incluir toda la información científica, sino que entregar un estímulo a la curiosidad del visitante. Es la apertura al conocimiento que hemos ofrecido a través el programa conmemorativo del Museo.” Programa multifacético La visión nocturna de las aves y el canto sexual que emiten las ranas fueron los temas con que se inauguró el 3 de octubre el aniversario del Museo. Ambas charlas estuvieron vinculadas a la disciplina de Etología que investiga el comportamiento de los animales, cuyos instintos se combinan con algo de inteligencia y sensibilidad. En otra mirada al ambiente, el Servicio Agrícola Ganadero presentó un reconocimiento territorial de las aves y reptiles, en paralelo con actividades del programa escolar “Explora”. Además, el SAG denunció el comercio de especies en peligro de extinción, mostrando las pieles incautadas y algunos instrumentos folclóricos, como el charango que utiliza el pág · 25

caparazón del quirquincho. La elegancia y la agilidad natatoria del pingüino Humboldt se lucieron en la pantalla del auditorio con grabaciones efectuadas en la isla de Cachagua. Al mismo tiempo se formuló una advertencia sobre los riesgos que afronta la colonia de Algarrobo, donde se perdió su aislamiento. Otra señal de alerta se difundió en un taller sobre el cóndor andino, cuyo hábitat cordillerano se extiende entre Colombia y Chile. A pesar de su capacidad de vuelo, el ave emblemática sufre la caza ilegal y los envenenamientos originados en la creencia de que ataca las ovejitas recién nacidas… En el taller, Denisse Placencia, veterinaria, aclaró que la especie sólo puede consumir carroña y que carece de garras para llevar presas en vuelo, como lo hacen las águilas. En auxilio del cóndor, hay un sistema de rescate que comparten Chile y Argentina. La figura más sorprendente que el Museo decidió exhibir es una momia de la cultura Chinchorro, anterior al imperio incásico, la cual realizó una preservación mortuoria diferente a la del antiguo Egipto. En virtud de un acuerdo internacional, entre marzo y junio de este año la pequeña momia viajó, ida y vuelta, al Museo de Tokio, donde la tecnología permitió dilucidar algunas características del cuerpo original. Los paneles que ahora acompañan esta reliquia en su vitrina de exhibición ilustran la línea de Antropología que integra las colecciones del Museo de Historia Natural de Valparaíso. Los visitantes quedan hoy sorprendidos cuando contemplan un niño Chichorro con 30 siglos de antigüedad.


CUENTO INÉDITO

VALPARAÍSO EN LLAMAS Texto inedito de FELIPE GONZAÁLEZ* / ilustra HAROLD BUSTOS

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Varios años después también busqué aquella casa. No me costó encontrarla, como pensaba. Aunque algunas calles y escaleras se me habían confundido, logré dar con el pasaje, más o menos a la altura de la iglesia de San Francisco. Cuando al fin llegué, me detuve en la puerta de entrada y luego miré por la ventanita lateral sin visillos ni cortina. El lugar estaba deshabitado. Pude ver el living y el pasillo con galería conducente a las piezas. Pensé en el raro contraste entre la casa atiborrada pero accesible de Constanza y esta otra vacía e infranqueable. Me apoyé a descansar en la baranda que separa la vereda de la calle y ahí armé un cigarrillo de marihuana. Fumé mirando el paisaje y los cerros frente a la bahía, largo rato. Sentí primero la calma, después la leve confusión inicial, la violencia de la luz llenándome los ojos –era un día soleado–, la agudización del oído y entonces, de a poco, deleitándome en la reconstitución de su imagen, volví a pensar en Alejandra. La había tenido en mente cuando subía, y me distraje al ver el interior de la casa y mientras armaba el cigarrillo. Ya bajo el efecto, recobré su imagen renovada, con un brillo extraño a la familiaridad con que pensaba en ella hace unos minutos. El intervalo me había regalado el mismo descanso de la noche que, en mi infancia, mediaba entre la adquisición de un regalo y su nueva y más intensa contemplación a la mañana siguiente. Traté de figurármela como si estuviera frente a mí y percibiera con nitidez los colores de su ropa y el olor que desprendía, el vaivén de su cuerpo al hablarme y el modo como se acercaba a mí, bruscamente. Entonces, así como yo antes susurraba palabras al oído de Constanza, imaginé a Alejandra susurrándome la canción que tantas veces escuchamos durante las tardes pasadas en su habitación bajo el centón que nos abrigaba, bajo su cobertor hecho de trozos dispares: “Aguanta, tienes que aguantar”, decía. Era la historia de una adolescente en fuga por las carreteras; qué era lo que debía aguantar, eso no se sabía nunca. “Aguanta, tienes que aguantar”, repetía varias veces el estribillo y jamás se mencionaba la causa de ese dolor que se había ramificado y ella continuaba soportando ahora de una manera distinta. Estaba

deformado y, lo peor, continuaba creciendo, como las inscripciones en los troncos de los árboles. Ella escapaba con un hombre, pero no estaba contenta. Él le regalaba un anillo de latón. Alejandra a veces tarareaba la canción a mi lado, en alguno de los intervalos en que descansábamos, y lo hacía bien despierta; no dormía agotada y triste como antes Constanza. Hubiera pensado uno que era feliz, o que al menos aquella Alejandra de la superficie lo era; tarareaba y la gente hace ese tipo de cosas cuando lo está. O quizá lo hacía para no escuchar alguna estridencia persistente e inaudible para mí en su interior y conservar sin mancha esa mediana plenitud. En ocasiones incluso modulaba la letra, apenas, cerca de mi oído. Ponía sus labios en mi sien o bajo mi quijada o en mi hombro, mientras yo también descansaba, con los ojos cerrados, pero escuchando, y a veces al mismo tiempo besándole la frente, a mi alcance, y los ojos o la nariz. “Aguanta, tienes que aguantar”. El tenue eco de su voz, por efecto de la marihuana, se me fue haciendo más vívido y como si resonara en los cerros y viniera desde todas partes. Comencé casi a percibir con nitidez sus palabras, frases sueltas oídas en mi somnolencia o justo luego de un orgasmo, frases que ahora yo desfiguraba sin mesura: “Despierta de tu soledad, ya no estés vuelto sobre ti”. Podía recrear el tono exacto de su voz. Esas variaciones se iban desprendiendo gradualmente de su original hasta convertirse en otra cosa: “Ven a estar aquí porque ahí no eres, ven, soy la misma aún”. Frases parecidas me había dicho alguna vez, sin que yo les diera mayor importancia, eran simples, pero ahora tomaban vida propia y al transformarse dejaban al descubierto los significados que mantenían ocultos desde hace tanto tiempo: “Mírame y vuelve, no te embriagues en mi pérdida, solo debías quedarte un momento y regresar”. Me comenzaron a resultar insoportables esas palabras, su mensaje era de una cierta magnitud cósmica; estaba dirigido ya no sólo a mí sino al mundo entero e incluso a la historia: “Reconóceme para que seas de nuevo el que siempre quise sin jamás decírtelo, ven...”. Me obligué a pensar en que

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Alejandra estaba muerta y nada quedaba de ella para mí, mis recuerdos eran, cómo no, figuraciones mías. Pero aún quise extender un poco más aquella escena. Ya estaba entregado a ella. Imaginé a Alejandra abrazándome, mientras me susurraba palabras consoladoras inventadas por mí ya sin pudor alguno, en ese mismo instante, “Nada merece que te aflijas, sólo hiel y tedio es esta vida (y polvo el mundo). Cálmate”. Resonó un buen tiempo el eco de esa última palabra, “álmate, álmate, álmate…”, como si Alejandra me dijera, “ármate de un alma”, o peor, “ve y toma un arma”, quizá. Traté entonces de apartar esa voz que ya casi no era la de ella, pero al intentar desplazarla, en lugar de irse, se transformó en otro sonido, débil al principio, enlazado con pensamientos que comenzaron a germinar y a crecer a su propio arbitrio. Ya no era la voz de Alejandra, sino el crepitar del fuego sobre su cuerpo, las estructuras cayendo sobre ella, y con esa especie de chirrido vino la idea de que a cada momento y sin tregua todo está muriendo, horrible e imparable y dolorosamente, con un rumor casi imperceptible, por lo común, pero constante y audible, y a ratos hasta con verdadero estruendo si uno pone la atención necesaria. Como sucede con esos silbidos desquiciantes que sólo oyen ciertos animales. Todo lo bello, como el cuerpo de Alejandra, víctima de la mutilación, de la quebrazón y el descalabro, del fuego espantoso y la carcoma, envejeciendo con un bullicio ensordecedor. Todos estos cerros, tumbas, miles de tumbas, y esas luces, luces malas de los muertos, gas para la combustión de este pudridero; Valparaíso, no: Alimapu, tierra quemada de los muertos. Eso pensé e intenté apartar rápidamente aquellas figuraciones y segar las próximas recién nacidas, antes de que, como las anteriores, llegaran a convertirse en una nueva interpretación cabal y unívoca –excluyente– del universo. *Narrador y poeta, autor del poemario Los zapatos de gamuza: crónica de la muerte de Luis González (Mar de Gente, 2013). El presente texto es un extracto de la novela homónima a ser publicada en 2014.


De un tiempo a esta parte los cerros Alegre y Concepción se han consolidado como la cara más turística de Valparaíso. No hay fin de semana o feriado que no se atiborren sus adoquinadas calles de visitantes nacionales y extranjeros que buscan experimentar el encanto porteño.Muchos sabemos que la belleza de la ciudad sobrepasa los límites de esos dos cerros. Algunos, los menos pero convencidos, experimentan hacia rutas que no aparecen en las guías turísticas. “Ser o no ser porteño” se llama el tour que realiza la empresa EcomapuTravel apostando por lugares de los cerros Cordillera, Artillería y Playa Ancha. Esta es la crónica de una caminata de más de siete horas por aquellas comarcas.

El otro Valparaíso Escribe AMELIA CARVALLO Imagenes gentileza de ECOMAPUTRAVEL

TURISMO

Primera parada: cerro Cordillera Somos cuatro mujeres y seis hombres los que estamos plantados frente al monumento a Prat. Son las once de la mañana de un jueves y hay una leve vaguada que promete despejar. Todos somos chilenos, exceptuando una colombiana y un austríaco que se suman casualmente. Enfilamos hacia José Tomás Ramos para adentrarnos en el cerro Cordillera, no sin antes recibir información sobre los diversos edificios que flanquean la plaza: el de la Armada, el Hotel Reina Victoria, el del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el de los bomberos y una parada frente a los Tribunales de Justicia donde nos explican que la estatua del frontis no es una representación de la Justicia sino que es una diosa menor, Temis, la que pesa las almas. Nuestra meta es el ascensor San Agustín, refaccionado y resplandeciente en su amarillo Kodak. Se bromea y hay risitas con aquello de “me vine al Cordillera en busca de tu amor”, el grupo va feliz y nervioso arriba del ascensor. Llegamos a calle Canal y nos recibe una postal de bombardeo: una casa derruida, casi como mordida por un gigante en su frontis. Una vecina, pálida como un fantasma, pasa y nos advierte muy seria que puede derrumbarse en cualquier momento.

Luego tomamos Castillo camino al museo Lord Cochrane que (como casi siempre) no tiene ninguna exhibición más que su espléndida vista a numerosos puntos de la ciudad. En el mirador nos explican que este fue el primer observatorio de Chile y lo construyó el relojero Juan Mouat, estamos en eso cuando suena el cañonazo del mediodía y la colombiana casi se infarta. Salimos del museo y el aire huele a cazuela. Un café en Barrio Puerto Seguimos hacia otro ascensor, el Cordillera. El guía nos dice si preferimos tomarlo para bajar al plan o si nos atrevemos a hacer los 162 peldaños de la escalera Cienfuegos; nadie se niega a esto último y desembocamos en Serrano, la querida calle de La Planchada. Pasamos por la animita de los que murieron en la explosión del 2007 y está impoluta en su rosa y rosado, por lo visto nadie es tan sacrílego como para grafitearla. Un hombre con una niñita en brazos pasa, la toca, dobla un poco su rodilla y se persigna. Ahora el aire huele a pan y pasto seco del sitio eriazo que dejó el triste estallido. En Plaza Echaurren el guía nos cuenta historias del Negro Farías, el cantante que durante años recorrió el Puerto entonando “El bazar de los juguetes” y “La joya del Pacífico”, himno popular de la ciudad. Relata además lo antiguo que es el Bar Liberty (1897). Llegamos a La Matriz y habla sobre el Cristo milagroso y los pág · 28

maremotos. Las vitrinas de la jabonería Yolanda muestran pita de algodón y palitos de helado; al costado una señora vende ensaladas y mote amarillo en bolsitas de plástico. Caminamos por Almirante Riveros y un viejito nos dice “pásense pacá no ven que hay muchos malulos”. Llegamos al flamante Puerto Blanco en Cochrane 25, donde suena una de The Cure, y nos cuentan que los cafés y tés que ofrecen sólo se hacen con agua purificada. Además muelen el grano al momento de servir el café y cuentan con variedades de Perú, Costa Rica, Etiopía y Tanzania. Los almuerzos y la repostería que proponen tiene la mejor cara y con las 4 B: bueno, bonito, barato y “bundante”. Salimos listos para ir hacia la subida Carampangue, no sin antes atestiguar lo peligroso que es el nudo vial de Plaza Wheelwright. Bienvenidos al cerro Artillería Subimos a pie porque el ascensor Artillería está malo; el guía se detiene ante un mural del pintor Eduardo Mena de quien dice llegó a pintar muros imitando a su hijo grafitero. Llegamos a la famosa casa celeste que parece colgada del cerro, hoy convertida en el restorán Casa Cuatro Vientos. Unos hermosos y viejos sillones de cuero que podrían estar en la casa de Sherlock Holmes invitan a sentarse; un muro está cubierto con un especial papel mural hecho por Julio Narbona.


La anfitriona, María José Alvarado, nos cuenta que promueven los sabores peruanos, mexicanos y chilenos, siempre con énfasis en pescados y mariscos. Suena una versión lounge de “Black old sun” de Soundgarden y la vista es sobrecogedora, estamos al borde del acantilado. Vino y ceviche, chupe de jaiva y arroz con leche y frambuesa mientras ahora en el viejo gramófono suena “Esto es felicidad”, un mambo en la voz de Fernando Albuerne y la orquesta Don Américo. Salimos de allí y unos pocos metros más allá, en la esquina con Muñoz Gamero, entramos a los sombreados dominios de Vinizio, una tienda de vinos chilenos seleccionados por Alejandro, un uruguayo que se disculpa ya que está en pleno proceso de obras, específicamente poniendo baños. El lugar está buenísimo y lo estará más cuando saque la patente de alcoholes. Por cierto acá imperan los vinos artesanales de baja producción, esos que no se encuentran en los supermercados; vemos líneas como la del Fundo San Jorge en Quilpué donde según cuenta Alejandro usan el método ancestral de vinificación, sin químicos, con lagares de cuero. También tiene mermeladas especiales: de pimentón, de zapallo italiano con nueces, kiwi plátano, pera/piña y vinagretas balsámicas de higo y frambuesa. Artillería sigue sorprendiéndonos, ahora con el Café Postal donde Jennifer Zúñiga nos explica que el nombre fue porque querían que los visitantes pudieran comprar una postal, ponerla en un buzón y saber que llegará al remitente. Historias que a un menor de 20 años le deben parecer chino, gente mandándose imágenes en cartoncitos por sobres que llegan hasta la puerta de la casa. Desde la terraza, empanaditas de queso y copa de pisco sour en la mano, tenemos a la vista los cerros Mesilla, Perdices y Playa Ancha, incluso una porteña colgando ropa. La colombiana le pide al austríaco que le tome una foto y le dice “la foto recuerda lo que la memoria olvida”, mientras se equilibra peligrosamente en la pequeña baranda. Sale el tema de las torres que rompen la armonía del anfiteatro y todos concuerdan que es nefasto. Camino a Playa Ancha Nos detenemos ante la amplia vista que regala el Paseo 21 de Mayo, resalta a lo lejos el Aconcagua y más cerca el amontonamiento rojo, anaranjado y azul de los contenedores. Acá nos lamentamos un rato por la inminente desaparición de la Caleta Sudamericana y el Muelle Barón. Tomamos la parte de atrás del paseo y admiramos el magnífico ascensor Villaseca que este 2013 cumplió 100 años y sigue abandonado. Luego llegamos hasta la pág · 29

calle Ingeniero Mutilla donde escuchamos la canción de Gitano Rodríguez “A Valparaíso”, todo esto porque estamos frente a la casa del artista. Ahora vamos tras la residencia Blauhaus, un juego de palabras entre Bauhaus y Blue como después nos explicará su dueño, el arquitecto Carlos Seisdedos quien nos espera con una refrescante tisana de cedrón antes de recorrerla. Harto reciclaje y retazo asoma en la armoniosa Blauhaus, unos sillones preciosos y escaleras reutilizadas, ventanales tomados de aquí y allá y numerosos cuadros y fotografías que van rotando. Accedemos a la terraza en el techo de la casa y la vista es de grandiosos 360 grados que, sobra decir, te podrían tener embobado del día a la noche. Seguimos tirando suela por Playa Ancha y el siguiente paraje es el Emporio Naval, un sueño de almacén donde con sólo echarle un vistazo a sus nobles estantes de madera ya sabes que aquí hay de todo. Doblando la esquina recalamos un rato en el Café República Independiente de Playa Ancha, ubicado donde antes hubo una peluquería, y ahora el aroma a café de grano se enrosca en los grandes espejos y rebota entre las decenas de fotos de playanchinos notables. Sándwiches, quequitos caseros, incluso granadina y soda en su bien provista carta mientras suena de fondo Django Reinhardt. Hacia el mar Un par de niñas huelen un ramo de albahaca en los escalones de una casa donde se ofrece alojamiento a “señoritas universitarias”. Caminamos por calle Errázuriz y nos detenemos frente al Palacio Espejo, nombre que le dan al edificio que alberga alpolémico SHOA; seguimos ruta tras las coloridas casas del malogrado arquitecto Esteban Harrington, quien al igual que Antoni Gaudí murió atropellado por un trolebús. Cada vez más cerca del mar hacemos un aro en las catacumbas del Bar Roma donde resuena Red Hot Chili Peppers y tomamos unas copitas del porteñobitter “Araucano”. La pendiente nos conduce casi sin querer a la playa de Las Torpederas donde ya hay sombrillas y bañistas; bordeando el paseo costero llegamos a Playa Carvallo, que más que una playa es un maravilloso roquerío donde un par de abuelas sentadas en sillas de playa miran el atardecer mientras sus nietos exploran las pozas. Luego de más de siete horas de caminata por lugares que están allí esperando a ser descubiertos, nuestra propia exploración acaba.

*EcomapuTravel info@ecomapu.com www.facebook.com/valparaisoteamo


OCIO Y MAR Escribe Amelia Carvallo / fotografiía Jorge Villa

PA I S A J E N A R R AT I V O

Como un perro conducido por su olfato llegas al muelle salobre. Eres ocio puro frente al mar. Tomas todo el tiempo que tienes y graciosamente lo pierdes con sumo placer. Divagas, haces fotosíntesis, estás a pata suelta, aspiras todo el yodo y el azul, sonríes y al rato también tienes algo de pena mirando el vaivén de las olas. Hormiguea en tu piel algo que podríamos llamar “sentimiento ancestral”, reconoces que este comportamiento está en el ADN humano, como cuando miras una fogata y el fuego danza para ti. Te hipnotiza esa inmensidad que se enrosca como un animal, imposible cansarse de mirarla, quizás buscas en el horizonte el rayo verde que asoma un segundo antes de que anochezca. Estás en el aquí y en el ahora, en una ciudad con vista al mar y nadie te cobra un peso. Es absolutamente gratis, es benditamente gratuito.

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AVISOS Valparaíso y Napoli, dos puertos que se encuentran, dos culturas que dialogan en torno a un plato de comida, a un horno centenario, alimentando alma y cuerpo con sabores simples y genuinos para ofrecer una experiencia “indimenticabile”. Almirante Montt 532, Cerro Alegre / Valparaíso (32) 318 4827

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